Las mejores firmas madridistas del planeta

Hoy, 29 de junio, se cumplen 100 años de un hecho muy importante en la historia del Madrid, el momento en el que se le otorgó el título de Real por parte de S.M. el Rey Alfonso XIII.

En 1920, la temporada del equipo es buena con la obtención del Campeonato Regional Centro por delante del Racing de Madrid. El trofeo se decidió en la última jornada venciendo precisamente al Racing en un choque histórico. El Madrid gana por 2-1 con tantos de Victor Rodríguez y Muñagorri, aunque el partido acaba en un lío monumental con agresiones de tres jugadores racinguistas al colegiado de la contienda, Manuel Lemmel. En el plantel brillan Juanito Monjardín, Josechu Sansinenea, Antonio de Miguel o Santiago Bernabéu en la delantera, y comienzan un gran legado con la institución grandes personajes como Pablo Hernández Coronado, que era portero, o Pedro Peris, que se desempeñaba como defensa, y que aterrizaron en el primer equipo ese curso.

Con ese triunfo se consiguió el pase a la Copa del Rey, aunque en cuartos de final el potente Athletic Club de Belauste, Acedo, Sabino o Pichichi eliminó a los merengues con claridad por un parcial de 2-5. Tras terminar el curso y con el fútbol español preparando los Juegos Olímpicos de Amberes, en la entidad blanca, con el presidente Pedro Parages y su junta directiva a la cabeza, tienen planes de pedir el título de Real al Rey Alfonso XIII.

Un título Real para el Madrid

Hasta la fecha, todas las entidades deportivas que lo han solicitado, lograron el sí del monarca y en el Madrid no esperaban menos. Por entonces ya tenían el título de Real el Real Club Deportivo de la Coruña desde 1909, la Real Sociedad y el Real Club Recreativo de Huelva desde 1910, el RCD Español desde 1911, el Real Sporting de Gijón desde 1912, el Real Racing Club desde 1913, el Real Betis Balompié desde 1914, el Real Unión desde 1915 y el Real Mallorca y la Real Sociedad Gimnástica Española desde 1916.

La solicitud se lleva a cabo en secreto y pronto las conversaciones llegaron a buen puerto. Para lograr un sí rotundo, Parages le ofreció al Rey la Presidencia de Honor del club, pero el monarca prefiere que ese designio pase a su hijo don Alfonso de Borbón y Battenberg, de 13 años, que es un ferviente apasionado del fútbol y aficionado madridista.

Finalmente, el 29 de junio, el club recibió una comunicación por parte de la Casa Real en la que confirmaba que Alfonso XIII le concedía el título. Inmediatamente después Pedro Parages celebró una Junta general del club en la que quedó registrada la Presidencia de Honor para el Príncipe de Asturias, S.A.R. don Alfonso y en la que continuaba como Presidente honorario don Carlos Padrós y como Presidente efectivo el propio Parages.

Un título Real para el Madrid

En este cambio también se vio involucrado el escudo, que incorporó la corona en lo alto y sufrió diversas modificaciones. La primera es que las iniciales del club pasaron a ser más estilizadas, luego el puente de la 'M' se escoró más hacia la izquierda y se hizo más profundo y por último la 'F' creció en longitud.

El club pasó a llamarse Real Madrid, aunque durante la Segunda República (1931-1939), por razones obvias, se retiró esa distinción, que fue restaurada acabada la Guerra Civil por el general Franco.

 

Texto publicado en 2018 reflotado con motivo del 100 aniversario de la concesión al club del título "Real".

Mi Real Madrid favorito

El Real Madrid primigenio (1902-1924)

 

En abril de 1902, en una mercería regentada por catalanes de la calle Alcalá de Madrid, se pusieron por escrito los estatutos de la “Sociedad civil particular denominada Madrid Football-Club”, cuyo objeto era “fomentar progresivamente la afición al juego llamado Football Asociation”. La mercería pertenecía a la familia Padrós. Los vástagos varones, Juan y Carlos, eran dos muchachos nacidos en Barcelona, en el barrio de Sarriá; ellos se habían hecho hombres, se habían educado y formado como dos magníficos ejemplares de la pujante burguesía urbana madrileña que empezaba a salir al mundo, a conocerlo y a traerlo a la España empequeñecida y derrotada de 1898. Esta “sociedad civil” formada por los Padrós cuya visión (se diría ahora) era la promoción de una extraña actividad al aire libre, un “sport” importado de Inglaterra que jugaban muchachos en calzones en parques y descampados, había nacido más o menos un mes antes, en marzo. Lo asombroso es que tardó solamente veintidós años en tener un estadio capaz de competir en capacidad y animación con los centros de entretenimiento más populares de la España de principios del siglo XX: las plazas de toros, los hipódromos y los frontones de pelota vasca. Todo sucedió muy rápido, tan rápido como cambió el mundo en esas dos décadas. Si hay que establecer un marco temporal para la primera fase histórica del Real Madrid, 1902, cuando se funda, y 1924, cuando estrena Chamartín, son las fechas adecuadas, porque a partir de ellas comienza algo nuevo. Entre su fundación y la inauguración de su primera casa en propiedad, el Real Madrid Club de Fútbol tuvo tiempo de hacer muchas cosas. La más importante de todas ellas fue adquirir, de una vez y para siempre, el carácter libre y universal que iba a determinar su comportamiento colectivo y su naturaleza como institución en los siguientes cien años de existencia. Esta naturaleza, evidentemente, no dimanó de la tierra ni apareció por generación espontánea bajo el suelo de Madrid: es entre 1902 y 1924 cuando al Madrid se adhieren hombres con personalidades fuertes que lo dotan de ese sentido de independencia, resistencia y ambición. Había surgido algo nuevo en España que el Madrid iba a encarnar, la espuma de una modernidad nacional que nunca iba a abandonar al club ni aun en los peores años de la postguerra civil.

El 9 de marzo de 1902, el club de fútbol Real Madrid celebra su primer partido en una explanada entre las calles de Alcalá y Goya, junto a la antigua Plaza de Toros

Y había surgido mientras el mundo, como decía, cambiaba radicalmente. Son los años del Art Nouveau, del expresionismo alemán, del vértigo: es la Belle Époque, el tiempo de las felices afecciones nerviosas, de la teosofía y del espiritismo, los años de la neurastenia y del psicoanálisis, de los automóviles y de los tanques. Entre 1902 y 1924, los años que el profesor Ángel Bahamonde llama “formativos” del Madrid, el club se constituye, crece y se prepara para la expansión global de aquel deporte minoritario y desconocido que había llegado a España como una moda traída por los muchachos de buena familia a los que sus familias mandaban a pasar los veranos en Londres. Entre esas dos fechas Galdós escribe y publica las dos últimas series de sus Episodios Nacionales, es elegido diputado en Cortes y muere; el Madrid sin embargo tiene cinco presidentes y curiosamente en esos años de amateurismo, sólo dos entrenadores. Es divertido compararlo con lo que pasa ahora, con la trituradora de coaches en que se ha convertido el banquillo del Madrid. El club conoce, en cambio, en ese tiempo, cinco terrenos de juego. De ellos, sólo a tres se les puede llamar, en puridad, estadios. Al tiempo, sus dirigentes se implican en la constitución de la primera federación nacional, de la primera competición oficial y de la primera liga, a la vez que están en la vorágine del debate que marcó el rumbo del fútbol a nivel mundial, su profesionalización. Pero en esas dos décadas en las que se va gestando el fútbol en España como industria masiva, el mapa de Europa, por ejemplo, se pone patas arriba: tiene lugar la guerra más devastadora conocida por los hombres, a consecuencia de la cual se desintegran tres imperios, dos de ellos milenarios; nace entre terribles estertores el primer Estado socialista de la Historia y el comunismo amenaza con hacer estallar Europa occidental; emergen el fascismo y el nazismo como reacción a él y a la reordenación del continente tras el tratado de paz que impusieron los vencedores de la guerra. Y por encima de las cabezas de los hombres, nunca mejor dicho, vuelan los aviones: la tecnología y la ciencia modifican el rostro del planeta y transforman las relaciones entre los individuos de una forma, y a una velocidad, inconcebibles tan sólo veinte años antes.

Carlos y Juan Padrós

Un año antes de que el Madrid se constituyera oficialmente a través de los primeros estatutos de esa naturaleza que se redactaron en España, moría la reina Victoria de Inglaterra. Se puede decir que también moría una época. Se moría el siglo XIX. El Madrid había nacido antes de que se muriera, en el 1900, como una escisión de la Sociedad de Foot-Ball, club pionero fundado el año que España perdía sus últimas plazas ultramarinas. Estaba naciendo también, por ejemplo, el cine, que Garci llama “el arte del siglo XX”. Pero antes de que los Lumière se dieran una vuelta por aquí grabando corridas de toros y procesiones en Sevilla, el año de 1898 sumergió a España en un estado de desconcierto y desaliento a todos los niveles. El país empezaba el nuevo siglo atormentado por la conciencia repentina de su irrelevante posición en el mundo industrializado: Europa iba lanzada hacia el futuro, proyectada sobre un progreso material y espiritual del que los españoles se sentían muy lejanos. Las derrotas militares en Cuba y Filipinas ante Estados Unidos hicieron temblar los propios cimientos de la identidad nacional, vacilantes a lo largo de la segunda mitad del siglo que acababa de morir, ya minados por la carcoma de los nacionalismos secesionistas. La conciencia de una revolución social y económica empezaba a forjarse entre las capas más bajas de la sociedad gracias al incipiente anarcosindicalismo, que tomaba fuerza en el campo andaluz y en las fábricas catalanas. Las élites urbanas querían subirse al tren de lo moderno y de lo progresista, querían reformar España y para empezar con tan vasto plan, lo primero era sacar a sus hijos a correr por el monte “aprovechando las condiciones naturales del clima” como escribió Carlos Padrós en aquellos días. Julián Palacios, que era un muchacho que estudiaba para ingeniero de minas, arrastró consigo en su escisión a los hermanos Juan (el mayor) y Carlos (que no podía jugar al fútbol debido a una minusvalía que, las cosas de la vida, seguramente azuzó su innata aptitud para la organización) Padrós y a algunos otros antiguos alumnos de la Institución Libre de Enseñanza y del Liceo Francés que conformaban la base social de los primeros clubes deportivos de Madrid. Se separaron de la antigua Sociedad y fundaron la Nueva Sociedad de Foot-Ball, rebautizada luego como Madrid Football-Club, que hasta 1902 no se hizo oficial, de la cual Palacios fue elegido primer presidente. Para entonces los promotores ya habían decidido honrar al mítico Corinthian de Londres, los globertrotters amateurs que iban de blanco. Este color, símbolo de pureza, sustituyó a los colores históricos relacionados con la ciudad de Madrid, el azul y el rojo, que pasaron a identificar desde entonces al otro equipo surgido de las cenizas de la primitiva Sociedad de Foot-Ball, el Sky. He aquí pues y desde el principio la pretensión de universalidad del Madrid, expresada en la elección misma de sus colores. Ese homenaje al blanco que ya era famoso entre los reducidos círculos de entusiastas del fútbol de la época en Europa regresó a Inglaterra, como una extraordinaria muestra de lo cíclica que es la vida, después de 1960, cuando el Leeds United honró al Real Madrid adoptando su color blanco tras la quinta Copa de Europa consecutiva de los españoles y su fantástica victoria sobre el Eintracht de Frankfurt en Glasgow.

Estatutos de 1902

Dos meses después de ese 6 de marzo de 1902 que quedó para siempre como fecha de fundación del Madrid, en Viena, capital cultural de Europa en aquel momento, Sigmund Freud era nombrado “profesor extraordinarius” de la Universidad de Viena por Su Apostólica Majestad Imperial y Real Francisco José. Aunque el inmenso imperio de los Habsburgo vivía en tensión interna permanente a causa de las fuerzas centrífugas de los nacionalismos etnolingüísticos y por culpa de las miradas ávidas de sus vecinos alemanes, la Ringstrasse de Viena seguía siendo el gran bulevar donde se desarrollaba el esplendor de la Europa ilustrada. Sus cafés y sus teatros se retroalimentaban y la conversación intelectual y política se desparramaba sobre cientos de publicaciones impresas, que alcanzaban todos los rincones de un imperio que iba desde el Adriático hasta la frontera con Rusia y desde los Alpes hasta Ucrania. Karl Kraus sacudía la opinión pública desde su tribuna en La Antorcha, Arthur Schnitzler escribía dramas y novelas que exponían a la vista de todo el mundo la bilocación de la moral predominante en la sociedad vienesa y Sigmund Freud desarrollaba su impactante teoría de la personalidad y la moral individual, apoyada por las obras de gigantes de la literatura austríaca del momento como Robert Musil. Viena bullía de actividad en aquellos años, era una constelación de astros que agitaban todas las disciplinas artísticas: entre 1901 y 1906 Gustav Mahler compuso su Quinta, Sexta, Séptima y Octava sinfonías, situándose según el historiador Philip Blom “en la primera línea de la investigación cultural de la percepción, de la falta de fiabilidad del lenguaje y sus reglas subyacentes, recreando el mundo exterior como un interior impresionista con la sencillez infantil de los textos de canciones populares”. Viena era un rompeolas donde se batían las filosofías del modernismo, el simbolismo, el expresionismo o el escepticismo; donde Adolph Loos desafiaba ya la concepción historicista neoclásica del paisaje urbano con su nuevo estilo y sus nuevos materiales importados de Estados Unidos, sobre todo con su audacia: cristal, aluminio, pureza arrolladora de líneas frente a imponentes vestigios del mundo de ayer como el Palacio Imperial del Hofburg. El arte se pone al servicio de una nueva concepción del mundo que pretende negar absolutamente todo lo anterior, inventar un mundo nuevo.

Carlos Padrós

Al final de ese mes de mayo en el que Freud es distinguido con el honor universitario en Viena y en Madrid, los Padrós organizan la primera Copa de España como homenaje a la mayoría de edad de Alfonso XIII (esa primera edición de un torneo oficial de carácter nacional llevó por nombre Copa de la Coronación y se jugó cerca de la ubicación del Bernabéu, en donde hoy se levantan los Nuevos Ministerios), en el sur de África está terminando la Segunda Guerra de los Bóers, conflicto en el que estuvo a punto de morir Winston Churchill, que por entonces era una especie de Tintín que correteaba por las heridas abiertas del mundo en busca de aventuras. Europa se ha arrojado sobre África y el Lejano Oriente con furia colonial y el capitalismo imperialista de las grandes potencias está esbozando un combate de dimensiones desconocidas que apenas diez años después se librará también debajo de los mares, en artefactos submarinos como los imaginados por Julio Verne, y del que no se escapará ningún rincón del mundo, por alejado que se encontrará del epicentro.

Precisamente seis meses después de la constitución legal del Madrid, Méliès estrena en Francia su increíble Viaje a la Luna, el primer hito de la Historia del cine. Las ensoñaciones quiméricas de Verne o Wells tomaban forma por fin, se convertían en imágenes, salían de las cabezas de los lectores e irrumpían en la realidad tangible. El cinematógrafo de los Lumière ya creaba un nuevo lenguaje.

