Las mejores firmas madridistas del planeta

¿Hay temor en el madridismo por el regreso del expresidente culé?

Yo si fuera culé también estaría eufórico con el regreso de Laporta. Si el culé vive en la ilusión perpetua incluso en época de sex-tetes, como no vivir en ella en época de (más bien) “¿qué pasa, tete?”. Yo, madridista, también estoy contento con el retorno de Joan, que ha vuelto a la palestra como volvió Mel Gibson con toda la vida en el rostro. Es como un nuevo Laporta, aunque sea el mismo, como lejos de patriotas y Bravehearts.

Muchos madridistas, parece ser, tienen miedo. Han comprado el relato que han empezado a vender (por cierto, ahora se vende este y se ha dejado de vender el de la detención de Bartomeu & Co., si encuentran algún ejemplar perdido háganmelo saber, por favor). Madridistas que tiemblan por la venida de Laporta. Yo compartiría una leve preocupación si también se hubiese producido el regreso de Villar, que como ya saben llegó un momento en que no le podía dar más a Joan.

Laporta y Villar

Ignoro si Laporta viene con un Villar bajo el brazo, pero hoy, además de federaciones, hacen falta más cosas para levantar una ruina. Intervenciones, saneamientos, decisiones. Casi un proceso de desmontaje de todo sobre lo que sustentaba, también, aquel Barsa que tocó el cielo. O que hizo creer que aquello que tocaba era el cielo, cuando sólo eran las teclas (la tecla, en realidad) que acertó a tocar Laporta. Muchos lo tienen por virtuoso pianista y simplemente podría ser el teclista de un grupo de la movida, con toda su pose y su dedito solitario.

De la movida, aunque sea de una movida cataculé profunda es de donde parece haber regresado como con la intención de volver a tocar sus viejos éxitos, de incierta acogida actual. Aquel cartel de presentación en la fachada de La Castellana podría ser todo el Laporta que queda. O no. En cualquier caso, no hay motivo para tener miedo. Por lo de los saneamientos, las decisiones… No faltaría más, y aunque fuese mucho más que eso. ¿El Madrid, miedo?

Laporta se me ha aparecido muy alejado de aquel con la corbata en la cabeza y la camisa bañada en champán. En esa estación ya no pone “Visite Coney Island” sino “Amor”

Y luego ya veremos. No sé a ustedes, pero a mí Laporta se me ha aparecido muy alejado de aquel con la corbata en la cabeza y la camisa bañada en champán. Yo le vi el otro día y a pesar de la sonrisa y la parafernalia me pareció más bien el Noodles de Sergio Leone volviendo al barrio treinta años después. A esa estación donde ya no pone “Visite Coney Island” sino “Amor”.

¿Dio miedo, temor, Laporta alguna vez al madridista? ¿En serio? Yo si fuera culé también estaría eufórico por la llegada de Joan. Casi lo estaría por la llegada de cualquier cosa que lo removiera todo, aunque Laporta no es cualquier cosa, ni mucho menos. Laporta es como el rey de Zamunda. El otro día tuve curiosidad por ver esa segunda parte y no duré mucho. Lo intentan con lo de las bañadoras, como Laporta (que es muy, o al menos fue muy, de bañadoras), pero ni por esas. Nada de Chocolate Sexy, aunque pareció comenzar con esperanza.

Joan Laporta.

Incluso me reí cuando Eddie Murphy se lanza encima de Arsenio Hall al enterarse de que por su culpa tiene un hijo bastardo, mientras James Earl Jones, su padre, y un extraño consejero le gritan: “¡Mátalo, mátalo!”. Eso fue todo. Nada nunca vuelve a ser lo mismo como para encima tenerle miedo a lo que en realidad nunca existió. Acuérdense de Lautaro y ahora piensen en ¿Mbappé?, ¿Haaland? Miren, esto también tiene gracia.

 

Fotografías: Imago.

 

El mito francés recuerda al madridismo y al antimadridismo quiénes son

Al término del gran partido jugado contra el Getafe, Karim Benzema aprovechó una pregunta ante los micrófonos para decir que el Real Madrid era el mejor equipo del mundo y que todo alrededor era ruido. Es esta una pequeña rebeldía, sutil y medida y contundente, respecto al perfil amable que se estila en los blancos con respecto a la prensa que dispara.

Esto de Benzema fue una bienvenida y apropiadísima “salida de tono” que golpea directamente donde tiene que golpear impidiendo, además, una réplica a semejante altura, por lo que hace imposible que se produzca de ningún modo de la misma forma que no hay contestación a la jugada de la línea de fondo en el Calderón. Es el silencio triunfante.

Benzema Atlético gol

Benzema será recordado como un mito, un campeón y un genio único, madridista hasta las trancas y por ello con el derecho adquirido de ciscarse en los ciscadores con la elegancia, incluso no tanta (se lo ha ganado), de un control suyo con la puntera, pongamos por caso.

Ese ruido del que habla Benzema es para el Madrid como ese zumbido neoyorquino constante. Todo el que haya estado en Nueva York lo habrá podido apreciar. Manhattan es un zumbido que no afecta a la vida de los knickerbockers (sólo a los turistas), que caminan a toda prisa sin detenerse y sin mirar a nadie.

Todo eso es el ruido (y la furia) del que habla el portento lionés, cuya hors catégorie nos indica el camino como antes otros nos lo indicaron desde el principio de los tiempos madridistas

Eso es el Madrid. Con el zumbido ya nos entretenemos nosotros, los aficionados, que es precisamente con lo que tratan de entretenernos. Siempre hay alguien ahí dispuesto al sabotaje de cualquier tipo. Alrededor del Madrid siempre bullen las murmuraciones y las maquinaciones, sustentadas en las mezquindades y en las envidias que genera, como dijo Benzema, el mejor equipo del mundo.

