Decimocuarta jornada de Liga y el Real Madrid visita Montilivi. El Girona empieza a asomar un poco la cabeza después de un muy mal inicio en el que estuvo muy discutido Míchel. Siguen en posiciones de descenso, pero han abandonado el farolillo rojo en el que estuvieron instalados varias jornadas. Los refuerzos se han ido asentando y alguno está en un buen momento. Un equipo que parece que va para arriba y querrá demostrarlo ante los blancos.
La lista de bajas es extensa, con David López, Van de Beek, Portu, Artero, Juan Carlos y Krapyvtsov. Además, son dudas hasta última hora Blind y Lemar. Míchel ha dejado de lado su famoso sistema con tres centrales y ahora utiliza más un 1-4-3-3. Un once probable frente al Real Madrid sería el formado por Gazzaniga; Rincón, Reis, Arnau, Alex Moreno; Witsel, Martín, Ounahi; Bryan Gil, Tsygankov y Vanat.
En función del rival y del escenario, el entrenador madrileño utiliza dos sistemas de presión. En casa aprietan arriba con gran entusiasmo y energía. Para eso lanza a los centrocampistas muy arriba, quienes junto al punta y a los jugadores de banda son media docena los futbolistas que ejercen la zona press de forma muy intensa y muchas veces eficaz. A domicilio son algo más prudentes y prefieren esperar al rival replegado, juntos y con líneas muy compactas. Por tanto, es de esperar que el técnico Míchel decida presionar alto en Montilivi, lo que tantos réditos le ha dado las pasadas temporadas.
Luego, en momentos determinados, plantará un bloque medio-bajo si el Real Madrid aprieta y achucha metiéndolos en su campo. En el medio acumulan lectura, robo con Witsel y buen pie y habilidad con Iván Martín y Ounahi. La defensa juega adelantada y no tiene miedo en dejar metros a su espalda con el riesgo ante jugadores rápidos que ello supone.
Es un apartado en el que Míchel hace hincapié porque le gusta una salida aseada y limpia desde atrás, pero también es consciente de que en Primera y ante equipos tan poderosos una pérdida te puede costar un gol. Asume el riesgo sean cuales sean los resultados. Una de las premisas es no perder balones en salida en las inmediaciones de su área, porque eso conlleva la opción de recibir ocasiones de manera muy sencilla y con el equipo estirado y descolocado al jugar con cuatro defensas, los dos laterales bastante abiertos y cerca de la cal. Por abajo, busca conectar con los medios, que disponen de un notable toque en corto, buen desplazamiento de balón en largo y logran saltar con eficiencia las líneas de presión rivales.
Sin Blind y David López, bajan enteros en la salida y esta tarea le corresponde ahora al brasileño Reis. En todo caso, si se ven muy apurados no existen inconvenientes para buscar de forma directa y ágil a Vanat por arriba, para que sea él la persona encargada de pelear con los centrales y bajar los balones.
El aspecto defensivo se ha visto mermado y es el gran talón de Aquiles del equipo catalán. Es el conjunto más goleado del campeonato con 25 tantos encajados. La manta de Tim, lo que siempre generan arriba con facilidad les cuesta espacios atrás. Las bajas en defensa, la readaptación ahí para Arnau y la irregularidad mostrada por Reis han pasado factura. También los laterales, bastante ofensivos. No se ha mostrado como un equipo defensivamente sólido, fuerte, firme y robusto hasta la fecha y, si no lo consiguen, serán candidatos claros al descenso.
En el medio, Míchel ha intentado fortificar la zona con Solís y Witsel, y es el belga el que parece haberse hecho con el puesto. Tienen problemas para cerrar y no son tan solidarios como en pasadas temporadas. Si el Real Madrid tiene el día, puede hacer daño tanto por los costados como por el carril central. Por arriba, el equipo también ha perdido centímetros respecto a otras campañas.
Se han ido debilitando en la parte ofensiva con las salidas en los últimos veranos, aunque en las últimas semanas están mejorando en eficacia con un tridente cada vez más consolidado. Los catalanes cuentan con jugadores habilidosos y de talento arriba, que suelen ser más vistosos que efectivos. El Girona practica un estilo de mucho ritmo y velocidad. Por banda, tienen rapidez con Gil, despliegue con Tsygankov y regate con ambos jugadores. Además, cuentan con laterales ofensivos y profundos. En el medio, gozan de visión, capacidad asociativa y pase en Iván Martín, y mucha calidad técnica, habilidad y regate con el marroquí Ounahi. Un futbolista muy atractivo para ver y que levanta al espectador con distintas filigranas. Un jugador a vigilar por los centrocampistas merengues. Mientras que en la punta el ucraniano Vanat garantiza batalla, atracción a los defensas rivales y un gran disparo.
El Girona es un equipo valiente sin miedo a llegar mucho arriba, con dinamismo y valentía. Las bandas son el principal caudal de peligro. Desde ahí, buscan superioridades con la subida y profundidad de los laterales, y así suministrar y abastecer de envíos por bajo o centros al delantero.
Equipo ofensivo, con gusto por la pelota y que trata de manejar los partidos. Es uno de los puntos que aparece en rojo en el libreto de Míchel, aunque esta campaña le está costando más que nunca. Pero es apuesta e identidad y le lleva buscarlo e intentarlo siempre. En defensa, no son resolutivos y han hecho aguas en muchos encuentros. Con pelota en ataque es un equipo bonito de ver y atractivo para el espectador. El Girona siempre quiere combinar, y llegar mucho y bien al área rival.
Todavía faltan automatismos que Míchel consiguió otras campañas y que están en proceso de lograr. Entre las estadísticas actuales de Primera están en el top 3 de goles encajados, disparos recibidos, regates con éxito, más pases en campo propio o porcentaje de disparos que van a puerta.
El ucraniano Vanat ha sido una de las grandes incorporaciones del Girona esta temporada. Su fichaje costó porque el Dinamo de Kiev se puso duro en la negociación, pero los catalanes tenían claro que era su objetivo para el nueve. Buscan otro ucraniano que triunfe como hizo Dovbyk hace un par de cursos. Vanat es un punta ambidiestro, aunque se declara zurdo, con un perfil asociativo, fino técnicamente, bueno en las descargas y que tira desmarques muy inteligentes. Le falta algo de fuerza y agresividad, pero en las inmediaciones del área ha demostrado poseer un magnífico disparo. Es el máximo realizador gironí (empatado con el incombustible Stuani) con tres dianas en Liga y una en Copa.
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"Durante siete millones y medio de años, el gran Pensamiento Profundo había calculado la Pregunta Definitiva a la Vida, el Universo y Todo lo Demás, y finalmente la respuesta es... [pausa dramática]... Cuarenta y dos."
