Las mejores firmas madridistas del planeta

José Araquistáin es uno de los grandes guardametas de la historia del Real Madrid que lograron conquistar el Trofeo Zamora. Además continuó con la estirpe de porteros vascos en el club tras Calleja, Juanito Alonso o Berasaluce.

Originario de Azcoitia perteneciente a Guipúzcoa (4 de marzo de 1937), su buen desempeño en la Real Sociedad le valió para fichar por el Real Madrid en 1961, en una operación en la que los madrileños pagaron seis millones y cedieron a Eguskiza, Villa, Raba y el sueco Simonsson a los guipuzcoanos. En el cuadro txuri-urdin hizo gala de unas condiciones magníficas siendo la agilidad, su dominio del área pequeña y su excelente despeje de puños las principales virtudes.

La competencia en el marco capitalino era feroz a su llegada, y tuvo que competir con dos monstruos de la talla de Vicente y Betancort, si bien es cierto que también él atesoraba gran calidad. En sus siete temporadas no gozó de excesiva continuidad, y únicamente se sintió indiscutible una campaña. En su bagaje hay un total de 97 partidos oficiales que le llevó a adornar su palmarés con siete títulos: cinco Ligas, una Copa y la Copa de Europa de 1966, de la que hoy nos habla en La Galerna.

El curso de su estreno fue el mejor en cuanto a rendimiento y resultados. Miguel Muñoz le confió la portería en detrimento de Vicente y con grandes actuaciones, como ante el Atlético o el Zaragoza en casa, y el Athletic Club a domicilio, ayudó al equipo a ganar la Liga. La zaga formada por Casado, Santamaría y Miera brilló por su solidez y el arquero vasco con su fenomenal papel alcanzó el Trofeo Zamora al recibir 19 goles en 25 partidos (una media de 0,76 por encuentro). En esa misma campaña jugó la final de Copa con éxito al vencer los blancos al Sevilla por 2-1, y la de Europa ante el Benfica en la que se cayó por 5-3.

Sin embargo, en las temporadas venideras fue relegado a la suplencia primero por Vicente y luego por Betancort. En el curso 1963-1964 actuó en 14 partidos de  Liga por la rotación en el puesto planteada por Muñoz junto al cancerbero catalán. Pero en la campaña posterior una lesión en el mes de octubre cortó de cuajo toda posibilidad de continuidad, y Betancort se hizo el amo y señor del puesto en los siguientes cuatro años. Disputó eso sí, pasando así a la Historia con letras de oro, la vuelta de la semifinal ante el Inter de la Copa de Europa de 1966, así como la Final cuyo aniversario celebramos hoy.

Con 30 años puso punto final a su carrera como madridista, y en el verano de 1968 se marchó traspasado al Elche.

En su trayectoria como internacional español sumó seis partidos, los cuatro últimos cuando ya militaba en la entidad de Chamartín. En 1962 entró en la lista de Hernández Coronado y Helenio Herrera para el Mundial de Chile, donde disputó el decisivo encuentro ante Brasil que mandó a casa a los españoles después de perder por 2-1.

 

Hoy, 8 de agosto, se cumplen 114 años del nacimiento de Ciriaco Errasti, formidable defensa central del Real Madrid en los años 30 y gran socio y compañero de Quincoces en una de las más famosas zagas de la historia del fútbol español.

Nació en Eibar en 1904 y brilló por su categoría en la defensa. Futbolista contundente, potente, firme y fuerte, no se complicaba a la hora de despejar. Cuando formaba junto a Quincoces, se situaba un poco por delante del baracaldés para cortar de raíz cualquier avance de los delanteros contrarios. Expeditivo, eficaz y con gran carácter, era todo un seguro en el eje defensivo.

Comenzó a dar patadas a un balón en su Eibar natal y más concretamente en el Lagun Artea para más tarde actuar en la Unión Deportiva Eibarresa. Más tarde, en 1925, tuvo que marcharse a Vitoria para hacer el servicio militar y decidió jugar en el Deportivo Alavés, aunque aún de forma amateur, ya que no cobraba por hacerlo y lo hacía por gusto y afición. En el cuadro vitoriano compartió vestuario con otros futuros madridistas como Quincoces, Lecue, Olivares o Albéniz (en su caso entrenador del club en los años 40). Y en la temporada 1930-1931 debuta en Primera División en un partido frente a la Real Sociedad.

En verano, y tras concluir un pobre curso, el Real Madrid y su secretario general Hernández Coronado se fijaron en tres jugadores del Alavés, y Coronado negoció un pack para llevarse a todos ellos. Después de un tiempo de negociaciones, se firmará el acuerdo por el cual Ciriaco, Quincoces y Olivares serán traspasados al conjunto blanco tras pago de 65.000 pesetas. Ciriaco y Quincoces serán compañeros inseparables en el centro de la defensa, mientras que el ‘Negro’ Olivares será un potente ariete. Además, el defensa eibarrés pasará a cobrar 1.000 pesetas mensuales y se convertirá en profesional.

ciriaco errasti debutó en primera división en la temporada 1930-1931

Sus inicios en el cuadro merengue no fueron sencillos, ya que Quincoces y él llegaban para sustituir a otra pareja que tenía gran aprecio la afición, la formada por Torregrosa y Félix Quesada. Sin embargo, el buen desempeño de los dos vascos acaba rápido con las dudas. Ciriaco se estrena en un partido amistoso a finales de agosto en Praga ante un combinado de la ciudad y un mes después en el Campeonato Regional Mancomunado contra el Iberia Zaragoza en el campo de Torrero. Para su primer encuentro en Liga hay que esperar al debut liguero de los blancos frente al Athletic Club en Chamartín con resultado de 1-1.

El rendimiento de todo el equipo va en aumento a lo largo de las semanas, cimentado sobre todo en una defensa de garantías. Ciriaco cumple con nota en su primera temporada y únicamente se pierde tres choques. En la última jornada en Les Corts, el cuadro dirigido por Lippo Hertzka conquista la primera Liga de la historia del club y además lo hace imbatido y recibiendo únicamente 15 dianas.

Un año después ya no había dudas de cuál era el mejor binomio defensivo del país y se cumplió con el objetivo de revalidar el título. El inglés Firth había sustituido al magiar Hertzka y, aunque se cayó en tres duelos, el Real Madrid levantó su segundo entorchado doméstico. Ciriaco fue de nuevo fundamental en 16 de los 18 partidos y el tándem junto a Ricardo Zamora fue inexpugnable para muchos equipos.

