Las mejores firmas madridistas del planeta

De todos es conocido el compromiso social del Real Madrid, demostrado con creces a lo largo de su historia y con especial énfasis durante esta pandemia. Florentino Pérez ha ido más allá y se ha presentado voluntario a la campaña “Que te vacune un famoso” en representación del club. La iniciativa surgió de los Cuerpos y Fuerzas de Vacunación del Estado para paliar la posible reticencia que pudieren presentar algunos especímenes humanos a ser inoculados con esta sustancia farmacológica. Como su propio nombre indica, se trata de que una persona conocida inyecte la vacuna a los eslabones más descreídos o temerosos de la sociedad, así como a niños pequeños que presenten fobia a las agujas (o abujas, como dicen ellos).

También ha salido a la luz que Messi se encuentra en Madrid disfrutando del periodo navideño. Cada año por estas fechas, acude a Galerías Preciados a comprarse unas polainas. El argentino no ha encontrado otras mejores en todo el planeta y la visita a la capital es obligada para proveerse de esta prenda. Messi las utiliza para ir a buscar níscalos (o rovellons, como diría Sazatornil en La escopeta nacional) y protegerse la zona baja de la pierna de posibles pinchazos y arañazos de cardos y demás maleza que puebla el campo.

Messi Galerías Preciados

Encontrábase Messi probándose polainas cuando recibió una llamada de su centro de salud:

—Buenos días, ¿Lionel Andrés Messi Cuc… Cuchitín… Cucú…?

—¡Cuccittini! Sí, soy yo, bueno días, ¿qué desea?

—Soy Mamen, su enfermera. Le llamo porque los Cuerpos y Fuerzas de Vacunación del Estado han decidido que pertenece usted a uno de los grupos de riesgo y ha de vacunarse de manera inmediata. Hoy.

—¿Grupo de riesgo?

—Sí, aquí pone que por jugar en el Barça. Al parecer, la pertenencia a ese club puede provocar frustración y abandono aeroportuario, lo cual aumenta el riesgo de contraer covid-19.

—Pero ahora estoy en Madrid, no puedo ir a vacunarme al ambulatorio de mi barrio. Además, me dan miedo las abujas. Tengo un trauma.

—No se preocupe, podemos darle cita ahora mismo en cualquier centro de salud de la Comunidad de Madrid.

—Jo, no, ¡me da miedo! ¡Buaaaah! —llora Leo al aparato.

—Está bien, si lo prefiere, puede acudir a una fiesta en la que habrá chuches globos, mayores, niños y famosos vacunando. Y allí será usted inoculado.

—¿Y no puedo vacunarme vía burofax? —intenta Messi a la desesperada.

—No, señor, ha de ser de manera presencial. Además, debe llevar usted su propio brazo, no puede traer el de otro.

—Está bien, si no hay más remedio, acudiré a la fiesta que usted dice, me parece la mejor solución.

Y allá acudió Leo Messi, a la sede de la Real Federación Española de Esgrima, donde un nutrido grupo de voluntarios famosos se entretenía poniendo banderillas a quienes optaban por esta forma de vacunación. También intentó participar un desnutrido grupo de voluntarios famosos, pero no les permitieron la entrada porque tenían muy mal aspecto.

—Hola, soy Messi, vengo a que me vacunen.

—Buenos días, adelante, primera fila a la derecha, descúbrase el brazo que más rabia le dé.

Messi se se quitó la americana —debajo lucía una elegante camisa de manga corta con chaleco—  y aguardó paciente su turno. Había una fila única, como ocurre ahora en el Carrefour, y la sensación era que la vacunación se desarrollaba con agilidad. Los personajes públicos que mejor estaban desempeñando la tarea eran los toreros. Alguno se adornaba a la hora de clavar la jeringuilla y la inyectaba al quiebro.

Delante de Messi había una abuelita que cuando llegó su turno fue vacunada por Sergio Dalma. La mujer, contentísima, pidiole bailar, pero el cantante le contestó que la eficacia de la vacuna no era tan rápida y lo mejor era no acercarse mucho todavía.