Douglas Adams. “Guía del Autoestopista Galáctico”.
Decía Baldassare Castiglione que en cada uno de nosotros hay una simiente de locura la cual, si se granjea, puede multiplicarse en infinito.
Siempre pensé que Castiglione se refería a la afición del Atleti, pero de un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que pensaba en realidad en ese sector de aficionados madridistas que usted y yo sabemos. Se trata de un sector de lo más curioso y desconcertante, hay quien lo llama “Twitter Real Madrid”, como si fuera una suerte de vinagrismo 2.0 con acceso a redes sociales, aunque su hábitat natural no se reduce al manicomio de Elon Musk, pues también son visibles en canales de YouTube y sucedáneos.
El ideario de este seguidor merengue es una especie de aberración socrática en negativo y podría resumirse en la máxima: “yo solo sé que lo sé todo”; porque este madridista presume de un conocimiento infalible en todo lo que se refiere al club, al equipo, sus jugadores, su directiva, el fútbol, la vida, el universo y todo lo demás. Es la respuesta a todas las incógnitas. Es el madridista Pensamiento Profundo. El Madridista 42 (si no pilla la referencia, no se preocupe: proceda a leer la “Guía del Autoestopista Galáctico” de Douglas Adams, que además se divertirá muchísimo).
El ideario del Madridista 42 es una especie de aberración socrática en negativo y podría resumirse en la máxima: “yo solo sé que lo sé todo”; porque este madridista presume de un conocimiento infalible en todo lo que se refiere al club, al equipo, sus jugadores, su directiva, el fútbol, la vida, el universo y todo lo demás
El Madridista 42 es sentencioso. Nunca opina, solo dogmatiza. Su mundo está compuesto de certezas inamovibles y es muy de tomarle ojeriza a determinados jugadores por el motivo que sea: Vinícius es un impresentable, Mbappé es un sinvergüenza, Güler es un fraude y aseveraciones similares son la evolución lógica de aquel Madridista 42 que, una década atrás, te decía que Benzema jugaba por decreto, que Bale era un jeta y que a Kroos había que regalarlo. El Madridista 42 volcaba estas sentencias en un tono que parecía que en su mente las viera talladas en mármol y con un coro angélico haciendo sonar trompetas de fondo.
Otro rasgo de este peculiar madridismo es que se crece en el infortunio. Es patológicamente incapaz de manifestar algo remotamente parecido a un pensamiento positivo. La esperanza no está entre sus planes inmediatos. Todo lo ve mal. Todo le parece un error. Una victoria sufrida es solo síntoma de un futuro descalabro, un empate es motivo para echar a media plantilla y una derrota lo es para fusilar a la mitad que queda.
Las soluciones del Madridista 42 tienden a lo expeditivo. Nunca contempla una solución quirúrgica sino el uso indiscriminado de la motosierra: si el Madrid empata en Getafe, hay que despedir a Vinícius, Militao, Rodrygo, Endrick, Valverde y al jerbo de Dani Ceballos para comprar a (yo qué sé) Cucurella, Estevao y una Air Fryer. Al Madridista 42 le encantan las soluciones espectaculares y con derramamiento de sangre.
El Madridista 42 suele justificar su tremendismo en la “autoexigencia”. Insulta mucho a cuerpo técnico y jugadores porque se cree, con total sinceridad, que en eso consiste el ADN del Real Madrid: en machacar a tu equipo cuando pierde. Vive con un terror perpetuo a ser tomado por un aficionado blando o permisivo, lo cual quizá tenga algo que ver con algún tipo de compensación de la virilidad, no tengo ni idea; pero la relación entre el nivel de ira y aspavientos con que se insulta a Vinícius, Xabi o Mbappé y la falta de envergadura genital del insultador tal vez deba estudiarse con más profundidad por los expertos del ramo de la psicología.
Las siempre peculiares e inalterables convicciones del Madridista 42 pueden resultar chocantes, pero raras veces son originales: casi siempre son un mero eco de las tonterías que repiten los periodistas deportivos de toda la vida. El Madridista 42 cuando se transmuta en lo que se conoce como “insider” no es más que una simple cámara de resonancia de los rumores descabellados de la prensa generalista sobre las supuestas interioridades del vestuario del Real Madrid. Es decir: cuando el tuitero de turno asevera que los jugadores le están “haciendo la cama” a Xabi Alonso o que Bellingham cierra los bares de Ibiza todas las noches, carece por completo de pruebas en que apoyarse, es solo que se lo ha oído mencionar a Manolo Lama o a algún risueño tertuliano de El Chiringuito. Esas son sus fuentes.
Otro rasgo de este peculiar madridismo es que se crece en el infortunio. Es patológicamente incapaz de manifestar algo remotamente parecido a un pensamiento positivo. La esperanza no está entre sus planes inmediatos. Todo lo ve mal. Todo le parece un error
Jesús Bengoechea, el fundador de esta santa casa, La Galerna, lo ha expresado con mucho acierto recientemente usando estas palabras:
Ya lo he entendido todo. Los madridistas de las redes estábamos hartos de un periodismo que, hablando de nuestro equipo, no aportaba más que negatividad y sesgo odiador. Durante años me alegré viendo cómo los íbamos desplazando, ocupando su lugar. Ahora me doy cuenta, cuando básicamente lo hemos logrado, de que queríamos ocupar ese lugar para ser exactamente igual que ellos.
Exactamente, querido Jesús, esa es la clave del Madridista 42, se ha convertido en lo que siempre dijo odiar: un periodista deportivo. Tampoco debería extrañarnos del todo. La mala praxis periodística referida al Real Madrid es como una suerte de herejía que se resiste a desaparecer, tan solo evoluciona con el tiempo. Es como el gnosticismo del universo fútbol hispano.
Cualquiera que tenga algo de conocimiento sobre la historia de la heterodoxia cristiana sabrá que el gnosticismo es la más antigua herejía del cristianismo, la cual nunca ha desaparecido del todo en 2000 años porque tiene la capacidad de adaptarse a los tiempos. Podría trazarse una línea recta entre los textos de Valentín de Alejandría, los cátaros, la New Age de Jane Fonda y la serie “Misa de Medianoche” de Mike Flanagan en Netflix (que es una serie tontísima); de igual modo que, en lo que a pseudoperiodismo madridista se refiere, podría establecerse una conexión directa entre Antón Meana y su “no cambio a Modric por De las Cuevas” y la obsesión de Iñaki Angulo con Mbappé.
Y conste que no dudo del madridismo sincero de Iñaki Angulo (como tampoco dudo del madridismo de Valentín de Alejandría) ni siento ninguna antipatía personal hacia él. Al contrario. En cierto modo, me resulta incluso entrañable: es como ese amigo que en los botellones se te acercaba con aire intenso, vaso de Martini con limón en la mano, te pasaba un brazo por el hombro y te daba consejos para ligarte a la chica que te gustaba porque te apreciaba de veras y quería verte triunfar. Lo malo era que sus consejos no solo eran disparatados, sino que a menudo rozaban la ilegalidad. Pero, qué diantre, lo hacía por tu bien.
