Las mejores firmas madridistas del planeta

El Madrid da el golpe en Bérgamo que nadie (y todo el mundo) esperaba

En el fondo lo sabíamos todos. Bueno, todos, todos, no. Los que siempre sospechan no lo sabían. O puede que sí. Puede que sí lo supieran como lo han sabido siempre. Quizá lo sabían también ¡claro que lo sabían! todos los que sufren (mal) al Madrid cuando empieza a oler a primavera. Un Madrid diezmado. Sin delanteros. Sin nueves, ni sietes, ni cuatros, ni nada de nada. Eso es casi todo para el Madrid. Y lo sabíamos. Porque ese gol de Mendy es el Madrid que siempre llega cuando todos empezamos a dudarlo. Es el alivio por la permanencia de las cosas.

Mendy dispara frente al Atalanta

Es aquel gol de Geremi. O los de Anelka. O aquel otro de Karembeu que enfilaba una Copa de Europa. En la sonrisa de Zidane estaba todo comprendido. Era la alegría del gol en campo contrario en una eliminatoria de Champions, pero era también (mucho más, incluso) la alegría por la aparición del dadaísmo madridista, aquel que se rebela contra las convenciones y contra la lógica. No hay razón que valga. Tan sólo la historia de la poesía incomprensible que es Ferland apareciendo en la frontal para marcar un hermoso gol al filo con la pierna derecha. Así gana el Madrid. Rompiendo el canon. La sonrisa de Zidane era el suspiro por el escándalo que perdura.

No se sabe ni se sabrá nunca de dónde venía Mendy por el centro del campo. Apareció allí, de repente, y todos le vimos preparar el disparo envuelto en un aura de película de Semana Santa

El bello escándalo que es como el bello verano de Pavese que se acerca. Es la ironía que celebra lo irracional, ese campeonismo madridista sin esquemas (ojo, ayer hubo un gran esquema) que se sobrepone al destino. Es el Madrid que se manifiesta de las formas más insospechadas. Como Dios. Porque Dios tocó esa pierna de Ferland y Zidane sonrió. Eso es el Madrid. La iluminación que siempre se espera. No se sabe ni se sabrá nunca de dónde venía Mendy por el centro del campo. Pero venía. Apareció allí, de repente, y todos le vimos preparar el disparo envuelto en un aura de película de Semana Santa. Quo vadis?

Y echó el cuerpo hacia atrás y el tronco casi se quedó en paralelo al suelo. Y esa pierna derecha peinó la pelota y se quedó estirada en el aire, de tal modo que Ferland Mendy (¡qué nombre!) pareció una “t” qué decía: “¡Toma!”. Fue una aparición madridivina que incluso decía: “Tomad y comed”. Es el fútbol sin límites. Mientras otros tratan de crear e imponer valores estéticos el Madrid los echa abajo. Se opone a ellos con toda la fuerza de su naturaleza. No hay dogmas que valgan para el Madrid. Cuyo golpe ni siquiera es capaz de prever él mismo.

Zinedine Zidane.

El Madrid fue ayer en Bérgamo (bonito nombre para firmar obras de arte absurdas y definitivas) como La fuente de Marcel Duchamp. Iconoclastia y destino. La cara de Gollini lo expresaba bien. Ese gesto de deslumbramiento y de nocaut. De comprensión súbita de qué es el Madrid. Gollini trataba de incorporarse tras el escorzo inútil y entonces lo vio con claridad. Todos lo vieron. Lo vimos. Era el Madrid apareciendo de la nada para mostrarse entero, eterno y completo entre las bajas, mientras Zidane sonreía.

 

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¿Hay un motivo mayor por el que el francés apura su vieja guardia?

Ha habido en la segunda venida de Zidane un levísimo, casi parecía que obligado, intento de incorporar a la juventud. Alguno ha parecido, durante un tiempo, estar siempre al borde de la incorporación definitiva, o incluso estar ya incorporado. Pongamos que Valverde. Pero no. Vinícius y Rodrygo, en un momento u otro, estaban subidos a ese tren del que sin embargo luego acababan apeándose antes de que parase en la estación como los pilluelos que estiraban el brazo y luego la pierna y al final bajaban para ir por ahí a zascandilear juntos, casi descalzos, en plan Tom y Huck.

Ese tren seguía su camino y esos jóvenes estaban mientras en el río tirando piedras con una pajita en la boca. Y en el tren iban reunidos, muy severos, muy mayores, con levita, pipa y monóculo, monsieur Benzema, herr Kroos y compañía, que son los que siguen en él, en el tren al que últimamente ni sube esa juventud, esa generación perdida (temporalmente), por no bajarse de aburrimiento. Algunos, como Odegaard, hasta hacen el hatillo y se van a ver mundo cansados de chapotear en los charcos y esconderse entre los árboles.

¿Será su propia experiencia personal la que le haga rehuir a los jóvenes futbolistas? ¿Estará esperando a que cumplan al menos los veinticinco como cuando él, ya en la Juventus, empezó a destacar?

Es curioso, es misterioso (aunque seguro que hay una explicación más sencilla de la que quizá nos gustaría) ese brevísimo, casi testimonial uso de la juventud en Zidane. Hay un aspecto interesante que me sugiere Pepe Kollins. Y es que Zidane fue uno de esos jugadores que triunfaron tarde. A partir de los veinticinco. La media del esplendor de un futbolista es de aproximadamente diez años, salvo casos especiales. ¿Es posible que lo de Zidane sea confianza en la madurez de los jugadores y no reticencia a la juventud? Es decir, que por un lado el entrenador piense que, nombremos a Isco, le quedan un par de años de plenitud, y por el otro considere que a, digamos Brahim, le quedan otro par de años, pero para para alcanzar dicha plenitud.

¿Será su propia experiencia personal la que le haga rehuir a los jóvenes futbolistas? ¿Estará esperando a que cumplan al menos los veinticinco como cuando él, ya en la Juventus, empezó a destacar? ¿Es, quizá, esta travesía del desierto juvenil una especie de educación espartana? ¿Una suerte de eugenesia para los más fuertes cuya prueba primerísima no hubiera superado el mismísimo Odegaard?

