Hubo una imagen terrible, en el rush final del partido del Madrid en Montilivi del domingo por la noche: en pleno afán por la remontada, Vinicius fue a sacar un córner y se detuvo cuando su entrenador, corriendo la banda como cuando celebró el gol de Ramos en Lisboa, se lo impidió a voces para que lo lanzara Trent Alexander Arnold. Hay situaciones en las que la gravitas imprescindible a todo líder, que para los romanos era una cosa parecida a la seriedad, se pierde como cuando se estrella contra el suelo un vaso lleno de leche. Esa fue una de ellas.
Xabi Alonso, que tiene los tics guardiolistas de todos los entrenadores modernos, olvidó que era el entrenador del Real Madrid. Que puede estar loco y ser un ridículo, pero nunca parecerlo.
La culpa, desde luego, no es suya. Entre las manos tiene un problema insoluble: Bellingham, Vinicius y Mbappé no conjugan. No pueden jugar juntos, son como el agua y el aceite al menos, claro, que el equipo se resienta miserablemente: tiene mérito que, por separado, sean tres tíos a los que se les caen los goles de los bolsillos, con los tres en el campo el Madrid tenga menos gol que la Crazy Gang del Wimbledon de Vinnie Jones.
Alonso, por tanto, está en un laberinto del que en todo caso, sólo puede salir por arriba. O sea, cortando el nudo gordiano: ha de prescindir de uno del Big Three si quiere llegar a Navidades y no pasar a la Historia como el segundo Lopetegui.
La BMV ha sido un buen chasco. El propio Bellingham es un enigma táctico. Su combinación en un esquema decente es más complicada que hacerle entender al boomer medio que el Estado se dirige al colapso. De hecho, se diría incluso que el aberrante mes largo que el Madrid de Alonso nos ha entoligado a nosotros, sufridores hinchas (que es en sí mismo un concepto en desuso, en franco declive), empieza con la inclusión de Bellingham con calzador en el once.
Alonso se equivocó sustituyendo a Vinicius contra el Barcelona, cuando era el mejor, y luego sin que sus aspavientos tuvieran el mismo castigo que el desacato: público y ante millones de telespectadores, que nos quedamos seguros, como toda la caseta, de la quiebra de la auctorictas del entrenador.
del laberinto sólo se sale por arriba, y de todas formas el ruido de las decisiones drásticas, que causan mucho revuelo, se apaga en cuanto se encadenan dos buenos resultados. Alonso se juega su futuro en Bilbao y contra el City
Pero a Alonso le pusieron entre las manos un Ferrari eléctrico cuya batería es corta, cortita. Nadie lo dice pero todos sabemos, como se saben estas cosas, que hay tres que tienen que jugar siempre. Eso, sumado a que falta un regista, un motor, un mediocentro homologable siquiera lejanamente a Kroos o Modric, grava en exceso el juego de un equipo no ya inacabado, sino inempezado: nonato, pues la ansiedad recarga el peso de los empates en campos menores y alimenta la trituradora de almas que ya suspira por la de Alonso y se relame anticipando el turrón navideño.
Para este tipo de situaciones, Ancelotti era un fenómeno. Pero al propio Carletto la dimensión del problema le pasó por encima. Alonso tiene toda su carrera por delante, pero la oportunidad de entrenar al Madrid rara vez se presenta dos veces. Sentar en el banquillo a Mbappé, Vinicius o Bellingham, sobre todo al primero y al último, se antoja, además, un desafío directo a la política deportiva presidencial. Y eso lo saben Alonso pero también el 9, el 5 y el 7, que como no ha renovado y tiene el carácter de un cimarrón, parece predispuesto a considerar este rol secundario como un agravio intolerable.
Pero lo que no se puede tolerar, en el fondo, es que el Madrid exhiba semejante impotencia ante rivales de medio pelo teniendo en cuenta prestigio, presupuesto y los nombres que alinea sobre el campo cada jornada. También está el hecho de que Güler o Camavinga han justificado en pocas ocasiones tantísimas esperanzas puestas en ellos, con lo que el equipo, que no tira con lo que hay, se empecina en fórmulas manifiestamente inservibles en lo que se sospecha bloqueo mental de un míster superado por los pocos años que hay todavía en su hoja de servicios.
Repito que del laberinto sólo se sale por arriba, y de todas formas el ruido de las decisiones drásticas, que causan mucho revuelo, se apaga en cuanto se encadenan dos buenos resultados. A pesar de toda la modernidad de la que se suponía venía precedido, Alonso se juega su futuro en Bilbao y contra el City, en casa. O sea, lo de siempre: puerta grande o enfermería. Y yo la verdad es que, a estas alturas, prefiero que no haya hule y Xabi triunfe por encima de jugadores y miopías de la dirigencia, pues es imposible no simpatizar con un tipo que le dobló la mano a Hacienda.
Getty Images
Antes de adentrarme en este artículo, en la serie que vengo analizando sobre los problemas del Real Madrid, quiero hacer una aclaración importante ante los ataques que llevo recibiendo desde hace un tiempo: algunos me dicen que yo era un revolucionario, que desde que escribo aquí me he plegado al relato oficialista del club y, además, muchos me indican que no hablo nada de las cuentas del Real Madrid, de la “operación societaria” y otras cosas por el estilo. Ante esto tengo que decir:
1.– Nunca me llama Jesús Bengoechea y me dice sobre qué tengo que escribir y cómo debo hacerlo. Siempre he escrito de lo que he querido, comentándole previamente el tema por si hay otros colaboradores tratando lo mismo. Jamás me ha dicho que no a nada, ni me han modificado lo que escribo. Si no escribo del estadio, de las Asambleas del club ni del modelo societario es porque ni quiero ni tengo idea para hablar sobre ello.
2.– No soy periodista, como la inmensa mayoría de colaboradores que escribimos aquí, salvo casos contados como Tomás Guasch, por ejemplo. Yo soy un aficionado al Real Madrid exactamente igual que vosotros pero, debido a que llevo más de ocho años escribiendo comentarios en este portal, he tenido la grandísima suerte de llamar la atención de varios y esto me ha llevado a ser invitado a escribir aquí por el creador de este bendito portal: Jesús Bengoechea.
Hilando esto con el tema a tratar hoy, el CTA, también me dicen, tras el partido de Girona, que ahora me pliego a hablar de arbitrajes cuando hemos jugado rematadamente mal, y por eso soy oficialista. Eso es completamente falso y aquí va la primera premisa para todos vosotros, el fútbol es un deporte en el que entran diversos factores a lo largo de un partido, y no digamos de una temporada: la plantilla, las lesiones, la táctica, las decisiones del entrenador, la suerte, el juego del equipo, las rachas goleadoras, el ánimo del equipo y el arbitraje. A los que me acusáis de tantas cosas, seguramente ni me habéis leído en los comentarios que vengo haciendo hace tantísimos años como usuario de la Galerna, y como soléis hacer con el propio Real Madrid, actuáis ahora conmigo y con otros colaboradores de la Galerna: descargáis vuestra frustración contra el equipo y los que aquí escribimos. ¿Y por qué digo esto? Os voy a demostrar con un ejemplo de mis comentarios de antaño lo que he sido siempre, y sigo siendo fiel a lo mismo:
Supercopa de España de agosto de 2017. Ganamos en el Nou Camp por 1-3, y en el Bernabéu por 2-0. Piqué declaró: “es la primera vez que los veo muy superiores a nosotros”. En la ida, arbitrada por el mismo árbitro de ayer en Girona, De Burgos Bengoetxea, al poco de haber adelantado Cristiano al Real Madrid, lo expulsó por una jugada en la cual le hacen penalti. Pitó piscinazo y en la protesta Ronaldo tocó al árbitro. Roja y cinco partidos al luso. Tuvimos el coraje de meter otro gol más por medio de Asensio. Pero el árbitro ya había hecho su trabajo.