—Señor Messi, siéntese aquí y presente el brazo, haga usted el favor.

Leo obedeció al enfermero, se santiguó y ocupó una de las sillas vacantes, preguntándose qué celebridad se encargaría de vacunarle.

—¡Ni en pedo! —exclamó el rosarino—, ¿de todos los boludos del mundo tenés que ser vos quien me pinche?

—Querido Leo, yo he nacido para vacunar a Messi —declamó Florentino Pérez sin perder la sonrisa mientras inyectaba la vacuna al diez azulgrana.

Florentino Messi vacuna

Messi comenzó a llorar, tenía miedo. Florentino le regaló una foto dedicada de Pepe para que se le pasara el berrinche y Leo la abrazó y pareció calmarse. Como indica el protocolo, el argentino hubo de esperar unos minutos en observación por si se presentara o presentase algún efecto secundario. Pasado un cuarto de hora, Messi sonrió, miró a Florentino con los ojos repletos de ilusión y dijo:

—Presi, ¿me renueva?

—Claro que sí, claro que sí —calmole Florentino a Messi mientras lo acurrucaba cual bebé.

El presidente del Real Madrid le dio una servilleta a Leo para que se secase las recientes lágrimas y el argentino procedió a estampar su firma en ella sin pensárselo dos veces. Para Messi, la vacuna tuvo “afectos” secundarios, y desde entonces, quedó prendado del Real Madrid y decidió que no correría más para defender la camiseta del Barcelona.

El presidente blanco es el gran renovador de la tradición histórica del Club

Sin que nos diéramos cuenta ha empezado otra temporada, otra Liga, que no parece verdaderamente nueva sino más bien una continuación de la anterior. La CoronaLiga terminó a mediados de julio y el brillante triunfo del Madrid de Zidane, la conquista del título número 34, quedó algo empañado por las circunstancias. Se ganó en un estadio sin público, no se pudo celebrar y dos semanas después se cayó penosamente en la Copa de Europa. La imposibilidad de festejar una alegría tan grande como fue aquella Liga dejó un sabor raro. Me recordó a eso que dicen del duelo, que se prolonga dolorosamente hasta el infinito si no se puede enterrar al ser querido.

El Real Madrid celebra el título de Liga.

Como todo se ha sucedido de manera tan extraña, este calciomercato, esa aburridísima (y larguísima) estación que soporta el hastío de los futboleros en verano, también ha resultado ser una cosa gris y sin sustancia: ni un titular, ninguna bomba, ningún De Rossi o Vieira, más allá del affaire Messi, que llevarnos a la boca. Este año el calciomercato ha durado un telediario y ni siquiera ha sonado Mbappé. Quizá la bomba de verdad sea esa noticia que ha pasado medio desapercibida estos días o que en todo caso ha sido recibida con un mohín de insatisfacción: las cuentas del Madrid para el ejercicio económico 2019-2020 han arrojado un superávit de 320 mil euros.

La noticia del superávit en año de pandemia, con el fútbol en monstruosa contracción (como todo, por otra parte), es revolucionaria

Son malos tiempos para la austeridad, aunque ahora haya que decir frugalidad porque es lo que está de moda en el degenerado periodismo generalista español. Yo prefiero austeridad, que viene del griego “áspero” y que a través del latín nos llegó convertida en una noción de rectitud, de laconismo: una sobriedad morigerada, muy castellana, o así me la imaginé yo siempre. Me gusta imaginarme a todos esos hombres que construyeron el Madrid hasta Bernabéu como el caballero de la mano en el pecho de El Greco, unos hidalgos enemigos del derroche, también en las emociones. Por eso aquel primer Del Bosque, el de la Octava, el que no celebraba los goles en Old Trafford, me parecía el compendio de esa manera de ser madridista, tan clásica, tan recia, sin un gesto fuera de lo estrictamente necesario.

Vicente del Bosque.