El Madridista 42 suele justificar su tremendismo en la “autoexigencia”. Insulta mucho a cuerpo técnico y jugadores porque se cree que en eso consiste el ADN del Real Madrid: en machacar a tu equipo cuando pierde. Vive con un terror perpetuo a ser tomado por un aficionado blando o permisivo, lo cual quizá tenga algo que ver con algún tipo de compensación de la virilidad, no tengo ni idea
A Iñaki Angulo le pasa como al común de los Madridistas 42, que son sinceramente merengues y, a su extraña manera, solo desean lo mejor para el Real Madrid. Eso no se les puede negar. De hecho, puede que sean incluso más madridistas que usted y que yo. Tal vez incluso sean los únicos verdaderos madridistas que existen, quién sabe. Pero una cosa tengo muy clara: prefiero que no me toque sentarme al lado de uno la próxima vez que vaya al Bernabéu.
Cabe la posibilidad de que el tremendismo del Madridista 42 sea la forma correcta de sentir los colores del club, que, en efecto, ese sea el verdadero ADN de la afición del Real Madrid: agarrarse un cabreo inmenso cuando el equipo palma en Vallecas, cuando empata en Getafe o cuando gana en Atenas. No lo niego, pero el caso es que a mí no me sale esa rabia furibunda del Madridista 42 cuando al Real Madrid no le salen las cosas como me gustaría.
Demándenme. Soy un mal madridista porque no me enfado lo suficiente, y encima creo que el equipo de Xabi Alonso jugará muy bien en el futuro y nos dará muchas alegrías. Qué le vamos a hacer. Citando de nuevo la “Guía del Autoestopista Galáctico” de Douglas Adams: “prefiero ser feliz antes que tener razón.”
Pues para eso me hice del Madrid al fin y al cabo. Para ser feliz.
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Buenos días. En La Galerna somos feministas, feministos, sostenibles, sosteniblos, ecológicos, ecoabsurdos, inclusivos e, inclusive, coherentes. Por tal motivo, aquello que no nos despierta interés, en este caso el fútbol de selecciones, nos resulta indiferente que sea masculino, femenino o mediopensionista. De modo que os mostramos ahora las portadas de As y Marca y continuamos.
Los también regados diarios culés dedican sin embargo sus primeras planas al juglar alfa del Barça, a Joan Laporta i Estruch, presidente que multiplicó el sueldo a Negreira, número dos en aquel entonces de los árbitros españoles.
El discurso de uno viene dado por la confluencia de múltiples factores, entre otros: capacidades innatas, formación, cultura y hábitos que potencien o mermen todo lo anterior. Aplica también a Laporta, en tanto en cuanto es un ser humano.
«El Madrid tiene barcelonitis», dice el presidente que los culés han elegido más de una vez para dirigir su club. Abrimos inciso para recordar que lo que vota una sociedad la define. Cerramos inciso.
Dice que el Madrid tiene barcelonitis el mamífero protagonista de aquel cartel patético con el cual se metió en el bolsillo a los forofos (más) infantilizados del club que dirige.
Jan es un claro caso de lo que en psicología se llama proyección y, una vez más, atribuye a otro los rasgos, intenciones o defectos que él mismo posee, padece y ejerce. Esa ha sido su reacción al vapuleo recibido por Florentino en la última Asamblea blanca.
Laporta acusa al Madrid de tener barcelonitis cuando él sufre madriditis mórbida.
Jan se pasó, otra vez, de la raya y, con esa voz que se enronquece según disfruta de la vida, volvió a mentir como un bellaco. Con el rostro de hormigón que lo caracteriza, afirmó que al Barça no le favorecen los árbitros porque estos han beneficiado toda la vida al Madrid. Ole sus narices.
Sacó de nuevo a colación el bulo de la historia madridista del CTA, desmentido por la realidad y por el trabajo de Alberto Cosín y Pepe Kollins aquí, e inventado por un fatuo de cuyo nombre no queremos acordarnos.
En Mundo Deportivo han optado por el universo Star Wars para confeccionar su portada. El titular: «Laporta contraataca», escrito sobre una imagen de la figura mastodóntica del ecosistema blaugrana. Siguiendo el paralelismo con el macrocosmos de Lucas, Jan nos recuerda a Jabba the Hutt. Y no por ninguna similitud física, ese es un terreno de mal gusto en el cual no queremos entrar. Sino por su forma de proceder: ambos se mueven con una comodidad sorprendente en un mundo de intermediarios, agentes y comisiones traslúcidas o directamente opacas.
Son centros gravitacionales de personajes pintorescos movidos por el interés (te quiero, Andrés).
Laporta aspira siempre a vender mercancía averiada, a imponer un relato falso solo consumible por acéfalos sin criterio. Podría pensarse que la única verdad que dijo fue que el Barça nunca había comprado un árbitro, porque de facto se compró el sistema, pero ni siquiera.
Como bien recuerda Fútbolgate, Núñez, además de comenzar los pagos a Negreira, saldó la deuda por un piso a un árbitro en activo, alquiló un local a otro trencilla en ejercicio y futuro designador arbitral, otro colegiado denunció un intento de soborno… Y, de aquellos polvos, estos lodos, Laporta.
“Núñez: la sombra de la influencia arbitral“
- Inició los pagos a Negreira.
- Alquiló un local a un árbitro en activo y futuro designador arbitral.
- Pagó la deuda de un piso a un árbitro en activo.
- Otro árbitro denuncio un intento de soborno.
- … https://t.co/FijAZVM9IM— Fútbolgate.com (@futbolgate_ES) November 28, 2025
Alguien que preside el Barça, club que pagó millones de euros a la cúpula arbitral durante décadas, monta un pollo y afirma que al Madrid siempre le han favorecido los árbitros porque en el último partido de liga, según su criterio, marcó dos tantos que no debieron subir al marcador.
Pero es Laporta, un tipo acostumbrado a traspasar todas las líneas para meterse con todo aquello que huela a blanco. Y luego acusa al Madrid de barcelonitis mientras él obvia su propia autofarsitis, su excusitis y su victimitis hipertrofiada.
Por desgracia para él, el 12 de diciembre tendrá que declarar en sede judicial y, salvo que tenga comprado al número dos del Consejo General del Poder Judicial, no le valdrán esta sarta de mentiras (si no interviene —de nuevo— el Gobierno).
Pasad un buen día.
