Fue la reina Isabel II de Inglaterra la que puso de moda el latinajo annus horribilis para describir un año nefasto. Que, para los romanos, significaba el día en que nada era propicio y en el que, por lo tanto, era mejor quedarse en casa, tranquilitos. En el fútbol de hoy, por desgracia, es imposible quedarse quietecitos y sin hacer nada. El año 2025 ha sido, para el Madrid, realmente terrible. Tanto, que estaría bien aplicarle la damnatio memoriae de la antigua Roma, que no era sino un precedente de la moderna cultura de la cancelación. Pero eso no es posible y, además, tampoco parece recomendable, a la vista de que el hombre sólo aprende a fuerza de caerse.
La cara de Xabi Alonso en los últimos partidos de este año que, por fin, termina era la de un hombre que sufre. Ya se sabe cuán cierto es aquello de cuidado con lo que deseas, pero es durillo comprobarlo. En el entrenador del Real Madrid ya no queda nada del tipo apuesto y bronceado que se hizo cargo del equipo en junio. Y ni hablar del modelo aquel de Emidio Tucci al que le quedaban los trajes mejor que a Don Draper.
Vivir con una espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza de uno debe ser algo insoportable. A mí, personalmente, me pasa que a medida que cumplo años tiendo a simpatizar más con los entrenadores y menos con los futbolistas. Por mucho que Alonso haya tomado decisiones erróneas a lo largo de estos meses, nadie se merece un via crucis semejante. Sobre todo, teniendo en cuenta que la dirigencia del Madrid parece instalada en un universo paralelo como el que habitaban allá por octubre de 2018, cuando a juicio de la Junta Directiva había «una gran desproporción entre la calidad de la plantilla del Real Madrid, que cuenta con 8 jugadores nominados al próximo Balón de Oro, algo sin precedentes en la historia del club, y los resultados obtenidos hasta la fecha».
Desde luego que 2025 ha sido un año de grandes desproporciones. El Madrid lo empezó con Mbappé metiendo un golazo en una final, la de la Supercopa de España, en la que fue vapuleado por el Barcelona de Flick, Pedri y Lamine. No fue la única: la derrota en La Cartuja, en abril, fue peor todavía. Allí no hubo paliza sino agonía en la prórroga y sin embargo la debacle moral consistió en que la final de Copa se jugase, con la participación voluntaria del Madrid en un aquelarre humillante anunciado en la previa por los responsables del mafioso Comité Técnico Arbitral.
El año 2025 ha sido, para el Madrid, realmente terrible. Tanto, que estaría bien aplicarle la damnatio memoriae de la antigua Roma, que no era sino un precedente de la moderna cultura de la cancelación
Un año malo lo tiene cualquiera. Lo peor es el fondo de enajenación que se percibe en la actividad general del club, como si lo que pasara en el campo o los propios madridistas fueran lo que menos importara. Hay señales de decadencia: los problemas del estadio, pivote del futuro económico del Madrid, que anunciaba un futuro fulgurante que, de momento, depara una Real Mavidad con decoración diseñada en una IA mientras Bad Bunny llena varias veces seguidas el Metropolitano; que sea más fácil sacar una entrada para ver la Super Bowl que un Madrid-Betis o la desconcertante política deportiva: fosilizada en el scouting en Sudamérica mientras, más baratos, otros pájaros como Zubimendi o Cherki vuelan del nido español o europeo para reforzar a rivales directos, por no hablar de la deliberada ignorancia del problema del metrónomo; la disneylandización del aforo en los partidos, cada vez más global y verbigracia, aséptico… En 2026 se supone que sabremos en qué consiste el tránsito de club asambleario a empresa, pero como parece que al Madrid lo gobierna un opaco Diwan y el califa sólo se expresa en términos de historiografía, tan sólo podemos elucubrar con un futuro en donde algo parece seguro: si el socio importa cada vez menos, el aficionado raso español es la última mierda que cagó Pilatos.
De todo ello, el careto de Xabi Alonso en el banquillo de Talavera es un símbolo, la demostración quizá de que es verdad que una imagen vale más que mil palabras.
Veo las fotos que suben a Instagram los integrantes de la primera plantilla y pienso que no sólo es la directiva del Madrid la que vive en otro planeta. Unos, posando en Dubai como si acabaran de ganar el triplete. Otros, dándose paseos con tigres de la cadena, al estilo Mike Tyson o como si fueran Jesulín con Currupipi… Luego recuerdo que, es verdad, el Madrid es el Madrid. Pero ¿qué significará eso en algunos años?
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Acertada perspectiva, Antonio. La pregunta es pertinente: se está desnaturalizando el Real Madrid o es el producto de los tiempos disparatados que vivimos?
Lo de las luces del Bernabéu es para montar un artículo aparte. Hay algo en imagen externa del club que huele a rancio. Desde el diseño de las camisetas, hasta las campañas publicitarias, pasando por la iluminación del estadio. Da la sensación de que nos estamos quedando anticuados en ciertos aspectos.
Tú que vas al estadio y ves el palco sabes muy bien que en un lustro igual ya no queda nadie en esos asientos.
El club es el vivo reflejo de un presidente degradado y venido a menos ya. Sin vigor pero eso sí, traídor
No se deberían olvidar las ominosas derrotas contra ese club. Deberían estar escociendo aún y deberíamos estar tramando venganza... No solo no ha sido así, si no que parece que no habrá consecuencias entre los protagonistas de tan triste página: Carletto se fue porque tocaba cambio, pero sucede que los jugadores no entendieron el alcance de estos episodios: se les ha permitido ponerse por encima del entrenador y del club. Por desgracia, no habrá movimientos ágiles y meritocraticos en la plantilla. Y lo peor, parece que el modelo de "activos jóvenes de talento y valor"+"veteranos que salen gratis al acabar su contrato", está totalmente agotado; no es competitivo.
Para ganar unos pocos partidos te vale la calidad y la inspiración individual, pero para ganar torneos necesitas pizarra además del talento de los jugadores. A día de hoy el entrenador ha logrado algo de lo que se supone que le iba a dar al equipo que no pudo darle Ancelotti?
Tengo curiosidad por ver si con Anas Laghari vemos un Real más cerca del siglo XXI que el Real actual.