Se atribuye a Pío Cabanillas la frase “Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros”. Y eso es lo que muchos madridistas hemos pensado tras escuchar unas declaraciones de Carvajal que echan precisamente por tierra el esfuerzo del Real Madrid por defenderse de la trama de corrupción liderada por el Barcelona y por conseguir un sistema de competición limpio.
La Fiscalía denuncia al Fútbol Club Barcelona por comprar a los árbitros, el club se persona en la causa, Ancelotti habla claro tras el partido, Real Madrid Televisión da fe de las tropelías arbitrales cometidas contra el Madrid y, mientras tanto, Dani Carvajal espeta: “Si se consideró que era fuera de juego es porque era así y tenemos que acatar la decisión. No vamos a dudar del sistema”.
Bien.
Con tantos profesionales como han pasado por el club, no es extraño que alguno se haya descorchado con declaraciones desafortunadas fruto en ocasiones del resentimiento, de intereses propios, de haber fichado por un rival o de la propia incapacidad para hilar un discurso coherente. Pero cuesta recordar palabras de un futbolista en activo de la primera plantilla tan inoportunas y dañinas como las efectuadas hoy por Carvajal.
Los buitres están siempre sobrevolando los alrededores del Bernabéu buscando carroña, y el lateral derecho del Madrid se la ha proporcionado en una bandeja de plata con el escudo blanco, adornada con un lacito y acompañada de una tarjeta de agradecimiento.
Cuesta recordar palabras de un futbolista en activo de la primera plantilla tan inoportunas y dañinas para la entidad como las efectuadas hoy por Carvajal
Una buena parte del madridismo con capacidad cognitiva siente que la postura de Carvajal menoscaba los intereses del Real Madrid, que ha derruido una porción del trabajo hecho en defensa de los intereses legítimos y legales del club y que ha dado alas mediáticas a los enemigos del Madrid, porque el rival es adversario si se da un contexto de igualdad y de respeto a las normas, y en el actual no es adversario, sino enemigo, porque no respeta dichas normas.
Porque, además de inconvenientes, las palabras de Carvajal no son ciertas. Es un hecho que en función del frame elegido la jugada es o no fuera de juego, por no hablar del espíritu de la norma, discusión en la que no procede entrar ahora. Cómo no vamos a dudar de un sistema, el VAR, a cuyo frente se encuentra Clos Gómez. Cómo no vamos a dudar de un sistema (el fútbol español) en el que está demostrado el pago de millones de euros a los árbitros por parte del club contra en el que jugó Carvajal el domingo por la noche. ¿Cómo puedes decir que no podemos dudar, querido Dani?
La equivocación manifiesta de Carvajal tal vez le depare algún beneficio en términos de imagen de cara a los enemigos del Madrid, lo cual no parece un rédito inteligente, pero a su club solo le genera perjuicios. Decía Di Stéfano —con quien Dani colocó la primera piedra de Valdebebas— que a los arqueros no les pedía que atajaran las pelotas que fueran dentro, pero que sí que por lo menos no se metieran las que iban fuera. Bien haría Carvajal en aplicarse el cuento.
Cada madridista tiene sus preferencias deportivas. Hay quien opina que Carvajal es un buen lateral derecho para el Madrid, hay quien cree que juega bien. Otros, en cambio, piensan que —cuando está en condiciones de jugar— no suma, sino que resta dentro del campo. Estos últimos ahora están convencidos de que también resta fuera.
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Jorge Valdano sugirió, en este mismo sitio, la necesidad de tener un Vázquez Montalbán que dotara de legitimidad cultural al Leviatán blanco. Sobre la importancia que tuvo el periodista catalán en el imaginario blaugrana durante el tardofranquismo ya se ha escrito en La Galerna. Su artículo Barça, Barça, Barça, publicado en las páginas de la revista Triunfo en 1969, construyó la arquitectura simbólica del club. Este era el único cuerpo intermedio legal que conectaba al hombre común con «la Cataluña que pudo haber sido y no fue». La institución vertebró la resistencia silenciosa de un pueblo que se reunía en el viejo campo de Les Corts para celebrar la patria ahogada por el asfixiante España, ¡una, grande y libre! El Barça era la prolongación de las guerrillas comunistas de los años cuarenta, pero con Kubala de por medio. Cada gol era un grito al sistema del 18 de julio. Incluso al centralismo liberal del siglo XIX. Vázquez Montalbán conocía bien a Antonio Gramsci y era consciente de que el fútbol se prestaba a esa guerra de posiciones que debía configurar una hegemonía alternativa al nacionalcatolicismo.
Viene a cuento porque el caso Negreira no puede interpretarse adecuadamente sin este sustrato ideológico que proporcionó el autor de Pepe Carvalho, el de un club-nación cuya militancia traspasaba lo deportivo y se situaba en el conflicto liberación versus opresión. Un relato que, con ciertas concomitancias con el populismo peronista del Cholo Simeone, es el acto fundacional de la entidad. Y, paradójicamente, se convertirá en su suicidio moral. El ejército desarmado de Cataluña da racionalidad a los pagos acreditados durante casi una década al exvicepresidente del CTA. ¿Qué opciones tiene alguien cuando de verdad cree que el tablero está inclinado, que el sistema es injusto, que su causa es la causa de la Verdad? Que las entregas de dinero adquirieran la característica de sistémicas —prolongadas durante los gobiernos de Núñez, Gaspart, Laporta, Rosell y Bartomeu— revelan la intención de poner en marcha una mímesis de lo que años más tarde fue el procès. No hay estafas, no hay manzanas podridas. Se trata de un derecho adquirido por su condición de pueblo sufridor ante el Poder, que muta en democracia y se vuelve multiforme: Florentino, la Liga o la prensa. Intentar adulterar la competición es el grito de esa Cataluña que exige la catarsis que le reconcilie con la Historia. Vale todo con tal de alcanzar el reino feliz y derribar el enemigo mesetario. ¿De verdad quiere el madridismo un Vázquez Montalbán?