ABC

Sin embargo, una lesión a principios de su tercera campaña le tuvo en el dique seco durante muchos meses. Y bien que lo notó el equipo en su solidez atrás, puesto que no logró alcanzar el tercer trofeo liguero. Ciriaco se esforzó y regresó para el final del curso con el objetivo de llegar al Mundial de Italia. Disputó las dos últimas jornadas de Liga y el torneo de Copa que venció el equipo capitalino tras 17 años de sequía. El eibarrés jugó todas las eliminatorias en las que dejaron por el camino a Osasuna, Athletic Club y Betis para imponerse en la final en Montjuic al Valencia.

Tras el Mundial recuperó la regularidad durante la temporada 1934-1935, aunque fue la única en su estancia en el club en la que acabó sin un título de importancia para su palmarés. Su último año fue en 1935-1936, donde de nuevo el Madrid se hizo con la Copa. El zaguero disputó los octavos ante el Arenas y la vuelta de cuartos con un gran triunfo en Bilbao contra el Athletic. Pero quedó inédito en semifinales al ocupar su puesto Mardones y vio peligrar su participación en la final. Paco Bru tomó la decisión de alinearle en una final de Copa, histórica por muchos motivos, que enfrentó a los blancos con el Barça en Mestalla.

Aquel duelo, celebrado el 21 de junio de 1936, sería el último oficial para Ciriaco a nivel de clubs, el último también para Ricardo Zamora en suelo español y el último en el país antes del estallido de la Guerra Civil. La delantera culé era muy poderosa con Escolá, Raich o Ventolrá, pero Ciriaco y Quincoces cumplieron con nota. Eugenio y Lecue dieron una suculenta ventaja a los merengues en apenas doce minutos y luego recortó distancias Escolá antes del descanso. En la segunda mitad Ciriaco y su socio se agigantaron en defensa. Zamora, en la que fue probablemente su parada más recordada, dejó a Escolá sin doblete y el Madrid alzó el título de manos de Leopoldo García Durán, presidente de la Federación Española de fútbol.

Ciriaco no jugó después de la Guerra Civil y el eibarrés, que contaba con 31 años, dijo adiós a la Casa Blanca después de cinco temporadas, 117 partidos y dos Ligas, dos Copas y cinco Campeonatos Mancomunados en su haber.

ciriaco errasti jugó 117 partidos con el real madrid

Con la selección española, Ciriaco fue internacional en 14 ocasiones. Viajó en la expedición para los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928 pero fue suplente de Domingo Zaldúa en los dos partidos contra Italia. Su estreno oficial se produjo dos años más tarde en un partido contra Checoslovaquia. El duelo tuvo lugar en Montjuic el día de Año Nuevo de 1930 y concluyó con victoria local por 1-0. Con Quincoces a su lado también derrotaron a Italia meses más tarde, así como a Portugal, Yugoslavia, o Bulgaria por 13-0.

Así llegó el año 1934, donde Ciriaco entró en la lista de Amadeo García Salazar (le conocía de su etapa en el Alavés donde fue secretario técnico) tras una lesión que le apartó de los campos de juego varios meses esa temporada. Pero el técnico confiaba en los dos defensas vascos para una maravillosa generación española que aspiraba al título. Ciriaco jugó en la victoria por Brasil por 3-1 y también en el primer encuentro contra Italia en cuartos conocida como ‘La Batalla de Florencia’. La ‘azzurra’ y España igualaron a uno y 24 horas después se disputó el desempate, un partido que Ciriaco se perdió por lesión producida en el primer duelo. Con otra lamentable actuación arbitral, la selección volvió a casa al perder por la mínima, y Ciriaco pasaría dos años sin retornar al equipo nacional.

Su último choque oficial fue ante Austria en un espectacular amistoso a principios del año 1936 en el Metropolitano, donde los centroeuropeos ganaron por 4-5. A continuación, y en plena Guerra Civil, actuaría con la selección en dos partidos espurios ante Portugal, el primero en noviembre de 1937 y el segundo en enero de 1938.

En su vida posterior al balompié, se alejó de los terrenos de juego, aunque en una ocasión le ofrecieron una gran suma de dinero que rechazó para ser entrenador. Empezó a trabajar como director del Banco Guipuzcoano en Eibar hasta su jubilación.

Falleció el 8 de noviembre de 1984 a los 80 años de edad.

Con su fichaje por el Real Madrid, Álvaro Odriozola se incorpora a la prestigiosa lista de defensas vascos que han defendido los colores de la entidad de Chamartín. Y muchos de ellos triunfaron y dejaron su huella imborrable para la historia del club.

El primer gran zaguero blanco fue José Ángel Berraondo en los albores de la institución, allá en los inicios del siglo XX. Easonense, Berraondo también fue clave en la fundación de la Real Sociedad, mientras que en el Real Madrid jugó cuatro años en los que logró -siendo capitán del equipo- cuatro títulos consecutivos de Copa, de 1905 a 1908. Se desempeñaba como central de gran nobleza y caballerosidad. Era un jugador fuerte, robusto y contundente.

En los años 20 el Madrid contaba con Félix Quesada como estandarte de la retaguardia, y el club decidió ponerle una pareja a la altura con el que formó un binomio pleno de garantías: Juan José Urquizu. Vizcaíno de Ondarroa, había militado en el Osasuna e hizo una gira muy conocida con el Español por Sudamérica antes de firmar por el equipo blanco en 1927. De pequeña estatura, pero recio, enérgico, inteligente y con gran sentido de la colocación, logró junto a Quesada una fama de inexpugnables en todo el país. Permaneció tres años en la casa blanca ganando un Campeonato Regional y debutando en la primera edición de la historia de la Liga. Su espina: caer contra el Español en la final de Copa del año 29 conocida como la “final del agua”.

