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Lo de Bilbao fue un espejismo

Lo de Bilbao fue un espejismo

Escrito por: Javier Vázquez8 diciembre, 2025
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El triunfo en Bilbao parecía devolver al Real Madrid a la senda acostumbrada: triunfos, potencia ofensiva, renacimiento. Pero fue un espejismo. Hoy en casa, ante su gente, el Madrid sufrió un golpe de realidad en toda regla: 0-2 ante el Celta. La ilusión se hizo cenizas. El partido de San Mamés ya no sirve como coartada, resulta una simple quimera.

Porque lo que exhibió el equipo de blanco es una doble tara estructural —y gravísima— con mayor peso que cualquier baja o error puntual. Primero: el aparato ofensivo —ese del que tanto presumíamos— no tiene respuestas contra defensas cerradas, impenetrables. Segundo: la retaguardia, cuando no hay engranaje, demuestra que no defiende absolutamente nada, es más, son unas madres en el primer domingo de mayo.

El Celta, con sangre fría y sin virtuosismo deslumbrante, hizo lo justo: metió dos veces la pelota, ambos goles de Williot (uno un taconazo, otro un golpeo frío al final) tras dos arreones de descontrol blanco. Pero sobre todo, lo preocupante no es solo perder 2-0: lo alarmante es que el Madrid no ofreció alternativas. Nada.

Ese es el drama: no hubo plan B, ni plan C. Y la noche del Bernabéu se convirtió en un espejo de carencias ofensivas: poca imaginación, escasa movilidad, nula capacidad para romper líneas. Con la pelota, con el espacio reducido, el Madrid simplemente se asfixió. Sin verticalidad, sin ideas.

Y lo que es peor: con la desesperación defensiva a flor de piel. El equipo concedió espacios, sufrió espalda, se desordenó, facilitó contras. No es solo cuestión de acierto del rival: es incapacidad propia. Cuando un conjunto con este potencial, con este escudo y con esta plantilla, cae así, la culpa no puede depositarse en la casualidad.

Afirma el refrán que “nadie da lo que no tiene”. Pero aquí ocurre lo contrario: hay mucho más de lo necesario. Esta plantilla del Real Madrid es extraordinaria. Reúne talento, experiencia, juventud, títulos, historia. Jugadores curtidos en mil batallas, con Copas de Europa en sus vitrinas, con personalidad. Y sin embargo, y esto hiere, parecen inermes, desconectados, sumidos en una mediocridad inadmisible.

No es un cónclave de futbolistas amateur: estamos hablando de campeones de Europa. Hombre por hombre, esta plantilla exige ambición, exige rigor, exige dignidad. Pero lo que se vio ayer fue dejadez, falta de coraje, ausencia de plan. ¿Es eso lo que merecen los que pagan, y mucho, por ir al Bernabéu?

Cuando un equipo de este nivel no encuentra soluciones ofensivas ante un bloque defensivo, no sabe abrir espacios ni generar peligro, y además defiende con desorden, hay dos opciones: o la plantilla está rota (no es el caso), o la cabeza no funciona. Y la cabeza, ese cerebro colectivo que dirige, planifica, estructura, ha fallado una vez más.

Porque un grupo así no puede quedar tan desnudo ante una estructura modesta como la del Celta. Y menos aún en su casa.

Lo que acaba de suceder no puede atribuirse solo a jugadores que "no rinden hoy". No. La responsabilidad principal recae en quien debe sacar rendimiento de esos jugadores, en quien debe edificar identidad, plan, estructura: el entrenador. En este caso, Xabi Alonso.

Xabi tiene, desde luego, obligación: no privilegio. Con esta plantilla, su deber es exprimirla, sacarle provecho ante bloques cerrados, dotar al equipo de recursos ofensivos alternativos, reforzar la solidez defensiva, encender carácter, imponer autoridad. Pero todo eso brilló por su ausencia.

