El excelente y heterodoxo cineasta Eloy de la Iglesia nos regaló una dura obra titulada, precisamente, El Pico, donde crudamente nos enseñaba las tragedias diarias que se entrecruzan en nuestro derredor. En ella dos jóvenes desnortados (¿no lo fuimos todos?) encuentran en el pico una salida aparente a su hastío, una vía para rebelarse contra un poder político, familiar, moral, el que sea, pero el que sienten que les oprime.
Tengo para mí que el largo culebrón al que hemos asistido este verano, el del pico, es ni más ni menos que una cuestión de poder, y también de rebeldía. Verán, amigos, algunos hemos alcanzado ya nuestro pico. El del asco. Llevamos años viendo cómo el fútbol español, en otro tiempo uno de los mejores del globo, es reducido a patio de monipodio merced al ansia de Negreiras, federativos, entrenadores y periodistas del régimen que prefieren mirar para otro lado, el suyo.
Llevamos años viendo cómo el fútbol español, en otro tiempo uno de los mejores del globo, es reducido a patio de monipodio merced al ansia de Negreiras, federativos, entrenadores y periodistas del régimen que prefieren mirar para otro lado, el suyo
No obstante, hemos tenido una suerte bárbara, amics. Una mujer ha decidido decir basta. Parece, dicho así, peccata minuta, pero ya se sabe que cuando alguien dice basta se gana mucho, y este verano Jenni Hermoso ha publicado a los cuatro vientos lo que todo el mundo sabía: que el famoso pico no era muestra más que de abuso de poder. El abuso de poder del señorito que acaricia las nalgas de la sirvienta bajo pena de despido y oprobio, el del mafioso y su cabeza de caballo; en suma, el que lleva años dominando nuestro fútbol sin que nadie pareciera reparar en ello.
El famoso pico no era muestra más que de abuso de poder. El abuso de poder del señorito que acaricia las nalgas de la sirvienta bajo pena de despido y oprobio, el del mafioso y su cabeza de caballo; en suma, el que lleva años dominando nuestro fútbol sin que nadie pareciera reparar en ello
El poder de quien manipulaba arbitrajes y calendarios como un sátrapa persa y cometía toda suerte de desmanes, y que aún los comete, se ha visto puesto en jaque por una escena oprobiosa que ha dado la vuelta al mundo. Suprema ironía la del que se ve derrotado por aquella a quien desprecia —no lo duden, la desprecia y nos desprecia— y que ahora ha desatado una reacción en cadena que puede dejar al Calciopoli en tortas y pan pintado.
Sí, amigos, es cuestión de poder, pero no de gloria, arrastrarse como se han arrastrado algunos defendiendo las palabras y los actos de quienes se comportan día a día como aprendices de Alí Babá sin la magia; son ellos, no Jenni, ni nosotros, los de los maletines y los favores, los que arrastran su pico por la ciénaga en la que han mutado Liga, Federación y medios.
Getty Images.
Disiento en parte de tus palabras, Pedro, a mi me parece un personaje el tal Rubiales del todo prescindible debido a sus actuaciones y forma de ser, pero lo del piquito a la Jenny se las trae, a la jugadora que ese mismo día hacía bromas y en ningún momento se le vio enfadada por una acción desafortunada un momento así de celebración no puede en una sociedad que quiera ser normal juzgado como un acto de agresión sexual, a Jenny la convencieron desde su sindicato o desde ciertos poderes políticos (los mismos que rebajan condenas a violadores y pederastas) y ésta y sus compañeras para conseguir los cambios que querían decidieron dar un giro de 180° y seguir todo éste circo que previamente habían montado desde otros sitios.
Muy cierto.