Apenas un par de años después de marcharse Urquizu llegaron a la capital dos defensas del Alavés para hacer historia: Ciriaco y Quincoces. Tras un desembolso de 65.000 pesetas pesetas, el eibarrés y el baracaldés (también Olivares entró en el pack) comenzaron un idilio en la zaga que también se hizo famosa en la selección nacional. Los dos, junto a Zamora, desesperaban a los rivales, que se veían incapaces de superar a las tres piezas en la búsqueda del gol. Quincoces, uno de los mejores centrales de la historia del fútbol español y del mundo en los años 30, brillaba por su velocidad, su extraordinario poderío físico, su colocación, su seguridad e inteligencia. Mientras que Ciriaco era muy diferente y por eso se complementaban. El guipuzcoano sobresalía por su sencillez, sobriedad, contundencia y vigorosidad. Con ellos atrás, el Madrid conquistó dos Ligas consecutivas en 1932 y 1933, y además se alzaron las Copas de 1934 y 1936.

Justo antes del inicio de la Guerra Civil la secretaría técnica del conjunto blanco buscó en el norte un sustituto para Ciriaco y Quincoces y lo encontró en el Logroño: José Mardones. Vitoriano, también había militado en el Alavés de su tierra. Su carrera dio un salto tras el conflicto bélico, cuando alcanzó la titularidad. Vigoroso, potente y con enorme presencia física, logró además varios goles gracias a su buen juego aéreo. Estuvo en Madrid hasta 1943 y se marchó sin ningún gran título.

Por entonces ya llevaba un año en el equipo José Querejeta, otro defensa de San Sebastián. Los que le vieron jugar hablan de un jugador expeditivo, ágil, con una enorme lectura del juego y muy eficaz. Unos años más tarde podría haber rendido excepcionalmente también como lateral. Un lustro fue su bagaje en el club de Chamartín y, aunque estaba en la plantilla, no disputó las finales de Copa de 1946 y 1947 cuyo título levantó Ipiña. Sí estuvo presente, y rindió a un enorme nivel, en el famoso 11-1 de Copa contra el Barça en 1943.

En ese periodo además se encontraba Juan Pedro Azcárate en el plantel, tras haber firmado por el Madrid en 1944. Natural de Durango, estuvo dos años cedido en el Zaragoza y no fue hasta 1947 cuando encontró un hueco en el equipo. Fuerte y físicamente poderoso, disfrutó de buenos momentos cuando se deshizo la pareja Corona-Clemente que le apartaba del once inicial. Pero, tras jugar poco en 1951, hizo las maletas y fue traspasado al Real Gijón. En una época complicada, su mejor trofeo fue la Copa Eva Perón obtenida en 1948 ante el Valencia.

A la vez de la marcha de Azcárate el Madrid fichó a otro defensa vasco, concretamente de Fuenterrabía. Su nombre: Gabriel Alonso. Hermano de Juan, gran portero de la historia merengue, Gabriel se desempeñaba como lateral diestro, aunque su buen manejo de la izquierda le permitió actuar en el otro costado. Fue un jugador magnífico, rápido, fogoso, luchador, ambicioso y duro de sobrepasar. Pasó por el equipo de 1951 a 1954, y le dio tiempo a ganar la Liga del año 1953, en la que coincidió con Di Stéfano y Gento. Está dentro de la historia del fútbol español por ser el jugador que inició la famosa jugada que acabó en gol de Zarra ante Inglaterra en el Mundial de Brasil 1950.

20 años tuvieron que pasar para que otro vasco destacase en el Real Madrid desde la zaga. Juan Cruz Sol había descollado en el Valencia, y en 1975 Miljan Miljanic lo pidió encarecidamente para su proyecto deportivo. Buscaba un lateral y Sol le garantizó presencia física, trabajo defensivo en la marca, eficiencia, combatividad y resistencia. Y así, durante cuatro temporadas, el de Elgóibar se afianzó en la titularidad, y en ese tramo amplió su palmarés con tres Ligas, una bajo el mando de Miljanic y dos con Luis Molowny.

Tras el apogeo de la ‘Quinta del Buitre’, Ramón Mendoza fichó para el equipo a un joven lateral izquierdo que prometía: Mikel Lasa. Nacido en Legorreta, fue un jugador ofensivo (en sus inicios era extremo), rápido, descarado, constante y con una buena zurda. Después de un año de adaptación alcanzó la titularidad con Benito Floro, y en 1993 fue clave para ganar la Copa del Rey al anotar frente al Real Zaragoza uno de los dos goles madridistas. Posteriormente también contó con la confianza de Valdano el año de la Liga de 1995 y además ocupó el carril siniestro el día del famoso 5-0 al Barcelona. Fue a partir de 1995 cuando su papel se vio disminuido y, aunque se marchó un año más tarde, pudo hacerlo con otro entorchado doméstico tras participar en 13 choques en la Liga con Fabio Capello al mando de la nave merengue. Había llegado Roberto Carlos y se quedó sin hueco. Marcó un total de 5 goles en su trayectoria en la capital, pero uno de ellos ante el Sevilla desde el mediocampo siempre será recordado.

Junto a Lasa coincidió durante cuatro cursos el bilbaino Rafa Alkorta. Central veloz al corte, intuitivo, agresivo y magnífico en la colocación, tuvo en Sanchís o Hierro a su pareja en el centro de la zaga, formando una sociedad impresionante con ambos. Su rendimiento fue notable en Madrid y obtuvo para su bagaje dos Ligas, las logradas en 1995 y 1997. En la primera de ellas, con Valdano, no fue uno de los baluartes, pero esto cambió con Capello que le colocó junto al malagueño para componer una defensa rocosa, experimentada y muy difícil de sobrepasar.  Con 28 años y en plena madurez decidió regresar al Athletic Club, el equipo en el que se crió desde pequeño.

Ese verano del 97 hubo un trasvase con el cuadro vasco.  Mientras al bocho llegó Alkorta, a Madrid lo hizo Aitor Karanka, un central zurdo sobrio, seguro, bueno en la salida del cuero y solvente en el juego aéreo. Su primera etapa en el club blanco fue complicada con un problema cardiaco que le impidió desempeñar su profesión durante un tiempo. Aún así pudo disfrutar de la Séptima Copa de Europa jugando en la fase de grupos en dos ocasiones contra el Rosenborg y el Olympiakos, y en una ante el Oporto. Pero fue en la ‘Octava’ cuando se convirtió en uno de los protagonistas y en una sorpresa agradable del plantel dirigido por Vicente del Bosque. Los problemas defensivos obligaron al salmantino a alinear una defensa de tres centrales en la que el vitoriano fue un habitual de la parcela izquierda, rindiendo a un excelente nivel. Así formó de inicio en la final de la Champions en París en 2000, donde se derrotó al Valencia.

