Las mejores firmas madridistas del planeta

En ese vuelo viajábamos nosotros mismos junto a Kroos

Siempre hemos hablado de la precisión de Toni Kroos. Recuerdo cuando llegó y nos enamoró al instante con sus clases de geometría. Para enamorar con geometría uno tiene que ser especial. Tiene que hacer sugerencia de la geometría y eso no lo puede hacer cualquiera. Toni Kroos no falla los pases. Y eso que no da pases sencillos, aunque lo parezcan. En la sencillez está tantas veces la belleza que no nos damos cuenta. Lo que ocurre es que algunas veces esa belleza despunta como un amanecer y entonces observas esa belleza en plenitud como si no la hubieras visto nunca. Pero la recuerdas. Es la precisión. En el vuelo del pase de gol de Toni a Vinícius frente al Liverpool iban todos los pases perfectos de Toni que no hemos visto en diapositivas. Y al mismo tiempo íbamos nosotros transportados en él. Los más jóvenes ya no sabrán lo que son las diapositivas. Son otra cosa bella, como un proyector de Súper 8; imágenes silentes que hacen ruido y tiemblan, de una nitidez penosa, pero hermosa. Y de color sepia, como Toni.

Vinícius Kroos

Toni Kroos es de hoy, pero es de color sepia. Yo lo veo en color sepia y en diapositivas o en Súper 8, mientras suena el viejo crujido del carrusel al cambiar de imagen o el ruido de pequeño tractor que hace pasar la película de celuloide. Eso es lo que pasó el martes en el Di Stéfano. La película pasaba, el carrusel seguía su curso, y entonces vimos, con esas puntos y manchas negras como de tinta que saltan de pronto sobre la imagen, incluso a esa velocidad irreal de cine mudo, cómo esa pelota volaba sin remisión, provocando suspiros de geometría, directamente al corazón de Vinícius. Aquel pase fue como una flecha de amor, y con el pecho herido Vini se llevó lejos esa pelota preciosa para que no se la quitara nadie, y cuando ya fue suya marcó gol. Eso fue cuando esa película se acabó y el celuloide suelto empezó a dar vueltas sobre la rueda y allí estábamos petrificados sin darnos cuenta, delante de la pared en blanco, temblorosa, antes de que alguien encendiese la luz, como si nos acabáramos de ver a nosotros mismos hace mucho tiempo.

 

Fotografías: Imago.

 

El inmenso talento del brasileño entra en erupción

No parece, todo lo contrario, el poder de Vinícius tan grande como el de Simeone, por ejemplo, a pesar de que éste fracasa año tras año en sus objetivos y siempre es buena noticia. Ese poder es asombroso. Es la omnipotencia mediática, al revés que la debilidad mediática de Vinícius. Hay un exfutbolista y entrenador joven, y un ex niño y futbolista joven. El primero falla temporada tras temporada, con mayor frecuencia en los momentos culminantes, en las horas de la verdad, pero después todo es lástima y parabienes y, sobre todo, una extensión del crédito. El segundo se debate en el aprendizaje y la llegada de la madurez, en el control y la organización y la difícil gestión de su inmenso talento, descontrolado unas veces a borbotones, oculto otras bajo el miedo de la exposición y de los propios demonios, y no recibe más que presiones y faltas de respeto.

Fue tan prodigioso el inicio y hasta el final fallido que Vinícius Jr. destrozó todas las perversidades como los puestos de los mercaderes del templo, que enmudecieron

Un hombre mimado y un joven maltratado. Ese es el miramiento de los medios. El hombre que pierde es un emperador y el joven que aprende un paria. Pero yo lo vi, a Vinícius, en el partido contra el Atalanta, decirle a Simeone, más bien a todos sus adoradores (hace bien el Cholo en navegar sobre la bula), que el verdadero poder no es el que ellos otorgan con perversidad, sino el que rebosa de repente, el que asoma con la pinta inconfundible de a quien nadie va a poder parar. Yo lo había visto antes, o mejor, lo había sentido. A futbolistas como Vini se les siente más que se les ve. Lo peor de los malos finales de Vini es que hacen olvidar todo lo anterior, lo cual no puede olvidarse porque es bagaje para el futuro. Como si la mente, incluso el corazón, sólo pudiera recordar el error a pesar del preámbulo prodigioso. Pero el otro día no pasó eso.

Vinícius Jr.