El ejército desarmado de Cataluña da racionalidad a los pagos acreditados durante casi una década al exvicepresidente del CTA
Soy consciente de que el fútbol nace desde abajo, de las entrañas de la familia. Yo soy ejemplo de un hombre que nace situado. Nieto de un abuelo que murió con más de cincuenta años de socio y con miles de partidos en su butaca de Chamartín. Hijo, también, de un padre que lanzaba la cajetilla de Marlboro a la televisión cuando Higuaín fallaba lo infallable. El fútbol, y en particular el Madrid, es un compromiso tácito entre los que se han ido, los que se quedan y los que vendrán. Uno no va al mercado y compra la lealtad de los domingos, en función del precio y las preferencias individuales. Pero ante las nuevas fórmulas del fútbol posmoderno, es la hora de postular la superioridad moral del Real Madrid. Y digo futbol posmoderno a propósito, porque si hay algo que representa el mundo de ayer es el color blanco. La Decimocuarta dejó por el camino al dopaje catarí, a la oligarquía rusa y a la monarquía de Abu Dhabi. ¿No era esto lo que quieren los propagandistas del against modern football? Las cenizas de los nuevos imperios corresponden al Madrid. Es acreedor de sus miserias, de sus dudas y de sus fracasos. Y lo ha hecho desde la autonomía económica y la propiedad de sus socios, los dos elementos que han levantado la historia de ese fútbol que se nos escurre entre las manos. Y también fue el primero en denunciar las corruptelas de la competición doméstica. Mourinho no solo fue contracultural, no solo derribó el código del nacionalcruyffismo con la Liga de los 100 puntos y los 121 goles. Advirtió la podredumbre que se escondía entre Negreiras, Villares y ejércitos desarmados. Mientras, el equipo era recibido en los campos al grito de ¡así, así, así gana el Madrid! Qué cosas.
Manuel Jabois resumió el sentido comunitario de la hazaña de Anfield cuando despedíamos solemnemente a Amancio Amaro, una de las últimas reservas espirituales de «aquel Madrid del que cada vez quedan menos vivos y más recuerdos; aquel Madrid que se prolonga, inalterable, hasta hoy, fabricando recuerdos nuevos para los que lleguen dentro de 50 años». Este es nuestro ethos, nuestro modo de ser y estar en el mundo, y no aquel que bajo el manto del victimismo identitario ha fabricado la mayor ignominia. Una superioridad moral esculpida en la versión castiza de nuestro himno: limpia y blanca/que no empaña.
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Como contraste a la situación corrupta que vivimos, el quizz que hoy nos traen los amigos de fcQuiz versa sobre el señorío, una de las características que definen al Real Madrid y no es común en otros lares.
¿Cuánto sabes de señorío?
Participa y compruébalo.
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Buenos días. Seguimos sin comprender la jactancia sin pudor del tramposo. La ostentación grosera de quien se vanagloria de ganar poco después de que se hiciese público, con pruebas, que las cartas estaban marcadas. Imaginad que Armstrong hubiese celebrado un Tour días después de haber dado positivo en un control antidopaje. Aquí ha sucedido, el Barça ha celebrado una liga días después de haberse conocido que pagaba a los árbitros. Y no pasa nada.
Lo que sucede es que hay un sustento social y cultural que apuntala la farsa, que no ve ningún problema legal ni ético en pagar millones de euros durante lustros al vicepresidente del colectivo arbitral. Se está jugando un partido en el cual hay un hipopótamo gigante danzando por el terreno de juego y se tilda de conspiranoicos a quienes denuncian la presencia del protagonista del tragabolas en el campo.
El sustrato intelectual afín a quienes han corrompido la competición, que en un principio podría pensarse que están más acostumbrados a hacer uso del raciocinio, tampoco destaca por la utilización del cerebro y órganos adyacentes, sino que opta por la cómoda postura del victimismo conjugado con el ataque a la principal víctima —el Madrid— y la asunción implícita del delito por la vía de la justificación arguyendo que el pago a Negreira y compañía buscaba la equidad.
Sin la figura del relator, el delito no habría dado los frutos buscados. Y el relator sigue en plena forma.
Sport titula “Así se gana una liga”, pero han equivocado el verbo, el adecuado también es de la primera conjugación, pero otro, el verbo apropiado es comprar. “Así se compra un liga”, sería el titular adecuado. Y los tres puntos que desgrana Sport bien podrían ser, por ejemplo, los siguientes:
1.- Comprando con millones de euros el favor arbitral. Y probablemente el que no es arbitral, recordemos que a Milla intentaron comprarlo en uno de los Tenerifes, nos lo contó en estas mismas páginas.
2.- Infiltrándose en las instituciones (Gaspart vicepresidente RFEF o Alberto Soler Secretario de Estado para el Deporte y presidente del Consejo Superior de Deportes) y asociándose con ellas (colaboración con UNICEF, cuyo jefe de proyectos era el responsable del comité de árbitros de la UEFA; organización de la Supercopa de España, con el enríquez-imiento consiguiente, entre Piqué y Rubiales).