Campeones Copa 1905

En España, mientras, Pío Baroja escribe su trilogía La lucha por la vida, en cuyo último volumen, Aurora roja, se anticipa el brutal atentado anarquista de 1906: en la calle Mayor de Madrid, al paso de la carroza nupcial de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg, Mateo Morral lanza una bomba disimulada en un ramo de flores y mata a casi treinta personas. Entre 1902 y 1910 el Madrid gana su primer título nacional, la Copa de 1905, con un equipo en el que había nombres como Lizárraga, Álvarez, Alcalde, Bisbal, Berraondo, Normand, Prast, Alonso o el de Pedro Paragés, el primer gran presidente de la Historia del Madrid. Paragés es un preBernabéu pues además de liderar al equipo metiendo goles (un hat-trick suyo al Athletic de Bilbao en la final de 1906 dio al Madrid su segunda Copa) fue luego el responsable directo de que el Madrid se construyera el Estadio de Chamartín y no entrase en el ruinoso consorcio del Stadium Metropolitano. Fue el hombre que heredó de Carlos Padrós la dirección espiritual del Madrid. Además, Paragés también participó de la reconstrucción social y económica tras la Guerra Civil, por lo que estamos sin duda ante la primera gran figura, el primer gran patriarca madridista. En ese año de 1907 Picasso está reinterpretando los rostros infinitos del Greco, batiéndolos en un cuenco con las geometrías tribales prerromanas y africanas para luego derramar la mezcla en Las señoritas de Aviñón: nace el cubismo y el Madrid gana otra Copa, la tercera. En 1908, Klimt refleja su fascinación por la Rávena bizantina en El beso, su cuadro icónico, a la vez que el Madrid levanta su cuarta Copa de España seguida. Es la primera dinastía, el núcleo mitocondrial de todo. No obstante, tanto el formato como la duración de ese primer torneo nacional iba variando en función de la disponibilidad y de la voluntad de los principales clubes del momento, que eran catalanes, vascos y madrileños principalmente. Por supuesto, todos ellos estaban compuestos por jóvenes estudiantes y entusiastas amateurs “a los que había que ir convenciendo para jugar” como recuerda Paragés en un testimonio citado por Bahamonde en su libro El Real Madrid en la Historia de España. En 1910 se muere Tolstoi en una estación de tren tras haberse escapado de Yasnaia Poliana sin decirle nada a nadie y el Madrid está cerca de morir también, como el Barcelona, retados por socios hostiles que querían escindirse: la naciente Federación española está naufragando en un cisma que se abate sobre la credibilidad de los jóvenes clubes. El Madrid sobrevive y en 1912 por fin se establece en su primer campo con todas las letras: el de la calle O´Donnell, abandonando de esta manera los aledaños de la plaza de toros (donde hoy está el pabellón de baloncesto donde Llull mete las mandarinas) y la peña La Taurina, primerísima sede social: el dueño, a cambio de consumiciones, les dejaba cambiarse allí y alternar en las primeras juntas de socios

Pedro Paragés, jugador

1912 es un año fundamental en la Historia del Madrid. No sólo se traslada al primer campo vallado de España, que los socios (ya había 400) acondicionan con trece mil pesetas y en el que se puede cobrar regularmente la entrada al público. Es, en una palabra, el año en el que Santiago Bernabéu llega al Madrid. Ya hay un entrenador, Míster Johnson, que aconsejaba a los delanteros no pararse a fumar junto a los porteros rivales y que ofreció a aquellos muchachos las primeras orientaciones tácticas de la Historia del fútbol moderno en España. Como se ha visto ya existe también la Federación Española, Real por mediación de Carlos Padrós. Los Padrós, desvinculados de la dirigencia del Madrid, han intercedido también ante el rey para sofocar esa primera disidencia federativa, que amenazó seriamente con desintegrar la primera organización más o menos formal que tuvo el fútbol en España. Al Madrid también se le empieza a llamar “equipo merengue” por esta época; el equipo ya había estilizado su escudo introduciendo el redondel, dentro del que se enmarcaba su acrónimo. Todo esto ocurre mientras el mundo todavía se recupera de la conmoción por el hundimiento del Titanic y España traga saliva tras producirse en la Puerta del Sol el segundo magnicidio de factura anarquista en 15 años: Manuel Pardiñas, un desertor de la Guerra del Rif, le había pegado dos tiros al presidente del Gobierno, José Canalejas, a plena luz del día y mientras éste miraba el escaparate de una librería, al lado del Palacio de Gobernación.

Santiago Bernabéu

Entre 1912 y 1923 se produce el verdadero auge del Madrid, que sabe interpretar la naturaleza del fútbol como pegamento cívico en la naciente sociedad de masas. En 1914 Juan Belmonte cuaja algunas de sus más extraordinarias faenas, el país se divide después de cada corrida de toros entre gallistas y belmontistas, estalla por fin la guerra mundial y el Madrid incorpora a su primera figura extranjera: René Petit, otro alumno de la Escuela de Ingenieros, hispanofrancés, que terminó siendo un mito en el Real Unión de Irún y al que Alberto Cosín llama “el Di Stéfano de su época”. En estos once años el Madrid amplía su base social y se convierte, genuinamente, en un club popular, porque la misma ciudad se amplía, mejoran las comunicaciones, Madrid se extiende extramuros y ocupa nuevos espacios; hay más gente que trabaja y gana dinero, hay más gente cada vez que prospera y sobre todo, esa clase trabajadora va ganando tiempo libre. Surge el ocio como industria y el fútbol encarna una concepción diferente de ciudadanía, más moderna y cosmopolita que vincula su entretenimiento a actividades distintas de los toros o el teatro. El fútbol, como el cine, se convierte en un agente de mestizaje social puesto que tanto en el campo, vestidos de corto, como en las gradas, se encuentran, de igual a igual, obreros, profesionales liberales e incluso aristócratas. Ir al fútbol no es algo exclusivo y además otorga un tipo de distinción puramente urbana. Los dirigentes del Madrid olisquean el aire y pretenden incorporar a ese obrero que se va haciendo clase media, quieren atraerlo al club y lo consiguen. Todos pueden ser socios del Madrid y todos pueden jugar en el Madrid, aunque en este tiempo la cantera que surte de futbolistas al club sigue estando en los colegios. Bernabéu llega desde los agustinos de El Escorial, por ejemplo.”Las fotos muestran un once de tipos morenos, raya en el medio, bigote, pantalón justo por encima de la rodilla y camisa de manga larga remangada. Un equipo de dandis con su cinturón oscuro y los faldones de su camisa blanca bien remetidos. De dandis que juegan, aparentemente sin despeinarse, entre mujeres con corsés, pamelas desmesuradas y faldas hasta los pies. Pero dandis que, en realidad, dan patadas, empujan y se arremolinan en torno a balones de cuero ardiente que intentan colar en la meta a empujones, a dentelladas si es preciso”, escriben Marta y Ángel Del Riego en La Biblia blanca. El Madrid se hace de Madrid y sus socios se disparan hasta dejar pequeño el campo de O´Donnell y sus 3500 localidades, aunque hasta la creación de la Liga en 1929 el presupuesto del club dependía en gran medida de su capacidad para organizar partidos amistosos antes y después del campeonato regional (que daba acceso a la Copa de España) y de la Copa del Rey. Por eso, hasta los años 30 el Madrid, como el fenómeno del fútbol, crece de forma discontinua y su alza queda vinculada a la situación económica general. Esto cambia por completo a raíz del profesionalismo y de la Liga, que emancipan al fútbol de la coyuntura económica nacional e internacional hasta un punto evidente en la postguerra y toda la década de 1940.

Segundo partido en el campo de O´Donnell, contra el Irún

Tras las cuatro Copas seguidas en la primera década del siglo XX, el Madrid tuvo que esperar a 1917 para volver a levantarla. El título, ganado en Barcelona al Arenas de Guecho en un partido de desempate, se debió en gran medida a Petit, que poco después abandonaría el equipo rumbo a Irún. 1917 fue un año capital para la Historia del mundo. Para empezar, Pedro Paragés es elegido presidente del Madrid. En Rusia, un motín a gran escala en Petrogrado obliga a abdicar al zar. Medio año después, los bolcheviques toman el poder y meses más tarde, pactan una paz con Alemania. Estados Unidos entra en la guerra mundial. En España se produce una huelga revolucionaria en la que un imberbe Buenaventura Durruti se bautiza en fuego contra la Guardia Civil. Bernabéu ya era capitán en 1916 de un equipo en el que además de Petit se juntaron Alberto Machimbarrena y Sotero Aranguren. Al madridista de hoy probablemente no le suenen de nada estos nombres. Uno era vasco y el otro, aunque de apellido inconfundiblemente vascón, era argentino. Murieron muy jóvenes en un lapso de tiempo muy corto, uno de tuberculosis y el otro de una pulmonía. Eso y su fundamental participación en la victoria en la Copa de 1917 ayudaron a convertirlos en los símbolos del primer Madrid: tanto que todavía siguen vivos hoy en la memoria del madridismo puesto que la estatua de ambos, fundida en bronce, saluda a quien accede al vestuario local del Santiago Bernabéu. Como cuenta Ángel Bahamonde, “en los años diez empezaron a perfilarse los mitos del fútbol como mecanismo de identificación del espectador con su equipo”.

Equipo campeón en 1917

Y para el Madrid, ningún otro mito identificativo como el que terminó por darle nombre, acortándolo con aire místico sobre todo cuando se narraron sus hazañas europeas en los 50 en la prensa extranjera: el 24 de junio de 1920 el Madrid recibe de Alfonso XIII el privilegio de poder anteponer el Real a su nombre. Fue el año en el que España estuvo representada por una selección de sus mejores jugadores, de manera oficial por primera vez, en los Juegos Olímpicos de la ciudad belga de Amberes. Un mes antes, el 16 de mayo, un toro mató a Joselito en Talavera, y el cambio de guardia parece, a cien años vista, tan evidente, que le cunde a uno la superstición: la tauromaquia empezaba a declinar con la muerte del gran héroe, el fútbol tomaba el relevo con la coronación del futuro equipo-nación. La comitiva oficial que fue al Palacio de Oriente a recibir el título de Real estaba encabezada por Bernabéu, capitán del equipo, y por Pedro Paragés, presidente. Un año antes, mientras en Alemania se fundaba la Bauhaus para alentar una suerte de humanismo sincrético en las artes, el Madrid había fichado a un portero joven y sobrio que se llamaba Pablo Hernández Coronado: ya tenemos aquí, reunida, a la santísima trinidad del Madrid del Viejo Testamento, que dirían los hermanos Del Riego.

Pedro Paragés, presidente

Pero el Madrid, desde la Copa del 17, no gana más títulos nacionales hasta 1932, el año en que cae la primera Liga con Zamora, Ciriaco, Quincoces y los Regueiro. Entre esos años llega a algunas finales de Copa y gana algunos campeonatos regionales, pero la reestructuración socioeconómica en la que está embarcado el fútbol y las turbulencias morales del mundo parecen afectarle deportivamente. En 1921 Hitler da un golpe fallido en Munich y la juventud española se desangra en Annual, pero Fritz Lang estrena La muerte cansada y al año siguiente crea a la matriz de todos los villanos del cine que vino después, el Doctor Mabuse.

El Madrid campeón en 1917 tenía 500 socios que en 1922 serán mil, aunque se mantiene por debajo todavía de Athletic de Bilbao y Barcelona. Durante el primer lustro de la década de los 20 se produce el inevitable fenómeno del “amateurismo marrón”, por el cual los clubes fichaban futbolistas no profesionales que en la práctica doblaban sus sueldos como profesionales particulares con las dietas que recibían por jugar en su tiempo libre: Zamora llegaba a facturar al mes en 1923 nada menos que mil pesetas, claro que Zamora era el héroe de la plata olímpica en Amberes. El amateurismo marrón era algo semejante a lo que aún ocurre con los árbitros, llamados profesionales cuando se debería decir titulados. En 1922 el presupuesto del Madrid llega hasta las cien mil pesetas, que son cincuenta mil menos de las que pagaría ocho años más tarde al Español de Barcelona por el propio Ricardo Zamora. Los clubes empiezan a fijar las condiciones del inminente salto adelante del fútbol como industria y mercado y el Madrid asume un riesgo tremendo al desligarse del proyecto agregador del Stadium Metropolitano, cuyo objetivo último era subsumir a todos los clubes madrileños existentes en una nueva entidad patrocinada por la Corona que representase a Madrid y compitiese contra los potentes equipos catalanes y vascos. Los promotores de la primera línea de metro de Madrid constituyeron una compañía inmobiliaria con vistas a rentabilizar las nuevas zonas de la periferia urbana de entonces que las conexiones ferroviarias iban a poner en órbita: “el mundo financiero madrileño se aproximaba por primera vez al fútbol como objeto de inversión” dice Bahamonde puesto que tanto el rey como círculos próximos al gran dinero de Madrid invirtieron y patrocinaron el consorcio entre la Compañía del Metropolitano Alfonso XIII, el Banco de Vizcaya y la Compañía Urbanizadora Metropolitana, la sociedad mercantil aludida antes mediante la cual se levantó el primer gran estadio multiusos de España. El Stadium Metropolitano necesitaba un club que lo llenara y ante la negativa del Madrid, el primer equipo ya de la ciudad por socios y prestigio, sus moradores fueron el Atlético (sucursal madrileña del Athletic vizcaíno), el Racing de Madrid, la Gimnástica de Madrid y el Unión Sporting. De todos ellos sólo sobrevivió a la transición hacia el profesionalismo el Atlético, que en 1936 estaba a punto de desaparecer.

Inaguración de Chamartín vs Newcastle

Pero el Madrid se entrampa por valor de medio millón de pesetas con los Bancos Urquijo e Hipotecario gracias a la mediación del marqués de Bolarque, socio y directivo del club, y se compra unos terrenos fuera de Madrid, en el municipio de Chamartín de las Rosas. Confiando en la profesionalización y en el campeonato nacional de liga que ésta conllevaría inevitablemente, se construyó el primer estadio de España exclusivamente destinado a la práctica del fútbol, con un aforo de 16 mil espectadores que en la década de los 30 alcanzó los 22 mil. Lo inauguró el 17 de mayo de 1924, durante las fiestas de San Isidro, en un partido contra el Newcastle, que acababa de ganar la FA Cup. El rey no asistió, molesto con la directiva de Paragés por su contumaz rechazo a implicarse en la iniciativa del Stadium Metropolitano. En su lugar, mandó a su hijo, don Juan, desde entonces gran madridista y con el que Bernabéu, para disgusto recurrente de Franco, mantendría siempre una buena amistad. Fue aquel un buen año para dos de los “emperadores de la nostalgia” de la literatura europea del siglo XX. Si la nostalgia, tal y como la definió Don Draper al final de la primera temporada de Mad Men, es el dolor de una vieja herida, “una punzada en el corazón más poderosa que la misma memoria”, Bulgákov con su La guardia blanca y Jospeh Roth con su Hotel Savoy le erigieron los dos en 1924 sendos monumentos imperecederos.