Todo eso es el ruido (y la furia) del que habla el portento lionés, cuya hors catégorie nos indica el camino con las mismas pinceladas con las que antes nos lo indicaron otros desde el principio de los tiempos madridistas. Las palabras de Karim lo elevan a él, elevan al Madrid y elevan también a la afición que se enorgullece de sus creencias y de sus diferencias.

Sound and the Fury Faulkner

No todo el mundo puede ser del mejor equipo del mundo, pero nosotros lo somos y nos lo recuerda Benzema como si nos arengara sin arengarnos, como si pontificara sin pontificar, casi como si recitara con su lira, desde el púlpito improvisado que le han montado los que en buena medida son sus enemigos y el ruido y la furia del idiota del verso de Macbeth que inspiró a Faulkner.

El ruido de ahí afuera, esa escandalera de mercadillo donde se oyen las voces de los mercaderes del templo o el cloqueo de las gallinas enjauladas, por favor, con la quietud y el sosiego, la gloria y la belleza de los hombres que se respira aquí dentro.

 

Fotografías Getty Images.

 

Una parte de la afición diviniza al entrenador madridista

Oigo sin cesar al aficionado cercar el Versalles de Zidane. ¡Los jóvenes! ¡Queremos a los jóvenes!, se oye decir. ¿Acaso el entrenador del Madrid es un rey cuestionado? Más de uno pensará que de facto es un cargo semipúblico. Por eso grita. Pero no, es privado. El Real Madrid es un club privado (de sus socios) y universal, de aquí el conflicto. Hay un aficionado que vive su afición pendiente de tomar la Bastilla. Y para ello le vale lo primero que le aparezca a mano. Todo, en realidad.

Ese sans culotte madridista ahora quiere a los jóvenes y la cabeza de Zidane. Pero Zidane no está en Versalles sino en Valdebebas, que es por donde ve correr a sus jugadores. Los sans culotte no vemos correr a los jugadores. Los ve Zidane (ahora, antes los vio Ancelotti, Mourinho...). Y hay aficionados que piensan que los que le apoyamos (como apoyamos a Ancelotti o a Mourinho) pensamos en él como en una divinidad, como en un Rey Sol. Pero es al revés. Es paradójico, pero los que quieren eliminar a Zidane es porque piensan en él como en un dios.

Será la razón quien, llegado el caso, prescindirá de Zidane (la suya o la de sus jefes, igual que ha sido siempre), como ya fue la suya (con el respeto de sus jefes) la que provocó su marcha

Y Zidane es sólo el entrenador del Real Madrid que decide, manda y ordena en el Real Madrid porque es el entrenador del Real Madrid. No una divinidad. Al crítico le gusta verlo como tal porque le es más emocionante la revolución que la razón. Pero será la razón quien, llegado el caso, prescindirá de Zidane (la suya o la de sus jefes, igual que ha sido siempre), como ya fue la suya (con el respeto de sus jefes) la que provocó su marcha.

Al aficionado crítico (con Zidane, en este caso) le gusta pensar que es parte de todo este asunto. Pero no lo es. La presión popular no toma la Bastilla, ni el pueblo entra en Versalles para llevarse a los reyes. Cree que sí, naturalmente. Y está bien que crea. Cada cual que crea en lo que considere mejor. Y el madridista cree en el Madrid. El Real Madrid es un objeto de creencia sin igual. Un objeto de fe. Y en la fe el madridismo debe encastillarse y en la fe el madridismo se debate en todo momento, aunque crea (o se crea) que no cree.

Florentino Pérez y Zinedine Zidane.

El madridista crítico con Zidane le ve como un dios porque sufre la soledad que produce su silencio. La ausencia de respuesta a sus preguntas. El silencio de Zidane, que es el entrenador del Real Madrid, que se debe al Real Madrid, y el silencio discreto y autoprotector del Real Madrid. El madridista que viene con antorchas y pide a los jóvenes y la cabeza de Zidane es en realidad un devoto creyente en el Real Madrid y en Zidane como seres desconocidos e incognoscibles que producen su angustia, la condición esencial del ser humano, como decía (se lo leo hoy a Cuartango en ABC) Kierkegaard.

Esa insistencia del crítico con Zidane le hace su mayor devoto (de Zidane como divinidad, y también de Kierkegaard), en curioso contraste con el defensor (de Zidane) que le desnuda sin angustia (es feliz), le despoja de todo halo de deidad (aunque parezca lo contrario por su apoyo incondicional) para verlo simplemente como el entrenador del Real Madrid, que hace lo que cree oportuno como entrenador del Real Madrid porque es (y sólo es) el entrenador del Real Madrid, por mucho que algunos devotos madridistas le eleven a los cielos con su crítica piedad.

 

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Es el protestón clásico quien devuelve la esperanza al madridismo

Iba a escribir que últimamente estoy un poco desilusionado con el Madrid. Pero no es cierto. Es la vida, el momento, el que me desilusiona. Este fútbol no es el fútbol, estos días no son los mismos días. La Liga no es la misma, ni los jugadores, ni la Copa de Europa. Lo intentamos, lo intentan, pero no es lo mismo. El mismo fútbol, el mismo Real Madrid y todo lo que les rodea ha cambiado. ¿Todo? ¡No! Una afición llena de irreductibles insatisfechos resiste todavía y como siempre a la crisis.