Odegaard

¿Tendría sentido esta apreciación? Hay una razón que la contradice también curiosamente, misteriosamente, y es el hecho de que el mismo Zidane, un buen día, con “sólo” treinta y tres años y en la cumbre, decidió retirarse. Si él mismo vio de sí señales de declive con menos de una década de estrellato, ¿por qué insiste con una vieja guardia que supera, en algunos casos con creces, el período de esplendor que consideró justo para él. ¿Fue capaz de vislumbrar su decadencia y no la de Marcelo, por ejemplo?

¿No tendría que haber sido Zidane el primero en ver y comprender algunos principios de algunos fines? ¿Si Zidane se quitó en el ático por qué se empeña en mantener a otros en el sótano? ¿Piensa que sus recambios son aún niños por completar su educación? ¿Prefiere, en la coyuntura, exprimir la experiencia y no sacrificar el talento? Porque quizá no sea desconfianza sino amor.

Puede que Zidane piense que el desgaste que produce el Madrid no es apto para edades tan tiernas. Puede que esté pensando en cuidar de esos jóvenes para que luego esos jóvenes cuiden del Madrid

Puede que piense que el desgaste que produce el Madrid no es apto para edades tan tiernas, y que edades tan tiernas tampoco son aptas para el Madrid, salvo excepciones, y quiera protegerles. A ambos, al Madrid y a los jóvenes. Cuidarlos. Puede que Zidane esté pensando en cuidar de esos jóvenes retrasando su exposición para que luego esos jóvenes cuiden del Madrid, como él hizo cuando llegó a Chamartín ¡con veintinueve!, mientras retuerce sin otro incomprendido remedio el escaso, pero valioso, jugo de los mayores en un intento agónico, y sin duda honesto, por apurar hasta la última gota.

 

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Una parte de la afición diviniza al entrenador madridista

Oigo sin cesar al aficionado cercar el Versalles de Zidane. ¡Los jóvenes! ¡Queremos a los jóvenes!, se oye decir. ¿Acaso el entrenador del Madrid es un rey cuestionado? Más de uno pensará que de facto es un cargo semipúblico. Por eso grita. Pero no, es privado. El Real Madrid es un club privado (de sus socios) y universal, de aquí el conflicto. Hay un aficionado que vive su afición pendiente de tomar la Bastilla. Y para ello le vale lo primero que le aparezca a mano. Todo, en realidad.

Ese sans culotte madridista ahora quiere a los jóvenes y la cabeza de Zidane. Pero Zidane no está en Versalles sino en Valdebebas, que es por donde ve correr a sus jugadores. Los sans culotte no vemos correr a los jugadores. Los ve Zidane (ahora, antes los vio Ancelotti, Mourinho...). Y hay aficionados que piensan que los que le apoyamos (como apoyamos a Ancelotti o a Mourinho) pensamos en él como en una divinidad, como en un Rey Sol. Pero es al revés. Es paradójico, pero los que quieren eliminar a Zidane es porque piensan en él como en un dios.

Será la razón quien, llegado el caso, prescindirá de Zidane (la suya o la de sus jefes, igual que ha sido siempre), como ya fue la suya (con el respeto de sus jefes) la que provocó su marcha

Y Zidane es sólo el entrenador del Real Madrid que decide, manda y ordena en el Real Madrid porque es el entrenador del Real Madrid. No una divinidad. Al crítico le gusta verlo como tal porque le es más emocionante la revolución que la razón. Pero será la razón quien, llegado el caso, prescindirá de Zidane (la suya o la de sus jefes, igual que ha sido siempre), como ya fue la suya (con el respeto de sus jefes) la que provocó su marcha.

Al aficionado crítico (con Zidane, en este caso) le gusta pensar que es parte de todo este asunto. Pero no lo es. La presión popular no toma la Bastilla, ni el pueblo entra en Versalles para llevarse a los reyes. Cree que sí, naturalmente. Y está bien que crea. Cada cual que crea en lo que considere mejor. Y el madridista cree en el Madrid. El Real Madrid es un objeto de creencia sin igual. Un objeto de fe. Y en la fe el madridismo debe encastillarse y en la fe el madridismo se debate en todo momento, aunque crea (o se crea) que no cree.

Florentino Pérez y Zinedine Zidane.

El madridista crítico con Zidane le ve como un dios porque sufre la soledad que produce su silencio. La ausencia de respuesta a sus preguntas. El silencio de Zidane, que es el entrenador del Real Madrid, que se debe al Real Madrid, y el silencio discreto y autoprotector del Real Madrid. El madridista que viene con antorchas y pide a los jóvenes y la cabeza de Zidane es en realidad un devoto creyente en el Real Madrid y en Zidane como seres desconocidos e incognoscibles que producen su angustia, la condición esencial del ser humano, como decía (se lo leo hoy a Cuartango en ABC) Kierkegaard.

Esa insistencia del crítico con Zidane le hace su mayor devoto (de Zidane como divinidad, y también de Kierkegaard), en curioso contraste con el defensor (de Zidane) que le desnuda sin angustia (es feliz), le despoja de todo halo de deidad (aunque parezca lo contrario por su apoyo incondicional) para verlo simplemente como el entrenador del Real Madrid, que hace lo que cree oportuno como entrenador del Real Madrid porque es (y sólo es) el entrenador del Real Madrid, por mucho que algunos devotos madridistas le eleven a los cielos con su crítica piedad.

 

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Los descartes de Zidane elevan aún más su figura

Hay aficionados que se tiran de los pelos, y le tirarían de ellos a Zidane si los tuviera, por prescindir de Marcos Llorente y haberlo vendido al Atlético de Madrid. Marcos tampoco cuajó como mediocentro en las Rosas (en el Manzanares, iba a decir), pero sin embargo sí como mediapunta, ¡oh!, y entonces todos los críticos con Zidane encontraron el talón donde lanzar sus flechas envenenadas.

Nadie en el mundo vio la posibilidad de reconvertir a Marcos en delantero. Ni siquiera Zidane. Él mismo lo reconoció como buen reconocedor. La naturalidad del entrenador del Real Madrid es la maravillosa muestra de una absoluta carencia de mezquindad. Ni Zidane, ni nadie se dio cuenta. En todo caso lo vio Simeone, o lo probó en sus circunstancias o le cayó del árbol como la manzana a Newton y en lugar de una teoría científica salió un atacante.

Marcos Llorente.

