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Ramón Calderón y el elefante rosa

Ramón Calderón y el elefante rosa

Escrito por: Jesús Bengoechea18 septiembre, 2019
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El elefante rosa, que dormía la siesta sobre la moqueta color naranja, abandonó lentamente su letargo al escuchar las primeras conversaciones una vez se abrió la puerta del despacho, y se despertó definitivamente al registrar sus notables pabellones auditivos la primera pregunta de uno de los periodistas.

-Vamos a zanjar una vieja polémica nada más empezar: ¿fichó usted a Cristiano Ronaldo?

El tema interesó vagamente al elefante, que se incorporó con un resoplido para acercarse a la mesa donde Calderón departía con los reporteros, y de este modo pudo ver cómo el abogado mostraba al periodista de su derecha una serie de papeles que presuntamente demostraban, a decir del propio Calderon, que había sido él, y no Florentino, quien había fichado al astro portugués. Por lo que el elefante pudo ver por encima del hombro del ex presidente del Madrid, los papeles rubricaban acuerdos entre el futbolista y el Real Madrid en la época en que Calderón presidía el club, pero no había entre ellos ni un solo papel firmado por el club donde por entonces militaba Cristiano, es decir, el Manchester United. Pese a lo cual, con la máxima naturalidad, y en ausencia de repregunta alguna por parte de los plumillas, todos dieron por sentado que, en efecto, el fichaje había sido efectuado por el hombre del pelo blanco con independencia del ManU (tercer interesado) y pesar de que Florentino se llevara “los flashes del fichaje secreto”, como lo describió el periodista más barbudo con gran imparcialidad.

El comienzo había sido moderadamente impactante, como mandan los cánones de las buenas novelas y las buenas entrevistas, pero la continuación aburrió al elefante de manera soberana. Que si Calderón nació en Palencia, que si fue abogado de Lina Morgan, que si su primer acercamiento al Real Madrid había sido formando parte de la candidatura de Alfonso Ussía. El elefante volvió a barritar sonoramente, pese a lo cual siguió siendo ignorado por los tres contertulios (cuatro con el fotógrafo), y procedió a tumbarse de nuevo sobre la moqueta, arrepentido de haber interrumpido su siesta por un comienzo fraudulentamente promisorio.

En un estado intermedio entre el sueño y la vigilia, escuchó entonces el paquidermo rosa cómo Calderón contaba la destitución de Del Bosque desde el punto de vista de quien formaba parte de la directiva de Florentino en aquel momento. A Calderón le había indignado esa decisión, siempre a decir de él mismo, pero a la pertinente pregunta de un periodista (“¿por qué entonces no dimitió?”) solo pudo oponer un “era muy agradable ver los partidos cómodamente, decidir sobre el equipo y, por supuesto, la cuota de vanidad”. El elefante no comprendió bien cómo era posible que una de las razones para seguir en el cargo por parte de Calderón fuera “decidir sobre el equipo” cuando un minuto más tarde le estaba diciendo al periodista que “Florentino no escucha a nadie, ni a los directivos ni al personal”. ¿De qué modo “decidía” entonces un directivo Calderón sobre el equipo? La palpable ojeriza del protagonista de la entrevista hacia Florentino no le impidió sin embargo, por otro lado, reconocer a renglón seguido que Florentino salvó al Madrid resolviendo “el caos” creado por su predecesor, y que la operación de la ciudad deportiva, que permitió al club sacar el cuello del fango de una deuda de 300 millones, fue “fantástica”.

Cuando el elefante abrió de nuevo un ojo, alarmado por un brinco acústico en la conversión, Calderón acusaba directamente a Florentino del fichaje de Woodgate, que se había gestado merced al FIFA del hijo de Florentino, siempre según el distinguido ex vicepresidente. Otorgándole poco interés al pormenor (y menor crédito), el elefante se irguió, caminó tres pasos en dirección al lago que dominaba el centro del despacho y se bañó, chorreando en el proceso tanto a Calderón como a los entrevistadores, quienes sin embargo seguían hablando haciendo caso omiso a sus ropas y pelos empapados.

-¿Por qué le puso Florentino unos detectives? ¿Le consta que Florentino les pagara?- inquirió el periodista.

