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El dossier madridista

El dossier madridista

Escrito por: Salva Martín17 noviembre, 2025
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“Fuera de Twitter el Madrid va líder”. La frase, publicada por el usuario Roberto Izquierdo, radiografía de manera concisa y clara el modus vivendi del club y su entorno. Ancelotti, ganador de 15 títulos durante sus dos etapas en Chamartín (que se escribe pronto), lo resume así en una reciente entrevista en AS: “Un empate aquí es la antesala de la crisis”. A ambos les asiste la razón, el Madrid no concede treguas. Tampoco vamos a descubrir el insaciable volcán del Bernabéu a estas alturas, pero, más allá de sumar dos decepciones seguidas —Anfield y Vallecas—, convendremos en que no es recomendable mutar en avestruz y esperar a correr cuando todo escampe.

Se dice de la política que nada mina tanto la confianza en un líder o partido como la disidencia interna (aunque visto el actual percal, vaya usted a saber). El caso es que eso es justo de lo que habitualmente rodea al Madrid, club pródigo en vinagres atrincherados capaces de transformar un empate en un precipicio, una derrota en el apocalipsis y un gesto de un jugador en el desafío de Aníbal a los romanos.

Para algunos, el mal del equipo reside en la concepción de la plantilla y su falta de un jugador creativo que aporte luz y velocidad en los días clave; otros observan nada menos que un motín del vestuario contra un Xabi Alonso al que en noviembre ya dan por amortizado; y los que todavía no desayunamos napalm por las mañanas ampliamos la mirilla y percibimos varias grietas, ninguna insalvable: falta de acople al nuevo sistema, gestión de vestuario y lagunas en el centro del campo.

Hace cuatro años, Disney+ estrenó un documental sobre el período madridista comprendido entre los años 2000 y 2006, los años Galácticos, para entendernos (y así lo titularon). Son 90 minutos estructurados en tres episodios (La Familia, El Negocio y El Límite) en los que innumerables testimonios de parte dibujan la transformación del club mientras arribaban Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham a una plantilla en la que andaban tipos como Raúl, Casillas o Roberto Carlos. Los triunfos del primer trienio (dos Ligas, una Champions, dos Supercopas de España, una Supercopa de Europa y una Copa Intercontinental), pero también la caída del segundo, finiquitado con la implosión del proyecto y la salida del presidente.

Por aquellos tiempos, el Madrid recibía a los nuevos con algo así como un kit madridista, esto es, una serie de documentos y materiales que condensaban el alcance del club y su historia por si alguna estrella se despistaba con los focos y los ceros del contrato. Desconocemos si alguno llegó a abrir la carpeta, pero el gesto tiene su aquel.

los que todavía no desayunamos napalm por las mañanas ampliamos la mirilla y percibimos varias grietas, ninguna insalvable: falta de acople al nuevo sistema, gestión de vestuario y lagunas en el centro del campo

En la presentación del libro Una breve historia del Real Madrid en 10 goles, de Diego Barcala (imprescindible lectura, por cierto), acaecida hace unos días, se aireó algún episodio que debiera figurar en el dossier para espolear a los recién aterrizados —y no tanto— si algún día se recuperase la iniciativa. Entre ellos, rescato uno y añado dos.

En el primero, el interés se ha fijado históricamente en su protagonista final y decisivo, Ricardo Zamora, y no es para menos, pero se dio una circunstancia que Barcala apunta en su libro y fotografía de manera certera la forja del carácter madridista. Estamos en junio de 1936. A menos de un mes de que la tierra de España mutara en trinchera y fosa, Madrid y Barcelona se disputaron la última Copa de una República con saldo a favor para los blancos (dos Ligas y dos Copas en cinco años). El ambiente, embrutecido por la polarización y la agresividad política del momento (¿les suena?), no favoreció a los blancos en Mestalla: sólo 3.000 aficionados les respaldaron frente a los 10.000 llegados desde Barcelona. Pero la batalla del balón la ganó el Madrid, que se puso 2-0 por delante antes de que los azulgrana recortasen distancias. Y es ahí cuando, en mitad de la resistencia, se produjo la circunstancia clave del encuentro: Simón Lecue,  delantero vasco y autor del segundo gol, se retrasó al centro del campo tras la lesión de Souto, que pasó a delantero de relleno. Por entonces no existían los cambios, y ese sacrificio de jugar en una posición para la que no había nacido (esto sí que lo tienen reciente) propició que el Madrid llegara en disposición de que Zamora, con su parada final, se llevara la fama y el Madrid, el título.

El póster de Zamora

El segundo nos habla de la auctoritas del Madrid no reside en su hábito de ganar, sino en su resistencia a perder. Muchos desconocen que la primera Copa de Europa se le puso en chino a Di Stéfano y compañía. O más bien en francés, que era el idioma del Stade de Reims de Kopa, conjunto que empezó la final helando la sangre blanca con dos goles de ventaja. Así es, queridos, antes de que el miedo escénico se apoderara del manicomio con sede en el paseo de la Castellana, el Real Madrid ya había dado muestras de su gusto por las hazañas paranormales. Como decíamos, los franceses entraron por asalto al partido y en 10 minutos ya habían perforado la meta de Alonso en dos ocasiones. Pero entonces los madridistas se reajustaron, con Di Stéfano bajando junto a Muñoz, y la cosa pareció estabilizarse. Tanto que a la media hora, el hispano-argentino y Rial ya habían restablecido la situación: 2-2. Sin embargo, la vuelta de vestuarios, de nuevo se adelantan los franceses. Pero el Madrid, como decimos, no le pesa bailar sobre la cuerda y consigue anotar dos tantos más para gloria final: 4-3. Aquella fue la primera Copa de Europa de la cinco seguidas que coleccionaron los blancos y lo impulsaron al Olimpo, pero bien pudo haber sido la última de no remontar, pues la Liga 55/56 la ganó en Athletic. Así que poca broma.

Y el tercero no podía ser otro que el éxtasis del sentimiento blanco, el momento donde más cerca han estado jugador y aficionado de fusionarse jamás en un estadio de fútbol. No es difícil de adivinar: la reacción de Juanito en su cambio tras la hazaña del Borussia. Como recordarán —y si no, para eso estamos— dos semanas antes el Madrid se había traído un buen saco de parte del equipo entrenado por un futuro conocido, Jupp Heynckes. Nada menos que un 5-1 capaz de terminar con la ilusión y las esperanzas de cualquiera. Pero ahí estaba el cóctel de perpetua ambición que representaban los veteranos (el malagueño, Camacho y Santillana) y la inagotable fantasía que aportaban los chicos de la Quinta para convertir a los ogros alemanes en víctimas de la barbarie blanca. Así que cuando Juanito vio su dorsal en el cambio le salió lo que llevaban varios minutos protagonizando los suyos desde las gradas: unos saltos de alegría sincera, incontenible, madridista. Había nacido un icono.

En vísperas de la consecución de la Octava, le preguntaron a Vicente del Bosque en Don Balón si el futbolista nacía o se hacía, a lo que el salmantino respondió: “Nace… y se riega un poco”. Pues eso.

 

Getty Images

Salva Martín
Periodista. Autor de Historia de las míticas remontadas del Real Madrid (Almuzara) y La pelota sí se mancha (Última línea).

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