En el comienzo de aquella liga —el Real Madrid venía de haber ganado la mejor final de Champions que recuerdo con una exhibición contra una ultradefensiva Juventus venciendo 4-1, y de una liga ganada con dos claras unidades que iba alternando Zidane— nos encontramos en las 5 primeras jornadas del campeonato con unas decisiones arbitrales completamente deplorables que hicieron que perdiéramos muchos puntos, unido a la sanción de nuestra estrella hasta la cuarta jornada, ya que el primer partido fue en la vuelta de la Supercopa. Aún recuerdo amargamente el choque contra el Valencia en el Bernabéu, que empatamos a dos y fue un escándalo. No digamos el de Mestalla, con tres penaltis pitados por Gil Manzano, donde uno de ellos ni fue, y el único que fallaron lo mandó repetir y perdimos por 4-1.
El Barça, al mismo tiempo, jugaba de auténtica pena, y en los primeros partidos de liga fue impulsado por arbitrajes favorables que le daba victorias inmerecidas. Hasta el punto de que esta fue la evolución de las primeras jornadas de liga:
El Real Madrid cayó al quinto puesto en la 2ª jornada de liga, y los arbitrajes fueron tan descarados que terminaron incidiendo en el buen juego del equipo, que venía como un avión, y lo había mostrado en la Supercopa. En la jornada 13ª, descendimos al cuarto puesto, superados por el Valencia, y hasta la jornada 25 no les adelantamos en la clasificación, quedando terceros a 17 puntos del Barça. Una de esas famosas ligas que tira el Real Madrid, según muchos, incluidos bastantes madridistas.
Recuerdo haber discutido muchísimo con varios galernautas, seguro que ellos también se acuerdan, sobre el arbitraje, haciéndoles ver una famosa máxima: el fútbol es un estado de ánimo. Y en ese sentido, hay veces que, sin jugar a nada, se van ganando partidos, y eso hace que se termine entrando en una rueda ganadora que impulsa que venga un juego rodado. Es decir: que los goles y resultados llevan al buen juego y, por contra, un equipo que viene jugando bien y empieza a cosechar resultados negativos, comienzan a tener dudas, y estas terminan incidiendo en el juego del propio equipo. Recuerdo que muchos decían que el juego era muy malo, yo me negaba a condenarlo viendo los arbitrajes que recibíamos porque era un factor muy importante, y muchos me criticaban por ello, diciendo que jugando así no debía hablar de los colegiados.
Qué cosas, ahora sabemos que esa temporada aún estaba a sueldo Negreira, y que yo tenía razón en mis sospechas. Ese partido de Supercopa fue en agosto del 17, y una muestra clara de lo que influye el arbitraje en el desarrollo del juego. Defendí entonces exactamente lo mismo que hago ahora.
A algunos les ha convencido el relato antimadridista de que nosotros no podemos hablar de árbitros y, si hemos jugado mal, menos
Se puede jugar un partido mal y, aun así, tener más ocasiones de gol y merecer ganarlo. Y puede ser que las únicas ocasiones sean penaltis birlados. A veces te machacan poco a poco con arbitrajes sibilinos, con muchas faltas que no se pitan, y a ti a la primera te la señalan. Ayer, el Real Madrid no jugó fluido en Girona, sobre todo en la primera parte, pero he leído que no generamos ocasiones de gol. Yo contabilicé dos ocasiones falladas por Mbappé, dos por Militao y dos por Vinicius Jr. Son seis. Ellos tuvieron el gol y otra más.
Además, nos hicieron dos penaltis. El primero, la mayoría no lo habéis visto, seguro, lo estuvieron repitiendo varias veces en Real Madrid Televisión porque, ¡oh sorpresa!, imágenes de otro país mostraban algo que aquí no. En el nacimiento del gol de Girona, Mbappé se quejaba amargamente de una falta que le habían hecho, que nos repitieron una vez en pequeño mientras se seguía jugando. Se ve un empujón a la espalda fuera del área, y una caída extraña. Todos pensamos que se había tirado. Luego se ve a Kylian protestando al cuarto árbitro amargamente, y en el comienzo de la segunda parte se le observa hablando con De Burgos Bengoetxea, señalándose el pie y diciendo que no.
Resulta que en las imágenes se aprecia que el defensa le golpea con su muslo en el pie en la carrera, arrollándolo, y está justo en la línea del área, no ha salido aún. No sólo es que fuera falta, es que fue penalti. Y en ese momento, aunque no estábamos con un juego vistoso, el Real Madrid dominaba el partido, insulsamente, pero lo dominaba. Y pasamos de un posible 0-1 a un 1-0, pero como no lo echaron en la tele, de Tatxo Benet, pues lo que no se repite no sucede. El partido podría haber transcurrido por derroteros muy diferentes.
Gracias a Resl Madrid TV vemos que el inicio del gol del Girona lo que pedía Kylyan era en un su pie. No en ka espalda.
Posible penalty (está en la línea) y ni se revisa pic.twitter.com/j3sAWZFwsJ— Sergio Yebra (@SerYebra) November 30, 2025
Después se pitó el penalti a Vinícius Jr., y he leído en redes que para qué nos quejamos del arbitraje si nos regalaron una pena máxima. Fue de libro, pero oye, que nos lo han regalado. Y por último viene el penalti a Rodrygo, con algo muy manido en el mundo de los árbitros de radio y televisión: no hay intensidad suficiente. Un punterazo en la zona donde empieza el pie es bastante doloroso y, lo mejor de todo: mirad la cara del defensa en la repetición, él sabe que ha hecho penalti y lo muestra claramente. Nada, ya hemos pitado uno, sigan, no vamos a pitar dos.
Si el Real Madrid hubiese convertido dos de las seis ocasiones que tuvo, y le hubieran pitan los penaltis y hubiese marcado uno, resulta que quizá habría ganado por 0- 4. Y con un gran juego que habría llegado producto de los goles. Y sí, algunos los fallaron ellos mismos, pero otros fueron por el CTA. Los goles modifican la percepción del juego que tenemos a lo largo de un partido, y cambian tendencias.
Hemos perdido cinco puntos de ventaja en tres partidos, el año pasado fueron siete. Y cierto, no hemos jugado bien. Declaró Laporta que en Elche no debieron subir los dos goles, cuando en los tres partidos hemos sufrido penaltis no pitados, faltas repetidas sin señalarse y a nosotros nos han sancionado alguna alucinante. Y así se va marcando el relato, y lo peor es que muchos madridistas lo compráis, y nos acusáis de negarnos a hablar del juego del equipo y de que somos victimistas.
Yo hablo de todo, y lo estoy demostrando desgranando en distintos artículos los factores que influyen en la situación actual del Madrid. Hoy habría querido hablar de la línea defensiva, pero estoy tan indignado que he comentado antes la influencia del CTA. Es muy importante también, y al que no le guste que siga haciendo lo que hizo durante los 17 años con facturas, 25 en total, de Negreira: negar lo evidente porque les ha convencido el relato antimadridista de que nosotros no podemos hablar de árbitros y, si hemos jugado mal, menos.
