Las mejores firmas madridistas del planeta

Diez años ya. Quién lo diría. Hoy es el décimo aniversario de uno de nuestros tuits favoritos, y eso que tenemos muchos, como si fueran nuestros propios hijos. Parece que fue ayer cuando le vimos aparecer con la insolencia propia del antimadridismo. Ay. Sigue siendo muy joven. Mucho tiempo aún, ¡la historia!, le va a contemplar para siempre, pero hoy queremos celebrarlo. Este tuit ya anda y habla y come solo. Se ha hecho mayor, aunque sigue siendo tremendamente gracioso. Bueno, mucho más que eso.

Yo le he visto esta mañana, con esos andares tan suyos, y me he partido de la risa. No son sólo los andares torpes como de estar a punto de darse un tortazo monumental. Por ejemplo, ese “ni de coña…” final, con sus puntitos suspensivos y todo. Esos puntitos suspensivos como de croché. Monísimos. Quién le iba a decir a Antón Meana que al final de aquellos puntos suspensivos tan bonitos y displicentes había un ¡Balón de Oro!

Luka Modric.

Qué atrevido es el antimadridismo, como la juventud. Yo supongo que el Balón de Oro, y muchas otras cosas más que eso: las Copas de Europa y el mando pasado, presente y futuro, la personalidad, el ejemplo, la humildad, el triunfo, el reconocimiento mundial o el pase con el exterior de Luka Modric le habrán devuelto a Antón los puntos suspensivos de croché recubiertos de chocolate, un suponer (y un deseo), para poder deglutirlos mejor. Pobre.

Por esos puntos suspensivos, pero en dirección contraria, venía Luka pitando como una locomotora que no vio venir. Pero qué chaval, el tuit, digo. Qué orgullo. Porque el padre es otro, pero para nosotros es un hijo querido. Diez añazos y cada vez más grande. Todavía me acuerdo de cuando le hacíamos cosquillitas de recién nacido. Luego a su padre ya no le hizo tanta gracia. Le hizo patinar y de la costalada ya no le quiso como cuando le parió.

Menudo patinazo. Casi no habrá otro igual. Una década de patinazo. Primero despacito: “Uyuyuyuyu…”, y luego: “¡zas!”, una vez. Y luego otra, y otra...

Porque menudo patinazo. Casi no habrá otro igual. Una década de patinazo. Primero despacito: “Uyuyuyuyu…”, y luego: “¡zas!”, una vez. Y luego otra, y otra. Y para arriba y con cualquier descuido: “¡zas!”, otra vez al suelo. Diez años patinando sin parar. Y lo que queda. Dicen que se le conocía como Plushenko, al padre, en los mentideros, en honor al gran patinador ruso, aunque esto puede ser una leyenda apócrifa.

“No cambio a Luca Modric por Miguel de las Cuevas ni de coña…”. Ahí le tienen. Tan joven, tan chispeante, tan vivo como siempre. Con su “Luca” con “c” y sus adorables ínfulas y su precioso tono de barra.  Sublime e inmortal.

 

Fotografías: Imago.

El Real Madrid primero en la fase de grupos tras un epílogo inolvidable

Me encanta cuando hablan Zidane y Benzema a solas cuando el partido está a punto de empezar. Es como si hablaran de chicas. No los oigo, pero en mi cabeza suenan sus voces como la del doblaje con acento francés de Valeria Bruni-Tedeschi (la hermana de Carla) en Un buen año, esa peliculita de Ridley Scott para quedarse a vivir en ella. Los veo hablar y me vienen aires provenzales, que son como aires de infancia. Dos chavales que van a jugar un partido en verano en el campo, entre viñedos. Y los dos son del Real Madrid.