-No, me consta que los pagó Villar Mir- reconoció Calderón, pese a lo cual no fue en ningún momento ponderada por ninguno de los presentes la idea de que Florentino y Villar Mir no son en realidad la misma persona. Calderón contó entonces una anécdota en los toros con el propio Villar Mir que divirtió sinceramente al elefante, quien volvió a hacer sonar su trompa erecta en ademán juguetón. Pero ninguno de los presentes acusó recibo del gesto del elefante rosa.

Frustrado ante la imposibilidad de hacer amigos en aquella charla, el elefante rosa se dirigió a una de las ventanas del despacho, desde donde se asomó a la calle Serrano y se distrajo admirando el garbo de las mocitas madrileñas del barrio de Salamanca. La conversación, entretanto, seguía y seguía.

Y estas cosas son así. Estás presente en medio de un coloquio, en el cual ya descuentas que nadie va a reparar nunca en ti, cuando de pronto te mencionan. Es verdad que fue una mención muy somera, muy de pasada. Pero suficiente para que una de las grandes orejas del elefante se abriera inopinadamente y su corpachón se girase en dirección a la mesa elíptica. Al fin hablaban de él.

-Pero los infiltrados en la asamblea votaron a su favor. ¿No los coló usted?

-No, no, fueron unos chavales que estaban de juerga y se colaron. Yo no tenia ni idea. Fue algo intrascendente. Unos chavales se colaron, vale, pero es que parecía que yo había puesto una bomba en mitad de Madrid.

Decepcionado ante el hecho de que Calderón le llamara “intrascendente”, y contrariado asimismo ante la falta de protesta de ninguno de los periodistas ante calificativo tan lesivo para con la dignidad del elefante, éste se sintió tentado a deponer sobre la moqueta, de lo que eventualmente desistió: ni la más descomunal, procelosa y pestilente cagada habría servido para que aquellos periodistas continuaran con su tema, que se escurrió en medio de la entrevista como eso, una anécdota “intrascendente”, una cosa de chavales que están de juerga y se cuelan. También él, al fin y al cabo, se había colado en el despacho de Calderón aquella tarde, de manera que decidió salir por la puerta, arrasando a su paso con tres librerías cuyo estruendo al caer tampoco llamó la atención de los entrevistadores.

Nanín, que así se llamaba el elefante rosa, rompió el tabique para salir por la puerta y se volatilizó en el éter.

Fundador y editor de La Galerna (@lagalerna_). Autor de Alada y Riente (Ed. Armaenia), La Forja de la Gloria (con Antonio Escohotado, Ed. Espasa) y Madridismo y Sintaxis (Ed. Roca). @jesusbengoechea

7 comentarios en: Ramón Calderón y el elefante rosa

  1. ¡Qué bonito el elefante rosa decorado con papel pintado!
    Cuando creía que el protagonista de la historia era el venerable "Elefante Perico" de mi infancia, resulta que el elefante rosa era Nanín, un jovencito que estaba de fiesta, y se coló con sus colegas en una asamblea de compromisarios.
    Como el presidente de la asamblea, estaba amodorrado por el rollo habitual de los socios senectos, ni siquiera se enteró de la irrupción, hasta que los veinteañeros empezaron a romper la vajilla. Es natural.
    La canallesca le dora la píldora hasta a Calderón, un personaje amortizado como madridista, con tal de darle pataditas a Floper. ¿Qué será lo próximo, reeditar la candidatura de Sanchís?
    Me quedo con el elefante Perico, me trae mejores recuerdos.
    Saludos.

  2. El solo hecho de ver cómo "la inmunda" le hace la pelota a un personaje tan nefasto como "el ex-amigo de los del Frente Atlético" deja bien a las claras el nivel moral de la prensa española, y su odio africano hacia todo lo que representa el Real Madrid.

    No hay mejor prueba de que, como decía Victor Hugo: "el problema de los miserables no es que lo sean, es su absoluta necesidad de demostrarlo"

    1. Como dice el refrán: "La buena yunta, Dios los cría y ellos se juntan"

      Aunque también se podría decir esa frase de: "Las tres Marías: la caca, la mierda y la porquería"

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