Negreira son los padres, por lo visto. Se puede jugar mal y ganar sin merecerlo, se puede jugar mal y merecer ganar, no es incompatible. Se puede merecer ganar y no ganar porque fallas mucho. Se puede merecer ganar y que el árbitro lo impida. Y viceversa, merecer perder y que el árbitro te haga ganar. En este comienzo de temporada, hemos visto arbitrajes lamentables contra el Madrid, incluida la fuerte derrota en el Metropolitano, pero para muchos de vosotros no se puede decir, porque hemos jugado mal. Y hemos visto al Barça ganar jugando rematadamente mal, o empatar, gracias a los trencillas.
A todos los que negáis la mayor, sólo puede deciros una cosa: yo seguiré hablando de lo mismo aunque me acuséis de cambiar mi discurso. Jamás lo he hecho. Es más, el año pasado critiqué el juego del equipo, y que a Carlo se le había ido de las manos todo, y aun así comenté que la liga merecimos ganarla, porque fue un robo descarado.
Me incomoda bastante más el madridista que siempre dice que escondemos el mal juego con el arbitraje que el propio antimadridista. El mal arbitraje puede llevar al mal juego y a perder ligas. Haceos del Barça o del Atleti. Os recuerdo que esa temporada 2017-2018 de la que hablé al principio, ganamos la Champions porque allí no influye el arbitraje, a menos que tengas de patrocinador a UNICEF, y de responsables arbitrales en la UEFA a Villar y a un miembro de UNICEF: Şenes Erzik.
Getty Images
Siempre que llega un futbolista nuevo al Real Madrid se le exige, y con razón, sólo faltaba, que rinda desde el primer día. No seré yo el que niegue que esto tenga que suceder, fichar por el club más laureado de la historia del fútbol es el sueño de cualquier jugador, pero un minuto después de la firma, ya tienes a una parte de la afición y a más de la mitad de los medios en contra, porque sí, por curtimiento y sin motivo aparente. A esto se le llama exigencia, pero es bueno que los que exigimos no lo hagamos desde el desconocimiento de qué es lo que puede o no dar un nuevo fichaje al equipo.
El aficionado del Madrid lleva muchos años disfrutando al que ha sido, posiblemente, el mejor lateral derecho de su historia, Dani Carvajal, un jugador que, a la calidad que se le presupone tener a todos los jugadores que llegan a la entidad, se le suma un carácter fuerte, ser canterano, algo que ayuda mucho en un sector importante del Bernabéu, y a no dar un balón por perdido. Lo siento si es lo que esperabais encontrar en Trent, porque no creo que lo lleguemos a ver nunca.
Tengo la sensación de que, en los clubes, al menos en los de nivel élite, falta una figura o un puesto de comunicación de cara al aficionado. No sabría explicar el nombre que se le podría dar, pero su función consistiría en explicar con peros y señales el perfil de jugador que ha fichado el equipo y los motivos que le han llevado al club, de la mano del cuerpo técnico, a ejecutar su fichaje. En resumidas cuentas, desgranar al futbolista.
Puede parecer una tontería, sobre todo entre los más jóvenes que sí ven partidos de cualquier liga del mundo, pero hay una gran parte de la afición que no dedica los fines de semana a cancelar su siesta o la salida al cine para verse un Aston Villa–Crystal Palace. A este perfil le vendría que ni pintado que le expliquen las características de Adam Wharton, centrocampista inglés de 21 años del equipo londinense, cuando en un futuro aterrice en el Real Madrid. Esto no es una exclusiva, sólo una pedrada personal que aprovecho para utilizar de ejemplo. Es buenísimo.
Volviendo a la persona que nos ocupa hoy, que, por cierto, me gustaría mucho más nombrar como Alexander-Arnold, pero para hacerlo más corto y respetar la petición de la nueva firma que parece que quiere usar en esta etapa de su carrera le llamaremos Trent. Pues bien, para los despistados que quedan sin conocer al futbolista pero que ya se están empezando a dar cuenta, cabe decirles que Trent no va a defender bien su espalda en la vida. En la vida es en la vida, ni siquiera un entrenador como Jürgen Klopp, conocido por ser un absoluto “loco” de la táctica y de cómo se deben mover todas las piezas del sistema pudo lograrlo. ׅ
Para los despistados que quedan sin conocer al futbolista, cabe decirles que Trent no va a defender bien su espalda en la vida. En la vida es en la vida, ni siquiera un entrenador como Jürgen Klopp, conocido por ser un absoluto “loco” de la táctica
La naturaleza del inglés no es la de un jugador aguerrido, con casta, que no permite que le ganen un duelo. Si tuviese que definir su personalidad defensiva, diría que es la misma que tiene un chaval de colegio cuando va tan contento a la extraescolar, en este caso que hablamos de fútbol diremos a fútbol, y nada más llegar le ponen a correr 30 minutos.
Todos recordamos esa sensación de bueno, venga, no me apetece, pero seguro que la segunda mitad del entrenamiento es partidillo. Pues acaba esa primera media hora y resulta que no hay partido, toca jugadas ensayadas. La sensación de bajón de ese chaval de colegio es la que me transmite Trent cuando el Real Madrid no tiene el balón. Y posiblemente sea la que vaya a seguir transmitiendo.
Sé por dónde van algunos, claro que tendrá que mejorarlo si quiere ser indiscutible en el Real Madrid, no me cabe la menor duda de que Xabi Alonso estará en ello, pero desde luego no será una cualidad que le veremos de aquí a corto plazo, ni a medio. De hecho, si el técnico del Real Madrid consiguiese que Trent añadiese a sus características en el Real Madrid la de ser un gran defensor, como Carvajal, será uno de sus mayores logros. Lo que sí que nos puede aportar es todo lo demás.
Si hay algo de lo que no debe dudar el aficionado madridista es de que tiene al lateral con mejor pie derecho del planeta, no exagero. En el Liverpool, cogiendo únicamente los datos de sus partidos en Premier League, promedió nueve asistencias por temporada, siendo la 19/20 la marcada como récord en donde terminó con trece. Por ponerlo en contexto, la mejor temporada en cuanto a asistencias de Carvajal curiosamente es la misma, la 19/20, en donde terminó con cinco. Promedia unas tres o cuatro asistencias por temporada el que, repito, posiblemente sea el mejor lateral derecho de la historia del Real Madrid. Trent ha logrado acabar cuatro campañas con más de diez.
El jugador inglés tiene un guante en su pierna derecha, es labor del cuerpo técnico del club blanco colocarlo en zonas en las que podamos ver su mayor cualidad. ¿Cuál es el problema que estamos viendo hasta ahora? Que el Real Madrid es un equipo lento, le cuesta bascular con velocidad, faltan primeros toques en la zona previa al área rival y Trent no está nunca recibiendo en ventaja respecto al jugador que le defiende. No ha sido ni una ni dos las veces que tanto en el Liverpool como en la selección inglesa sus entrenadores le han llegado a situar en el centro del campo, un poco en la función de Valverde, para así destacar más el potencial que tiene de llegada y no tener que preocuparse mucho de lo que ocurra a su espalda.
Si hay algo de lo que no debe dudar el aficionado madridista es de que tiene al lateral con mejor pie derecho del planeta, no exagero
Trent es inglés, sabemos lo que les cuesta, a excepción de Jude, que no es un buen ejemplo, puesto que desde muy jovencito emigró para jugar en Alemania. Trent es un tipo que llevaba en la ciudad y club de su vida desde que empezó a dar los primeros toques el balón. Ha dejado ese equipo del que era ídolo y en el que ha jugado en todas las etapas infantiles, cadetes y juveniles habidas y por haber, para llegar al Real Madrid. Esto es como si Carvajal se hubiese marchado gratis, repito, gratis, sin dejar un mísero euro al Real Madrid, siendo canterano del club y en el mejor momento de su carrera, al Liverpool. Exactamente lo mismo.
