Aprovechando que del fútbol actual del Real Madrid no hay mucho más que añadir, lo evito y aprovecho para marcharme a otros derroteros distintos. Dicen que no hay éxito sin envidia ajena y, mire usted, al Real Madrid debemos suponer que todavía le quedarán cosas por conocer, pero de éxito sabe un rato. Quizá sea este el motivo de tener tantos perros ladradores a su alrededor. Perros que, curiosamente, llevando el símil a las calles de vuestro barrio, si os fijáis, siempre son los más pequeños, y sólo cerquita del dueño, los encargados de hacer ruido para molestar a los grandes, cuya reacción no es otra que quedarse mirando con una mezcla de lástima y superioridad, si es que los perros pudiesen sentir tales términos.
Yo creo que, si a todos los madridistas les preguntasen por nombres propios a relacionar con el titular del artículo, coincidiríamos la gran mayoría: Joan Laporta, presidente del club que pagó durante dos décadas 8,5 millones de euros al vicepresidente de los árbitros, José María Enríquez Negreira; Javier Tebas, el supuesto presidente de LaLiga, y digo supuesto porque solo preside para los que le dicen que sí a todo; y, en menor medida, porque no sale mucho de su burbuja, el señor Aleksander Ceferin, presidente de la UEFA, que por más intentos que ha hecho de amenazar al Real Madrid con dejarle fuera de la Champions League, no para de perder sentencia tras sentencia frente al club blanco en los juzgados.
Empecemos con el que sigue buscando “informes” debajo de la cama por si los encuentra. Vamos, quiero decir, haciendo que busca, porque difícilmente puede aparecer algo que nunca ha existido. Lógicamente, me estoy refiriendo al presidente del Fútbol Club Barcelona, Joan Laporta. Desde el momento en el que me senté con la idea de escribir este artículo, el ejercicio más difícil al que sabía que me iba a enfrentar era el de hacerlo sin ninguna palabra malsonante, al menos barriobajera, pese a lo que se merecería el político Joan. Sí tengo que reconocerle algo, y creo que todos deberíamos hacerlo: ha conseguido, entre sus fieles, erigirse como lo hace quien maneja una secta, y este poder de manipulación no es sencillo de alcanzar para cualquier mente.
Le han pillado en todos los estados posibles en su vida personal que, como la propia palabra indica, es eso, personal, por lo que no hablaremos de ella, pero que sí dice mucho del personaje. Fue la persona que duplicó los pagos a Negreira. Lo voy a repetir, por si acaso no ha quedado claro: fue la persona que duplicó los pagos a Negreira. Insisto, fue quien duplicó los pagos a Negreira, e insisto tanto porque, en su declaración frente a un juez, sentenció con firmeza que ni tan siquiera le conocía. Dejando de lado tal afirmación, que evidentemente con algún sentido le recomendaría su abogado decir, cabe destacar que, lejos de sentir un mínimo de decencia y vergüenza por todo este caso, no pierde la oportunidad de gritar ante el primer micrófono que se encuentra por la calle que el Real Madrid lleva toda su historia robando y siendo favorecido por los árbitros en España y, ojo, en Europa. Toma ya, con dos… narices.
Pero claro, como en toda trama delictiva (presunta, que me empapelan), aquí no se libra nadie. Tiene a un buen grupo de voceros en todos los medios y programas importantes de este país, que solo dan eco y tiempo a sus palabras, donde pintan al señor Laporta como si fuera Papá Noel: un grandullón simpático que les regala exclusivas falsas, pero que entre sonrisa y sonrisa esconde un nuevo presunto delito.
Para los anales de la historia quedará aquella comparecencia delante de sus socios en la que manifestaba que el Real Madrid fue el club del régimen franquista, con aquella impecable respuesta del club blanco en un vídeo que desmontó todo en apenas minutos y que nunca recibió más respuesta que el silencio.
— Real Madrid C.F. (@realmadrid) April 17, 2023
Laporta sabe lo que tiene que hacer y decir para que los suyos le quieran. No le culpo; de hecho, creo que cualquier persona envuelta en tantísimas polémicas solo puede mantenerse viva mediante el discurso del “y tú más”. Cuando hablas para gente que no piensa o, mejor dicho, que no quiere hacerlo, es suficiente, pero si los culés se vieran como les vemos el resto, estoy convencido de que al menos dejarían de asomarse tanto a la mirilla. Desgraciadamente, llevo desde el primer día que surgió todo este caso en la prensa dando por hecho que nunca habrá ninguna consecuencia a nivel deportivo contra el Barcelona ni contra Laporta, algo que le valdrá para mantenerse como presidente de la secta blaugrana el tiempo que considere necesario. Por lo que, salvo un giro dramático de los acontecimientos, tenemos “laportismo” ladrador para rato.
Doy por hecho que nunca habrá ninguna consecuencia a nivel deportivo contra el Barcelona ni contra Laporta, algo que le valdrá para mantenerse como presidente de la secta blaugrana el tiempo que considere necesario
Vámonos ahora con el “madridista” Javier Tebas. Seguro que todos, o la gran mayoría de las personas que se encuentran leyendo el artículo en este momento, han visto alguna vez en la prensa que Javier Tebas es madridista. Que sí, es cierto que lo dice, pero ya sabemos que del dicho al hecho hay un trecho, y con alguien que es capaz de decir delante de ti que el coche rojo que estáis viendo los dos es verde, como para creerle en algo. Con
Javier Tebas me pasa algo que no sé si es bueno o malo respecto a lo que me hacen sentir los otros dos protagonistas del artículo, pero no noto maldad en él, de verdad; simplemente creo que es una persona acomplejada de sí mismo. No puede vivir sin hablar mal de Florentino Pérez, repitiendo una y otra vez que el presidente del Real Madrid no se entera de nada, no sabe de nada, como si no se estuviese refiriendo a una de las personas más inteligentes del país. Pero le entiendo.
Javier Tebas tiene controlados a su antojo a absolutamente todos los clubes de España, salvo al Real Madrid. Quizá el Athletic se podría librar de esta criba, pero como muchas veces prefiere ser gris y no blanco o negro, lo dejaremos en tierra de nadie. Recordemos que Javier Tebas llegó en abril de 2013 a razón de 348.000 euros anuales. Pues bien, a día de hoy tiene un salario base que llega prácticamente a los cuatro millones, pudiendo alcanzar la cifra de 5,5 si lograse conseguir todos los bonus posibles que computan en su contrato. Sueldo votado en una asamblea que aprueban la gran mayoría de los clubes, por supuesto. Entre trapicheo y trapicheo, todos contentos. Salvo uno: el Real Madrid, con Florentino Pérez a la cabeza. Y claro, eso le molesta.