Empieza a ser muy preocupante el juego de nuestro querido Real Madrid a estas alturas de la temporada. Me gustaría hablar de qué está pasando, qué puede esperarse del equipo y qué acciones deberían llevarse a cabo en mi modesta opinión.
Sería demasiado extenso plasmar todo en un único artículo, así que lo haremos por capítulos. Hoy hablaré de Xabi Alonso, que siendo el entrenador es el responsable máximo de lo bueno y lo malo.
Hemos oído o leído infinidad de historias tanto en redes como en prensa. Se ha hablado de problemas en el vestuario; concretamente, y sobre todo, de los existentes entre determinados jugadores y el entrenador. Hay que aclarar que, por más información que tenga quien da estas informaciones, estas suelen estar interesadas, proviniendo como provienen de entornos de jugadores o de componentes de la planta noble del club. Estoy convencido, aunque no tengo pruebas, de que Xabi Alonso no alimenta estas habladurías.
Independientemente de la estridencia y veracidad de lo que se cuenta, hay algo que está claro: no parece haber existido una buena conexión entre Xabi Alonso y la plantilla. ¿En qué me baso? En observar lo que vi en el Mundial de Clubes, recién llegado al banquillo, y lo que veo ahora. Hemos pasado de la meritocracia a la hora de jugar, moviendo el banquillo entre partidos (y durante el transcurso de los mismos) para tener a todos frescos y enchufados, a verificar todo lo contrario, es decir, a atestiguar que Alonso cuenta con 14 jugadores, y alguna rotación más en función de lesionados, llegando a tener en el ostracismo completo a más de un jugador. No parece la filosofía con la que venía Xabi, y no le noto la misma alegría que destilaba antes a la hora de hablar en rueda de prensa.
¿Qué está pasando? Hay algo que no sabemos. No conocemos el mapa completo para opinar, pero hay algo raro que ha desencadenado el que cesen las sinergias.
Se empezó ya en el Mundial, con las fuerzas muy justas entonces pero, sobre todo en agosto, cuando vimos un equipo que presionaba muy alto con un esfuerzo brutal, ahogando la salida de balón rival, con implicación de todos, aunque de unos más que de otros. Era tal el esfuerzo, y tan poca la pretemporada del equipo, que terminaban todos los partidos con la lengua fuera, a pesar de agotar los cambios. Eso cambió. Eso lleva sin verse desde el partido en el Metropolitano, porque en el del Barça había una extramotivación para jugar con el colmillo desde el primer minuto. Por cierto, el hecho de que se jugara así no quiere decir que se ejecutara a la perfección. Hablo de lo que buscaba el equipo, no que funcionara de forma instintiva.
Hay decisiones de Xabi tremendamente difíciles de explicar: alinear en ese citado partido contra el Atleti a Jude sin estar fino, a pesar de ser el pedazo de jugador que es; no dar oportunidad alguna a Endrick desde que se ha recuperado, salvo unos minutos contra el Valencia en los que encima vimos un cohete a propulsión sobre el terreno de juego; dar un poco más de opciones, pero poco más, a Gonzalo, quien fue el máximo goleador del Mundial de clubes; dar lecciones de implicación defensiva sólo a Vinícius Jr y a nadie más; la cantidad de oportunidades que brinda a Rodrygo, que lleva 29 partidos consecutivos sin marcar un solo gol con el Real Madrid, siendo delantero, amén de que su final de temporada pasada pareció claramente que se borraba del equipo. Tampoco entendí la segunda parte en Grecia, por ir a lo más reciente: me parece que fue Xabi quien metió desconcierto al equipo, con cambios mal hechos.
A Mbappé no le da un solo descanso, y creo que contra el Liverpool y el Rayo se le vio un poco cansado, e incapaz de resolver por culpa de ese desgaste. Debería rotarlo. Me apresuro a admitir la inmediata réplica: a ver cómo lo quitas si luego llega y te mete cuatro goles en un partido.
Con esta nueva situación, tenemos base para construir la idea que tiene en mente Alonso, y margen siendo primeros en LaLiga y quintos en la Champions para que sea una buena temporada
He de decir que, hasta el partido del Barça, estábamos viendo una versión excelente de cada jugador, salvo el día del Metropolitano, y eso también es mérito del entrenador: el mejor Mbappé en años, Vinícius volvía a entonarse, Tchouaméni a gran nivel, Arda jugando donde debe, Jude brillante tras el debut en falso contra el Atleti, Militao y Asencio con buen nivel, y hasta Camavinga sin desentonar, como Ceballos. Esto también es mérito del entrenador y así hay que juzgarlo, como lo es también el que los fichajes, salvo Trent, se implicaran y fueran resolutivos desde el comienzo.
Todo eso se desvaneció definitivamente antes del último parón de selecciones, como si no hubiera existido ningún trabajo.
Creo, sinceramente, que después del parón ha habido charla en el vestuario y parece ser que desde las alturas también. En el partido en El Pireo vi un cambio de actitud entre plantilla y entrenador, independientemente del resultado y los altibajos de montaña rusa que tuvo el partido y que ya hemos comentado, y es aquí donde veo brotes verdes. Estoy convencido de que se ha hablado en el vestuario, y cuentan que Xabi ha comentado la situación a solas con varios y en grupo con todos. Da la sensación de que han dejado de lado los problemas para sumar todos juntos.
El principal problema que estaba viendo yo con Xabi era que los jugadores no conectaban con él, y eso podía llevar todo al desastre y terminar con su puesto de entrenador. Parece que ese problema tiene pinta de estar solucionándose internamente, entre otras cosas porque Xabi los ha defendido a todos en rueda de prensa. La implicación de los jugadores, incluidos los supuestos díscolos, en Grecia fue digna de elogio. El partido de Vinícius fue sensacional, mostrando un compromiso increíble, y Valverde, al que se le vio completamente apático y con gestos impropios en Vallecas y Elche, volvió a ser ese jugador de garra que se deja la piel. También es significativa la imagen que hemos visto gracias a algún seguidor, en la que Vinícius y Xabi Alonso se funden en un abrazo al término del partido.
Con esta nueva situación, tenemos base para construir la idea que tiene en mente Alonso, y margen siendo primeros en LaLiga y quintos en la Champions para que sea una buena temporada.
Muchos madridistas, algunos de nuestros queridos galernautas también, dicen que los jugadores del Real Madrid no saben a qué quiere jugar Xabi, y que éste no ha dicho públicamente cuál es su idea de juego. Empiezo por esto último: el tolosarra no tiene ningún tipo de obligación de comunicar a nadie públicamente cuál es su intención de juego, y segundo: los jugadores tienen bastante claro a qué quiere jugar su técnico. De verdad, creo que El Pireo puede suponer el punto de inflexión en esa guerra interna de egos, y que podemos crecer.
Abordaré si la plantilla del Madrid es la necesaria, en líneas generales, en un próximo artículo.
