Las mejores firmas madridistas del planeta

La eliminación del Madrid nos ha dejado descolocados. Uno ha visto multitud de sorpresas en el mundo del deporte, aunque pocas veces la incredulidad se adueñó de mi pensamiento con tanta fuerza. Han pasado ya unos días y sigo sin creer que el equipo de Pablo Laso, el mejor equipo europeo de los últimos diez años, reduzca su actuación en la Fase Final de la Liga a un fiasco.

Lo más llamativo es que en el partido decisivo contra el Morabanc Andorra ni siquiera lanzaran su estampida desesperada de última hora. Nunca antes este equipo se había ido de una derrota decisiva sin arrojar toda su voluntad, sin lanzarle el aliento al cogote del rival en algún momento. Sus ráfagas desesperadas dieron muchos triunfos y más sustos. Pero en esta ocasión la mente de los jugadores vagaba por lugares desconocidos.

Quizás algún día sabremos por dónde si ellos lo quieren explicar. Seguro que no rondaba la trascendencia de un campeonato de Liga para el Real Madrid y sus seguidores. Sus ojos fríos, sus bocas cerradas y cierta inactividad gestual revelaban que algo no iba bien. Y no supieron revertir sus emociones para la reacción.

Mi querido amigo Fernando Romay, a quien pronto leeréis en esta página, apuntaba en nuestra conversación que la extraña situación ha perjudicado al Real Madrid, un equipo acostumbrado a ponerse en forma según avanza la temporada. Lo mismo podría ocurrirle a Tavares por sus características específicas. Y en el mismo sentido, aunque con diferentes matices, la idea de que es un equipo poco dado a entrenamientos y que se pone en forma jugando partidos ha rondado las tertulias familiares.

Entre unas y otras causas el juego vibrante, arrollador y preciosista en ocasiones no se ha asomado por Valencia. El Madrid de Laso en sus diferentes versiones -pues del año de su llegada sólo resisten Llull, Carroll y Felipe Reyes- se mostró invulnerable a rachas, fulgurante para batir récords y hasta ganador como se podía, tirando del proverbial coraje madridista. Y a uno le duele que un equipo que estaba en el camino de conseguir una nueva Euroliga cierre su temporada con la amargura de una actuación fuera de su categoría.

Aunque quizás esto llame la atención de sus dirigentes para paliar alguna de sus mínimas carencias, como la dependencia de Tavares y la tendencia al descontrol. No es fácil, porque el Madrid ya tiene grandes jugadores y algunos posibles tienen un precio desorbitado. Eso sí, le quedan muchos meses para hacer actos de contrición y de reflexión y para prepararse con la mayor intensidad para comenzar la temporada que viene en la mejor condición. Ya que la liga se fue, que así sea.

Esta instantánea es del domingo 27 de mayo de 2018, a eso de las 23:00 horas. En ella están los componentes de las plantillas, tanto de baloncesto como de fútbol, así como de sus respectivos cuerpos técnicos. Todos y cada uno de ellos aportaron y sumaron durante esa temporada que acababa de terminar.

Nunca, en toda la historia, un mismo club había levantado, en el mismo año y en los dos deportes de equipo más seguidos de Europa, la copa más prestigiosa del continente: la Euroliga de baloncesto y la UEFA Champions League de fútbol. Solo el Real Madrid pudo lograrlo en 2018. Y eso que, en ambas competiciones, ya era el club con más galardones: 12 en fútbol y 9 en baloncesto, hasta ese momento. Pero jamás, ni en los tiempos de Bernabéu, ni en los posteriores, se habían alineado los astros para que ambas secciones llegasen a la cumbre europea en una misma temporada.

No estoy seguro de que los madridistas hayamos sido capaces de valorar este hito, absolutamente único e histórico en el deporte mundial, en su justa medida. En una misma semana, el domingo 20 de mayo, el Madrid fue capaz de obtener la Décima doblegando, en Belgrado, al Fenerbache de Obradovic. Y seis días después, el sábado 26 de mayo, de alzarse con la Decimotercera de fútbol, en Kiev, ante el Liverpool de Jürgen Klopp y de Mo Salah.

LA foto, es sin duda, LA foto del año 2018 y quizás LA foto de nuestras vidas como madridistas. Apenas unos días después, y como en “Regreso al futuro”—cuando iba borrándose, poco a poco, la familia de Marty McFly por los trastornos espacio-temporales—, ya no se habría podido hacer esa misma instantánea: el 31 de mayo, apenas 4 días después, dimitió Zinedine Zidane en una dolorosa mañana de primavera, ante la estupefacción de todo el madridismo, con su presidente Florentino Pérez y todos nosotros obnubilados y desencajados por la inesperada y pésima noticia.

Semanas después, ya durante el verano de 2018, perdimos también, aunque por motivos completamente distintos, a nuestros máximos referentes en el terreno de juego: Cristiano Ronaldo y Luka Doncic, es decir, al máximo goleador – una vez más – de la Champions, con 15 goles, y al reciente MVP de la Euroliga y de la Final Four, respectivamente. En pocos meses, nos quedábamos huérfanos del entrenador de un triplete histórico y consecutivo en Champions, y de nuestros más emblemáticos jugadores.

