Quien dice Red Hot Chili Peppers, dice Woody Allen, no en vano en cualquiera de los dos casos va a pasar lo mismo: Independientemente de cómo esté Varane en un momento dado, siempre va a ser peor que hace dos años. Igual que con Woody Allen, de manera indefectible se va a comparar cualquier producción nueva con una de la década anterior, y se incidirá en que cualquier obra pasada fue mejor, sin darse cuenta de que una década después, la vilipendiada se va a emplear como baremo.
Con los Red Hot Chili Peppers pasa lo mismo. La banda que logró fusionar, de manera tan brillante como personal, el funk, el rock y algún giro de hip hop dejó para la historia un disco colosal de 1991 llamado BloodSugarSexMagik en el que se incluyen gemas como If you have to ask, Give it away, Funky Monks, Mr. Psycho Sexy, Breaking the Girl o la agotada Under the Bridge. Con este disco se compararán el resto de álbumes que vayan sacando, siempre de manera desfavorable, aún a pesar de, como ocurre con Californication o By The Way, tratarse de muy estimables discos con un gran puñado de temas maravillosos y unas cifras de ventas estratosféricas. Es lo malo de tocar techo muy pronto, me da igual que seas un adolescente que ficha por el Madrid en 2011 o una banda americana de funk rock con querencia a las agujas, ya sean de pistola tatuadora o para la inyección de opiáceos. A principios de 2013, Varane, bajo la batuta de Mourinho, pasó de promesa semi desconocida hibridada con capricho zidanesco a serio proyecto de mejor central del mundo, siendo ya en ese momento un formidable defensa. ¿Ha evolucionado desde entonces? ¿Ha mejorado las prestaciones que ofrecía ya en ese momento?
En contraste con los RHCP, don Raphaël tiene imagen y actitudes de buen chico, quizá demasiado según sus detractores. Sigue habiendo quien demanda que un central sea un individuo rocoso y mal encarado, preferiblemente sin afeitar y, como decía mi abuelo, que oliera a tabaco malo y cagallón de caballo. Esos tiempos han quedado atrás y la contundencia y empuje de Sergio Ramos se ven armónicamente contrapesadas con la aparente sencillez y limpieza con la que Varane hace las cosas. Esa pulcritud redunda en una cierta blandura cuando el estado físico no es perfecta, que, aunque a veces cierta, las más de las veces suelen ser argumentos en contra del tópico de que en la posición de defensa central hay que adoptar indefectiblemente, actitudes y maneras de leñador de tibias ajenas. El Cholo Simeone, especialista en la tala de piernas rivales en la mejor tradición atlética de Arteche, López, Radek Bejbl o Tomás Reñones, y reconvertido en central humillado por Ronaldo Nazario, puede certificar que es un buen chico, pues en su frustración lisboeta, se lanzó a por el que pensó que menos cara podía plantarle del Madrid alegando provocación por devolver un balón a su banquillo. En todo momento Varane se mostró conciliador y dialogante en vez de responderle como merecía, cosa de la que nos alegramos. O no.
En las últimas semanas han tomado los medios (y aún diría los céntimos, por su baratura y práctica inutilidad) una banda de músicos desafinados que quieren hacernos creer que tocan música celestial. Es más, ellos piensan que tocan las trompetas de Jericó y que las murallas del Bernabéu van a derrumbarse sobre sí mismas a su mero son.
Los leitmotiven (por el mismo precio, en la Galerna se aprenden plurales en alemán) más usados estos días por nuestros patrios plumillas en dichas sinfonías orbitan en torno a tres polos gravitacionales que ejercen una irresistible atracción sobre estos seres que a todos nos conmueven, a saber: que Bale tiene días libres, que Bale juega al golf a veces y que Bale no invita a los periodistas a comentar sus supuestos padecimientos. Todo ello salpimentado con las anécdotas, el Shanghai Shenhua, que no deben faltar en una aceptable media verdad para darle la vidilla propia de la realidad, aunque sea una realidad taxidermizada, con ojos de cristal y relleno de escayola.
De estos tres polos quiero decir alguna palabra apoyado por la Palabra, claro. Yo, si estoy solo, valgo bien poco.
Bale tiene días libres y hace lo que quiere con ellos: el Éxodo y el Deuteronomio, ni más ni menos. Van contra el Deuteronomio. Tela marinera. El tercer Mandamiento. ¿Podemos poner un pero al tercer Mandamiento? Yo no me subo a un carro donde no dejen tener en paz los días libres que a uno le corresponda. Les recomiendo que hagan lo mismo, queridos Galernautas, y más aún si en esos días se acuerdan un poco de Dios. No hay mucho más que decir.
Bale no invita a los periodistas a comentar sus supuestos padecimientos: más allá de las razones dadas por Gareth acerca del derecho a la privacidad, derecho reforzado además en cuestiones de datos sanitarios, debemos acordarnos del mandato del Señor en el Evangelio de Mateo cuando envía a sus apóstoles a contar al mundo lo que han vivido durante esos tres años centrales de la Historia Universal (y no me refiero a las tres Champions seguidas). Dice el Señor: “Y si no os reciben ni quieren escuchar vuestras palabras, al iros de esa casa sacudid hasta el polvo de vuestros pies”. Bale no hace más que obedecer el mandato evangélico. ¿Ha habido voluntad de entender, de conocer a Bale? Si ha sido la hernia, los cien millones tirados, el álalo. Ahora pretenden familiaridades al calor de un té y conocer las disposiciones testamentarias del galés. Pues va a ser que no.