Mientras el Madrid jugaba ayer sonaba Charles Trenet. “Boum! (y marcaba Benzema) quand notre coeur fait, boum! (y volvía a marcar Benzema) Tout avec lui dit Boum! (y un palo, y un contraataque…) Et c’est l’amour qui s’eveille…”. Y cuando corría Lucas Vázquez por la banda derecha se escuchaba esa parte tan divertida, iniciática y trotona: “La pendule fait tic tac tic tic, les oiseaux du lac font pic pic pic, glou glou glou font tout les dindons, et la jolie cloche ding ding ding…”.

Distefanismo Modriciano, que parece un nombre de El Gatopardo, la novela, un primo de Giuseppe Tommaso di Lampedusa

“Boum!” nos hizo ayer el Madrid por dentro y por fuera. Inundados de Madrid, de zidanismo y de belleza, que era la de Luka Modric surcando como el guerrero de Apocalypto los verdes campos. El mariscal balcánico jugando en todas partes al mismo tiempo. En el área rival, en la propia, en el medio campo, en las bandas, rematando, defendiendo. Gloria bendita. Distefanismo Modriciano, que parece un nombre de El Gatopardo, la novela, un primo de Giuseppe Tommaso di Lampedusa, porque el gatopardo real es Benzema.

A Kroos the universe

A Kroos the Universe, decía maravillosamente La Galerna en Twitter a propósito del prusiano que nos dirigía contra los prusianos, algo, además de exacto, matemático y perfecto, romántico, como el hijo de Taras Bulba dirigiendo a los polacos por su amada frente a los suyos, los cosacos. Ayer mismo pedía yo (y soñaba con él) un Madrid épico y austero. Ordenado y eficiente. Ahorrador y directo. Pandépico. No podía imaginarme, ni siquiera podía soñar con un Madrid despampanante, refulgente, brillante, sorprendente como una iluminación de Rimbaud tras una temporada en el infierno.

Benzema le dijo al final todo el mundo quién es el Madrid. Era el verano en diciembre y acababan de deslumbrar como bailarines y toreros.

Es el Madrid que no juega a nada y juega a todo lo que ninguno, nadie absolutamente, sabe. Es el misterio, el duende, el talento oculto, dormido bajo una maraña de letargo y de farfolla. El Madrid que vuelve. El Madrid que golpea. Que nos golpea y nos aplaca. Por supuesto también a las fieras que callan, que se callan obligadas y acariciadas por la suave brisa del Madrid, esa ventolera imparable de los terrenos de juego que aparece de repente como si se abriera el telón y abajo, en la orquesta, sombreado de espaldas, moviera su batuta Zidane.

Decía Karim al final del partido, con una sonrisa infantil y poderosa, sudorosa como la de Walt Whitman, que cuando jugaban así nadie podía pararles. Y quiso ser prudente porque paró un segundo antes de continuar la frase, pero no pudo ni quiso al final contenerse porque era el verano en diciembre y acababan de deslumbrar como bailarines y toreros. Le dijo a todo el mundo quién es el Madrid. Qué él y los demás, esa demostración fulgurante que habíamos visto, eran el Madrid y que allí estaban para jugar como nadie y para ser y hacernos felices con el acento, esta vez sí lo oí, de Valeria Bruni-Tedeschi.

 

Fotografías Getty Images.

 

El juego blanco desde la reanudación del campeonato liguero podría definirse de muchas formas pero, probablemente, ninguna de ellas incluiría las palabras "vistosidad" o "estética". Y es que si algo ha caracterizado al Madrid de Zizou en estas últimas semanas ha sido, por encima de todo, la solidez y la competitividad. Jugar cada tres días no te permite grandes alardes y bajo ese contexto es fundamental que el equipo, con más o menos rotaciones entre jornada y jornada, sea capaz de ganar sin merecer.

Zidane se ha abonado al 1-0, sí, pero lo ha hecho en base a una solidez que está enorgulleciendo al aficionado blanco. Esta Liga debe ganarse por encima de todo.