La noticia del superávit en año de pandemia, con el fútbol en monstruosa contracción (como todo, por otra parte), es revolucionaria. Vivimos en un mundo que funciona a base de deuda y de dinero de mentira, de dinero que se va a ganar mañana si la muchacha del cuento consigue llegar con el cántaro a la fuente: en el mundo del crédito no sucede nunca nada que entorpezca el camino de la muchacha, pero la realidad, eso lo sabían Omar Jayyam ya en el siglo XI, puede caer de golpe y destruir el cántaro, la muchacha, la fuente y hasta el mismo sendero por el que se va y se viene.

La estrategia de este florentinismo tardío está encaminada a situar al Madrid en una buena posición desde donde competir con gigantes plutócratas

En un mundo donde la especulación es la reina, que Florentino salve trescientos mil euros del presupuesto del club en el año del coronavirus es un acto de subversión, de contestación y de estoicismo: el Barcelona, por ejemplo, declara oficialmente unas pérdidas que se acercan a los cien millones de euros. La estrategia de este florentinismo tardío, un florentinismo renovado y muy alejado de aquel imperialismo conquistador del dinero por delante para comprar lo mejor y lo que hiciera falta, está encaminada a situar al Madrid en una buena posición desde donde competir con gigantes plutócratas: un gran estadio y una última gran estrella, Mbappé, que parece que no quiere renovar por el PSG y sobre el que se articularía la nueva (pero vieja, en realidad) política de expansión de la marca del club en los próximos diez años.

Kylian Mbappé.

Sin embargo esta nueva visión comedida, parca, previsora y prudente en la gestión del Madrid del Florentino crepuscular es algo que podría decirse que está en los genes del madridismo, como digo, del mismo modo que la audacia financiera de las grandes operaciones (cuya génesis se encuentra en el fichaje de Zamora, el primer galáctico de España). Yo siempre he creído que el madridismo es una tradición subversiva y una negación del mundo moderno, un mentís alto y orgulloso a la realidad de petrojeques y deuda infinita. Hay pruebas y están en el pasado del propio Real Madrid, lo que es lo mismo que decir que está en la base de lo que este club es. El profesor Ángel Bahamonde, en su El Madrid en la Historia de España, cuenta que Santiago Bernabéu “concibió la organización interna del club siguiendo la estela de la estrategia y los objetivos que habían prevalecido en los años treinta, convenientemente adecuados al tamaño adquirido por el club tras la construcción del nuevo estadio”.

Sólo con un nuevo estadio se generará el dinero suficiente como para sostener el nombre y el estatus ante clubes que pueden gastarse ochenta millones de euros por un juvenil

En términos puramente crematísticos, el Madrid afronta las próximas décadas del fútbol de élite como una empresa familiar compitiendo, con lo que tiene, con corporaciones gigantescas cuya capacidad de gasto y endeudamiento superan por mucho la suya. El mismo Liverpool, por salir de los clubes-Estado, pertenece a un conglomerado americano dedicado a la industria del deporte, como el Manchester United. El Leipzig, semifinalista de la reciente Copa de Europa, es de Red Bull. El Madrid tendrá que moverse contando con sus propios medios y para eso un nuevo estadio, y a fin de cuentas la reforma del Bernabéu deparará uno nuevo pero en el mismo sitio. Un nuevo estadio que llenar con las estrellas del mañana como el primer Chamartín con el Madrid republicano de Zamora, Ciriaco, Quincoces y los Regueiro; o como el segundo Chamartín y el Madrid de Di Stéfano y Gento (y de la Copa de Europa, no lo olvidemos). Sólo así se generará el dinero suficiente como para sostener el nombre y el estatus ante clubes que pueden gastarse ochenta millones de euros por un juvenil, sin despeinarse. En eso, Florentino también ejerce como el gran renovador de la tradición histórica del Madrid.

Santiago Bernabéu.

