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Recuerdo de la Séptima de baloncesto (II)

Recuerdo de la Séptima de baloncesto (II)

Escrito por: José Luis Llorente Gento31 marzo, 2020
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Por fin llegó el día, aunque tardó en que llegara la hora. Los minutos antes de los partidos decisivos transcurren con lentitud, llevan la contraria a los protagonistas que pretenden que la solución sea inmediata. Se entremezclan las sensaciones de seguridad con las de angustia y tratas de distraer la mente en cualquier asunto que te lleve a otra parte.

Pero finalmente llegó, y pronto nos dimos cuenta de que las previsiones eran ciertas. El palacio berlinés se fue llenando de amarillo, de banderas, camisetas, bufandas y gorras del Maccabi. Un reducido grupo de madridistas resaltaban entre el color macabeo, aunque su ayuda fue inestimable, pues sólo oímos sus voces y sólo vimos su blanco durante la mayor parte del encuentro. Tan concentrados estuvimos —y tan acostumbrados la mayoría a jugar en ambientes adversos— que sólo durante unos minutos el pulso nos tembló.

Pero no adelantemos acontecimientos. El partido comenzó a ritmo de vértigo y nuestro plan funcionó a las mil maravillas. Las defensas alternativas, hasta cuatro variantes que intercambiamos de forma automática como un reloj suizo, y el ritmo rápido que pretendíamos imponer desarboló por completo a los israelíes. A la bestia —en sentido cariñoso, por supuesto— Williams no le gustaba correr, de forma que cada ocasión se transformaba en un contraataque. Durante la primera mitad nuestro pívot titular, Randy Meister, mucho más rápido, le ganó el duelo con claridad.

Antes de los partidos, Randy Meister y este humilde escribidor se golpeaban el pecho en el vestuario, justo con la fuerza suficiente para no rompernos el esternón

Quizás valdría la pena reseñar en un par de líneas que Randy era un tipo estupendo, fuerte y saltarín, cuya encomienda eran las tareas sucias del equipo, los rebotes y la intimidación. Antes de los partidos, para salir con el cuerpo caliente y el espíritu encendido, este humilde escribidor le golpeaba el pecho en el vestuario, y viceversa, justo con la fuerza suficiente para no rompernos el esternón. No recuerdo cómo nació este curioso y primitivo ritual que cumplíamos cada partido con la carcajada como final, aunque yo me llevara el dolo pectoral unos cuantos minutos. En fin, sucesos de los vestuarios que fuera de ellos son difíciles de entender. Hasta para los protagonistas.

No sólo Randy Meister, también Rafa Rullán completó un partido sublime. Tardó en entrar en juego, pero aquella temporada fue un hombre vital en nuestro equipo. Fino como el coral, Rafa tenía una variedad de movimientos en el poste bajo y medio como nunca he visto, y con el paso de los años desarrolló un tiro a media distancia y a la media vuelta infalibles. Tras unos lanzamientos fallados, nadie puede detenerlo. Fue nuestro máximo anotador aquel día como tantas veces ocurriera en aquella temporada.

También nuestros aleros, Brabender y Walter Szczerbiak tenían una papeleta complicada, pues sus oponentes eran casi igual de buenos que ellos. Berkovich y Silver fueron la base de la selección israelí que en el verano del 79 se proclamó subcampeona de Europa de selecciones nacionales. El primero más pequeño y anotador y el segundo más reboteador, se consumaron como una de las mejores parejas de exteriores del continente y durante varios años mantuvieron al Maccabi entre los mejores.

Jack Zimmerman, la estrella del baloncesto universitario y recién llegado a la plantilla del Maccabi, le preguntó a Corbalán con un servidor como testigo: “¿Estos partidos son siempre así?”. “Casi siempre”, sentenció nuestro base

Por otro lado, la rivalidad entre los dos equipos se extendía ya a tantos años y escenarios que ofrecía encuentros soberbios, de enorme calidad y electricidad, enmarcados siempre por el respeto y la admiración mutuas. Un año después de la final, en el homenaje a Marc Ostarcevic, —máximo anotador de la liga francesa— el enfrentamiento trajo dos prórrogas, más de cien puntos cada equipo, un par de refriegas colectivas y un ritmo infernal. Al término del encuentro, esperando el comienzo de la ceremonia de clausura en el pasillo de los vestuarios, la estrella del baloncesto universitario y recién llegado a la plantilla del Maccabi, Jack Zimmerman, le preguntó a Corbalán con un servidor como testigo: “¿Estos partidos son siempre así?”. “Casi siempre”, sentenció nuestro base.

Y la final del 80 no fue una excepción. Un partido duro y vibrante en el que los dos equipos dieron lo mejor de sí. Ganamos porque nuestro plan de partido fue superlativo y porque, cuando entraron en juego los suplentes, los nuestros estuvieron más certeros. Si he de ser sincero, nuestra plantilla era más completa y nuestros titulares más expertos. Así que, aunque emocionante, no nos quedó más remedio que ganar la Copa de Europa. Pero eso, ya lo contaré otro día. Pronto, pero otro día.

 

Recuerdo de la Séptima de baloncesto (I)

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Escritor. Conferenciante. Columnista. Exjugador del Real Madrid y la Selección Española de Baloncesto. Se pasa la vida remontando.

Un comentario en: Recuerdo de la Séptima de baloncesto (II)

  1. Me alegro que se haya hecho mención expresa a Randy Meister. En el artículo "Vicente Ramos: el base patrón (1)"- también publicado en este sitio digital- y en el apartado de comentarios hay uno efectuado por el propio Vicente Ramos donde , oportuna y amablemente, ofreció un link, https://ramiro53-64.blogspot.com/search?q=CLAQUE. Al respecto, y tras leerlo atentamente me llamó la atención que no se mencionara a Meister entre la lista de jugadores que habiendo jugando en el Estu, lo hicieron también en el Real Madrid.

    También me parece interesante lo que se cuenta en el presente artículo sobre que el rubio y fornido pivot madridista se impuso ,claramente, a Williams por una cuestión de correr. Entiendo que hace referencia a la velocidad. Randy Meister no recuerdo que destacara por ser un jugador rápido. Desde luego , es más fiable lo que diga J. L. Llorente; simplemente, me ha parecido curioso. La sensación que yo tengo, o tenía, es que Earl Williams era más veloz que Meister. Eso sí, gracias a él y a Rullán, sin desdeñar la aportación del resto de compañeros, se pudo vencer , ajustada y justamente, al Macabbi.

    Lo de los golpes en el pecho, un poco en plan "display" goriláceo, tiene cierta gracia y bastante mérito. Joe Llorente, un portento físico; pero, Randy Meister era un armario impresionante. Así que la potencia y el control estaban obligados a combinarse adecuadamente. 🙂

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