No se vio esa posibilidad y sin embargo el hallazgo casi fortuito les ha servido y les sirve a muchos para fundamentar el desconocimiento técnico que le atribuyen a Zidane. Manzanas y Marcos Llorente aparte (quien, digan lo que digan, volvió a no convencer, esta vez al Cholo, en su posición habitual, dando la razón a la controvertida decisión de Zidane), lo cierto es que el buen ojo del francés, algo así como el talento y la elegancia (cosas que no se ven ni se aprenden), está fuera de duda.

Quizá de este aspecto provenga la crítica. De que ese ingenio inimitable produzca escozores insoportables. El mismo caso, el mismo revuelo y la misma contrariedad se dio con Ceballos, jugador de clase incontestable, pero hecho de materiales arenosos como las paredes de la celda de Andy Dufresne. Zidane sabía que el talento de Ceballos se escaparía por detrás de un póster de Raquel Welch.

Zidane tenía razón, una vez más contra todos, porque casi todos creíamos en la imposible resurrección definitiva que Zidane había firmado para sí

Parecía lo contrario en Londres, en el Arsenal. Tras un periplo de idas y vueltas, dejando destellos y decepciones igual que en Madrid, principió a estabilizarse con Arteta en el centro del campo, hasta que vino el anunciado y no creído apagón. Ceballos es un buen jugador que no mantiene, al menos por ahora, las constantes para triunfar en un equipo grande. Y Zidane lo sabía y de ahí sus continuas reticencias, en contra de todos, a contar con él.

Qué decir de James que no hayamos dicho. Incluso los jamesistas como yo. James es el borbotón maravilloso que sale del tubo de óleo y de repente se acaba. Y ya no hay más. Esos colores no los tiene nadie. Sus tonalidades son únicas, pero son finitas. Ahora también en Liverpool, en el Everton (como en Múnich), se han dado cuenta de ello. Y Zidane tenía razón, una vez más contra todos, porque casi todos creíamos en (o soñábamos con) la imposible resurrección definitiva que Zidane había firmado para sí.

Zinedine Zidane.

El acierto intangible de Zinedine ha sido cuestionado hasta en la figura del aborrecido por los medios y buena parte de la afición madridista, Bale. Bastaron unos pocos detalles en el Tottenham (a Londres van a parar casi todos los descartes incomprendidos de Zidane) para semiencumbrar desde la nada al galés, aprovechando que Reguilón pasaba también por allí. Pero no hubo nada. No hay nada.

Me atrevería a decir que las pequeñas muestras de valía que nos hacían pensar en lo recuperable de estos jugadores, salvando la imprevisible readaptación de Marcos Llorente, se daban sólo porque Zidane las provocaba. Zidane los espoleaba como ninguno para intentar lanzarlos y lo conseguía por momentos, pero era inútil que duraran y él lo sabía mientras los demás seguíamos soñando y no comprendiendo cómo era posible esa dureza, incluso esa desfachatez, que en realidad es todo sabiduría y respeto.

 

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Parece ser que estamos de fiestas antimadridistas y van turnándose en el molinillo. Estas cosas siempre me han llamado la atención. Es un poco como en El Golpe, cuando los golpistas necesitan una oficina de correos y se hacen pasar por pintores para desalojar al director y hacerse pasar por él durante la visita de Lonnegan. Estos de repente se ponen a darle a la manivela sin previo aviso, y salen unos, y luego otros, como si oyeran una sirena, montaran el tenderete y dale que te pego.

No sé de dónde salió (aparte de las profundidades) el señalamiento de Zidane tras la derrota ante el Shakhtar. No parece muy creíble, ni muy serio en todo caso. Pero alguien debió de dar la orden de montar un San Isidro. Hay un poco ahí de retención. Como la de los galgos en sus casillas. Pero aquí no hay liebre mecánica sino Zidane, y al final de la carrera Florentino, me temo. Parece que ayer alguien dio una falsa salida y los lebreles se han lanzado a la caza desesperados, que es como están, como viven.

Como si la crisis de juego madridista fuera una crisis cualquiera, una de tantas que se resuelven destituyendo al entrenador (¡a este entrenador!)

Siempre que pienso en galgos me acuerdo del comienzo de Corrupción en Miami, la serie, donde se les veía fugazmente en el canódromo entre palmeras y flamencos y mujeres despampanantes. Yo aquí los he visto igual. Esos costillares moteados, todos revueltos, molestándose con los dorsales a toda velocidad sobre la arena mientras suena la música ochentera. Como si estuviéramos en los ochenta, hay que ver, o como si la crisis de juego madridista fuera una crisis cualquiera, una de tantas que se resuelven destituyendo al entrenador (¡a este entrenador!) al mismo tiempo que se especula sin cesar sobre cuál será el próximo.

Ni el momento, ni los protagonistas merecen un trato tan vejatorio. Hay algunos que sólo saben vejar. Ayer por la noche estaban todos de verbena. Olía a algodón de azúcar, a chicle y a palomitas y sonaba el organillo, que funciona como el molinillo. ¡Zidane, Zidane!”, decían, y no se daban cuenta de que lo que se oía era: “¡La chochona, la chochona!”. Y la gente lo escuchaba desde sus casas y no sabía a qué atenerse, menos los que siempre saben a qué atenerse.

Zidane es una liebre, un conejo, el Conejo Blanco que ha conducido al Madrid, y aún debe conducirle, al País de las Maravillas

Yo oía los cánticos y los ladridos (aún continúan) y pensaba que habían encendido la mecha de la locura, viniera de donde viniera el fuego, que habrá que verlo. Zidane es un artículo de lujo por el que se suspira, y quieren apartarlo del Real Madrid. Ese es el objetivo final. Zidane debe seguir en el Real Madrid sin presiones del Real Madrid. Zidane es una liebre, un conejo, el Conejo Blanco que nos ha conducido, y aún debe conducirnos, al País de las Maravillas. Yo soy como Alicia, que le sigue hasta la madriguera. Otros le siguen desesperados, a ras de suelo, cuando les abren la puerta.