3.- Utilizando al relator para asegurarse de que todas estas prácticas corruptas sean vistas por la opinión pública como gloria bendita.
Y además está Roures.
El relator en ocasiones también puede ser utilizado para coaccionar a algún actor de esta ópera bufa que algún día se salga de su papel, como bien sabe Sport, que obedeció y envío a Iván San Antonio a Benidorm para acosar al padre de Munuera Montero y después lo publicó sin sonrojo alguno. Probablemente esto tampoco les pareció mal al ejército de intelectuales de plexiglás que babean con el Barça.
Marca dice que “Estalla el Madrid”, refiriéndose al vídeo emitido por Real Madrid Televisión en el que simplemente se da fe de las actuaciones de los colegiados contra los blancos. La noticia no debería ser que estalla el Madrid, sino que sigue como si tal cosa un Comité Técnico de Árbitros que ha recibido durante lustros dinero del Barcelona, que sigue al frente del mismo Medina Cantalejo, que le cantaba coplas a Sánchez Arminio, y que sigue al frente del VAR Clos Gómez, uno de los perpetradores principales de la estafa.
No existe posibilidad alguna de regeneración si no se purgan y renuevan al completo las instituciones que permitieron, por acción u omisión, la corrupción sistemática del sistema.
Mundo Deportivo muestra la celebración la corrupción con un fiestón. Sobre celebraciones impúdicas, sobre celebrar el beneficio de un fraude probado escribe hoy Fantantonio al Amigo barcelonista. Quizá uno de los artículos más contundentes firmados al respecto.
Por supuesto que la denuncia del fraude no exime de la crítica. Podéis leer aquí la disconformidad manifiesta de Genaro Desailly con el planteamiento de Ancelotti. El estado de forma del Madrid dista de ser óptimo. Pero por otro lado es absurdo debatir sobre fútbol en una competición que ha dejado de ser deportiva.
¿Qué sentido tiene discutir si Ancelotti debió alinear o no de manera simultánea a Kroos y Modric si Gavi puede golpear impunemente a los rivales en presencia del VAR?
¿Qué sentido tiene discutir qué jugadores necesita el Madrid si ante un gol la validez del mismo depende de la elección de uno u otro frame?
Que paséis un buen día.
En el entendido de que jugar en un cenagal como la liga española no deslegitima la opción de opinar sobre qué tal jugamos en dicho cenagal, vengo aquí a exponer mi perplejidad por el modo en que Carlo Ancelotti planteó el partido ante el Barcelona. Lo planteó con el miedo y las cautelas que se le dedican a un equipo grande, incomprensiblemente.
El Barcelona no lo es. Posee una gran solvencia defensiva y tiene, sobre todo, el uso continuo de la negreilona, sustancia ilegal que sin embargo ha pasado desapercibida (?) en todas los controles antidoping. El propio partido confirmaría el peso incontestable de la sustancia. En pocos minutos, se pasó de estar a 6 puntos del líder a estar a 12 con el campeonato perdido, todo ello merced a la anulación de un gol por fuera de juego que te tienes que creer pero no te crees, y la concesión de otro donde el VAR muy bien pudo señalar falta en ataque de Lewandowski. El Barça está ahí arriba, tan arriba, por varias carambolas arbitrales de esa índole. No solo por eso, pero sobre todo por eso.
Así que no puedes tratar al Barça como si fuera un grande. El que lidere con esa distancia la tabla es un espejismo que asombra (e irrita) que un perro viejo como Carletto se haya tragado. No puedes jugarle al Barça muerto de miedo, como si fuera el City o el Bayern. El Madrid estuvo en líneas generales timorato y gallináceo, mostrando una falta de ambición incomprensible en quien se puede despedir de la liga si no gana, como así fue. Sí, las cartas están marcadas, lo sabemos. Sí, es un subproducto, como dice Jesús Bengoechea. Pero es un subproducto que hay que ganar, es más, que las propias restricciones arbitrales del sistema convierten en un desafío que debería resultar sugerente para una entidad enamorada de las hazañas como el Madrid, y por eso la falta de adrenalina exhibida en el Camp Nou resulta aún más dolorosa.
No puedes tratar al Barça como si fuera un grande. El que lidere con esa distancia la tabla es un espejismo que asombra (e irrita) que un perro viejo como Carletto se haya tragado
Puede que no fuera falta de adrenalina, lo sé. Puede que fuesen solo falta de fuerzas. En uno u otro caso (como el canalizador de voluntades y buen alineador que todo técnico debe ser), Ancelotti sale mal parado. Acertó el italiano —a quien por otra parte tanto quiero— señalando hace poco en rueda de prensa que Modric y Kroos no juegan en atención a su historial, sino que lo merecen por su rendimiento. Es verdad, pero eso no significa que deban jugar absolutamente siempre. Resérvalos para las grandes ocasiones (Liverpool), en la que insistiremos que no se contaba la visita al Camp Nou. No, no hace falta que jueguen absolutamente siempre, y menos cuando (en otras líneas tal vez no, pero en el centro del campo ya me dirán) cuentas con recambios como el mediocentro titular de Francia y el casi siempre estupendo Ceballos.
