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Real Wayne Madrid

Real Wayne Madrid

Escrito por: Athos Dumas8 noviembre, 2017
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John Wayne, el Duque, era el protagonista principal de la magnífica película de John Ford The searchers (estrambóticamente traducida en España como Centauros del Desierto), y dio vida a un héroe ya legendario del celuloide interpretando al aventurero Ethan Edwards.

Se trata de una cinta sobre una búsqueda casi sin fin, en la que nuestro héroe persigue sin aliento durante más de cinco años el rastro de un grupo de indios comanches (comandados por su jefe Scar, es decir, Cicatriz) que mataron a toda su familia y secuestraron a su joven sobrina Debbie. Ethan, junto a su joven compañero Martin (Jeffrey Hunter), se conjura para no parar ni un solo día de su vida hasta localizar a Debbie (interpretada por una jovencísima Natalie Wood), rescatarla de los comanches y vengar a su familia.

El foco de la vida de Ethan cambia desde el mismo momento que descubre la granja de sus familiares aun ardiendo y humeando, y a partir de ese instante su objetivo en la vida ya es claro y definitivo. Se convierte en el único motivo de su existencia.

Como la victoria para el Real Madrid. La victoria es el fin único para este club, lo demás se vuelve accesorio (como los personajes secundarios de la película, entre ellos espléndidos actores como Ward Bond o Vera Miles), complementario (como la espléndida banda sonora original de The searchers, compuesta por el gran maestro Max Steiner) o, simplemente, parte del paisaje, como el magnífico Monument Valley que acompaña a Wayne durante todo el film.

Da absolutamente igual el estilo de juego, el toque, el dominio del balón, la posesión, el ataque por las bandas, el contrataque fulgurante, eso solo sirve para rellenar minutos de tertulias absurdas sobre el Real Madrid. Todo el mundo se cree con derecho a opinar de cualquier cosa que pase en el Madrid: la cantera, los esquemas de juego, el señorío, las alineaciones, los minutos que se dan a unos o a otros jugadores, la BBC, la planificación deportiva, el debate de la portería, los que se van o los que se quedan. También se diseccionan declaraciones y, lo que es mejor, no declaraciones (hay gurús que saben leer mentes y analizar pensamientos). Y siempre hay críticas, casi siempre sin ton ni son, para completar programas de radio, columnas de gente que apenas tiene información o blogs en la red.

Cuando el Madrid hace apenas cinco meses repitió victoria en Champions League (tras una auténtica exhibición en Cardiff) y logró su sufrida Liga 33, cosechó muy escasos elogios. Al poco tiempo las jaurías se arrojaron sobre el club merengue para pedir/exigir explicaciones sobre la marcha de Morata, de Pepe, de Danilo y de Mariano (Mariano que el año pasado fue convenientemente ninguneado por todos puesto que solo se hablaba de Morata una y otra vez), sobre los pésimos resultados de la gira americana o sobre el no fichaje de Mbappé. La tregua duró tres semanas, mientras los de Zidane arrasaban en agosto al Manchester United y al Barcelona (este último masacrado por un total de 5-1, en el que el único gol del Barcelona fue de penalti inexistente, y con la injusticia añadida de la expulsión de Ronaldo por el árbitro De Burgos). Pocos elogios nuevamente, pese a que los tres partidos fueron de notable alto, rozando el sobresaliente. Los lobos seguían esperando y encontraron rápidamente carnaza tras los tropiezos ante Levante, Valencia y Betis.

el real madrid cosechó escasos elogios tras ganar liga y champions

Da lo mismo que en todos los equipos haya picos de forma (lo importante es estar como búfalos a partir del mes de marzo) o que haya habido plaga de lesiones (Varane, Bale, Marcelo, Carvajal, Keylor, Benzema, Modric, Kovacic, Vallejo, o sea más de medio equipo titular) o que hubiese sospechosas tarjetas rojas a Cristiano o a Ramos (que supusieron por ejemplo que Casemiro jugase de central titular ante el Valencia). Eso da igual. El Madrid es siempre un desastre, un bucle en la eternidad, un triángulo de las Bermudas en la que siempre sobresalen los defectos (o los fallos, que los hay, como también la baja forma de varios titulares) y las negatividades sobre los hechos y los hitos.