Ahora tiene la suerte, eso sí, de que la Real Federación Española de Fútbol la dirige Rafael Louzán, o lo que es lo mismo, su marioneta, pero no se olvidarán nunca los esperpentos que ha tenido que soportar el fútbol español con aquella rivalidad e insultos que no llevaban a nada y que le mantuvieron enfrentado con Luis Rubiales, otro personaje que merecería un artículo distinto. No sé a qué persona le puede parecer normal que un cargo como el de presidente de LaLiga esté cada dos por tres en una rivalidad que ya es personal, porque ni siquiera es profesional. En este marco ya ha salido derrotado tantas veces que daría lástima rematarlo estando en el suelo, con el presidente de uno de los clubes de esa Liga que preside.
En cualquier caso, debo confesar que me divierte seguir de cerca sus derrotas. La penúltima (porque habrá más), el partido que quería hacer en Miami el señor Tebas, que tras semanas confirmando el ridículo que estaba haciendo el Real Madrid oponiéndose a tal encuentro, se chocó con la realidad: le dejaron solo, se quedó sin promotor del evento y el partido se ha terminado jugando donde debía jugarse desde el principio, en el campo del Villarreal.
debo confesar que me divierte seguir de cerca las derrotas de Javier Tebas
Entramos en el último tramo del artículo metiéndonos de lleno con el presidente de la UEFA, el esloveno Aleksander Ceferin, quien asumió el cargo en septiembre de 2016, sucediendo a Michel Platini. El mayor ladrido al que se tiene que enfrentar el Real Madrid emitido por este señor comenzó a escucharse desde el inicio de la Superliga Europea, en abril de 2021. Florentino Pérez, como bien sabemos, fue el principal propulsor de la creación de esta nueva competición, algo que enfureció, y de qué manera, a Ceferin, opuesto desde el primer minuto, argumentando que era una “traición” al fútbol europeo.
No se quedó aquí la cosa: añadió que todos los clubes y jugadores involucrados se enfrentarían a duras sanciones por parte de la UEFA. Dichas sanciones consistían en expulsar a los clubes de las competiciones europeas (Champions League, Europa League…) y a los jugadores inhabilitarlos de las selecciones nacionales. En un primer momento, pensé que estaría de broma; yo qué sé, que llegado el 28 de diciembre iba a hacer una comparecencia de prensa en la cual nos llamaba a todos inocentes o algo así, pero no. Su órdago se mantuvo firme, a la par que estúpido e ilógico.
¿Qué persona en su sano juicio iba a eliminar a los mejores clubes del mundo de sus propias competiciones y a los mejores jugadores del planeta de las selecciones? ¿Se imaginan una final de la Champions League entre el Getafe y el Le Havre, o una final del Mundial entre dos potencias, pero sin un solo jugador conocido? Por favor, es ridículo. No hay una sola televisión que fuese a pagar por tales derechos; se caerían todos los chiringuitos que rodean al fútbol y, más concretamente, la UEFA. Pero bueno, todos conocemos el significado de órdago, por lo que echarse atrás ya no era una opción para él.
Tras todo el embrollo, en diciembre de 2023, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, dictaminó que las normas de UEFA y FIFA —que exigían autorización previa para crear una competición como la Superliga y que bloqueaban su creación sin un procedimiento objetivo y transparente— eran contrarias al derecho de la UE sobre competencia y libertad de servicios. En resumen, que la UEFA, con Aleksander Ceferin a la cabeza, había abusado de su posición dominante al prohibir de manera tan rígida una competencia alternativa. Un caso más de ladrador que no muerde, de los que, en un parque, con el dueño detrás, se atreven a todo, pero que, a la hora de la verdad, siempre pierden.
No sabemos qué pasará con la Superliga, pero sí que el esloveno, tras el ridículo normativo, siempre se la tendrá clavada al Real Madrid. Igual que los otros dos personajes.
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Buenos días. Hay que innovar. No todos los días íbamos a hablar de la Mugrienta Liga Negreira (el copyright es de Jesús Alcaide). Hoy, a fin de sortear el tedio y para no repetirnos, hablaremos de la Purulenta Liga Negreira. Se trata de alterar de vez en cuando los epítetos para mantenernos entretenidos. Creednos si os aseguramos que no es escaso el desgaste que produce llevar casi tres años reconcomiéndonos con la impunidad del Caso Negreira (que realmente debería llamarse BarçaGate) y que muchas veces nos vence el agotamiento. Por eso, disculparéis que amenicemos el trayecto con estas inocentes variaciones, en el entendido de que no modificaran el fondo del asunto.
Para entender el alcance de la cafrada perpetua, del fraude incesante, no vale nunca con atender a los arbitrajes que han tenido Madrid o Barcelona, uno de los dos, sino siempre ambos, porque la manipulación reside en el contraste, en la doble vara de medir. En la incoherencia interesada.
Ved lo ufanas que se muestran las portadas de la prensa cataculé después de la victoria del club cliente de Negreira en Villarreal. Lo que no dicen es que esa victoria se sostuvo sobre los hombros de uno de los exponentes más estomagantes del negreirismo, suponiendo que a ese nivel de inmundicia realmente puedan ser distinguibles unos negreiros de otros. Nos referimos a uno de los más eximios beneficiarios de las sesiones de coaching de Negreira Jr., a saber, Alberola Rojas.
Sport y Mundo Deportivo tienen al menos el decoro de apuntar en letra pequeña la trascendencia en el partido de la expulsión de Renato Veiga en el minuto 38, pero ocultan que es una expulsión muy discutible si la comparas con la brutal de entrada de Marçao a Rodrygo, en el Real Madrid-Sevilla de la víspera, y que solo fue saldada con cartulina amarilla. Si lo de Veiga es roja, lo de Marçao también. Pero no.
Asusta también pensar la que habrían armado al término del encuentro los del Villarreal si llegan a expulsarles a un jugador con la misma entrada… pero en su partido contra el Madrid. Sin embargo, también aquí los criterios son heterogéneos. Por un saque de banda dudoso en su contra, las aficiones locales se alinean con la prensa para poner en duda la limpieza de una victoria del Madrid, pero no así si acaban de perder ante el club cliente de Negreira. Ahí nadie levanta la voz y todo son modales versallescos, aunque les dejaron con diez en el 38 de manera discutibilísima.
Es la Purulenta, la Vomitiva Liga Negreira donde nuestro equipo cuenta con la hostilidad declarada del estamento arbitral, de los medios, del club cliente de Negreira y de la práctica totalidad de los clubes que untuosamente se van enfrentando (?) a estos últimos según transcurre el calendario.
Nada que nos sorprenda, pero sí algo que nos revienta hasta mucho más allá de lo humanamente soportable.
Esto de Marca también es difícilmente aguantable, sobre todo porque nos quieren meter un gol en jugada más vieja y burda que el mismísimo Joan Gaspart. Es más, no descartaríamos que fuese el propio expresidente culé el que hubiera diseñado la portada y la encuesta a la que se refiere. Aunque no. De sobra sabemos que el verdadero perpetrador de la misma no es Joan Gaspart sino Javier Tebas, valga la redundancia. Bueno, no Javier Tebas sino Marca. Valga la redundancia también.