Porque ganar sin merecer es lo que te da títulos. Que se entienda lo de "sin merecer", pues al final el que se embolsa los tres puntos algo habrá hecho mejor que su rival, pero me refiero a esa capacidad para sacar adelante partidos en los que, quizá, no has sido demasiado superior. Lo que antes te daba Cristiano y su infatigable hambre para martillear la meta rival, ahora nos lo está dando el cerrojazo en nuestra portería (méritos a Courtois, Varane, Ramos y Casemiro) y la puntualidad goleadora (con Sergio y Karim como protagonistas). Si a Zidane hay que valorarle precisamente algo es el conseguir que este grupo, al que no le falta nada por ganar ni por demostrar, esté compitiendo tan bien en el día a día. Ya en su momento comentó que la Liga 16-17 era el título que más ilusión le había generado y, viendo la forma en que ha conseguido activar a los suyos en un fútbol sin público y jugando día sí día también, es posible que pronto tenga que cambiar esos números por un 19 y un 20.

En base a esa capacidad para resistir y acabar ganando, sin necesidad de partidos vistosos, sorprende que un futbolista del perfil de Fede Valverde, adalid seguramente de ese estilo tan enérgico, no esté siendo tan protagonista como en la primera vuelta. Allá por el mes de octubre, cuando agarró un puesto en el once para no soltarlo, Valverde comenzó un periodo de varios meses en los que no solo estaba jugando muy bien, sino que estaba siendo causa directa de la mejora colectiva y solucionador de gran parte de los problemas que el equipo evidenciaba. Fede supuso un chute de aire fresco en todos los sentidos: con balón aportó capacidad para el ida y vuelta, y sin él, una facilidad para compensar movimientos de sus compañeros más que útil.

Fede Valverde, hombre sistema en la primera vuelta, ahora está tapando más agujeros que aprovechando sus virtudes. Su rendimiento está siendo correcto, no brillante.

Sin embargo, tras estos meses de desierto futbolístico, y siendo justos también durante un tiempecito antes de él, Valverde no está dejando su sello en los partidos de la forma en que lo hacía hasta hace unos meses. Sigue siendo importante porque a nivel de sistema es el único que puede hacer aquello que Zidane demanda para esa posición, aunque su trascendencia durante los noventa minutos está siendo menor. Ya sea encontrando las causas en el ámbito individual (¿bajón físico? ¿reciente y primera paternidad?) o en el colectivo (Zidane le está usando a veces más para compensar deficiencias en el sistema que para potenciar sus virtudes, por eso de ser una navaja suiza), lo cierto es que el otro interior diestro del equipo, Luka Modric, dejó un partido en Bilbao digno de elogio y que hace replantear algunas cosas.

No se puede obviar que hay acciones para las que el físico ya no le da como antes, pero en este Real tan controlador, conservador (en el buen sentido de la palabra) y que tan poquito permite a sus rivales, contar con su figura en el césped aporta una cuota de grandeza que está pesando positivamente. Sobre el papel, lo que demanda el esquema blanco al interior derecho sigue siendo esa verticalidad, profundidad e incidencia física (en ataque y en defensa) de la que adolece el equipo en ese sector del campo. Es probable que eso siga siendo así pero la realidad del fútbol que estamos viendo tras el parón es que ha cambiado. Y en ese cambio, la diferencia en el Madrid se está marcando gracias a la capacidad para que en los partidos pasen pocas cosas. Ni está habiendo demasiadas ocasiones a favor ni a Courtois le están llegando en gran medida. Y bajo esos parámetros, Modric es un futbolista capaz de hacerse notar y ser diferencial. Ahora mismo puede decirse que la CKM está funcionando.

El caño de Modric a Sancet fue solo un detalle pero evidencia que Luka está "con la flechita para arriba". A este Madrid pos-Covid le está viniendo de maravilla.