El partido pedía a gritos sangre fresca, y lo dramático es que la pedía desde el principio. Los cambios efectuados representaron un cambio de escenario radical, un vuelco en el juego a favor de los blancos, que solo la discutibilísima actuación de De Burgos hizo baldía. Estremece pensar cómo podía haber sido la historia si esos mismos cambios se hubieran producido diez o veinte minutos antes.
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Querido barcelonista, hoy quiero hablarte a ti. No pienso, como Mourinho, hablarte como un padre. Por suerte, no lo soy. Si fuera tu padre estaría profundamente decepcionado: conmigo mismo, con el mundo, con la vida. Pero quiero, sin embargo, dirigirme a ti, hablarte seguramente como nadie lo ha hecho nunca. Nadie. Ni tu padre, ni tu abuelo, ni por supuesto toda esa prensa abyecta que consumes, la que se edita en Barcelona y también la que se edita en Madrid. Prensa espuria, intelectualmente prostituida, que ojalá estuviera en su mayor parte comprada pero que, en realidad, ejerce de instrumento cómplice y servil del mal gratuitamente, de balde, es más, con el entusiasmo que sólo puede provenir de un resentimiento secular, heredado de generaciones. Un entusiasmo, además, que sólo puede exhibir un tonto. El tonto, cuando se exalta, es un martillo pilón. Ya sabes: se acaba la linde, y sigue el tonto. Es la fuerza nuclear del Universo. Un tonto es capaz de mover una montaña. No hay nada más poderoso en esta vida que un tonto, amigo barcelonista. Tú lo sabes bien.
Crees que has ganado la Liga, y lo celebras. En efecto, la has ganado. Llevas algunos años comiendo mierda así que entiendo tu éxtasis, tu fiebre. No obstante, aunque ahora no seas capaz de verlo, en la vida hay algo mucho más importante que ganar. En el fútbol pasa lo mismo, no en vano el fútbol es sencillamente un trasunto de la vida. Ganar está muy bien. De hecho es el único objeto por el que existe el juego. De lo contrario, no tendría sentido alguno. Esto lo hemos entendido los madridistas mejor que nadie. Y vosotros, los barcelonistas, también, aunque llevéis más de treinta años contándonos un cuento. Pero precisamente, el sentido del triunfo y de la derrota radica en la igualdad de la competición: un triunfo amañado equivale a no competir, aniquila la razón última que justifica el juego. Lo destruye.
No hay nada más poderoso en esta vida que un tonto, amigo barcelonista. Tú lo sabes bien
Tú miras la Copa de Europa y desde hace una década se te aparece por las noches, como el fantasma de esa conciencia que intentas en vano aplacar (nadie puede, si leyeras a Shakespeare o a Poe, lo sabrías). No la entiendes. Habéis ganado tanto en España que, ¿cómo es que se os resiste esa maldita competición que sin embargo al Madrid, que nunca juega a nada y que es Lucifer encarnado en un equipo sempiterno de tuercebotas, se le abre de par en par como si fueran las puertas del paraíso? Te lo voy a contar: porque en la Copa de Europa se compite con igualdad, y la igualdad es la condición necesaria para que el talento de los hombres buenos y libres se dispare como el gatillo de un gran percutor. Tú no eres libre, aunque te guste pensar en ti mismo como una mezcla entre Pericles y Obama. Tú eres un vasallo y la libertad no la entiendes, porque no te gusta. Tú lo quieres todo atado y bien atado.
El Madrid se proyecta en la Copa de Europa con toda la fuerza santa de la especie audaz que se puso de pie hace diez mil años en medio de una sabana de África. Te lo voy a decir, aunque te rías: la Superliga tiene que destruir el fútbol español, que está podrido, más todavía que la UEFA. En eso se equivoca Florentino, pero hasta los errores de Florentino son más grandes y más valientes que el mejor de los aciertos de la gente como tú. La Liga española debe ser refundada, erigida encima del solar en el que está ahora. La Liga que vais a ganar tendría que ser la última que se jugase bajo el amparo de la LFP y de la RFEF, cuyas instalaciones, después de ser demolidas, deberían ser aradas con sal, para que encima no creciera, como en la vieja Cartago, ni la yerba.
El sentido del triunfo y de la derrota radica en la igualdad de la competición: un triunfo amañado equivale a no competir, aniquila la razón última que justifica el juego. Lo destruye
Crees, como digo, que has ganado la Liga, pero en realidad esta Liga no vale nada. Es una mierda. El aliento de la corrupción la envuelve como a un cadáver en descomposición. A ti, lo pude ver el domingo, no te importa. Te da igual. He pensado mucho al respecto. Me atormentaba la duda: ¿se puede participar a conciencia de algo que se sabe, con pruebas, que es un fraude? ¡Qué participar! ¡Celebrar el beneficio! Ganar una Liga amañada contra los muñidores del amaño sí que es algo, ciertamente, extraordinario: es un milagro, y el Madrid los ha realizado un puñado de veces a lo largo de esta última década y como a milagros prodigiosos yo los he celebrado. Sin embargo, ¿se puede festejar con aparente inocencia, con el júbilo supuesto del inocente, algo que uno mismo ha trucado para su propio beneficio?
Por supuesto que se puede. Tú lo estás haciendo, lo hiciste alborozadamente el domingo por la noche. Después de quebrarme inútilmente la cabeza, la conclusión me vino sola. Ya sabes, eso de la Ley de Ockham. Al final, en efecto, lo más sencillo de explicar suele ser, por lo general, lo correcto. Tú puedes festejar esta pantomima porque tú también eres cómplice.
