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Road to Cardiff (VII): Imagine

Road to Cardiff (VII): Imagine

Escrito por: Jesús Bengoechea2 noviembre, 2016
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Acaba de pasar el half term de octubre. Alabado sea Dios. Ni siquiera un anglófilo convencido como yo es capaz de superar tres cosas de los británicos: sus horrendas logísticas, el que hayan votado a favor del Brexit y el puto half term.

Por más que pregunto entre los locales, y con ello incluyo tanto a los galeses como a algunos amigos ingleses, nadie es capaz de explicarme ni el origen histórico ni la presunta justificación del half term. ¿A santo de qué los niños deben tener una semana de vacaciones en medio de cada trimestre escolar? ¿Hay alguna razón que convierta en plausible el hecho de que estas criaturas, que deberían aspirar a ser alguien el día de mañana, cesen de aprender durante una semana y tengan que quedarse en casa, sumidos en la molicie y obligando al menos a uno de los progenitores a tomar días libres para poder ocuparse de ellos?

El half term me recuerda al parón de las selecciones nacionales en tanto en cuanto hay una sensación de interrupción en la emocionante rutina de cada día: cada mañana te quedas sin llevar a tus hijos al colegio de igual forma que, en los parones FIFA, tus jugadores se quedan sin ir a entrenar con la empresa que les paga. Hay una diferencia esencial, no obstante: mientras el parón FIFA desencadena una diáspora que manda a cada jugador a un lugar del globo, hasta el punto en que pierdes la cuenta de dónde se encuentra cada uno, el half term se caracteriza precisamente porque tienes clarísimo en todo momento dónde se encuentra cada uno de tus hijos: a tu mismísimo lado, asilvestrados y aburridos, ideando formas a cual más molesta de hacerte constar lo peligroso que puede llegar a ser un león enjaulado, hastiado de ver el mundo tras la reja.

Sí, lo sé. El half term tiene sus ventajas en comparación con los parones FIFA. Es altamente improbable que tu vástago vuelva a casa al término del half term con el sóleo hecho unos zorros, entre otras razones porque no va a tener la necesidad de volver a casa al no haber salido nunca de ella. No encierra por tanto los peligros de mandar a James a disputar un amistoso a Asunción con el temor de que un central demasiado aguerrido te lo desgracie para el resto de la temporada a mayor gloria del orgullo paraguayo. A tu hijo, durante el half term, no te lo va a desgraciar absolutamente nadie a poca atención que pongas en su cuidado, cuidado para cuyo ejercicio suele bastarte con estirar un brazo, tan magra es la distancia que de él te separa. Es más probable, de hecho, que quien haga mella (cuando menos psicológica) sea él en ti, por cuanto las legendarias inclemencias meteorológicas británicas limitan extraordinariamente las posibilidades del ocio infantil fuera de casa. Hay, eso sí, parques infantiles bajo techo, cuajados de piscinas de bolas y toboganes de plástico, entre cuyas cuatro paredes el hedor a pies (o, mejor dicho, a calcetín usado) campa por sus respetos y la máxima atracción para los progenitores consiste en encaminarse hacia una barra sobre la que languidecen unos emparedados y unos welsh cakes de aspecto rancio que seguramente no se comería ni Victoriano Sánchez Arminio.

Confieso que durante algunos half terms fantaseo con la posibilidad de que a alguno de mis hijos le saliera un bolo FIFA en las Islas Feroe con la selección sub-8 (antes de eso, fantaseo con la existencia de una hipotética selección sub-8 que lo organizara todo muy bien y la criatura lo disfrutara y volviese sana y salva). Como no va a poder ser, tendré que conformarme con superar los dos half term pendientes antes del fin de curso (febrero y mayo) a base de comerme a mis hijos con patatas como si fuesen míticos fish and chips. Entre el half term de mayo y el fin del colegio, allá por el mes de junio (3) y como compensación a tanto sinsabor, espero que la ciudad donde vivo me permita ver en directo cómo Sergio Ramos levanta la Duodécima. Recemos porque ningún amistoso de España en San Marino arruine la posibilidad de tan bella estampa. Como cantaba John Lennon -al fin y al cabo Liverpool limita con el norte de Gales-, "Imagine there's no countries / It isn't hard to do". Se refería sin duda a la necesidad de eliminar los parones FIFA. "Imagine there's no half terms", podría cantar yo con idéntica amargura e ingenuidad, aunque mucho temo que mi canto sería menos afinado que el de John e igualmente infructuoso.

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Fundador y editor de La Galerna (@lagalerna_). Autor de Alada y Riente (Ed. Armaenia), La Forja de la Gloria (con Antonio Escohotado, Ed. Espasa) y Madridismo y Sintaxis (Ed. Roca). @jesusbengoechea

3 comentarios en: Road to Cardiff (VII): Imagine

  1. qué bueno, Jesús, gracias por hacerme reir un ratico.... Esperemos que el fin de curso inglés te/nos traiga a los madridistas de disfrutar con otra orejona... a saber cómo cerdolaño explica en su atril la forma de ganarla, ya, desde la vergonzante forma de ganar creo que se refiere a la novena, más que el hecho de ganar la champions, que también, y mucho, me pone el descubrir en esta página en su sección de portaanálisis la explicación de este sujeto sobre la forma en que el Real Madrid haya conseguido el logro más importante que se puede obtener en el mundo del fútbol por equipos

  2. Querido editor, aléjate de Imagine como de la peste, si me permites el consejo. Nada bueno puede ocurrir al albur de ese bodrio abyecto que bien podría servir de himno del culerismo rampante. No tengo ninguna duda de que el estomagante y pesadísimo Lennon era culé hasta los tuétanos (que en su caso seguro que no eran blancos precisamente), ni de que habría hecho muy buenas migas con Guardiola.

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