Fue tan prodigioso el inicio y hasta el final fallido que Vinícius Jr. destrozó todas las perversidades como los puestos de los mercaderes del templo, que enmudecieron. A mí me levantó del asiento. Vini cogió el balón en su campo y lo echó para adelante. Cuando sobrepasó la línea central ya iba lanzado y se podía sentir todo su poder. Corría iluminado. El poder que tantas veces se presiente, se advierte, y de pronto se apaga, de momento. Pero el martes no fue así. El poder se encendió, se mantuvo y nadie pudo hacer nada para pararlo salvo él mismo. Cuando ya dentro del área, rodeado de atalantos, parecía tener fin esa aventura adolescente, surgió el inmenso poder Viniciano dejando atrás a todos ellos en un metro. En un arrebato sin aparente esfuerzo de potencia sobrenatural tras el que se abandonó en un muletazo precioso, que sin embargo acabó deslucido.

Benzema se echó las manos a la cabeza y hasta Ramos se echó al suelo. Fue como haber pintado El Grito de Munch y haberse olvidado de la boca, pero hay muchos gritos de Munch

Benzema se echó las manos a la cabeza y hasta Ramos se echó al suelo. Fue como haber pintado El Grito de Munch y haberse olvidado de la boca, pero hay muchos gritos de Munch. Y no fue sólo el grito si no el partido completo, donde hubo brillo y trabajo, fantasía y realidad, movimiento y quietud. En la cabeza de Vinícius deben de revolotear todas esas cosas y algunas más. Cualquier día de estos Vini logrará, estoy seguro, dominarlas y no revolotearán, sino que se sucederán sobre el campo como el hilo del pescador con mosca dibujando bellas formas sobre el río turbulento donde saltan todas esas truchas que ese día picarán.

 

Fotografías: Imago.

 

Ni que Kubo, ni que Odegaard... aunque parezca lo contrario

He visto los últimos partidos del Barcelona para ver a Pedri. Todo el mundo (y cuando digo todo el mundo es de verdad) habla de Pedri. He escuchado a madridistas hablar de Pedri con reverencia. Incluso con miedo. “Peeedriii, Peeedriii”, oía susurrar, mientras esos madridistas se estremecían. ¿Cómo es posible? Así que fui a verlo con mis propios ojos.

Tres partidos. He visto tres partidos seguidos del Barcelona y de Pedri y qué quieren que les diga. Que yo no soy ningún experto. No soy ningún Analista Internacional Calvo (AIC) a los que tanto admira, y con razón, Fredo Gwynne, pero yo no he visto nada de ¡el nuevo Iniesta! ¡Ay!, la melancolía.

Vinícius

El nuevo Iniesta es un anhelo, pero, de momento, no es Pedri. En tres partidos. Nada. Vamos a ver, no me malinterpreten. Pedri es un jovencísimo futbolista con talento y con un futuro prometedor al que le deseo todo lo mejor, no faltaba más, pero todo lo que había leído y todo lo que me habían contado me parecen ahora relatos. O el relato, ya saben.

Quiero decir relatos interesados de autores sin escrúpulos. Una moda falsa en perjuicio del aficionado y, sobre todo, del protagonista. Hay algo ahí, por supuesto. En Pedri, quiero decir, pero nada destacable ni por madurez precoz ni por desempeño sobresaliente.

Kubo

Tampoco por una muestra indudable de su clase, aun efímera, escudriñada por mí con gran interés en su figura debido a la expectación creada (nunca mejor dicho “creada”) que contrasta, por ejemplo, casi violentamente con el no ya desinterés sino con el estado de semidefunción que se le declara oficialmente a Vinícius o la impasibilidad que se demuestra ante Kubo, o también, cómo no, el maltrato sistemático que se le dio a Odegaard a la misma tierna edad (incluso menor) que Pedri tiene ahora.

A Vinícius le hemos visto merendarse él solito al Barcelona (y varias veces), por no extendernos mucho (que podríamos, trayendo aquí, por ejemplo, su brillo incomparable en la ida de aquella eliminatoria perdida contra el Ajax). La Copa de Europa y Vinícius, sí. Podría decirse incluso que aquel trance no se superó porque el brasileño se lesionó. Ustedes y ellos lo saben. Pero no lo dicen sino todo lo contrario.

Odegaard

Es la fuerza del relato, como de la corriente, que va por otro lado, y en la que Kubo, ese talento real, presente, esa joya, se debate luchando entre los rápidos de las cesiones aguantando piedras (por ser amables) como Emery, un entrenador considerado mejor que Zidane en la última década por no sé qué lista que debe de ser obra del mismo autor o autores del cuento de Pedri, en el que el principal perjudicado no es el desahuciado Vinícius, ni el abandonado Kubo, ni el agraviado Odegaard, sino el alabado Pedri.