A diferencia de la opinión generalizada de hace varios meses, en los que se defendía (y con bastantes motivos, claro) que Fede Valverde era el clarísimo acompañante de Casemiro y Kroos en el mediocampo, creo que a falta de cuatro jornadas para el final de Liga, eso ya no está tan claro. Obviamente el míster francés está rotando mucho y habrá minutos para ambos pero el rendimiento actual del melenudo rubito invita al optimismo. Cuando parecía que las gotas de magia croatas se estaban agotando, Zidane se ha guardado un poquito de dosis para su último vals. Porque ya sabemos que las grandes fragancias vienen en frascos pequeños. A Luka no le queda mucho pero sí lo suficiente para ser fundamental en el que, ojalá, sea su segundo título liguero. Porque una leyenda de su calibre no merece otra cosa.

 

Fotografías Getty Images.

 

La edad pasa y pesa muchísimo para absolutamente cualquier deportista de élite. También para los futbolistas, claro. Y, muy a nuestro pesar, también para nuestras leyendas de las cuatro de cinco Champions. Sí, también afecta a nuestro Luka Modric.

Allá por la temporada 2014/2015, incluso antes de esa fatídica lesión con Croacia, ya veíamos a un Luka Modric, de la mano de Carlo Ancelotti, mucho más posicional que el anterior del 4-3-3. Siendo timón del equipo, junto a Kroos en un doble pivote, llegué a tuitear esa frase de “Modric es el Messi de los centrocampistas”. Y la realidad es que, más o menos continuando ese rol tanto en el Real Madrid como con Croacia, llegó a la cima: tres Champions seguidas y una final de Mundial con el consiguiente Balón de Oro. Modric estaba destinado, como Pirlo, a envejecer moviéndose menos, pero moviendo más al equipo. Y, además, Luka Modric es un defensor de élite en estático.

Con Zidane en el equipo, Modric siempre ha sido interior derecho, como vimos ayer, pero en roles totalmente diferentes. En la primera etapa, cuando Zidane jugaba con el 4-3-3 de la BBC, Modric acompañaba a Kroos en la elaboración del juego en la base de la jugada, siendo Casemiro “el hombre libre” cuando el equipo tenía el balón. Ante los problemas con pelota del brasileño, Zidane pensó que juntar a Luka y Kroos era clave. Además, con Casemiro ganaba físico unos metros más arriba para, en cualquier caso, lanzar el juego directo hacia alguno de los delanteros y las segundas jugadas. Cuando Zidane cambió al 4-3-1-2, ganó con Isco una figura más entre líneas, permitiendo que Case se juntara más con los centrales, Modric le ayudara en salida y Kroos diera un paso hacia adelante. Pero, con la figura de Isco, tampoco era necesario que Luka tuviese que llegar tan arriba.

Tras una temporada 2018/2019 totalmente oasis en cuanto al análisis, en esta 2019/2020 se consolida la figura de Fede Valverde. El uruguayo, básicamente, cambia por completo el 4-3-3 del Real Madrid, más en concreto la disposición del centro del campo: Casemiro como posicional, Kroos como eje desde la izquierda siendo totalmente capitán de las posesiones del equipo y un Fede que, con su agresivo recorrido, compensa en banda contraria todo el juego, más lento, generado en la izquierda. El Real Madrid, desde Di María, no tenía un interior que rompiese de tal manera. Importantísimo en el fútbol europeo hoy en día. El máximo beneficiado de esta nueva fórmula, sin ninguna duda: Toni Kroos. Al alemán se le permite no compartir con nadie la elaboración del juego (a veces con Isco, pero éste apareciendo entre líneas, formando triángulos anti-presión, no estando) y, además, tiene piernas tanto por detrás (Casemiro) como por delante (Fede). El máximo perjudicado: Luka Modric.