Cuidado, que con esto no estoy diciendo “pobrecito Trent, vamos a mimarlo y darle todo el tiempo del mundo para adaptarse”, esto es la élite y el Real Madrid no te espera, pero de ahí a matarlo sin haber tenido ni un mes de continuidad, me parece que hay un claro margen de paciencia que debe tener el aficionado con él. Los que todavía no han tenido la suerte de verle en plenitud de confianza a este chico entiendo que, con lo poquito que ha mostrado aquí, piensen que es un jugador “pasota”, incluso “aburrido”, pero nada más lejos de la realidad.
Desde que ha vuelto de la lesión, hemos visto tanto en Elche, como en Atenas y Gerona, que el Real Madrid vuelve a ser un equipo que genera peligro a balón parado. Todas las faltas y córneres empiezan a ser potencialmente situaciones de gol, algo que, sin él, no estaba pasando. Tiene que tener continuidad, entender los movimientos de sus nuevos compañeros y que ellos entiendan los suyos, perder el miedo al fallo y, sí, también más rigor defensivo, pero esto último se le olvidará al aficionado merengue en cuanto le regale a Mbappé tres situaciones de gol por partido. Estoy convencido.
Getty Images
Buenos días. Seguimos con el estado de ánimo de anoche, el de Michael Douglas en Un día de furia. Como titula Tomás Guasch hoy su artículo: Ya no se puede disimular, esto no va. Y lo preocupante es que, aparentemente, no carbura por muchas causas. Parece una disfunción generalizada. El Real Madrid, que comenzó ilusionante la campaña, se ha convertido en un real marasmo, una parálisis permanente en lo futbolístico y anímico, un estancamiento que realmente es un retroceso. Algo no funciona, como titula Marca.
Anoche se cosechó un nuevo empate ante un conjunto objetivamente inferior. «Un Madrid penoso pierde el liderato», tituló Genaro Desailly, quien también se encargó de calificar a jugadores y técnico. El análisis del desempeño arbitral corrió a cargo de Alberto Cosín.
El Madrid es superior al Girona, pero en el fútbol actual si no se compite muy cerca del 100 % las distancias se anulan y te pinta la cara cualquiera. Y el Madrid parece sumido en un letargo competitivo. En épocas recientes, incluso cuando el equipo jugaba horrendo, los aficionados teníamos la convicción de que se podía ganar. No sabíamos cómo, pero sí que era posible. Ahora, incluso cuando se juega bien, tenemos el temor de que puede no ganarse.
Esa sensación es inquietante. Las causas son múltiples:
Evidente desequilibrio en la plantilla, faltan jugadores de toque en el centro del campo que además gocen de una inteligencia a la altura exigida por la élite del fútbol.
Futbolistas cuyo ciclo en el Madrid parece agotado, salvo resurrección.
Jugadores que no son tan buenos, o al menos tan apropiados para el Madrid, como creíamos cuando estaban rodeados de aquellos que sí aunaban calidad e inteligencia a raudales.
Estrellas (y planetas) muy lejos de su mejor nivel.
El entrenador no transmite la autoridad que pensábamos que podía transmitir, da bandazos tácticos, no parece tener claro cómo y dónde colocar las piezas, toma decisiones poco comprensibles (ayer sacó a Gonzalo con el partido terminado), no parece atreverse a realizar los cambios que querría y aún no ha sido capaz de adaptar su nivel de exigencia a la capacidad de la plantilla.
Esta tendencia negativa ha conseguido, de momento, entregar el liderato en bandeja al Barça, algo vergonzoso si tenemos en cuenta cómo están los azulgrana y, lo más importante, qué son.
Los diarios culés celebran el regalo.
Sin embargo, no es justo dejar de mencionar la nefasta —de nuevo— actuación arbitral. En esta ocasión, Berrinches Bengoetxea en el campo y Pulido Santana en el VAR. A Rodrygo le dieron un puntapié en la espinilla dentro del área y el gol de Girona vino precedido de una acción antirreglamentaria sobre Mbappé. Del mismo modo que el gol de Kylian fue anulado por mano clara, las otras dos jugadas debieron ser revisadas.
Sí, este es el momento en el que parte del madridismo proclama que como el Madrid jugó mal no tiene derecho a que le arbitren bien. Es la tónica general, hemos hablado de ello hasta la saciedad. Si usted tiene la casa comida de porquería, no saluda a los vecinos y le roban, tiene derecho a denunciarlo. Hacer un mal partido no justifica que los colegiados te machaquen impunemente.
Si bien todo lo anterior es desasosegante, no podemos mirar la realidad sin perspectiva. La tendencia es angustiosa, pero cabe no perder de vista que el Madrid está bien posicionado en las competiciones importantes, sobre todo en Champions, algo que no puede decir ninguna otra escuadra patria.
La catástrofe, a día de hoy, es ir segundos en liga y en el top 8 de la Copa de Europa. No parece el fin del mundo ni motivo para vender a toda la plantilla y despedir hasta al señor que fija los números de las camisetas con esa plancha grandota.
Si el Madrid solo acabase bien las temporadas cuando las inicia de manera espléndida, tendríamos menos de la mitad de títulos.
Es necesario asumir que estamos en un periodo de transición, se han ido los responsables de la primera o segunda mejor época del Real Madrid y ha llegado un técnico con métodos opuestos al anterior. Lo raro es que hubiese funcionado al principio.
Las soluciones milagrosas no existen, y rara vez un equipo con un dirigente populista e impulsivo ha logrado éxitos destacables y prolongados en el tiempo. El único secreto no es ningún secreto: trabajo y paciencia. Y si en un tiempo prudencial no hay frutos, habrá que ir al vivero a comprar otro árbol.
Pasad un buen día.
El 26 de octubre, cinco semanas atrás, el Bernabéu se fue vaciando entre sonrisas y dulces lamentos: su equipo había dejado en 2-1 una goleada al Barcelona. Cinco semanas, ayer, o sea.
La impresión era que el Madrid por fin había cogido el hilo. Afrontaba un buen examen y lo superó. Y abrió una brecha de cinco puntos en la tabla. Llegó después el Valencia, 4-0. Partidazo. El mejor de esta etapa. Quedaba tarea, pero la cosa empezaba a funcionar. Parecía.
Y se paró. Desde Liverpool a ayer, una lágrima. Mejor mil. En Anfield no hubo goleada al revés de milagro. Ellos, desde aquella noche no le ganaron a nadie. El 0-2 de ayer al West Ham les debe saber a gloria. El Madrid siguió con tres salidas, Rayo-Elche-Girona. Resultado final: tres puntos. Excepto en Vallecas, donde no se movió el marcador, nunca estuvo por delante. Elche y Girona. Casi 200 minutos de juego si contamos los alargues. En Elche estuvo por debajo dos veces.
No, ya no se puede disimular. El Madrid juega mal, no avanza. Y a esto se juega bien o mal y no hay manera de verle en lo primero. Si jugara bien tendría seis puntos más, sin la menor duda. Un Madrid que jugara bien había vuelto ganador de esas tres salidas. De 1.000 veces, 999,9.