 

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Los dos jóvenes brasileños comparten precocidad, no aún la madurez

Hay una cosa de Rodrygo que es muy modriciana. Últimamente todo lo veo modriciano, cualquier gesto, cualquier movimiento bello. Los amaneceres son modricianos. El ocaso del otoño y sus colores es modriciano. Las cosas de Rodrygo me gustan porque son modricianas y también jamesianas y nazarianas y cristianesas. Y quizá alguna más. Decía que hay una cosa muy modriciana en Rodrygo que es observar el campo de batalla desde la colina. Y luego decidir. Cuando Rodrygo recibe la pelota observa, como Modric, y si no ve nada tira la pelota hacia un lado o hacia delante o hacia atrás, y se va con ella, buscando la soledad, para ver si desde otra perspectiva se ve todo mejor. Y lo consigue. No de un modo estrictamente modriciano, o al menos distefanescamente modriciano.

Rodrygo Goes Real Madrid

Eso es algo fascinante de Modric. Y de Rodrygo, que lo hace suyo. La contemplación de las huestes y de la disposición del rival. Rodrygo se va a dar una vueltecita, y no es una vueltecita de flaneur. Es una vueltecita que descoloca el esquema del contrario. Es como el milagro de las aguas. Es una vueltecita despejadora, buscadora. La vueltecita abre claros en el bosque y en los ejércitos enemigos, que es por donde mueren. Por donde se adentra Rodrygo o por donde hace que se adentren Rodrygo. Hay veces que no necesita vueltecita porque ya sabe qué hacer antes de tener el balón. Y entonces corre hacia delante, muy recto, muy nazariano, en ocasiones desviándose lo justo, tan justo que casi parece que no se ha desviado y sin embargo lo has visto y te ha encantado. Te ha hecho levantarte un poco del asiento dando un respingo.

Rodrygo tiene una mirilla que no usa, como James hasta que se evapora, como si desenfundara esa pierna metida en un cartuchera

Y luego sigue, y sigue. Y al final centra o chuta. De centros ya vimos contra el Mönchengladbach, y ya habíamos visto antes, que tiene una mirilla que no usa, como James hasta que se evapora, como si desenfundara esa pierna metida en un cartuchera, y dispara con el cuerpo muy recto, endurecido, como transmitiendo toda la fuerza y el impulso de ese cuerpo trabajado en la pandemia a ese pie derecho, pero como si sólo fuera ese pie derecho el que se mueve. Es un poco como ver cantar a Pavarotti. Él estaba quieto, completamente quieto y sólo se movía su boca, o sólo eso parecía, pero ahí dentro había un enorme mecanismo virtuoso que se movía sin cesar como las entrañas de un trasatlántico.

Rodrygo puede arrancar de cero o continuar la escapada hasta el final como Belmondo, incluso pasándose el pulgar por los labios

Rodrygo también puede ser trasatlántico porque en su interior viajan muchos pasajeros. Modric y James, y también Nazario y Cristiano. De Cristiano tiene el gatillo rápido. Rodrygo desenfunda sin pensarlo. Es el automatismo que le diferencia sustantivamente de su amigo Vinícius. Mientras éste se debate en un caos de ruido y de deseos, atropellado por su propio talento sin montar, con todas las piezas por el suelo (con las que se tropieza), Rodrygo simplemente dispara. Rodrygo es un pistolero, Rodrygo the Kid, a quien se le ha puesto un cuerpo de gigante que es como si a Butragueño le pones el cuerpo de Haaland. Y juega en carrera y parado, también. Porque también es butragueñiano y haalandiense.

Vinicius Jr Real madrid

Hay en Rodrygo (hoy estará, creemos, contra el Athletic) una tendencia que es querencia natural. Puede arrancar de cero o continuar la escapada hasta el final como Belmondo, incluso pasándose el pulgar por los labios. Es nouvelle vague, todo lo hace sencillo como si llevara el cerebro en las botas, al contrario que Vinícius, con el estirón parado, a quien parece pesarle el cerebro que lleva en la cabeza dando vueltas y que un día de estos, lo veremos, se detendrá.

 

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Antiguamente los medios se paseaban por el Bernabéu y por la Ciudad Deportiva como cortesanos. El resultado era una convivencia dieciochesca, con cientos de ojos observándolo todo en cada momento, acompañando a los jugadores, aconsejándoles, dirigiéndoles a su antojo e influyendo en las decisiones y en el rumbo del Club. Ahora no es así y los excortesanos se enfadan. Ya no pueden murmurar en palacio, así que difaman, despechados.