 

Mi Real Madrid favorito

1-El Real Madrid de Capello

2-El Real Madrid de Di Stéfano (años 50)

3-El Real Madrid de Mourinho

4-El Real Madrid de Zamora

5-El Real Madrid de la Quinta del Buitre

6-El Real Madrid de los Galácticos

7-El Real Madrid de Miljanić

8-El Real Madrid de la Quinta del Ferrari

9-El Real Madrid de la posguerra (años 40)

10-El Real Madrid de los García

11-El Real Madrid de Valdano

12-El Real Madrid Ye-yé

13-El Real Madrid primigenio (1902-1924)

14-El Real Madrid del "4 de 5"

 

 

El apellido Bernabéu está vinculado al Real Madrid con la figura de don Santiago, el histórico presidente y un hombre fundamental para que el club merengue sea el más grande e importante en todo el planeta futbolístico. Pero también dos de sus hermanos, Antonio y Marcelo, tuvieron su bagaje en la Casa Blanca en las primeras décadas del siglo XX.

Antonio fue el segundo hijo del matrimonio de José Bernabéu y Antonia de Yeste y nació en una finca de Montealegre del Castillo (Albacete) en 1890. Junto a su hermano mayor, José, coincidió en los Agustinos de El Escorial donde los dos jugaron en el primer equipo. Posteriormente, en su vida universitaria, Antonio se marchó a Italia y más concretamente a Bolonia para doctorarse en el Real Colegio de San Clemente de los Españoles.

En tierras transalpinas, y a la vez que cursa la carrera de medicina, es uno de los miembros fundadores del Bolonia junto al austriaco Emilio Arnstein o el también español y jugador blanco Natalio Rivas. El manchego despunta en el ataque por su destreza y habilidad y en la primera campaña del club logran el título de la Tercera categoría de la región de Emilia. Cuatro son las temporadas que pasa en Italia hasta que finaliza sus estudios, y regresa a Madrid para iniciar una etapa como importante dirigente del fútbol español.

El primer puesto de importancia llega en 1913 cuando es nombrado secretario en la Junta directiva que preside Ricardo Ruiz Ferry en la Federación Española de Fútbol. Además, también ocupa la vicepresidencia en la Federación Regional Centro y en algunas crónicas de periódicos como 'El Mundo Deportivo' aparece como árbitro de varios choques amistosos.

Su relación con el club blanco se inicia en 1926 al ser elegido vicepresidente primero en la candidatura de Luis de Urquijo, marqués de Bolarque, como nuevo mandatario blanco. Sin embargo, unas semanas más tarde renuncia a su puesto al ser elegido presidente de la Federación Española de Fútbol sucediendo a Julián Olave. Además, y para demostrar su imparcialidad en el cargo, se da de baja como socio merengue, lo que tendrá unas consecuencias negativas unos años después.

Es un periodo complicado en el fútbol nacional con el recién aprobado estatuto del profesionalismo, y Antonio Bernabéu tiene una difícil papeleta con muchos asuntos que lidiar. En la oficina recibe numeroso papeleo por parte de las Federaciones Regionales, contratos dudosos de amateurs o neoprofesionales, diferentes casos complejos por aclarar y un enorme riesgo de cisma en el balompié español que lo llevan, apenas dos meses después, a presentar su dimisión aludiendo un viaje fuera de España como delegado de la Banca de Comercio de México.

Pero apenas tres años más tarde vuelve a la primera línea, y esta vez como cabeza de cartel de una junta directiva que vence en las elecciones para presidir el Real Madrid a partir de noviembre de 1929. En ella lo acompañan Luis Usera como vicepresidente, Valero Rivera como tesorero, Francisco Urzáiz como secretario, y Gonzalo Aguirre Martos como vocal. Sin embargo, cuando apenas llevan 20 días en el cargo llega la gran decepción. Un aficionado denuncia a Antonio Bernábeu al no ser socio de la entidad merengue (dio de baja su carnet cuando se puso al frente de la Federación), por lo que su ilusión de ser el máximo mandatario blanco se esfumó muy pronto. El manchego entonces se apartó de la escena deportiva y continuó su vida trabajando como abogado.

Por su parte, Marcelo fue el tercer hijo varón de la familia Bernabéu de Yeste, y nació en Almansa en 1893. Se trasladó a Madrid para cursar sus estudios y allí inició su idilio con el balompié. Sus primeras patadas al cuero las dio en la RS Gimnástica, en la que se desempeñaba como delantero.

En varios choques amistosos en los que se enfrentó al conjunto blanco los merengues se fijaron en él y a principios de 1910 jugó varios encuentros con el segundo equipo, debutando con los mayores unas semanas más tarde en la Copa Rodríguez Arzuaga ante el Español de Madrid. Marcelo bajó del ataque a la defensa para convertirse en un fijo durante seis temporadas. En las crónicas de la época se le definía como un jugador muy bien dotado para la práctica del fútbol, con un físico destacado, contundente en sus acciones y poderoso a la hora del despeje.

Un par de años después se produjo el debut de Santiago gracias a la afición que le inculcó su hermano. El pequeño de la familia pertenecía al tercer equipo, pero ayudaba en los entrenamientos a la primera plantilla y en cualquier función que necesitase el club, ya fuese retirar piedras o escombros del terreno de juego antes de un partido, que pintar las vallas que rodeaban al campo. En ocasiones se situaba bajo palos, lo que enfurecía a Marcelo, que le llegó a decir: "Como te vuelva a ver jugar de portero, te pego un guantazo que te pongo la cara en el cogote". Por ello le exigió la siguiente condición: "O juegas de delantero centro o no juegas", contando tiempo después Santiago que "los defensas son unos dictadores y no hay más remedio que obedecerles".

Y así, con apenas 16 años, Santiago, y con 18 primaveras, Marcelo, ambos jugaron por primera vez un partido del Madrid juntos. El duelo se celebró el día 3 de marzo de 1912 en la Pradera del Corregidor (cerca del río Manzanares) contra los ingleses del English FC. La baja de última hora de Sotero Aranguren dejó en inferioridad a los blancos, y Marcelo le pidió a Santiago, que se encontraba en la grada, que bajase a jugar como extremo izquierda. Además, varios jugadores madridistas como Vidal, Losada y Menéndez reforzaron a los británicos, que cayeron por 2-1 tras dianas de Machimbarrena y el joven Santiago Bernabéu.

El único título de nivel que alcanzó Marcelo en su trayectoria merengue fue el Campeonato Regional del año 1913. Fijo en la zaga en las cuatro jornadas del torneo, el Madrid logró el trofeo tras un partido interminable frente al Athletic de Madrid en el que se tuvieron que jugar tres prórrogas. Con ese triunfo, el equipo regresó a una Copa del Rey cinco años después. En semifinales se midieron a un potentísimo Athletic Club de Bilbao que integraban los Belauste, Acedo o Pichichi. Marcelo se vio las caras con uno de los mejores ataques del fútbol español y no pudo detener al mítico atacante del bocho que marcó dos de los tres goles vascos.

A principios de 1915 Marcelo colgó las botas después de un enfrentamiento del Campeonato Regional en Vallecas contra el Athletic de Madrid y se alejó del fútbol para ejercer como médico.

El Real Madrid y el F.C. Barcelona son viejos rivales deportivos pero ¿cuándo surgió esa gran rivalidad?. La respuesta es 1916 y en una eliminatoria copera histórica.

Antes de esa fecha ya habían jugado bastantes amistosos, como en 1902, en un partido organizado por la Federación para que fuese presenciado por S.M. el Rey Alfonso XIII; en 1906, cuando los catalanes invitaron a los madrileños a un partido para paliar su crisis económica y evitar su desaparición; en 1911, con dos encuentros en plena Navidad en la ciudad condal; también en 1913 y 1914, en un doble duelo en cada ciudad; o en el mismo 1916, un par de semanas antes del choque en la Copa del Rey. Las relaciones entre las dos instituciones y los jugadores eran muy cordiales.

Las relaciones entre las dos instituciones y los jugadores eran muy cordiales.

En aquella competición del ko tenían derecho a participar los vencedores de los Campeonatos Regionales de la época. El Madrid venció en el del Centro, el Barcelona en el de Cataluña, el Sur (o Copa de Andalucía) fue para el Español F.C. (un equipo gaditano), el de Galicia para el R.C. Fortuna y el del Norte para el Athletic Club. El torneo quedó reducido finalmente a tres participantes, al no inscribirse ni el Español ni el R.C. Fortuna. El equipo vasco era el vigente campeón de las dos últimas ediciones y esperaría al ganador de la semi entre blancos y culés en la final. Y la semifinal prevista para dos partidos se alargó con enorme polémica hasta los cuatro encuentros.

Santiago Bernabéu

La primera contienda fue el 26 de marzo en el campo del Español, el “Campo de las Habas”. Los blancos se adelantaron por parte de Santiago Bernabéu, convirtiéndose así en el primer jugador madridista en marcar a los azulgranas, pero el legendario delantero Paulino Alcántara (en claro fuera de juego para los jugadores blancos) y Vicente Martínez, remontaron. La vuelta se disputó el 2 de abril en un campo de O`Donnell a reventar. Las crónicas hablan de que jamás hasta la fecha se había visto tanta gente en un terreno de juego en la capital. Los cálculos dicen que se reunieron 8.000 personas. En lo que se refiere al juego, Vicente Martínez marcó de nuevo y el cuadro madridista se puso en manos de un genio como René Petit que dio una exhibición. A pase suyo Gomar provocó un penalti que transformó Santiago Bernabéu. Con otras dos dianas del de Almansa y una del mayor de los Petit, Juan, el marcador se cerró en 4-1.

Los blancos se adelantaron por parte de Santiago Bernabéu, convirtiéndose así en el primer jugador madridista en marcar a los azulgranas

En las reglas de entonces no figuraba el goal average y era necesario un desempate que se debía jugar en las siguientes 24h. Sin embargo, mediante un acuerdo entre ambas escuadras se postergó el duelo hasta el día 13 del mismo mes.

El choque se juega en O´Donnell y pasa a la historia como inolvidable. Un accidente ferroviario, en la previa, impide que Viñals y el pequeño extremo Massana lleguen a tiempo. Es por ello que Paco Bru - exjugador del Barça y en ese momento en las filas del Español -, que estaba presente como enviado especial de Mundo Deportivo, tiene que jugar de defensa con los azulgrana. Por el otro bando, es Belaunde - que milita en el Athletic madrileño como jugador y directivo-, el que refuerza a los merengues al ser socio. La otra novedad blanca es Casanova que reside en la Academia de Infantería de Toledo. Precisamente Belaunde inaugura el marcador y Bernabéu, de pena máxima, está a punto incrementarlo, pero Luis Bru, un arquero especialista en parar penaltis, se lo detiene. Unos minutos después, esta vez sí, el manchego, con la puntera, hace el 2-0, pero antes del descanso el killer Alcántara firma la igualada. Tras la pausa, los madridistas lanzan otro penalti y Luis Bru lo para con la cabeza, esta vez, a disparo de Eulogio Aranguren. Belaunde continúa cuajando una magnífica actuación individual y logra el 3-2, pero en un suspiro empata el Barça y le da la vuelta al partido en una contra ejecutada por Mallorquí. A partir de entonces, el Madrid ataca en tromba y se da la anécdota de que se para el juego, en varias ocasiones, porque los balones salen del recinto deportivo. En el minuto 87, con los culés achicando todo lo que les llegaba, Belaunde superó a Bru para el 4-4 y el tercero de su cuenta. Berraondo, antiguo jugador merengue y trencilla del choque, hizo sonar su silbato y la ovación para los protagonistas, que se tiraron al suelo exhaustos, fue atronadora. Restaba la prórroga.

la ovación para los protagonistas, que se tiraron al suelo exhaustos, fue atronadora. Restaba la prórroga

En la primera parte del tiempo extra, Bernabéu aloja el cuero en la red y su equipo se repliega. Con una defensa numantina intentan aguantar la victoria, pero el agotamiento hace mella en las piernas y la cabeza. Alcántara marca el 5-5 y Martínez pone uno arriba a los visitantes. Es el momento de los jugadores con grandeza y ahí René Petit era el número uno. El centrocampista coge un balón en su propio campo y tras no ver claro el pase avanza, driblando a varios contrarios, hasta que llega al área y su disparo supera a Bru, pero no a Massana que lo intercepta con la mano. Berraondo pita penalti y el silencio se hace en todo el campo. Juan Petit se da la vuelta para no ver como su compañero Bernabéu rompe el silencio, tras un chutazo que entra como un obús en el marco blaugrana. Numerosos sombreros femeninos y sombrillas caen al campo. 6-6 y otro replay para el día 15 en el mismo escenario.

René Petit y Sotero Aranguren

Eduardo Teus entra como arquero blanco por Lemmel. Castell está lesionado y deja su lugar a Espinosa y Zabalo. Un veloz delantero juega por Belaunde que sufre un gran agotamiento físico. Vuelve a pitar Berraondo al que se acusaba de madridista y al que muchos años después señalaron como culpable de los resultados. Sin embargo, es necesario decir que el club catalán lo solicitó como colegiado para los choques de desempate.

Sin embargo, es necesario decir que el club catalán lo solicitó como colegiado para los choques de desempate

El encuentro resultó otra vez emocionante e igualado a partes iguales. A los vestuarios, tras 45 minutos, se llegó con 1-2 tras los tantos de Bernabéu para el Madrid y los dos de Martínez. El Barça había sido superior. En el segundo acto René Petit sobresalió con su habitual calidad. Un tanto de Zabalo hace el 2-2 y en los instantes finales Berraondo pita penalti que Bernabéu marra al disparar por el centro. Otra prórroga con los futbolistas extenuados y con el Barcelona que se adueña del balón y dispone de varias ocasiones que no materializa. Y es Sotero Aranguren, sensacional winger izquierdo, el que recoge un despeje suelto de su zaga y en una carrera fulgurante se interna en el área y bate a Bru, con un disparo cruzado. Así se cumple el intermedio. En la segunda parte los culés dominan, pero Sotero Aranguren vuelve a adelantar a los madridistas con polémica. Berraondo da el tanto, pero los azulgranas no acatan su decisión y protestan, enérgicamente, un fuera de juego del jugador blanco. Corría el minuto 113 y los visitantes se marchan del campo. Tanto el colegiado como algunos directivos catalanes hablan con el capitán Massana para que rectifique la decisión, pero los barcelonistas responden con un ultimátum: o se anula el cuarto tanto o dan por finalizado el choque. Berraondo se reafirma en su postura, abandona el campo escuchando protestas y el partido termina 4-2. El Madrid es finalista.

los barcelonistas responden con un ultimátum: o se anula el cuarto tanto o dan por finalizado el choque

La final contra el Athletic Club se celebrará en Barcelona, en el campo de La Escopidora el día 7 de mayo. Además, los blancos aceptarán que arbitre Paco Bru que llegó a jugar con los blaugrana en el segundo partido de semifinales.