En la siguiente campaña se mantuvo haciendo pareja con Hierro en una línea de cuatro, en un año donde se consiguió el título de Liga. Su última temporada en Madrid fue en 2001-2002, pero perdió el sitio a favor de Helguera, y al terminar la campaña tomó la decisión de regresar al Athletic con una tercera Champions (disputó seis partidos, tres de la primera liguilla y otros tres de la segunda) en el bolsillo.

En aquellos momentos también formaba parte de la plantilla el donostiarra Iván Campo, un central fuerte físicamente, rápido al cruce y con un buen juego aéreo y manejo del cuero. Una excelente temporada en el Mallorca le catapultó a la entidad de Chamartín en 1998 y después de asistir al Mundial de Francia. Su trayectoria empezó apuntando alto y jugando muchos minutos, pero con el paso de las temporadas cambió la tendencia. Hiddink y Toshack le otorgaron protagonismo entre 1998 y 1999 aunque fue Del Bosque en el año 2000 el que definitivamente le dio el impulso necesario para alcanzar el once. En aquella línea de tres que hemos mencionado anteriormente, Iván Campo jugaba en el flanco derecho. Se tuvo que ver con los Cole, Yorke, Elber, Jancker o el Piojo López pero superó todas las pruebas.

Tras levantar la Champions en París, luego ganó la Liga en 2001 y la ‘Novena’ en Glasgow. Sin embargo, en esos dos cursos donde además pasó por un problema de ansiedad, apenas sumó un total de 22 partidos, y aceptó una oferta para ser traspasado al Bolton inglés.

También son dignos de mención otros zagueros vascos que vistieron la camiseta del Real Madrid, aunque sin tanta repercusión. Es el caso de ‘Chefo’ Irureta, Ramón de Uribe, Arrieta, Ochandiano, Arzanegui o Echarri.

Tras la confirmación de su fichaje por el Real Madrid, Julen Lopetegui se ha convertido en el tercer entrenador guipuzcoano y el quinto vasco de la historia del club merengue.

Hay que remontarse más de 60 años para encontrar al último técnico de Euskadi que tomó el mando del cuadro blanco y casi un siglo para descubrir al primero: José Ángel Berraondo.

Berraondo, nacido en 1878 en San Sebastián, lo fue prácticamente todo en el fútbol al ejercer como futbolista, entrenador, directivo y, como Lopetegui, también seleccionador nacional. En su etapa en el terreno de juego jugaba como central siendo contundente, fuerte y expeditivo. Logró los cuatro títulos de Copa consecutivos entre 1905 y 1908 y siempre fue un ejemplo de caballerosidad.

Regresó al club en 1927 y en circunstancias parecidas a Lopetegui, ya que aceptó la oferta del Madrid unos días después de ser elegido seleccionador nacional. La diferencia es que él compatibilizó ambos cargos. En total estuvo una campaña al mando del conjunto blanco, el curso 1927-1928, donde iguala en la tabla del Regional ante Racing y Athletic, pero en el desempate cae contra los colchoneros. Aún así accede a la Copa, en la que vence en seis partidos de la liguilla de octavos que comparte junto al Alavés, el Athletic Club, el Racing de Santander, la Gimnástica de Torrelavega y el Athletic de Madrid. Sin embargo, en cuartos se cruza con el Valencia, con el que iguala en casa y cae en la ciudad del Turia para quedar eliminados. Es una temporada en la que el Madrid se encuentra en el paso de la época amateur al profesionalismo y cuenta con jugadores como el arquero Cándido Martínez, el defensa Félix Quesada, los medios José María Peña, Pachuco Prats o Esparza y los atacantes Muñagorri, Félix Pérez y Victor del Campo. Al término de la campaña Berraondo enferma y dimite para regresar con su familia a San Sebastián.

berraondo compatibilizó el puesto de seleccionador con el de entrenador del real madrid

El segundo técnico vasco fue Jacinto Quincoces, antiguo exfutbolista y mito del club nacido en Barakaldo en 1905. Zaguero al igual que Berraondo es uno de los mejores de la historia de la entidad en su puesto y también fue uno de los más destacados en el panorama mundial en su época, allá por los años 30. Después de estrenarse en el Zaragoza y comandar a la selección, el máximo mandatario, Santiago Bernabéu, lo recluta para la temporada 1945-1946.

El club tiene problemas económicos, hace una década que no logra ningún título y la construcción del nuevo Chamartín deja poco dinero para refuerzos. En Liga la cosa no va bien y finaliza en cuarto lugar, pero tras la competición doméstica comienza la Copa, en la que el plantel rinde de manera extraordinaria. Un conjunto que capitanea Ipiña y en el que sobresalen Bañón, Huete, Barinaga o Pruden. En el torneo del KO se deshacen con facilidad del Ferrol y el Ceuta antes de eliminar también al Alcoyano y el Oviedo. De esta forma se presentan en Montjuic ante el Valencia de Eizaguirre, Asensi, Mundo y Gorostiza, al que se imponen con sobriedad y con el talento goleador de Pruden y Barinaga por 3-1.

Sin embargo, sorprendentemente, y tras romper la sequía de títulos, no es renovado, aunque se queda en el club para labores en la secretaría técnica (viajó poco después para fichar a Molowny). Pero una segunda oportunidad le llega al inicio del curso 1947-1948. La junta directiva le vuelve a dar el banquillo del equipo, aunque su periplo no se extiende demasiado y en enero, tras la jornada 15, es cesado. El equipo por entonces llevaba cuatro victorias y estaba hundido en la tabla en el puesto undécimo.

Su sustituto es el guipuzcoano Baltasar Albéniz, que ya había llevado las riendas del equipo el año anterior (recomendado al club por el propio Quincoces en su momento) y con otro éxito copero en su mochila. De Eibar, había llegado al mundo en 1905 y en su periodo de jugador en el Alavés fue apodado “El Negro”. Como técnico fue el capitán del barco del Arenas, el Celta o el Español antes de su aterrizaje en el Real Madrid como reemplazo de Quincoces en el verano de 1946. El papel en Liga volvió a ser decepcionante en una temporada en la que se juega en el Metropolitano como local a la espera de la inauguración del Nuevo Chamartín. Se concluye en mitad de la tabla, pero en la última jornada una victoria en el derbi contra el Atleti hace que su vecino vea escapar el título de Liga a favor del Valencia.

