Las mejores firmas madridistas del planeta

Era un día como otro cualquiera en Valdebebas. Los jugadores del Real Madrid acudían como cada mañana al entrenamiento a la hora prevista. En el vestuario había buen ambiente. Se hablaba de la lluvia y del italiano académico de Luis Suárez. Algunos buscaban el gol por los rincones. Nada. Ni rastro, de momento, aunque Hazard y Benzema sonreían. Jovic y Mariano silbaban y Mayoral tocaba el cajón. Toni Kroos miraba la escena pintoresca con sus ojos alemanes y movía la cabeza de un lado a otro mientras se atusaba el flequillo. Ramos tocaba las palmas, pero no eran flamencas sino de capitán, de espabile.

Hubo un poco de remoloneo. Isco se levantó del asiento con un ¡ay! susurrante. Vinícius y Rodrygo movían las caderas al son de una samba silenciosa, pero compartida. Marcelo les daba pescozones y Modric se reía con su timbre de mayordomo de Drácula. Al salir del vestuario se encontraron sorpresivamente con el sargento Highway, que les dijo:

Sergio Ramos.

—Soy el sargento Highway. He bebido más agua, he sudado más sangre, he marcado más goles y he despejado más balones que todos vosotros, capullos. Estoy aquí para comunicaros que la vida en el día de hoy, por deseo de vuestro entrenador, tal y como la habéis conocido, ha terminado.

—Yo como delanteros y cabeceo napalm, sargento —dijo Sergio Ramos.

—¡Así me gustan los futbolistas!

—El Real Madrid siempre busca hombres de verdad. La derrota no forma parte de nuestro credo. ¡Vamos, repetidlo!

—¡La derrota no forma parte de nuestro credo!

—¡Más fuerte o la próxima vez que tengáis permiso estaréis jugando en China!

—La derrota no forma parte de nuestro credo!

—¡¡Más fuerte!!

—¡¡La derrota no forma parte de nuestro credo!!

—Hurra…

Sergio Ramos.

—¡Quitaos las camisetas!

—Pero, cómo…!

—¡He dicho que os quitéis las camisetas, o llevamos todos la misma o no llevamos ninguna!

—¿Cómo te llamas, soldado?

—¿Yo? Mariano Díaz, señor.

—¿Y tú?

—Luka Jovic.

—¿Y tú?

—Francisco Alarcón, Isco, señor.

—Muy bien, Marrano, Choni, Cisco… sois guapísimos. Parecéis unos maniquíes, nenas. Quiero ver todas esas cabezas sin mechitas mañana. A vosotros tres, ¿qué os pasa? Me han dicho que Hazard ya se está poniendo a tono, pero, ¿y vosotros? ¿tenéis la regla?

Mariano Díaz.

—A mí me duele la rodilla, sargento —dijo Mariano.

—¿Así que la rodilla, eh? Vamos a correr un poco para ver si se arregla. Diez vueltas al campo. A paso ligero.

—Pero, sargento, es que me duele…

—Ponte a correr ahora mismo o te van a doler las dos.

—¿Y a ti, Luka? ¿Qué te ocurre, hijo?

—A mí nada, sargento.

—He oído que te gusta un poco el espantajo y la mamarrachería, ¿no?

—No entiendo, señor…

—Diez vueltas.

—Sí, señor.

Isco.

—Isco, ¿Y a ti qué te pasa?

—Nada. Yo estoy bien.

—Sí. Ya te veo. Pero hay que reducir un poco esa cintura. ¿No crees?

—¿Sí? Nah… Esto en dos partidos se me ha bajado, sargento.

—Dos partidos son los que vas a jugar tú en la MLS cuando te mande yo allí de una patada. Diez vueltas…

Llega Zidane al entrenamiento.

—¿Qué tal, sargento Highway? ¿Cómo se están portando los chicos?

—Muy bien, Zinedine, estamos conociéndonos. He puesto a esos tres a moverse un poco. Me parece que lo necesitan. Los demás son cojonudos ¿Qué tal han ido las gestiones?

—Pues regular, la verdad. No hay manera de encontrar el gol. Hemos visto alguna oferta, pero son carísimas. El caso es que yo estoy seguro de que se nos perdió aquí, así que por aquí tiene que estar.

—Ese chico de ahí, el 7, lo puede encontrar. Y ese otro de ahí, el 9, lo tiene, seguro… Hay unos cuántos más con trazas, pero tienen que trabajar duro…

—Sí, yo también lo creo —dijo Zidane—. Seguiremos buscando. Gracias por la cobertura. Otro día te vuelvo a llamar, Highway.