¿Por qué es Modric el máximo perjudicado? Porque cuando se han juntado Casemiro, Kroos y Modric y el 4-3-3 ha intentado funcionar como antaño, básicamente no ha funcionado. Porque el equipo es plano. En la derecha no ha terminado de asentarse nadie. En la izquierda, los problemas físicos y lesiones de Eden Hazard no nos han permitido disfrutar ni el 80% del gran fichaje blanco. Y, además, no está esa figura goleadora, que compensaba todo, que era Cristiano Ronaldo. Y, por primera vez, ayer vimos que Zidane a Modric “le pide ser Fede”. Porque Zizou sabe que el equipo requiere que ese interior derecho estire al equipo. Necesita recorrido. Jamás vimos a Modric jugando tan arriba. A veces no es que llegara, es que ya estaba incluso por delante del extremo derecho, Rodrygo.

Ante el Éibar, Modric, más allá de algunas fintas y algunos giros de calidad máxima (eso nunca se pierde), sufrió tanto para hacer pesar su presencia arriba, ayudando al equipo a instalarse arriba (no logró romper líneas ni con balón ni sin balón), como en las transiciones defensivas: Carvajal y Varane, en muchas ocasiones, recibían de cara a tres jugadores rivales sin la marca de ese interior. De hecho, a Rodrygo le vimos en demasiadas ocasiones hacer ese recorrido hacia atrás que, en teoría, tendría que darlo el interior.

En resumen y como decíamos al inicio, la edad pasa para todos, incluido Luka Modric. Y, como lectura positiva, este proceso ha sido acelerado por el rol y el peso que ha desarrollado Fede Valverde en el equipo. Una presencia que incluso ha condicionado a nuestro ‘10’ cuando éste juega en el puesto del uruguayo.

También es importante resaltar que Zidane ha encontrado ese rol que compensa el juego posicional del equipo por la banda izquierda. Con Sergio Ramos, Marcelo, Kroos, Hazard e incluso Benzema cayendo por ese sector, el equipo necesita que, desde la otra banda, lateral derecho, interior y extremo sean piezas que rompan al espacio y puedan recibir, con espacio, gracias a todas las ventajas generadas desde el sector izquierdo. Ayer, sin irnos más lejos, lo vimos con Eden Hazard, que apareció por la derecha, en los goles de Sergio Ramos y Marcelo.

El Real Madrid afronta una eliminatoria de exigencia máxima. El Manchester City es un equipo que deslumbró en Inglaterra el año pasado ganando todas las competiciones locales que disputó. En la presente temporada está mostrándose mucho más irregular y se ha visto incapaz de aguantar el infernal ritmo de puntuación del Liverpool. Sin embargo, hay una muestra suficiente de grandes partidos de los blues como para respetar enormemente al equipo de Guardiola.

El City es un equipo con ciertos problemas en la salida del balón, lo que le ha ocasionado goles en contra durante la temporada. También es un equipo que defiende mal en su propia área porque no va sobrado de calidad defensiva en sus zagueros. Pero es un equipo absolutamente temible cuando impone su ritmo y logra encerrar al rival. Presionan muy bien la pérdida de balón cuando ésta se produce cerca del área rival. En eso Guardiola mantiene sus señas de identidad. También en la calidad de circulación del balón en tres cuartos de campo y en la paciencia para encontrar los huecos en la defensa rival. Entregar el balón y espacio al City no parece un plan ganador.

Ante la desgraciada baja de Hazard, dando por hecho que Courtois, Carvajal, Varane, Ramos, Mendy, Casemiro, Valverde, Kroos y Benzema son fijos, parece claro que Zidane puede manejar cuatro alternativas para cubrir las dos vacantes disponibles y afrontar el partido de ida:

1-BALE

La prensa, no siempre bien informada, está apostando por esta posibilidad. Nada demuestra más aprecio futbolístico por Bale que asegurar que el galés esta temporada, también la anterior, está muy lejos de su mejor versión. Cuando comparece parece desconectado del juego a pesar de mostrar esfuerzo defensivo. Sus compañeros casi nunca detectan sus desmarques y lo cierto es que, a pesar de ser un jugador con goles e instinto asesino, no está produciendo. Si Zidane apuesta por él, será por lo que ha dado en el pasado, con esperanza de que lo pueda dar aún. Lo cierto es que el perfil de Bale es fundamental en una plantilla con una clara falta de colmillo ofensivo. Bale es el jugador más diferente en ese aspecto, el más autosuficiente para generar un gol por sí mismo. Además, su experiencia en este tipo de choques es algo en su favor. También su poder intimidatorio, tanto por su disparo de larga distancia como por su velocidad al espacio. Uno de esos atletas de los que hablaba Guardiola. Su entrada normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

2- VINíCIUS

Quizá uno de los jugadores más en forma. El más parecido a Hazard salvando las grandes diferencias que existen hoy en día. Vinícius cada día desborda de forma más eficiente y últimamente, además, elige mejor la terminación de las jugadas. Vinícius siempre supone un dolor de cabeza para el defensor de su banda y es una amenaza al espacio dada su velocidad. Sin embargo, apenas tiene experiencia en este tipo de choques y esto puede suponer una desventaja en estas latitudes. Parece claro que será de la partida, ya sea de inicio o desde el banquillo. Su entrada de inicio normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

3- JOVIC

Juntar al serbio con Benzema podría darle el lugar que mejor se adapta a sus condiciones. Jovic el año pasado destacó en Alemania en compañía de un 9 como Haller porque Jovic no es un delantero al uso, sino que disfruta más llegando que estando. Sin duda el Madrid tendría más presencia en el área con dos delanteros y los centros, a veces desesperados, encontrarían más alternativas. El City sufre en el juego áereo y podría ser una buena alternativa. Pero el Madrid podría carecer de profundidad dado que Jovic es poco agresivo en el desmarque y tiende a la pasividad. No sería fácil ganar la línea de fondo ni poner el balón en condiciones en el área. Además, no es un esquema que se haya trabajado durante la temporada, al menos en partido oficial. La entrada de Luka normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

4- MODRIC E ISCO

Sería el mismo planteamiento que le dio al Madrid la Supercopa de España, pero que también tuvo que ser enmendado contra el Atlético en Liga. El 1-4-5-1 perseguiría una perfecta ocupación de los espacios en la búsqueda de una presión que penalizase los problemas del City. Sería un planteamiento para tener el balón y que los de Guardiola tuviesen problemas para imponer su estilo dominante. Cuesta imaginar que ese equipo sufriese mucho en fase defensiva o para tener el balón, pero tampoco es fácil imaginar cómo equilibraría eso con la intimidación ofensiva que el Madrid debe saber trasladar en el Bernabéu.

Sólo Zidane sabe por qué optará y quizá nos sorprenda con alguna alternativa adicional que contemple a Lucas. Mi cabeza me dice que la 1 y la 4 cuentan con más opciones. Mi intuición me dice que será la 4.

 

Un jugador, una canción

Luka Modric–  Dark Side of the Moon

 

Hay discos de los que no se pueden escuchar canciones sueltas. Hay que ponerlos del tirón y disfrutar de la colosal obra de arte que es la consistencia que los adorna. Pink Floyd hicieron el que es, junto a Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band de los Beatles, el disco más coherente y completo de la historia del rock and roll. Estamos de acuerdo con que de Dark Side of the Moon se pueden extraer joyas como Time (ese solo de guitarra de David Gilmour, por el amor de Dios) o la manida Money, cuya intro basada en un bucle de ruidos de caja registradora, caída de monedas y rasgado de tickets mientras acompañan al bajo de Roger Waters en un inusual compás de 7/4 es de una brillantez sin tasa.  El lirismo se aporta en los estribillos de Us & Them y Brain Damage en claro contraste con la casi atonalidad de sus estrofas, recurso este muy habitual en Pink Floyd. Otro ejemplo palmario está en otra de sus obras magnas, Comfortably Numb de The Wall.

