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Zidane, ¿mejor entrenador que jugador?

Zidane, ¿mejor entrenador que jugador?

Escrito por: Antonio Valderrama4 mayo, 2021
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Zidane: los dos cuerpos del rey

 

Desde que el Madrid de Zidane volviera, en aquella semana de gloria abrileña en la que se enganchara del todo a la posibilidad del doblete doblegando de seguido a Liverpool y Barcelona, a demostrar su cualidad de equipo histórico, atemporal, paradigma de una época, un debate sacude los mentideros del madridismo: ¿qué Zidane es mejor? ¿El futbolista o el entrenador? ¿El genio de la lámpara que se deslizaba por el campo danzando con su calva franciscana o el míster en gabardina que dirige como en trance desde la banda? El mejor hecho de que el debate exista revela, por encima de otras consideraciones, que todo eso de la flor, la baraka y lo del «alineador» se está quedando obsoleto: la evidencia del talento de Zidane como «gestor de grupos», estratega de la pizarra y notable director de campo, se está imponiendo en la temporada madridista más heroica desde la segunda Liga de Capello.

La evidencia del talento de Zidane como «gestor de grupos», estratega de la pizarra y notable director de campo, se está imponiendo en la temporada madridista más heroica desde la segunda Liga de Capello

Algo es algo. La verdad, lo fáctico, siempre se abre paso. Todo lo que está pasando a lo largo de esta campaña 2020-2021 está refutando esa teoría absurda de que Zidane ganó todo lo que ganó por Cristiano Ronaldo. Como si encadenar tres Copas de Europa seguidas o hacer el primer doblete major del Madrid en 60 años no fuese suficiente, la Liga del año pasado también resultaba sospechosa, por «la pandemia». Este año no ha parado de reinventarse, homenajeando al espíritu de nuestra época, por culpa de las lesiones, que le han dejado el equipo como el ejército de Pancho Villa. Sacándole brillo al «librillo», como decía Florentino, Zidane se ha ido haciendo de maestrillo, maestro, logrando una amalgama de soluciones prácticas que han confirmado que estamos ante un depurado artesano del oficio. Todo esto, naturalmente, sin pasar por alto que Zidane, al meterse a entrenar al Castilla en 2015, era, por encima de todas las cosas y ya para siempre, le deparase la nueva aventura de los banquillos lo que le deparase, un icono universal del fútbol. Una leyenda francesa, y del Madrid.

Zidane fichaje Real Madrid

Hay un historiador polaco que desarrolló una teoría muy interesante acerca de la figura del rey medieval: el rey, en tanto que monarca e individuo de carne y hueso, era a la vez mortal e inmortal, institución y persona, eterno y perecedero. De Zidane se podría decir lo mismo porque, ¿dónde poner la raya entre la fascinación que ejercía como futbolista y su posterior carisma como técnico más imprevisible y ganador del momento? El Zidane-jugador es inseparable del Zidane-entrenador, porque el segundo se alimenta continuamente de lo hecho, vivido y aprendido por el primero. ¿Cuánto de sus atributos como jefe de un vestuario se debe a la influencia de su recuerdo en sus futbolistas —y en los futbolistas contrarios, algo que no es baladí—? Un fenómeno semejante debió suceder con Di Stéfano, cuando La Saeta se metió a míster, aunque luego no ganara tanto como Zidane: el carisma del mito paraliza a propios y extraños, consigue engrasar unas voluntades que otros, estudiosos, estajanovistas del método (estoy pensando en Benítez, en Lopetegui, también en Mourinho, en Conte…) jamás lograrán, ni siquiera a fuerza de un trabajo desmedido.

¿Dónde poner la raya entre la fascinación que Zidane ejercía como futbolista y su posterior carisma como técnico más imprevisible y ganador del momento?