Bale juega al golf: reconozco que este hecho es el que menos claro está en las Escrituras y aún en el Magisterio de la Iglesia o en la Tradición, pero preguntando a un hermano sacerdote estadounidense con el que coincidí mis meses en Perú he llegado a lo que creo que puede ser una justificación satisfactoria. O al menos un punto de partida para una disquisición más sesuda que cualquiera de los Galernautas golfistas puede expandir, detallar y apuntalar con mayor maestría que este pobre cura. Mi buen amigo es presbítero en Minesota en una parroquia dedicada a San Patricio (en Estados Unidos son legión) y juega al golf. Cuando le pregunté me sorprendió la carcajada al otro lado del Skype y la cara de satisfacción que se le ponía. Me dijo, -Luis, querido, el golf es el deporte maestro, la prueba infalible de cristiandad. Ante mi mutismo y supongo que cara de pánfilo, continuó, -la persona que puede meterse en el rough solo, con el conocimiento de que solamente Dios puede ver lo que hace allí, y pega a la bola sin moverla, exactamente donde ha caído, es la persona que te servirá fielmente y con su mejor disposición, es una persona de Dios.
Ciertamente el razonamiento me enamoró y lo he incorporado inmediatamente a mi repositorio cataquético.
Que juegue al golf, queridos no hace de Bale un peor madridista, ¡hace de él un mejor hombre! Y, ay de quien aleje a uno solo de los hijos de Dios de aquello que los hace mejores.
PD: ante mi insistencia sobre más detalles salvíficos en la práctica del golf, mi querido americano confesó: la frase sobre la conveniencia de este deporte no era suya, sino de ese monumento llamado P. G. Wodehouse. No creo que eso le reste validez, ¿verdad?
¡Vamos a ver si hoy para el primer disparo que le vaya a puerta¡; ¡No para ni una¡; ¡Todo lo que le tiran es gol¡; ¡No salva puntos¡ Estas y otras exclamaciones-afirmaciones que suben de tono según van transcurriendo las jornadas se oyen cada vez con más fuerza en los mentideros de aficionados del Real Madrid y no sólo en ese sector al que se ha venido a llamar de forma un tanto despectiva, ‘piperos’. Empieza a ser una corriente que coge fuerza y ya sabemos lo que sucede cuando el Bernabéu coge la matrícula a un jugador.
El partido de Estambul ante el Galatasaray ha dado una tregua al portero belga. En el Ali Sami Yen, Courtois desbarató hasta tres ocasiones claras cuando debía hacerlo, con el partido a cero y los turcos creciendo en oleadas en un duelo a vida o muerte para el Real Madrid. A vida o muerte en octubre, sí, han leído bien.
Que el arquero belga no está cumpliendo las expectativas con las que llegó al club blanco es algo evidente. Los porteros muchas veces viven de sensaciones y éstas, en la temporada y poco que lleva en el Madrid no han sido del todo buenas. Y lo peor es que los números tampoco le acompañan.
Pero lo curioso es que, con Bélgica, en esta fase de clasificación para la Eurocopa ha recibido un gol en ocho encuentros y sus números en el Atlético de Madrid o Chelsea son infinitamente mejores que en el Real Madrid. Tanto es así, que según TransferMarkt su valor de mercado ha caído desde los 65 a los 55 millones de euros.
¿Qué está pasando entonces? Courtois es Guante de Oro del pasado Mundial disputado en Rusia, Guante de Oro de la Premier y dos veces Zamora en España. Nadie gana tanto sin ser un guardameta sensacional. Si partimos de la base de que a Courtois no se le ha olvidado parar, tenemos que empezar a pensar en un problema de rendimiento colectivo más que en uno particular.
Si partimos de la base de que a Courtois no se le ha olvidado parar, tenemos que empezar a pensar en un problema de rendimiento colectivo más que en uno particular
La mayoría de los goles que encaja el belga son tras disparos dentro del área. En eso las estadísticas tampoco engañan. Y eso quiere decir que el resto del equipo no está ayudando demasiado. Cuando a un portero le disparan tantas veces a bocajarro o libre de marca dentro del área es porque hay un problema que excede de las atribuciones del arquero. Tampoco ayuda la forma de jugar de Courtois. Cuando te rematan a quemarropa, solo valen los milagros para salvar la situación. Como soy de los que piensa que los milagros se acabaron con la llegada de la luz eléctrica, son los porteros ágiles, rápidos de piernas y largos de reflejos los que suelen salvar más situaciones desesperadas. ¿Les viene a la cabeza algún nombre? No es el caso de Courtois, más hecho al juego posicional, a estar bien blindado y a poner el candado aportando seguridad. Ahí puede radicar uno de los problemas que está el teniendo el buen meta de Bree. Su estilo de juego no le ayuda.
¿Sólo queda resignarse? Zidane tiene que blindar el equipo, como hizo en Sevilla, el Wanda o Estambul. Blindar no es recurrir al catenaccio de Helenio Herrera sino jugar con compromiso, sabiendo, como decían los alquimistas, que lo que es arriba es abajo y mirando por jugar con solidaridad, evitando las situaciones de uno contra uno y los pasillos en el área propia. Sólo de esa manera, Courtois será el que defiende los palos de Bélgica o el que defendió los del Atleti o el Chelsea. Lo demás, será más de lo mismo a no ser que, esté equivocado, y los milagros sí existan.