Las murmuraciones fueron el alimento periodístico durante décadas hasta la llegada del florentinismo, cuando se empezó a regular la entrada de los cortesanos, que campaban a sus anchas por doquier, ejerciendo mayormente labores extraperiodísticas intolerables. La retirada de esos privilegios abusivos supuso el comienzo de una guerra (que continúa) por la devolución de los mismos.

Yo a veces pienso en el coyote y en el correcaminos. Pasa el Madrid a toda velocidad y a esa prensa depredadora le cae una roca en la cabeza

Uno de los ejemplos más significativos es la cruzada casi vital de Alfredo Relaño, que convirtió su notable carrera periodística en la obsesión de Gargamel por los Pitufos. Un poco en cosa de dibujos animados es en lo que se ha convertido el tratamiento de la prensa en general al Real Madrid. Yo a veces pienso en el coyote (Carnivorous Vulgaris) y en el correcaminos (Accelerati Incredibilus). Pasa el Madrid a toda velocidad y a esa prensa depredadora le cae una roca en la cabeza.

Así viene sucediendo desde hace muchos años, en medio de feroces campañas de acoso y tergiversación, años en los que el Barcelona fue (y es) el elegido por la cortesanía, que en realidad era villanía, como su favorito, y no por admiración sino por odio a la némesis. Ese barcelonismo mediático no proviene del amor por el color azulgrana, sino por el odio al blanco.

Ramos

Así se han esforzado en trasladarlo a sus lectores y oyentes y televidentes, y el clima futbolístico que se vive en la actualidad es fruto de esa obsesión visceral. La tormenta en el Madrid nunca cesa. El madridista vive en una continua ventolera con ansias de convertirse en huracán. Menos mal que nosotros somos La Galerna. Los vientos resoplan incluso (o sobre todo) entre los madridistas mediatizados por décadas de consignas.

Piperos, omaítas, oficialistas… en inacabable descontento. Instalados en la queja por defecto y por norma. Suspicaces ante los triunfos. Ese es el clima creado por esa antigua nobleza periodística desprovista de sus regalías, que no ceja en su empeño en una inexorable decadencia de las formas, cuya sordidez ya alcanza cotas inimaginables.

En estos días la tendencia parece ser descubrir conversaciones privadas de los futbolistas reventando los códigos privados, los contextos y la verdad.

El último pozo horadado es el “reportaje” de Sport (los antimadridistas ya se confunden con los madridistas, viven juntos fuera de la corte) donde un individuo que pedía en público que le partieran la rodilla a un jugador del Real Madrid se fue a buscar los supuestos orígenes madridistas del árbitro del Clásico, señalándole a él y a su familia, y mintiendo en los mismos. Da igual. Todo vale.

En estos días la tendencia parece ser descubrir conversaciones privadas de los futbolistas, cortarlas, editarlas a conveniencia y publicarlas reventando los códigos privados, los contextos y la verdad. Isco hablando de su suplencia y de Zidane, Ramos hablando de las camisetas o Benzema hablando ayer en el descanso, supuestamente mal, sobre Vinícius.

Vinicius

Una palabra más gruesa o una frase o una conversación sacada ad hoc con intenciones aviesas para su uso espurio no sería relevante sin estas condiciones. La peor discusión íntima o las peores palabras no son el termómetro real de una relación. Por eso pertenecen a la intimidad, que nunca debería ser ventilada. Lo contrario es tergiversar, confundir. De la confusión vive el excortesano. De hacer creer que Benzema piensa que Vinícius juega con el enemigo.

Ya se relamían, siempre se relamen, pero cuánto daño hizo el uno a tres. Y cuánto daño hizo ayer el dos a dos. Y qué gusto, y qué risa produce comprobarlo. Primero Benzema y luego Casemiro, y así toda la vida, haciendo caer la roca (¡mic, mic!) sobre los pobres coyotes.

 

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La madurez del brasileño destapa a compañeros, periodistas y aficionados

Vinícius comenzó en el Real Madrid driblando a los contrarios antes de bajarse del avión que le trajo desde su país. Unos minutos antes de firmar su contrato ya había tirado a puerta y antes de vestirse de corto ya había marcado su primer gol tras rebotar en un contrario. Este ímpetu impaciente, junto con su condición de brasileño joven (casi un niño, no lo olvidemos) ayudó a que gran parte de aficionados se formasen una idea del jugador de persona alocada, irreflexiva y algo inconsciente. No es extraño, la lista de jugadores brasileños díscolos con altas capacidades futbolísticas es extensa.