No nos importa lo más mínimo el resultado de esta encuesta de Marca. No la tendremos en cuenta, lo mismo si nos gusta lo que ha salido como si no. La razón de nuestro desdén reside en que se trata de un nuevo fraude, como el de Negreira, el fraude de referencia que Marca, entre otros muchos, trata de barrer debajo de la alfombra como si aquí no hubiese pasado nada. Y es un nuevo fraude porque aquí han votado los lectores de Marca, sin que sea posible dilucidar qué porcentaje de ellos es madridista, y cuántos en cambio son del Elche, del Atleti o del Antimadrid FC.
Presentar los resultados de esta encuesta como “El madridismo apoya a tal” o “El madridismo quiere vender a cual” es por tanto una falsedad a través de la cual se intenta engañar al lector más desprevenido, y lo peor es que llueve sobre mojado, porque se trata de una práctica ya tradicional en dicho diario.
Es necesario que Marca sepa que, si bien en Navidad todos estamos más blanditos y con las defensas bajas, no necesariamente nos convertimos en gilipollas. De manera que no. Ni el madridismo está con Xabi en un 76% ni en un 86 % vendería a Vinícius. No entramos a juzgar aquí ni ahora si hay que estar con Xabi ni si hay que vender a Vini (“con un lacito”, reza el repugnante tópico). Estamos aquí para desbaratar la pretensión de Marca de convertir su encuesta en un pronunciamiento del madridismo, cuando no es más que un pronunciamiento de sus lectores, entre los que hay un amplio abanico de filias futbolísticas.
No somos idiotas, Juancho.
Os dejamos con As, y os conminamos a pasar un buen día prenavideño.
AS
Dos cosas diametralmente opuestas pueden, sin embargo, ser completamente ciertas. Podemos afirmar que en el Real Madrid hay jugadores que parecen no ser del todo conscientes de la profesión que ejercen ni del peso de la camiseta que visten; y, a la vez, alegrarnos cuando ese mismo grupo se esfuerza aunque no siempre le alcance para imponerse a los grandes de Europa. Es lo que hay.
Aceptar que es humano rabiar al ver cómo el equipo naufraga contra rivales modestos —especialmente por la falta de actitud de sus jugadores— y que, al mismo tiempo, esos mismos futbolistas, cuando ponen de su parte, son capaces de jugar bien e incluso muy bien, es clave para entender el momento actual.
Suena contradictorio, pero es la realidad de hoy: el Real Madrid atraviesa una transición profunda y significativa.
Pasamos de tener enfermos de su profesión en la plantilla a una generación de jugadores que, si bien han demostrado que saben ganar, quizá se acomodaron demasiado pronto al estatus de estrellas. En parte es reflejo del declive del fútbol en general y, en parte, del creerse más de lo que se es a partir de una mera sospecha de potencial legendario. Incluso yo mismo, no hace tanto, eché las campanas al vuelo con Xabi Alonso, a quien creí más valiente de lo que se ha mostrado o más dispuesto a tomar decisiones duras hoy para recoger frutos mejores mañana.
Hay partidos que no les apetece jugar. Por inaudito que parezca —tratándose de futbolistas que forman parte de la élite solo por enfundarse la camiseta del Real Madrid—, a un buen número de jugadores de la actual plantilla les activa el himno de la Champions League y poco más
Sin embargo, esos matices y esas contradicciones importan. Es evidente que el equipo ha sufrido un bajón considerable y, de la quema, solo se salvan Courtois —que aparece con una o varias paradas decisivas por partido— y Mbappé, a quien los goles se le caen de los bolsillos. El resto, por ahora, ha dejado mucho que desear.
Hay partidos que no les apetece jugar. Por inaudito que parezca —tratándose de futbolistas que forman parte de la élite solo por enfundarse la camiseta del Real Madrid—, a un buen número de jugadores de la actual plantilla les activa el himno de la Champions League y poco más. ¿Esfuerzo? ¿Presión alta? ¿Trabajo y pundonor? Sí, pero a veces. Y cuando les viene bien.
Mientras tanto, millones de madridistas —en Madrid, en Nueva York, en San José y en Bogotá; en Asia e incluso en África y Oceanía— estamos condenados a rabiar semana tras semana. Muy lejos queda ya el Mundial de Clubes, donde se vio la versión más reconocible del Xabi Alonso entrenador. No tan lejos en el tiempo, pero ya remoto en la memoria colectiva, queda aquel Clásico en el que se jugó muy buen fútbol —por momentos—, o los grandes partidos ante Valencia y Athletic. En la retina persiste, en cambio, la imagen desoladora frente a Celta y Girona, así como las victorias pírricas que se amontonan, llegando a necesitar que Lunin se exigiera en la última jugada para no irnos a la prórroga ante un equipo que pelea por no descender dos categorías más abajo que la nuestra, como ya ocurriera en la Copa del Rey frente al Talavera de la Reina.
Y sin embargo. Kylian Mbappé celebra ya 59 goles en un año natural, compartiendo el récord con su ídolo Cristiano Ronaldo; un Rodrygo Goes que parece haber superado sus problemas y empieza a devolverle a Xabi la confianza, tras haberle sostenido durante tanto tiempo en la rotación y darle cabida incluso en el once. Y, como ya dijimos, el más regular y decisivo de los nuestros: Courtois. Es evidente que un portero está para evitar los goles del rival, pero que su influencia resulte tan determinante —ya en diciembre— dice mucho del poco funcionamiento colectivo del equipo.
No es normal ganar muchas Champions en poco tiempo como lo hizo este club no hace tanto. No es normal (ni bueno) acomodarse a la victoria como si fuera norma. Pero tampoco es normal el bajón que ha experimentado el equipo. Es contradictorio y, sin embargo, ambas cosas son ciertas, como estamos comprobando en este cierre de año.
La exigencia del club —como les recordó Florentino Pérez a los jugadores en la cena navideña— es la misma de siempre, y aun cuando existen dudas sobre el cuerpo técnico, y aun cuando no se sabe bien a qué jugamos, el esfuerzo y la entrega deben seguir siendo innegociables.
Harían bien las estrellas de la plantilla en darse cuenta de ello, porque, a pesar de ser superlativos y diferenciales —por contradictorio que parezca—, solo con Mbappé y Courtois no nos va a alcanzar para competir en mayo y, probablemente, no sea suficiente para que el saldo final de esta temporada difiera del de la anterior. Dos ceros consecutivos, con dos métodos distintos, dejarían en entredicho la comprensión de lo que significa el madridismo, no por parte de la afición —que apoya y cuestiona cuando es menester—, sino por parte de unos protagonistas que han dejado desangelado a Xabi, que obligan a Courtois a obrar milagros bajo palos y que podrían desperdiciar, una vez más, una temporada de récord goleador del astro francés.