 

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Los blancos están vivos aunque aún no se sabe ni cómo ni cuándo podremos verlos

No hay nada perdido, ni mucho menos. ¿Acaso no es Zidane el entrenador que nos hace desdecirnos una y otra vez? Toca desdecirse de nuevo. Y el quid de la cuestión es precisamente que casi estamos convencidos (algunos lo están categóricamente desde hace mucho tiempo y otros desde hace menos) de que ya no podemos desdecirnos más. Pero Zidane encontrará la manera de lograrlo, como siempre, la de ganar y la de desdecirnos sin fin. Ya lo dijo Kroos de forma espontánea: que jugaban un partido bueno y otro malo, o dos malos, pero que ya encontraría Zidane la solución. Lo dijo como quien está encomendado con fe ciega (y garantía probada) a su patrón.

Si Toni Kroos confía en su entrenador de esa manera tan natural, ¿por qué dudamos los demás? Esta prueba de fe es para verdaderos creyentes. Cuántos han renegado ya y cuántos están renegando y cuántos lo van a hacer o lo están haciendo en el transcurso de los próximos minutos. Yo no voy a abandonarle. Yo me quedo incluso no comprendiendo. Me quedo ni siquiera compartiendo sus decisiones porque yo no he ganado dos Ligas y tres Copas de Europa. Pero no es sólo por eso. Hay algo inmarcesible en Zidane que yo no sé qué es, pero si sé que no puedo prescindir de ello.

Parque Retiro Madrid

 

Lo veo como una locura que no podría explicar por qué lo es. Algunos lo llaman simplemente la flor y yo lo llamaría el jardín. Uno de esos jardines privados y preciosos, casi secretos, que se vislumbran a través de la hiedra y de las rejas de hierro en medio de la ciudad. Zidane es el guardián de ese jardín que no es para todos los ojos. Y yo sí quiero ser el poseedor de esos ojos afortunados. Yo no quiero perdérmelo cuando está creciendo, o marchitándose temporalmente para luego volver a florecer, antes de que abran las puertas. Ese jardín estaba anteayer lleno de visitantes celebrando el triunfo estival y hoy está abandonado, o abandonándose, y es el mismo de entonces que lucha por encontrar el difícil y efímero equilibrio de la vida.

A mí me gusta así, cuando somos pocos. Las multitudes siempre son ventajistas y sospechosas. A mi me gusta este Madrid, este jardín, solitario y cerrado, casi abandonado, que está trabajándose en medio de este invierno vírico. Con el capital justo, con las filas diezmadas, con algunos de sus mejores elementos terriblemente alicaídos. En la incomprensión por las zinedinecisiones me debato, mientras me rebelo y al instante confío porque no veo señales (también me niego a verlas) de podredumbre. Ese jardín esta vivo y su guardián lo sabe.

Es este Madrid la reminiscencia de un Madrid de lujo que está pasando a ser un Madrid de batalla. Es un Madrid mutante en medio de las convulsiones.

Se pierde por dos a uno en casa tras un partido nefasto, sí (pero no nefastamente lineal sino a trompicones), sin Ramos, Valverde y Benzema (sin el rey Arturo, Perceval y Lanzarote, ¿qué clase de tabla redonda es esa?) y con sus recambios en horas bajas. Lo raro es no perder. Y aún así casi empatan. Isco, para más señas. Por no hablar de los penaltis no pitados. A lo mejor lo del sábado era más una victoria clara y no una derrota dolorosa que es lo que acabó siendo con todas las de la ley. En esa extrañeza por la diferencia del equipo de un día para otro están las señales de vida. Hay algo por nacer, por terminar de nacer, y no por morir.

Es este Madrid la reminiscencia de un Madrid de lujo que está pasando a ser un Madrid de batalla. Es la transición (no el cambio de ciclo) coyuntural. Es el virtuoso y profundo e incomprendido proceso de asimilación a los nuevos tiempos. Es el reaprovechamiento debido a la escasez. Es un Madrid mutante en medio de las convulsiones. Es el jardín quieto y silente a la vista que bajo tierra se retuerce en un grito inaudible. Es un entrenador con una carta de racionamiento por plantilla.  Es la maldición hazardiana. Es un parto estructural. Yo me quedo a ver salir a este Real Pensil de su transformación, mientras contemplo sentado en el banco los últimos siete goles recibidos: penalti de Lucas, gol en propia puerta de Varane, penalti de Marcelo, penalti de Ramos, penalti de Courtois, penalti de Nacho y error impropio y humano, como todo, de Courtois.

Thibaut Courtois.

Que nos aspen si no es esto la señal de que hay algo muy vivo bajo la tormenta que nos ciega. De que es verdad que esa defensa sigue siendo un dique (el dique que les ha hecho campeones) a la espera de que amainen las olas y se calmen los vientos y vuelvan todos los caballeros de sus bajas físicas y mentales. Yo no sé cómo va a salir el Madrid de esta, pero yo me quedo en el jardín, no me pregunten por qué, porque no sabría responderles a pesar de todo o de nada. Les diría, y les digo, lo que les decía el propietario del teatro de la Rosa en Shakespeare in Love a sus actores en medio del desastre en el día del emocionante estreno de Romeo y Julieta:

—Todo va a salir bien.
—¿Cómo?
—No lo sé. Es un misterio.

 

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El gallego florece en el imprevisible jardín de Zidane

Si ves salir a Lucas por la banda conduciendo el balón, verás a un alegre caballo trotón de calesa salir brioso de su caballeriza hasta que el cochero se hace con él y el señor y la señora se recolocan sus sombreros en medio del brusco bamboleo para continuar el viaje. Esa es la primera impresión. Nadie sabe mejor con qué tiro se cuenta que Zidane con su levita, un experto en caballos. Por ahí se dice mucho que Lucas es de calesa y nada más, o percherón. Nada de raza, ni purasangre, ni mucho menos. De Lucas se ríen los compradores apoyados en las vallas mientras le ven correr. Pero Zidane no se ríe.

Había señales previas de que estaba volviendo el Lucas aquel que giraba el balón sobre el dedo segundos antes de tirar un penalti en una final de la Copa de la Europa. Y ayer le vimos al fin, otra vez. Es como si Zidane cultivara a sus jugadores. El aficionado impaciente, y el paciente también, piensa: “Pero por qué pone a Lucas si no existe”. Y es razonable pensar que no existe porque no se le ve, no (en este caso) al Lucas aquel Glober Trotter al borde del precipicio. Lucas había sido replantado y regado y estaba germinando. Ya habíamos visto algunos esquejes y hoy hemos visto incluso la flor. Como la de Nacho.