Vinícius y Zidane.

La eliminación en Champions League ante el Manchester City conllevó la lógica frustración de muchos madridistas. La respuesta natural ante la frustración suele ser la de buscar culpables y muchos apuntaron a Zidane, entre otros motivos, por no poner en el campo a Vinícius. La afición sabe que si hay un jugador capaz de revolucionar un partido ese es Vini. Tiene algo especial, más allá de los futbolístico, es un revulsivo químico que altera los partidos de manera instantánea, como la gota de Fairy que cae sobre el plato con grasa. Por este motivo, no se comprendió de manera adecuada la ausencia del brasileño, al menos como futbolista de recambio, para intentar remontar contra el City.

Es un hecho destacable que, ante la actitud forofa de gran parte de la afición, el propio Vinícius haya mostrado más madurez. Recientemente ha declarado a la web «Yellow and Green Football» que a pesar de querer salir a ayudar en el partido contra el City, comprende que está en el Real Madrid y Zidane tiene muchas opciones entre las cuales elegir. Indica que lleva un tiempo asumirlo, pero puede y debe comprender cada elección del entrenador. Es consciente de que a su edad solo Raúl y Casillas han jugado más partidos que él en el Real Madrid y tiene como referentes a Sergio Ramos y Casemiro, su ética de trabajo es la que le estimula para mejorar.

Vinícius señala el escudo.

A estas declaraciones se les ha prestado poca atención, pero es muy sorprendente que un futbolista tan joven y con un origen tan propenso a la vida carnavalesca, denote tal grado de madurez, ausente en otros futbolistas más veteranos, en muchos periodistas y en buena parte de la afición. Las palabras de Vinícius indican dos cosas: que el futbolista tiene la cabeza mejor amueblada que el Palacio de Liria y que el Real Madrid está haciendo un buen trabajo con el joven jugador. No solo en el aspecto deportivo, sino personal. Sin duda, están asesorándole y lastrándole los pies con plomos para que no se le separen del suelo. El club sabe que para triunfar en el Madrid la cabeza es casi más importante que los pies, y no porque se juegue boca abajo, hecho que apenas ha sucedido en contadas ocasiones a lo largo de la historia, sino porque de futbolistas excepcionales con la cabeza llena de pájaros están llenas las cunetas de la carretera que conduce al Bernabéu.

 

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De Vinícius Junior se ha reído demasiada gente. Aquel chaval que llegó con 18 años procedente de Brasil el mismo año que salía Cristiano Ronaldo era una tentación demasiado grande para el escarnio y la mofa. Se escrutaba cada partido con el Castilla hasta que Vinícius empezó a salirse en la categoría. Entonces se empezó a criticar que un jugador de su coste disputase partidos en Segunda B, era un abuso, decían, que justificaba los excesos de muchos defensas. Entonces empezó a jugar con un Madrid en ruinas y el chaval se convirtió en el principal motivo de alegría de una temporada que sólo dio motivos para la esperanza mientras las carreras alocadas de Vinícius eran el principal argumento ofensivo junto a la clase infinita de Benzema. Ya entonces fallaba mucho frente a la portería, pero les aseguro que el Ajax respiró tranquilo cuando cayó lesionado en la vuelta de Champions.
Esta temporada a Vinícius le costó arrancar. La llegada de Hazard para jugar en su posición predilecta suponía todo un reto. El intento de jugar en la derecha no fue precisamente exitoso porque el joven brasileño no es un extremo al uso de pisar la raya y centrar. Vinícius necesita libertad. Se trata de un jugador tan imaginativo y creativo que precisa partir de la izquierda para poder salir por todos los carriles. Su temporada está yendo claramente a más y en conformidad con esa evolución, también se está incrementando la confianza de Zidane. Y vaya sí la está aprovechando.
Su temporada está yendo claramente a más y en conformidad con esa evolución, también se está incrementando la confianza de Zidane.
Cuando el Madrid juega con Vinícius sabe que tiene un verso suelto capaz de recorrer todo el campo a una velocidad sideral. Por tanto, Vinícius resulta una certeza de poder llegar a la portería en cualquier contexto. Su ímpetu en ocasiones le juega malas pasadas al no saber leer ciertas situaciones, pero ahí también está evolucionando, cada vez más capaz de mezclar velocidades. Su presencia en el campo le ofrece metros automáticamente a Marcelo, puesto que le permite recibir de cara ya en campo contrario, y a Benzema, que se puede olvidar del engorro que supone trasladar el balón hasta arriba. El carioca nunca tendrá la capacidad combinativa de Hazard, cuyo juego involucra a más jugadores, pero sin duda es un jugador que ya aporta a otros compañeros.