“Bernabéu siempre insistió en que uno de los problemas de los clubes consistía en que éstos solían circunscribir su acción al corto plazo impuesto por las dinámicas electorales”, escribe el profesor Bahamonde. “Una empresa privada, señalaba el presidente, no podría aguantar este ritmo. Según Bernabéu de ahí se derivaba el principio de irresponsabilidad de muchos directivos, que adoptaban decisiones arriesgadas, demagógicas o estériles, siempre costosas y escasamente planificadas y reflexionadas, en las que primaban criterios electoralistas permanentes. Otro efecto pernicioso era que los socios se contagiaban de esta ambientación, respondiendo asimismo con actitudes irresponsables. Se hacía preciso educar al socio”.

El socio del Madrid, viendo el respaldo electoral que ha tenido siempre Florentino, parece bien educado en esta pedagogía con solera en el club, pero otra cosa es el aficionado, el hincha. El hincha global lee todos los días que el Barcelona, siempre al borde de la bancarrota, pretende gastar (y hasta el verano pasado, gastaba, no en vano por Messi pagan entre unas cosas y otras, cien millones de euros cada temporada) como los jeques de Catar. En realidad, cualquier equipo de medio pelo de Inglaterra puede fichar con mayor soltura, ahora mismo, que casi cualquier grande español, italiano o alemán.

La capacidad previsora de Florentino lo pone en la línea de los “hombres notables”, como dice Bahamonde en su libro, que debían regir siempre los destinos del club

Aquí radica la grandeza contestataria de esta austeridad florentinista, capaz de negociar de padre a hijo con los capitanes del fútbol y del baloncesto una bajada del sueldo que le permita al club mantener muchos puestos de trabajo, además de la autonomía financiera del club. Esta capacidad previsora de Florentino lo pone en la línea de los “hombres notables”, como dice Bahamonde en su libro, que debían regir siempre los destinos del club según la teoría del poder concebida por Bernabéu: sólo los hombres notables pueden atisbar el futuro en el ruido y en la furia del presente. Es una concepción aristocrática en el sentido platónico, pura contracultura en un mundo dominado por el democratismo o falseamiento interesado de la idea de democracia, convertida por la propaganda en un fin en sí mismo, en un armario hueco.

Obras del Santiago Bernabéu.

Esos 320 mil euros que el Madrid conserva en el año en que el coronavirus vino a destruir la economía de España son algo más que un ahorro, que la muestra de una buena administración: son un posicionamiento moral. Se suele comparar el impacto de la pandemia en la economía española con el de la Guerra Civil. El profesor Bahamonde dice que en los prolegómenos de la guerra, “el Madrid se nos ofrece como el club más estable y con una mayor proyección de futuro en el fútbol español de la época. El club cubre su presupuesto económico sin mayores dificultades e incluso genera un superávit discreto pero que, en relación con sus homólogos nacionales, no admite parangón”. Un superávit de más de cien mil pesetas que permitió al club “generar la mayor cantidad posible de recursos propios y evitó al Madrid caer en una espiral deudora, lo que resultó decisivo en la etapa posterior”.

 

Fotografías Getty Images.

Nuevo Estadio Bernabéu.

 

En 1972, un comando compuesto por cuatro de los mejores AIC del ejército madridista fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el gobierno, sobreviven como analistas calvos de fortuna.

Si tiene usted algún problema y se los encuentra quizás pueda contratarlos.

-Hola, muy buenas, perdone que le moleste, soy Fred, Fred Gwynne, le llamo de parte del Presidente, Florentino Pérez. ¿Está por ahí EL EQUIPO A? Que se ponga…

El encargo era muy complicado. Me había llamado Kollins (el censor de bigotillo más censor que nunca después de sus vacaciones) pidiéndome un artículo en el que explicase cuál era el equipo que prefería que ganase la Champions y los motivos que llevaban a mi elección.

Uno no se ha ganado una merecida fama de AIC (Analista Internacional Calvo) por escribir al tuntún, sin estudiar concienzudamente todas las opciones. Soy un profesional y como profesional había actuado. Lo primero que hice fue ir a tomar café a casa del Presidente para pedirle consejo. ¿Quién mejor que Florentino iba a saber qué era lo que más nos convenía?