Albeniz

Antes, en Navidad, el cuadro dirigido por Albéniz es el único capaz de derrotar a los maestros de San Lorenzo de Almagro en su gira por la Península Ibérica en un choque formidable de los merengues. El mejor momento del año tiene lugar con la Copa, donde el Madrid revalida el título. Eliminados el Ferrol, el Oviedo o el Castellón, en semis toca el hueso del Athletic de Zarra o Gaínza al que se doblega tras vencer la ida por 3-2 y lograrlo también en la Catedral por la mínima. En la final se ven las caras con el Español, al que ganan por 2-0 en el tiempo extra en Riazor.

Bernabéu entonces decide juntar para 1947 el tándem Quincoces-Albéniz, con este último como encargado de la preparación física. Pero, tras ser destituido el baracaldés en enero de 1948, inicia su segunda etapa como primer técnico, aunque únicamente dura dos jornadas en las que se derrota al Sabadell y se cae en Barcelona ante los culés por 4-2. Su tercera y última etapa en la casa blanca se produce también como interino en el curso 1950-1951 cuando entra por Mister Keeping (su sustituto precisamente en 1948). En noviembre, y después de nueve jornadas, se sienta en el banquillo de un equipo sin rumbo y, a pesar de que obtiene siete triunfos (vence al Athletic 3-6 o al Barça 4-1) en 15 partidos, una derrota en Sevilla por 4-0 le condena al despido.

El último entrenador vasco hasta la fecha antes del fichaje de Lopetegui fue Juan Antonio Ipiña, otra leyenda del equipo madridista. Nacido en Ortuella en 1912 fue un destacado medio que llegó al club antes de la Guerra Civil y volvió para debutar tras acabar el conflicto y pasar diez años como merengue antes de su retirada siendo el capitán del plantel. Su bagaje como entrenador se limitaba a dos temporadas en el Valladolid hasta que fichó por el Real Madrid para la campaña 1952-1953.

El equipo peleó la Liga al Barça de Kubala y al Valencia, aunque finalmente finalizó en tercera posición. Mientras que en la Copa hincó la rodilla en semifinales contra el Athletic. Era un vestuario que ya empezaba a contar con jugadores como Juanito Alonso, Zárraga, Miguel Muñoz, Joseíto o Lesmes ,que serían muy importantes en años venideros y que formaron parte del glorioso Real Madrid que aglutinó Copas de Europa.

Ipiña

Lopetegui, por su parte, se presenta en el Real Madrid tras haber pasado varios años de su vida en la casa blanca. Primero como jugador, cuando fue fichado para el Castilla en 1985 y siendo titular del equipo durante tres campañas en Segunda División. Luego, tras una temporada cedido en la UD Las Palmas, retornó al primer equipo, aunque su papel fue testimonial al ser el tercer guardameta. Por ello sus estadísticas hablan de un único choque oficial en la jornada 37 de la temporada 1989-1990 con el título en el bolsillo. Fue en un derbi contra el Atlético de Madrid en el Vicente Calderón que terminó empate a tres. Las otras ocasiones que defendió el marco blanco fueron en la pretemporada de 1989 en partidos ante el Spartak de Moscú en el Trofeo Colombino, el homenaje a De Andrés frente al Athletic Club, un amistoso contra el Dnipro en el Santiago Bernabéu, un duelo del Torneo de San José en California frente al West Bromwich Albion y un encuentro del Trofeo Veracruz con el cuadro local enfrente, y también en un envite contra la Real Sociedad con motivo del homenaje a Cesáreo Gabarán en junio de 1991.

Segundo, como responsable de ojeadores internacionales de la institución al incorporarle Ramón Calderón al staff técnico. Y tercero, como entrenador al haber dirigido al Castilla en 2ªB en el curso 2008-2009. Ese año, en el que dirigió, por ejemplo, a Nacho, Antonio Adán, Alberto Bueno, Mosquera, Palanca, Marcos Alonso o Cherysev, se quedó a tres puntos de entrar en el play-off y luchar por la posibilidad de ascender a la categoría de plata.

Anteriormente debutó en los banquillos en el Rayo Vallecano en Segunda y, después de dejar el Castilla, firmó un contrato con la Federación Española de Fútbol para pasar a ser seleccionador de las categorías inferiores en agosto de 2010. Entrenó a la sub-19, con la que ganó un Campeonato de Europa en 2012 y, estando en el equipo Jesé o Derik Osede, también llevó a la sub-20 y por último a la sub-21, con la que levantó de forma brillante el Campeonato de Europa en 2013 con Isco, Carvajal o Nacho dentro del plantel.

En 2014 probó suerte en el país vecino y Pinto da Costa le eligió para su proyecto en el Porto. Allí dio confianza a un Casemiro que estaba cedido por el Real Madrid y terminó segundo en la Liga y alcanzó los cuartos en la Champions League. Sin embargo, en su segunda campaña fue destituido a principios del mes de enero cuando el equipo marchaba tercero en el Campeonato portugués y se encontraba en la Europa League al haber concluido tercero de su grupo en la máxima competición continental.

En el verano de 2016, y tras una espantosa Eurocopa de Francia, la Federación pensó en él para la selección absoluta española en sustitución de Vicente del Bosque. En estos dos años volvió a crear ilusión en el país por el equipo nacional por su juego, sus resultados magníficos, que dieron con la clasificación al Mundial, y por liderar una renovación de jugadores con Saúl, Aspas, Odriozola, Kepa o Rodri haciendo su debut de la mano del guipuzcoano.

Declarado el mejor zaguero del mundo tras el Mundial de Italia 1934, donde cuajó una gran actuación con la selección española. En el Real Madrid formó un trío histórico con su compañero en la retaguardia, Ciriaco, y Ricardo Zamora bajo palos.

De Baracaldo, localidad en la que nació el 17 de julio de 1905, solía jugar con un pañuelo en la cabeza y una rodillera. Lo primero era para evitar hacerse daño al golpear aquellos esféricos tan duros, y lo segundo fue porque jugó con el menisco roto durante más de tres lustros. Destacaba por ser muy ágil, vistoso, fuerte físicamente, con una gran colocación y un magnífico juego aéreo. Todo ello aderezado por una gran nobleza y señorío sobre el césped, algo siempre alabado por sus rivales.