—Cuando quieras, Zizú.

—No te habrás pasado con ellos. Que te conozco.

—No, no. Si son majísimos.

—Ah, claro. Por cierto, ¿por qué van sin camisetas?

—Nada, cosas de soldados.

 

Fotografías Getty Images.

 

El Real Madrid afronta una eliminatoria de exigencia máxima. El Manchester City es un equipo que deslumbró en Inglaterra el año pasado ganando todas las competiciones locales que disputó. En la presente temporada está mostrándose mucho más irregular y se ha visto incapaz de aguantar el infernal ritmo de puntuación del Liverpool. Sin embargo, hay una muestra suficiente de grandes partidos de los blues como para respetar enormemente al equipo de Guardiola.

El City es un equipo con ciertos problemas en la salida del balón, lo que le ha ocasionado goles en contra durante la temporada. También es un equipo que defiende mal en su propia área porque no va sobrado de calidad defensiva en sus zagueros. Pero es un equipo absolutamente temible cuando impone su ritmo y logra encerrar al rival. Presionan muy bien la pérdida de balón cuando ésta se produce cerca del área rival. En eso Guardiola mantiene sus señas de identidad. También en la calidad de circulación del balón en tres cuartos de campo y en la paciencia para encontrar los huecos en la defensa rival. Entregar el balón y espacio al City no parece un plan ganador.

Ante la desgraciada baja de Hazard, dando por hecho que Courtois, Carvajal, Varane, Ramos, Mendy, Casemiro, Valverde, Kroos y Benzema son fijos, parece claro que Zidane puede manejar cuatro alternativas para cubrir las dos vacantes disponibles y afrontar el partido de ida:

1-BALE

La prensa, no siempre bien informada, está apostando por esta posibilidad. Nada demuestra más aprecio futbolístico por Bale que asegurar que el galés esta temporada, también la anterior, está muy lejos de su mejor versión. Cuando comparece parece desconectado del juego a pesar de mostrar esfuerzo defensivo. Sus compañeros casi nunca detectan sus desmarques y lo cierto es que, a pesar de ser un jugador con goles e instinto asesino, no está produciendo. Si Zidane apuesta por él, será por lo que ha dado en el pasado, con esperanza de que lo pueda dar aún. Lo cierto es que el perfil de Bale es fundamental en una plantilla con una clara falta de colmillo ofensivo. Bale es el jugador más diferente en ese aspecto, el más autosuficiente para generar un gol por sí mismo. Además, su experiencia en este tipo de choques es algo en su favor. También su poder intimidatorio, tanto por su disparo de larga distancia como por su velocidad al espacio. Uno de esos atletas de los que hablaba Guardiola. Su entrada normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

2- VINíCIUS

Quizá uno de los jugadores más en forma. El más parecido a Hazard salvando las grandes diferencias que existen hoy en día. Vinícius cada día desborda de forma más eficiente y últimamente, además, elige mejor la terminación de las jugadas. Vinícius siempre supone un dolor de cabeza para el defensor de su banda y es una amenaza al espacio dada su velocidad. Sin embargo, apenas tiene experiencia en este tipo de choques y esto puede suponer una desventaja en estas latitudes. Parece claro que será de la partida, ya sea de inicio o desde el banquillo. Su entrada de inicio normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

3- JOVIC

Juntar al serbio con Benzema podría darle el lugar que mejor se adapta a sus condiciones. Jovic el año pasado destacó en Alemania en compañía de un 9 como Haller porque Jovic no es un delantero al uso, sino que disfruta más llegando que estando. Sin duda el Madrid tendría más presencia en el área con dos delanteros y los centros, a veces desesperados, encontrarían más alternativas. El City sufre en el juego áereo y podría ser una buena alternativa. Pero el Madrid podría carecer de profundidad dado que Jovic es poco agresivo en el desmarque y tiende a la pasividad. No sería fácil ganar la línea de fondo ni poner el balón en condiciones en el área. Además, no es un esquema que se haya trabajado durante la temporada, al menos en partido oficial. La entrada de Luka normalmente iría acompañada de la de Isco o Modric formando un 1-4-4-2.

4- MODRIC E ISCO

Sería el mismo planteamiento que le dio al Madrid la Supercopa de España, pero que también tuvo que ser enmendado contra el Atlético en Liga. El 1-4-5-1 perseguiría una perfecta ocupación de los espacios en la búsqueda de una presión que penalizase los problemas del City. Sería un planteamiento para tener el balón y que los de Guardiola tuviesen problemas para imponer su estilo dominante. Cuesta imaginar que ese equipo sufriese mucho en fase defensiva o para tener el balón, pero tampoco es fácil imaginar cómo equilibraría eso con la intimidación ofensiva que el Madrid debe saber trasladar en el Bernabéu.