Zidane, al fichar por el Madrid en 2001, ya era un símbolo que trascendía su condición de francés, no sólo por lo que tenía de confirmación triunfal del dudoso melting pot de Francia sino por su naturaleza balompédica absolutamente singular, única. Su estética, su manera de moverse en el campo, lo hacían diferente. No era simplemente un virtuoso, un fantasista, un mediapunta genial, sino que al corretear por el campo domesticando la pelota a su antojo, tan alto, corriendo tan erguido, parecía ejecutar los acordes de esa sinfonía cósmica que decían los filósofos antiguos que regía la vida en el universo, la música de las estrellas. Zidane convertía lo cotidiano en sublime, ahí radicaba su magnetismo. Los parroquianos se sentaban en el bar un domingo por la tarde a ver un Madrid-Osasuna esperando ese algo distinto que era la quinta esencia de la vida que prometía la publicidad. Eso era Zidane. Pero no sólo. También fue el banderín de enganche de una nueva generación de madridistas, los millenials, que no es que se hicieran del Madrid por él, pero que pudieron conocer una versión moderna del grande y viejo Madrid de Bernabéu y Di Stéfano con Florentino y con Zidane. Vistiéndose de blanco, Zidane unía su carisma universal con el del Madrid; su impacto global, individual, con el impacto global colectivo del equipo más grande, más amado y más odiado. El matrimonio tenía que salir bien a la fuerza. El hijo de emigrantes argelinos que levantaron la Francia moderna desde lo más bajo, en el lugar donde todos los sueños parecen poder cumplirse, en el club que en sí mismo es una producción fastuosa de Hollywood: la historia de Zidane con el Madrid, hay que reconocerlo, nacía con ese pan divino de lo narrativo bajo el brazo. Más que los galácticos, Zidane siempre fue la materialización de la idea florentinista, la plasmación de su concepción del club y del fútbol. La grandeza bautizada en francés, grandeur. Todo eso cristaliza con la volea de Glasgow, tercer gran gol, gol decisivo, en la carrera de Zidane, junto los dos cabezazos a Brasil en París, en el 98. La cumbre del Zidane futbolista.

Zidane volea Novena

Pero, para mí, que fui uno de los chavales cuya capacidad crítica, en cuanto al fútbol como juego, y en cuanto al Madrid como institución y como ideal, quedó marcada por Zidane, el Zidane entrenador es mucho más grande. Si bien el uno no es posible concebirlo sin el otro, el segundo ha alcanzado la región de los patriarcas, la de los santos varones, el Monte Rushmore del madridismo: Bernabéu, Florentino, Di Stéfano, Miguel Muñoz, Cristiano Ronaldo y Zidane. El Zidane futbolista, siendo un tótem, entraría con dificultad en el once histórico del Madrid. El Zidane entrenador, sin discusión, dirigiría ese once, porque Zidane culminó la transición iniciada con Mourinho en 2010, holló esa tierra prometida una década antes, en plena dictadura guardiolista. Lo hizo sirviendo de puente con la tradición, como un verdadero hombre de club, haciéndose cargo por dos veces del primer equipo en momentos de catástrofe y poniendo su prestigio en la ruleta rusa del banquillo más terrorífico del mundo. El estilo de Zidane es el estilo del Madrid: fe ciega en el talento puro, como decía Raiola el otro día, y eclecticismo, búsqueda constante de la excelencia, allá donde ésta se encuentre, de modo que pueda integrársela en el trabajo diario. Los títulos, más que subrayar la superioridad del Zidane entrenador sobre el del futbolista, acentúan la profunda inteligencia de un tipo que supo servirse de su propio mito, superando la tentación de los laureles. Como futbolista, su proyección quedaba limitada por la finitud de su carrera, por un físico que con los ojos del fútbol de hoy, se nos antoja pretérito, muy antiguo, y por el terremoto que sacudió al club en los últimos años de su vida deportiva. Como entrenador, Zidane ha demostrado un conocimiento ancestral de la entidad que le emplea, hasta el punto de encarnarla mejor que nadie: conocimiento meticuloso de sus propias inercias, de su intrahistoria, de sus dinámicas. Pero no sólo eso: si el Zidane que llegó al Madrid ya bajaba de su clímax personal, del punto más alto de su carrera como futbolista, el Zidane entrenador sigue creciendo, de modo que podemos decir (y esto sólo se puede decir, en el Madrid, y con Zidane) que las tres Copas de Europa seguidas no son su principal hito como DT: lo estamos viendo en estos momentos, contemplando cómo ha conseguido que su equipo, muerto en enero, a caballo entre un relevo generacional incompleto y la devastación pandémica, luche por los dos títulos más importantes reinventándose cada día con un darwinismo empírico, salvaje. La cosa es que con Zidane ya no se puede decir que lo mejor no está todavía por llegar.