Venga, madridistas. El quisquilloso nos devuelve a la vida. Es como estar en casa. Como si nada hubiera cambiado. Al criticón pandemias. Yo miro a este Madrid de entreguerras en medio de la guerra, con sus bajas y sus ausencias y me alcanza la melancolía hasta que, de repente, aparece el censurador como si nada, tan campante, con sus quejas clásicas, su matraca idéntica, su discurso oscuro, su apocalipsis inevitable y oye, se produce el efecto contrario: amanece en mi entristecida afición.

Podríamos decir que lo único que permanece inmutable, entero, ¡inmune!, es el censor. Juntémonos todos a uno de estos fiscales para sobrellevar el momento

Podríamos decir que lo único que permanece inmutable, entero, ¡inmune!, es el censor. Juntémonos todos a uno de estos fiscales para sobrellevar el momento. Yo imagino que debe de ser como aquel pasaje de Disneyland en el que uno, sentado cómodamente en una tacita va navegando suavemente por un río azul a través de un inolvidable mundo de fantasía. Así es. Ese juzgador severo nos lleva por el camino ideal. Yo antes le evitaba, al acusador, y ahora voy a seguirle.

Afición Real Madrid

Quién me iba a decir que el protestón nos iba a iluminar con todas esas sombras. Si tú, galernauta, sientes que algo no va bien, que esas gradas vacías te afligen, que el juego del Madrid te descoloca o que la rareza de los tiempos desvirtúa tus partidos, no lo dudes más: sigue a un murmurador. Contacta con un quejicoso y todo volverá a ser como antes. Él te devolverá a la realidad perdida, al sueño de la normalidad.

Yo he hecho la prueba. Y sin moverme de casa. He escogido a un buen sermoneador y ha sido fantástico. Es como si te llevara Supermán a dar una vuelta por los cielos de Metrópolis

Yo he hecho la prueba. Y sin moverme de casa. He ido a Twitter, he escogido a un buen sermoneador y no lo he soltado en su periplo alucinante. Y ha sido fantástico. Es como si te llevara Supermán a dar una vuelta por los cielos de Metrópolis. Todo es lo mismo, como antaño. Que si Florentino es un tal, que si Zidane no sé qué, que si Benzema, que si Vinícius… Es una experiencia casi distópica. La realidad virtual al rescate. Y funciona.

Yo desde que me he hecho seguidor de rezongones madridistas he recuperado la ilusión por mi Madrid. Y voy cambiando de línea, como si fuera en Metro. Ese Madrid mío que está diezmado, como todo, como todos, y sin embargo puede ganar la Liga o la Copa, y por qué no la Copa de Europa no sólo gracias a sí mismo, igual que siempre, sino también gracias al extraordinario poder del reprochador invencible que nos presenta al Madrid de toda la vida subido en una tacita.

 

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Zidane ha devuelto, otra vez, el brillo y la concentración a sus jugadores

No pensaba yo escribir una segunda parte del madridismo omaíta porque no pensaba que otra derrota como contra el Cádiz pudiera darse en el primer partido en casa de Copa de Europa contra el Shahktar Donetsk. Si no pensaba escribir una segunda, menos pensaba escribir una tercera, pero en este caso se impone culminar (y cerrar) la pequeña trilogía en homenaje al Madrid que siempre responde. También al madridista omaíta que cree haber cogido carrerilla imparable tras un impensado fracaso consecutivo y de pronto sufre este parón, también impensado pese a lo que pueda parecer.

Es como si el madridista omaíta, a pesar de ser madridista, se frotase las manos con el lío. Con la posibilidad ahí delante de la pretendida marcha de Zidane. Hay como un placer íntimo y secreto en el desastre. El anhelo oculto de una diáspora madridista. Es como cambiarse el estilo, la ropa. Hay como una crisis de edad, de los cuarenta o de los cincuenta. Es un querer cambiar de entrenador y de jugadores como quien cambia de peinado o de zapatos. Es ponerse un pendiente a los sesenta. Esa tentación está ahí siempre. El madridista omaíta está siempre tentado a la revolución estética.

El madridista omaíta quiere ponerse camisas coloridas y pulseras brillantes. Pochettinos y Nagelsmanns casi en noviembre y con estos pelos

Quiere teñirse el pelo y hacerse un tatuaje a estas alturas. El madridista omaíta quiere cambiar. Se harta de sí mismo, de su Madrid con frecuencia, y quiere ponerse camisas coloridas y pulseras brillantes. Pochettinos y Nagelsmanns casi en noviembre y con estos pelos. Es el ramalazo omaíta que se quiere dejar cresta. Menos mal que está ahí el Madrid (y Zidane) para pararlo.

—¡Detente, omaíta! —le dice de pronto. Nunca se sabe si demasiado tarde.

El sábado se lo dijo.

—¿Dónde vas con las mechitas y los pantalones pitillo?

Aparece el Madrid cuando menos se le espera (yo y muchos otros lo esperábamos, lo cual no tiene ningún mérito porque lo vamos a esperar siempre) para decirle al omaíta que no siga, que se tranquilice. Que no tome decisiones alocadas, que no piense en cosas fantásticas, que no exagere. Que se centre, que cuente hasta donde haga falta antes de hacer o decir o pedir una locura. Que se mire. Que no grite. El Madrid el sábado asaltó un Camp Nou silente con una demostración de poderío (comedido) que invita a pensar en posibles logros notables. Nada que ver con la catastrófica escandalera del madridista omaíta de hace tan sólo unos días.