Y no hay excusas que valgan. No me vale el tan manido “los jugadores quieren echar al entrenador”, porque no es verdad, no se puede alegar solo rotaciones, no se puede alegar la elección de su alineación defensiva (con un lateral derecho de circunstancias) como ejemplo de improvisación. No hay plan para derribar muros, no hay lectura táctica, no hay control cuando el rival aprieta.

Que se recuerde lo que hizo Carlo Ancelotti con muchos de estos mismos jugadores: plantó equipo, identidad, convicción, estructura. Y esto no es nostalgia: es evidencia de que con cabeza, músculo táctico y respeto al oficio se puede exigir más. Ancelotti, que para muchos estaba acabado, al borde del abismo mediático, que se dijo de él que el equipo ganó Copas de Europa a pesar del entrenador, sacó lo mejor de esa plantilla. Y aún así mucha gente pedía su cabeza con dos títulos en el zurrón de la temporada. Ahora, el listón está más bajo: basta con dignidad, basta con coherencia.

Pero lo vivido ante el Celta revela que ese listón se ha hundido bajo toneladas de apatía.

No faltan nombres en esa plantilla. Courtois, Carvajal, Militao, Alaba, Bellingham, Camavinga, Vinicius, Fede Valverde, Rodrygo, Tchouameni, Arda Güler, Dani Ceballos, Fran García, Brahim, Rudiger y Mendy, nada menos que 16 jugadores con al menos una Copa de Europa en el Real Madrid, con goles, con carácter, aquellos que levantaron la 14.ª y la 15.ª Copa de Europa con este escudo. Tiene al actual Bota de Oro Europea y al actual Bota de Oro del Mundial de Clubes, jugadores que conocen lo que es ganar, sufrir, celebrar, callar, levantar trofeos importantes. Hoy, muchos de ellos parecieron extraños en su propia piel: sin reflejos, sin orgullo, sin reaccionar.

Ese escudo no se respeta con inventos, con faltas de intensidad, con rendiciones prematuras. Se respeta con entrega. Con fiereza. Con exigencia. Y sobre todo con dignidad colectiva.

Porque al final, tener futbolistas de élite, sin una dirección eficiente, no vale de nada. El talento solo es útil cuando lo gestionas, cuando lo diriges, cuando lo haces útil en colectivo. Y eso supone disciplina, oficio, hambre, liderazgo. Todo eso brilló por su ausencia.

Y si el problema ya fuera grave por sí solo, tuvo compañía. El árbitro designado para la noche, Alejandro Quintero González, recién llegado a Primera y con escasa experiencia, resultó ser el verdugo sin espada, el facilitador del naufragio. Su arbitraje roza lo calamitoso.

Permitir que el Celta perdiese todo el tiempo del mundo, cortar sistemáticamente el ritmo del Madrid, conceder una permisividad insultante al rival, y por otro lado, y esto escuece aún más, sancionar con rigor exagerado al equipo blanco. Amarillas veloces, expulsiones por acumulación en menos de un minuto… todo ello convirtió el Bernabéu en una trampa, en una encerrona reglamentaria disfrazada de justicia.

¿Y lo peor? Que este árbitro —con esa actuación— sale reforzado. La maquinaria del arbitraje le pone en vitrina: internacional inminente, potencial silbador de una semifinal de la Supercopa de España, viajecito incluido a Arabia Saudí y ascenso meteórico en el escalafón negreiril. Mientras tanto, los culpables no son quienes permitieron ese circo, sino quienes lo consintieron: el sistema, el CTA corrupto que lo avala. Y nosotros, otra vez, ajo y agua.

Si, el Real Madrid perdió un partido porque no generó, porque no ordenó, sin siquiera sensación de peligro. Si, pero también el Real Madrid perdió un partido en casa por un arbitraje descaradamente desequilibrado, hay motivos para la indignación.