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Acudí esta semana a una plática amistosa con nuestro Amado Líder Jesús Bengoechea (El BÚNKER - 25/11/25 Invitado: Jesús Bengoechea, de La Galerna. Investigación: medicina del futuro) con la sana confianza en que sus palabras pudieran despertar el hastío emocional que posee mi alma cada vez que llega el día de ver jugar al Real Madrid. Lo que antaño era una placentera espera durante toda la jornada, ahora se ha convertido en algo parecido a una larga tortura, que a menudo termina con una mirada melancólica al vaso de whisky con el césped desenfocado atrás, en la pantalla, donde once camisetas blancas o azules escenifican la célebre Danza de las chirimoyas del hermanísimo David Azagra.
Con su habitual gracejo futbolero, y con un puñado de sensatos argumentos, Jesús logró sacarme de mi apatía balompédica, hasta el punto de que el miércoles logré volver a vivir una larga jornada de ilusionante esperanza blanca. Hasta las nueve. Al primer minuto de juego ya había golpeado varias veces la barra del bar, había lanzado exabruptos en varias lenguas muertas, y si no arranqué la oreja de un mordisco al alguno de los camareros fue solo por mi convicción firme en que tal trozo cartilaginoso no era del todo culpable de lo que veían mis ojos.
No fue, obviamente, el desastre de Elche, a cuyo lado el de Annual es una pequeña anécdota, pero aún así, los nuestros se movían por el campo con el mismo orden que los dados de póker cuando los arrojas sobre un tapete de la manera más aleatoria posible. El Olympiakos no suponía una gran amenaza, pero nuestra desafección defensiva les iba poco a poco invitando a intentar la gesta. Con el primer gol caí en la noche oscura del alma hasta tal punto que ni la repetición mecánica de los versos de San Juan de la Cruz lograban aliviar mi endemoniado arrobo.
Al primer minuto de juego ya había golpeado varias veces la barra del bar, había lanzado exabruptos en varias lenguas muertas, y si no arranqué la oreja de un mordisco al alguno de los camareros fue solo por mi convicción firme en que tal trozo cartilaginoso no era del todo culpable de lo que veían mis ojos
Vino después una suerte de resurrección que, por un instante, nos devolvió a un espejismo de las noches de Champions que tú y yo conocemos, con Mbappé marcando goles como quien coge almendritas tostadas en el platito de un bar, pero ni siquiera en ese éxtasis goleador mi corazón pudo descansar y entregarse al disfrute. Algo, o quizá todo, seguía sin funcionar. Es muy extraño que un equipo que logra la holgura de la remontada que ayer logró el Madrid siga transitando por el campo entre dudas y desconfianzas, pero los de Xabi Alonso no acababan de exhibir la menor confianza en su propio juego, por más que un comentarista bastante ventajista gritase en la retransmisión que Arda Guler “ha entendido el partido”. En el supuesto caso de que Arda lo haya entendido, que no lo sé, lo que es seguro es que no lo han entendido todos los demás.
El entrenador se desgañitaba haciendo gestos para que juntasen las líneas y no me extraña, porque por momentos el dibujo de los jugadores del Madrid era una réplica de esos anuncios de detergente en los que un chorrito de gel sobre la sartén hace que la mugre se parta y se disuelva en mil trozos, como si hubiera sido alcanzada por un tomahawk. No es que estuvieran mal posicionados, es que sencillamente se colocaban y perdían al instante las posiciones, en medio de una ensalada de gestos que daban la triste sensación de que ni el que llevaba el balón ni el que debía pedirlo tuvieran la menor idea de lo que debían hacer. Confío en que fuera solo una sensación y no una terrible realidad.
Me pasé los larguísimos últimos minutos deseando el pitido final, porque el fantasma del empate después de los minutos de gloria y la ensalada de goles se paseaba por el bar, y era exactamente lo que necesitábamos para terminar de hundirnos a todos en la melancolía.
En muchas otras ocasiones –lo he escrito aquí- tengo claro lo que sucede en el campo o en el equipo. En esta, mi desconcierto es absoluto, y lo más que alcanzo a afirmar es aquello que no creo que esté ocurriendo; es decir, no creo que haya un problema tan importante entre los jugadores y el entrenador, no creo que no tengamos jugadores de nivel para competir por todo, no creo que haya futbolistas a los que se les haya olvidado cómo se jugaba al fútbol, no creo que uno de nuestros jugadores esté arruinando el juego de todo el equipo, y no creo que todas las decisiones polémicas del entrenador sobre la alineación sean erróneas. Eso es lo que no creo. En cuanto a las certezas, solo una: el efecto milagroso de la charla optimista con Jesús que me devolvió al instante el entusiasmo por el fútbol, es decir, por el Real Madrid, se disolvió como azucarillo en café caliente en el primer minuto de juego.
Tristes, estas horas de incertidumbre. A falta de darle de nuevo la murga a nuestro Amado Líder en busca de la bebida isotónica que te repone al instante, tendré que refugiarme en la penumbra dulcísima de los versos del santo, “entre las azucenas olvidado”, hasta la próxima cita con nuestra mortificación balompédica semanal confiando en que el cielo esté detrás de las nubes negras.
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Aunque la cosa tuvo que empezar antes, y siempre gracias a Twitter, mi primer recuerdo de Kollins es sin Kollins delante, cosa que también pasa con Twitter, claro, pero yo me entiendo. Hablar por teléfono es el segundo paso tras el descubrimiento y asentamiento de afinidades. Twitter va en ese sentido un paso por detrás de Tinder, que por lo que me cuentan tiene como segundo paso el encuentro físico, y como tercero la penetración, si todo va bien. Kollins penetraría en mi vida de manera solo intelectual, apresurémonos ya a aclararlo, pero rendiría frutos mucho más duraderos que los que como media rinde Tinder (y Twitter).
Así que le llamé por teléfono desde aquel absurdo teléfono fijo que teníamos en casa en Cardiff, una especie de miniatura de las clásicas cabinas inglesas que me indigna recordar, porque yo no era en Cardiff un simple turista y ese aparato me trataba como tal. Esto pasó hace aproximadamente una década, y por entonces la gente usaba el teléfono fijo.
Fue una llamada eterna, si cabe la redundancia cuando Kollins está por medio. Las coincidencias en nuestro modo de entender el Madrid (y supongo que ya se dejaba entrever que también la vida) eran alarmantes. ¿Por qué ese tipo veía las cosas exactamente como hay que verlas, y todo sin haber pedido antes el oportuno permiso para acertar? Yo creo que por entonces ni siquiera nos habíamos visto las caras (él a mí tal vez sí por la foto de mi perfil y/o por la tele del Madrid), y casi mejor, porque tener constancia de esa cara de sabio paradigmático habría acrecentado la indignación. Sea como fuere, cuando por fin colgué ya sabía que, en adelante, jamás podría sacar de mi existencia a aquel tipo brillante y concienzudo, serio y obsesivo, profundamente bueno y recto. En efecto: un tipo inaguantable, de esos que te hablan involuntariamente de tu propia mediocridad.