La campaña en la prensa barcelonesa fue terrorífica e implacable, llegando a decir que el equipo blaugrana ganaría en cualquier momento y las veces que hiciese falta a los merengues en plena Puerta del Sol. El ambiente quedó muy caldeado y la salida al campo del equipo capitalino pasará a la historia por una pitada ensordecedora, algo impensable y fuera de lo común en el balompié de la época. Las crónicas también registran pancartas pidiendo la cabeza del trencilla Berraondo. La lluvia también hizo acto de presencia en las horas previas y durante el choque, lo que convirtió el terreno de juego en un barrizal, algo de lo que se aprovechó el Athletic más acostumbrado a que los campos del norte tuviesen ese aspecto. Al descanso los vascos vencen por 2-0 con los blancos reclamando sendos fuera de juego en los goles y en la reanudación, con otra pitada de escándalo para los merengues al salir de los vestuarios, los leones consiguen dos dianas más. Ni el resultado tranquilizó a los asistentes y al concluir el choque la Guardia Civil tuvo que proteger a los merengues, en el camino de estos a la caseta, por el lanzamiento de piedras desde la grada. Unos minutos más tarde y cuando la expedición merengue salía de La Escopidora, el autobús que los llevaba a un hotel fue apedreado. Todas estas circunstancias provocaron que el equipo madridista felicitara al Athletic en su hotel de Las Ramblas, pero declinase asistir a la típica cena protocolaria que se debía celebrar por la noche.

la Guardia Civil tuvo que proteger a los merengues, en el camino de estos a la caseta, por el lanzamiento de piedras desde la grada

Otros clubes de la ciudad condal como el Español, el Hispania o el España enviaron a las oficinas del Madrid varios telegramas de simpatía y solidaridad por lo acaecido en su ciudad e indignados por el comportamiento de los hinchas azulgranas. La directiva del Barcelona, tiempo más tarde, reconoció que sus jugadores no tenían que haber abandonado el terreno de juego por respeto al público y por ello apartó a varios futbolistas cuando la temporada finalizó, lo que hizo que evitasen una sanción o multa a la entidad. Sin embargo, las relaciones entre clubes quedaron muy tocadas por una rivalidad que acababa de nacer.

 

 

A dos días del Mundial se reabrió la vieja querella entre el Madrid y la Selección española de fútbol a cuenta del fichaje de Lopetegui. A fin de cuentas, el origen es una incompatibilidad de cohabitar que en el fondo resulta irresoluble: ambas instituciones compiten por la proyección universal del país o, como decía Mercutio Montesco en Twitter, la Marca España. La Selección nunca fue adversario en este terreno para el Real hasta el año 2008. El ciclo victorioso de España en el fútbol de naciones coincidió con una de las épocas más oscuras del Madrid, deportiva e institucionalmente hablando, y con la eclosión del fenómeno político-futbolístico del xaviniesta-procesismo, poco estudiado todavía; la conjunción de acontecimientos trastornó un status quo que siempre había favorecido al Madrid, dueño desde 1956 del orgullo simbólico de lo español allende los Pirineos por ausencia de contendientes.

Con el asunto Lopetegui se volvió a dudar en público de la lealtad de los madridistas al equipo nacional. Se cuestionó directamente desde la presidencia de la Federación. En vísperas de una Copa del Mundo en la que la Selección, cuyos mejores futbolistas son casi todos del Madrid, parecía tener vivas opciones de campeonar, Florentino Pérez se apareció ante el español del común como el villano ideal. Lo hicieron aparecer, hay que decir: el control del relato está en manos de unos pocos periodistas que, desde siempre, tienen un sentido patrimonial de la Selección que probablemente les consuele del que no pueden proyectar sobre el Madrid. Pero el Madrid no es el enemigo de la Selección. Nunca lo fue. Lo del club con la Selección se acerca más a un padrinazgo representativo que a un enfrentamiento desconfiado. La historia empieza en 1904.

Lo pone en la web de la FIFA: La Fédération Internationale de Football Association se fundó el 21 de mayo de 1904 en el edificio trasero de la sede de la Union Française des Sports Athlétiques de la Rue Saint Honoré n° 229.

Los apoderados de las siguientes asociaciones firmaron el acta fundacional:

Representando a Francia se encontraban Robert Guérin y André Espir; a Bélgica: Louis Muhlinghaus y Max Kahn; a Dinamarca: Ludvig Sylow; a los Países Bajos: Carl Anton Wilhelm Hirschmann; a Suiza: Victor E. Schneider; por el Madrid Football Club: André Espir; a Suecia: Ludvig Sylow.

Este hombre, Espir, apoderó a España a través del Madrid: la Federación Española de Fútbol aún tardaría en aparecer cinco años más, y la Selección, dieciséis. El promotor español de la idea de la confederación internacional fue uno de los fundadores del Madrid, Carlos Padrós. El fútbol español le debe mucho a Padrós. Su hermano mayor, Juan, fue el primer presidente del club. Él, el tercero, nunca pudo jugar al fútbol por una parálisis que sufrió de niño. Lo compensó con un talento organizativo fuera de lo común que, además del mejor club de fútbol del mundo, dejó como legado la Copa de España o la misma Federación.

Carlos Padrós vestido de corto

Lo de la Copa del Rey es una historia curiosa. Empezó siendo un torneo impulsado por Padrós dos meses después de constituirse la primera Junta Directiva del Madrid Football-Club en la trastienda de la boutique familiar de telas (se llamaba “Al capricho”) que su padre tenía en la calle Alcalá. En esta primera copa nacional del extraño deporte que practicaban hombres en calzoncillos junto a la Plaza de Toros De Goya, hoy WiZink Center, se celebraba la mayoría de edad de Alfonso XIII. Padrós invitó al New de Madrid, al Vizcaya (una selección bilbaína formada por los futbolistas del Athletic y del Bilbao), al Barcelona y al Español de Barcelona. Se jugaron un trofeo donado por la Casa Real en los terrenos que hoy ocupan los Nuevos Ministerios. Lo ganaron los vizcaínos. Al año siguiente se consagraría la tradición.

Carlos Padrós había nacido en Sarriá. Sus padres eran catalanísimos, naturalmente. Su padre, Timoteo, un comerciante del textil, de Barcelona; su madre, Paula Rubió, era de Villafranca del Penedés. Se casaron en Santa María del Mar. Trasladaron el negocio familiar desde Barcelona hasta Madrid cuando Carlos tenía seis años. El Madrid nació, literalmente, en una mercería de catalanes, entre las calles Alcalá y Cedaceros. Padrós, educado en la Institución Libre de Enseñanza, supo desde pronto el valor del deporte y la actividad al aire libre y el influjo decisivo que podían tener en la vida moderna. Escribió esto en 1903: “Se juega al aire libre, en pleno campo, aprovechando lo que a torrentes nos prodiga la naturaleza para fortalecer nuestra salud: aire y luz... se lucha con noble emulación por la victoria.. la inteligencia es un factor que ha de acompañar a la agilidad y fuerza muscular, reúne, en una palabra, cuanto se precisa para que este sport resulte útil y agradable”.

Los Padrós, junto con una camarilla de antiguos estudiantes de la Institución y ex-jugadores del primer equipo que hubo en Madrid, el Sky, formalizaron legalmente el Madrid Football Club en 1902. En realidad el equipo llevaba existiendo desde 1900. En la tienda de los Padrós redactaron el primer Estatuto de esta naturaleza que hubo en España: ya desde los primeros pasos, el Madrid adquiría su dimensión de pionero. Además del color de la camiseta, blanca con una banda cruzada en morado, y de los pantalones, azules, en los estatutos se definía al Madrid con un timbre muy innovador, casi internacionalista: “Sociedad civil particular denominada Madrid Football-Club con objeto de fomentar bases progresivas la afición al juego llamado Fottball Asociation”.

los padrós formalizaron legalmente el madrid football club en 1902

El Madrid llevaba en Padrós el embrión de la proyección global. Ese mismo año de 1902 el hombre fundó la Unión Madrileña de Clubes, un antecedente de las federaciones regionales y de la nacional; en 1904, ya presidente del club, intervino en la creación de la FIFA ante la ausencia de un organismo español homologable con las federaciones europeas que concurrieron en la Rue Saint Honoré de París para montar la primera confederación internacional. En 1906 visitaba Madrid el Presidente de la República francesa, Émile Loubet, ocasión que aprovechó Padrós para organizar el primer partido internacional del Madrid, frente al Gallia Club Paris, campeón de Francia e histórico club que desapareció con la Segunda Guerra Mundial.

La publicación Arte y Sport publicaba en noviembre de 1904 un artículo del periodista Manuel Heredia en el que se destacaba que “la Sociedad del Madrid Foot-Ball Club, una de las primeras de esta villa, realiza notables esfuerzos por implantar este varonil "sport" en nuestro país. Para ello, cuenta con la inestimable ayuda de su presidente, D. Carlos Padrós, organizador de importantes concursos, a los que acuden los mejores equipos de España. Es la más antigua de la Corte y la que viene sosteniendo el foot-ball con un entusiasmo digno de alabar. Grandes han sido los sacrificios hechos por este Club para conseguir implantarlo en España, donde unas veces parece querer extenderse y otras desaparecer, lo cual demuestra nuestra decadencia de ánimo y entusiasmo en todas aquellas cosas que pueden ser útiles, como es el foot-ball para la decadente juventud, sport varonil que se juega al aire libre y á costa de un insignificante sacrificio. El Madrid, y siendo presidente el Sr. Padrós, ha sido la primera Sociedad de España que organizó un concurso de esta índole, al que acudieron todos los mejores equipos que tenemos en las diferentes regiones, disputándose reñidamente la copa ofrecida por el Excmo. Ayuntamiento de esta Corte, siendo alcalde el Sr. Aguilera, con motivo de la coronación de S.M. el Rey D. Alfonso XIII”.

Padrós dejó en 1908 la presidencia del club que cofundó. Desde entonces sería el primer presidente de honor del Madrid. En 1909 organiza la reunión fundacional de la Federación Española de Fútbol. Más tarde ayudaría a que el propio Madrid y otros clubes disidentes se mantuviesen en el organismo, al que, con su intercesión, Alfonso XIII concedió el título de Real. Presidía la Federación su inseparable hermano Juan, figura también central del nacimiento del fútbol como actividad organizada en España. Desvinculado más tarde del fútbol, terminó como diputado liberal en Cortes y redactando un proyecto de ley que fomentaba la sindicación de agricultores, jornaleros y patrones.

Hombre cosmopolita, abierto, inquieto, recto, también algo soberbio e intransigente según las fuentes, fue, como el Madrid, un hijo de la burguesía liberal, urbana e independiente. Ese carácter supieron transmitírselo los Padrós al club que fundaron como si fuese una cosa genética. El Madrid ha sabido conservarlos a lo largo de siglo y pico largo a pesar de algunas noches oscuras. Como la Historia parece empezar en los 90, Madrid y Selección española son ahora presentados como entes opuestos e irreconciliables, como si el bien de uno fuese el mal inevitable del otro. El Madrid sólo mira por su interés y no le importa nada “el equipo de todos los españoles”, que sólo es de todos cuando interesa, como pasa siempre con estas cosas. Todos los empeñados en contraponer a la cegadora luz del patriotismo deportivo interesado el viscoso interés egoísta del Real deberían conocer que la historia del equipo nacional, incluso de la Federación, está unida a la de la institución deportiva más importante del país a través de personajes extraordinarios como Carlos y Juan Padrós.

 

A lo largo de los 115 años de historia del Real Madrid han pasado cientos y cientos de futbolistas por el vestuario blanco. Algunos de ellos tenían parentesco familiar, desde padres a hijos pasando por hermanos, abuelo y nieto o tío y sobrino.

Los pioneros a los que les corría la misma sangre por las venas fueron los hermanos Palacios Gutiérrez, Julián y José. Julián fue uno de los fundadores de la entidad blanca a comienzos del siglo XX y además ejerció como presidente antes de la inscripción del Madrid como club. Jugaba como medio ala aunque las labores administrativas le impidieron disputar partidos oficiales. Sólo acudía a los entrenamientos y a algún choque amistoso. Por su parte José se desempeñaba en la misma posición y estuvo dos campañas en el cuadro merengue participando en un encuentro de Copa.

Coetáneos de los Palacios Gutiérrez fueron los hermanos Giralt, tres futbolistas nacidos en Cuba que hicieron buena carrera en el Madrid de la época. La familia tuvo mucho que ver en la fundación del club y Mario, Armando y José engrosaron la primera plantilla de la historia en el curso 1902-1903. Mario, un zaguero fuerte y potente físicamente, únicamente estuvo un año en el equipo, aunque fue fijo en el torneo de Copa. Mientras que sus hermanos sí permanecieron más tiempo en la disciplina madridista y obtuvieron las Copas de 1906 y 1907. Armando era un extremo izquierdo rapidísimo con una gran precisión en su zurda y José era un delantero rematador y fornido que logró dos tantos en sus diez partidos como blanco.

En la misma etapa y durante un lustro coincidieron los hermanos Yarza en los albores de la institución capitalina. Ambos llegaron en 1903 y se marcharon en 1908 con cuatro Copas (1905 a 1908) en su bagaje personal. Manuel y Joaquín ‘Quincho’ habían fundado el Moderno, club que fue absorbido por el Madrid F.C., y se incorporaron al cuadro merengue de inmediato. Manuel, vocal de la Junta Directiva y que actuaba como medio era un jugador contundente y eficaz en su juego. Por su parte Joaquín, que comenzó como extremo pero bajó a la defensa, formó una pareja legendaria con Berraondo gracias a su fortaleza física y su calidad en el corte.

Hermanos Yarza

En 1909 tres onubenses apellidados Pérez de Guzmán que se formaron en el Recreativo de Huelva, el decano del fútbol español, llegaron a Madrid para estudiar y compaginaron sus estudios con el balompié vistiendo la camiseta blanca. José, un centrocampista, y Luis  un ‘wing’ derecho  estuvieron hasta 1912, aunque solo disputaron dos encuentros oficiales de Copa. Mientras que Francisco, que era medio izquierda, se mantuvo una temporada más, hasta 1913. Los tres saltaron al campo a la vez en los dos choques de la Copa de 1910, pero no tuvieron mucha fortuna, puesto que el Madrid cayó en San Sebastián por 2-0 ante el Athletic y el Vasconia.

Con la llegada de los años 10 dos sagas familiares legendarias hicieron su entrada en el mejor club de la historia: los Bernabéu y los Aranguren. Marcelo Bernabéu, que era médico, y fue el principal culpable de que a Santiago le entrase el gusanillo por el deporte rey fue un magnífico defensa que descollaba por sus cualidades físicas y atléticas y por una enorme eficiencia en la marca. Titular durante siete campañas era habitual verle en las alineaciones de los choques de Copa y el Campeonato Regional. Santiago por su parte debutó en 1912 para demostrar con celeridad su gran potencia, su instinto para el remate, su poderío en el juego aéreo y su versatilidad en la punta del ataque. En su palmarés destaca la Copa lograda en 1917 aunque una lesión en las semifinales contra el España F.C. le impidió salir de inicio en el partido decisivo frente al Arenas.