Lucas hace dos días era una lechuga pocha y miren, miren qué turgencia, que hojas amarillas, qué raíz pivotante, qué inflorescencias. Zidane es un campesino que ha convertido a Lucas (y a tantos otros) en un corimbo

Yo veo a Zidane con un sombrero de paja paseando despacio por los verdes campos de entrenamiento de Valdebebas con una regadera en la mano, cuidando a sus jugadores despacio, deteniéndose a hablar con ellos mientras, de vez en cuando, se quita el sombrero, mira el sol en lo alto, se seca el sudor de la frente con el antebrazo, se vuelve a poner el sombrero y continúa. Y luego le llaman alineador. Lo indescifrable de Zidane es su agricultura. El aficionado no ve las semillas que ha plantado con dedicación y cuida con fe y esmero. La prensa no le ha visto levantarse al alba para plantarlas.

Muestras sobradas de virtuosismo en huertos y jardines nos ha dado ya. ¿Y si Isco y Marcelo, por ejemplo, estuvieran en proceso de re-crecimiento? ¿Se imaginan el milagro? ¿Y si aún pudieran volver a brotar? ¿Y si sus tiempos fueran más largos? Lucas hace dos días era una lechuga pocha y miren, miren qué turgencia, que hojas amarillas, qué raíz pivotante, qué inflorescencias. Zidane es un campesino que ha convertido a Lucas (y a tantos otros) en un corimbo para nuestro deleite y esperanza, como si volvieran a asomar los frutos selectos de la huerta zidanesca.

Lucas Vázquez.

La siembra de Zidane es el misterio del campo. Quién sabe qué secretos guarda esa tierra única en el mundo. Que el mejor Lucas era un buen y valeroso soldado ideal para esta época de guerra y carestía ya lo sabíamos, pero no que pudiera (volver a) brillar de ese modo echándose el equipo a la calesa para terminar de llevarlo a la clasificación. El señor y la señora del tílburi eran algunos haciendo aspavientos por el ímpetu y el protagonismo recobrado del gallego que nos lleva en volandas casi hasta la juventud, como si estuviéramos viendo volver, poco a poco, el tiempo perdido de Proust.

 

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Todos los años es lo mismo. En cuanto se empieza a encarrilar la competición liguera, le llega al Real Madrid el parón de selecciones. Este año, este parón forzoso es aún más absurdo si cabe, teniendo en cuenta que los clubs no han hecho prácticamente pretemporada – y se está notando mucho en el nivel de los partidos, que demuestran una falta de ritmo increíble – y que los mejores jugadores se ven obligados a montar en aviones, hacer miles de kilómetros con la dichosa pandemia de por medio. Al célebre “virus FIFA” de los posibles riesgos de lesiones, se suma el virus real, persistente y temido, que puede aparecer en forma de contagio en cualquier aeropuerto, vestuario, sala de espera o autocar. Jugadores como los del Real Madrid, perfectamente controlados por su club, que pasan a convivir – o a competir – con compañeros de selección de otros clubs y de otros campeonatos, con un innecesario y disparatado riesgo que puede aparecer en cualquier lugar y momento. Véase lo que ha sucedido con Lunin, a quien deseamos una pronta recuperación.

Una vez más, se demuestra que a la FIFA le interesa mucho más lo suyo que la salud de los futbolistas o el bienestar de los clubs de fútbol. Por ahora, ésta siendo una guerra perdida de antemano, y a los aficionados tan sólo nos queda el cruzar los dedos o el poner velas a nuestro santoral particular, para que los nuestros, cuales cruzados de la época medieval, regresen sanos y salvos para el reinicio de las competiciones.

Dos semanas sin Real Madrid se hacen eternas, y si a ello le añadimos las pesimistas noticias que surgen cada día sobre confinamientos presentes y futuros de la población, lo mejor es ir haciendo un pequeño balance de lo visto hasta ahora en las cuatro primeras jornadas de La Liga, que han dejado como líder a nuestro equipo, con 10 puntos sobre 12, lo cual parece un excelente bagaje, dadas las circunstancias.

Las circunstancias, como bien saben nuestros lectores, son especiales para esta temporada atípica 2020-2021. No hay fichajes, ya se sabe. El club se dedicó durante los meses de agosto y de septiembre de reducir a 25 las fichas de las 37 potenciales de hace dos meses, haciendo caja en unos casos (Achraf, Reguilón y Oscar Rodríguez sobre todo), cediendo talento que puede ser muy útil en un futuro (Kubo, Ceballos, Reinier) y, como tarea de Sísifo, “colocando” a dos excepcionales jugadores, Bale y James, nada aprovechables ya por desgracia, y con unas fichas descomunales, que el club no se podía permitir el lujo de seguir pagando, y menos en un año en el que se va a volver a pedir a toda la primera plantilla el esfuerzo de ver reducidas sus fichas debido al dramático descenso de los ingresos del club.

Se cierra la ventana de fichajes sin más incorporaciones que la de Ødegaard, revelación absoluta en La Liga durante la anterior campaña, y el regreso de Álvaro Odriozola tras sus siete meses de “mili” en el flamante campeón de Europa, el Bayern de Múnich. Ødegaard refuerza un medio campo de ensueño, el del mejor trío de centrocampistas de la década, Modric-Casemiro-Kroos, más la realidad de un Fede Valverde que aportó mucho el año pasado (recuérdese que fue el MVP de la Supercopa disputada en Arabia), un Isco claramente en horas bajas, pese a que su edad indica que debería estar en la cúspide de su carrera.

Así que, aparentemente, el regreso del noruego da un claro plus de mejora a la sala de máquinas. Odriozola cubrirá los cada vez más necesarios descansos que precisa Carvajal, que el año pasado apenas rotó, y en ese puesto le fueron sustituyendo, sin gran fortuna, tanto Nacho o Militao como Lucas Vázquez. Que, a día de hoy, tanto Carvajal como Odriozola estén KO durante las próximas semanas es una circunstancia que hay que achacar a la mala suerte, no a la mala planificación. Echar de menos a Achraf, por lo tanto, es desconocer que el marroquí no quería bajo ningún concepto regresar al club como suplente, con lo que la jugosa oferta del Inter justificaba más que nunca su traspaso para aliviar las maltrechas cuentas atacadas directamente por el efecto COVID-19.

Vamos uno por uno a analizar a los nuestros en estas primeras semanas de competición.