Zidane

Fotografías: Imago.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

8 comentarios en: Zidane, ¿mejor entrenador que jugador?

  1. Cuando a alguien le da por la excelencia....Antes de llegar a ese punto hay que pasar por un sin fin de niveles, empezando por el suficiente/a/o y asín sucesivamente.
    A mi lo que me encantaría es que este equipo en algún momento, jugara un partido "completo" osssea, los noventa minutis famosos, porque desde tiempos inmemoriales no se produce este acontecimiento.
    Por lo demás, pues eso, el "mejor" entrenador posible es el que GANA, por muy bueno y entendido que seas, si palmas, pues a otra cosa mariposa.

    1. 90 minutos jugando bien al fútbol que yo recuerde el día del PSG en el Bernabéu y el día de la Roma con Lopetegui. Eso si hablamos de excelencia. Pero hay que tener en cuenta que el Madrid lleva años sin una plantilla como la que tuvo el año del doblete. No es nada fácil lo que está haciendo Zidane. Tiene mucho mérito. Pedirle a este equipo que juegue muy bien de continuo es imposible. Se le puede pedir que compita y luche, algo que están haciendo como leones. Por cierto a mi el Zidane entrenador también me parece superior al jugador, sobre todo en su etapa madridista.

  2. Pedir que juegue "bien" de continuo? quién pide eso.
    Lo que se pide es lo que se paga por una entrada, nada barata por cierto, un partido de los que yo conocía son noventa del ala, lo mismo que cuando llegas a la taquilla(física o virtual).
    Esas desconexiones, esos bajones , esas pájaras físicas/mentales. Luego viene el : hay que ponerse las pilas-nos ha faltado concentración, etc, etc,etc,...
    Cuando llega el Maxwell Smart de turno "exigiendo" aumento salarial, no veo que quiera cobrar por minuto jugado...
    Huyyyy lo dejo que se me ha caído la bolsita de semillas de girasol.

  3. Para mí, es mejor como entrenador. Y comparo su momento de jugador y de entrenador en el Madrid, creo que supera la figura de entrenador y su peso en la historia.
    Y eso que no tiene ni idea...
    Figura histórica sin discusión.
    Entrenador de leyenda.

  4. A estas alturas, su influencia como entrenador ha superado ya la que tuvo como jugador. Ojalá siga con nosotros mucho tiempo.

    Abrazos madridistas

  5. Excelso futbolista y como entrenador, también. Pero, desde la vertiente madridista y midiendo el nivel de excelencia por el palmarés, podemos decir que es superior como entrenador. Si por mi fuera, que obviamente no lo es, me gustaría que se quedara un par de temporadas . Hay que tener en cuenta lo que queman los banquillos, especialmente el del Real Madrid. Algo parecido a una silla eléctrica. No me extrañaría que en unos años se hiciera cargo de la selección francesa. Acabado su periplo con los galos, habrá que ver por lo que opta. Italia, seguir en Francia. Difícil que lo sepa él, como para que lo sepamos los demás... A lo mejor , en un momento de su vida decide acabar con la vida de entrenador y dedicarse a la dirección técnica deportiva. No tengo la menor duda que este hombre, motivado, desarrollaría una gran labor en el Real Madrid. Pero eso no creo que sucediera en años próximos.

  6. Ya lo he escrito hace meses, cuando querían echarle. Zidane es la principal figura del fútbol mundial. No hay nadie tan importante como el. Está en el top 10 de la historia como jugador y en el top 10 de la historia como jugador, y lo que le queda....

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