Sólo Zidane sabe por qué optará y quizá nos sorprenda con alguna alternativa adicional que contemple a Lucas. Mi cabeza me dice que la 1 y la 4 cuentan con más opciones. Mi intuición me dice que será la 4.

 

Isco no era titular. Había llegado en 2013 y aunque no se podría decir que hubiese contado con pocos minutos, el andaluz todavía no había pisado el césped con la firmeza del inicialista indiscutido. No por ello, su estancia de casi tres temporadas en el Madrid había sido ignota. Isco había sumado, había aparecido en los momentos más importantes, como la final de Lisboa, y había encandilado a la exigente grada merengue desde el primer control de balón. “Isco, Isco, Isco”.

El ex del Málaga era un futbolista de técnica colosal, personalidad y presencia. A nivel de talento, quien recogía el testigo de la generación de campeones. Eso lo sabía el Real Madrid cuando lo fichó con apenas veintiún años y todavía muchas dudas sobre cuál sería su evolución como futbolista. Isco era una amalgama de talento y determinación que recordaba a los grandes mediocampistas ofensivos de las décadas anteriores. Su relación con la creación en el mediocampo y con las jugadas de gol hacían de él una pieza a tener, pero de difícil encaje: existía el peligro de enfocarlo en demasía a una de las dos y perder al jugador al completo. No se trataba de un Iniesta o un Silva, futbolista de su estirpe y posición, pero con una relación menos íntima con la boca del área. Isco era Aimar, Raí, Zidane o el último Baggio.

No obstante, el fútbol profesional recibió a Isco con Pellegrini y este lo puso donde él supo congeniar talentos así con las exigencias del paradigma de este siglo. Desde la banda izquierda del mediocampo malagueño, Isco fluctuaba entre jugadas de Ronaldinho y otras de Djalminha. Y estos nombres no son escogidos al azar. El fútbol de Isco, aunque español del siglo XXI, también está estrechamente ligado por una filiación sentimental al fútbol brasileño de los ídolos que tuvo cuando crecía. Isco quiere tocarla todo el rato. Tenerla, jugarla y crear. Su adaptación a los menesteres tácticos y estándares de juego de sus paisanos mediocampistas ha sido difícil y por eso su paso por la selección española ha sido complicado. Al finalizar el Mundial de Rusia 2018, Isco fue uno de los señalados por los analistas: su cuerpo estaba vestido de rojo, pero su corazón de verde y amarillo.

En estas seis temporadas, el mejor Isco solo lo hemos podido ver de forma continua bajo la dirección de Zidane. El jugador nunca ha detenido su crecimiento ni dejado de parecer uno de los mejores de su quinta. Sin embargo, la sensación de que algo no termina de encajar no lo ha abandonado salvo durante los grandes meses de juego de Zidane como entrenador del Madrid.

Cuando llegó, Isco fue titular por un tema circunstancial. La apuesta de Zidane fue de balón y control. En el 4–3–3, Kroos era el mediocentro, Modric el interior derecho e Isco iba por izquierda. Sería inexacto decir que fuese el interior izquierdo. La dinámica de movimientos de Alarcón era más parecida a la de los viejos enganches de los 70’s cuando todavía el 4–3–3 era el sistema de moda y no el 4–4–2. Isco intercambia alturas al son de su voluntad, siempre un escalón por encima de Modric, y se permitía moverse sobre el eje horizontal. No se podía decir que era un interior alzado, puesto que no fijaba su posición, sino que bajaba, subía e iba a los lados. La correcto sería decir que jugaba de lo mismo que Zidane cuando era futbolista, más allá de cómo estuviese compuesto el mediocampo.

Desde esa zona, Isco no participaba mucho en salida, aunque sí bajaba como auxilio y apoyo, escorando su posición sobre la banda al modo en el que lo haría Kroos meses después. El resultado era distinto porque lo de Isco no era ordenar, sino crear. Recibir, conducir, encarar y filtrar el balón para construir un nuevo mundo, destruyendo el anterior. Ese primer mes de Isco con Zidane fue el mejor del andaluz en su andadura en Madrid hasta entonces. Todo su juego tenía sentido para que lo que quería el equipo: su técnica sumaba golpes de calidad a la tenencia del balón y su deseo eterno de balón se traducía en una posesión más larga. En otros escenarios, esas dos características del juego de Isco crean desequilibrio; en el Madrid de Zidane, ofrecían estructura. Había nacido un matrimonio.