Marcelo Bernabéu fue el culpable de que a Santiago le entrase el gusanillo por el fútbol

Aranguren, Eulogio y Sotero fueron argentinos que de pequeños se trasladaron a vivir a San Sebastián, donde se formaron como futbolistas. Eulogio fue un medio de gran calidad, habilidad y destreza con el balón en los pies. También podía bajar a la zaga y en sus años como madridista levantó la Copa de 1917 y tres Campeonatos Regionales. Su hermano Sotero aterrizó junto a él en 1911 y se mantendría en la escuadra madrileña hasta 1918. Brillaba como extremo izquierdo y fue uno de los mejores jugadores de la época en España. Rápido, desequilibrante, vertical y con un carácter muy fuerte, jamás se rendía fuesen las circunstancias que fuesen. Compartió once con Eulogio en la final contra el Arenas de 1917, tanto en el primer partido como en el desempate. Tras terminar sus estudios le destinaron a Miranda de Ebro y tuvo que dejar el Madrid para su desgracia. Cuatro años después, en 1922, falleció de forma prematura y el club blanco le homenajeó con una escultura de bronce en 1925 en la que figura junto a Machimbarrena. Hoy en día se encuentra en la bocana de vestuarios en el estadio Santiago Bernabéu.

Entre 1914 y 1915 les tocó a dos jugadores de origen francés que se trasladaron desde Irún a Madrid para estudiar en el Colegio de El Pilar: Juan y René Petit. Juan llegó en 1914 y era un magnífico interior, fino y con un fenomenal dominio del cuero que formó con Sotero Aranguren una banda extraordinaria. Estuvo tres campañas hasta que fue llamado a filas para el ejército francés en la I Guerra Mundial donde sufrió unas heridas de consideración que acabaron con su carrera. Su hermano René fue el primer gran crack madridista. Un delantero que actuaba también en la media y un mago del balompié. Elegante, técnico, hábil, inteligente y preciso en todas sus acciones, manejaba el juego de toque a la perfección. Jugó desde 1915 a 1918 un total de 29 partidos oficiales en los que logró 13 dianas y levantó como título principal la Copa de 1917, marcando además el primer gol en el duelo de desempate.

Hermanos Aranguren

Junto a los hermanos Petit llegó a coincidir unos meses Manuel Cominges, un interior gallego que comenzó sus estudios de Ingeniero de Caminos a la vez que firmaba por el Madrid en 1917. Futbolista muy alto para la época, 1,87m, era un jugador corpulento y dominante en el juego aéreo que actuó casi siempre en el Campeonato Regional aunque también disputó un partido de Copa. Su hermano Francisco diez años menor que él fichó en 1926 tras militar en el Hogar Vasco. Su demarcación era la de medio ala y tras jugar en Copa y en el Regional Centro pudo participar en tres partidos de la Liga 29-30. Concretamente salió ante el Racing, el Atlético de Madrid y la Real Sociedad y anotó frente a los colchoneros y los donostiarras.

En 1919 otras dos estirpes de hermanos se barruntaban en el cuadro blanco al fichar Pablo Hernández Coronado y Adolfo Mengotti. El primero era un madrileño que sería historia del club blanco durante casi medio siglo. Fenomenal guardameta también ocupó labores de entrenador, secretario técnico y directivo. Jugó tres años en diferentes partidos de la Copa y el Campeonato Regional. Falleció a los 100 años. Por su parte Mengotti nacido en Valladolid pero que adoptó la nacionalidad suiza por su progenitor fue un mediocentro sobresaliente por su velocidad, su intuición, su calidad en el pase y su temperamento. Estuvo seis años en la disciplina merengue donde ganó cuatro Campeonatos Regionales pero su mayor éxito fue la medalla de plata en los JJOO de Paris de 1924 donde representaba al Madrid.

Sus respectivos hermanos aparecieron en 1921 y 1923. Rafael Hernández Coronado un medio que practicaba el atletismo y el boxeo permaneció tres años aunque sus labores como médico le impidieron tener continuidad en el equipo. Por su parte Arturo Mengotti se desempeñaba como arquero y estuvo en dos etapas distintas en el club blanco (1921-1923 y 1925-1926). Muy centrado en sus estudios apenas disputó algún encuentro del Campeonato Regional Centro.

A mediados de la década de los 20 dos hermanos se trasladaron a Madrid desde Vizcaya: Ramón y Luis María de Uribe y Echevarría. Este último empezó a jugar en 1925 y se confirmó como un brillante definidor y anotador tanto en Copa como en el torneo Regional. Su larga carrera le permitió también disputar un partido de Liga contra el Arenas antes de marcharse al Athletic tras terminar sus estudios en la capital. Mientras que Ramón era un zaguero muy potente, típico del fútbol del norte, que estuvo al completo el curso 1926-1927 con tres choques del Regional como bagaje.

La siguiente dinastía de hermanos tuvo lugar en los años 30 y es una de las más célebres: los Regueiro. El mayor, Luis, fue firmado del Real Unión en 1931 para hacer historia en la casa blanca. Interior irrepetible, disponía de un gran talento, regate, creatividad, imaginación y elegancia. En sus seis campañas alcanzó los 164 partidos y un total de 87 goles que ayudaron a la conquista de las dos primeras Ligas del club, dos Copas y cinco Campeonatos Mancomunados. Su hermano Pedro descollaba en la media siendo un discípulo del gran René Petit. Se compenetraba muy bien con Luis y, aunque era muy seguro y enérgico en su juego, algunos le catalogaron como frío. Fichó en 1932 y estuvo hasta 1936 con unas estadísticas de 134 partidos oficiales y una Liga, dos Copas y cuatro Mancomunados como trofeos de prestigio. El último de los hermanos, Tomás, vio como el estallido de la Guerra Civil daba al traste con sus opciones de hacer carrera en el Madrid y apenas estuvo unos meses de 1936 en la plantilla merengue. Los tres pudieron concurrir en un mismo partido a la vez en el homenaje a Félix Quesada. El choque se celebró el día de Año Nuevo de 1936 en Chamartín donde los madridistas derrotaron por 4-1 (Luis marcó el primero) al Szegedi TC húngaro.

Hermanos Regueiro

Por último en los albores de los 40 los cántabros hermanos Alsúa fueron de los precursores del sensacional idilio de esta Comunidad Autónoma con el Real Madrid en cuanto a futbolistas se refiere. El mayor Antonio se incorporó en 1941 para consolidarse como extremo derecho gracias a su rapidez y sus centros medidos desde la cal que bien aprovecharon Barinaga o Pruden. Además también poseía un buen olfato de gol como atestiguan sus 43 dianas en 176 encuentros. En 1948 se marchó al Nástic de Tarragona pero lo hizo con dos Copas en el zurrón siendo titular en ambas finales. Mientras que su hermano Rafa tuvo menos recorrido y permaneció en la primera plantilla desde 1943 a 1945. Interior de buena distribución y regate no se consolidó debido a la enorme competencia existente en ese puesto. Apenas jugó cinco partidos oficiales en la Liga de la campaña 1943-1944 coincidiendo con Antonio en el once en los duelos contra el Castellón y el Español.

Otras parejas de hermanos durante la primera mitad del siglo XX fueron los Meléndez y los Contreras Dueñas, sin embargo en sus trayectorias únicamente figuran en determinados partidos amistosos. Adolfo Meléndez que era portero y luego ejerció como Presidente del club en distintas etapas fue un militar gallego y fundador de la entidad merengue. Por su parte su hermano Arturo también fue parte importante en la creación del equipo capitalino pero en su labor como defensa ayudaba en los entrenamientos y en partidos no oficiales. Mientras que César y Félix Contreras Dueñas eran dos leoneses que sobresalieron en el Recreativo Español de Madrid y ficharon por el conjunto merengue en 1921. Apenas tuvieron oportunidades salvo en duelos amistosos y a mediados de los años 20 dejaron el club. Félix volvería ya en los 50 para ser el médico de la primera plantilla.

A lo largo de sus ya 114 años de historia, el Real Madrid ha tenido numerosas vanguardias legendarias, desde los tiempos del fútbol en blanco y negro, cuando se jugaba con cinco hombres en el ataque, pasando por varias parejas míticas o tridentes formidables como el que ahora forman Bale, Benzema y Cristiano, la célebre BBC.

Remontándonos a los comienzos del club merengue hay que destacar el frente ofensivo que integraron Pedro Parages, Federico Revuelto, José Giralt, Manuel Prast y Armando Giralt en los primeros años de vida de la entidad madrileña. Parages fue un extremo diestro sensacional con una lectura de juego fantástica que adquirió en sus tiempos como estudiante en Manchester. En el otro costado, Armando Giralt destacaba por la velocidad y sus precisos envíos. Su hermano José fue un delantero muy potente y a su lado contaba con el efectivo rematador Prast y el gran conductor y realizador guatemalteco Revuelto.

Juntos resultaron clave en la consecución de los Campeonatos de Copa de 1906 y 1907. En el mes de marzo de 1906, el equipo blanco, con ellos en el campo del Hipódromo, derrotó al FC Internacional en un choque decisivo de clasificación para el torneo del KO. Un mes más tarde, aún con el mediano de los hermanos Giralt, José, actuando en la media, apabullaron primero al Huelva Recreation en semifinales y luego al Athletic Club en la final con sendos dobletes de Prast y Parages.

Abajo de izquierda a derecha Parages, Prast, José Giralt, Revuelto y Armando Giralt

La siguiente temporada, José Giralt ya pasó a la punta en sustitución de Alonso y se volvió a completar el quinteto para el partido clave de Copa que le midió al Club Vizcaya. En la liguilla, ambos conjuntos habían empatado a puntos y se tuvo que disputar un encuentro para encontrar al campeón. De nuevo el interior Prast fue básico y, con un tanto en el minuto 80, dio el tercer título seguido para la institución merengue.

En la década posterior, el eje ofensivo más despampanante lo formaron Antonio De Miguel, José María Sansinenea, Santiago Bernabéu, Ricardo Álvarez y Sotero Aranguren. El extremo De Miguel fue un futbolista inteligentísimo, con gran desparpajo y habilidad que estuvo cerca de ir a los JJ.OO de Amberes 1920. Sotero Aranguren, por su parte, era un jugador rapidísimo, lleno de técnica y control del cuero y muy difícil de parar. En el enlace Sansinenea y Álvarez poseían visión, calidad en el pase, dinamismo y una buena llegada a gol desde la segunda línea. En la punta de lanza Bernabéu descollaba por su potencia, versatilidad, astucia para el remate y magnífico dominio del juego aéreo.

Se destaparon con una grandiosa temporada 1916-1917, en la que lograron el Campeonato Regional Centro y la Copa. La primera vez que se les contempló sobre un campo fue en la ida de los cuartos de final de la competición copera. El rival era un Sevilla con Spencer que sucumbió con estrépito por 8-1 en O’ Donnell. Bernabéu, en una campaña muy prolífica, anotó ese día cuatro dianas, mientras que las otras se las repartieron Álvarez, Sansinenea, Sotero Aranguren y el gran René Petit.

Santiago Bernabéu

En la vuelta, sin embargo, perdieron y se tuvo que jugar un ‘replay’ en el campo Mercantil de Sevilla un día más tarde. El ataque madridista volvió a cuajar un excelente papel y, con cuatro goles en su haber, pasó a semis. Allí esperaba un duro FC España de Barcelona, con el que se jugaron cuatro choques. El quinteto al completo participó en el tercero, el primer desempate que concluyó con tablas en el campo de La Industria. Tras vencer 20 días más tarde en el segundo ‘replay’, el Madrid accedió a la final de Copa, aunque con una baja de suma importancia: Santiago Bernabéu, que resultó lesionado. Sin el futuro presidente, pero con sus cuatro socios del frente ofensivo más Muguiro, se venció al Arenas por 2-1 para conquistar aquella edición del trofeo del KO.

Ese curso además levantaron la Copa Foronda ante el F.C. Barcelona después de que en el primer choque con la deslumbrante delantera desde el inicio doblegaran a los culés por 3-1 con un doblete de Bernabéu incluido. En la posterior campaña de 1917-1918 aún llegaron a participar en dos partidos del Campeonato Regional que se resolvieron con victoria, el primero frente al Athletic de Madrid por 3-1 y el segundo contra el Racing con un triunfo por la mínima.

En los 20 se vivieron unos años complicados sin ningún título nacional al perder dos finales de Copa, aunque se alzaron un total de siete Campeonatos Regionales. En la línea ofensiva llegaron a juntarse cinco enormes jugadores en la temporada 1923-1924, José María Muñagorri, Manuel Valderrama, Juan Monjardín, Félix Pérez y Victor Del Campo.

Monjardín

La alineación conocida de carrerilla por los niños en esos tiempos se iniciaba con un extremo diestro vertical, rápido, eléctrico y driblador como Muñagorri. A su lado Valderrama era un jugador fino y técnicamente muy bien dotado. El artillero fue el sobresaliente Monjardín, todo nobleza, valentía, raza y lucha. Su principal virtud eran los testarazos y su duro disparo con la diestra. En el interior izquierdo brillaba Félix Pérez por su elegancia, plasticidad, desborde, pase y gran capacidad física. Mientras que el puntal zurdo era Del Campo, un ‘winger’ veloz, habilidoso, regateador y con una zurda excelente para centrar desde la banda. Formó una gran sociedad con Monjardín que se aprovechó de sus pases para marcar de cabeza.

Su estreno se produjo a finales de 1923 en un amistoso contra el Celta en el estadio de Ciudad Lineal que terminó con victoria blanca. En el torneo Regional dejaron huella contra el Unión Sporting al que derrotaron por una manita a domicilio pero fue en la Copa donde confirmaron su enorme nivel futbolístico. En la ronda de cuartos se deshicieron con nitidez del Natación Alicante por un global de 7-2, siendo Monjardín el hombre básico de la eliminatoria con cuatro tantos, dos en la ida y dos en la vuelta. En semis el Athletic Club fue un hueso. En San Mamés cayeron pero en el Metropolitano en un partido extraordinario ganaron por 3-0 con tantos de Valderrama, Monjardín y Félix Pérez. En el desempate sin Muñagorri (jugó el veterano De Miguel) se pasó a la final donde el quinteto se reunió de nuevo sobre el césped de Atocha para perder ante el Real Unión con un solitario gol de Echeveste.

Madrid 1924-1925 1. Del Campo, 2. Félix Pérez, 3. Monjardín, 4. Muñagorri, 5. Valderrama

Apenas diez días de la final de Copa hicieron historia en un amistoso contra el Newcastle con motivo de la inauguración del estadio de Chamartín. Los ingleses campeones de la FA Cup se presentaron en la capital con ganas de llevarse el duelo pero se toparon con un conjunto blanco sensacional. Dirigidos por Félix Pérez que hizo dos dianas los merengues se impusieron por 3-2 ante uno de los mejores clubes del continente en la época.

La primera Liga de la historia del conjunto de Chamartín llegó en la campaña 1931-1932. Por entonces el técnico era el húngaro Lippo Hertzka que confió para su esquema de ataque en Jaime Lazcano, Luis Regueiro, Manuel Olivares, Hilario y Luis Olaso, una delantera extraordinaria en todos los sentidos.