Ramos Modric

 

Llega el Madrid, ¡Hala Madrid!, y le gana uno a tres al Barcelona (que gracias debería dar) con una demostración táctica y técnica y de compromiso y el omaíta, como el antimadridista (una lástima), de repente se calla. Los hay zorros plateados, pero ya descubiertos, como As, que titula desvergonzadamente: “El Madrid siempre vuelve”, o algo parecido. No te dejes influir, omaíta. Ni siquiera un poco. Mañana As, en cuanto vengan mal dadas y ni siquiera eso, volverá a la carga y el omaíta hará lo mismo, irremediablemente tentado a ponerse, si cabe, un piercing en la nariz.

El madridista omaíta siempre está en peligro de que el Madrid le deje en evidencia o le diga que es un hortera por haberse dejado el flequillo de punta a estas alturas, mientras Zidane sonríe la enésima vez que ha conseguido sacarle el ju(e)go a sus jugadores, dejando por el camino metafóricos cadáveres de modernos impacientes que no supieron (o no pudieron) contener su inspiración.

 

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Hay un madridismo que sigue el camino que indica el antimadridismo

No estamos en disposición de exigirnos gran cosa. Estamos mayormente a merced de la pandemia que ha cambiado nuestro mundo. Nuestros actos y nuestras decisiones están supeditadas a lo que acontezca, a la dirección que coja el viento cambiante e incesante de un virus matador. No podemos exigirnos nada. Y no podemos exigírselo a los demás más allá de los gobiernos (y ya ven cómo nos va) en la gestión del mal.

El Real Madrid no gestiona ningún mal. El Madrid es uno de los nuestros, como usted y yo, al que no cabe exigirle nada. No aquí y ahora. No al menos como antes. Pero para el madridista omaíta el objeto de su afición está libre de contagio. Todo parece estar igual que antes del desastre. El Madrid es inmune para el madridista omaíta, y por lo tanto cabe exigirle como siempre, mal y pronto. Pero ahora es mucho peor y mucho más temprano.

La imposibilidad de los fichajes o la decisión coherente, admirable, de no realizarlos ha traído consecuencias, como tenía que traerlas, en una encrucijada cíclica reventada por la crisis. El Real Madrid está cruzando con dificultades (relativas: acaba de ganar ¡el título de Liga!) su puente colgante, un puente en mal estado por las inclemencias, por la carestía, por la escasez; y el madridista omaíta lo que hace es movérselo empujado, jaleado, influido por el antimadridismo mediático que lo único que quiere es que caiga al vacío.

Quién no cerró los ojos después de ver a Marcelo, al gran Marcelo, dejar libre de marca al jugador del Shakhtar en ese contraataque.

El madridista omaíta sigue el mismo camino que el antimadridista. Dijo Leonard Cohen que “A veces uno sabe de qué lado estar simplemente viendo quienes están del otro lado”. Este Madrid pandémico soliviantado por el intento revolucionario de siempre. "Muerta la belleza, retorna el negro caos", escribió Shakespeare. Alguien grita, por ejemplo As (cuyo afán esencial es quitarnos la belleza), que ya se empieza a hablar del sustituto de Zidane, y el madridista omaíta le sigue la corriente. El madridista omaíta es el instrumento del que se sirve el antimadridista. El palo, el cuchillo, la antorcha.

El madridista omaíta se hace eco del golpe, de la herida, del incendio y lo propaga. Acaban de empezar las competiciones y el madridista omaíta ni siquiera muestra piedad (la última de las cosas que quizá se le debería pedir a un aficionado) por este Madrid pandémico. La empatía del madridista omaíta (y también pandémico) es nula. Al madridista omaíta le dirige As,  el caos (por mucho que luego le vilipendie en público), y es probable que no lo sepa.

Lleva tantos años, ¡toda la vida!, escuchando la misma tabarra que su naturaleza la ha asimilado. El Madrid no puede cambiar nada en este momento. No solo por imposibilidad real. Todo está cambiando tanto que no queda más remedio que aguantar con lo que se tiene. Casi es sólo la sensatez, no sólo la belleza, que pretenden arrebatarnos. ¡Una gestión modélica y previsora a largo plazo! Quién no cerró los ojos después de ver a Marcelo, al gran Marcelo, dejar libre de marca al jugador del Shakhtar en ese contraataque. Quién no sintió la vida pasar como un rayo en esa carrera de cigarra y de tortuga.

Para el madridista omaíta aquello no fue dolor sino primero escándalo. Y el escándalo hace olvidar el dolor, que es como un madridismo roto, pero al fin y al cabo un madridismo. El omaíta se pone a gritar, histérico, incapaz de controlarse, mientras el antimadridista ríe. El pueblo romano soliviantado por el taimado Marco Antonio, que hace Brutos a los Césares engordando, por ejemplo (¡mientras le dice al madridista que llore!), una buena jugada de Reguilón. Yo no voy a decir aquí que Marcelo no debe jugar por mucho que me pueda parecer que no debe jugar. Eso lo debe decir Zidane, la pieza verdaderamente codiciada (y por tanto la más valiosa para el Real Madrid) por los malvados entre todo este tumulto. Yo sufro a Marcelo en silencio porque no puedo contribuir a ese alboroto desatado de jauría humana.

Yo estoy con este Madrid de Zidane bajo la tormenta que un día (¿por qué no mañana?) pasará. ¿Pochettino (y no tengo nada en contra del entrenador argentino) va a salvar ahora a este Madrid? ¿De verdad? ¿Ahora? ¿Justo ahora? Ese milagro ya sucedió una vez con el Madrid postBenítez. Y el milagro lo hizo Zidane, precisamente, en otros tiempos mejores. Yo escucho las propuestas enloquecidas de los antimadridistas recalcitrantes secundadas por los omaítas y veo arreciar la tormenta. Todos los Meanas y los Palomares de la vida riendo bajo la lluvia como la bruja de Willow a punto de acabar con la niña.

