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El milagro de la floración

El milagro de la floración

Escrito por: Mario De Las Heras27 septiembre, 2017
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Casi lo mejor que vi ayer en el Westfalenstadion fue la salida al campo de Ceballos en el minuto ochenta y nueve, al que le dio tiempo a hacer, en apenas cinco minutos, "cositas", como decían los béticos de los detalles de Alfonso Pérez. Estas cositas son esos pases de Curro o los vertidos de Morante, que son bonitas en sí sólo para alegrarle a uno la tarde, así que imagínense cuando dan orejas o Copas de Europa. "Cositas" tiene el Madrid para poner varios puestos, por ejemplo en los aledaños del Bernabéu. Cositas que podrían ser souvenirs. Cositas que suceden, la mayoría en el centro del campo, mientras la vida continúa.

Hoy, y desde hace tiempo, el centro del campo del Madrid es el centro de la tierra. Un centro del campo que hubiera escrito Julio Verne. Desde allí es desde donde se producía la rotación, y digo se producía porque la rotación verdadera ya no es el movimiento de la tierra alrededor de su propio eje sino los mismísimos cambios de Zidane. La rotación rige la vida del madridista, que ve salir y ponerse el sol como ve salir a Asensio y ponerse a Isco. Qué hermosos amaneceres y qué emocionantes ocasos. El inconveniente de la rotación, si es que se le puede llamar inconveniente (en todo caso lo llamarán así los nerviosos o los impacientes), es que a veces el equipo (la vida) puede parecer, y de hecho estarlo, no del todo ensamblado (a). Lo cual, por otro lado, es de una lógica casi matemática.

La rotación rige la vida del madridista

La rotación (ya lo hemos visto), además, se convierte, venido mayo, en una suerte de nueva estación; como una especie de superación de la primavera en la que Cristiano, y así todos, como si fuera el Madrid un jardín botánico y no un equipo de fútbol, florece. El espectáculo de la floración como resultado último de la rotación. Nadie en el Real Madrid había comprendido como Zidane la importancia de la primavera madridista, a la que ha dado, a la que da, las semillas y los cuidados necesarios para hacerla esplendorosa, mientras el otoño y el invierno pasan entre días mejores y días peores y el cenizo y el odiador suspiran porque la cosecha se malogre sabiendo que eso jamás podrá suceder.

Yo nunca vi marcar un gol como el de Bale sin percutir. Gareth sólo se apoyó en el balón en el aire, como un caza de combate repostando, al tiempo que disparaba su proyectil con una elegancia mareante. Y qué velocidad la de los blancos. La forma física y mental de Cristiano resulta insultante para el odiador, el cobarde silbante que se reconcome viéndole correr y marcar sin remisión. Y lo fácil que hubiera sido ganar ayer en Dortmund de convertirse al menos la mitad de las numerosas oportunidades falladas sólo en la primera parte. Pero el Madrid es joven y fresco, y por eso a veces cualquiera diría que parece jugar con sus rivales (con el riesgo que conlleva) como los cachorros de léon juegan con sus presas.

Sólo dos pequeños sustos (como alicientes, no obstante) me llevé ayer, día de estreno en Europa a lo grande, ganando con suficiencia donde nunca antes se había hecho: cuando marcó ese madridista de Aubameyang (con la puntita, dijo Helguera), y cuando apareció en la pantalla Löw y yo creí por un momento que era el mismísimo Puigdemont: pequeños horrores pasajeros compensados con pequeños amores como el de Ceballos en el epílogo. Zidane regalándome joyas incluso al final de una maravillosa velada. Qué hombre.

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

4 comentarios en: El milagro de la floración

  1. ""Casi lo mejor que vi ayer en el Westfalenstadion fue la salida al campo de Ceballos en el minuto ochenta y nueve, al que le dio tiempo a hacer, en apenas cinco minutos, “cositas”"

    Eso es gracias a la humillación. Zidane saca a Ceballos o a Mayoral en los últimos minutos para humillarles, según algún avezado comentarista radiofónico. Al igual que a los toros se les da el puyazo para que queden ahormados y listos para el toreo, el jugador humillado sale al ruedo presto a dar sus embestidas más bravías.

    Estos expertos comentaristas conocen muy bien el arte del fútbol y saben que la humillación de jugadores es tan necesaria como las rotaciones o los directores deportivos. No están desacreditando a Zidane; están ensalzando su sabiduría futbolística...

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