El último dato brasiento que daré será que el propio Rick Wright, que en paz descanse, teclista de la formación, reconoce que en su segundo corte (segundo si contamos la intro llamada Speak to me como un tema independiente), la resolución del estribillo es una copia descarada de una estructura sacada del Kind of Blue de Miles Davis. Así, se pasa de un Re7#9 a un Re7b9, jugando con ese efecto de conclusión totalmente inequívoco. Os ruego que me perdonéis si esto ha sido demasiado técnico.

Cuando eres centrocampista y eres el mejor del mundo, es seguro que tal consideración es, en gran medida, por tu dominio de los tiempos y registros del juego, así como por tu comprensión y resolución del mismo. Luka Modric, el niño sabio de Zadar, podía tocar en Pink Floyd por esa comprensión matemática del juego pero en absoluto exenta de arte, todo ello envuelto de una insuperable estética. Si Dark Side of the Moon es un disco que toca una enorme cantidad de registros con una maestría ultraterrena, ¿acaso no lo hace don Luka, robando, fajándose, sacando el balón, soltándolo al primer toque y acelerando el juego o pausándolo, según convenga, lanzando extremos o delanteros, abriendo o marcando? Sin duda, hay algún paralelismo inexplicable entre la guitarra de David Gilmour y el exterior de la bota de Modric. Ambos son perfectamente distintivos, siempre hacen lo que deben hacer con un gusto exquisito, todos los grandes los quieren a su lado (mirad la hoja de servicios de Mr. Gilmour) y su precisión solamente rivaliza con su buen gusto y sentido de la estética en lo que hacen. Qué se le va a hacer. Son cosas de genios.

Un jugador, una canción

1-Sergio Ramos – Dazed and confused

2-Karim Benzema – Aint’t that a kick in the head?

3-Luka Modric –  Dark Side of the Moon

4-Lucas Vázquez Neon

5-Raphaël Varane -Suck my kiss

6-Rodrygo Goes – Shout it out loud

7-Toni Kroos Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band

8-Gareth Bale - Master Of Puppets

9-Nacho - Overkill

10-Isco - Dance of Eternity 

11-Valverde -The Trooper

 

El Zinedine Zidane jugador era una pieza de museo. La amalgama de técnica y creatividad, aunada a un lenguaje corporal tan fino como histriónico, producen un efecto hipnótico. Uno se puede sentar a ver un vídeo suyo en Youtube que supere los quince o veinte minutos incluyendo nada más que controles y otros gestos técnicos con música de Tchaikovsky y confundirse y pensar que está viendo una versión alternativa de El Lago de los Cisnes del Ballet Imperial Ruso.

Por eso, sobre ese Zidane se creó una narrativa que lo erigió como un performer preciosista. Empujada al absurdo, esa visión de las cosas también llevó a un runrún que disminuía el nivel futbolístico de Zidane y hablaba de él solo en esos términos: esteta y artista, que, sin eufemismos, para algunos es decir que su fútbol era charlatán. Nada más lejos de la realidad. Aunque todo en Zidane, desde el regusto sibarita que se te queda en la boca al decir su nombre completo hasta su berninesca estructura ósea, resulta grácil y bello, sería necio confundir eso con guadianismo o la mínima nota de levedad en su fútbol. Porque el fútbol de Zidane siempre fue pesado, serio y austero. No había en sus refinadísimas ruletas nada que no fuese una piscina de practicidad. Era el gesto técnico perfecto ante cada situación, fuese este un toque de primera a dos metros y desmarque que arrastre marcas o un control orientado con el talón más giro y cambio de frente con el exterior dejando turuleto al defensa.