De Vinícius se suele criticar con razón sus dificultades a la hora de dar el toque final. A veces resulta frustrante ver cómo grandes jugadas acaban en nada por esa dificultad al definir. Sin embargo su capacidad continua de percutir ya le permite estar produciendo goles de forma directa o indirecta. Para el lateral de su banda resulta un martirio afrontar un partido persiguiendo el brasileño que, además, se empeña de forma muy responsable en defensa. Si se fijan verán a muchos laterales haciendo continuamente estiramientos ante la exigencia física que supone el brasileño. Como decía, se suele destacar negativamente su capacidad al definir, resulta un pero que rara vez se obvia por parte de sus críticos. Sin embargo, resulta tremendamente injusto obviar las numerosas virtudes que adornan al brasileño. Sin duda la más diferencial es su capacidad para desbordar, que es, junto a la capacidad goleadora, la suerte más exclusiva del mundo fútbol. Esa capacidad de desborde le ofrecerá una gran carrera a Vinícius aunque no mejorase en la definición. Pero es que resulta muy corto de miras deducir que un chaval con esa capacidad de trabajo no mejorará en algo completamente entrenable. Basta revisar las cifras goleadoras de otros grandes jugadores en sus años juveniles como para vislumbrar como muy probable que Vinícius mejorará mucho también en eso.
Vinícius ha llegado al Real Madrid para triunfar. Su determinación en ese objetivo es otro de esos avales que le acompañarán en su desempeño. El brasileño siempre ha tenido la capacidad de no tomar nota de sus errores ni de la competencia en su puesto. Él siempre que coge el balón irá para arriba desde la seguridad de que esta vez tras driblar a dos rivales el gol entrará. Ya verán como lo conseguirá.
Artículo escrito el 24 de junio de 2020, republicado hoy con motivo del 20 cumpleaños de Vinícius.

 

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Hay un joven obsesionado con el tiempo recorriendo la banda izquierda del Santiago Bernabéu. Da igual que estemos en el minuto tres de partido o en el ochenta y ocho; el joven en cuestión corre sin parar los 105 metros del lateral en un sentido y otro, sin escatimar un esfuerzo. Su gran obsesión es el tiempo, debe creer que siempre llega tarde y por eso siempre anda con prisa. Prisa por buscar el espacio en el campo, prisa por encarar rivales, prisa por llegar al área contraria. Cuando la pelota llega a los pies del joven, la grada se despereza y comienza a entrar en combustión, como si el muchacho fuera un mechero Bunsen que acelerara una reacción química. Y eso es lo que hay entre el Bernabéu y Vinícius: química, una afinidad profunda entre ambas partes. No me refiero a una mera atracción, sino a una relación bidireccional; los aficionados quieren a Vinícius y él quiere a los aficionados. Vinícius, de ahí el título de este artículo, es como el conejo blanco de Alicia en el País de las Maravillas. Nos provoca tal curiosidad sobre lo que va a hacer, que consigue que le sigamos hasta hacernos caer por el agujero de la madriguera, su misión: hacernos traspasar la realidad sin que seamos conscientes de ello.

Su aparente inocencia contrasta con su naturaleza real: la de ser un transgresor. Y es que el fútbol de Vinícius es transgresor porque ha recuperado un arte que apenas se practica y es el de regatear al rival. No hay mayor humillación que la de un tipo que te encara con el balón entre los pies, que ejecuta unos malabares con rapidez insólita y ¡ale-hop!, te deja atrás por mucho que trates de cocearle. Vinícius tiene prisa en todo lo que hace, hasta en querer agradar al Bernabéu, lo cual a veces le hace tomar decisiones poco acertadas y equivocarse. En este punto les recuerdo que tiene 19 años, y con 19 años uno tiene el derecho de querer alcanzar sus sueños muy rápido y también tiene el derecho a equivocarse. Derivados de estos derechos también están las obligaciones, que en este caso serían la de aprender y la de no cesar en el empeño, y Vinícius tiene todavía mucho que aprender, afortunadamente. Tiene que aprender “la pausa”, pese a que su naturaleza le llama a regatear al rival en cuanto le llega el balón, pese a que, según atraviesa las líneas que delimitan el área rival, parezca que su lucidez se oscurece. Es ahí donde esa pausa para resolver, para ejecutar el tiro a puerta, se le hace más necesaria. Pero su prisa por querer agradarnos hace que a veces se embarulle, se líe, se equivoque; como cualquier muchacho de 19 años.