Courtois

Ahora mismo es el mejor portero del mundo. Cuatro partidos y tan sólo dos goles encajados, curiosamente en el espacio de cinco minutos (ante el Betis), en dos remates inapelables. En cada partido, el belga ha hecho por lo menos una parada valor gol. Lo más importante, a mi modo de ver, es que su presencia da tranquilidad a toda su defensa y, por añadidura, a todos los espectadores madridistas. Cosa que ocurría tan solo de vez en cuando en la época de Keylor y casi nunca en la de Iker. Casillas era el de las paradas inverosímiles pero rara vez daba sensación de total seguridad.

Parada Courtois Real Madrid

Carvajal

Le vino muy bien el parón debido al confinamiento. En los once últimos partidos de liga fue de menos a más, y acabó siendo de los mejores, defendiendo mucho mejor, y recuperando su dinamismo habitual. Su inicio en este campeonato ha sido bueno, con buenos balances defensivos y aportaciones arriba. Es una baja notable, sobre todo de cara al próximo Clásico y a los primeros partidos de liguilla en Champions.

Odriozola

Salió revolucionado ante el Valladolid, en un estado de forma muy superior al de sus compañeros, por la inercia de su paso por el campeón de Europa. Su lesión en el gemelo es posiblemente fruto de la ansiedad. Este año puede ser su año, si es capaz de controlar sus emociones y su estrés por querer convencer a Zidane. Habrá que tener paciencia.

Nacho

El plan C. Como lateral derecho, como central y como lateral zurdo. Cumplió ante el Levante, como en sus mejores tiempos, lo cual no es poco decir, dado su flojo nivel de la temporada pasada, debido en gran parte a aquella grave lesión que le mantuvo en el dique seco durante meses.

Ramos

Acabó como un tiro la temporada anterior - ¡cuánto se le echó de menos en Manchester! – y poco a poco está volviendo. Su primera parte en Sevilla ante el Betis fue preocupante (es curioso que siempre se sobrerrevoluciona cuando juega en Heliópolis, ni que decir tiene en Nervión), pero luego tuvo la sangre fría de hacer su Panenka ante Joel Robles. En pocas semanas, volverá a ser el de siempre.

Ramos y Varane

Varane

Tras los dos fallos de Manchester (está por ver si fueron suyos o de su gemelo idéntico desconocido), está teniendo un inicio de competición espectacular. Junto a Courtois, el mejor del equipo, y a un nivel similar al que tuvo en el Mundial de Rusia con su selección, proclamándose el mejor central del mundo.

Mendy

Está confirmando lo que vimos el año pasado. Un gran acierto su fichaje. Resulta prácticamente imposible desbordarlo en defensa, ningún regateador puede con él, su energía es siempre máxima (el depósito no se le vacía nunca) y en el choque es indestructible. En cuanto aporte algo más en ataque podemos estar ante uno de los top mundiales en su puesto sin ninguna duda.

Marcelo

Poco a poco se va apagando el gran Marcelo. Todavía veremos chispazos increíbles de los suyos, sobre todo en su fase atacante. Su debilidad defensiva es una de las armas favoritas de nuestros rivales.

Mendy Real Madrid

Casemiro

Aún no ha cogido la magnífica forma con la que acabó la liga pasada. Se le ve un tanto lento en los cruces, aunque su presencia impone e intimida. Por ahora, regular, pero tiene muchísimo margen de mejora para volver a ser uno de los mejores mediocentros del mundo.

Valverde

Se le vio poco a finales de la liga anterior, él mismo ha reconocido que no estuvo a “nivel Real Madrid”, quizás por la tensión del nacimiento de su hijo o por las noches en vela preparando biberones. Pero ha vuelto. Recordemos que en enero fue nombrado MVP en la final de la Supercopa disputada en Arabia. En un centrocampista fiable, eléctrico, rapidísimo, entregado a la causa, para los próximos diez años. Golazo de nueve al Betis. Ante el Valladolid y el Levante protagonizó dos exhibiciones.

Modric

Cumplió 35 en septiembre y rara vez los parece. No defrauda nunca. Calidad superior y brega continua. Parecía que este año iba a jugar menos, pero entre la lesión de Kroos y que Odegaard va a entrar poco a poco, Luka está siendo una vez más de los mejores del grupo. Ante el Betis su presencia transformó radicalmente al equipo.

Modric Real Madrid

Kroos

Lesión inoportuna tras haber empezado bien en Anoeta y en el Villamarín. Dio un pase de película en este último estadio y se lesionó. La parte positiva es que en estas dos semanas va a poder recuperarse ya que no viajará con su selección, de la que es líder absoluto en la parte central del campo.

Ødegaard

Empezó como titular ante su ex equipo en Anoeta. Tuvo buenos minutos, pero se fue diluyendo poco a poco en una posición que no parece la óptima para él. Muchos lo querríamos ver como mediocentro puro cuando no esté Casemiro. O jugando por banda derecha o de enganche en un rombo. Desde que fue sustituido en el Villamarín en el descanso, prácticamente no ha vuelto a aparecer (5 minutos ante el Levante). Es muy joven. Seguro que Zidane le va a encontrar su mejor ubicación. Todo el madridismo está esperando que triunfe.

Isco

Sus 56 minutos como titular ante el Valladolid dejaron mucho que desear. Tiene 28 años, edad ideal para un centrocampista de élite, pero da la impresión de tener menos ilusión y menos ganas que, por ejemplo, Modric, que tiene siete años más que él. Zidane siempre le mimó y le ha sacado buen rendimiento. Recuperar a un tipo que era el faro de la selección y un imprescindible en el gran Madrid de las 4 de 5 es tarea fundamental. De otro modo, me temo que este será el último año de Isco en el club.

Valverde Real Madrid

Rodrygo

Empezó de titular en Anoeta y no rindió bien por banda derecha. A mí siempre me pareció mejor su aportación por el centro y por la izquierda. Debe aportar más y, si no le salen las cosas, al menos dejarse la piel en cada balón. Puede tener muchos minutos si cree en si mismo. Precisamente la banda derecha es de los puntos menos fuertes del equipo, hasta que no aparezca el mejor Asensio. O el propio Ødegaard.

