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¿Hay temor en el madridismo por el regreso del expresidente culé?

Yo si fuera culé también estaría eufórico con el regreso de Laporta. Si el culé vive en la ilusión perpetua incluso en época de sex-tetes, como no vivir en ella en época de (más bien) “¿qué pasa, tete?”. Yo, madridista, también estoy contento con el retorno de Joan, que ha vuelto a la palestra como volvió Mel Gibson con toda la vida en el rostro. Es como un nuevo Laporta, aunque sea el mismo, como lejos de patriotas y Bravehearts.

Muchos madridistas, parece ser, tienen miedo. Han comprado el relato que han empezado a vender (por cierto, ahora se vende este y se ha dejado de vender el de la detención de Bartomeu & Co., si encuentran algún ejemplar perdido háganmelo saber, por favor). Madridistas que tiemblan por la venida de Laporta. Yo compartiría una leve preocupación si también se hubiese producido el regreso de Villar, que como ya saben llegó un momento en que no le podía dar más a Joan.

Laporta y Villar

Ignoro si Laporta viene con un Villar bajo el brazo, pero hoy, además de federaciones, hacen falta más cosas para levantar una ruina. Intervenciones, saneamientos, decisiones. Casi un proceso de desmontaje de todo sobre lo que sustentaba, también, aquel Barsa que tocó el cielo. O que hizo creer que aquello que tocaba era el cielo, cuando sólo eran las teclas (la tecla, en realidad) que acertó a tocar Laporta. Muchos lo tienen por virtuoso pianista y simplemente podría ser el teclista de un grupo de la movida, con toda su pose y su dedito solitario.

De la movida, aunque sea de una movida cataculé profunda es de donde parece haber regresado como con la intención de volver a tocar sus viejos éxitos, de incierta acogida actual. Aquel cartel de presentación en la fachada de La Castellana podría ser todo el Laporta que queda. O no. En cualquier caso, no hay motivo para tener miedo. Por lo de los saneamientos, las decisiones… No faltaría más, y aunque fuese mucho más que eso. ¿El Madrid, miedo?

Laporta se me ha aparecido muy alejado de aquel con la corbata en la cabeza y la camisa bañada en champán. En esa estación ya no pone “Visite Coney Island” sino “Amor”

Y luego ya veremos. No sé a ustedes, pero a mí Laporta se me ha aparecido muy alejado de aquel con la corbata en la cabeza y la camisa bañada en champán. Yo le vi el otro día y a pesar de la sonrisa y la parafernalia me pareció más bien el Noodles de Sergio Leone volviendo al barrio treinta años después. A esa estación donde ya no pone “Visite Coney Island” sino “Amor”.

¿Dio miedo, temor, Laporta alguna vez al madridista? ¿En serio? Yo si fuera culé también estaría eufórico por la llegada de Joan. Casi lo estaría por la llegada de cualquier cosa que lo removiera todo, aunque Laporta no es cualquier cosa, ni mucho menos. Laporta es como el rey de Zamunda. El otro día tuve curiosidad por ver esa segunda parte y no duré mucho. Lo intentan con lo de las bañadoras, como Laporta (que es muy, o al menos fue muy, de bañadoras), pero ni por esas. Nada de Chocolate Sexy, aunque pareció comenzar con esperanza.

Joan Laporta.

Incluso me reí cuando Eddie Murphy se lanza encima de Arsenio Hall al enterarse de que por su culpa tiene un hijo bastardo, mientras James Earl Jones, su padre, y un extraño consejero le gritan: “¡Mátalo, mátalo!”. Eso fue todo. Nada nunca vuelve a ser lo mismo como para encima tenerle miedo a lo que en realidad nunca existió. Acuérdense de Lautaro y ahora piensen en ¿Mbappé?, ¿Haaland? Miren, esto también tiene gracia.

 

Fotografías: Imago.

 

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