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Las gafas de Florentino

Las gafas de Florentino

Escrito por: Jesús Bengoechea29 marzo, 2022
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Tengo una relación de amor-odio con las gafas de realidad virtual que los Reyes Magos trajeron a mi hijo mayor. Hay un juego que te sumerge en un Parque Jurásico (o Jurídico, como diría el enorme Pepe Begines) de un realismo que ríete tú del de Spielberg. Como la cosa es en 360 grados, mientras de frente te viene un tiranosaurio rex con aviesas intenciones no puedes descartar que el triceratops que creías haber dejado atrás en realidad te esté siguiendo y tengas su aliento en el cogote, aunque un pavor nada exagerado te impide darte la vuelta para comprobarlo. Con frecuencia, la cosa acaba con un grito afeminado brotando de mi garganta, las gafas volando por los aires y mis hijos descojonados, rodando por el suelo ante su muy boomer padre.

Desde que se inventó la miopía, la humanidad ha fantaseado con la idea de unas gafas que nos permitan ver cosas inexistentes, preferentemente más lisonjeras que las del llamado mundo real. La Orquesta Mondragón plasmó estas fantasías en su clásico Mis Gafas, sospecho (aunque no lo tengo claro) que con letra de Luis Alberto de Cuenca. “Me las puse y sentí que viajaba / Que las chicas eran todas mis esclavas / Me las puse y el dinero me sobraba / Y el tiempo de mi vida no pasaba”. Hoy sería imposible albergar la ensoñación de tener esclavas sin pasar por el peaje de esas cancelaciones que no distinguen entre literatura y sucesos, ni siquiera gafas virtuales mediante, quizá porque la corrección política lleva per se, pegadas con esparadrapo a los orejas, unas gafas de espejos grotescos con las que no caben la excepción benigna de la poesía ni la de la música. Pero ese es otro tema del que no hemos venido a hablar aquí hoy.

Se ha publicado que en un futuro no lejano será posible asistir al Bernabéu de manera virtual, con unas gafas que poco más o menos serán como las de mi hijo. Estás en Praga o en la Isla de Pascua, pagas al Madrid lo que haya que pagar y compras una entrada virtual que te permite “asistir” (las comillas son relativas si atendemos a la verosimilitud de la experiencia) al próximo partido. El partido que ves es el partido de verdad, tal cual esté transcurriendo en directo, y el señor que ves al lado cuando miras a un lado es el mismo abonado que lleva veintitrés años encontrando a su izquierda el ocupante habitual de la localidad que has adquirido. Si tienes buen tino, puedes ver el partido junto al pipero con bigote que aplaudió a Ronaldinho. Las cervezas sí creo que las tienes que tener en tu nevera, en la de verdad. Mejor, porque en el estadio también de verdad (pero ¿qué es la verdad?) solo se venden sin alcohol.

en un futuro no lejano será posible asistir al Bernabéu de manera virtual, con unas gafas que poco más o menos serán como las de mi hijo. Estás en Praga o en la Isla de Pascua, pagas al Madrid lo que haya que pagar y compras una entrada virtual.

Si su consumo llena tu vejiga y debes hacer por desalojarla puedes miccionar en los baños del Bernabéu, siendo la micción real y el retrete virtual. Esta divergencia presenta sus contraindicaciones. En tu metaverso, puedes caminar desde tu localidad de asiento a los cuartos de baño, pero no va a ser fácil: si te encuentras físicamente en casa, sucederá casi seguro que tus paredes reales se interpondrán en tu camino virtual al retrete, dejándote varado en lo que fuera de las gafas es un tabique pero dentro es un pasillo expedito. “Puede seguir andando, señor, tiene el camino libre”, te indicará tal vez un acomodador de dentro de las gafas, extrañado ante tu atoramiento mientras a tientas tratas de salir de la despensa.