Lazcano era un ‘wing’ derecho rápido, técnico, fuerte físicamente y con un formidable disparo. En el ala izquierda el guipuzcoano Olaso llegado del Atleti sobresalía por su vistosidad y olfato de gol. Los interiores eran Regueiro, un futbolista maravilloso, completísimo, inteligente, brillante en la organización y notable en el desborde, e Hilario, un exponente de la ‘Escuela Canaria’ repleto de talento, imaginación, regate y agilidad. Por último el delantero era Olivares, un mallorquín con un fantástico remate con ambas piernas y la cabeza, oportunismo y calidad individual.

Sus mejores prestaciones llegaron en las últimas jornadas con el título en juego. En ese tiempo se venció al Valencia y al Arenas en casa con contundencia y al Alavés y el RCD Español por la mínima a domicilio. Tres empates después frente al Real Unión, el Racing y el Barça en Les Corts con dianas de Lazcano y Luis Regueiro permitieron cantar el alirón en la Ciudad Condal ante el gran rival.

A principios de los 40 el Real Madrid dispuso de su primera delantera bautizada con un apelativo. Se conoció a la vanguardia como “A y B” por la inicial del apellido de los atacantes. Los cinco protagonistas eran Alsúa, Alonso, Alday, Belmar y Botella.

No obtuvieron ningún título importante en una época complicada para el club tras la Guerra Civil. Lograron dos subcampeonatos, uno de Liga en 1942 y otro de Copa en 1943 pero si dejaron su huella en algunos encuentros como un memorable 9-1 al Castellón en 1941 con un póker de tantos de Alday, un 4-1 al Atlético Aviación en Chamartín o dos choques ante el Barça en Les Corts que finalizaron 0-2 en 1942 y 5-5 en 1943 con el corpulento ariete como principal protagonista merengue.

REAL-MADRID 1943 1. Belmar 2. Chús Alonso, 3. Alday, 4. Alsúa 5. Botella

En los extremos se desempeñaban Antonio Alsúa en la derecha y Pascual Botella en la izquierda. El irundarra tenía una zancada muy potente y un guante en su pierna diestra. Obtuvo grandes registros goleadores en su vida deportiva y se hizo famoso por un tanto que marcó con la mano al eterno rival de los blancos, el Atlético. Botella por su parte fue un zurdo impetuoso, dinámico y muy ágil. Como interiores jugaban Chus Alonso y Nazario Belmar. El primero nació en Cuba y poseía como virtudes más destacadas su poderío físico, su enorme recorrido sobre el césped, su verticalidad y un magnífico remate de cabeza. Belmar por su parte era fino y tenía una brillante visión de juego pero una lesión le hizo retirarse prematuramente con 30 años. En la punta figuraba Manuel Alday, un artillero vigoroso, astuto y eficaz que remataba todo lo que le llegaba. Llegó a ser el máximo realizador histórico de la entidad en Liga durante varios años.

Poco tiempo después surgió otra gran delantera con aún dos miembros de la anterior, Alsúa y Belmar. A ellos se les unieron dos fenómenos como Sabino Barinaga y Pruden además del extremo izquierdo Hermenegildo Elices. El de Durango fue un interior fogoso, dinámico, con una impresionante llegada al área y una gran alianza con el gol, mientras que Pruden jugaba en la punta donde hacía honor a su astucia, eficacia, valentía, fuerza y sobresaliente poder rematador. Por su parte Elices aunaba rapidez, desequilibrio por banda y un preciso golpeo para poner centros pegado a la cal.

Fue una etapa sin la obtención de ninguna Liga pero si de dos Campeonatos de Copa de forma consecutiva. Esta vanguardia fue vital en la consecución del primer trofeo en 1946. En la liga habían vencido al Hércules en Alicante con dos goles de Pruden pero fue en el torneo del KO a partir de cuartos cuando contaron con la continuidad necesaria. En esa ronda eliminaron al Alcoyano y en semis fue el Oviedo el que hincó la rodilla tras un global de 4-1. En la final disputada en Montjuic ante el Valencia un doblete de Pruden y otro tanto de Barinaga dieron la victoria por 3-1 diez años después del último título copero de la entidad blanca.

Madrid 1949 En la fila de abajo. Macala, Olmedo, Pahíno, Molowny, Cabrera

La última delantera descollante en la primera mitad de siglo de vida merengue apareció en la temporada 1949-1950. Estaba compuesta por Macala, Pablo Olmedo, Pahíño, Luis Molowny y Miguel Cabrera y brindaron al aficionado que acudía a Chamartín varias exhibiciones. En las bandas Macala jugaba por la diestra de forma alegre, inteligente, rápida y enérgica y Cabrera por la siniestra se distinguía por su agilidad, su gran dominio del cuero y su excelencia en el pase. Olmedo era un interior derecha hábil y con una fenomenal definición ante los arqueros rivales y Molowny en la zona izquierda destacaba por sus recursos técnicos, su ‘dribbling’ y su afición por el pase y el toque en corto. Por último el artillero gallego Pahiño era un goleador portentoso, un rematador nato que se desenvolvía en el área a la perfección gracias a su durísimo disparo con la zurda y su destreza en el remate de cabeza.

En la Liga se ocupó el cuarto puesto a dos puntos del Atlético y en la Copa se cayó en semifinales contra el Real Valladolid. Sin embargo hicieron del coliseo blanco un fortín donde sucumbieron el F.C. Barcelona, el Atlético o la selección de México. Ante los culés se consiguió un memorable 6-1 con un ‘hat-trick’ de Pahiño, un doblete de Macala y una diana del extremo Cabrera, frente a los colchoneros obtuvieron la victoria por 4-2 y contra el equipo nacional azteca en un amistoso se logró un aplastante 7-1 con el ariete gallego como principal protagonista con un póker de goles.

Según cuentan los que le vieron jugar fue un futbolista de otro tiempo, un jugador adelantado a su época que hacía las delicias de todos los espectadores que iban al campo. En Irún es considerado un mito y en Madrid dejó una huella imborrable.

Francés de nacimiento, concretamente de la localidad de Dax, fue un medio completísimo. Fino, fuerte físicamente, con gran calidad técnica y un disparo muy potente, interpretaba el juego a través del pase corto y los constantes apoyos. A lo largo de su carrera fue uno de los jugadores más apreciados en España, en un periodo donde el balompié se convirtió en el deporte por excelencia del país. De padre francés y madre española, su hermano Juan también se dedicó al fútbol.

Con 12 años de trasladó a vivir a Madrid a cursar sus estudios en el prestigioso Colegio del Pilar. Comenzó su trayectoria futbolística en las filas del Real Madrid en la temporada 1914-1915 junto con su hermano, que tuvo una corta carrera debido a una herida sufrida durante la I Guerra Mundial. En el equipo blanco los éxitos llegan el siguiente curso, cuando consiguen el Campeonato Regional tras superar al Racing Club y alcanzan la final de Copa ante el Athletic Club. Sin embargo, los bilbaínos con una brillante actuación pasan por encima del Real Madrid y les derrotan por 4-0.

En la campaña de 1916-1917 revalidan el Regional por delante del Athletic de Madrid y de esta forma vuelven a participar en la Copa. En cuartos eliminan al Sevilla después de un duelo de desempate y en semis el España FC corre la misma suerte tras dos replay. En la gran final se vieron las caras con el Arenas de Getxo en el estadio de la Industria de Barcelona. El primer encuentro finalizó sin goles y hubo que disputarse otro dos días más tarde. En el minuto 15 se adelantaron por medio de Chacho y René Petit sacó del apuro a la entidad madridista poniendo las tablas en el 75. Fue un gol antológico: el medio francés se deshizo de cuantos rivales le salieron al paso y a renglón seguido batió al portero vasco. Ya en la prórroga, Álvarez anotó el segundo y el Real Madrid levantó el título nueve años después.

Real Madrid 1916

En el verano de ese año, 1917, Petit abandonó el Real Madrid con destino al Real Unión, uno de los equipos más potentes del país. Poco después viaja a Francia para realizar el servicio militar y en 1920 lo compagina jugando en el Stade Bordelais. Al finalizar la conscripción obligatoria regresa a las filas del Real Unión de Irún, donde añade a su palmarés los trofeos de Copa de 1924 y 1927.

En la temporada 1927-1928 René Petit disputa varios encuentros con Osasuna por motivos profesionales y al año siguiente comienza a dejar huella en la recién creada competición de Liga. Juega 12 partidos con el Real Unión y anota dos goles, aunque los irundarras terminan en penúltimo lugar. En la campaña 1930-1931 Petit logra su mejor cifra goleadora con 4 tantos y, tras el descenso de categoría al año siguiente se retira en Segunda División con 33 años.

Con la Selección francesa fue internacional en dos ocasiones durante los Juegos Olímpicos de Amberes de 1920. Convocado por el técnico Mister Pentland fue un fijo en los compromisos de la segunda fase contra Italia y semifinales frente a Checoslovaquia. En el choque ante los transalpinos vencieron con autoridad por 3-1, pero los centroeuropeos les alejaron de la lucha por la medalla de oro tras apabullarles por 1-4.

Posteriormente, René Petit tuvo una vida muy reconocida como ingeniero de caminos y es recordado por haber dirigido la finalización del Embalse de Yesa, una de las obras más importantes de Aragón y Navarra.

Falleció en Fuenterrabía el 14 de Octubre de 1989 a los 90 años de edad.

2-Olympia1920-60

La camiseta de un equipo de fútbol es el pabellón de un barco. La enseña, lo visible. Sus colores, su diseño, no son cosas baladíes: son los pendones de la tribu, han de ser reconocibles al primer vistazo y sobre todo han de servir para que los tuyos se sientan representados. Identificados. El blasón es el escudo y la camiseta es lo que tremola al viento, la bandera en lo alto de la torre. La historia de la camiseta del Real Madrid es la del primer fútbol, la gestación, la etapa embrionaria del fenómeno de masas posterior.

El color blanco ha configurado la manera en que el Madrid es percibido en España y en el mundo. 'Los blancos' es expresión hecha para referirse al equipo y al club, así como el más moderno 'merengue', que naturalmente deriva de lo mismo. El blanco ha conformado la expansión estética, ha definido culturalmente al Real y ha identificado incluso unos valores o categorías morales asociables al devenir histórico del equipo: el blanco nuclear como sinónimo de pureza, el blanco radiante que puede mancharse de tierra, de barro, de sangre, pero nunca de vergüenza, etc.

En el Acta Fundacional del Madrid Football-Club, de abril de 1902, se decía lo siguiente al respecto del uniforme del club nonato: “Pantalón y blusa blancos, medias negras con vueltas y cinturón con los colores nacionales, completándose con un casquete azul oscuro. La blusa está cruzada por una ancha banda morada, representativa del austero color de Castilla, en la que figura el escudo de Madrid bordado en colores.”

El origen del blanco

Tal y como describía el Acta Fundacional, aparece vestido el primer futbolista del Madrid, en la imagen icónica que abre el siglo XX, el siglo del Real, al que todavía restaban algunos años para ser coronado. Es la portada del semanario ilustrado español Nuevo Mundo, referencia editorial en el paso del viejo siglo al nuevo. Este bigotudo elegante que aparece golpeando una pelota de cuero ceñía una blusa blanca y calzaba recias botas negras. Es más que probable que la inspiración estética y textil que orientó a los fundadores del club fuese otra entidad pionera célebre en aquel tiempo: el Corinthian de Londres.

Real Madrid 1902

Muchos de los hombres que fundaron el Madrid tenían ya experiencia en la organización de sociedades deportivas madrileñas. Procedían de familias burguesas, acomodadas, y habían podido estudiar durante algunos años en Inglaterra, completando su formación. Eran casi todos estudiantes del Liceo Francés y del Instituto Libre de Enseñanza. De Inglaterra se trajeron la afición a muchos de los deportes al aire libre que luego fecundaron España, y también referencias de los clubes entonces en boga en Gran Bretaña. Desde 1882, había un club de football en Londres que causaba furor por su particular personalidad: el Corinthian Football Club. Era una sociedad de estricta naturaleza amateur: en sus estatutos rezaba que “se mantendría como un equipo amateur, sin competir por ningún trofeo o recompensa”. Jugaban al margen de la FA, corsarios del balón. Pronto adquirirían fama internacional por sus goleadas a los principales equipos profesionales del momento en Inglaterra, y por sus giras internacionales. Serían los primeros Globetrotters de la Historia.

En 1898 nace en Madrid el primer equipo de fútbol de la ciudad: la Sociedad de Foot-Ball. Sus colores eran el rojo de la camisa y el azul oscuro de los calzones y las medias. En 1899, sir Arthur Johnson, Julián Palacios y otros díscolos se escinden y crean la Nueva Sociedad. Optaron por el blanco níveo, inspirados por la fama del Corinthian. La divergencia cromática fue insalvable: impidió la reconciliación entre ambos equipos, dio lugar a la creación del mítico Sky, heredero del azul y del rojo, y el embrión del futuro Madrid Football Club seguiría siendo blanco hasta su fundación oficial, en 1902. En aquel tiempo, el Corinthian conformaba todo el plantel de la selección inglesa de fútbol. Este era un fenómeno extraordinario: un club no federado aportaba todos los jugadores con que el equipo de la Federación inglesa competía en los compromisos internacionales. No se sabe con demasiada exactitud, pero es probable que, también por aquellos años, el Corinthian disputara varios partidos en España, en una gira mundial que contribuyó no poco a la difusión de aquel extraño juego que hacía correr a los hombres por los descampados, en ropa interior, para amohinamiento de las buenas gentes.

Tanta fue la influencia de este equipo que, si uno compara el primer escudo propiamente madridista, el del acrónimo en grandes letras azules, con el del Corinthian, puede encontrar fácilmente las semejazas estilísticas.

Escudo Corinthian

Escudo Corinthian

Este equipo inglés vestía, además de con blusa blanca, con calzas y medias negras. Las medias del uniforme del Madrid, como prescribían sus estatutos fundacionales, también eran vueltas. A pesar de que en los primeros tiempos del club, llegaron a usarse camisetas rayadas (al modo de la camiseta actual del Rayo Vallecano, o de River Plate) ocasionalmente, la blanca sin mancha se impuso por costumbre, a medida que el Madrid fue incorporándose a los primeros torneos serios que empezaban a organizarse en España. El pantalón siguió siendo blanco hasta la temporada 1924-1925. Ese año, el Madrid quiso emular aún más al Corinthian, espejo de virtudes románticas. Hay que tener en cuenta que, además de la fama que el equipo inglés tenía (tras acumular sonoras victorias frente a campeones de Liga y Copa del fútbol profesional inglés, y meterle 11 goles al Manchester United en la que es todavía la peor derrota del gigante mancunian en toda su Historia) en aquellos años se dirimía en España una cuestión fundamental: la de la profesionalización del balompié. A favor y en contra se esgrimían muchos y enconados argumentos. La perversión del juego, la consideración de los jugadores como trabajadores asalariados (casi todos eran universitarios o profesionales liberales que jugaban por “sport”, perdiendo dinero o ganando muy poco, casi siempre complementos a sus ingresos laborales) y otras razones por el estilo formaban parte del debate ordinario. Por influjo de algunos de sus miembros, el Madrid adoptó ese año el uniforme reglamentario del Corinthian: camiseta blanca, pantalones y medias negras. A pesar de que aquel año el Madrid ganó el torneo amistoso llamado Copa de la Asociación de la Prensa, perdió con estrépito en la Copa del Rey frente al Barcelona: 1-5 en Madrid y 3-0 en Barcelona, con lo que el uniforme blanquinegro pasó a mejor vida dada la superchería de la época.