Volviendo a LA foto, vemos a Zidane en un discreto plano, en segunda fila y muy a la izquierda, rodeado de dos de sus colaboradores. A su derecha, Hamidou Msiadie, su consejero fiel, apodado el “Chamán”, y a su izquierda, Luis Llopis, entrenador de los guardametas (ni Msiadie, ni Llopis, ni David Bettoni, segundo entrenador, ni el preparador físico Javier Mallo, siguen en el club. El único superviviente del grupo es Antonio Pintus). Zidane está sonriente, como tantas veces. Él era el único que sabía lo que habría de pasar cuatro días después, y despliega una sonrisa de satisfacción y de “deber cumplido”, tras alcanzar un éxito que va a ser dificilísimo repetir en las próximas décadas para cualquier entrenador y para cualquier equipo.

Justo detrás de Llopis está nuestro Lukita Doncic, en la cumbre del mundo a sus 19 años, blandiendo una media sonrisa que disimulaba su pena al tener que abandonar la que tantas veces ha descrito como “su verdadera casa”; comparen su gesto con el de Sergio Llull, a su lado, pletórico de felicidad tras haber pasado “las de Caín”, con su rodilla maltrecha durante casi toda la temporada. Doncic, a diferencia de Zidane, que ha mostrado un absoluto silencio sobre el Real Madrid desde aquel 31 de mayo, no pierde la oportunidad de mostrar en redes sociales y en cada momento, su amor incondicional al club y a sus aficionados, a la ciudad y a sus excompañeros. A día de hoy, Luka se ha convertido en nuestro embajador - sin credenciales - en la NBA y en Norteamérica en general. Quién iba a pensar, cuando se hizo esta foto, que probablemente vaya a jugar en el All Star de febrero de 2019 (¡aunque seguro que el propio Luka sí que lo pensaba!).

Cristiano Ronaldo, en LA foto, sale como…Cristiano Ronaldo. Tumbado como si fuera una de las “majas” de Goya. Su postura es bien distinta a la de sus compañeros, lo mismo que sus ademanes, mostrando a todos los espectadores su mano izquierda, con los cinco dedos que significan SUS 5 Champions ganadas (la del 2008 con el Manchester United, ante el Chelsea en Moscú, y las cuatros logradas con el Madrid). También guiña su ojo izquierdo, seguramente una seña cómplice con sus más allegados, para indicarles que ya ha culminado, de manera exitosísima, su carrera en el Real Madrid y que le esperan otros retos, individuales y quizás también colectivos, en otro destino diferente, ya lejos de Concha Espina.

En un plano aún más discreto que Zidane se encuentra nuestro entrenador de baloncesto, Pablo Laso, con todos sus colaboradores cercanos: Paco Redondo, Isidoro Calín, y Chus Mateo, justo delante de él. Todos ellos posan henchidos de orgullo y felicidad por este reconocimiento, junto con su plantilla de jugadores, en un estadio abarrotado con 80.000 personas, y ovacionados atronadoramente, tras una trayectoria increíble de 16 títulos, desde que aterrizase, en 2011, Pablo Laso con todos ellos.

En la segunda fila, y un poco escorados a la derecha de LA foto, podemos ver a los dos capitanes: Felipe Reyes y Sergio Ramos, cada uno de ellos teniendo delante de sí (con Modric e Isco entre medias) los preciados trofeos logrados una semana y 24 horas antes, respectivamente. En ese abrazo entre andaluces, Felipe, cordobés, y Sergio, sevillano de Camas, se funde todo el gozo del madridismo que adora ambos deportes. Reyes, radiante de gozo y plenitud, Ramos más sereno, casi con visaje de “un día más en la oficina”. A fin de cuentas, es uno de los pocos futbolistas, del mundo, que ha conseguido ganar absolutamente todos los títulos posibles, tanto a nivel de club, como a nivel de selección nacional.

No se ven caras tristes. Quizás sea destacable el gesto eufórico, con el puño izquierdo cerrado, del segundo capitán de fútbol, Marcelo, luciendo una sonrisa “Profidén”, casi de suficiencia y de alivio. Gareth Bale, en primera fila, en el extremo derecho de la instantánea, parece aún recordar, con su gesto firme y dichoso que, apenas 24 horas antes, había sido el héroe inesperado de Kiev. Llama la atención la media mueca de “Antoñito” Randolph, quizás pensando en los pocos minutos jugados en Belgrado o en que no tenía clara su continuidad en el Madrid, tras una temporada plagada de altibajos. Afortunadamente, la dirección deportiva, con Juan Carlos Sánchez a la cabeza, le dio una nueva oportunidad.

Y allí arriba, en las alturas, destacando por encima de ambas plantillas, los 2 metros con 21 centímetros de Walter “Eddy” Tavares, llegado, en octubre de 2017, para atajar las sangrías de bajas y de lesiones que hubo en el poste bajo. El caboverdiano llegó tímido, pero, poco a poco, consiguió ser el amedrentador número 1 de Europa.  En LA foto, mira de lado, gozando por haber llegado al Madrid tras una trayectoria poco exitosa en la NBA.

Otros muchos de los que salen en LA fotografía tampoco están: Kiko Casilla, que se acaba de despedir, tras 3 años y medio de gran profesionalidad y cero quejas. Y Achraf, Kovacic y Theo que andan probando suerte como cedidos y quién sabe si volverán.

Pero lo que es indudable es el significado increíble que debe de tener para todo madridista este momento único, genuino, exclusivo, incomparable. Extraordinario, en definitiva. 2018, pase lo que pase, será siempre para el Real Madrid un sinónimo de haber tocado el cielo con ambas manos. No lo olvidemos nunca, queridos lectores. Ni siquiera nuestro idolatrado Don Santiago Bernabéu, en su largo mandato como presidente, pudo tener en sus álbumes una FOTO tan excepcional como ésta.

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