Pero yo soy tan mediocre que no me importa que me lo recuerden, por lo menos no si se hace sin querer, de manera que de ahí pasamos a que colaborara en La Galerna, y de ahí a que se convirtiera en su redactor jefe.
¿Por qué ese tipo veía las cosas exactamente como hay que verlas, y todo sin haber pedido antes el oportuno permiso para acertar?
Yo estaba en Cardiff y él en Barcelona. Nos vimos físicamente algunas veces, en Madrid o la Ciudad Condal, pero el grueso de los encuentros eran telemáticos. Había días que ni hablábamos, limitándose la comunicación al intercambio de mensajes de WhatsApp. Pero el tipo hervía de pasión, iniciativa e ideas, de manera que de vez en cuando no había más remedio que cortar toda comunicación con el resto del mundo y organizar videoconferencias que se prolongaban largo tiempo.
—Niños, no existáis. Me meto a hablar con Kollins.
Pronto quedó en evidencia algo tremendamente incómodo. Al sujeto le importaba La Galerna más que a mí, que era el dueño y el fundador. Es más: pronto se impuso la certeza perturbadora de que él era mucho más importante para La Galerna que yo mismo. Su entrega a la causa, siempre estajanovista, tenía un componente de profesionalidad ejemplar, pero también otro no menor de devoción genuina por el producto. El hombre quería ofrecer tantas y tan excelsas cosas al lector que era benditamente agotador. Aprendí tanto en aquellos dos años, sobre La Galerna y sobre mí mismo, que no se lo perdonaré jamás. Fueron los mejores años de La Galerna, que sigue estando bien a mi parecer (si no, jamás continuaría con ella), pero que no volverá a vibrar de madridismo y sintaxis como entonces.
Después, Kollins se marchó, de La Galerna pero no de mi vida, y que se le ocurra. Paco cogió el dignísimo relevo, aunque Kollins sigue escribiendo ocasionalmente. Se montó un canal de YouTube que tiene algo de la esencia de aquella Galerna, y que es el mejor de los que circulan por ahí sobre el Madrid. Kollins es un opinador verídicamente enamorado del equipo y de lo que significa, razonable, pausado, libérrimo y emotivo. Le guía la pasión por saber, por el Madrid, por saber del Madrid. Todo el mundo sabe que los contenidos de historia del Madrid no dan pinchazos porque el algoritmo es gilipollas. A Kollins le da igual el algoritmo y ofrece contenidos históricos junto a otros donde aborda la actualidad con ayuda de sus colaboradores. Iba a decir que aborda la “rabiosa actualidad”, como dice el tópico del sintagma gastado, pero la rabia es patrimonio de otros.
Al sujeto le importaba La Galerna más que a mí, que era el dueño y el fundador. Es más: pronto se impuso la certeza perturbadora de que él era mucho más importante para La Galerna que yo mismo
Estoy escribiendo sobre Kollins porque llevo muchas horas, casi días pensando en él, a resultas del fallecimiento de su madre, a la que no tuve el placer de conocer, pero que hubo de ser a la fuerza una persona fantástica. Los escritores solemos escribir sobre nuestros amigos cuando se mueren, lo cual no tiene ninguna gracia por no poder leerlo los interesados. Quizá, junto a las debidas condolencias, no sea mala idea escribir sobre nuestros amigos cuando son sus progenitores quienes nos dejan. Hoy es un buen día para proferir vivas a la madre que parió a Kollins, porque sin ella no habría Kollins, y aprovechar la ocasión para alabar al hijo de la madre de Kollins. La madre de Kollins, la madre de Javi, supo sin duda de la excepcionalidad de su vástago, pero yo levanto ante ella acta de gratitud eterna. No hacía falta, o mejor: me hacía falta a mí.
Un abrazo, amigo mío. Lo siento en el alma. Te queremos.
A menudo se vincula el control con el placer, pues controlar implica poder, y este, a su vez, genera una sensación vigorosa y estimulante que nos resulta satisfactoria. Creer que todo a nuestro alrededor vive y muere por nuestra voluntad debe de ser algo delicioso.
Cuenta Xabi Alonso en La mirada de un mediocentro, la entrevista-documental que Ecos del balón le hizo en 2017, que su aspiración es controlar todo lo que ocurre en el terreno de juego. Es este un sueño viejo: no hay técnico en el mundo que no lo desee, aunque sólo sea en la oscuridad de su habitación de hotel. Convéncete: también le ocurre a los Ancelottis, Zidanes y Del Bosques, cuya herencia será, junto a los títulos, el relato de que eran más gestores que entrenadores. Pensar lo contrario es ser un ingenuo.
Se dice que lo mejor de Xabi Alonso como entrenador del Madrid se vio en el Mundial de Clubes. Esta idea se refiere a que el equipo se parecía más a lo visto en Leverkusen: presión alta, dominio del balón y del juego, sometimiento del rival casi constante. En los últimos meses ya lo hemos visto menos, desembocando en esta última triada infernal, Vallecas, Elche y el Pireo, territorios de frontera donde el Madrid se ha rendido a la anarquía y la dejadez, viejas conocidas que, curiosa y divertida coincidencia, le sirvieron para desquiciarnos y ser campeón de Europa al mismo tiempo.
Quizás el viejo sueño de controlar todo lo que ocurre en el terreno de juego no sea más que una quimera y el equilibrio esté más cerca de rendirse a cierto desequilibrio, a abrir la puerta al caos de vez en cuando
En Grecia, el Real Madrid ganó por primera vez en su historia -ya queda menos por conquistar en este mundo que se nos queda pequeño- al Olympiakos de Mendilibar por 3-4. Lo hizo gracias a Mbappé, que se apuntó los cuatro tantos en una actuación de mando soberano, casi obsceno. Dijo luego el francés que no hay dependencia de sus goles, y que sin embargo la prensa debería criticarle a él por no marcar ni en Vallecas ni en Elche, y le faltó quitarse la montera y saludar al tendido después. También fue gracias a un gran Vinícius Jr. que, por momentos, y gracias a la abundancia de espacios y de metros para correr, se pareció a ese que añoramos y que sí se merece cobrar 30 kilos.
Hubo espectáculo en ambas áreas, como contrapeso al control que pretendía ese (más) joven Xabi Alonso en 2017. Comenzó ganando Olympiakos, remontó el Madrid en un trueno, casi sentenció, y luego los griegos aprovecharon la endeblez defensiva de un equipo superado por las circunstancias, que nos retrotrae a no muy lejos, totalmente partido, con tipos que no corren para atrás, enemigos de un balance defensivo sano, para recortar distancias e iniciar debates.