La luna de miel acabó rápido. El Madrid comenzó a encontrar inestabilidad en su fútbol y pronto Zidane sacrificó un puesto en el XI para dar entrada a Casemiro, regresando Isco a su rol de suplente de oro del que solo saldría a final de año. Las lesiones de jugadores blancos favorecieron la rotación de Isco, que dejaba buenas actuaciones cuando podía en el sitio que le tocara. Pero cuando el lesionado fue Casemiro, Isco tuvo su segunda gran oportunidad.

El Madrid de fines de 2016 era un equipo mucho más atacante y asentado que el que había ganado la Champions meses antes. Una de las consecuencias era que presionase más como mecanismo principal de recuperación de balón: el equipo se juntaba sobre una de las bandas y si perdía la pelota, el triángulo de posesión presionaba, forzaba el error y atrás aparecía Casemiro como coche escoba para ganar la pelota. Sin la lateralidad y agresividad del brasileño, y con Isco como reemplazo, Zidane cambió su sistema: siguió jugando 4–3–3, pero invirtió el triángulo, centrando a Isco por delante de un doble pivote. Desde esa posición más al medio, el español podía acudir a donde estuviese el balón con más libertad y tranquilidad respecto a su posición en defensa. El Madrid a cambio ganaba otro pedazo de Zidane: creatividad, soltura, rebeldía con el balón y tenencia de la pelota en el último cuarto gracias al fútbol de Isco, menos urgente que, por ejemplo, el de James Rodríguez, su competencia. Por otra parte, perdía capacidad para presionar. Tanto por la ausencia de Casemiro como por la estructura: tal y como descubriesen muchos equipos en los 80s, es muy difícil cubrir el ancho del campo con solo tres mediocampistas, especialmente si uno tiene libertades especiales en la recomposición de la figura defensiva.

La plantilla del Real Madrid para la temporada 2016/2017 es una de las candidatas a mejor nómina de la historia del fútbol. La acumulación de talento por cantidad, calidad y diversidad es muy difícil que tenga parangón. Por eso, Zidane elaboró un sistema de rotaciones según la competición que finalmente se rompió a final de temporada, pero que permitió explotar el capital futbolístico que tenía de modo que compensara sus decisiones estructurales en cuanto a lo táctico. Cambió el juego de posición por una cuota imposible de talento y eso le permitió competir todo hasta el final de forma de regular y también darle a Isco preponderancia como puente entre las dos unidades del Madrid. No era lo ideal, pero Isco podía sumar minutos y juego como comandante del Madrid.

Para la primavera, las coyunturas se alinearon nuevamente en favor de Isco. Dos lesiones de Gareth Bale en abril sacaron al galés de la recta final de la temporada y abrieron un puesto para él en el XI de gala. Zidane, que había demostrado no estar casado a ningún sistema, acomodó a sus once futbolistas como mejor creyó que podían jugar todos: más de una década después, un candidato a ganar la Champions League se presentaba en a las instancias finales con un 4–4–2 en rombo, el sistema de los 90s. Casemiro e Isco en los vértices verticales, Kroos y Modric a los lados.

Sobre el campo entonces se vieron los mejores pasajes de fútbol del equipo de Zidane, que por fin podía juntar a sus tres cerebros con su hombre escoba y su goleador. La mezcla de esos tres elementos dio forma al equipo. El Madrid de Zidane al completo. En mayo, comenzaron a dar exhibiciones técnicas y de juego, preparándose para el gran día. El Real de Kroos, Modric e Isco vapuleó futbolísticamente a la Juventus de Allegri, el equipo más serio de la temporada. Tras unos ajustes que alzaron en defensa Kroos, abriendo a Isco, para luego intercambiarse en el ataque, con Toni de regista lateral y el ‘22’ de enganche, el Madrid superó ampliamente a los italianos en la final con un fútbol destellante y dominador. Al orden y la sobriedad de Kroos y Modric, Zidane había aunado la magia de Isco. Tres cerebros que eran uno, el de su entrenador, unidos no por el balón sino por una doble zeta. El Zidane futbolista había vuelto a vestirse de blanco y sucedió una noche en Cardiff.

Los cerebros de Zidane:

    I. Origen.

  II. El gran director.

III. Modric, el Blanco.

III. Sucedió una noche en Cardiff

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