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No pude ver el partido que enfrentó al Real Madrid con el Sevilla, pero seguí el resultado: 2-0 a favor de los merengues. Me puse contento porque soy de esos raros madridistas (parece que cada vez quedamos menos) que se alegra cuando gana el Madrid. Luego llegué a casa, eché un vistazo a los comentarios de otros madridistas y de ese modo descubrí que no había que estar contento, sino muy cabreado porque el equipo había hecho otro partido renqueante.
En mis tiempos, sobarle el morro al Sevilla siempre era motivo de alegría en cualquier circunstancia, pero en la Era de la Autoexigencia el madridismo no se conforma con menos que la perfección. El equipo tiene que ganar, y tiene que ganar bonito, y tiene que ser por goleada, y los 90 minutos de partido deben mostrar el aplastante e indiscutible dominio del Madrid sobre el rival de forma continuada. Todo lo que no sea eso será insuficiente e insatisfactorio.
Todos los aficionados exigimos la perfección con la tranquilidad de saber que esta no requiere más esfuerzo por nuestra parte que el de exigirla. Tampoco ninguna responsabilidad. Los aficionados podemos soltar cualquier idea de bombero para solucionar los problemas del equipo sin tener que preocuparnos de que nadie nos pida cuentas en caso de que no funcionen. No nos jugamos nuestro dinero ni nuestro puesto laboral, por lo tanto, nos resulta enormemente sencillo recetar soluciones drásticas que jamás tendremos que aplicar. Pareciera, al escuchar a la afición de este equipo (de cualquier equipo), que administrar el banquillo de un club de fútbol de élite es algo que no requiere más que un par de cojones.
No ha pasado mucho tiempo desde que el madridismo sentencioso e irresponsable decía que la única solución posible para el Real Madrid era darle puerta a Ancelotti y traer a Xabi Alonso. Según Oscar Wilde: “Hay dos tragedias en esta vida: una, no conseguir lo que queremos, la otra, conseguirlo.” El deseo del madridismo fue concedido y me temo que las cosas están saliendo como se esperaba. Aunque sospecho que el propio Xabi Alonso lamenta más que nadie que su anhelo de entrenar al Madrid se cumpliera. Últimamente al tolosarra se le ve la misma cara que a un polvorón en una paella: no sabe qué hace ahí, no sabe cómo ha llegado y por Dios que tampoco tiene ni puñetera idea de cómo salir de esa situación.
Pienso en Xabi Alonso y me viene a la memoria una historia que contaba Eduardo Ruiz de Velasco en su “Antología de Gazapos”. Cierto periodista hablaba en un programa de radio sobre la trayectoria profesional de los actores de “Verano Azul”. El plumilla se hizo un lío al hacer la semblanza del actor Gerardo Garrido (al que no paraba de llamar Gerardo Iglesias), llegando a soltar esta perla: “Optó por estudiar filosofía y letras para así aprender el oficio de zapatero remendón.” No tengo pruebas de que el periodista en cuestión fuera Juan Carlos Rivero, pero tampoco dudas.
Todos los aficionados exigimos la perfección con la tranquilidad de saber que esta no requiere más esfuerzo por nuestra parte que el de exigirla. Tampoco ninguna responsabilidad. Los aficionados podemos soltar cualquier idea de bombero para solucionar los problemas del equipo sin tener que preocuparnos de que nadie nos pida cuentas en caso de que no funcionen
A Xabi Alonso le ha pasado que estuvo años aprendiendo filosofía del fútbol con Mourinho, Guardiola y los empíricos de la Bundesliga, donde se doctoró con honores, para venir al Madrid a remendar un equipo que empezaba a rasgarse por las costuras. Salvo excepciones que desconozco, un filósofo no es un buen costurero, no me consta que a Sócrates se le dieran bien los pespuntes ni meter bajos de los pantalones, y por eso iba por ahí con los forros de la túnica sujetos de grapas, de cualquier manera. Quizá eso explique algunas de las cosas que están ocurriendo ahora en el equipo: que Xabi ignora cómo coserlo e intenta ponerle grapas, a ver si así tira.
En conciencia no se le puede achacar que la soluciones no le esté funcionando a cierto nivel. Comenzó la temporada con una racha de 13 victorias seguidas, ganó al Barça, ahora mismo el equipo va segundo en La Liga, con posibilidades más o menos razonables de recuperar el liderazgo, y está en puestos altos de la clasificación de Champions League (cosa que no se logró la temporada anterior). Como balance de fin de año no es catastrófico, el problema es que el equipo (no se puede negar) sigue descosido. El panorama general es favorable visto en la distancia, pero los detalles que se aprecian en la cercanía son inquietantes.
Es un poco como “El Jardín de las Delicias” de El Bosco. Hay personas a las que les gusta el Bosco, no me cuento entre ellas, pero respeto su gusto, como respeto a quienes les agradan las serpientes como animal de compañía o hacerse socio del Villarreal. El Bosco siempre me pareció un reprimido sexual, y El Jardín de las Delicias una excusa del pintor para llenar una tabla de cosas que parecen genitales para, en última instancia, dar a entender que el chipichusqui en cueros con el prójimo es un pecado gordísimo; pero eso es otro tema.
La afición merengue es muy dada a encender fuegos a la primera ocasión llevados quizá por el trauma de no querer ser acomodaticios como los del Atleti, aunque es un temor para el que llegamos con 15 Copas de Europa de retraso
En otro nivel de lectura iconográfica, encuentro El Jardín de las Delicias plagado de referencias al Madrid de Xabi Alonso, como una suerte de prefiguración bosquiana de cómo anda el equipo en estos tiempos. Por ejemplo: la tabla, cuando está cerrada, representa una imagen del mundo en el tercer día de la creación, un mundo donde solo hay plantas, aún no hay animales ni seres humanos. Es un mundo gris e inanimado, como el último Madrid de Ancelotti. En la esquina superior izquierda, Carletto parece estar contemplando su creación con la actitud distante del que está más allá que acá.
Pero se abre la tabla y estalla la luz. Llegan el color y la alegría. En la escena de la izquierda vemos un Paraíso plagado de criaturas nuevas, recién fichadas o que vuelven de su lesión: Huijsen, Mastantuono, Camavinga, Fran García, Militao… El Adán Madridista, tumbado sobre el césped de Valdebebas, contempla cómo el dios padre florentiniano le trae de la mano a Eva, poniendo fin a la grisura del auto azucaramiento manual del churro en la que Adán estaba inmerso antes de la llegada de la primera hembra. Por fin comienza el sexo, las drogas y el rock and roll. Eva es a Adán lo que la promesa de Xabi Alonso es al Real Madrid.
Pero hay nubarrones en esa promesa de felicidad conyugal entre Xabi y la afición merengue. En la esquina inferior derecha, hay una charca pútrida de la que brotan seres anfibios (en el Bosco, todo lo anfibio es malo), y el rostro del demonio acecha oculto y disfrazado. ¿No lo ven? Fíjense bien… Parece un peñasco, pero no, es un demonio: con los labios fruncidos, como si estuviera soplando un pito, y el rabillo del ojo caído, vigilando penaltis que no existen. Es De Burgos Bengoetxea, es Hernández Hernández, es Muñiz Ruiz; es la encarnación maligna del CTA presta a poner patas arriba el paraíso madridista.