Dijo mbappé que no hay dependencia de sus goles, y que la prensa debería criticarle a él por no marcar ni en Vallecas ni en Elche, y le faltó quitarse la montera y saludar al tendido después
En 2017, Alonso también afirmaba que, a pesar del deseo de controlarlo todo, lo más importante para un entrenador era ser capaz de adaptarse a los jugadores que había en la plantilla. Uno tiene la sensación de que lanzaba un mensaje a este futuro. Mencionaba entonces, hablando sobre Pep Guardiola, que había tenido que aceptar un porcentaje de descontrol sobre el campo, y que eso estaba bien. Casi parece hablar de sí mismo cuando señala que el catalán podía querer controlarlo todo, pero si tenía a un jugador como Sané capaz de hacer carreras de cuarenta metros y otro como De Bruyne que veía muy bien esos espacios, era imposible no aprovecharlo. ¿Se te viene, igual que a mí, alguna coincidencia a la mente?
Me pregunto hoy si lo visto en Vallecas, en Elche y en el Pireo no es más que otra fase de este Madrid en construcción necesitado de tiempo. Me pregunto si estamos viendo a un Xabi Alonso que trata de adaptarse para darle espacios a Vinícius. Me pregunto si busca que Bellingham también sea feliz y que eso no suponga que Güler desaparezca. Me pregunto si en esta vorágine trata de brindarle algo de paz mental a Valverde. Me pregunto si, de alguna forma, está renunciando al control y por ende al poder, fabricando mientras tanto un camino paralelo que le lleve al mismo sitio: el placer de ganar.
Quizás el viejo sueño de controlar todo lo que ocurre en el terreno de juego no sea más que una quimera y el equilibrio esté más cerca de rendirse a cierto desequilibrio, a abrir la puerta al caos de vez en cuando para airear un excesivo rigor táctico. Quizá, digo, repito, pues no lo sé. Me hago preguntas tan solo. Mientras llegan las respuestas, mientras todo ocurre, por suerte, nos queda Mbappé.
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Buenos días, queridos galernautas. Qué arduo es el trabajo del portanalista. Los viernes son eriales informativos, pero los diarios presuntamente deportivos han de salir sí o sí. Y, dado que para ellos la veracidad es un rasgo deseable pero perfectamente prescindible, imaginen ustedes la sustancia de lo que hoy ofrecen. Exacto.
Resoplando y café en mano, vemos que Marca abre con Alexia Putellas, destacada jugadora de la selección femenina, dejando unas declaraciones de enorme profundidad: “Queremos levantar otro título”. En referencia, suponemos, a la final de la Nations League. Las alemanas, enigmáticas, no han especificado todavía si prefieren levantarlo, empujarlo, ganarlo, perderlo o empeñarlo.
Pasemos al diario prisaico, As. En este caso, el otro representante de la llamada Central Lechera nos muestra a Aitana Bonmatí afirmando que Alemania “les motiva”. No parece que la posibilidad de ganar un trofeo sea acicate suficiente. Notamos cierta germanofobia soterrada, y no nos gusta un pelo. El titular, en letra amarilla, tampoco es demasiado inspirado: “Desafío de oro”. Queda patente que en As mantienen una firme consistencia tanto en su nivel de rigor como en su creatividad.
Abramos ahora la prensa cataculé y enviemos, de paso, una caja de ansiolíticos adquiridos de estraperlo al boss Jesús Bengoechea, que ha sufrido un amago de angina de busto al ver la portada de Sport. “TE NECESITAMOS PEDRI”. Así, sin coma vocativa. Qué oscura entraña hay que tener para perpetrar semejante crimen de lesa puntuación. Queremos pensar que la ausencia se debe a las prisas del redactor, sin duda abrumado por el dramatismo del mensaje. Aunque lo acompaña con una imagen del friolero jugador canario ejecutando lo que parece un paso de Kazachok. Confesamos no lograr descifrar el simbolismo de semejante combinación de agonía textual y zapateta eslava.
Lo de la coma del vocativo tiene su historia porque habrá quien justifique la ausencia de la misma con el cambio de color, o sea, hay una regla no escrita de la cosa tipográfica que, primero, proclama su superioridad tácita sobre las de puntuación, y después decreta, así, por sus santos dídimos, en obediencia al libre albedrío testicular de los hacedores de portadas, que mientras el mensaje y el receptor del mismo estén a diferente color puede obviarse la referida coma.
La primera pregunta es qué les ha hecho la coma del vocativo para querer obviarla. ¿Es madridista la coma del vocativo? ¿Es centralista? ¿Imperialista? ¿Franquista por ventura? ¿Valdría la pena pagar durante 17 años al vicepresidente de la RAE para hacerla desaparecer discretamente?
La segunda pregunta no es menos acuciante. Aun en el supuesto de que la coma del vocativo sea en efecto tan abominable, ¿realmente es el cambio de color pretexto suficiente para ajusticiarla? ¿Podría escribirse burro con uve siempre y cuando la uve aparezca de un color distinto al resto de la palabra? ¿Sería lícito escribir sinvergüenza sin diéresis solo porque Laporta no la lleva?
(Nota del editor: los últimos tres párrafos son obra de un exasperado Jesús Bengoechea, quien los ha añadido en el proceso de edición de este portanálisis. A esta hora, nos complace informar que está fuera de peligro, internado en un hospital de Chamartín).
Por su parte, el diario del conde de Godó, Grande de España, nos brinda un perfil de Hansi Flick sobre fondo negro, afirmando que “lo tiene claro”. Será el rostro. Negro en inglés es black, hoy es Black Friday… ya saben por dónde vamos. Hansi quiere ir de compras y hojea las gangas del consumismo global. Eso, o que, meticuloso como buen alemán, redacta su carta anticipada a SS. MM. los Reyes Magos: un central, un extremo y un delantero. Igual que cuando de niños pedíamos bicicleta, videoconsola y el castillo de Greyskull. Y amanecíamos el 6 de enero con calcetines y unos Juegos Reunidos Geyper. El grado de esplendor de los Magos solía estar íntimamente relacionado con la profundidad de sus arcas; deduzca el galernauta avispado qué puede fichar el cliente de Negreira en su situación actual. Exacto.
Pasad un excelente día, consumid con prudencia si os place y comenzad a hojear el catálogo de juguetes del Corte Inglés, que luego lo dejáis para última hora y Melchor, Gaspar y Baltasar entran en pánico.