Las medias negras pervivieron en el uniforme madridista hasta 1955. La 55-56, que terminaría con la conquista en París de la primera Copa de Europa, rompió con la tradición del negro. Desde entonces, todo blanco, hasta hoy, con las únicas variaciones del cuello o el talle; modificaciones anecdóticas, fruto de la moda del momento y de las conveniencias estilísticas de cada temporada, del diseño de las marcas que han vestido al Real, y de todas esas circunstancias menores que acaban olvidadas al cabo de un tiempo.

El Leeds United y el Club Real Potosí

Como el fútbol es un Leviatán que ha conquistado el mundo y las cosas son un poco cíclicas, el bumerán de la Historia volvió de Madrid a Inglaterra. En 1960, el Madrid alzó su quinta Copa de Europa consecutiva. Lo hizo tras derrotar al Eintracht de Frankfurt en el partido de todos los tiempos: el 7-3 de Hampden Park, el Lepanto del fútbol. En la grada estaba un tipo. Se llamaba Don Revie, era el capitán del Leeds y tenía 33 años. Estaba a punto de hacerse cargo también de la dirección deportiva del equipo, recién descendido a Segunda División y en grave crisis económica. Revie tenía un plan: hacer del Leeds un equipo ganador. Y para ser un equipo ganador, pensó, había que parecer un equipo ganador. ¿Quién era el modelo de triunfo y nobleza deportiva en el momento? Lo había dicho el presidente de la UEFA, Ebbe Schwartz, al entregarle a Zárraga la I Copa Intercontinental de la Historia.

“Todos los equipos del mundo, absolutamente todos, tienen mucho que aprender de este gran equipo que es el Real Madrid. Su clase, su juego, es fantástico. Lo mismo que el señorio y la caballerosidad de su junta directiva".

Revie, pues, pensó que tenía razón. Corrió el riesgo, emuló al “all-conquering Real Madrid team” y le salió bien, pues su decisión activó emocionalmente no sólo a un equipo en barrena sino a una afición apática.

“Llevamos una vida vistiendo de azul y amarillo. ¿Qué hemos ganado desde entonces? Nada. A partir de ahora, este equipo deja de ser un perdedor, porque lo entreno yo. Y yo no soy un perdedor. ¿Saben qué equipo ha ganado más títulos en el mundo? - preguntó Revie - Pues el Real Madrid. ¿Saben de qué color viste el Real Madrid? De blanco. Bueno, desde este mismo momento, este equipo jugará de blanco. Será una señal inequívoca de que este Leeds es, desde este momento, un ganador”.

Leeds 1969

Leeds United 1969

Su Leeds subió a Primera dos años más tarde, ganó dos ligas, una FA Cup, una Charity Shield, dos Copas de Ferias (la actual Europa League) y alcanzó una final de la Recopa de Europa, perdida contra el Milan. Revie dejó el equipo en 1974 en manos de su archienemigo, Brian Clough, protagonizando la famosa escena llevada al cine décadas después en The Damned United. El blanco madridista fue un talismán para el Leeds, como lo había sido para el Madrid el blanco del Corinthian.

Además del Leeds, hay otro equipo en el mundo cuyas enseñas están inspiradas del todo por el Real Madrid: es el Club Real Potosí, equipo de la liga boliviana. No es que este club se inspirase en el Madrid para elegir blasón; es que su escudo y su uniforme es una réplica más o menos exacta de los madridistas. El origen de este club está ligado a la historia personal de Samuel Blanco, un soriano que emigró a Bolivia con 17 años y que en 1988 fundó la Escuela de Fútbol Real Potosí, junto a varios españoles más. La Escuela derivó en equipo de fútbol, y el equipo, en imitación del club del que Samuel Blanco es hincha devoto: el Madrid, naturalmente. Han invertido los colores: en casa juegan de morado y fuera juegan de blanco, y ya han conseguido posicionar la famosa ciudad minera en el panorama balompédico sudamericano con varias participaciones en la Libertadores.

Real Potosí

Real Potosí

Morado, negro, rojo y verde

A medida que nacían las competiciones oficiales, los equipos se vieron obligados a vestir de colores distintos cuando sucedía que se enfrentaban a rivales cuyos colores podían confundir al árbitro y a los espectadores. A menudo, también para combatir el frío, estas segundas equipaciones no eran sino jerseys de calentamiento que los futbolistas se enfundaban para distinguirse de los contrarios, o entibiarse. El morado, según algunas fuentes, está ligado desde los albores al Madrid, en forma de banda ocasional que cruzaba la camiseta “en los partidos extraordinarios”. No obstante, hasta los años 30 no aparece la banda morada en el escudo del Madrid, cuando este color empieza a formar parte de la identidad visual del equipo: llegan las primeras camisetas visitantes enteramente moradas, o curiosamente locales, pues en ocasiones la cortesía era del local para con el foráneo, con lo que los jugadores del Madrid vistieron alguna vez de púrpura en Chamartín.

Con la Copa de Europa llega, ya sí, la estandarización. El morado se establece, con distintos matices y tonalidades, como segunda equipación clásica del club, cuya esencia no puede quedar mejor definida de esta manera: blanco prístino de nobleza natural, púrpura de reyes. Esto es así hasta los 90, cuando primero Kelme y luego Adidas inician el juego cromático del diseño de las segundas y terceras equipaciones. Degradaciones del morado en una misma vestimenta, combinaciones con el negro, con el blanco, azul oscuro, etc. La era de la mercadotecnia. Pero antes, sin embargo, la tradición blanca y púrpura del Madrid se rompió en algunos partidos excepcionales.

Equipaje Rojo Madrid Odessa

Real Madrid en Odessa en 1973.

El más famoso, sin duda, y recordado por los veteranos, fue el partido de cuartos de final de la Copa de Europa de 1973 que el Madrid disputó en Odessa contra el Dinamo de Kiev. Junto al Mar Negro, en el corazón de la Unión Soviética, el Madrid jugó de rojo: la Historia tiene estas cosas. Fue el día en que García Remón salvó al Real con una serie de paradas espectaculares que le valieron el mote de Gato de Odessa, pues el partido no pudo disputarse en Kiev a causa de la nieve. Pero el Madrid había jugado de rojo antes: en 1971, en Gales, también en cuartos de final, pero esta vez de la Recopa de Europa, frente al Cardiff City. En la siguiente eliminatoria, en Eindhoven contra el PSV, el Madrid repitió uniforme. Fue el año en que el Madrid alcanzó la final de este torneo, final que perdió en el desempate de Atenas contra el Chelsea.

Camiseta negra Real Madrid Manchester United

El rojo fue recuperado en la temporada 2011-2012, como se recordará, por Adidas, así como el verde, cuyo precedente histórico se remonta a un curioso partido amistoso que el Madrid jugó en el Monumental de Buenos Aires contra River Plate. Fue en 1965. Adidas repitió equipación verde en la 2012-2013, en la serie iniciada en 2011 que en 2014 trajo el naranja; en 2015 el rosa, en 2016 el gris y en 2017, quién puede saberlo. A pesar de la férrea oposición de cierto madridismo anquilosado en una visión momificada de la Historia, Adidas no hace sino explotar la posibilidad infinita de innovación y divertimento que ofrece ese estupendo hallazgo comercial de finales del siglo XX llamado “tercera equipación” que ya es tradicional en el fútbol contemporáneo.

El marketing no sólo hace dinero. También hace Historia. Cabe recordar que el Madrid ha ganado una Copa de Europa vistiendo de negro. Con esta camiseta, rememorada más veces luego (en 2002, 2003, 2007, 2008 y 2015, con la adición del dragón japonés) el Real escribió también una de sus más gloriosas páginas de su Historia moderna: el 2-3 en Old Trafford, camino de la Octava.

 

Cuarta entrega: Donde se buscan los orígenes de la cultura del Madrid

VII. Bernabéu, máximo exponente de la cultura del Madrid

Las medidas deportivas que concretaron ese envidiado palmarés fueron siempre detrás de las decisiones estratégicas. No son su consecuencia, sin embargo. Más bien, en forma de «visión», con un alto grado de abstracción todavía, son su causa. Explican que en determinado escenario se adoptaran determinadas respuestas estratégicas. Pero solo se pudieron concretar cuando el éxito de la dirección estratégica adoptada había permitido acumular los recursos necesarios para afrontarlas, a veces muchos años después.

Que no siempre el camino elegido por esa minoría lúcida fuera coronado por el éxito a corto plazo, o que se demostrara inviable en determinadas circunstancias, no merma un ápice el valor de mi tesis. Mucho menos le resta valor que, en el ámbito deportivo, o en otros aspectos societarios, se adoptaran a veces decisiones que se demostraron erróneas. Así lo aseveran las enormes ventajas obtenidas en los casos de éxito que acredita la historia del club.

En el fútbol sólo sobrevivieron las entidades que supieron adaptarse a las cambiantes circunstancias socio-económicas; consiguiendo neutralizar las ventajas que, apoyadas en ese cambio, construyeron los rivales. Y solo están en condiciones de triunfar los clubes que consiguen adaptarse más rápidamente o mejor; los que utilizan ese cambio de circunstancias para conseguir ventajas competitivas.

El Madrid creció a escalones. No subió ninguno cuando buscó las soluciones concretas a los problemas del presente en la imitación mimética de las adoptadas en el pasado, que en circunstancias socio-económicas diferentes habían caducado. Escaló cada peldaño cuando miró a su pasado para identificar en la memoria de su propia historia dos de las líneas básicas de su cultura: la independencia del club y la anticipación del futuro. Esos son, en los despachos, los postulados esenciales de la auténtica cultura del Madrid. Eso es, singularmente, lo que no hay que traicionar.

Santiago Bernabéu fue presidente del Madrid durante más de un tercio de los 113 años de existencia del club. Es, por lo tanto, y de forma indiscutible, el máximo exponente de la cultura del Madrid. El ejercicio de su presidencia se caracterizó por llevarla a sus últimas consecuencias desde el mismo discurso de toma de posesión.

Bernabéu había sido jugador del primer equipo desde 1912 a 1927, capitán, entrenador ocasional, delegado, secretario de la junta directiva entre 1929 y 1935 y miembro de varias directivas. Se había nutrido, por lo tanto, de los postulados de la cultura del Madrid directamente de los hombres que la conformaron, y en el preciso momento histórico en que se afirmó la actitud del club frente a los concretos desafíos de los tiempos.

VIII. Una cultura societaria alumbrada en la noche de los tiempos

Se puede decir que hoy jugaríamos con jugadores amateurs y madrileños si las proclamas de los conservadores en favor de la pureza del sport, del honor frente al dinero y de respeto a la tradición se hubieran impuesto en la década de los veinte. Se puede decir, pero no lo diré. Seguramente no sería cierto. Lo más probable es que hoy no jugaríamos con nadie, ni contra nadie.

La notoriedad social de los éxitos deportivos convirtió en un fin en sí mismo el triunfo en los campeonatos. La adaptación a este nuevo paradigma —opuesto al paradigma olímpico— originó el primer cambio de orientación, muy temprano, del Madrid. Un cambio que alterará para siempre la relación de los socios con el club. Pasaron de asociarse con la finalidad de practicar el nuevo deporte a hacerlo con la de ser espectador o incluso gestor del club. La mayoría social, pues, perdió el derecho a la práctica recreativa del deporte en beneficio de los socios mejor dotados técnicamente. En seguida, los jugadores serán «buscados» en la cantera local, que se encuentra en los colegios privados, como el Pilar y los Agustinos, con arreglo a la extracción social de los futbolistas, pertenecientes a la exigua clase media de la época.

Al nuevo modelo pronto le sucedería otro cambio estructural asociado a la incipiente conversión del fútbol en espectáculo deportivo. El Madrid la había anticipado vallando el campo de O’Donnell en 1912. Una inversión con la que dobló en dos años los poco más de cuatrocientos socios que había reunido en los diez anteriores. Con el fin de incrementar sus ingresos por taquilla, hacia 1916 instaló la tribuna preferente. Aun así, sus recursos económicos no eran ni de lejos suficientes para afrontar con éxito el cambio que se gestaba.

A medida que el proceso de socialización del fútbol avanzaba, más elementos procedentes de las clases populares se incorporaban a una práctica deportiva hasta entonces exclusiva de las clases alta y sobre todo media. Entre los nuevos practicantes había jugadores de calidad notoriamente mejor. De la oportunidad de incorporar a estos últimos, para reforzar la competitividad de los equipos frente a los rivales, acabaría surgiendo en España el jugador profesional de fútbol.

El Real Madrid en el campo de O'Donnell

Partido del Real Madrid en el campo de O'Donnell

Quinta entrega: Donde se comenta la primera ocasión de matar al Madrid desde dentro y la pertinaz vocación de seguir intentándolo

IX. La consolidación de la cultura del Madrid. El profesionalismo

La respuesta al nuevo desafío, en tres ejes de actuación sucesivos y relacionados entre sí, consolidaría la cultura del Madrid.

El debate sobre la profesionalización no fue ni breve ni pacífico. El primer reglamento de jugadores profesionales culminó en 1926 un proceso de once años. Al diferimiento de la regulación no fue ajeno el Madrid. La difusa y progresiva profesionalización del fútbol le había sorprendido en inferioridad de condiciones. La directiva del Madrid no enfocó como un fin la resistencia en los órganos federativos a la regulación del profesionalismo. Fue el medio para evitar ser desplazado a la marginalidad, mientras en paralelo creaba las condiciones para explotar con éxito el cambio de modelo que preveía ineludible.

En 1915 se habían producido las primeras denuncias de «amateurismo marrón» contra el FC Barcelona. A despecho del reglamento vigente, el club catalán explotaba la ventaja de sus casi 4.000 socios, que le convertían, con diferencia, en la sociedad económicamente más potente de España. Con mayor o menor intensidad, en la medida de sus posibilidades, los clubes importantes fueron imitando a los catalanes. El Madrid, esencialmente, había utilizado sus influencias para encontrar empleos o mejoras en la proyección social de los jugadores que «pescaba» en la cantera madrileña y en su inmediata periferia. Pero a la altura de 1920 tanto el Barcelona como el Español —que contaba con el mecenazgo de la burguesía industrial— ejercían un profesionalismo encubierto inasumible para los recursos económicos del Madrid.