Los inicios de Quincoces tienen lugar en varios equipos humildes hasta que dio el salto al Alavés al trasladarse su familia a Vitoria. Allí coincide con varios jugadores de enorme categoría como Ciriaco, Fede, Lecue y Olivares, que ayudan al equipo blanquiazul a ascender a la máxima categoría del fútbol español. Tras permanecer una campaña más, en el verano de 1931 ficharía por el Madrid. Hernández Coronado y Bernabéu le hacen una propuesta difícil de rechazar, 2.500 pesetas por prima de fichaje y un sueldo de 1.000. El club blanco además también contrata a sus compañeros Ciriaco y Olivares por una cantidad total de 65.000 pesetas.

Jacinto Quincoces

En la capital sigue formando una excepcional pareja defensiva con Ciriaco a la que se une en portería Ricardo Zamora. Los tres entran en la historia del fútbol español por su eficacia y guían a los merengues a lograr su primera Liga. El Madrid no pierde ningún duelo, supera al Athletic de Bilbao y canta el alirón en la jornada 18 ante el Barça en Les Corts. Al año siguiente, con las incorporaciones de Pedro Regueiro o Samitier, el Madrid revalida el título siendo otra vez el conjunto menos goleado con 17 tantos encajados en 18 partidos.

En la temporada 1933-1934 no se conquista la Liga pero el Madrid consigue levantar 17 años después la Copa, después de derrotar en la final al Valencia. Tras un curso en blanco se obtiene otra Copa en el año 1936. Un título histórico por el rival y la forma en que se consigue. El país estaba a punto de entrar en una Guerra Civil y en el último encuentro oficial antes del conflicto el Madrid vence por 2-1 al Barcelona en Valencia con una actuación prodigiosa de Zamora, bien acompañado de nuevo por Quincoces y Ciriaco, su muro defensivo.

El estallido de la guerra obligó a Quincoces a regresar a casa y mientras conducía ambulancias en el frente del norte con el ejército nacional se vistió de corto para jugar algunos amistosos con la camiseta del Alavés. Tras el conflicto retornó a Madrid y jugó tres campañas más pese a ser un jugador de 34 años. Continuó como titular teniendo como socios en la zaga a Mardones y Vicente Olivares. En su última campaña de 1941-1942 apenas disputó cinco encuentros ligueros y en su despedida el Sevilla venció en Chamartín por 0-2.

Real Madrid 31-32

El club quiso premiar todos sus años defendiendo la zamarra blanca con un merecido homenaje ante el Atlético Aviación en el que hubo un gran lleno. Aquel 8 de diciembre de 1942 el público pudo disfrutar por última vez de Quincoces y del gran trío que formó junto a sus amigos Ciriaco y Zamora.

Con la Selección Española fue 25 veces internacional entre 1928 y 1936. Su debut se produjo en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, al incluirle el seleccionador José Ángel Berraondo en su lista para formar parte de la defensa junto al mítico Vallana. En la segunda ronda España apabulló a México y a continuación se vio las caras con Italia. El choque terminó en empate y tres días después en el replay los hispanos quedaron eliminados tras sufrir una de las derrotas más duras de su historia al caer por 7-1.

A partir de entonces el de Baracaldo fue un fijo para todos los técnicos del combinado nacional. Mateos le llamó para tres partidos amistosos celebrados entre 1929 y 1930, uno de ellos histórico, el que les enfrentó a Inglaterra en Madrid. Los ingleses no habían caído aún fuera de las islas contra un conjunto no británico pero en el estadio Metropolitano doblaron la rodilla. Los españoles, en una actuación extraordinaria, les derrotaron por 4-3 en una tarde mágica de Gaspar Rubio, otra figura merengue legendaria.

En 1933 el defensor vasco también estuvo presente en la que es hasta la fecha la mayor goleada de la Selección Española de fútbol. Tuvo lugar el 21 de mayo cuando aplastaron a Bulgaria por 13-0. Su siguiente encuentro con el combinado nacional fue un año después y correspondió a la clasificación para el Mundial de Italia. En el viejo Chamartín se impusieron por 9-0 a Portugal y en territorio luso confirmaron la presencia española en su primera Copa del Mundo.

El sorteo mundialista les emparejó con Brasil, uno de los favoritos. Pero España sorprendió a los aficionados presentes en Génova con una victoria fantástica por 3-1. El siguiente adversario fueron los anfitriones, que contaban con un plantel de enormes estrellas. En un partido duro y muy polémico que es conocido como 'La Batalla de Florencia' ambos países firmaron tablas. Al día siguiente y con un cuadro español con numerosas bajas en el que únicamente repitieron Quincoces, Luis Regueiro, Muguerza y Cilaurren, los locales lograron la victoria por la mínima con un gol donde se hizo falta al arquero Nogués. La despedida internacional oficial del defensa blanco llegaría en 1936 en un choque contra Austria en Madrid.

entrenador quincoces

Tras retirarse, el zaguero vizcaíno se convirtió en entrenador. Su primer banquillo fue el del Real Zaragoza y luego la Federación Española le contrató para dos partidos del año 1945 contra Portugal, consiguiendo un empate a dos en territorio luso y un triunfo por 4-2 en Riazor. Finalizado su periplo en el equipo nacional el Real Madrid vuelve a llamar a sus puertas y le ficha como entrenador. Su primera temporada se salda con un título de Copa después de derrotar al Valencia en la final pero no se le renueva el contrato. Sin embargo en 1947 el club blanco le rescata para el curso 1947-1948 en sustitución de Baltasar Albéniz. Apenas aguanta 17 jornadas hasta que es destituido tras ocupar el undécimo lugar en la tabla.

En el verano de 1948 el Valencia que preside Luis Casanova confía en el vasco para tomar las riendas del banquillo che y allí consigue sus mayores éxitos como técnico. En la campaña 1948-1949 alza la Copa al vencer en la final por la mínima al Athletic de Bilbao y meses más tarde también levanta la Copa Eva Duarte ante el Barcelona. La despedida de Quincoces del Valencia se produce en 1954 no sin antes conseguir una nueva Copa bajo el brazo, en esta ocasión tras doblegar en la gran final al Barcelona por 3-0. El curso posterior lo pasa en el Atlético de Madrid, que finaliza en mitad de la clasificación de Primera División, y en 1956 retorna al Zaragoza por dos temporadas. El fin de su carrera como entrenador tiene lugar de nuevo en Valencia, donde llega para suplir a Luís Miró en 1959.