Eso es lo que veo mientras el madridista omaíta se tira de los pelos y su escandalera se extiende por todos los confines de la Tierra en este ocaso de octubre que es como un septiembre antiguo al que se le ha perdido el respeto como si ni siquiera el tiempo, como el Madrid, se sucediese.

 

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Antes de ayer no pude ver al Madrid. Tenía muchas cosas que hacer y ni siquiera consulté el resultado. Cuando me acordé eran las nueve de la noche. Abrí un momento la puerta de Twitter y enseguida cerré. Qué follón. Solo miré durante unos segundos, pero fue suficiente. Atroces imágenes. Y menudos gritos. El Madrid había perdido por cero a uno contra el Cádiz e iban por bandas buscando a Lucas Vázquez. Y a Isco. Y a Marcelo. Y a Zidane. Sobre todo, a Zidane.

Yo cuando oigo mucho ruido, sospecho. Huyo. Es ya casi automático. Todo ese revuelo es mayormente por Zidane. A Zidane se le quieren ventilar porque es el individuo, la pieza clave de este Real Madrid. Y se le quieren ventilar los antimadridistas como siempre y los antiflorentinistas para ponerse ellos. Lo han identificado. Saben que el Real Madrid con Zidane gana. Acaba ganando. Lo saben los primeros y los segundos, lo sabemos todos. El Madrid de Zidane gana. Y quien no quiera a Zidane ahora no quiere que gane el Madrid.

Saben que el Real Madrid con Zidane gana. Acaba ganando. Lo saben los primeros y los segundos, lo sabemos todos. El Madrid de Zidane gana. Y quien no quiera a Zidane ahora no quiere que gane el Madrid.

Con Zidane el antimadridismo pena y el antiflorentinismo se reconcome. El antimadridismo y el antiflorentinismo echan el resto en un cero a uno malaje contra el Cádiz, y en el saco caen algunos madridistas de a pie confundidos por el ruido. Que parece que han raptado a un niño y está el barrio encendido de dolor y de furia. Pero hombre, que el Madrid ha perdido cero a uno contra el Cádiz, parece ser que debido a una indolencia inusitada e intolerable. E intolerable según se mire (que se miren a sí mismos los intolerantes). No faltaba más.

Qué tremendismo. Omaíta de Los Morancos es ese madridismo que a las primeras de cambio se rasga las vestiduras y grita y confunde. Qué escándalo. ¿Es esto madridismo o un vecindario enloquecido por minucias convenientemente agravadas? Hay muchos por ahí encendiendo mechas. Atentos a cualquier traspiés para encenderlas. La malo para ellos es que esta jornada perdió también el Barcelona, y los efectos de sus manejos empequeñecen con esa pequeña atenuante.

Zidane en la banda

Hay que huir de estos follones.  ¿Es el mal síntoma la señal definitiva de la debacle próxima? Podría ser que sí, y también podría ser que no. Detrás de todos estos metafóricos saqueos (y no tan metafóricos) está el objetivo número uno que es Zidane. Zidane es ese comandante cuyas tropas se deshacen sin su presencia. Zidane es ahora mismo la juntura del Madrid y del madridismo, que se trocean sin ella. Es eso lo que quieren, trocear para destruir y para repartir. Yo no voy a caer en exageraciones sino tratar de soportar las pequeñas heridas para seguir luchando. De eso se trata, casi siempre.

Yo cuando oigo ruido me retiro para no dar volumen al ruidoso que nadie ha invitado a la fiesta del Madrid. Todo ese caos pintado no deja pensar y ver las cosas como son o como deben de ser. Yo antes de ayer, como les decía, abrí un poco la puerta y enseguida cerré y me marché. Estaban allí despotricando de mala manera. Diciendo que Lucas Vázquez es mucho peor de lo que es, como Isco o Marcelo. Son los mismos que estaban hartos de James y ahora cargan contra Zidane por dejarlo marchar tras verle caracolear un poco en Inglaterra.

Es esa gente que al día siguiente de que Zidane gane una Liga está pidiendo su cese. Es esa clase de antiaficionado que recela de un entrenador que ha ganado tres Copas de Europa consecutivas, Liga y casi otra y otros muchos títulos en apenas un par de años. Hay que decirlo más. El mismo que vuelve y gana otra Liga. ¿Qué querrán, qué anhelo ininteligible persiguen quienes les siguen la corriente a los encendedores de mechas o se encastillan en sus prejuicios? Omaítas y Antonias en el patio de tender abriendo en canal vidas que no conocen. Vidas que podrían ser la tuya, galernauta.

 

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De cada diez madridistas que fueron preguntados por la situación de Bale, cinco son la mitad

Las semanas sin partidos del Real Madrid de fútbol o de baloncesto resultan sin duda más largas y tediosas, como sucedió durante la reciente cuarentena, que nos pareció interminable por muchos motivos. La Galerna se esforzó por mantener el buen humor y el interés de los lectores, y nos regaló una serie de artículos sobre todo tipo de temas (cine, música, las historias de Alberto Cosín, el Diario de un madridista confinado…) que nos ayudaron a hacer más llevadero el encierro. Entre ellos apareció un artículo de David Álvarez dedicado al madridismo de Les Luthiers, el genial grupo humorístico-musical argentino al que he osado parafrasear en el inicio.

