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Un Xabi Alonso por Navidad

Un Xabi Alonso por Navidad

Escrito por: Luis Montero Manglano23 diciembre, 2022
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Finalizó el Mundial de Qatar. Ese que según la prensa del ramo ha estado muy bien. Como aquel poema de Luis Sánchez Polack “Tip”: “En la boda de Senén / hubo pastas, dulces, frutas, / maricones y hasta putas; / en fin, que estuvo muy bien.”

El Mundial de Qatar ha sido lo contrario a la boda de Senén: ni estuvo bien ni hubo maricones porque allí están prohibidos. Tampoco puedo asegurar que hubiera putas, aunque la prostitución ética y moral de todo lo que rodeaba al evento era más que evidente. Para algunos, no obstante, este mundial será recordado por consagrar a Leo Messi como mejor futbolista de la Historia.

A mí eso sí me parece bien, qué quieren que les diga. Messi es el mejor de la Historia. Es cierto que Pelé tiene más mundiales, que Cristiano Ronaldo ha marcado más goles y, ya puestos, que Gareth Bale tiene más Copas de Europa; pero líbrenme Dios y Maradona de negar que Messi es el mejor de todos. Me encuentro henchido de espíritu navideño y no quiero negarle a nadie la ilusión de aceptar a “Lio” como el más grande de todos los tiempos pasados y futuros.

Me siento como ese padre que en la noche del 5 de enero se toma el vino y las galletas que sus hijos han dejado amorosamente preparados para los Reyes Magos.

— ¡Mira, papá! ¡Han venido los reyes y se han bebido todo el vino!

— Claro que sí.

— ¡Y Messi es el mejor futbolista de la Historia!

— Por supuesto, hijo mío. Y que nadie te diga lo contrario.

Entonces padre e hijo se abrazan, suena una campanilla y un ángel se gana sus alas; pero esto último a nadie le importa porque el ángel se apellida Di María y el Mundial de Qatar lo ha ganado solo Messi y nadie más que Messi.

Xabi Alonso y Di María

La Navidad, en fin, es una época de deseos cumplidos donde se escriben cartas a seres poderosos que entregan obsequios al amparo de las sombras, como Papá Noel, los Reyes Magos o el emir de Qatar; que le ha traído a Messi un mundial y ha dejado un montón de dinero en los zapatitos de varios eurodiputados.

En cada país tienen su propio espíritu navideño de los regalos. Santa Klaus es el más popular. A Santa Klaus se lo inventó Washington Irving en 1809 para su novela “Una historia de Nueva York” mezclando la tradición inglesa del Father Christmas y la nórdica de san Nicolás. Irving secularizó al personaje para no ofender a los protestantes neoyorkinos. Santa Klaus es como el PSG de la Navidad: una aséptica imitación de tradiciones antiguas, un producto cocinado en salsa de marketing para gustar a unos señores muy creyentes de lo suyo y que tienen mucha pasta.

En Finlandia los regalos de Navidad los trae la cabra Yulipuki, que la noche del 25 de diciembre se transforma en un anciano que reparte presentes a los niños. En España no tenemos a la Cabra Yulupuki pero sí a Javier Tebas, que es su reverso en negativo: un señor mayor que eventualmente se transforma en cabroncete para quitarle cosas al Real Madrid.

Tebas sospechando

Luego están a los Jolasveinar de Islandia. Los Jolasveinar son 13 duendes traviesos que, durante la Navidad, van a tu casa y te roban cosas a cambio de obsequios. Uno de ellos es Stufur, roba cacharros de cocina, otro Skyrgaumr, que roba cubiertos, otro Pottasleikir, que roba velas… En el resto de Europa a los Jolasveinar los llamamos Fútbol Club Barcelona, solo que en vez de regalos te dejan un pagaré o, en islandés, “phälankjha.”

Los madridistas de bien a quien le pedimos los regalos cada Navidad es a los reyes magos, como no podría ser de otra forma. Los reyes de Europa no podemos rebajarnos a pedirle chucherías a extrañas cabras antropomorfas ni a duendecillos amigos de lo ajeno. Ni mucho menos al gordo barbudo del PSG.

Yo este año a los Reyes Magos solo les pido una cosa. Dado que en poco más de un año se le acaba el contrato a Ancelotti, yo lo que le pido a Melchor (que siempre ha sido mi rey favorito) es que cuando llegue ese momento aciago, me traiga a Xabi Alonso como entrenador. Las razones que justifican esta petición son varias.