También ejerció como secretario técnico del Real Madrid logrando el fichaje de Luis Molowny al adelantarse a un emisario culé que viajó en barco y años más tarde fue presidente del Mestalla y directivo del Valencia.

Quincoces participó a lo largo de su vida en seis películas, entre ellas ¡Campeones!, de Ramón Torrado o La saeta rubia, de Javier Setó, y en 1992, a los 86 años, fue uno de los relevos que portó la llama Olímpica en los Juegos de Barcelona.

Falleció a los 92 años el 10 de mayo de 1997 en Valencia.

El profesionalismo en el fútbol está instaurado desde hace muchas décadas. En Inglaterra por ejemplo comenzó en 1885, en Italia en 1929, en Argentina en 1931 y en España se aprobó en 1926. Entre los primeros futbolistas profesionales en el balompié hispano figuran Ricardo Álvarez, Feliciano Rey y Tejedor del Racing madrileño, mientras que en el Real Madrid lo fue José María Peña junto a Miguelón, un centrocampista firmado del Racing Sama de Langreo.

Vizcaíno de Getxo, Peña nació en 1895 y pronto destacó en varias especialidades deportivas además del fútbol, como el atletismo y el remo. En su época de atleta fue un afamado corredor de 110 vallas llegando a ser campeón de España en varias oportunidades. Mientras que en el balompié destaco como un medio derecha de físico portentoso, gran fuerza, potencia, brega e inexpugnable en el juego aéreo.

Sus inicios y donde desarrolla la mayor parte de su carrera es en el Arenas de Getxo, club al que llegó muy joven tras despuntar en el Bambino F.C. En el equipo blanquinegro vivió el ciclo dorado de la entidad en los años 10 y 20 cuando se codearon con los mejores conjuntos del país. Tuvo como compañeros a históricos de la talla de Vallana, Careaga, Pagaza o Sesúmaga que en pocos años ayudaron al Arenas a conseguir tres Campeonatos del Norte, un Campeonato de Vizcaya y una Copa del Rey en 1919 tras vencer al F.C. Barcelona en la prórroga. Además Peña disputó otras dos finales de Copa en la que la suerte le fue esquiva. Mientras que en 1917 los vascos sucumbieron ante el Madrid, en 1925 los azulgranas vengaron su derrota de seis años antes con una victoria por 2-0 en Sevilla.

jose maría peña

A su llegada al Madrid con 31 años, en 1926, cautivó pronto a la afición y a Santiago Bernabéu que le entrenó en su primera campaña. El que años después fuese máximo mandatario blanco llegó a declarar en una ocasión que “había conocido jugadores de todas las clases y estilos pero ninguno como Peña, un portento de jugador, de atleta, de hombre y de amigo”. En el conjunto merengue se hizo con un puesto en la media donde tuvo como compañeros a Prats y Esparza con los que formó un trío muy célebre. Los primeros títulos que añadió a su palmarés fueron cuatro Campeonatos de la Región Centro y un Trofeo Mancomunado. Precisamente esos triunfos regionales permitieron a los blancos acceder a la Copa, llegando a dos finales consecutivas en 1929 y 1930.

En la edición de 1929, con Peña en el once se eliminó a Oviedo, Logroño, Racing de Madrid y Athletic antes de verse las caras con el Español en la final, partido mítico conocido como la “Final del Agua” que se disputó en un campo de Mestalla embarrado. Los madrileños lucharon hasta la extenuación pero no pudieron con un conjunto periquito que venció por 2-1. Por su parte en 1930 dejaron en el camino al Patria Aragón, Arenas, Valencia y Español para enfrentarse en el partido por el título contra el Athletic. Peña de nuevo fue titular en la media con sus dos socios, pero la historia del año anterior se repitió con los bilbaínos que ganaron con gol de Unamuno en el tiempo extra.

El guechotarra, que en la gira del Madrid por Sudámerica de 1927 estuvo cerca de ser engullido por unos tiburones en Yucatán, también tuvo la oportunidad de estrenarse en el Campeonato de Liga con la camiseta blanca en la primera edición del torneo. Esa temporada jugó los 18 encuentros y además vio puerta en dos ocasiones, ante el Atlético de Madrid en el Metropolitano y el Real Unión en Irún. Peña se mantuvo indiscutible dos cursos más en los que el club madridista terminó en mitad de la tabla. Su última temporada fue en 1931-1932, año en el que perdió un sitio a favor de ‘Leoncito’. Únicamente tuvo minutos contra el Athletic, Espanyol y Real Unión en casa y su ex equipo, el Arenas en Ibaiondo. Aun así colaboró en el primer gran éxito liguero del Madrid, que con un papel fantástico de todos sus integrantes se hizo con el título de forma invicta y tras sumar 28 puntos.

Bernabéu: "“había conocido jugadores de todas las clases y estilos pero ninguno como Peña, un portento de jugador, de atleta, de hombre y de amigo”

Al dejar la casa blanca no colgó las botas, pese a tener 37 años, y disfrutó una experiencia como entrenador-jugador en el Celta. En Vigo pasó tres buenos cursos en los que logró el Campeonato de Galicia en 1934 y se quedó cerca de ascender a Primera en 1935, después de ocupar el tercer lugar de la promoción de ascenso. Jugó varios encuentros por las bajas del cuadro celeste y la última vez que saltó al campo fue frente al Sabadell en Vallecas el 21 de marzo de 1934 en duelo copero de dieciseisavos.

Además del nivel de clubes, también sobresalió en la selección española. En total disputó 21 partidos entre 1921 y 1930, una fantástica cifra en un tiempo con menos encuentros que en la actualidad. Debutó de la mano del triunvirato Berraondo, Ruete y Castro en un choque amistoso ante Bélgica en San Mamés que tuvo como goleador a Paulino Alcántara. Contó con la confianza de otros seleccionadores como Pedro Parages o José María Mateos y estuvo presente en grandes triunfos del equipo nacional de la época como el 3-0 a Francia en Atocha del año 1923, la victoria por la mínima frente a Austria en Viena en 1925 o el doble éxito contra Hungría, primero en Budapest por 0-1 en 1925 y en segundo lugar al año siguiente por 4-2 en Vigo.