El artículo narraba la visita a Madrid y al Bernabéu de Marcos Mundstock, Daniel Rabinovich y Tato Turano, con su humor, con su fina ironía, con sus bromas de siempre. Con la alegría que siempre caracterizó a los dos primeros, tristemente fallecidos. Tenían que ser madridistas, no podía ser de otra manera.

Les Luthiers

Les Luthiers llevan siendo excepcionales durante décadas en todo lo que ofrecen al público, ya sea como músicos o como humoristas. Geniales en el dominio de la palabra y la ironía, abrumadores en el conocimiento de la lengua, no solo la española, apabullantes cuando dan rienda suelta a los insólitos instrumentos musicales que fabrican ellos mismos. Resultan inconfundibles en su estilo pese a que puedan estar interpretando una bossa nova, una tarantela, un tango o una cantata de resonancias germánicas. Cada espectáculo es diferente, pero suena a Les Luthiers. En eso se parecen al Real Madrid, que permanece inconfundible en su estilo aunque haya pasado épocas de influencia brasileña, italiana, argentina o alemana. Suena diferente, pero sin duda es el Real Madrid.

Les Luthiers nos han regalado frases que muy bien podían parecer escritas para definir el mundo del fútbol español. Por ejemplo, sobre los modos de hacer del Villarminiato:

“Lo importante no es ganar, sino hacer perder al otro”.

Sobre nuestros vecinos del Malakito de Menfis:

“Felices los que nada esperan, porque nunca serán defraudados”.

Para los aficionados madridistas que idealizan el pasado, da igual cuál o qué época:

“Todo tiempo pasado… fue anterior”.

Para el culebrón de Messi con el Barça:

“Si no eres parte de la solución, eres parte del problema”.

Para los que insisten en que el argentino juega en el Barça por amor:

“Hay un mundo mejor, pero es carísimo”.

Para Quique Setién:

“No soy un completo inútil, por lo menos sirvo de mal ejemplo”.

Incluso para Luis Suárez:

“Tener la conciencia limpia es síntoma de mala memoria”.

Les Luthiers en escena

Los juegos de palabras que Les Luthiers desplegaban (¡y aún despliegan!) en sus espectáculos son inigualables, tan rebuscados en ocasiones que no se pueden trasladar al lenguaje escrito: “Te echamos de menos, Juan. Nos quedamos sin tejas y fue por eso que techamos de menos”. No es lo mismo que pronunciado por sus inconfundibles voces, desde luego que no.

Son célebres los espectáculos de Les Luthiers dedicados al compositor ficticio Johan Sebastian Mastropiero y de entre todos ellos me acuerdo de la entrega de premios Mastropiero por lo que tienen de similitud con el Balón de Oro y la reacción del culerío. Es decir, son unos premios totalmente desacreditados cuando lo reciben Cristiano Ronaldo o Modric… pero no cuando se lo lleva su Leo del alma. En la recogida de los premios Mastropiero, un amigo del galardonado pronuncia un discurso que encajaría muy bien en la boca de cualquier seguidor de Messi:

“Él nunca creyó en estos premios porque decía que había que pagar para conseguirlos. Sin embargo, parece que este año cambió de opinión: pagó para hacerse con él”.

El último Balón de Oro de Leo Messi, tras el 4-0 frente al Liverpool, es sin duda un Premio Más-Tropiezo de libro. Y si este discurso parece una parodia del barcelonismo mediático, no digamos esas célebres presentaciones de soberbios números musicales con la voz inconfundible de Marcos Mundstock, grandilocuentes anuncios de magnas piezas que poco a poco van rebajando las expectativas creadas: “La sinfonía será interpretada por una gran orquesta de cincuenta músicos,… ah, no, me corrigen, finalmente será un dúo”. O “la incomparable soprano Guadalupe Luján que lleva maravillándonos con su voz desde hace setenta años… Oh, disculpen, me dicen que la señorita Luján ha sufrido una indisposición pasajera… Ah, no, permanente”. Me recuerdan a esas tácticas periogolfísticas de inflar las expectativas de los fichajes para luego dejarlos en nada:

“¡Lautaro está al caer!”, “¡Neymar se deja querer!”, “¿Por qué no los dos?”, para concluir con: “Ah, no, disculpen, me comunican que finalmente solo presentaremos a Trincao”.

Les Luthiers posando
Si los argentinos se dieran una vuelta por las portadas de nuestra prensa deportiva diaria a buen seguro estarían cerca de la arcada con solo leer los pobrísimos juegos de palabras que los medios muestran sin pudor: “Lautoro”, “Ney… mar de dudas”, “Cholo ante el peligro”, “CReído”, “Peluka Modric”, “DembeLío”, “FeliZidane”, y mi favorito entre los menos favoritos: “FeliciRondo”. Ahora mismo Marcos Mundstock y Daniel Rabinovich se están revolviendo en sus tumbas, y que se me perdone la broma porque como ellos mismos decían:

“No te tomes la vida en serio: no saldrás vivo de ella”.

Los juegos de palabras con el VAR no han sido menos pobres: “BarVARidad”, “VARbena”, “VARgüenza”… Solo salvo uno de aquellos titulares, el “Plantarán cara al VAR”, vergonzoso en lo conceptual, pero interesante en lo estilístico, puesto que se trata de un lipograma, un juego lingüístico consistente en omitir una letra del vocabulario. En este caso, todas las vocales menos la “a”, como en uno de los números musicales de Luthierías:

"Papa Garland Had a Hat and a Jazz Band and a Mat and a Black Fat Cat".