Buenos días. Hoy vamos a ir rapidito. Como a estas hora sabéis todos sobradamente, el Real Madrid ganó 3-4, en un partido que tuvo de todo, al Olympiacos en tierras griegas, con lo que queda quinto en la liga de Champions, bien ubicado para alcanzar el Top8 en la jornada final que exime de disputar ronda de repesca antes de octavos.
Decimos que el partido tuvo “de todo” y el propio Xabi Alonso lo describió con estas mismas palabras en sala de prensa. Si bien podéis leerlo en detalle en la crónica y notas de Genaro Desailly, así como en el texto que esta mañana ha publicado Jesús Bengoechea, nosotros sintetizaremos ese “de todo” en los siguientes puntos, aunque no tendrían por qué ir en el siguiente orden.
-Un Vinícius tan magnífico, pujante y pródigo en genialidades que ya hay quien especula con la posibilidad de que firmara el mejor partido de toda su carrera madridista. A nosotros nos parece que, por su trascendencia, habría que otorgar ese honor a su descomunal Real Madrid-Bayern de la semifinal de la Decimoquinta, pero todo es opinable. Se da la curiosidad de que Vini no marcó en ninguno de los dos partidos.
-Si lo de Vini entra en el terreno de lo opinable, lo de Mbappé es excelencia científica. Cuatro goles, tres de ellos en tiempo récord, son excelencia objetivable, trascendencia refrendable con una simple mirada a la realidad. Leed también lo que a Jesús Bengoechea nos cuenta hoy en torno a su compromiso (al de Kylian, no al de Jesús).
-Los últimos agobios, impropios de un equipo como el Madrid, que debería ser capaz de poner a dormir partidos ya virtualmente ganados, sin que el rival termine acogotándote con la amenaza de remontar, nos sirve para no lanzar más campanas al vuelo de las estrictamente necesarias. Los problemas persisten, pero lo que llegó ayer es un bálsamo para afrontarlos con temple.
Os dejamos con la prensa cataculé. Pasad un buen día.
La victoria se fraguó a pies de Vinícius, que facturó uno de sus mejores partidos con la camiseta del Real Madrid, lo que ya es decir mucho. Si, como se comenta, no tiene una buena relación con Xabi Alonso, la profesionalidad de su actitud está a la altura de la genialidad de sus diabluras. También es verdad que hubo un abrazo final entre jugador y entrenador que parece desmentir las tiranteces. Esa imagen edificante no nos la trajo Movistar, evidentemente, sino un espectador desde la grada. No nos pueden ocultar el Vini genial, porque salta demasiado a la vista, pero tratan de hurtarnos el Vini ejemplar que dinamita su relato.
Sufrimos en exceso en el tramo final, y en otros tramos anteriores. Está visto que no se nos da bien administrar rentas a favor, y ello sucede porque no sabemos adormecer los partidos. Ayer se intentó, pero los encargados (mayormente Ceballos y Bellingham) fracasaron en la tentativa. Parece que el Madrid de Xabi es capaz de desatar zafarranchos memorables, pero cuesta sostener un dominio tranquilo del partido cuando es lo que este demanda. Por eso el final fue de infarto, cuando nunca debió haber sido así. No creo que proceda culpar demasiado a la defensa (o a los defensas) de los apuros. Estaban fuera los dos centrales titulares y el primer suplente. Carreras estuvo muy bien adoptando ese papel intempestivo. Más discreto Asencio, aunque la intrahistoria que se ha sabido hoy (parece que jugó bajo al impacto de la muerte de su abuelo) elevan su actuación al olimpo de los mitos del compromiso.
El inglés tiene una legión de odiadores, pero nunca sobra en un equipo un tipo que sabe dar al balón para ponerlo precisa y exactamente donde quiere. A esta monumental precisión opone por desgracia un lenguaje corporal que no le ayuda, como le ocurría a Benzema. Denota algo que muchos interpretan como indolencia, o más bien extraña melancolía, en su caso. El chico es así. Tarda cuatro días y medio en tirar un córner, pero ¿habéis visto dónde la pone cuando finalmente lo hace? Bendita sea esa parsimonia si forma parte del ritual del éxito. Yo, que creo que el fútbol consiste en enviar el balón justamente a donde quieres enviarlo, pienso que no podemos permitirnos no explotar al máximo a quien atesora esa virtud de una manera tan abrumadora. Cuando Beckham llegó al Madrid, criticaban su incapacidad para llegar a la línea de fondo. Míchel, máximo especialista en esas lides, replicó públicamente: “¿Para qué quieres que llegue precisamente allí si es capaz de ponerla donde quiere desde donde quiere?” Pues eso. Incalculable tesoro. Explótese como Dios Manda. Xabi no jugaba donde Trent, pero compartía con él la pericia de lo milimétrico. Suena al hombre indicado para saber cómo sacar máximo partido de esta fortaleza.
Se ha puesto de moda decir que el centro del campo del Madrid es puro músculo. Se dice eso por el perfil étnico que impera en la línea. No se dice (creo) por racismo, sino por la simple asunción de un estereotipo. El partido de ayer nos recordó que Tchouaméni y Camavinga, además de físico, tienen pie, o al menos más pie del que nos quieren hacer ver los agoreros. A Camavinga hay que recuperarle, y a Tchou darle alas para que siga volando. ¿Que les vendría bien tener al lado un metrónomo tipo Kroos (si es que hay alguien “tipo Kroos”)? Sin duda. Pero dejemos ya de hablar de estos dos tipos como si tuvieran una bota atada a la otra.
Nadie se lo esperaba, es más, ¿cuántos ignoraban que seguía en la plantilla? Suceden dos cosas con él, y no conviene minusvalorar ninguna de ellas. En primer lugar, hace que el rival no quiera ni oír hablar de la opción de transitar su banda. Es como cuando el Maps te dice que vayas por una ruta y tú lo desautorizas con el mohín de quien conoce las carreteras. ¿Quién querría aventurarse por una avenida radioactiva? Mendy disuade, simplemente por estar allí. Lo segundo es que, en la simpleza de su fútbol, en su limitación, es el lateral izquierdo que Vini prefiere tener detrás. ¿Os parece poco? Alguien decía en Twitter que es además, a su manera, a su constreñida y atípica manera, uno de los pocos jerarcas que quedan en la plantilla. Y es verdad.
La omnipotencia goleadora de Kylian, su furor insaciable sobre el campo, se ven superados por su inspiración ante los micrófonos. Habló de proteger al entrenador. Han pasado cosas malas y parece que están pasando cosas buenas en el vestuario. Mbappé es, de pronto, uno de los líderes. Este tío no llega al campo, mete cuatro goles y se va a su casa (cuidado, que eso ya estaría suficientemente bien). Este tío vive y respira lo mismo que tú y que yo, el ansia perpetua de gloria, y sabe aderezarla de la necesaria sensatez. Dios nos lo guarde.
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