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El ruletista

El ruletista

Escrito por: Albert Blaya Sensat11 abril, 2020
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Cada vez estoy más convencido que el fútbol nos gusta por su aspecto juvenil, casi pueril para el que nunca tenemos ningún tipo de respuesta. Nos sentimos pequeños viendo fútbol no solo porque nos evoca a parajes lejanos, a recuerdos, sino porque nos sentimos niños contemplando algo para lo que no tenemos respuesta. Nos fascina ese cosquilleo en el estómago. Pero, aun así, intentamos dar con las respuestas. No ha habido equipo más extraño, a la par que convincente, que el Real Madrid de Zinedine Zidane y Cristiano Ronaldo. Ya sin el portugués, esa unión que ambos habían mantenido y que tantísimo les había dado, se resquebrajó para siempre. Como la Coca Cola, no dejaron el truco apuntado en ningún sitio. Solo un sabor raro, desconocido pero desgraciadamente hipnótico. Aquel Real Madrid fue un equipo a veces frágil, casi volátil, pero que no supo sino ganar como forma de constatar su propia inmortalidad.

AquEl Real Madrid fue un equipo a veces frágil, casi volátil, pero que no supo sino ganar como forma de constatar su propia inmortalidad.

El autor rumano Mircea Cartarescu escribió un cuento en el que su protagonista, El Ruletista, era un personaje sin suerte alguna hasta que se convirtió en un ser casi inmortal jugando a la ruleta rusa. Jamás moría pese a poner toda la suerte en contra suyo. Escribió Cartarescu que le resultaba imposible escribir de forma realista sobre El Ruletista. ¿Cómo iba a hacerlo si era una parábola viva? Algo parecido me ocurre con aquel Real Madrid, un equipo que fue muchos equipos a la vez, pero sobre todo un desafío constante a la propia lógica. Uno podría hacer análisis tácticos, buscar los pasos exactos, seguirle la pista a la pelota esperando que te de todas las respuestas; yo prefiero posar la mirada en otro sitio uno que, paradójicamente, no se ve. Pero se siente. El Real Madrid de Zidane y Cristiano fue El Ruletista de Cartarescu; jamás murió.

Zidane el ruletista

Para explicar aquel Real Madrid se puede hacer de distintas formas, pero hay una que sobresale por encima de todas las demás: reunió cotas de talento y jerarquía solo vistas en el FC Barcelona de Guardiola y Messi. Aglutinó futbolistas bisoños que aún no habían ganado, que no sabían lo que era ganar, como Carvajal, Varane, Casemiro o Isco a una base curtida, pero hambrienta. Marcelo, Ramos, Modric, Kroos, Benzema y Cristiano Ronaldo. El Madrid amamantó a su chiquillada con ansias de victoria con un puñado de triunfos en estadios en donde lo normal es perder. Carvajal creció ganándole duelos a Ribery, Casemiro secando a Dybala e Isco siendo el elemento extraño, indetectable, de una ecuación que siempre parecía terminar dándole la razón a un Zidane extático, de rostro paciente. Zinedine, en el fondo, lo sabía. Escondió siempre el secreto, porque era precisamente por esto que el Real ganaba aún sin merecerlo. Y que qué es esto de merecer en el fútbol.

El Madrid amamantó a su chiquillada con ansias de victoria con un puñado de triunfos en estadios en donde lo normal es perder.

Agradezco ser agnóstico. Qué facilón sería atribuirlo todo a una clase de suerte divina, pero hay veces que, sin renunciar a mi condición de agnóstico, sí me permito cierto lujo tramposo: me invento fuerzas, energías, creencias en las que solo yo creo. Al final a la fe le basta con que uno crea. Y el Real Madrid creyó, quizás ocupando este vacío que mucha gente sentía. Puede  que el partido más representativo, la eliminatoria mejor dicho, fuera aquella de 2018 ante la Juventus de Turín. Ahí se vieron los equipos que escondía Zidane en su manga, la flexibilidad y, sobre todo, la resiliencia de un conjunto que, ya en 2018, solo competía contra sí mismo, porque el éxito de Zidane fue convencer a un grupo de jugadores, de personas, de que los únicos que les podían vencer eran sus propias mentes. Una vez entendida la magnitud del reto el Real Madrid, como El Ruletista, desafió toda clase de obstáculos para, al final, verse solo ante sí mismo. En 2018 los blancos se caían a pedazos en Liga, en Copa fueron golpeados duramente por el Leganés y, con el PSG en la vuelta de la esquina, todo el mundo hizo sus pronósticos. No me engaño; yo también. Pero pasaron. Y llegó Turín.

Zidane el ruletista

Hay goles que explican muchísimas cosas. Goles que condensan ideas, planteamientos, rutinas. Goles que explican formas de vivir. El de Cristiano Ronaldo, postrado en el aire en una posición estéticamente preciosa, retándose, cómo no, a sí mismo, fue el gol que explicaba al Real Madrid de ZZ. Un gol imposible, tal vez inimaginable, fruto de la confianza rebosante que un grupo de futbolistas tenía en su plan. Esa chilena fue irónica, irreverente pues escondía en su belleza e improbabilidad todos los secretos de Zidane y su Real Madrid. La Juventus llegaba, tenía ocasiones, pero el Real golpeaba con una fiereza casi animal. Pam. Pam. Golpetazos de acero en una mesa demasiado débil para sostenerlos. Pero quedaba la vuelta. Y, en un partido que olía a trámite, el Madrid se vio sometido, perdiendo 0-3 en su feudo. La Juve forzaba la prórroga y estaba a un gol de eliminar al vigente bicampeón europeo. Pero la resiliencia, la fe, lo que sea que aquel Madrid profesaba, emergió. Volvió a ser Cristiano, el jugador que personificaba el aura mística de Zidane en el césped. Lo hacía como se hacen las cosas en el fútbol: marcando muchos, muchísimos goles. Las ideas solo se solidifican con el peso tiránico del gol. El Madrid, que había estado en el alambre ante el París Saint Germain, volvía a sobrevivir, burlando al destino. Porque aquel grupo se creyó capaz de burlar incluso al propio fútbol.

El Ruletista, en el cuento de Cartarescu, termina muriendo de un ataque al corazón. Una muerte un tanto banal, de segunda, para alguien que había desafiado al destino. El Real Madrid de Zidane murió con la marcha de Cristiano, pero empezó a hacerlo en Kyev, cuando otro gesto imposible, el de Gareth Bale en aquella chilena ontológica, condensó de nuevo al Real Madrid. Zidane, ataviado en su sonrisa burlona, no dejó jamás de sonreír aún con el derrumbe inminente. Al final fueron dos goles, dos chilenas, dos gestos técnicos, los que explican mejor que ningún otro planteamiento lo que fue aquel equipo. El Ruletista blanco, al final, murió solo cuando una parte de sí mismo lo hizo.

4 comentarios en: El ruletista

  1. Hola. El articulo es genial, como todo lo que escribe Albert. Y llevo siguiendolo desde que empezo a maravillarnos con su estilo. Pero hoy lo he puntuado bajo; no porque el articulo no este a su altura, sino porque, siendo cule como soy, lamento darme cuenta que en lo blanco tambien hay poesia. Eso duele. Un abrazo desde el otro lado!

    1. Carlnin me encanta leer a culés por aquí. Es admirable que busques buenos foros para hablar de fútbol, no de bufandeos. Mis respetos.

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