Por fin comienza el sexo, las drogas y el rock and roll. Eva es a Adán lo que la promesa de Xabi Alonso es al Real Madrid
La tabla central de El Jardín de las Delicias, vista de lejos, parece una bella estampa, un vergel colorido y pacifico donde el equipo va segundo en liga y en puestos de cabeza de Champions, con un balance positivo de victorias sobre derrotas. Pero uno se acerca al cuadro y ve el horror: seres monstruosos, criaturas patas arriba, edificios frágiles que parecen a punto del colapso… Hombres que caminan con los pies, como la defensa del Madrid, orgías caóticas y descontroladas, como los partidos del Madrid… Por todas partes hay cerezas, moras, madroños (muy madridistas) y otros frutos del bosque que para El Bosco simbolizaban el pecado de la lujuria en la medida en que se gesta en la oscuridad y su sabor es intenso pero muy breve. También simbolizan las victorias del Madrid, de sabor insatisfactorio. La tabla central del Jardín de las Delicias es un despelote incomprensible en el Bernabéu.
La tercera y última tabla representa al infierno. Justo ahí es donde estamos ahora, al parecer. El infierno bosquiano es un incendio. El Bosco contempló de niño como ardía la ciudad de Bolduque y eso lo traumatizó. La afición merengue es muy dada a encender fuegos a la primera ocasión llevados quizá por el trauma de no querer ser acomodaticios como los del Atleti, aunque es un temor para el que llegamos con 15 Copas de Europa de retraso.
El aficionado del Madrid a menudo crea sus propios infiernos. Sufre preventivamente de derrotas y humillaciones que están por llegar. El infierno bosquiano está lleno de merengues, el propio Anticristo es la encarnación de nuestra hinchada más diabólica. En la tabla del Bosco podemos observarlo en la esquina inferior derecha: una especie de pájaro horrendo sentado en un trono, con las dos copas de Europa de Vinicius en los pies, como vulgares pantuflas, y devorando fichajes y entrenadores que procede a defecar en un foso en cuanto le resultan un poco indigestos. En ese mismo agujero, un personaje suelta monedas por el trasero como metáfora del que todo lo arregla tirando dinero en fichajes. Cerca de él, otro personaje vomita en el agujero: los expertos en iconografía no tienen claro si simboliza a las redes sociales madridistas o a la prensa deportiva; puede que sea ambas cosas.
El Bosco era un artista extraordinario, con un talento genial, pero era un cenizo y un amargado. No sean como El Bosco. Tengan esperanza
Frente al Anticristo Merengue vemos a los fulleros y tramposo ocultos tras una mesa. Una mano aparece clavada a un escudo por un puñal arrojado por .Javier Tebas. Sobre ella, vemos un dado. Esa mano es la mano engañosa en el área de las circulares del CTA, la que nunca se sabe si lo es (de ahí el dado, simbolizando el azar), la mano pecadora que causa desgracias del Madrid, y quienes la rodean son una caterva de árbitros interpretando jugadas grises. Tras ella, instrumentos musicales de la armonía infernal, la melodía discordante que ejecuta el equipo en el campo cada jornada. El silbido enervante y piperil de los pitos de la grada del Bernabéu, que es la banda sonora original del Tártaro. Un personaje tiene una flauta encajada entre las nalgas, como si, de algún modo, el Bosco nos quisiera decir por dónde se pueden meter algunos los pitidos.
Podríamos seguir, pero creo que por hoy ya es suficiente. Supongo que queda de sobra probado lo que El Bosco quería decir con el Jardín de las Delicias. Tengan, sin embargo, en cuenta una cosa: el Bosco veía pecados por todas partes y, para él, el mundo era un lugar abocado a la perdición. El Bosco era un artista extraordinario, con un talento genial, pero era un cenizo y un amargado.
No sean como El Bosco. Tengan esperanza. Los madridistas, más que nadie, deberíamos ser capaces de creer que las cosas siempre mejoran en el futuro.
Les deseo a todos unas felices y blancas navidades.
Hola a todos. Empieza el periodo navideño, y con él un descanso de dos semanas de fútbol, que, en esta ocasión sí -no como en los bajones de selecciones-, nos conviene, al menos a los madridistas.
Tras el pavoroso mes que hemos visto transcurrir, con tres tristes empates y dos dolorosas derrotas en casa, más victorias tan olvidables como la de Talavera, el Real Madrid concluye el año natural con 42 puntos en 18 partidos, una media notable de puntos que está muy por encima de las sensaciones que nos deja en forma de sinsabores.
La prensa capitalina, otrora Central Lechera, hoy en día afiladora de guillotinas, coincide en hablar de pitos, casi como precediendo a las próximas fechas de fin de año, en las que los pitos y los matasuegras se pueden escuchar, junto a las zambomba y a los petardos, por calles, parques y centros comerciales.
Tan insípidos resultan los frontispicios de Marca y As que empequeñecen a Sportivo, que copia a sus hermanos madrileños mencionando también los pitos del coliseo merengue: Sigmund Freud quizás podría encontrar una explicación ante semejante coincidencia entre tres de los cuatro jinetes del Apocalípsis, todos ellos mencionando palabras polisémicas del miembro viril, en lugar de hacer titulares serios de prensa. Pero, ¿quién puede pensar a estas alturas que estos medios son serios, o medianamente serios?
Lo mejor es que todos ellos se preparen para las dos próximas semanas para hablar de sorteos de lotería, de polvorones, de guirnaldas, de saltos de esquí desde Garmisch-Panterkichen, o de quién nos dará la vara con las uvas del día 31 de diciembre.
El diario de Godó, grande de España, aprovecha para hablar de "arbitraje polémico" anoche, cuando lo cierto es que Marcao debió de ser expulsado en el minuto 38 y no en el sesenta y pico, como bien contó ayer Alberto Cosín. Muñiz Ruiz se tragó tambiñen un penalti a Rodrygo en la primera parte. Pero qué vamos a esperar de un rotativo que obvia el pago de más de 8 millones de euros a un vicepresidente del CTA durante dos décadas. O que, más que lo obvia, hasta lo justifica en numerosas ocasiones de manera indirecta, alentando al presidente Laporta en sus ataques al Real Madrid.
Nos viene bien que se pare la MLN -Mugrienta Liga Negreira-. El Madrid lo necesita, Xabi Alonso lo necesita, y los jugadores, también. Que vuelvan todos con más ganas, con más compromiso, con más energía y con más orden táctico.
Pasen ustedes un gran día prenavideño. Les dejamos con Sport.
El Real Madrid femenino goleó (0-4) al RCD Espanyol en el duelo a partido único de octavos de final de la Copa de la Reina. Un doblete de Linda Caicedo y otro de Iris Ashley permitieron al equipo de Pau Quesada cerrar el año 2025 con una victoria muy cómoda.