Florentino Pérez.

—Este es un tema muy delicado, Fred —dijo Florentino a la vez que dejaba una bandeja con magdalenas y cruasanes en la mesa. La influencia de La Galerna a nivel mundial es tan grande que tenemos que medir muy bien nuestras palabras, cientos de millones de lectores están pendientes de vuestros artículos. Las relaciones entre clubes esconden muchas aristas, egos, negocios y fichajes que se decantan hacia un lado o hacia otro en función de delicadas relaciones personales. Es de sobra conocido que eres mi mano derecha y que hablas por mi boca, así que habrá que meditar concienzudamente cada respuesta, no podemos publicar algo que rompa el inestable equilibrio que tantos años me ha costado levantar. Yo tengo muy claro mi favorito, tanto por razones personales como deportivas y económicas, pero necesitamos ir un poco más allá, contratar a los mejores para que busquen pros y contras, analicen todos los factores y refrenden nuestra elección o nos den, si lo consideran oportuno, otra más adecuada. Resumiendo, hay que llamar al Equipo A.

"Eso fue exactamente lo que hice. Llamé al Equipo A de parte de Florentino Pérez"

—¿Al Equipo A?

—Sí, es un equipo secreto de profesionales que trabajan al servicio del Real Madrid. Es gente con una inteligencia superior, normalmente se limitan a asesorarme en mis decisiones, pero si hay que ir un paso más allá, si hay que bordear la legalidad, tú ya me entiendes, ellos son los indicados. Son personajes públicos muy famosos, que esconden bajo un halo de respetabilidad, habilidades que al resto de los mortales nos están vetadas. Te voy a dar el teléfono, llámales de mi parte y diles que te asesoren con el artículo.

Y eso fue exactamente lo que hice: llamarles de parte de Florentino y explicarles su misión someramente. Exactamente dos horas más tarde, según las instrucciones que me habían dado por teléfono, una furgoneta blanca, atravesada por una llamativa franja morada que culminaba en un prominente alerón del mismo color, aparcó al lado de mi casa. Bajé las escaleras. La puerta trasera de la furgoneta se abrió.

Paqui García y Sergio Ramos.

—En el asiento, a su ezkerra, tiene una venda, póngasela en los ojos. No diga nada, pues.

El acento del conductor me llamó la atención, era vasco, como del mismo centro de Bilbao. Obedecí. No conseguía verle la cara ya que me la tapaba un montón de chatarra. El recorrido duró poco más de media hora. Escuché cómo se abría una puerta metálica y luego se cerraba a mis espaldas. El motor de la furgoneta se paró. Intuí a alguien acercándose, me sujetaron de los brazos y me sacaron del vehículo. Anduve unos metros y noté cómo alguien me quitaba la venda de los ojos.

Allí estaban.

Eran ellos. Imponentes. Sentados en una larga mesa llena de viandas. El Equipo A al completo:

La Paqui, Bertín Osborne, Coentrão y Antxon Mari Etxeberria, el gitano de Bilbao.

Era imposible formar un equipo mejor y más preparado. No me extrañaba que el Presidente les encargase las misiones más difíciles.

Fabio Coentrao.

Estábamos en un pabellón inmenso, parecía un hangar. Había un par de hidroaviones, un submarino pintado de rosa, un tanque artesanal fabricado con un Dyane 6, una piscina hinchable gigante, un telescopio, un cine de verano, una réplica de la vitrina de las 13 Copas de Europa y una larga mesa surtida con embutidos ibéricos y vino Barbadillo en la que todos se encontraban sentados en el mismo lado. Detrás de la mesa había un biombo chino decorado con varias fotos de Sergio Ramos, el hijo de La Paqui, levantando diferentes trofeos.

Yo seguía de pie, a unos seis metros, embobado.

La Paqui tomó la palabra. Se notaba que era la jefa del grupo.

—Como ya habrá adivinado por nuestras precauciones y su conversación con Florentino, nosotros no existimos y este encuentro nunca se ha producido. ¿Qué es exactamente lo que desea?