Benzema

Insustituible. Ha dejado perlas este año (exhibición ante el Betis), aunque no fue de los mejores ni ante el Valladolid ni en la Cerámica ante el Levante. Aún así, se fue al parón con un golazo de escándalo a gran pase de … Rodrygo. Debería descansar más, lleva dos años prácticamente jugándolo todo, y en diciembre cumple 33. Puede ser su último gran año, a la espera de los posibles Haaland o Mbappé para un futuro cercano.

Benzema Real Madrid

Vinicius

Jugó en San Sebastián, sin pena ni gloria. Nada contra el Betis. Pero sus 35 minutos contra el Valladolid nos dieron los tres puntos, y de nuevo abrió el marcador 0-1 ante el Levante, con un gol de bandera. Todos pensamos que tiene que jugar más, ya que es un verdadero agitador de partidos, con una explosividad única, llevándose siempre a dos defensores con él, y con un instinto de merodear siempre allá donde está el esférico. Zidane sabe qué hacer con él, estoy seguro de ello. Aunque todos le echásemos de menos en la infausta noche del verano en Manchester…

Jovic

Su cabalgada en Sevilla costó la expulsión de Emerson. Poco más hizo aquella noche. Ante el Valladolid, se le vieron buenas maneras de ariete con sendos remates que repelió con notables intervenciones el meta Roberto. Y ante el Levante, otra vez inédito. Se pudo ir hace unos días, aunque al final se quedó y fue Mayoral quien emprendió viaje rumbo al Foro Itálico. Aún no ha justificado los 60 millones de su traspaso y tan solo permanecen en nuestras retinas fugaces fogonazos como ante el Atleti y su golazo ante Osasuna en El Sadar. Ya que nos quedamos con él, que juegue algo más que el año pasado. Si no, nunca sabremos quien es Jovic de verdad.

Asensio

Apariciones y momentos de ilusión cuando juega. Era nuestra perla, no lo olvidemos, y todavía es muy joven. Su zurda es única. Pero le cuesta mucho engatillar a puerta, gesto que hacía más que habitualmente hace dos o tres años. Quizás le pese todavía su calvario con la rodilla maltrecha que duró casi un año. Tiene que ser clave esta temporada, y seguro que va a tener muchas titularidades. Le faltan partidos. Y fe en si mismo.

El resto de jugadores prácticamente no ha intervenido. Militao, Hazard y Mariano por lesiones diversas, Lucas Vázquez apenas un rato ante el Levante. Mayoral provocó un importante penalti ante Bartra que a la postre nos dio el triunfo, pero al final se decantó por una probable titularidad en la AS Roma.

10 puntos de 12. Como bien dice Maketo Lari en Twitter, de esos 12 puntos el año pasado tan sólo conquistamos 4 (3 en Anoeta y empate en casa ante el Valladolid, con sendas derrotas ante Betis y Levante fuera de casa), así que, sinceramente, el balance es notable. No ha habido grandes exhibiciones de juego, pero la fiabilidad Zidane sigue en pie. Es de suponer que con Ramos y Casemiro cogiendo la forma, con más presencia de Ødegaard y de Asensio, con Jovic relevando más a menudo a Benzema (o jugando juntos como ante el Pucela) y con el esperadísimo fichaje de verdad, que es el de Eden Hazard (el año pasado fue un verdadero infierno para él tras la patada alevosa de Meunier en el Bernabéu), podemos tras el parón consolidar un grupo fuerte, cohesionado y solidario, y mejorar claramente nuestro porcentaje de goles a favor, puesto que las ocasiones ofensivas sí se están generando, mayoritariamente gracias a Vinicius Jr. Por una vez, podemos disfrutar estas dos próximas semanas viendo la tabla clasificatoria, y contemplando que los que iban a arrasarnos hace una semana también tienen sus puntos débiles y sus propios problemas.

Se dice con mucha razón que lo único constante es el cambio. Así parece entenderlo Zinedine Zidane, que en el partido ante la Real Sociedad volvió a innovar en el dibujo táctico. El entrenador francés planteó un 1-4-2-3-1 que, pese a ser un esquema habitual en bastantes equipos, apenas se recordaba en los últimos años del Madrid. El ajuste implicó la suplencia, seguro que puntual, de Casemiro y que Martin Odegaard actuase en la posición de mediapunta flanqueado a los lados por Vinícius y Rodrygo. Habrá que esperar a los siguientes partidos para ver si este esquema se consolida o se convierte en un recurso más a utilizar de vez en cuando, pero, ¿qué puede estar persiguiendo Zidane con este nuevo dibujo?

Zidane durante un partido.

En su vuelta al Real Madrid Zidane comprendió rápido que la vida sin Cristiano Ronaldo sería muy diferente. La cosa ya no trataba de meter más goles que el contrario, sino en recibir menos dado el arsenal ofensivo perdido. Por eso el Real Madrid de la pasada temporada destacó por ser un bloque perfectamente dispuesto para sufrir poco ante los contrarios. Esto se acentuó tras el confinamiento: Zidane rechazó toda idea poética y le pidió a su equipo que fuera una roca monolítica por la que apenas se infiltrase el agua. El Real Madrid pasó a ser un equipo de momentos, sin ninguna alegría más de la necesaria. El pleno de victorias le dio toda la razón a Zidane, pero el técnico francés también comprendió que no podía vivir así una temporada entera, que tenía que darle algún recurso más a su equipo para golear. El choque de realidad contra el City evidenció que en Europa el Madrid ha perdido varios pasos con respecto a los más grandes del continente. Una actualización es necesaria.

Zidane es un entrenador que privilegia la calidad por encima de todo. El francés le dice a la pizarra: "Dame talento y yo lo colocaré en el campo"

Con el 1-4-2-3-1 Zidane podría estar buscando, en primer lugar, acercar a su equipo al área. Introducir la figura de mediapunta o segundo delantero sin duda puede otorgarle al equipo una segunda referencia en el área sin sacrificar a ninguno de los extremos. Es lógico pensar que ello podría ir en detrimento de la seguridad defensiva, pero al menos en San Sebastián Kroos y Modric demostraron poder sujetar sin problemas al equipo y eso que sus perfiles no son tan sacrificados como los de Casemiro y Valverde. Sin duda la seguridad defensiva vino motivada porque durante la primera parte el Madrid dominó el balón y sus centrocampistas apenas tuvieron que correr para atrás. También el trabajo de Odegaard en la presión facilita esta labor. El noruego es un jugador con mucho despliegue físico. La caída del equipo en la segunda parte bien pudo venir motivada por el bajón físico propio del segundo partido desde el mes de julio, pero tampoco su rival le llegó con excesivo peligro.