Tras el mal sabor de boca dejado por el inoportuno tropiezo ante el Twente en la Liga de Campeones, el Real Madrid volvió a la rutina de competir ante rivales españoles. En la Ciudad Deportiva Dani Jarque, ni la lluvia ni la teórica tensión de un formato a partido único imprimieron sensación alguna de dificultad para las madridistas. La eliminatoria de octavos de la Copa fue un mero trámite antes de las vacaciones de Navidad y del inicio año, donde sí que vendrán curvas y puertos de montaña.
Mientras tanto, Pau Quesada resolvió la papeleta con los cambios de inicio de Bella Andersson en la defensa e Iris Ashley en punta de ataque. Alrededor, el equipo funcionó con las piezas habituales que vienen cargándose de minutos por culpa de las lesiones. La mera presencia en el campo de Linda Caicedo, Caroline Weir, Sara Däbritz o María Méndez empequeñece a rivales como este Espanyol muy limitado, por lo que el único interrogante de la tarde fue saber si el Madrid se enredaría consigo mismo o decantaría el marcador por calidad bruta.
Aunque Misa Rodríguez fue la primera portera obligada a intervenir con los guantes, bastó esperar doce minutos para que Linda Caicedo explicitase la teoría. Y es que la colombiana, en la primera acción que tuvo en torno a la frontal del área, quebró hacia la izquierda, cargó su pierna ‘mala’ y lanzó un misil seco a la escuadra que acabó en la red tras tocar el palo. Golazo. Hasta en otras tres ocasiones claras se estrellarían disparos madridistas en la madera, pero ni así pudo evitar la goleada el Espanyol. Antes del descanso, en una transición bien conducida por Athenea, Iris Ashley recibió la asistencia en profundidad de la cántabra y no dudó en chutar duro y alto en cuanto pisó área, demostrando que puede ser una nueve de futuro.
Después de las vacaciones, llegará el tiempo en el que este Real Madrid deberá responder a las preguntas de qué quiere ser y a qué quiere aspirar: en la Copa o en la Supercopa, en Liga y en Champions
El cero a dos cercenó cualquier mínima esperanza del cuadro local sin que Misa llegara a verse intimidada, pues el juego del Espanyol casi siempre se apagaba antes de acercarse a la zona de peligro. Sin fútbol y sin ninguna opción de empatar el partido, los minutos de la segunda parte al menos sirvieron para reforzar lo visto tanto en el césped como en el casillero, en el mismo orden. De nuevo esperaba Caicedo, tras una muy buena transición desde la defensa en la que el balón pasó por Athenea y Däbritz, aunque esta vez escorada en banda izquierda. Desde allí, la joya madridista encaró a su compatriota Caracas y, si en el primer gol usó la zurda y el disparo seco, aquí se escoró hacia su pierna diestra y mandó un disparo tocadito hacia el palo largo, superando por alto a Meritxel Muñoz. Otro golazo carne de highlights.
El Espanyol se había rendido, por lo que a Weir y Caicedo los balones les caían ya bien adentradas en campo perico. Así llegó el definitivo 0-4, inmediatamente tras la segunda obra de arte de Linda Caicedo. Las protagonistas fueron las mismas: la escocesa recorriendo la frontal con tiempo para pensar y asistir en profundidad a la colombiana, la extremo buscando superar la salida de la portera y, al final, la cantera Iris en función de cazagoles en boca de gol para meter el pie antes que nadie. En adelante no habría nada más que reseñar, pues el pase a cuartos de final de la Copa de la Reina era lo mínimo esperable.
Después de las vacaciones, eso sí, llegará el tiempo en el que este Real Madrid deberá responder a las preguntas de qué quiere ser y a qué quiere aspirar: en la Copa o en la Supercopa, en Liga y en Champions.
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El Madrid ganó después de otro partido insatisfactorio. Mostró mejor actitud que en otros encuentros, pero su brega en la presión se vio contrarrestada por la ineficiencia de la misma. El descontrol en la ejecución de dicha presión derivó en ocasiones claras del Sevilla, que aprovechó el desorden para generar peligro, aunque no para marcar. Courtois lo evitó, con tres o cuatro milagros desproporcionados. Decir que Courtois es el mejor portero del mundo se ha convertido en eso que los anglosajones llaman un understatement. No es el mejor portero del mundo. Es el mejor jugador del mundo. Si el mundo no considera que los porteros son jugadores, es el mundo el que debe hacérselo ver. El que no sea el vigente Balón de Oro constituye la aberración más vergonzosamente aceptada por la práctica totalidad de la gente.
El mayor problema de las crisis de juego del Madrid, tradicionalmente, es que suelen ser equívocas y contradictorias. Un día se sostiene por la pegada, y al siguiente la pegada es justamente lo que falla. Un día le crean muchas ocasiones y, cuando puede presumir de que ya casi no se las crean, le producen una y se convierte en el gol del partido. El del Sevilla fue un choque en el cual no se encajó, pero no puede decirse que la defensa estuviese bien. Tampoco lo estuvo el ataque, fase en la que los jugadores tomaron casi siempre decisiones equivocadas. Crearon ocasiones, pero menos de las que deberían si hubiesen estado medianamente atinados, y el hombre del récord empatado, Mbappé, marró varios goles casi hechos. O sea, el problema estuvo a la vez en que no se crearon suficientes ocasiones y en que no se materializaron las creadas. Cualquiera entiende al Madrid. Pero no a este, a cualquier Madrid. Lo que pasa es que este además desespera.
Desespera pero está volviendo a ganar. Así es como puede (soñemos) arrancar de nuevo el Madrid, ganando primero y jugando después, reconfortado por los puntos. Y así (soñemos más) es como puede recuperar las sensaciones que, con la excepción del Metropolitano, mostraba hasta el partido del Valencia inclusive. Los que jamás vieron nada bueno en este Madrid de Xabi estarán lógicamente desesperados. Los que vimos cosas muy buenas en los primeros compases (Mundial incluido), soñamos con volver, como Los Secretos.
No es el mejor portero del mundo. Es el mejor jugador del mundo. Si el mundo no considera que los porteros son jugadores, es el mundo el que debe hacérselo ver
Rodrygo parece recuperado para el juego. Es la mejor noticia de la triada de victorias irritantes Mendizorroza-Talavera-Sevilla (aparte del hecho de que lo fuesen: victorias, no irritantes). Casi marca un gol espectacular. Convirtió en una maravillosa asistencia, para el gran cabezazo de Bellingham, el lanzamiento de la falta donde perdonaron una expulsión al Sevilla, y forzó el penalti del gol de Mbappé. Dicen que le perdonaron la segunda amarilla, pero tarjetas como la primera no se ven fuera de la lucha contra el enemigo made in CTA. Es decir, que le perdonaron en todo caso la primera amarilla. Jugó mucho y con criterio. Inquietó siempre. La sensación ahora mismo es que la batalla por traer de vuelta al mejor Rodrygo, donde tanto ha empeñado Xabi su crédito, puede salirle bien. Cabezonería o concienciación respecto a la importancia de la salud mental. Sea lo que sea, puede convertirse en un éxito.