Crees, como digo, que has ganado la Liga, pero en realidad esta Liga no vale nada. Es una mierda. El aliento de la corrupción la envuelve como a un cadáver en descomposición. A ti, lo pude ver el domingo, no te importa. Te da igual
Tú, amigo mío, tú eres el culpable. No eres tan culpable como Joan Gaspart o como Laporta, como Rosell o como Bartomeu, ni como todos y cada uno de los directivos de sus juntas que a lo largo de todo este tiempo han participado del complot, de la compra del favor arbitral, de la adulteración sistemática del fútbol en España. No, tú eres más, mucho más culpable. Porque tú sabes ahora, y en lugar de callar, festejas. Festejas con la rabia del resentido, con ese rencor bíblico de Caín. En tu júbilo biliar de cuando marcó Kessié el otro día, en tu alborozo cuando el VAR, que también lo tienes comprado, anuló injustamente el gol de Asensio, bailaba la energía cósmica, tan antigua como la bondad, el bien, el mal y la muerte, que movió el puño del hermano contra la santa e inocente nunca de Abel.
Tú eres tan culpable como todos los demás. No te lo han dicho nunca, porque eres el sujeto de adulación imprescindible para justificar las trapacerías de todos los demás protagonistas de este grandísimo carnaval: eres el soci que votó por mayoría a todos los presidentes ejecutores del chanchullo, eres el simpatizante, el hincha, el fan que llena el Camp Nou y todos los estadios donde tus colores delictivos juegan por España. Eres el barcelonista catalán que asiente cuando el estadio se convierte en un sambódromo del independentismo, el que tolera el cochinillo y el deseo de muerte a los rivales, el que sonríe condescendiente cuando aquellos muchachos proetarras se amarraron a un poste pidiendo por los euskal presoak. Eres, todavía peor, el barcelonista español de fuera de Cataluña, probablemente el cipayo de todos los cipayos, el gran tonto útil, el que valida todas las mascaradas, el cornudo que encima pone la cama, a gusto, porque en el fondo, que le den por culo al Madrid.
El miedo y no otra cosa, es en el fondo el origen de toda vuestra inmensa, colosal, catedralicia cobardía
Te confieso que para mí el Real Madrid es uno de los pilares fundamentales de mi vida. Lo he escrito aquí muchas veces: es un amigo, mucho más que un equipo de fútbol. Si, un día, Dios no lo quiera, empezaran a salir pruebas por todas partes y, como dicen en las series policíacas, evidencias de que el Madrid, desde Mendoza y hasta Florentino, pagaba religiosamente, y bien pagado, al vicepresidente de los árbitros españoles, ese pilar se derrumbaría. Lo admito, no lo pasaría bien. Sería una catástrofe emocional que me dejaría grogui. Pero ya nada podría ser igual, algo muy grande en lo que creo se transformaría de repente en una gigantesca sombra. No podría soportar la duda. ¿Tú acaso, dudas? Creo que no se puede vivir sin la duda, pero la vida no para de demostrarme a cada paso que, en efecto, hay gente que vale y traga con lo que haga falta.
Amigo barcelonista que no me estás leyendo, tú ya sabes, porque ahí están las pruebas, y más pruebas que van a salir, que tu club es una farsa. No tu equipo ni Xavi ni aquel otro entrenador, ni este presidente, que es muy gracioso, ni el que estaba antes, que era un jeta. Tu club, la organización con la que te identificas, toda entera: un fraude, una mentira. Lo sabes y te da igual. Tú sabes que la edad de oro de tu equipo ocurrió mientras tu club compraba al Comité Técnico de Árbitros, es decir, a la Federación y quién sabe si además, a través del turco aquel y de la UNICEF (¿te acuerdas? Estabas tan contento con tu camiseta azul y grana sellada con ese logo, te sentías tan bien, tan superior a todos los demás, tan puro, todo lleno de hermosos sentimientos), a la UEFA.
Tu club, la organización con la que te identificas, toda entera: un fraude, una mentira. Lo sabes y te da igual
Por otra parte te voy a recordar que la proximidad al pastelazo siempre fue una de las señas de identidad de ese mes que un club del que tan orgulloso te sientes (te veía en la tele el domingo, agitando las bufandas, meneando las banderitas, cantando a pleno pulmón ese himno que tenéis, el rostro sin una arruga, firme y terso como sólo puede estarlo el rostro de un fanático). Estuvisteis mucho más cerca de Franco y del Pardo de lo que jamás estuvo el Madrid con Bernabéu, toda esa historia del madridismo y el franquismo es una nana que os habéis contado tantas veces para poder dormir sabiendo, en el fondo de vuestra conciencia, lo que sabéis, que ya la confundís con la verdad.
Pero antes de Franco y de las medallas que entregáis en El Pardo tan empingorotados (hay fotos, pero qué importa: si de vuestros pufos con los presidentes de la Federación y de vuestras componendas con Negreira hay audios, vídeos, facturas, de todo, y da igual), durante la guerra, impedisteis que el Madrid compitiera en la Cataluña republicana porque teníais miedo. Si ese, el miedo y no otra cosa, es en el fondo el origen de toda vuestra inmensa, colosal, catedralicia cobardía. El tufo a mierda es tal que, permíteme, dude ya de todo. Permíteme que, al menos, me haga algunas preguntas. No como tú, que has decidido dejarlo todo a un lado, apartarlo de ti como si no fuera contigo, seguir delante del televisor o yendo al campo como si en realidad lo del domingo, toda esta Liga, la Copa, la Supercopa de Arabia, no fuera un monstruoso simulacro. Permíteme que me tome un tiempo y piense sobre todas estas cosas, mientras tú lees a las serpientes a sueldo de la redacción de Deportes de El País, ese espejito que te convence todos los días de que eres el más guapo y el más bueno de todo el reino.