Fede Valverde conduce el balón.

Si el primer motivo hace alusión al incremento de posibilidades de acercarse al gol por una cuestión cuantitativa, el segundo motivo debe aludir a lo cualitativo. Zinedine Zidane es un entrenador que privilegia la calidad por encima de todo. El francés le dice a la pizarra: "Dame talento y yo lo colocaré en el campo". Para esa posición de mediapunta al francés le sobran las opciones de calidad en su equipo. Aparte de Odegaard, que en esa posición bien podría irse a dobles dígitos en goles y asistencias, Zidane podría contar con Asensio, Hazard e Isco. En el caso de Asensio, su lesión en la rodilla puede hacerle evolucionar a hacia un jugador menos explosivo y que tienda a aparecer por el medio. El mallorquín tiene un cañón en su pierna izquierda y la capacidad de aparecer cada vez más en posiciones de gol. La mediapunta podría ser su sitio ideal.

En caso de que Zidane decidiera insistir en el 1-4-2-3-1, el equipo podría encontrase con muchas opciones de decantar partidos dando entrada a un mediapunta o segundo punta

En el caso de Hazard, siempre y cuando recupere su nivel, los motivos son múltiples. El jugador de más talento ofensivo del equipo disfrutaría de la libertad que ese esquema le concedería. El belga es otro jugador con capacidad de hacer goles y, además, en caso de que continuara la progresión de Vinícius, la entrada de Hazard por el medio no le condenaría a la suplencia al emergente brasileño. Por último, Isco. El malagueño no está viviendo su mejor momento en el Real Madrid. Su físico no parece dar para jugar en el medio en un 1-4-3-3 ni tampoco para ser una referencia en la banda, aunque puede adaptarse a la izquierda siempre que pueda ir hacia adentro. La mediapunta sin duda sería su posición soñada y es en ese espacio donde más diferencias ha marcado a lo largo de su carrera.

Vinícius conduce el balón.

Por tanto, en caso de que Zidane decidiera insistir en el 1-4-2-3-1, el equipo podría encontrase con muchas opciones de decantar partidos a base de encontrar fácilmente la portería dando entrada a un mediapunta o segundo punta que en todos los casos sería un jugador especialmente dotado para ello. Además, resultaría mucho más natural durante los partidos la introducción de un segundo delantero que no alterara tanto el dibujo puesto que el propio Benzema podría retrasar algo su posición. Como decíamos, con Zidane el cambio es constante, pero será interesante observar si insiste en este dibujo para comprobar si se dan los resultados buscados. Como incógnitas quedaría comprobar si se resiente la seguridad defensiva o si pueden convivir bien Casemiro, Valverde, Modric y Kroos en sólo dos puestos del once titular. En el año que se reclama un sustituto para Casemiro, Zidane ya habría hecho de la necesidad virtud. Otra vez.

 

Fotografías Getty Images.

 

Los dos entrenadores del Real Madrid comparten camino e identidad

Dos hombres y un destino (Butch Cassidy and the Sundance Kid en su título original) es un western cuya trama, junto con otras circunstancias, trata sobre todo de la aventura común de dos tipos. En el asunto que nos ocupa hoy, los dos tipos sobre los que les escribo son muy parecidos a la vez que diferentes. En lo físico, Zidane se caracteriza por su elegancia, por sus modos templados y por no dar una voz más alta que otra. Laso parece una cama sin hacer, vehemente y gritón; muy gritón, pero en el que se adivina una bondad fuera de lo común cuando la tormenta finaliza y el ser humano aparece.

Zinedine Zidane.

En lo profesional es donde empezamos a encontrar similitudes: ninguno de los dos está capacitado para el puesto que ostenta. Y aquí podríamos terminar este artículo, pero como la dirección de este medio me obliga a alargarme, vamos a proceder a ello. Para los más despistados, les estoy escribiendo hoy sobre Zidane y Laso, tanto monta, que aparecieron en la dirección del Real Madrid por similares y catastróficas razones. Cuando Laso se hizo cargo del Real Madrid, junio de 2011, aquello era un erial. Un erial y un caos en el que el bueno de Pablo aterrizó y nueve años después ha convertido en un vergel.

Laso, del que se dijo que no tenía carisma ni experiencia, del que se sigue diciendo que carece de conocimientos tácticos, ha impuesto en la sección de baloncesto un camino y una identidad que han encajado a la perfección con la filosofía del club. Un juego brillante, eléctrico, atractivo al espectador y alejado de aquel infame basket control de los años 90, que capitaneó el Limoges francés. Cuando Zidane se encargó del Real Madrid también se habló de su falta de experiencia para denostarlo y a día de hoy se le sigue reprochando que su equipo “no juega a nada”, que sus éxitos son fruto de la suerte, que no es más que un mero gestor de egos.

Recuerden la mítica portada de Mundo Deportivo con el titular de “Parche Zidane”. Laso y Zidane han aportado al Real Madrid 31 títulos desde que son los directores de orquesta de sus secciones, cada uno con su diferente estilo, pero con un camino y una identidad común: el espectáculo, el esfuerzo y la unión del equipo por encima de cualquier individualidad. La entrega es innegociable en este Real Madrid, y por mucho que técnicamente los jugadores sean de los mejores en sus puestos, el sacrificio es lo que acaba convirtiendo el trabajo en éxitos, o lo que en el Real Madrid es lo mismo: títulos.

Pablo Laso.

La culminación del destino de estos dos hombres se produjo en 2018 cuando, el uno en Belgrado y el otro en Kiev, hicieron campeones de Europa a la sección de baloncesto y fútbol respectivamente. Dos divinos calvos con unas mentes inescrutables que se enfrentan casi a diario a críticas vacías por parte de determinados sectores periodísticos, a mantras absurdos, a afirmaciones dañinas sobre su capacidad profesional. Dos incapaces que siguen sin hacer caso a ese ruido externo que trata de minarles mientras en sus cabezas no deja de sonar Raindrops keep falling on my head y se lanzan a lo único que en el Real Madrid importa: ganar. Y lo consiguen.

 

Fotografías Getty Images.

 

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