Vinícius estuvo voluntarioso pero desacertado. Silbarle no me parece lo más inteligente, si bien no es tan infantil como cambiar tu foto vestido de blanco, en tu perfil de Instagram, por otra donde luces la camiseta de la pentacampeona. Poner puntos suspensivos bajo la foto (…) me parece un subrayado un tanto hortera. A Bale le dijeron tanto que no amaba al Madrid que terminó por pasar bastante. A Vini le acusaron tantas veces de ser un niñato que van a terminar convirtiéndolo en uno. Las profecías autocumplidas de la prensa antimadridista y/o pipera, y del seguidismo de parte del público con dicha prensa.
El Madrid va a recuperar efectivos, esperemos con los dedos cruzados que no a trueque de perder otros. A partir de ahí, veremos. Mi profecía es que ganará al Betis, ganará la Supercopa y Xabi acabará, como mínimo, la temporada. Sobre qué pase de ahí al término de la misma, en cambio, prefiero no aventurarme. Sí reiteraré que la clave de esta campaña se llama Camavinga. Recuperarlo también, como puede estar pasando con Rodrygo, y confiar en un futuro próximo ajeno a las malditas lesiones, supondría recuperar el juego en el centro del campo, que es la carencia más alarmante. Con Eduardo escoltando a Tchouaméni, con Valverde de vuelta en su puesto cuando retornen Carvajal o Trent, y con alguna incorporación en el mercado de invierno (y/o de la cantera) que la plantilla agradecería, el centro del campo tendrá la palabra a la hora de decidir si 2026 va a ser tan amargo como el año que le precedió, o si por lo menos revelará que tenemos derecho a confiar en una transición hacia algo. Como cantaba Tom Waits, en aquel villancico no reconocido como tal, you’re innocent when you dream.
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Courtois: Matrícula de honor. Simply the best.
Asencio: aprobado. Como lateral, es tan incisivo y penetrante en ataque como una pelota gigante de pilates.
Rüdiger: suspenso. Está mal. Alexis e Isaac lo volvieron aún más loco.
Huijsen: suspenso. Empanado como un filete en Tupperware azul celeste —o color calabaza (incluso beige)— un día de infancia en la piscina municipal.
Fran García: suspenso. Le pone ganas. Las mismas que un niño motivado intentando escalar el Everest.
Tchouaméni: bien alto. Jugó más incrustado entre los centrales, probablemente porque últimamente ninguno de los dos está muy acertado. Sostuvo al Madrid para que no se descosiera del todo.
Güler: bien. Su conexión con Mbappé es de lo poco que ilusiona del actual Real Madrid. Desbarató una ocasión cristalina de gol del Sevilla al inicio del encuentro.
Bellingham: notable. Bajó a recibir más que en otras ocasiones, anotó un golazo y fue objeto de la falta que supuso la segunda amarilla para Marcao. Por tanto, decisivo para la victoria.
Rodrygo: notable. El más entonado del tridente de ataque.
Vinícius: suspenso. Se entrega, pero no acierta. Y marca menos goles que una mecedora en Cuenca.
Mbappé: aprobado. Actitud y ganas. Pero estuvo casi igual de acertado que Julio Salinas contra Italia en el Mundial del 94. Al menos marcó el penalti. Le hizo ilusión igualar el récord de Cristiano.
Camavinga: bien. Jugó un rato.
Gonzalo: sin tiempo.
Jiménez: sin tiempo.
Xabi Alonso: suspenso. De nuevo Asencio de lateral derecho y de nuevo partido tétrico del Real Madrid, que ganó gracias a los goles que evitó Courtois.
Arbitró Alejandro Muñiz Ruiz del colegio gallego. En el VAR estuvo Iglesias Villanueva.
Mucha tela que cortar en un encuentro en el que hubo de todo. En algunos momentos se vio al trencilla superado, nervioso y sin dominar el partido.
Comenzó dejando jugar y perdonando una amarilla a Mendy por agarrar a Vinicius en el 9'. Luego, vino un error señalando un córner para los locales que no era. La primera amarilla fue para Carmona, más que por la falta, pareció que fue por protestar. El mismo camino llevó el entrenador argentino Almeyda.
En los últimos minutos de la primera parte llegó la polémica. Primero Marcao hizo una entrada temeraria a Rodrygo abajo y con la plancha. Se quedó en amarilla por la altura, pero pudo hacer mucho daño al madridista. Después, Rodrygo fue también amonestado por dejarse caer en el área. No era penalti, pero Marcao también le pone el brazo en el cuerpo. Rigurosa tarjeta. Cuatro minutos más tarde los mismos protagonistas. El delantero brasileño golpeó por detrás al defensa y se jugó la segunda amarilla y consiguiente expulsión.
En el descanso, nos enteramos de la expulsión de Almeyda por volver a protestar, en este caso la última acción Rodrygo-Marcao. En el 58', otro que jugó con irse al vestuario fue Carmona al agarrar a Rodrygo cuando ya estaba amonestado. El siguiente tarjeteado fue Asencio por una entrada a Mendy. Díez minutos más tarde, Marcao se fue a la calle de forma merecida al llegar tarde ante Bellingham yendo al suelo. Su compañero Agoumé protestó y fue el tercer sevillista amonestado.
Las dos siguientes acciones fueron en el área sin que resultasen punibles. No hubo mano de Gudelj y la acción entre Fran y Juanlu tampoco daba para penalti.
En los últimos diez minutos sí se decretaron tres penas máximas por el trencilla a favor del Madrid. Solo fue la primera, por la patada a Rodrygo de Juanlu. En la segunda, Oso toca balón en la pugna por Bellingham e Iglesias Villanueva le mandó al monitor para corregir. En la tercera, la acción de Sow con Rodrygo, fue al límite de la línea del área, pero unos centímetros fuera. Indicó los once metros, amonestó al suizo y de nuevo desde el VAR le rectificaron indicando que era libre directo en la frontal del área.
Muñiz Ruiz, REGULAR.
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A las nueve de la noche comenzó en el Bernabéu el último partido del año 2025. Se esperaba que fuese también el último encuentro en el que Xabi Alonso estuviera discutido, porque ello significaría que el equipo comenzaba a carburar, pero no parece que vaya a ser así, a pesar de la victoria.
El once despertó mucha ilusión entre los madridistas, sobre todo por la presencia de Fran García, por la izquierda, y Asencio, por la derecha (la cantera debe de estar cerrada, como muchas minas de carbón). En el eje de la defensa, Rüdiger y Huijsen. En el medio, ese centro del campo que funciona como un reloj, compuesto por Tchouaméni, Güler y Bellingham. Y delante, el renacido Rodrygo, el aún por renacer Vinícius y la bestia Mbappé.