Hay una máxima que siempre defendí: el entrenador del Real Madrid, por definición, mientras esté en el banquillo blanco es el mejor entrenador del mundo. Es una cuestión de fe, de respeto al escudo, de dejar trabajar. Pero, amigos míos, esta fe empieza a diluirse con escenas como la del domingo, sobre todo cuando escuchas al entrenador decir que “sólo se han pedido tres puntos”, “Falta mucho y podemos remontar”. No señor, el mensaje que hay que sacar en estos momentos es que te has equivocado, que estás muy enfadado y que no va a volver a ocurrir porque se van a tomar medidas desde esta misma noche. Ése es el mensaje que hay que mandar a la afición, no los paños calientes de los manidos “tres puntos” de cada partido. Así no, sin autocrítica verdadera, no, sin un verdadero acto de contrición, no.

Ver a esta plantilla, y lo que representa, desdibujada, sin alma, sin reacción, sin vergüenza, ante un equipo modesto, en su estadio, con su gente… es demasiado. No por un juego pobre en una noche concreta, sino por la evidencia de que los partidos del Valencia en casa y contra el Athletic el miércoles pasado, fueron unos verdaderos espejismos. El rumbo del equipo está perdido, y con rumbo perdido cualquier capitán, por bueno que sea, señala al horizonte equivocado.

Al club, a los dirigentes, al cuerpo técnico, a los propios jugadores, se les reclama el deber de tomar decisiones. No mañana, ahora. Porque cada día que pasa sin reacción, sin críticas, sin exigencia, cimenta la mediocridad. Y eso, no es patrimonio de este club.

El Bernabéu no merece humo. No merece excusas. Merece dignidad. Merece repuesta.

Me despido con un cabreo de los gordos, pero reafirmándome en mi frase de salida: Ser del Real Madrid, es lo mejor que una persona puede ser en esta vida. ¡Hala Madrid!

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Autor de "Veteranos y Noveles" (Geoplaneta 2023) Jurista, especialista en datos, efemérides e historia del Real Madrid. En La Galerna, CIHEFE, APDM, AEPD, antes en RMTV. correo: rmadridatos@gmail.com @rMadriddatos

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8 comentarios en: Lo de Bilbao fue un espejismo

  1. No fue un espejismo. Jugó con dos mediocentros defensivos + Valverde por la derecha y Jude muy volcado en las labores de creación, suficiente para compensar a Vini y Mbappe. Si a eso le unes que el Athletic juega con la defensa en el centro del campo y que Trent pone el balón donde quiere… Además todos jugaron con intensidad y compromiso. Nada que ver con lo de ayer.

  2. También los jugadores tienen culpa: más allá de la falta de ideas de Xabi (o exceso de ideas erróneas) y del infame arbitraje. Los jugadores muestran compromiso sólo a ratos, porque puedes jugar mal y perder, pero si ni te molestas en correr cuando la jugada lo exige es que te importa el equipo más bien poco.

  3. Que se pire Vinicius, por favor, la gente de bien estamos hasta los mismísimos de este bufón, vago entre vagos y con un concepto de sí mismo fuera de la realidad.

  4. Yo hay cosas que no entiendo. Cuando llegó Xabi Alonso el equipo parecía que presionaba arriba y con cierta intensidad, lo cual era de agradecer. Eso duró prácticamente dos partidos. ¿Por qué se ha dejado de hacer? ¿Se habrán quejado los jugadores y le han dicho al entrenador que baje la intensidad? ¿Por qué siguen jugando jugadores como Rodrygo que ha dejado claro que ni está ni se le espera? ¿Tan malos son los jugadores y el entrenador para que nos cueste ganar a equipos infinitamente inferiores? Para mí hay algo raro más allá de lo puramente deportivo.

  5. Desde su fichaje he tenido -y me duele usar el pretérito- confianza en Xabi Alonso. Le he defendido ante amigos y familiares. Hasta que lo que uno ve es absolutamente demoledor. Veo a Alonso bloqueado, sin capacidad para reaccionar. Un simple ejemplo: al margen de las alineaciones, más o menos acertadas, ¿a día de hoy, puede seguir jugando Rodrygo por delante de Endrick?

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