Como el fútbol es un deporte que alimenta el ego y el alma, aquellos que dominan el balón con el toque celestial de los elegidos suelen encontrar en su apropiación de la pelota la necesidad de exhibirse. Los hay lúdicos, malabaristas que encienden las gradas y minan el espíritu de los rivales. También los hay regios, que se asoman a la pelota requiriéndola todo el tiempo para lucirse, mostrarse y sentir que están jugando. Por eso, esa cualidad zidanesca de ser justo y sobrio teniendo todo para no serlo es singular. Siendo el mago más mago, lo normal es ser Saruman - y rendirse a la tentación -, que Gandalf. Y eso fue Zidane, el blanco. Y eso es lo que fue Modric para él cuando se sentó en el banquillo del Bernabéu.

Luka ya era grande antes de la llegada de Zidane. Un brujo que parecía un Cruyff reencarnado, pero en mediocampista, croata y pequeño. Siendo genial como lo era, Modric era quizás el mediocampista más versátil de su generación. Dotado de un talento técnico y táctico que subía a su minúsculo cuerpo en hombros de gigantes, Modric hacía todo lo que puede hacer un mediocampista. Un personaje de rol que invocaba sus poderes a discreción según la necesidad del partido. Un sabio consciente, porque además Modric se hacía a sus equipos y sentía sus necesidades y miedos, obrando con la responsabilidad de un líder y no de un héroe.

Cuando Zidane tomó el mando del equipo, el Madrid estaba herido y Luka, sensible y émpata, había decido atenderlo imprimiendo a su fútbol con tinta sigilosa. El riesgo, tan importante como el control, desapareció del lenguaje de su juego. Sin pelota, jamás amenazaba la espalda del mediocampo contrario, guardando su posición de bisagra defensiva; y con ella, acudía a la horizontalidad en lugar de su clásico regate vertical, enajenado y mortal. Esa respuesta anímica de Modric duró varios meses después de la llegada del francés, quizás porque el Madrid que gana la undécima todavía necesitaba de ese Modric, casi como si se trátase de las rueditas auxiliares de una bicicleta cuando uno está aprendiendo.

Pero tras la obtención de la primera Champions, Zidane cambió su fórmula de libertad individual y cautela colectiva. Para el día a día, dejó que su Real Madrid se soltara la melena y se quitara los zapatos sobre el prado. El metal europeo había ahuyentado los miedos. Con la confianza por las nubes, Modric dejó el escudo y se convirtió en espada: la versión más agresiva y atacante del futbolista comenzó a verse, con desmarques y movimientos verticales continuos y sed de sangre.

Aunque irregular, como el Madrid mismo, cuando Luka tenía el día, los blancos arrasaban. Zidane no necesitaba de él que fuese su elemento de control, algo para lo que ya estaba Toni, sino que fuese un cerebro responsable y sobrio, como él mismo. En defensa, Luka se mostraba como un campeón, niveles y formas que su entrenador nunca conoció; en ataque, el francés contaba con él para que fuese el equilibrio de todo: con atacantes tan exhibicionistas como Ronaldo, Benzema, Bale e Isco, la practicidad sabia de Modric con y sin la pelota hacía balanza. Compensaba lo que hacían sus duendes y añadía dosis de simpleza al ataque blanco. Ellos eran Del Piero y él Zidane, punto y contrapunto.

Modric terminó la temporada 2016–2017 como un tiro. El Madrid que llegó a Cardiff, en la cima de sus poderes, lo tenía a él como punto de equilibrio. El dominio emocional corría por parte de otros: lo de él, era hacer transformar aquello en superioridades tangibles desde la táctica y la estructura. Traducía los principios de juego del Madrid en verbo. Y se lucía, porque no había otro que con el exterior la pusiera como él y que, siendo mediocampista, se deslizase por el pasillo central como la facilidad con la que él lo hacía. Sin dar nunca un paso superfluo ni una palabra de más. Era él, Modric, El Blanco.

 

Los cerebros de Zidane:

    I. Origen.

  II. El gran director.

III. Modric, el Blanco.

III. Sucedió una noche en Cardiff

 

 

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