Primera razón: Xabi Alonso es lo más parecido a Mourinho que hay hoy en día sin ser Mourinho. De hecho, nadie ha descrito de forma más certera al Madrid de Mourinho que Xabi Alonso. Rock and Roll, así fue cómo lo llamó. El Madrid del Rock and Roll. Yo quiero eso. Un Madrid que al atacar sea ritmo y locura; once tíos que, cuando corran la banda, hagan temblar el suelo del estadio como si fueran las paredes del Crawdaddy Club de Richmond cuando allí tocaban los Rolling Stones. Solo hay un hombre que pueda lograr algo así, y es el mismo que bautizó a esa manera de hacer fútbol. Con Xabi Alonso tendríamos en el banquillo a un Mourinho donostiarra. Fado y galerna. El Bernabéu sería el Pecquod y Xabi Alonso el capitán Ahab cabalgando un equipo en forma de ballena blanca. No sé ustedes, pero yo lo veo.

Xabi se formó como jugador tanto en la escuela guardiolesca como mourinhana, que eso es como ser escolástico y nominalista al mismo tiempo

Segunda razón: de la época gloriosa del Madrid de las 4 de 5 tengo dos carreras grabadas para siempre en la memoria: una de ellas es la cabalgada de Xabi Alonso cuando, durante la final de la Décima Copa de Europa, saltó de la grada y atravesó el campo en traje y corbata para celebrar un gol del Madrid. Por cierto, pocos recuerdan que el gol que hizo enloquecer a Xabi Alonso en aquella final no fue el de Ramos, sino el de Gareth Bale, que era el de la victoria.

El fútbol le debe una Champions a Xabi como entrenador del Madrid. Si aquella fue su reacción como mero espectador, imaginen cual sería en la banda, habiendo liderado al equipo hasta la victoria. Los madridistas nos merecemos contemplar tal espectáculo.

Tercera razón. Si Javier Teba aka. Cabra Yulupuki dedicara tanto tiempo a la promoción de la Liga como el que dedica a putear a Florentino Pérez, se daría cuenta del gran reclamo que supondría un Real Madrid entrenado por Xabi Alonso. Imaginemos que, para entonces, Xavi Hernández siguiera en el banquillo de Barça. Sería La Liga del Xabi vs. Xavi. El Xabi con B de “bueno” contra el Xavi con V de “villano”.  La Liga de los X-Men. Cada Clásico un espectáculo digno de Marvel Studios. Veo tazas, camisetas, gorras y frisbees y hasta una serie en HBO-MAX. Imposible no hacer que suceda.

Cuarta razón. Muchos me dirán que sí, que todo esto está muy bien, pero, ¿qué ha demostrado hasta ahora Xabi Alonso como entrenador? El Bayern Leverkussen está siendo su debut en las grandes ligas y, a tenor de las cifras, no parece un debut espectacular (aunque sacara al Atleti de la Champions League). Como tampoco lo fue el de Zidane en el Castilla, y eso que aquella liga no jugaba el Bayern de Múnich.

Por otra parte, no olvidemos que Xabi se formó como jugador tanto en la escuela guardiolesca como mourinhana, que eso es como ser escolástico y nominalista al mismo tiempo. Su primer título como entrenador lo ganó con el Real Madrid al hacer campeón al equipo infantil. Y, más tarde, al filial de la Real Sociedad lo ascendió al Segunda División por primera vez en seis décadas. No son malos precedentes.

Quinto motivo. He querido dejar el más importante para el final. Xabi Alonso se enfrentó y salió victorioso contra la organización más poderosa, voraz e implacable de nuestro tiempo: la Hacienda Pública Española. Yo, como autónomo que soy, no puedo por menos que admirar un logro semejante. Un tipo así es lo que quiero para el banquillo del Madrid. Si ganas en los tribunales hasta en tres ocasiones al fisco español, ganar Copas de Europa en comparación es un juego de niños. Xabi Alonso se ríe en la cara del peligro y en la calva de Ceferin, y por sus venas flotan casquetes polares. Con él en el banquillo habrá que habilitar un edificio anexo al Bernabéu solo para albergar trofeos. Estoy seguro de ello.

De modo que, querido rey Melchor, no me niegues este pequeño deseo. Cuando Ancelotti nos diga adiós, tráeme un Xabi Alonso por Navidad.

Y que todos ustedes pasen unas felices y madridistas fiestas.

Luis Montero Manglano
Novelista. Editor. Profesor de Historia del Arte.

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Cuento en @lagalerna_ el asombro que me produce que los rivales sigan atribuyendo a la suerte nuestras victorias y que piensen que no jugamos a nada. Por mí, y seguro que por Carletto, que sigan igual.

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