La obra fue estrenada en 1981 en Rosario, la ciudad natal de Leo Messi, con quien Les Luthiers comparten pocas cosas y desde luego la locuacidad no es una de ellas. No fue la única vez que el grupo recurrió al recurso del lipograma, como en “Pepper Clemens sent the Messenger: nevertheless the reverend left the herd”, cuya traducción al castellano es (según Mr. Mundstock, of course): “Schmerz el mequetrefe, ese repelente vejete verde”.

Estoy convencido de que el lipograma de Mundo Deportivo fue involuntario y me ha dado por pensar si la mezquindad de la prensa deportiva de este país alcanza tal nivel como para ser capaz de titular con lipogramas de este estilo y he llegado a la conclusión de que sí, ya lo creo que sí. Aunque les prohibieran usar todas las vocales menos una, serían capaces de emponzoñar cualquier situación relacionada con el Madrid. Alguno ya tenía preparado incluso el titular:

Marca: Achraf manda a Carvajal a la grada.

As: Carvajal manda a Achraf al Galatasaray.

Les Luthiers saludando

Y es que en ocasiones la prensa madrileña resulta más perniciosa que la catalana, de la que ya hemos visto cosas insólitas como criticar el VAR que tantos empujones les dio durante tantos meses, porque la prensa “pagafantas catalana ataca al VAR. As y Marca callan, lavan la cara al Barça y agrandan la farsa. Vaya cara gastan”.

Los protocolos del VAR han sido tan incomprensibles como los implantados en la era post-Covid para la reanudación de la Liga. No tengo el ingenio de Les Luthiers, pero me atrevo a decir que:

- Todos los protocolos son ortodoxos o pomposos -sollozó Onopko, otro odontólogo horroroso.

- ¿Todos? No -confrontó Odonkor, homólogo jocoso-. Solo los protocolos LFP son porosos o como poco, bochornosos.

Podían hurgar en las heridas del Barça de vez en cuando, pero sabemos que nunca está entre sus prioridades:

Dembelé (18 M.): el FCB debe entender que Ter Stegen (9 M.) se rebele.

¿Tendrá algo que decir Guardiola sobre la surrealista resolución del caso Messi?

Pep: seré breve. Que se quede es excelente. Debe desentenderse del estrés y el desdén que genere, y envejecer en el célebre edén que se merece (¡que se merece ese mequetrefe enclenque de mente endeble!).

No resulta sencillo, en cualquier caso, salvo que el periodista encargado esté especializado en el mundo del tenis:

"Gstaad: Nadal arrasa a Balasz y manda a casa a Schwartzmann".

O bien:

"Ferrer-Medvedev y Federer-Zverev en Everett".

He querido seguir con la letra “i”, pero solo se me ocurre si el titular viniera de un medio inglés en la época de Guardiola:

"Chigrinskiy crisis in Tbilisi".

O si cierto jugadorazo alemán se dedicara a la publicidad de coches o, Dios no lo quiera, la lencería:

“Kimmich: this is Infiniti”, que quedaría tan raro como: “Kimmich by Intimissimi”.

No me llega la capacidad para meter en una misma frase a los turcos Rustu y Umut Bulut junto a Kukuxumusu y Urkullu, así que voy a dejar las Luthierías antes de meter más la pata, aunque hasta para eso hay una gran frase postrera:

“Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es más humano todavía”.

Y no, no la pronunció Quejique Setién, sino mis admirados (y madridistas) Les Luthiers.

 

Fotografías Getty Images.

 

Una cantera de entrenadores y presidentes

El de entrenador y presidente es un talento característico del madridismo. La cantera de entrenadores y presidentes madridistas, la escuela de Florentinos, en las gradas o en Twitter (la grada multimedia) es realmente inagotable. Uno mira un momento a su lado y encuentra un entrenador. Enciende el teléfono y ve a decenas de entrenadores discutiendo sobre las decisiones (todas malas) del verdadero entrenador, sea quien sea. Esto es una cosa maravillosa. Podemos estar tranquilos porque nunca nos faltará un entrenador. El entrenador del Madrid prolifera por todas partes.

Uno los puede encontrar por aquí y por allá. Un bar es como una pequeña charca de entrenadores. Quién no ha visto alguna vez esa concentración de místeres debatiendo espoleados por la presencia de un ejemplar de As doblado por la mitad en una esquina de la barra. Yo he visto brillar ese As como el anillo de Tolkien y convertir en soberbios y furibundos entrenadores a humildes y tranquilos parroquianos. Los he visto moverse sobre las baldosas como por el área técnica y escucharse sus instrucciones más allá de esos fantásticos terrenos de juego.

Una vez estaba yo en un bar y fui al baño y allí había un entrenador que debatía ensimismado con lo que tenía entre las manos, a quién le repetía, con evidente convencimiento, que Lucas Vázquez no es jugador para el Madrid. Lo más impresionante es que aquello que estaba entre sus manos parecía responderle lo contrario con una convicción similar. Si se han visto entrenadores madridistas hasta debajo de un pantalón, ya pueden imaginarse cómo es esto.

Yo mismo me he sorprendido actuando como tal, aunque hace tiempo que me cuido para tratar de ser sólo un espectador sin la enorme presión del cargo. Decimos de la cantera inmensa de entrenadores, pero hay otra tan grande como esta que es la de presidentes. Los presidentes del Madrid también están por todas partes, así que también podemos estar tranquilos. Nunca nos faltará un Bernabéu ni un Florentino.

