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Flauta y platillos

Flauta y platillos

Escrito por: Mario De Las Heras10 agosto, 2015
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Empezaba el partido con un disparo de Marcelo que se iba por la línea de fondo golpeándole a un pobre niño oslense que venía a ver al Madrid y se llevó la primera en la frente. Yo ya lo estoy viendo dentro de cincuenta años contarle a sus nietos la historia del balonazo.

Los blancos jugaban en cuadrículas que deben de ser una superación de las triangulaciones, y corriendo de vértice a vértice iba un príncipe de cuento vikingo, Ommarson, con un aire a Guti hace veinte años apresurándose para no perder el metro después de un entrenamiento en la vieja ciudad deportiva.

Cabe decir que estuvo, por todas partes, Bale, ese jugador galés que viene de los setenta. Llevaba abrigo de pelo y pantalones campana y no paraba de cruzar sin descanso el paso de cebra de Abbey Road. A pesar de su especialidad, Gareth combina con todo quizá porque va vestido de blanco, que es un color neutro.

También estaba Odegor haciendo de anfitrión, y en vez de recibir en la puerta a los invitados, les hacía recortes para enviarles directamente a la pista de baile. Se internaba el Madrid en ese salón a fuerza de intensidad. Se hacían pasadas y desdoblamientos. Tan ordenado ese minué de Benítez que se jugaba con tacones y con una rosa roja en la boca.

Keylor iba de negro como Lev Yashin, y también paraba como él. A Bale también lo paraban los oslistas, unas veces por imprecisiones de novato en esa posición jipi suya, y otras por prensado de su defensa. En una de esas Burchert le pisó, pero fue un pisotón muy noruego, una cosa correctísima como ese público, que estaba pero parecía que no. Se podía oír a Benítez gritando con toda nitidez. Los españoles siempre dando la nota.

El centro del campo del Madrid era una alambrada de pinchos con Modric y Casemiro, pero ni ellos pudieron parar al espontáneo que se hizo tranquilamente un selfi con la juvenil aquiescencia de James, a quien quizá el clima le mantuvo ofuscado toda la tarde. Una lástima porque el partido estaba para que lo narrase en un cuento Roald Dahl con el colombiano de protagonista.

Que Keylor está en plan araña negra no lo digo yo ni su indumentaria sino una falta en la que dejó la portería descubierta por detrás de la barrera y el disparo del rival le fue a caer en las manos como si hubiera hipnotizado al lanzador. Cada intervención destacada del costarricense es como si sangrase la herida de su terrible suplencia el año pasado.

En la segunda parte se despedía Odegor, en plena edad de crecer, un poco más espigado. Bale continuaba con su omnipresencia que era inversamente proporcional a la del jamaicano Brown, quien jugando para un equipo de Oslo es algo tan curioso como el equipo de bobsleigh de, precisamente, Jamaica. El galés abarca literalmente todo el campo, lo cual a veces parece un abuso por su parte.

Aparte de él, casi lo que más se veía eran esas botas fluorescentes de moda. ¿Dónde quedaron las botas negras? Uno cree que las botas negras en el Madrid deberían ser obligatorias como el blanco en Wimbledon, igual que debería estar regulada la exhibición de tatuajes. No se debe tener todavía muy claro que el tatuaje y el Madrid no pegan a no ser que el que los lleve sea David Beckham.

Si Odegor está cada vez más alto, Illarrita no le anda a la zaga y va despuntando en cisne. Yo ayer le vi con el cuello largo, erguido y fino, mandando en el estanque. Y lo que es todo un talento (como el del equilibrista, por ejemplo) es lo de controlar balones al vuelo como hace Lucas, quien, sin embargo, todavía es llegar al área y como si le faltase Andy. Pero aún es pronto.

Tengo una duda con Casilla y es si le conozco del barrio. Yo creo que todo madridista le conoce del barrio y eso es una cosa buena, como los de Filadelfia y Rocky. Cada vez estoy más seguro de que un día le vi corriendo por la ciudad y le grité: ¡Vamos, Kiko! Y me suena más cuando le veo realizar esos despejes de puño. Podría decirse que los despejes de puño de Kiko son únicos y deberían llevar su nombre como los quites de los toreros.

Más allá de quién se quedará con la titularidad en la portería, a la espera de De Gea (aunque yo creo que a quien de verdad se espera es a Godot de puro absurdo), a mí me intriga lo que sucederá con Cheryshev quien se merece tanto pertenecer a este equipo como Nacho, dos soldados de talento secreto que valdría la pena guardar. Otra cosa es Asensio, que ha llegado como fichaje estrella y podría ser cierto con esa especie de combustión que le imprime al juego. Una locomotora cuya caldera se va alimentando y se espera que algún día diga: ¡Tu, tuuu!

El tema de la falta de gol ya va acumulando rimas y leyendas, y no precisamente las de Bécquer. Sin Cristiano y Benzema uno se explica bastantes cosas. No hay goles porque el Madrid juega sin delantero. ¿Qué quieren, que los marque todos Bale? Y que juegue también de portero, no te digo. Por más que se centre al área no va a aparecer un nueve en medio de una explosión de humo.

Yo ante este debate que bulle en los grandes medios deportivos patrios como una cuestión científica y filosófica me hago la misma pregunta que el padre de Mary, la de ‘Algo pasa con…’, cuando le ve la bragueta a Ben Stiller: “¿Cómo pueden estar los platillos encima de la flauta?’. Seguro que pronto me responde Benítez.

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

11 comentarios en: Flauta y platillos

  1. Buenas noches, parece mentira, pero crónica a crónica se supera usted, se me antoja mucho tiempo hasta el trofeo Bernabéu, para esperar su próximo comentario.
    Saludos blancos y comuneros

  2. Sí, estoy con Comunero, esto va a ser muy duro para los galernautas los dias que no haya partido, muy duro.
    Genial Mario, sigue superandose. Un abrazo.

  3. Ya ve, D. Mario, días después de su crónica, ha conseguido que no sea capaz de ver a Bale de otra manera que no sea cruzando el paso de cebra de Abbey Road

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