Lo mejor, por tanto, es no ir al urinario. Alternativamente, si aquel que la posea no espera magnanimidad prostática, y conociéndose sabe que en algún momento del encuentro -o en su descanso- tendrá que acudir al mingitorio, lo recomendable será no ponerse las gafas en casa sino en un extenso prado o esplanada, garantizando así que los muros interiores del hogar no sirvan de cortapisa (o cortapís) en la búsqueda del aseo. Habrá, eso sí, de extraerse el nardo en medio del campo y relajar esfínteres mientras dentro de las gafas el orín fluye y desemboca en el interior de un váter de diseño con hilo musical. No se me escapa que las mujeres también van al fútbol y, aunque carezcan de próstata (al menos en el llamado mundo real), no son ajenas a este tipo de urgencias. Deben estar preparadas para ponerse en cuclillas en medio de un páramo mientras dentro, en el universo lisérgico de gafas adentro, hay aire acondicionado y suena el Claro de Luna de Debussy.

Sin que esto impida que la gente siga yendo al Bernabéu de verdad (pero ¿qué es la verdad?), porque seguirán yendo, todo será más bonito dentro de las gafas que fuera. Allá dentro, no habrá excusas para irse antes del final del partido por la sencilla razón de que no habrá coche que desaparcar en Alberto Alcocer ni atasco que evitar en el camino a Sanchinarro (nos atrevemos a aventurar, de hecho, que no existirá un Sanchinarro virtual). Es por ello que ejercer de pipero en el mundo de las gafas de Florentino se tornará mucho más ominoso aún. No habrá pretextos para pirarse en el minuto 78 con 1-1 en el marcador. Habrá que empeñarse mucho en ser pipero para poder ser pipero virtual. Estará uno mucho más expuesto al señalamiento público. “¿Qué? Se monta una gordísima en la A6, ¿no?”, te espetarán henchidos de sarcasmo todos aquellos a los que obligues a levantarse en tu salida del vomitorio 603.

Hace algún tiempo, en estas mismas páginas, mi amigo Fantantonio escribía con cierta amargura contra el nuevo rumbo general del fútbol y contra el metaverso futbolero que se nos viene, con las gafas de Florentino como máximo exponente. Yo a estas gafas, la verdad, no les encuentro más que ventajas. Puede uno, si es que siente esas nostalgias de incomodidad ochentera, hasta ver el partido de pie, cosa que ya no puede hacerse en los campos. Ya establecí que los abonados de siempre no dejarán de ir al fútbol y que los aficionados “tradicionales” continuarán acudiendo en masa al estadio de cemento. Las gafas son más bien una oportunidad para que puedan hacer lo más parecido a ir al estadio personas que, en condiciones normales, por mor de la distancia geográfica o lo que sea, no podrán pasar por esa gran experiencia. El madridismo, como fenómeno universal, trasciende el distrito de Chamartín, la ciudad de Madrid, España y Europa. Un madridista de Sri Lanka no es de entrada menos madridista que el socio número 103, que vive en Valdemoro, y dado que no es fácil que vea nunca a su Madrid en directo merece como el que más disfrutar de este sucedáneo, si es que tiene dinero para ello, porque esa es otra: imagino que las entradas virtuales para un espectáculo como este tendrán un precio aún más elevado que las entradas asociadas a un asiento físico. Otra ventaja es que puedes vender todas las que quieras, y que se pagarán abonos virtuales multimillonarios. Ya me relamo de pensar en la pasta que se va a dejar el emir de Catar -que es el mayor madridista del planeta pese a lo putísimas que nos lo ha hecho pasar con lo de Kylian- adquiriendo su “butaca” perpetua al ladito del Florentino 13.0

los abonados de siempre no dejarán de ir al fútbol, y los aficionados “tradicionales” continuarán acudiendo en masa al estadio de cemento. Las gafas son más bien una oportunidad para que puedan hacer lo más parecido a ir al estadio personas que, en condiciones normales, no podrán pasar por esa gran experiencia.