No hay misterio en esto. Estos rivales, y otros, tienen su mérito si se enfrentan al Madrid y puntúan. No les discutiré yo el premio a su esfuerzo, dedicación, ese imponer que se juegue mayormente a lo que les conviene. Pero sin la complicidad de este Madrid errático, impotente, perdido, sería imposible que se salieran con la suya. No juega bien en lo colectivo en ninguna zona del campo y, en lo individual, la mayoría está lejísimos de lo que puede ser. Jugadores, técnicos: mal.
No, ya no se puede disimular. No es esta una crisis de resultados, que lo es. Es sobre todo una crisis gorda de identidad, de fútbol
Y sí: los agarrones frente al Rayo y el derribo a Rodrygo anoche cuentan. Claro que cuentan. Pero eso también está en el programa. Pasó, pasa y pasará. Razón de más para saber que cada desplazamiento tiene muchas trampas y aplicarse en consecuencia.
Pues no. Nada. Al Madrid le falta poco para ser eso, nada, y es inevitable formularse una pregunta que no estaba en el guion: ¿esto tiene arreglo? El club insiste en que no habrá cambio de entrenador, claro. ¿A quién traemos? ¿A Zidane? ¿El viejo truco Zidane-Ancelotti-Ancelotti-Zidane? Barrunto que esta no es la gran duda del madridismo. Al menos la primera. Xabi no es un piernas en el banquillo. Pero sí es lícito preguntarse si esto va a mejorar y cómo. Esa es la duda.
No es de recibo que el equipo visite a un equipo en zona de descenso, con dos victorias en lo que va de Liga, y su gente se siente ante la tele temblando por la suerte que correrán él y su equipo. Con la seguridad de que cualquiera, y meto también al Olympiacos, se le va a hacer una bola… y ya veremos qué pasa.
No es para nada normal porque las cartas están boca arriba: ninguno de los últimos rivales pueden afrontar un partido con el Madrid y pensar que, si están atentos, si no se equivocan gravemente, tendrán muchísimas posibilidades de no perder el partido. Esa es su victoria. Que no estará muy lejos de plasmarla en el marcador, además. En los tres casos, eso, la victoria local, no estuvo lo que se dice muy lejos. Vivir para ver.
No, ya no se puede disimular. No es esta una crisis de resultados, que lo es. Es sobre todo una crisis gorda de identidad, de fútbol. Hoy entra diciembre. Por fin tienen razón los que llevan años y años gritando que el Madrid no juega nada. ¡Mientras mamaban copas de Europa, eh! Ahora tienen razón. El Madrid no juega. ¿Tiene arreglo? El camino está empinadísimo. Tanto que no se puede creer. No, ya no se puede disimular. Esto está que arde.
-Courtois: NOTABLE. Sacó su mano providencial en un par de ocasiones cruciales. A lo mejor hay que agradecerle el empate.
-Trent: APROBADO ALTO. En mejoría, dejando constancia del guante que tiene en la derecha. Le haría bien coincidir sobre el campo, algún rato, con un rematador nato.
-Fran García: APROBADO. No se le puede acusar de dejadez. Su problema es de falta de calidad. No para ser lateral izquierdo. Para ser lateral izquierdo del Real Madrid.
-Militao: SOBRESALIENTE. El mejor del partido. Más que un defensa.
-Rüdiger. NOTABLE. The madman across the water is back.
-Tchouaméni: APROBADO. Partido muy ramplón.
-Güler: SUSPENSO. Extremadamente difuminado. Sustituido al descanso.
-Valverde: APROBADO. Debe dar mucho más, siendo como es uno de los líderes del equipo.
-Bellingham: APROBADO. Buenos minutos al comienzo y al final. En medio, largos ratos de vana porfía y pérdida de orientación.
-Vinícius: APROBADO. Creció en el segundo tiempo, pero el primero fue impresentable.
-Mbappé: NOTABLE. El más amenazante en ataque.
-Camavinga: APROBADO. Mejoró bastante las prestaciones de Güler.
-Rodrygo: APROBADO. Le hicieron un penalti.
-Gonzalo, Carreras: sin calificar.
-Xabi Alonso: SUSPENSO. El epítome del desastre es evidenciarse que a Trent le vendría muy bien un delantero centro para acabar sacando a Gonzalo… y quitando a Trent.
Arbitró Ricardo de Burgos Bengoetxea del comité vasco. En el VAR estuvo Pulido Santana.
Desafortunado por ser suaves. Que tampoco es casualidad cuando pita al Madrid.
Su fallo más grave fue un penalti a Rodrygo de Joel Roca a falta de diez minutos. Una jugada de árbitro de campo porque el VAR no entra en ese tipo de acciones. Al limbo. En la segunda parte hubo un cabezazo de Militao que pudo tocar en la mano de un jugador gironí, pero no hubo ni repeticiones.
El trencilla vasco también falló en un par de córners claros para los madridistas que dejó pasar y en el descuento de la segunda mitad, ya que los cuatro minutos señalados eran muy escasos. Además, el gol anulado a Mbappé al filo del descanso lo tuvo que ver Pulido Santana desde el VAR.
En cuanto a las amarillas ,solo hubo para los locales. Una a Gazzaniga por protestar en el 42', otra a Ounahi por agarrar a Tchouaméni en el 58' y la última a Vanat en el 73' por una patada a Bellingham.
Acertó en el penalti sobre Vini de Rincón, que pisa al brasileño.
Por último, se anuló un gol a Vinicius por fuera de juego claro en el 61'.
De Burgos Bengoetxea, MAL.
Tras una actuación nefasta, el Real Madrid volvió a dejarse dos puntos (y el liderato) ante un rival muy modesto. Si nos atenemos a lo visto hasta el momento, esta temporada puede ser la muerte a pellizcos.
El Madrid salía con un once bastante canónico, con la salvedad de Fran García en el lateral izquierdo y el retorno de la pareja de centrales teóricamente titular en los tiempos preHuijsen, o sea, Militao-Rüdiger (ambos serían los mejores del equipo). Las primeras sensaciones indicaban que, en la ya clásica dicotomía Jude por detrás-Güler más adelante o viceversa, que el turbo se situaba más adelantado y por la derecha.
Los primeros compases fueron prometedores, con un Bellingham muy implicado en el robo y la creación de juego y una interesante presión alta. También se veía a un Trent muy activo. Güler chutó fuera a pase de Mbappé. La actitud parecía la adecuada y el juego casi se circunscribía al campo local. Como muestra de la buena presión blanca, Mbappé lanzó fuera tras robar astutamente un balón cerca del área rival, donde veíamos al mismísimo Militao robando también. Los minutos confirmaban que Jude jugaba de centrocampista-centrocampista, Borussia-style. A los de Xabi, con todo, les faltaba profundidad y amenaza.
A los 21 minutos, un gran balón largo de Militao se tradujo en una jugada espectacular por la derecha. El gran centro de Trent no encontró rematador, lo que vuelve a sugerir cuánto más podría el Madrid aprovechar a este jugador con un nueve nato. A todo esto, el público local la tomaba con Vini en virtud de quién sabe qué antiguas e irrestañables afrentas.
Curiosamente, las jugadas más peligrosas, sin embargo, cayeron del lado local, con disparos inquietantes de Tsygankov y Ounahi que hacían presagiar la entrada en modo pájara de los visitantes. No fue del todo así y el Madrid recuperó la posesión, si bien en la misma tónica general de no crear apenas peligro, como con frecuencia les pasa ante los bloques bajos. El Girona competía bien, y los de Xabi solo amenazaban a través de pases largos de Trent.
En el minuto 37, un gran centro de Mbappé lo remató de cabeza Militao, forzando el paradón de Gazzaniga. Fue el preámbulo del gol blanco… anulado por mano de Kylian. “Coitus interruptus”, soltó Falstaff en el chat de La Galerna. Honestamente, acertó el VAR.