Carraspeé, tragué saliva.

—Quiero saber cuál es el equipo que más nos conviene que gane la Champions. Tengo que escribir sobre ello.

—¿Algo más?

—No.

—Bien, permanezca aquí. Tardaremos un par de horas en elaborarle un informe, siéntese y tome usted lo que quiera, está en su casa, los amigos de Florentino son nuestros amigos.

Bertín Osborne.

El Equipo A se levantó de la mesa, dio unos pasos hasta situarse detrás del biombo y desapareció. Aguanté un par de minutos sin moverme y luego me acerqué cauteloso. En el suelo, detrás del biombo, había una pequeña trampilla. Aunque tenía mucha curiosidad por saber a dónde conducía, no me atreví a levantarla e hice lo que me indicaron: me serví una copa de vino y ataqué a todos aquellos ibéricos. Cuando faltaban diez minutos para las dos horas estipuladas una pequeña puerta se abrió a la izquierda del tanque Dyane 6. Primero apareció La Paqui con un portafolios y detrás, charlando animadamente, el resto del equipo.

—Aquí tienes nuestro informe. Son las deliberaciones finales. En primer lugar, te indicamos los favoritos de cada uno de nosotros y por último el que consideramos que va a ser el ganador. Te pido máxima discreción. Léelo, memorízalo y destrúyelo aquí mismo.

"A Coentrão le gusta mucho Pigalle, Le Lapin Agile y Luis Mariano"

COENTRÃO: PSG.

París Saint-Germain, una escisión simétrica-sentimental del Partido Socialista Gallego de los años 20 que, con el paso del tiempo, y la fuga de algunos de sus miembros a Oriente, derivó en el equipo de fútbol que hoy todos conocemos. A Coentrão le gusta mucho Pigalle, Le Lapin Agile y Luis Mariano, el irunés que emigró a París y cantaba aquello de C’est magnifique.

ANTXON MARI ETXEBERRÍA: ATLÉTICO DE MADRID.

Es imposible que el Atlético gane la Champions porque es imposible que el Atlético gane la Champions. ¿Hay alguna explicación para esta afirmación? No, no la hay, pero tampoco sabemos por qué sale el sol todos los días y siempre acaba amaneciendo. A pesar de ello, Antxon Mari, como buen chatarrero, apuesta por ellos. Dice que su museo es un poco como su furgoneta, está lleno de quincalla y chatarra.

BERTÍN OSBORNE: BARCELONA.

Bertín dice que si no gana el Madrid quiere que lo haga un equipo español. Siempre ha sido un romántico.

Bayern de Munich en la OktoberFest.

LA PAQUI: BAYERN DE MÚNICH.

El Terminator alemán, el único de los equipos que siguen en la competición capaz de imitar su mortal golpe del parabrisas. Si su hijo Sergio no hubiese estado sancionado hubiese sido nuestro máximo enemigo. A su favor está el codillo con cerveza y la Oktoberfest, en su contra, el chucrut.

Nuestra escrupulosa deliberación, después de cribar nuestros gustos personales, dibujar pantallitas con colorines, usar nuestras antenas parabólicas y cotejar miles de datos estadísticos absolutamente chorras, ha consistido en mandar todo al carajo y limitarnos a hacer caso a Coentrão, el talismán de nuestro grupo, que a su vez ha utilizado su infalible método de contar dos veces siete en la lista de los equipos participantes para llegar a la conclusión de que el PSG y el Barcelona jugarán la final.

"La experiencia nos ha demostrado que lo que dice Coentrão nos beneficia"

—¿Es esto lo que más conviene al Real Madrid?

—Sinceramente, no tenemos ni idea, pero la experiencia nos ha demostrado que si lo dice Coentrão seguro que nos beneficia.

—¿Y quién va a ser el ganador?

—Tampoco lo sabemos. Coentrão se niega a decirlo, argumenta que tiene sus razones.