Es más, del mismo modo que Zidane, ahora mismo (como antes cualquier otro), no es buen entrenador para el Madrid para la mayoría de los entrenadores de los que hablo, Florentino Pérez tampoco es buen presidente para todos los presidentes. Así que, si usted piensa, por alguna extraña razón, que Zidane es un buen entrenador y Florentino es un buen presidente para el Madrid, imagínense cómo serán todos esos entrenadores y presidentes que piensan que no lo son. Siento escalofríos como ante la inmensidad del mar o del universo.

El futuro está asegurado también en la presidencia. Yo tengo un vecino que es presidente de los de As, también. En (el) As está casi todo para ser un buen entrenador y presidente del Madrid. Yo diría que es el manual (como aquel de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues con el que decía Miguel Delibes que aprendió a escribir) intrínseco de todo entrenador y presidente. Está todo menos el patrimonio necesario, claro, para serlo, lo cual es esa barrera insalvable que impide en la mayor parte de los casos la explosión del talento.

Si usted oye decir "lata de sardinas" ahí tiene un presidente

Decía que tengo un vecino que es presidente y que tiene unas ideas estupendas, revolucionarias, para hacer al Madrid mucho más grande de lo que es. Una de ellas es no gastar tanto dinero en jugadores extranjeros con la buena cantera que se tiene. No me digan que no es impresionante. Esto no lo había pensado nadie, por supuesto. Aunque, de todos modos, lo que caracteriza a la cantera de presidentes (y de entrenadores) es no estar nunca de acuerdo con ninguna, absolutamente ninguna, de las decisiones de Florentino (y de Zidane) en este caso.

Yo ya me he acostumbrado a los detalles para descubrir donde hay un entrenador y un presidente en ciernes. Si usted oye decir, por ejemplo, “lata de sardinas”, ahí hay un presidente como la copa de un pino. Si usted escucha “dos años seguidos en octavos”, ahí tiene al entrenador (y al presidente también, a veces se confunden) ideal. Aunque si algo no falla es el afán de cambiarlo todo ante el más mínimo, no ya mal resultado, sino ante la más mínima imperfección.

El perfeccionismo es la virtud por antonomasia de nuestra escuela de Florentinos rebosante de alumnos milimétricos en todos los aspectos de su vida. Hace tan sólo unos minutos he podido saber de un entrenador (y presidente) que dice que los defensores de Zidane se basan en el pasado (en lo que nos ha dado) y que no hay que conformarse. He aquí un visionario, un premíster, un prepresi, como los precog de Philip K. Dick. Porque en realidad de lo que hablamos no es de presidentes sino de precognoscientes. Los precognoscientes del Madrid.

 

Fotografías Getty Images.

La grada vacía en la Champions provocó en los blancos el efecto contrario al de la Liga

Dejé de ver el partido del viernes tras el segundo error de Varane. Me sentí como un ínclito abonado del Bernabéu saliendo cinco minutos antes para no pillar cola en el Metro. Supongo que en este ramalazo hay algo de escepticismo de señor mayor, que es lo que voy siendo inexorablemente. Había algo en ese extraño ambiente vacío de colores pastel que invitaba muy tenuemente a quedarse después del gol de Benzema, pero era como la llama de una velita azotada por el viento. Bastaba un soplido para apagarla y esa ventolera, quién lo iba a decir, le dio a Varane, que se quedó tieso en medio de la noche gris a pesar de los atuendos de princesas.

Por momentos el partido parecía la casa del bosque donde las tres hadas escondían y cuidaban de la Bella Durmiente (antes de que durmiera), la tarde fatal en que decidieron desempolvar sus varitas para hacerle el vestido, y una de ellas lo quería azul y la otra rosa, mientras el color iba cambiando de uno a otro a varitazos. Yo vi, como el cuervo de la bruja, aquel humo extraño que salía de la chimenea de la casa del bosque, del Etihad. Como si allí no estuvieran ni el Madrid ni el City. Ni nadie. Allí no había nadie y lo que en la Liga pareció ser un secreto de la victoria, en Europa parecía ser un secreto de la derrota. Como si ese público copaeuropero produjera en el Madrid el efecto contrario al público liguero.

Al Madrid le faltó el Rattle & Hum

Fue como si Varane se hubiera encontrado solo de repente. Como si le atacase una soledad championera inédita en esa doble (o múltiple) obnubilación. Una pérdida de poderes como la de Sansón sin pelo o como la de Supermán y la kryptonita. El Madrid necesitaba al público de la Copa de Europa y no lo supimos ver. No supieron hasta bien avanzado el partido que les faltaba el Rattle & Hum.  El Madrid sin público en Europa (al contrario que sin público en España) es como The Sundance Kid apuntando: que falla. Butch Cassidy lo miraba asombrado al verle errar el tiro, hasta que Kid se recompuso, enfundó el revólver y acertó al desenfundar, sin apuntar.

El Madrid se sentía tan extraño en ese sitio sin el traqueteo y el zumbido familiar que no pudo recomponerse. Por momentos parecía el Clark Kent sin poderes al que daba una paliza un camionero de Manchester en un bar de carretera. Y yo no lo quise ver, claro. Yo soy ya casi un señor mayor que se debate entre una suerte de escepticismo inevitable y la inevitable (y espantosa) influencia del ilustre abonado del Bernabéu que se marcha antes para no pillar atasco en las escaleras; aunque tampoco estoy preocupado porque siempre espero, y siempre voy a esperar, volver a ver a Sundance desenfundar como él sabe, o volver a ver a Supermán vestido de Clark, dispuesto a devolver, el Madrid siempre vuelve y devuelve, los golpes.

 

Fotografías Getty Images.

 

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