En el seno del Madrid, mientras tanto, la profundidad ideológica de la controversia sobre el profesionalismo causó estragos. Conservadores y regeneracionistas —ahora sí hablo de posiciones políticas— confluyeron en la oposición al cambio para el que se preparaba la directiva. Los enfrentamientos, que llegaron a calar en la escasamente desarrollada opinión pública deportiva, afectaron a la propia plantilla de jugadores. Entre algunos de ellos se produjeron disputas personales irreconciliables. Hubo, incluso, jugadores emblemáticos que amenazaron con abandonar el club de admitirse el jugador profesional.

El Español, la Gimnástica y el Rácing le ganaron al Madrid ocho campeonatos regionales entre 1903 y 1919. En ese mismo periodo el Athletic de Madrid no fue capaz de ganarle ninguno. Para 1936 los otros tres campeones regionales madrileños, aquellos viejos grandes rivales del Madrid, se habían extinguido o agonizaban tristemente en categorías inferiores. Al contrario que el Madrid, se adaptaron mal y tarde al profesionalismo.

De haber triunfado en el club las posiciones conservadoras —de distintas orientaciones ideológicas, como he dicho—, se puede inferir que durante la década de los treinta el Madrid habría desaparecido y la sucursal del Athletic vasco, con su equipo cuajado de jugadores profesionales, se habría convertido en el emblema de la ciudad. ¡Qué desgracia, vaya por Dios, para aficionados y madrileños!

De tan cruel paradoja no se hará cargo ninguno de los que, por el sesgo de sus posiciones de hoy, habrían defendido ardorosamente entonces que el Madrid no era digno de los profesionales. Pero no cuesta imaginarles protestando en nombre de la pureza del sport a las puertas del viejo Chamartín.

X. La contracultura del Madrid. Los falsos mitos

El tópico del español y canterano, que se abandera hoy frecuentemente como solución a los males del fútbol moderno, podría ser el equivalente contemporáneo al referente madrileño y amateur de hace noventa años. Se diferencia cualitativamente de él en que mientras la reivindicación del siglo XX se refería a una realidad existente aunque agónica, la del siglo XXI reclama una tradición fantasiosa que se atribuye al Real Madrid con absoluto desprecio de los datos de la realidad.

Lo que denomino contracultura del Madrid revela, de todas formas, una cierta continuidad de método. La resistencia al cambio busca legitimarse en la apelación romántica a un pasado mítico, a una Arcadia idílica. Pero si se analizan los datos con cierto rigor histórico, es decir, sin aislarlos del contexto socioeconómico, del marco normativo y del entorno competitivo en que se produjeron, no tarda en revelarse que se nos presenta como virtud lo que solo fue necesidad.

La aplicación de las imaginarias tradiciones no resolvería, por lo tanto, las necesidades actuales. Es más, agravaría los problemas del presente. En definitiva, si atendemos a los hechos realmente sucedidos, el pasado sacralizado por los abanderados de la contracultura carece del prodigioso efecto sanador que sus defensores le atribuyen.

Este recurso al elemento emocional es sin embargo una fortaleza a la hora de popularizar sus posiciones. Por el contrario, excluye el enfoque racional del análisis de las alternativas, de las soluciones a los problemas y de las estrategias de crecimiento del club. No hace diferencia si lo persigue de propósito, o por simple incapacidad para el pensamiento abstracto. Las cualidades del estratega, es cierto, parecen lejos de las competencias intelectuales que evidencia el discurso de sus portavoces mediáticos. Desgraciadamente para ellos, pudiera ser que quienes utilizan este recurso sean sinceros.

Sexta entrega: Donde se explica cómo los sensatos aprenden del pasado

XI. El recurso a la memoria no es disparate

Este de la contracultura es un modo disparatado de recurrir al pasado —incluso inventado o falsificado— por simple vocación de resistencia al cambio. El cambio es, sin embargo, la condición necesaria de la supervivencia. No es más que la respuesta —que puede ser tardía o anticipada, ya he dicho— a otro cambio inexorable, el de las condiciones socio-económicas, que no puede gobernar el club.

He aludido a algunos ejemplos derivados de la propia evolución del fútbol —en un contexto socio-económico de modificación de los patrones de ocio y del mercado asociado al mismo—. Recientemente la crisis económica ha destruido un tercio de la riqueza nacional y su gestión ha condicionado la distribución de la riqueza remanente, empobreciendo aún más a grandes capas de la población consumidoras de ocio-fútbol. Alguna trascendencia habrá tenido esta disminución general de la capacidad de consumo sobre un gasto que no entra en el capítulo de los imprescindibles. Inmersos en una burbuja, quizá la notemos en unos años.

Pero el ejemplo más radical de la influencia de los cambios socio-económicos en el statu quo del fútbol —el que mejor permite comprenderla— es el de la Guerra Civil. Pese a los panegíricos «fabricados» en Cataluña —en los años previos a la Transición y durante la misma—, el Madrid fue el club más castigado por la Guerra Civil y por la política deportiva del franquismo de posguerra. Pasó de dominador del escenario futbolístico español a segundo club de Madrid. Esta seguía siendo la situación que afrontaba la presidencia de Santiago Bernabéu en 1943.

Antes lo habían hecho la de Santos Peralba —depuesto por el general Moscardó, pero al que Bernabéu incorporó a su junta directiva— y la junta gestora, formada en 1939 para salvar el club de la desaparición. Esta última se negó a que el Madrid diera soporte a la operación Aviación Nacional. Los militares quería utilizar la licencia de un club en escombros para llevar a primera división al equipo formado, esencialmente con futbolistas canarios, en 1937 en Salamanca.

La defensa de la independencia del club frente a los planes del poder no era nueva en la cultura del Madrid, como más adelante veremos. Ya en la primera ocasión había estado en juego la pérdida de la hegemonía en Madrid. En esta segunda, en un contexto muy poco propicio, efectivamente la perdió frente al Atlético de Aviación. El Atlético pasó —directamente— del descenso a segunda en 1936 a ganar las dos primeras ligas de la posguerra. Y lo hizo jugando en el viejo Chamartín, mientras sobre el antiguo Metropolitano construía un campo nuevo con el doble de capacidad que el campo del Madrid.

Como apuntaba, hay una forma tergiversadora de apelación al pasado, orientada al más absurdo mantenimiento mimético de las situaciones. Sin embargo esas situaciones que se pretende neciamente congelar se habían originado por las transformaciones anteriores. No se puede aparentar ignorarlas, como si el pasado glorioso al que se apela fuera la consecuencia de un estado natural de las cosas que siempre estuvieron ahí y así. Contrasta radicalmente con ella el recurso a la memoria del club que, bajo la presidencia de Santiago Bernabéu, subyace en el enfoque racional de las soluciones a los desafíos que afronta ese Madrid derrotado, pero no postrado, de los años cuarenta. Su orientación —en favor del cambio— es precisamente la contraria.

Inauguración Chamartín 1947

Inauguración Chamartín 1947

Me entretengo ahora en una fotografía del partido contra Os Belenenses del 14 de diciembre de 1947. El Madrid inaugura el nuevo «Estadio de Chamartín». El proyecto nuclear de Santiago Bernabéu del que sus detractores —externos e internos— dicen, con sorna, «un estadio de primera, para un equipo de segunda». Sobre el círculo central del nuevo campo de juego están, como mandan los usos, los capitanes de ambos equipos. No están los árbitros. En su lugar, una mesita sobre la que descansan los banderines y obsequios intercambiados por los equipos, junto a un libro de firmas de los primeros doscientos socios del Madrid.

La luz brillante entra desde la Castellana. Debe de ser un sol tibio, dada la estación. Ipiña, el capitán del «equipo de segunda», dirige su mirada hacia la mesa, como protegiendo la vista, quizá inconscientemente, de ese último sol del otoño. Un grupo de directivos posa tras la mesa. Al fondo, la torre del marcador señala ya el empate a cero con el que comenzará el partido. Bajo la torre un ejército de voluntarios. No sólo no ha desertado en estos tiempos ingratos, sino que ha respondido, con su dinero escaso, a la llamada de su club. Por primera vez abarrotan las gradas edificadas para ser testigos de hazañas mucho mayores que las más grandes que atesora en su memoria cada uno de esos soldados para calentar el ánimo que ahora muerde el frío de las derrotas. Contra la «ilustrada» opinión de los agoreros, el anfiteatro, volado y sin columnas, no se ha derrumbado.

Santiago Bernabéu, al que la instantánea fija en un gesto reflexivo, tiene a su izquierda a un hombre mayor. Permanece erguido, no envarado. Su mirada, de frente hacia la grada de preferencia, transmite orgullo. Hace veintitrés años presidió la inauguración del nuevo «Campo del Real Madrid F.C.», al que la afición terminaría conociendo como «Chamartín». Se llama Pedro Parages. Es, ahora, el socio nº 1 del Madrid, y lo seguirá siendo hasta su muerte que ocurrirá en Saint-Loubès, donde reside, apenas dos años después.

Santiago Bernabéu ha querido tenerle a su lado en este momento solemne para la historia del Madrid. A la hora en que el club está declarando al mundo su determinación y su capacidad de conquistar el futuro. Escenifica el recurso a la memoria histórica del club. Bernabéu no precisa de él para legitimarse personalmente, porque a estas alturas, transcurridos poco más de cuatro años de su presidencia, ya ha comenzado la mitificación de su figura como la del hombre capaz de hacer renacer al Madrid de las cenizas en que lo dejó la Guerra Civil. Le quiere a su lado para reconocer que el futuro, que hoy comienza, se ha edificado usando los materiales que le ha prestado la memoria de cómo se edificó el futuro en el pasado.

Basta evocar la presidencia de Pedro Parages para comprender en qué consiste esa forma de encontrar en el pasado, en las experiencias que atesora la propia historia del club, los recursos para afrontar las transformaciones que exige la solución de los problemas del presente. La senda que Parages abrió a lo largo de los diez años en que presidió el club, fue continuada y completada bajo las presidencias de Luis Urquijo —respaldo financiero de la expansión patrimonial del Madrid— y Luis Usera, quien —bajo la dirección del secretario técnico Hernández Coronado— apuró el cambio del modelo deportivo concebido e iniciado en tiempos de Parages. Santiago Bernabéu era el secretario de esta última junta directiva.

Pedro Parages

Pedro Parages

XII. La década de Parages

Pedro Parages, jugador del Madrid de 1902 a 1908, ganador de cuatro campeonatos de España consecutivos y otros cuatro campeonatos regionales, y de cuyo bolsillo salieron los dineros necesarios para vallar el Campo de O’Donnell, fue elegido presidente del Madrid en 1916. Ocurrió en medio de un manifiesto ocaso competitivo frente a la pujanza de clubes vascos y catalanes, que parcialmente disimulan el campeonato de 1917 y los subcampeonatos de 1916 y 1918, al inicio de su gestión.

Durante su presidencia (1916-1926), Parages —a quien Santiago Bernabéu caracterizó como «la gran figura fundacional del Madrid»— defendió el cambio a la profesionalización al tiempo que preparó al club para afrontarla con éxito. Sentó las bases del desarrollo económico del club, que no sólo permitirían sostener el coste de una plantilla de profesionales, sino utilizar las ventajas que la ciudad de Madrid podría crear en la situación que se avecinaba. Los frutos deportivos de esa respuesta no se recogerían, sin embargo, hasta dos presidencias después, con la conformación del gran equipo del quinquenio republicano.

Para aumentar radicalmente los ingresos, afrontó la construcción de un campo en propiedad con capacidad para 20.000 localidades y promovió la creación del campeonato de liga regular. El Madrid asumió el desafío de trasladar los partidos de fútbol más allá del término municipal de Madrid. Si perseguía aumentar el aforo para aprovechar el crecimiento de la demanda de fútbol; el coste de los terrenos no permitía otra opción. La actuación era arriesgada, pues la lejanía del centro podría retraer la demanda. Tuvo la previsión de elegir los terrenos dentro del ámbito de expansión futura de la ciudad, en la zona de ulterior ampliación de la Castellana, lo que se traduciría con los años en un incremento considerable del valor patrimonial del club. Diseñó, además, una acertada política de precios populares, duplicando el precio medio de las entradas de preferente y reduciendo un 15% las de general. Su resultado fue que el Madrid había multiplicado por cuatro su taquilla en el momento de afrontar la formación de su primera plantilla profesional. Mientras tanto, el Madrid seguía perdiendo. El año de la inauguración de Chamartín, hasta en el campeonato regional.

En defensa de la independencia del Madrid, la construcción de Chamartín implicó, además de contraer riesgos financieros límite para sus recursos, enfrentar notables presiones del poder. El Rey Alfonso XIII era uno de los inversores en el Stadium Metropolitano, en el que sus promotores pretendían que jugaran alquilados los cinco equipos principales de Madrid. La directiva de Parages dedujo que los dueños del Stadium —la Compañía Metropolitano Alfonso XIII y su filial, pero beneficiaria especulativa de la actividad de la matriz, la Compañía Urbanizadora Metropolitana— en poco tiempo controlarían el fútbol de la capital, y sospechaba que tenían el propósito de fusionar a medio plazo los cinco clubes. Se negó a participar en la operación y eligió su propio y espinoso camino. El Metropolitano se inauguró en 1923. En él jugaban los cuatro equipos restantes.

En la creación de un campeonato cerrado de liga regular, enfrentó las renuencias del F.C. Barcelona, al que perjudicaba la disposición radial de los ferrocarriles, pues la mayoría de los participantes serían vascos, y que consideraba la consolidación del nuevo campeonato una amenaza a medio plazo para la supervivencia de su propio campeonato regional. Posteriormente hubo de vencer la oposición de los clubes inicialmente excluidos del proyecto, liderados por el Atlético de Madrid y apoyados por la Federación.

Aunque el intento dio lugar al primer antecedente histórico de Liga profesional de fútbol, el Madrid fracasó en el empeño de sustraer la nueva competición al control federativo. Una manifestación, recurrente a lo largo de su historia, de su cultura de independencia. Se repetirá, a escala europea, treinta años después con motivo de la creación de la Copa de Europa, o en la fundación y liderazgo del G-14 a principios del siglo actual.

Entre la inauguración de Chamartín (1924) y el inicio del primer campeonato de Liga (1928), el Madrid formó su primera plantilla profesional. La cantera madrileña, dominante en 1926 —diez de los once jugadores se habían formado en ella—, fue enseguida sustituida por la vasca, las más importante y fecunda de España, que constituirá la base del equipo que conquistará la hegemonía del fútbol español durante los años treinta.

Desde 1917, los equipos vascos y catalanes detentaban en exclusiva el campeonato de España. El Madrid ganará el campeonato de Liga de 1932. Le siguen la Liga de 1933, la Copa de 1934 –primer campeonato de España en 17 años— y la Copa de 1936. Descendido y en quiebra, el Athletic de Madrid se enfrenta entonces a la desaparición, a la que ya se habían visto abocados los otros tres equipos que se sometieron a las presiones de la Casa Real y el Duque de Alba en la operación Metropolitano. Como ya hemos visto, la Guerra Civil trastocaría todo.

 

Reivindicación de Santiago Bernabéu 1

Reivindicación de Santiago Bernabéu 2

Reivindicación de Santiago Bernabéu 3

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