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Asumir dogmas de fe es complicado para el no creyente, e imposible para el descreído. Con la sucesión de descubrimientos de las últimas semanas, que no dejan de constatar nuestras más que fundadas sospechas, instalarse en la incredulidad es prácticamente obligatorio. Sólo asumo como verdades lo que ven mis ojos o aquello que puede ser demostrado con hechos y evidencias. Por eso reviso cada tópico que se ha repetido insistentemente, hasta lograr que el imaginario colectivo lo asumiera como real. Uno de ellos es ese que afirmaba que el Madrid se deja llevar en Liga para centrarse en la Champions, la competición que verdaderamente le interesa. Por supuesto, la Copa de Europa es siempre el objetivo prioritario. Nadie entra a un bingo esperando cantar una triste línea, se busca siempre el premio más gordo. Pero me niego a aceptar eso que tantas veces he oído y leído de que los jugadores del Madrid no compiten a nivel doméstico por desgana o desinterés.
No, al 14 veces campeón de Europa no le han dejado pugnar en igualdad de condiciones. De hecho, el ejercicio de resistencia de este equipo ante una corriente institucional, arbitral y mediática absolutamente adversa me parece memorable. Y los aficionados, especialmente aquellos que repetían ese manido argumento, deberíamos reconocerlo.
Se encadenó una serie de aberraciones estadísticas sin otra explicación posible que lo que ahora ya sabemos que ocurría. Y hay un equipo muy concreto que, como mínimo, ha pagado a rivales, periodistas y colectivo arbitral para disfrutar de ventajas ilegales y que nos contaran que sucedía lo contrario.
A lo largo de décadas se ha ido creando un entramado corrupto cuyos tentáculos han alcanzado y podrido cada resorte del fútbol español. Y todo por la eterna obsesión, por la envidia malsana hacia el mejor. La carrera por superar al Madrid ha enloquecido a un perseguidor que ha superado todos los límites moral y legalmente aceptables con tal de igualar o sobrepasar a su única razón de ser. El resultado puede y debería ser catastrófico para ellos. El corruptor se encuentra ahora con un horizonte judicial más que complicado, un futuro financiero absolutamente desolador y un descrédito a nivel de imagen del que no se va a recuperar en muchos años.
al 14 veces campeón de Europa no le han dejado pugnar en igualdad de condiciones. De hecho, el ejercicio de resistencia de este equipo ante una corriente institucional, arbitral y mediática absolutamente adversa me parece memorable. Y los aficionados, especialmente aquellos que repetían ese manido argumento, deberíamos reconocerlo.
Decía el escritor Ralph Waldo Emerson que “Al que juró hasta que ya nadie confió en él; mintió tanto que ya nadie le cree; y pide prestado sin que nadie le dé; le conviene irse a donde nadie lo conozca”. No soy el más indicado para aconsejar a quienes nos han robado sistemáticamente títulos e ilusiones, pero la realidad es que la única manera de que recobren parte de su crédito perdido es purgar sus pecados con una penitencia ejemplar. Intentar eludirla por todos los medios, como están haciendo hasta ahora, solo alarga su condena.
Por parte del Madrid, exijo como socio que se lleve hasta las últimas consecuencias la defensa de los intereses de nuestro club, por las vías judiciales, administrativas o las que correspondan. Reclamo justicia y reparación. Y pido otra cosa muy clara; no caer jamás en la tentación de justificar cualquier barbaridad que se haya hecho por ganar. Vencer sin cumplir las reglas no tiene ningún valor, no te convierte en el mejor. De hecho, te convierte en todo lo contrario. Si alguna vez se conociera que alguien ha participado en el Madrid en algo similar al vomitivo sistema putrefacto que se sigue destapando día a día, sería el primero en requerir condenas y sanciones ejemplares.
El caso Negreira puede dar un vuelco en el momento menos pensado. Uno tremendo aunque, por otro lado, muy poco probable. Consistiría en que alguno de los árbitros presuntamente comprados por Negreira con dinero del Barça tuviese un ataque de dignidad y diese la cara. Dada la “honorabilidad” del estamento arbitral, el barcelonismo puede dormir tranquilo; no hay riesgo de fisuras en la omertá del sistema. Pero quién sabe…
A día de hoy, está probado que el Barça pagó durante lustros millones de euros al número dos de los árbitros españoles para no se sabe muy bien qué. O sí. La primera versión apuntaba a informes “verbales”, o lo que es lo mismo, sin rastro. Luego se cambió el discurso y resultó que era “en defensa propia”; defensa contra el Madrid, claro. Falta la tercera, consistente en explicar qué se cocía en los acompañamientos que Negreira padre e hijo hacían a los colegiados que pitaban al Barça. Quizá por eso Laporta sigue dilatando su esperada comparecencia pública; a buen seguro, se debe a la exhaustiva investigación que está llevando a cabo.