De ahí que finalmente el Madrid sea –debe de ser y seguir siendo– un Ethan Edwards al que solo le mantiene en vida su único objetivo sobre el planeta Tierra: la victoria.

La victoria con la que, una vez conseguida, como en el caso de Wayne, quedar de nuevo solo y desamparado, con apenas unas palmaditas de agradecimiento, una puerta que se cierra, un horizonte desnudo, y de nuevo seguir en este mundo para, pasado un ligero momento de descanso o de relajación, volver a emprender, pese a Villaratos y Armiñatos, la senda de la victoria. Avec panache, como decía el poeta y aventurero Cyrano de Bergerac, o sea con clase, si es posible. Pero si no, también nos sirve. A otros equipos, que no son el Madrid, por supuesto, les vale como excusa haberlo casi logrado, haberlo intentado, haber jugado bonito (por cierto podríamos disertar sin parar para definir qué es jugar bonito: el Madrid de las 5 Copas de Europa, el Benfica de Eusebio, el Brasil de los 70, la Naranja Mecánica de 1974 o la de 1988, tan diferentes ambas, el Milan de Sacchi, la Francia de Zidane, la España de Sudáfrica). Al Madrid se le lapida incluso ganando, así que, por lo menos, los madridistas deseamos que gane. Se le lapida y lacera incluso desde distintas facciones de muchos que se definen madridistas. El estilo es para escritores, oradores, pintores o actores, no es para el Madrid. El único estilo del Madrid fue, es y debe seguir siendo, la victoria.

La perseverancia, la cabezonería y la obsesión (rayando casi con la enfermedad) son los motores que llevan a Ethan Edwards/John Wayne a no desistir, a no renunciar jamás a su objetivo. Igual da estar cansado que herido que sediento que arrastrado por los polvorientos desiertos de Arizona. El objetivo único es claro y está perfectamente definido. Por eso es tan importante tener a los mandos de las operaciones a profesionales tan impermeables como Zidane, que ante la lluvia de críticas y de preguntas desagradables y negativas que recibe en los momentos malos, es capaz de capearlas cual nuestro héroe fordiano y no olvidar nunca (Zidane con la sonrisa y el sarcasmo, Wayne con gesto serio pero siempre tenaz y decidido) que lo que importa es llegar al final del camino (mayo o junio, nunca octubre ni noviembre pueden ser finales sino simples posadas o etapas), pese a la falta de agua, pese a los numerosos obstáculos y pese a los enemigos/rivales que acechan permanentemente.

Y que nada es duradero. Zidane siempre contesta de manera cortoplacista porque sabe de qué está hablando. Una vez logrado el objetivo, el contador se pone en ese mismo instante a cero y hay que volver a empezar. Con críticas (y algún leve halago), con la sensación eterna de soledad y de incomprensión, que solo se vive en este club de fútbol, no hay ningún otro ni remotamente parecido ni similar.

Nunca sabremos cuál fue la siguiente misión de Ethan al acabar la película del maestro de maestros John Ford. Nos queda un sabor agridulce entre el deber cumplido y el desamparo y la incertidumbre. En cambio, los madridistas sabemos muy bien cuál será la siguiente misión de nuestro equipo. Y sabemos que tarde o temprano (esperemos que en la primavera de 2018) volverá a cumplir su misión. Y volverá a darnos la espalda y la puerta se cerrará en un fundido espléndido, con la bella y áspera sintonía de Max Steiner.

10 comentarios en: Real Wayne Madrid

  1. Que gran verdad, que gran artículo. La verdad es que los madridistas muchas veces parece que seamos los que llevan años perdiendo, e intentando ganar, no sólo por los comentarios de las aficiones contrarias, si no por los de la propia en muchos casos.
    Yo tengo muy claro que Zidane está haciendo las cosas como debe, y que podrán salir mejor o peor, pero que el camino para llegar a hacer una temporada tan buena como la pasada es el mismo que entonces y ahora. El comienzo es duro, y con las lesiones más aún, pero en junio ponemos las notas. Ser ventajista en noviembre es de cobardes. Yo creo que esta primavera volveremos a ser felices, conviene que la gente no se baje del tren cuando vienen mal dadas y suba en la última estación.

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