También participó en los Juegos Olímpicos de París en 1924 donde España, con un equipo excepcional, cayó en la primera ronda frente al combinado ‘azzurro’, en una tarde de infausto recuerdo para el excepcional defensa Vallana que se marcó el gol clave en propia puerta. Una de las últimas ocasiones en que Peña vistió la zamarra roja fue en una fecha histórica para el fútbol español. En 1929 Inglaterra visitó el Metropolitano y regresó a las Islas con la primera derrota de la historia ante un equipo del continente. Peña que actuó en el centro del campo junto al madridista Prats y el realista Marculeta completó un notable encuentro que se llevó el cuadro español por 4-3 para el jolgorio de los aficionados madrileños. Un año más tarde jugó ante Italia y Portugal en dos choques que España ganó por la mínima y cerró su trayectoria internacional.

En su etapa posterior a la de jugador se pasó a la banda para entrenar a distintos equipos. Tras su periodo en el Celta probó suerte después de la Guerra Civil en el Oviedo, Osasuna, Sporting de Gijón y Gimnástica de Torrelavega.

En los últimos años de su vida una enfermedad le obligó a ser ingresado en una residencia y para ello pidió ayuda económica al Real Madrid, que satisfizo sus necesidades. Falleció en 1988 en Getxo a la edad de 92 años.

Cada verano uno de los momentos álgidos del balompié es el periodo de fichajes. A lo largo de su historia el Real Madrid ha tenido varias etapas estivales para el recuerdo, como en 2009 cuando llegaron Cristiano Ronaldo, Benzema, Kaká o Xabi Alonso entre otros, en 1996 con las incorporaciones de Seedorf, Roberto Carlos, Mijatovic y Suker, o en el año 1985 cuando Ramón Mendoza fichó de una tacada a la ‘Quinta de los Machos’, compuesta por Maceda, Hugo Sánchez y Gordillo.

Sin embargo, una de los veranos más importantes de la historia blanca queda ya muy lejos en el tiempo. Se produjo en 1931 y fue la base del idilio del club merengue con la Liga española. Por entonces el Madrid Football Club -llamado así tras la proclamación de la II República el 14 de abril del mismo año- acumulaba tres cursos sin conquistar la competición doméstica creada en 1928, y su último trofeo copero databa de 1917.

El presidente Luis Usera dio orden al secretario técnico Hernández Coronado de formar un equipo campeón, y el exportero blanco en la década de los 10 se puso manos a la obra. Firmó a tres jugadores del Alavés: Ciriaco, Quincoces y Olivares, por 60.000 pesetas (25.000 los dos primeros y 10.000 el tercero); al canario Hilario; al medio Ateca procedente del Racing de Madrid; a Tomás Bestit, del Europa, cuyo hermano Carlos militaba en el Barcelona; y al joven Mandáluniz, del Arenas de Getxo. La guinda llegó ya en septiembre cuando aterrizó en Madrid el guipuzcoano Luis Regueiro, que jugaba en el Real Unión.

Madrid temporada 31-32

Real Madrid temporada 31-32

Seis de estos ocho fichajes se hicieron con una plaza en el once base del técnico húngaro Lippo Hertzka. La pareja Ciriaco y Quincoces, que se complementaba a la perfección, formó un trío defensivo legendario junto al arquero Zamora, fichado la campaña anterior. Ciriaco era contundente, potente físicamente y no se complicaba con el esférico, mientras que Quincoces tenía fuerza, velocidad, un gran juego aéreo y mucha inteligencia. En el centro del campo, Ateca, que destacaba por su lucha y entrega, tuvo una bonita pugna en la búsqueda de minutos con Esparza y Bonet. La línea de interiores la integraron asiduamente Hilario -jugador ágil, imaginativo y de gran destreza en el regate- y Luis Regueiro, un futbolista genial que organizaba el juego con maestría, driblaba con enorme habilidad y poseía una técnica primorosa. Y arriba, en la punta de lanza, se situó Olivares, conocido como “El Negro” y que sobresalía por su oportunismo, su eficacia de cara a puerta y su excelente remate con ambas piernas y también con la cabeza.

Después de una pretemporada complicada en la que se enfrentaron a conjuntos de enorme nivel, como la selección de Budapest y Praga, el Borussia Berlín o la Ambrosiana (actual Inter de Milán) en una gira por Europa Central, iniciaron la Liga empatando en Chamartín con el vigente campeón, el Athletic Club. Poco a poco Hertzka fue ensamblando las piezas, pese a que en el club dudaban de su capacidad de trabajo, y el cuadro blanco se aupó al primer puesto de la clasificación empatado a puntos con el Athletic.

Jugador años 30 Hilario

Hilario Marrero

Invictos en la primera vuelta, el punto de inflexión llegó en la jornada 10. Debían visitar San Mamés, un campo en el que los años anteriores había ganado una vez y perdido dos. El partido, catalogado como uno de los mejores del campeonato, encandiló a los aficionados presentes en La Catedral. El Madrid se puso por delante en dos ocasiones con doblete de Olivares, pero una diana de Bata en el minuto 75 dejó las cosas como al principio del duelo.

La pugna entre bilbaínos y madrileños continuó hasta la jornada 15 cuando la Real Sociedad venció en el derbi vasco y los capitalinos derrotaron al Español. La ventaja se mantuvo hasta la última jornada, cuando los pupilos de Hertzka cerraban su campaña en Les Corts. Un empate bastaba para cantar el alirón y ese fue el resultado con el que concluyó el choque. Lazcano y Luis Regueiro perforaron la red blaugrana y el primer título de Liga de la historia merengue fue en Barcelona tras empatar a dos. Además fue un curso histórico, puesto que terminó sin ninguna derrota y siendo el equipo menos goleado con 15 goles.

Los fichajes mantuvieron su nivel las temporadas venideras, en especial Quincoces, Ciriaco, Regueiro, Hilario y Olivares y, hasta el estallido de la Guerra Civil, el Madrid logró otra Liga en el curso 32-33 y dos Copas en 1934 y 1936, ante Valencia y Barcelona respectivamente.

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