El partido comenzó con susto: una pérdida de Tchouaméni propició una ocasión sevillista que desbarató Güler apareciendo de la nada. Segundos después, Huijsen perdió un balón absurdo que acabó en córner. Fantástico inicio. No veíamos empezar un partido tan mal al Madrid desde la última vez que comenzó igual.
Respondimos con una ocasión de Fran García, pero Vlachodimos la desbarató. Nosotros no Vlachodimos, sino que la jodimos directamente y el Sevilla pudo marcar en dos ocasiones consecutivas. El Madrid era un esperpento defensivo. Y no defensivo.
Después, Mendy agarró a Vinícius, pero el del pito dijo que no era amarilla. Carlos Martínez, desde el VAR, explicó que se libró de la amonestación porque el brasileño iba hacia afuera, aunque la verdad es que el siete no tenía intención de irse del campo aún. Si bien es cierto que aunque se hubiera ido tampoco se habría notado mucho.
El partido del Madrid estaba siendo obsceno como hacerse una infusión con los calcetines de un jurista eminente. Incluso en esta situación, una conexión Güler-Mbappé por poco concluye con la pelota dentro de la meta rival, pero Vlachodimos otra vez. Minutos después, el francés desgarró el flanco derecho sevillista con recortes que ni los de la crisis de 2008 —que aún arrastramos (la crisis, sobre todo)—, pero la jugada terminó en nada.
Poco después, Rodrygo repitió entrada por el mismo lado tras un córner inexistente. ¿Comenzaría el Madrid a dar una imagen más aseada? Lo siguiente fue un cabezazo de Dean a las nubes cuando gozaba de una buena posición, pero los de Xabi comenzaban a no estar tan mal. Al menos durante un rato.
Fran García y Vini combinaron bien y el capitán pidió apoyo al público, aunque quizá parte de los asistentes al Bernabéu estuvieran aprovechando el sopor para hacer algunas compras navideñas online.
Marcao decidió arrollar a Rodrygo con los tacos por delante. Roja de manual, pero Iglesias Villanueva, que escucha a Carlitos Martínez en la sala VOR, siguió el criterio de esta pieza fundamental del sistema, quien adujo que como la plancha no fue muy alta no tenía que ser roja. Como castigo divino, la falta acabó en gol de Bellingham, de cabeza a centro magistral de Rodrygo. Una pena, Carlitos, CTA & Company, ¿verdad?
Cuando aún estábamos recobrándonos de la sorpresa de que el Madrid marcara a balón parado, Marcao rozó a Rodrygo en el área y el once se desplomó como alcanzado por el manotazo de un gigante en lugar de aprovechar la situación. Se ganó la amarilla. Poco después, Rodrygo pisó sin intención, de manera fortuita, a Marcao en el talón y el sevillista necesitó ser atendido durante unos minutos.
Al descanso se llegó con una chilena de Alexis que se marchó por encima del larguero de la portería de Courtois. Una primera parte tediosa, aunque el tedio fue a menos con el paso de los minutos. 1-0, sin margen para el error en la segunda parte. O eso parecía.
Durante el descanso, el técnico del Sevilla, Almeyda, fue expulsado. Ya había sido amonestado durante los primeros 45 minutos. Quizá intentó entrar con su coche sin etiqueta en el centro de la ciudad de su homófono alcalde capitalino y el rojiblanco que ha regalado millones de metros cuadrados de suelo público a su Atleti ordenara a Muñiz Ruiz que lo echara. La prima de Monchi no pudo sentarse en el banquillo en su lugar. Unos dicen que porque no tenía carnet de entrenadora, otros porque no cabía.
Courtois sOstuvo al Madrid y Mbappé empató el récord de Cristiano
El encuentro se reanudó con una ocasión franca para Kylian, pero golpeó regular y el balón no puso en aprietos al guardameta rival. Todo lo contrario que Alexis, que no marcó el empate porque Thibaut es el mejor. Segundos después, dos ocasiones nítidas para Mbappé: en la primera disparó bien y raso pero fuera, y en la segunda disparó, cuando estaba solo, con la fuerza del abrazo de un Teletubbie harto de diazepam. La respuesta del Sevilla, un trallazo de Isaac que obligó a lucirse de nuevo a Courtois. Instantes después, lo mismo.
El Madrid había decidido, quizá invadido por el espíritu navideño, que el Sevilla también tenía que gozar de oportunidades para marcar gol y le sirvió en bandeja tres seguidas. Mientras tanto, Mbappé desaprovechó cinco, incluida una pelota que rebotó en la escuadra. A la afición, por lo que sea, no le gustó y hubo pitos. Como siguiéramos así, Vlaímos a choder del todo, porque los milagros de Thibaut no iban a ser eternos.
Los errores en ataque del Madrid seguían sucediéndose y los milagros de Courtois obrándose, hasta que Marcao arrolló a Bellingham, vio la segunda amarilla y se marchó a los vestuarios. Quizá contra diez los de Xabi sufrieran menos. Pero la solidaridad del Madrid con los necesitados es grande.
El encuentro era bello como un aquelarre de sapos sarnosos mudando la piel en el baño de Trainspotting. Se comenta que algunos hinchas blancos dejaron de ver el partido y decidieron pleitear con Hacienda porque les pareció más entretenido. Otros sintonizaron un telediario. Los más extremistas se afiliaron a un partido político.
En el 77', un Goes a lo Globetrotter chutó un balón que terminó en el larguero tras rozar Vlachodimos. Sin embargo, el Sevilla no parecía estar en inferioridad numérica. El Madrid, en cambio, sí daba sensación de inferioridad. De inferioridad en general. Más pitos del respetable.
Poco después del 82, Xabi sustituyó a Vini por Gonzalo. Antes había puesto en el campo a Camavinga por Arda. Endrick observaba desde la grada. A continuación, penalti claro de Juanlu sobre Rodrygo. Mbappé marcó, empató con Cristiano en uno de esos récords que no sirven para nada y lo celebró con un ¡Siuuuu!
El Sevilla siguió embotellando al Madrid con uno menos. Con uno menos el Sevilla, no el Madrid.
Muñiz Ruiz señaló un penalti inexistente sobre Bellingham, el defensor había tocado balón. Lo avisaron desde la sala VOR y rectificó. Llama la atención que el VAR solo funcione para corregir fallos que benefician al Madrid.
Instantes después, tarascada a Rodrygo que el colegiado interpreta que es fuera del área, pero bien podría haber sido dentro. Desde el VAR le dicen que es fuera. Lo dicho antes. Mbappé marró la ocasión lanzando el balón a las nubes.
Se acabó con Thibaut salvando otro gol cantado. Es un fuera de serie.
El partido fue una Odysseas, pero finalmente no Vlachodimos y pudimos sumar tres puntos importantes. Para Xabi. O no. Quién sabe.
El Madrid se va de vacaciones navideñas tarareando All I want for Christmas: Thibú.
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