Huelga decir que si esto fuera imputable al Real Madrid, la Liga ya se habría paralizado y el club estaría en el disparadero público. Y en solitario. Ocurre que es el Barça, y eso ha cogido a contrapié al antimadridismo, especial a buena parte de la afición atlética. En consecuencia, les molesta que el protagonista del escándalo sea su referente en lugar de su enemigo. Esa irritación se traduce en un comunicado de la federación de peñas atléticas denunciando la situación arbitral “de los dos grandes” -¿No es, entonces, grande el Atlético?- y en una cascada de insultos y descalificaciones en redes hacia el Real Madrid. Contrasta con el silencio en torno a su club mayor y protagonista único del escándalo, el F. C. Barcelona.
Negreira ya es historia, sí, pero su legado permanece. Muchos son los partidos que el Real Madrid juega contra 13, habida cuenta de las designaciones arbitrales en el campo y la sala VAR
Algunos se han sentido ofendidos por los vídeos de RMTV donde se denuncian actuaciones arbitrales recurrentes. Lo peor de dichos vídeos es que reflejan una situación tan cierta como asquerosa. El F. C. Barcelona estuvo más de dos años sin que le pitasen un penalti en contra, y bastantes más siendo favorecido por una mano negra que, según sabemos ahora, estaba untada de de dinero culé. El perjudicado no es sólo el Real Madrid, sino el fútbol español en su conjunto. La Juve en Italia y el Marsella en Francia afrontaron duras sanciones por escándalos menos graves. Aquí, sin embargo, el barcelonismo disfruta de una tranquilidad fruto de años de impunidad generosamente pagada. Cabe, además, inferir que si el club se gastó millones en árbitros, bien pudo haber hecho otro tanto con periodistas y agitadores en redes que apuntalasen el relato. Sin ellos, todo habría cantado mucho, incluso para el Barça.
Es una herencia demasiado aquilatada en el tiempo como para borrarse de un plumazo. Negreira ya es historia, sí, pero su legado permanece. Muchos son los partidos que el Real Madrid juega contra 13, habida cuenta de las designaciones arbitrales en el campo y la sala VAR. Y muchas las opiniones, narraciones, tuits e stories en las que el Fouto de turno vomita su odio contra el Real Madrid o alguno de sus jugadores -léase Vinicius-. En el último clásico, sin ir más lejos, se pasó de un 1-2 inventándose un fuera de juego de Asensio a un 2-1 con falta previa a Carvajal.
Según la RAE, “putativo alude a todo aquel “reputado como padre o hermano, sin serlo”. El actual colectivo arbitral es, pues, hijo putativo de Negreira, y como tal actúa. Cuando Simeone dijo que la Liga estaba “peligrosamente preparada para el Real Madrid llevaba razón: los jueces del campeonato doméstico se encargan de torpedearle por sistema, más o menos sibilinamente, y siempre contra el mismo. La competición está podrida, adulterada, y quienes deben tirar de la cadena son parte de la porquería. De ahí que no quepa albergar mucho optimismo sobre la resolución de todo este estercolero.
Bueno, en realidad hay dos tostadas. La del Barça y la del resto. La del Barça cae siempre por el lado de la mantequilla. Un magnífico lubricante, por cierto. Los que tenemos cierta edad lo aprendimos en ‘El último tango en París’. Marlon Brando y María Schneider. Bien.
Las últimas tostadas culés: penalti al Valencia no pitado con 1-0, gol anulado al Athletic con 0-1, gol anulado a Asensio con 1-1. Todas cayeron del mismo lado. ¿Casualidades? Claro. También fue casual que el tío elegido para enseñar arbitraje en el Camp Nou y alrededores fuera durante 17 años, aquellos, vicepresidente del Comité del pito. El Barça buscaba cobijo, información, amparo sobre todo, eso dicen. Y dio con él. Que de lo suyo sabía un rato. La elección fue impecable.
La tostada del Barça cae así, por donde la mantequilla. Si la agarras con un poco de cuidado no te manchas. Las de sus rivales caen que mejor dejarlo, te pones perdido. Ayer, en cuanto marcó Asensio e intervino el VAR -que agresiones tipo Gavi no ve ni una- alea jacta est. La suerte estaba echada, digo. La tostada.
¿Que las rayas no lo dejaban muy claro? También tiene explicación: la máquina rayista -no confundir con el Rayo Vallecano- las pinta muy gordas. Ah. Yo recelo desde el primer día. Cosa de milímetros, contaron. La gracia hubiese sido mostrarnos que el fuera de juego era de tres metros. Total: ante la duda, para el Barça. Como la falta a Carvajal en el último gol. Sigue donde estaba: jugando con red, el Barça. Por cierto, sin rectificaciones del VAR estarían empatados a 62 puntos. Casualidades, siempre es eso.
Dicho lo cual convengamos que el partidito supuso el punto final a una Liga muy rara del Madrid. Y manifiestamente mejorable. Desde finales de octubre (1-1 con el Girona en el Bernabéu con penalti en contra de verbena, otra casualidad) perdió la regularidad imprescindible para ganar el título. En esta ocasión al Barça, su tostada, sus casualidades. Va a ganar la Liga porque regular ha sido, más que nadie. En juego, puntuación y en cómo le cae la tostada.