El Madrid debe estar a la vanguardia de todo, y esto es la vanguardia misma. Escudarse en argumentos paralizantes a este respecto es el equivalente ultramoderno a resistirse a construir el Bernabéu, poner publicidad en las camisetas u oponerse a la Superliga. Requiere además no pocas dosis de hipocresía, porque ya conocemos el giro: los que se oponen a la creatividad para generar vías de ingresos son luego los que más exigen la llegada de megacracks que no se pagan solos. A Mbappé y Haaland (quiera Dios) los disfrutaremos tanto los de dentro como los de fuera de las gafas, pero a largo plazo quizá los paguen primordialmente los primeros. No veo cómo comercializar esas gafas puede suponer menoscabo o perjuicio para el que prefiere el fútbol in situ, que podrá seguir optando por ello sin que el tener sabe Dios cúantos compañeros de grada virtual le afecte negativamente en lo más mínimo. Al estadio le pasa como a Sison, que somos todos, y ese todos es cada vez una cosa más global, más etérea, a menos que Putin decida tomar medidas ante las que el uso de las gafas no protege por dentro por el triste hecho (real y virtual) de no proteger por fuera.

Decía Woody Allen que la realidad deja mucho que desear, pero es el único sitio donde puede encontrarse un buen filete. Sin perjuicio de que el avance de la ingeniería deje obsoleta incluso la célebre cita del neoyorquino, está claro que la realidad ha dejado de ser el único sitio donde puedes ver, en riguroso directo, marcar goles a Mbappé.

 

 

 

 

 

 

Fundador y editor de La Galerna (@lagalerna_). Autor de Alada y Riente (Ed. Armaenia), La Forja de la Gloria (con Antonio Escohotado, Ed. Espasa) y Madridismo y Sintaxis (Ed. Roca). @jesusbengoechea

6 comentarios en: Las gafas de Florentino

  1. Pues si eso genera ingreso alabado sea la tecnología pero yo soy de verlo en directo en el estadio y sino puedo en la TV cuanto más grande mejor

  2. La tecnología avanza y los hábitos cambian . Es ley de vida. Todo lo que sea por y para seguir siendo el mejor club, bienvenido sea. Pero ojo con el “més que un club” y sus gafas ... que esta gente lo mismo pone en el mercado gafas que distorsionen la realidad , manipulen los partidos y adulteren la competición, por si no fuera suficiente con lo que disponen actualmente: politicastros, ”àrbitres”, VAR, medios de comunicación...
    Es muy difícil , por no decir imposible, hacerse viejo y no ser escéptico. Y el farça y todo lo que le sustenta es lo Mas parecido a Matrix que se puede encontrar .

  3. Jajaja!!! Como me he reído con este artículo de las gafas 3D y el pis. La verdad, nunca pensé Sr. Bengoechea, que usted utilizaría estos 2 elementos en la mitad de un artículo galernista. Nunca he utilizado gafas 3D, aunque me gusta mucho la tecnología ,en cambio, si tengo experiencia mingitoria gracias a mi próstata grande como 9 serbio. Es excelente su artículo porque nos muestra de un plumazo la realidad presente y lo que se vendrá para poder ver a nuestro equipo. He vivido intensamente la vibración del Santiago Bernabeú cuando vivía en Alicante y me hacía 400 kilometros hasta la Gran Madrid. Pero ahora que volví a mis pagos en Montevideo , sería extraordinario poder disfrutar virtualmente en vivo del virtuosismo futbolero blanco ( ¿vió ayer el golazo del Halcón Valverde contra Chile?) Espero que con el avance de la tecnología podamos con las gafas también tener audio especial y no tener que escuchar al antimadridismo latinoamericano (especialmente argentino) de Espn y otros.
    Gracias Sr. Bengoechea , siempre buenos aportes y ¡Hala Madrid por siempre! Saludos desde Uruguay.

  4. Pues de ser verdad, el aficionado podrá ver a su equipo sin tener que mediar las televisiones de turno. Y de paso puede comercializar su producto de forma directa con los aficionados.

  5. Buenas noches. Don Jesús, ¿podemos actualizar ya el Real Madrid universal al Real Madrid metaversal? Habrá que esperar un poco, un poquito. Si Dios quiere, un día asistiré de nuevo al Bernabéu, como en aquella Supercopa que ganamos al Zaragoza años ha, con el césped rutilante de estrella galácticas, pero la experiencia será muy, muy novedosa. Y le atrevo a avisar a mis alumnos de que la realidad virtual será altamente adictiva tras visionar "Ready Player One"... iluso.

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