Aprenderá. Y aprenderá también a ponerse la piel de teflón contra todos aquellos que se han reído, y se ríen, de él. Jóvenes que, sin responsabilidad alguna en sus vidas, insultan y se mofan de su atrevimiento. Adultos que, acomodados tras sus medios de comunicación, pretenden destruirlo por el hecho de ser diferente. El Bernabéu se ha ilusionado con Vinícius, y él se emociona con el Bernabéu. Su compromiso con el escudo es indiscutible, así, recuerden sus lágrimas cuando tuvo que dejar el campo, lesionado, aquella infausta noche contra el Ajax, o cuando le marcó a Osasuna en septiembre de 2019. Estas últimas, además de tocar la fibra sensible del madridismo, le ayudaron a limpiar toda la porquería que le habían tirado encima sin piedad ni misericordia desde todos los flancos. Vinícius corre y ya sonríe, una sonrisa blanca que destaca en su negra piel nos iluminó la noche del pasado domingo. Y se golpea el escudo para hacernos ver que es uno de los nuestros y nos lo quiere dar todo, y por eso deseamos que le salga todo bien. Vinícius cuando agarra el balón nos emociona, nos embauca y hace que le sigamos por el agujero de la madriguera a su mundo de fantasía porque de realidad ya estamos hastiados. Es nuestro conejo blanco y todos queremos ser su Alicia.

Volvía a casa anoche, pegándole patadas a una lata de cerveza que había en la calle, cabreado y consternado por el resultado del partido de ida de octavos de final, cuando me dio por pensar qué es lo que hacía yo allá por febrero de 2008, cuando tenía diecinueve años.

Probablemente un día como el de ayer estaría sentado frente a la televisión viendo alguna serie, una película o partido de fútbol con la única preocupación de a qué hora me levantaría al día siguiente y, si lo hacía relativamente pronto, a qué clase entraría en la facultad. Poco más había de tensión en mi vida por aquellos días.

El pensamiento me llevó a este texto y la derrota a la figura de Vinícius Júnior porque me fascina a la vez que me enerva que haya madridistas que todavía critiquen al brasileño. Diecinueve años tiene. Diecinueve. No nos cansemos de decirlo, por favor.

Con diecinueve años ayer se echó, una vez más, al equipo más grande de la historia del fútbol mundial a la espalda para ser el mejor jugador del partido junto con Courtois (otro al que dilapidaban hasta no hace mucho) y Varane. Diecinueve años. No puedo parar de repetirlo.

Pedía todos los balones, absolutamente todos; y sus compañeros lo buscaban siempre, como vienen haciendo desde que debutó el año pasado y, sobre todo, desde aquel partido en el Camp Nou donde destrozó a Piqué y creó él solo más peligro que cualquiera de los dos equipos juntos. Lo decía un gran tuitero anoche durante el partido: “Os quedáis con que Vinícius ha fallado un remate, yo me quedo con que ahora mismo es inimaginable que el Madrid cree peligro si no es en una jugada de Vinícius”.

Vini juega sin presión, como en el descampado de alguna favela brasileña o en la plaza de un pueblo de la España profunda. Se atreve con todo, inventa, se la juega siempre y, claro, alguna vez falla; pero sigue intentándolo y se la vuelve a jugar hasta que le sale. Tiene la zancada más brutal que yo recuerdo desde la de aquel Bale que antaño maravillaba y no se arrastraba por los campos de fútbol, o como la del primer Cristiano. Dribla como pocos y pisa el balón como si se hubiera equivocado de campo y creyese que está jugando a fútbol sala. Quiere la pelota siempre en sus pies e inventa cosas que sólo unos pocos pueden imaginar. Es una maravilla de jugador, un diamante en bruto que, cuando pula los pocos defectos que tiene, será uno de los mejores jugadores del mundo. No me cabe duda.

Pero, claro, el problema de este Madrid es que sólo hay un Vinícius Jr. y que nadie parece estar a su nivel… quizá porque nadie lo está realmente. Que la limpia que se prometió no fue tal y que ahora empezamos a darnos cuenta, si es que no nos dimos en su momento, de cuán necesaria era. El problema es que desde que Zidane cambió a Vinícius el Madrid se desmoronó y pasó de ganar de uno a perder de uno y, por tanto, pasó de estar muy cerca de clasificarse a tirar media Copa de Europa en la ida de los octavos de final. Tan triste como cierto.