Al Madrid estas cosas le suelen descomponer, y así fue. Propende el Madrid a desconcentrarse, sobre todo en defensa, y Ounahi lo refrendó con un gran remate.
1-0, y con esta preocupación al descanso.
Xabi sentó a un Güler nefasto, en beneficio de Camavinga. No había sido el único jugador inoperante. Vinícius también había estado funesto. Los primeros minutos de la segunda mitad apuntaban al mismo darse de bruces contra la pared. Podíamos estar así un año y medio y no solo sin marcar, sino sin crear ocasiones reseñables también.
Militao se multiplicaba. Defensa y delantero. Remató un buen centro de Tchouaméni, pero lo paró Gazzaniga sin gran esfuerzo. Pudo haber mano del defensa que le obstaculizaba. La tragedia se mascó en un contragolpe de los locales que obligó a Courtois a hacer la parada de la noche. Truculento comienzo de la segunda mitad, en línea con el final de la primera. Mbappé estaba voluntarioso, pero al final la cosa se fiaba a las incursiones y los centros de Fran García, también voluntarioso, pero en su caso solo voluntarioso. Si el plan eran esos centros laterales, al menos podríamos jugar con Gonzalo. Con Endrick. Con Santillana. Con quien fuera. El Madrid se puso a apretar, pero Gazzaniga decidió tirarse al suelo a interrumpir ese estado de cosas. Y lo consiguió, claro.
En el minuto 64, una incursión de Vini (lo único que había hecho hasta el momento) forzó el penalti de Rincón. Mbappé convirtió.
1-1.
El Madrid se pudo a presionar en serio. Militao robaba el balón por todos. De Burgos Bengoetxea se oponía a los brotes verdes, señalando una falta inexistente (y tarjeta) de Camavinga que por poco se traduce en el 2-1 por el inexistente marcaje defensivo de los de Xabi, que metió a Rodrygo en lugar de Tchouaméni, reconstruyendo el equipo. Mbappé pecó de exceso de generosidad tras un gran pase de Bellingham. Quiso, precisamente, dejar el gol a Rodrygo, que le acompañaba.
Camavinga había mejorado las prestaciones de Güler, aunque fuera por presencia, y el equipo amagaba con carburar, sin conseguirlo del todo. Un contragolpe magistral, tejido por Mbappé y Vini, acabó con un tiro del brasileño rozando la escuadra. Antes, pudo haber penalti a Rodrygo.
El Madrid encerraba atrás a los catalanes. Quedaban diez minutos. Presionaban al máximo los de Xabi. De Burgos tomaba decisiones bochornosas, como una falta de Bellingham por un presunto manotazo del inglés. Al borde del descuento, entraron Gonzalo y Carreras, por Fran… y Trent, el único que puede meter centros a Gonzalo. Este cronista golpeó la mesa al mejor estilo RAC1. Pero ni comparación con la que pegó cuando Mbappé echó la última fuera.
Getty Images
Hoy quiero abordar si esta plantilla, en líneas generales, es la adecuada para el Real Madrid. Ya particularizaré en las líneas del equipo, el juego defensivo y el de ataque del conjunto otro día.
Para entender la magnitud del problema que tenemos actualmente en cuanto a juego, debemos primero entender algo muy importante: venimos de la mejor época de nuestra historia, del mejor equipo de todos los tiempos, por encima del propio Madrid de Di Stefano. Deja que el antimadridismo siga hablando del Dream Team, del Barça de Pep, de Messi y mil tonterías más: en 1o años el Madrid ganó 6 Champions. Los títulos a nivel nacional no acompañaron como debían y todos sabemos el motivo: el Barça se compró al estamento arbitral, la mayor estafa que hemos vivido en el mundo del fútbol.
Digamos, pues, que estamos acostumbrados a caviar iraní y este se ha acabado. Hemos tenido en nuestras filas a jugadores que son inigualables en este periodo: Ramos, Carvajal, Pepe, Xabi Alonso, Marcelo, Kroos, Modric, Casemiro, Cristiano Ronaldo, Karim Benzema, Bale, Courtois… Jugadores que han ido marchándose paulatinamente, aunque hasta la última Champions ganada hemos tenido a tope a Kroos, Modric y Carvajal. Sólo nos queda Dani, con bastantes años y después de una lesión grave, así como Thibaut.
Con estos futbolistas, te podías permitir el lujo hasta de no tener que hacer excesivo hincapié en el físico: una genialidad de uno de ellos, en combinación con una genialidad de otro, se resolvía con gol. La prueba más evidente fue la decimocuarta Champions, jugando contra los mejores equipos y remontando siempre al límite.
Muchas de nuestras actuales estrellas nacieron entre ellos y, de hecho, muchas de esas remontadas se hicieron con los jerarcas en el banquillo (el día del City en el Bernabéu) y los jóvenes en el césped. ¿Qué ha pasado? Tenemos grandes jugadores, de los mejores del mundo en muchos puestos, pero, al no disponer de esos jerarcas de antaño, los partidos no se vencen sin luchar desde el primer al último jugador, sin dejarse la piel en el césped.
Güler debe ser enganche con los de arriba, y Jude con los de abajo. Teniendo el plantel que tenemos, no queda más remedio que el inglés asuma ese rol, tal y como hacía en el Borussia
Está claro que tenemos un problema en el centro del campo, porque el equipo no está jugando: ni sacamos limpiamente el balón desde atrás ni lo movemos como corresponde en ataque. El principal problema llegó cuando se incorporó Jude Bellingham esta temporada, no ha habido forma de ubicarlo. ¿Por qué? Porque, desde que probó el veneno del gol en la primera temporada, él quiere jugar de media punta, cerca del área para poder anotar.
Bajo mi punto de vista, Güler debe ser enganche con los de arriba, y Jude con los de abajo. Teniendo el plantel que tenemos, no queda más remedio que el inglés asuma ese rol, tal y como hacía en el Borussia. Xabi no ha conseguido cuadrar esto y el resultado es que empezamos con cierta disciplina, pero sin juego atractivo, y ahora no hay ni disciplina ni juego.
Cuando Xabi tuvo el primer contacto con el Real Madrid, dijo que quería a Zubimendi porque, según él, veía un jugador que le recordaba a él mismo. Le dijeron que el club había apostado por Tchouaméni y Camavinga, y no iba a cambiar de parecer. Xabi lo aceptó.
Yo pensaba que Zubimendi en la Real podía ser muy bueno, pero en el Madrid es otro cantar. Después de ver en lo que va de temporada su rendimiento en el Arsenal y en la selección, creo que en el Real Madrid nos vendría de perlas y que yo me equivoqué, aunque creo que el Real Madrid hizo lo que debía también.
Otro que nos vendría bien, visto lo que está haciendo en el Como italiano, es Nico Paz. Tendríamos que vender jugadores para ello, algunos que nos parecen indispensables, y sería doloroso, pero no queda más remedio.
Ejemplo práctico: un mediocampo con Zubimendi, Nico Paz y Jude Bellingham, o de cuatro, metiendo a Güler también, sería potente. Hay equipos que juegan sin medio defensivo, como el Bayern o el PSG, y no es necesario. Si no fuese Zubimendi, podría ser Vitinha, Stiller, o perfiles de ese estilo. ¿Qué hacemos con Tchouaméni? De central o libre, siendo una gran baza para subir cuando sea necesario. ¿Y Valverde? Lateral derecho con Trent y a ganarse el puesto. ¿Y Camavinga? A sacar dinero por él, y conste que es un jugador que me encanta, pero no puedes tenerlo todo, el francés no termina de centrarse y causa baja en numerosos encuentros.