¿Que las rayas no lo dejaban muy claro? También tiene explicación: la máquina las pinta muy gordas. Ah. Yo recelo desde el primer día. Cosa de milímetros, contaron. Total: ante la duda, para el Barça. Como la falta a Carvajal en el último gol. Sigue donde estaba: jugando con red, el Barça
Además se ha topado con un Madrid errático que se fue embolicando cosa mala. Varios factores y uno primordial: las lesiones han tenido mucho que ver, luego si no vuelven y jugadores como Alaba, Mendy y Benzema pueden jugar sin cortes, lo de la 15 es posible y la Copa, también.
Ayer el Madrid dibujó muy bien lo que ha sido su Liga: jugó 25 minutos finales muy ricos y pudo llevarse el partido. Pero duran 90. Luego le faltaron 65 a un gran nivel. Como el campeonato. Jugó dos meses y medio gloriosos, los que fueron de agosto a octubre. Fue el mejor de largo… y se fue parando. Le sacó cinco puntos al Barcelona tras el clásico del Bernabéu y ahora está doce abajo. Son diecisiete. Miau.
Los campeonatos de por aquí no le permiten al Madrid muchos despistes. Y en esta Liga ha cometido demasiados. El último, quizá, no haber cambiado ayer 10/15 minutos antes. Ancelotti sabrá. Pero tuvo esa pinta.
Buenos días. El FC Negreilona (que como decíamos en el portanálisis de ayer suena muy apropiadamente a sustancia prohibida) ya es virtual campeón de liga (con minúscula) merced a su victoria de ayer sobre el Real Madrid. Fue un partido jugado de manera discutible por los blancos, con un Ancelotti falto de ambición, como si su equipo no necesitara la victoria, que introdujo muy tarde los cambios que llevaron a la mejoría del juego, mejoría a la postre infructuosa. Claro que lo de “infructuosa” habría quedado en nada de no haber mediado la figura de De Burgos Bengoetxea y, más específicamente, de Soto Grado en el VAR.
Soto Grado anuló por presunto fuera de juego un gol de Asensio. Puede serlo o no serlo. La incalificable realización de Óscar Lago aportó (?) las consabidas rayas. Hay que hacer un acto de fe. Ahora reíd con este portanalista. Un acto de fe en esta gente, es decir, los herederos y pupilos de Negreira, el hombre a través del cual el Barça se ha estado comprando la competición durante un mínimo de 17 años. De esos te tienes que creer que la medición del supuesto fuera de juego de Asensio es realmente científica.
Hasta Marca, medio en clara guerra contra el Real Madrid, se siente hoy culpable de haber contribuido a aupar al título a esta cuadrilla de facinerosos, y no tiene más remedio que poner en portada la jugada de marras.
La toma que trae Marca es precisamente la ofrecida al espectador en la realización. Nadie sabe a ciencia cierta si es también la que conduce a Soto Grado a tomar su decisión. Hay unas líneas discontinuas verticales que tratan (?) de hacer entender la posición de cada jugador respecto a las líneas horizontales del fuera de juego. Estas últimas podrían muy bien haber sido pintadas por un mocoso de siete años con una regla, dejando a su hermano pequeño el trazo de las líneas verticales discontinuas. Observad cómo la vertical discontinua de Asensio parte del extremo de su hombro, mientras la vertical discontinua de Koundé parte de la axila o sobaco. Es una chapuza de tal calibre que, unida al contexto negreilesco que nos tiene aún traumatizados, mueve irremisiblemente a sospechar que el Madrid ha vuelto a ser esquilmado por las hordas de Arminio, que es básicamente la misma persona que Medina Cantalejo (o Cantadelejos), el hombre que según publicaba ayer El Confidencial ventiló en junio de 2022 una consulta de la justicia con un aberrante “no hay incompatibilidad” entre ser el vicepresidente de los árbitros y cobrar del FC Barcelona, o como se llame esa entidad cuajada de timadores y de farsantes.
A Marca le falta decir explícitamente que este fuera de juego no hay quien se lo crea, así como agregar la foto de la manifiesta agresión pasada por alto de Gavi a Carvajal, o la posible falta de Lewandowski al propio Carvajal en el gol del triunfo culé. “Si se habla de VAR, es de traca”, cuenta Marca que ha dicho Xavi, que es un señor que se parece mucho al sistema en tanto en cuanto nos toma continuamente por imbéciles. Quiere Xavi que consideramos científico, indiscutible, el presunto fuera de juego que nos ha demostrado (¿?) Óscar Lago, y no habla de Negreira porque nunca le preguntan por Negreira, como nunca le preguntan a nadie por Negreira en realidad, y todo ello por la sencilla razón de que todos los medios, Marca también, participan del Mayestático Tinglao de Arminio y Cantalejo, de Negreira y quien le suceda, de Clos Gómez (jefe de este VAR inconfiable) de Villar y Rubiales, de Tebas y Roures.
Y no tenemos ganas de mucho más. No nos merecemos tener que comentar esta astracanada. Otro día, o en otro momento, o en otra sección, hablaremos de las deficiencias de la actuación blanca, que las hubo. Otro día, cuando la náusea apriete menos, hablaremos de un estadio envilecido, masas y masas de gentes que se enorgullecen de haber comprado a Negreira y le cantan “Vinicius, muérete” al brasileño.
Como decía ayer, genialmente, nuestro colaborador Luis Montero Manglano, el Barça acaba de ganar la primera liga a título póstumo. Es un producto muerto por falta de credibilidad, y es una entidad que debería estar muerta también, purgando sus culpas en Segunda División, y que sin embargo va a ganar la máxima competición nacional porque las leyes de la podredumbre así lo han establecido.
Pasad un buen día.