El Real Madrid afronta una eliminatoria de exigencia máxima. El Manchester City es un equipo que deslumbró en Inglaterra el año pasado ganando todas las competiciones locales que disputó. En la presente temporada está mostrándose mucho más irregular y se ha visto incapaz de aguantar el infernal ritmo de puntuación del Liverpool. Sin embargo, hay una muestra suficiente de grandes partidos de los blues como para respetar enormemente al equipo de Guardiola.

El City es un equipo con ciertos problemas en la salida del balón, lo que le ha ocasionado goles en contra durante la temporada. También es un equipo que defiende mal en su propia área porque no va sobrado de calidad defensiva en sus zagueros. Pero es un equipo absolutamente temible cuando impone su ritmo y logra encerrar al rival. Presionan muy bien la pérdida de balón cuando ésta se produce cerca del área rival. En eso Guardiola mantiene sus señas de identidad. También en la calidad de circulación del balón en tres cuartos de campo y en la paciencia para encontrar los huecos en la defensa rival. Entregar el balón y espacio al City no parece un plan ganador.

Ante la desgraciada baja de Hazard, dando por hecho que Courtois, Carvajal, Varane, Ramos, Mendy, Casemiro, Valverde, Kroos y Benzema son fijos, parece claro que Zidane puede manejar cuatro alternativas para cubrir las dos vacantes disponibles y afrontar el partido de ida:

1-BALE

La prensa, no siempre bien informada, está apostando por esta posibilidad. Nada demuestra más aprecio futbolístico por Bale que asegurar que el galés esta temporada, también la anterior, está muy lejos de su mejor versión. Cuando comparece parece desconectado del juego a pesar de mostrar esfuerzo defensivo. Sus compañeros casi nunca detectan sus desmarques y lo cierto es que, a pesar de ser un jugador con goles e instinto asesino, no está produciendo. Si Zidane apuesta por él, será por lo que ha dado en el pasado, con esperanza de que lo pueda dar aún. Lo cierto es que el perfil de Bale es fundamental en una plantilla con una clara falta de colmillo ofensivo. Bale es el jugador más diferente en ese aspecto, el más autosuficiente para generar un gol por sí mismo. Además, su experiencia en este tipo de choques es algo en su favor. También su poder intimidatorio, tanto por su disparo de larga distancia como por su velocidad al espacio. Uno de esos atletas de los que hablaba Guardiola. Su entrada normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

2- VINíCIUS

Quizá uno de los jugadores más en forma. El más parecido a Hazard salvando las grandes diferencias que existen hoy en día. Vinícius cada día desborda de forma más eficiente y últimamente, además, elige mejor la terminación de las jugadas. Vinícius siempre supone un dolor de cabeza para el defensor de su banda y es una amenaza al espacio dada su velocidad. Sin embargo, apenas tiene experiencia en este tipo de choques y esto puede suponer una desventaja en estas latitudes. Parece claro que será de la partida, ya sea de inicio o desde el banquillo. Su entrada de inicio normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

3- JOVIC

Juntar al serbio con Benzema podría darle el lugar que mejor se adapta a sus condiciones. Jovic el año pasado destacó en Alemania en compañía de un 9 como Haller porque Jovic no es un delantero al uso, sino que disfruta más llegando que estando. Sin duda el Madrid tendría más presencia en el área con dos delanteros y los centros, a veces desesperados, encontrarían más alternativas. El City sufre en el juego áereo y podría ser una buena alternativa. Pero el Madrid podría carecer de profundidad dado que Jovic es poco agresivo en el desmarque y tiende a la pasividad. No sería fácil ganar la línea de fondo ni poner el balón en condiciones en el área. Además, no es un esquema que se haya trabajado durante la temporada, al menos en partido oficial. La entrada de Luka normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

4- MODRIC E ISCO

Sería el mismo planteamiento que le dio al Madrid la Supercopa de España, pero que también tuvo que ser enmendado contra el Atlético en Liga. El 1-4-5-1 perseguiría una perfecta ocupación de los espacios en la búsqueda de una presión que penalizase los problemas del City. Sería un planteamiento para tener el balón y que los de Guardiola tuviesen problemas para imponer su estilo dominante. Cuesta imaginar que ese equipo sufriese mucho en fase defensiva o para tener el balón, pero tampoco es fácil imaginar cómo equilibraría eso con la intimidación ofensiva que el Madrid debe saber trasladar en el Bernabéu.

Sólo Zidane sabe por qué optará y quizá nos sorprenda con alguna alternativa adicional que contemple a Lucas. Mi cabeza me dice que la 1 y la 4 cuentan con más opciones. Mi intuición me dice que será la 4.

 

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