Opino que no tenemos la plantilla necesaria para lo que deseamos, pero podemos llegar a tenerla, necesitamos tiempo. Aun así, es necesario fichar ya veteranía para la medular, no esperar. En el mercado de invierno, si fuera necesario. Parece que quieren traer a Nico Paz, pero hay muchas habladurías en torno al Real Madrid.
*Mario Cortegana ha escrito un artículo en The Athletic —que pertenece al grupo The New York Times y exige que todas sus noticias tengan siempre tres fuentes diferentes de información para publicarse— que Vinícius Jr habló con Florentino a finales de octubre y le hizo ver que si Xabi Alonso continuaba con la situación tensa que mantiene con él no renovaría y buscaría otro equipo. Me parece fiable la información, y Ramón Álvarez de Mon ha confirmado que lleva desde agosto con noticias del vestuario que no le gustan y no ha dicho para no desestabilizar.*
Aunque me falta contexto sobre todo lo hablado entre Florentino y Vini, expresaré mi opinión de forma inequívoca: ningún jugador está por encima del Real Madrid, el club siempre debe prevalecer. Está claro que el brasileño es un grandísimo jugador, que es uno de los activos más importantes del club (lo volvió a refrendar ante el Olympiacos), y que Xabi puede ser efímero. Pero no se trata de cómo pueda ser de bueno uno o de efímero el otro: se trata de disciplina, de respeto, de nuestra historia.
Si a mí un futbolista me diese un ultimátum como el que afirma Cortegana, lo vendería, sin importar quién fuese. Y lo pondría de ejemplo a quienes pusiese pegas porque el entrenador les pone muchos vídeos o no les gustan sus normas. Sobre todo después de una temporada en la que no mostraron el debido respeto a Carlo Ancelotti, que no fue capaz de dominar la situación.
He visto en un vídeo de Kollins imágenes del partido en Vallecas en las que se ve hasta en seis jugadas distintas a Mbappé yéndose solo hacia puerta, un metro por detrás de la defensa con vía libre y pases muy fáciles de quien lleva el balón, que no le da ni un solo pase en dichas jugadas. Siempre es el mismo: Jude Bellingham. A mi Jude me apasiona, es un Di Stefano moderno, descomunal, pero el hecho es que en la foto sale él las seis veces y es preocupante. Su ambición desmedida por el gol está perjudicando al colectivo, y nadie discute que es buenísimo y se deja la piel. Pero está fallando al equipo. Las fotos no mienten, por más que me duela.
Hay una contra del Elche en la que el árbitro adelanta a Valverde en mediocampo. Es la jugada del segundo gol ilicitano. Es difícil decir nada en contra del pajarito, pero me ha decepcionado varias veces este año, y parece que es otro de los “rebeldes”.
Obviamente, si hubiera una rebelión de muchos futbolistas, sería inviable desprenderse de todos, si la revolución fuese pequeña, el club debería actuar. Es difícil poder vender a nadie en el mercado de invierno, pero puede intentar Florentino hablar con el City, con quien mantiene buenas relaciones, y decirles: Haaland está como loco por jugar en el Madrid y Vinícius Jr quiere irse, ¿qué tal un cambio de cromos? Difícil en invierno, posible en verano. Y golpe en la mesa al resto.
Pero, sobre todo, debe bajar al vestuario y hablar y apoyar incondicionalmente al entrenador. Y sé que es muy difícil manejar estas situaciones, porque quieres solucionar las cosas, y a veces lo correcto no te lleva donde quieres, pero hay que actuar. De hecho, parece que se hizo en Grecia, que Florentino se expresó en estos o parecidos términos. Si es así, es muy buena noticia.
Y si Jude y Valverde realmente están siendo problemáticos y aún no han ido al presidente, les doy la opción de redimirse con el ejemplo y ver si aprenden. Pero a Vinícius no lo perdonaría por su osadía. Por cierto, para los que duden: he defendido a Vini contra viento y marea hasta hoy mismo, es uno de mis jugadores favoritos, pero soy del Real Madrid: ni de Vinícius, ni de Mbappé, ni de Bellingham, ni de Modric, del Real Madrid. Y si el siete hubiera dicho lo que se rumorea, sobra en el Real Madrid y puede servir de ejemplo. Además, el Real Madrid le ofreció en verano 20 millones limpios, y sus representantes pidieron 30. ¿Se merece eso viendo su juego (incluso después de su gran partido en el Pireo)?
De Mbappé diré solo que es un jugador descomunal y me río de los que dicen que es el problema.
Conclusión: el Real Madrid no tiene la plantilla necesaria ahora mismo y hay que hacer ajustes dolorosos. Hay que enseñarles que la entidad es muy grande y que las reglas las pone el club, no ellos.
Podemos ganar LaLiga, si el CTA lo permite, y arreglar lo que tenemos dentro de casa. La Champions la veo complicada.
Getty Images
Dormir en la misma cama de la misma casa rural donde Escohotado pasó los últimos meses de su vida es casi una garantía de que no vas a soñar con él. El sueño siempre sortea lo excesivamente obvio.
Ya soñé con él otras veces, sin necesidad de acostarme en la cama donde él durmió. Soñé que Jorge me llamaba. Su voz portaba la emoción de una sorpresa dichosa pero inconcebible. Me instaba a ir a su casa. Yo obedecía y, al entrar por la puerta, me lo encontraba allí, sentado, fumando.
—Pues nada, que me dicen que estuve muerto. Yo no me acuerdo de nada.
La sorpresa se tornaba, por supuesto, en cólera justificada.
—Era una broma, ¿no? Pues como broma no tuvo ni puta gracia, Antonio.
—Que no. Créeme. De broma nada. Debí morirme de verdad, qué sé yo.
—Yo te vi muerto. Lo fingiste muy bien. ¿No te da vergüenza?
En el sueño, yo abandonaba la casa enojadísimo, con un portazo destemplado. Antonio quedaba detrás, visiblemente aturdido, con confusión que no podía ser impostada. Pero quién entendía aquello.
Aunque estoy escribiendo en la misma habitación donde le vi por última vez, aunque me preparo para acostarme en la misma cama de la misma habitación de la misma casa rural donde mi amigo pasó muchas de las últimas noches de su vida, qué cosa más poco escohotadiana sería sucumbir a la tentación de escribir esto dirigiéndome a él, en segunda persona. Antonio me regañaría por ese exabrupto de grosera emotividad. Consciente como era de que el éxito de la legítima emoción en el receptor reside en la contención por parte del emisor, puedo escucharle reclamándome pudor. “Sin mariconadas, Bengo”, me parece oírle. El escenario es abrumador, pero cómo no tratar de estar a la altura con el hombre que convirtió una elegía en una enumeración casi aséptica (y por eso doliente con decoro) de la vida de su propio hijo fallecido https://laemboscadura.com/homenaje-a-roman-escohotado-un-hombre-de-paz-con-punos-de-hierro/
Bien, pero necesito tiempo. Me ducho, reservo una mesa en un restaurante desconocido, pido un Uber, huyo. Pido un vino, pido un entrecot, pido fuerzas. Este párrafo podría ser un simple artificio literario y yo seguir en Can Partit. Pero el artificio podría ser Can Partit mismo, o sea, podría ser una ficción lo de la noche en la habitación donde vi por última vez a mi amigo, en la habitación donde él se vio a sí mismo las penúltimas noches. Bastará si declaro que Colmenero me ha ordenado que me encierre allí y abra las escotillas. De acuerdo, pero primero el entrecot, el vino, escribir estas mismas palabras en las notas del móvil, armarme no de valor, sino de palabras. Y también de valor, qué carajo. También de valor.
El corazón extraña más una mente que otro corazón. Eso es lo que hasta el momento aprendí de la muerte. Es una enseñanza gélida, pasmosa y profundamente inútil, pero es la mía. Perder en tu entorno una mente privilegiada es más oneroso que perder amor. Lo pienso mientras espero al entrecot y me pregunto si este recuento en tiempo real será un exorcismo, una catarsis o solo un disculpable ejercicio literario.
Hay curvas en el camino de vuelta. Patricia, Álex y el resto de amigos lo amenizan a través del grupo de WhatsApp con fotos de la comida, del cementerio. Nos hemos reunido en Ibiza con ocasión de los cuatro años del adiós de Clint (yo le llamaba Clint). Pero cómo que cuatro años. ¿Cuatro años de preguntarme cada día qué diría hoy Clint sobre esto o lo otro? Si, como decía Borges, somos los que se fueron, entonces gestionar una visita al cementerio no es mucho más excepcional que entrar en casa un martes por la tarde.
¿Será incluso la misma colcha de entonces? Antes, un viento perverso zarandea mi marcha por el jardín de Can Partit. Pero ahora ya sí. Ahora ya estamos a solas la pared rústica, el escritorio monacal, la cama doble y yo. Y la colcha. Fuera, el huracán arrecia, casi para añadir otro jocoso elemento de película de terror a la noche de espiritismos. Ya estaba escuálido y frágil cuando se sentó en esta misma silla para que lo entrevistara. Fue la última entrevista que dio, o la última cara a cara, tras la que sería la última fiesta de cumpleaños, aquí, en Can Partit. Se sentó en esta misma silla y yo me senté enfrente, en esta otra, mientras Raúl grababa.
Hablamos de fútbol, o sea, de lo que hablábamos siempre. El amor al juego. Sus primeras patadas al balón en Copacabana. Su padre llevándolo al estadio para ver a Rial y Gento tejer esa combinación inverosímil. Me llevé parte del lado más ligero del hombre más profundo, o acaso es solo que nada de lo ligero es ajeno a lo profundo. (No sé si viceversa también, no está aquí Clint para aclararlo, aunque casi está al ser lo único que falta en la escena: el alféizar ciego junto al lecho, el cabecero pálido, idéntico juego de almohadas engalanando el catre. Parte de lo que falta para completar la escena de entonces está en un nicho a pocos metros, lo que acrecienta la ironía de que sigamos sin completar el cuadro de entonces, la entrevista, el cigarrillo orgulloso, la coquetería de abrocharse los botones de la camisa. “Empezamos”, dice la voz en off de Raúl).
Es el mismo lugar, pero ¿qué significa eso? Las psicofonías no existen, aunque todo invite a dejar el móvil grabando el silencio la noche entera para descubrir si realmente es silencio, si no habrá una brecha en la cordura y de pronto, en medio de la grabación, para susto mayúsculo, se escuche la garganta mundstockiana de Antonio improvisando otra vez en otra canción de Calamaro, o mejor: improvisando otra cosa en la misma canción. O volviendo a decir que Ronaldo Nazário le recuerda a sí mismo por su resistencia al dolor, las rótulas malheridas, el párkinson rampante. O solazándose de nuevo en el recuerdo de la visita de Florentino y JAS. O pidiendo otra birra, o riendo animado ante la perspectiva de los próximos polvos de la madre Clementina. “Esta risa de viejo que se me ha quedado”. Las piernas tiesas, la macilenta piel de las pantorrillas, la cabeza agrandada coronando el cuerpecín. Fue aquí mismo pero, como ya no es, nunca fue. Seguro que en desmentir esta última frase, o en matizarla, o en embellecerla, habría dedicado sus mejores esfuerzos, es decir, los que dedicaba a cada frase, a cada pensamiento, a “exprimir el limón”.
Sucediera o no sucediera, sucedió o no sucedió aquí mismo, en el propio habitáculo recio y espartano que contiene mi lento paso de las horas. La noche va transcurriendo y no hay pesar. El viento aúlla ahí fuera. Solo tengo encendida la luz de un foco adherido a la pared, sobre el cabecero de la cama. La alternativa es una fría luz de techo despiadado. Caigo ahora en la cuenta de que la relación de ratos que pasamos juntos en esos cinco años principia y se acaba con sendas entrevistas, la primera a finales de 2017, la última (la última mía y de cualquier otro) en el último verano de Antonio, que por fuerza ha de ser el último de la Ibiza que Antonio conoció. Entonces él durmió donde yo duermo hoy, y yo lo hice en algún otro cuarto del piso de arriba.
Después de la entrevista, me preparé para mi viaje de vuelta a Madrid y bajé a despedirme. Puede que yo supiera que podía tratarse de una despedida literal. Lo sospechaba, desde luego. Seguro que él también. Abrazarlo fue como abrazar a un jilguero. Estaba tumbado en esta misma cama sobre la que yo me acostaré ahora, como un bello esqueleto con el esternón apenas cubierto de papiro y dignidad. (Epi y dermis. ¿Cuál de las dos cosas dijo conservar en esa coraza fina, seca y tensa?) Tenía un portátil encima del regazo. El cerebro más acreditado de España, el pensador más prestigioso que ha dado esta tierra en un largo periodo de su historia, estaba viendo en Netflix un producto de escapismo y ciencia ficción. No me opongo a que fuera otro momento de suprema ligereza del filósofo en mis manos, al revés. Solo me opongo a que fuera el último. Me río al pensarlo, frente al silencio de la misma pared: la penúltima o antepenúltima frase que me dijo frente a frente (hablaríamos más veces por teléfono) pudo muy bien haber sido “A este ahora lo mandan al futuro con el rayo ese” o algo así. Me río en voz alta, o tal vez este sea otro artificio literario y me quede callado.
Casi podría replicar mis últimos movimientos en la habitación aquella tarde. Podría abrazar ahora mismo a nadie sobre la cama. Rodearla con el ordenador colgando del hombro. Llegar al umbral de la puerta, coger el asidero de la pequeña maleta con ruedas y ensayar un último gesto de adiós bajo el marco, ya con medio cuerpo casi fuera. Y volver a dudar si decir adiós o hasta pronto o qué coño.
En lugar de eso, me estiro sobre la silla ascética y me planteo cerrar el ordenador. Más allá de la puerta el viento gime. Bécquer y el maldito monte de las ánimas. Nunca le pregunté por Bécquer. Nunca le preguntaré por Bécquer. Ha llegado el momento de acostarse. Sí, fue aquí. ¿Y qué?
Cierro el ordenador. Quito la colcha. La luz desapacible emite tolerancia cero hacia la vida. Solo resta ponerme en manos del sueño, pero antes adoptaré el dulce desquite de la segunda persona y la coma vocativa. ¿Cómo que desquite por qué? Por morirte, cabrón. Por morirte.
Me meto bajo la colcha y apago la luz. Se escucha el viento ahí fuera. Buenas noches, Clint. Hasta mañana.
(Primera entrevista a Escohotado: Antonio Escohotado: "La Final de Cardiff fue el mejor partido de la historia" - La Galerna
(Última entrevista a Escohotado: Cuando Jesús Bengoechea realizó sin saberlo la última entrevista a Antonio Escohotado