Nada más, aquí terminaba el informe. Me sentí un poco decepcionado. Tenía una supuesta final, pero no tenía un ganador. Con aquel material poco podía hacer, así que intenté conseguir algo más de información.

—Esto… perdonen que les moleste, pero no podrían, ya saben, ser un poco más explíci…

—Eso es todo, aquí termina nuestro trabajo. Ponle la venda, Antxon.

—Pero…

—Hasta pronto, señor Gwynne, si alguna vez necesita nuestra ayuda, no dude en ponerse en contacto con nosotros.

Dos horas después estaba en el salón de mi casa. Contactar con El Equipo A no me había servido de nada y no sabía por dónde empezar a escribir. Después de reflexionar y valorar todas las opciones, opté por el camino más difícil pero más honesto: la valentía. Ser yo mismo y olvidarme de mis supersticiones. Había que mojarse:

Si el Real Madrid no puede ganar la Champions me gustaría que la ganase el…

 

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Una cantera de entrenadores y presidentes

El de entrenador y presidente es un talento característico del madridismo. La cantera de entrenadores y presidentes madridistas, la escuela de Florentinos, en las gradas o en Twitter (la grada multimedia) es realmente inagotable. Uno mira un momento a su lado y encuentra un entrenador. Enciende el teléfono y ve a decenas de entrenadores discutiendo sobre las decisiones (todas malas) del verdadero entrenador, sea quien sea. Esto es una cosa maravillosa. Podemos estar tranquilos porque nunca nos faltará un entrenador. El entrenador del Madrid prolifera por todas partes.

Uno los puede encontrar por aquí y por allá. Un bar es como una pequeña charca de entrenadores. Quién no ha visto alguna vez esa concentración de místeres debatiendo espoleados por la presencia de un ejemplar de As doblado por la mitad en una esquina de la barra. Yo he visto brillar ese As como el anillo de Tolkien y convertir en soberbios y furibundos entrenadores a humildes y tranquilos parroquianos. Los he visto moverse sobre las baldosas como por el área técnica y escucharse sus instrucciones más allá de esos fantásticos terrenos de juego.

Una vez estaba yo en un bar y fui al baño y allí había un entrenador que debatía ensimismado con lo que tenía entre las manos, a quién le repetía, con evidente convencimiento, que Lucas Vázquez no es jugador para el Madrid. Lo más impresionante es que aquello que estaba entre sus manos parecía responderle lo contrario con una convicción similar. Si se han visto entrenadores madridistas hasta debajo de un pantalón, ya pueden imaginarse cómo es esto.

Yo mismo me he sorprendido actuando como tal, aunque hace tiempo que me cuido para tratar de ser sólo un espectador sin la enorme presión del cargo. Decimos de la cantera inmensa de entrenadores, pero hay otra tan grande como esta que es la de presidentes. Los presidentes del Madrid también están por todas partes, así que también podemos estar tranquilos. Nunca nos faltará un Bernabéu ni un Florentino.

Es más, del mismo modo que Zidane, ahora mismo (como antes cualquier otro), no es buen entrenador para el Madrid para la mayoría de los entrenadores de los que hablo, Florentino Pérez tampoco es buen presidente para todos los presidentes. Así que, si usted piensa, por alguna extraña razón, que Zidane es un buen entrenador y Florentino es un buen presidente para el Madrid, imagínense cómo serán todos esos entrenadores y presidentes que piensan que no lo son. Siento escalofríos como ante la inmensidad del mar o del universo.

El futuro está asegurado también en la presidencia. Yo tengo un vecino que es presidente de los de As, también. En (el) As está casi todo para ser un buen entrenador y presidente del Madrid. Yo diría que es el manual (como aquel de Derecho Mercantil de Joaquín Garrigues con el que decía Miguel Delibes que aprendió a escribir) intrínseco de todo entrenador y presidente. Está todo menos el patrimonio necesario, claro, para serlo, lo cual es esa barrera insalvable que impide en la mayor parte de los casos la explosión del talento.

Si usted oye decir "lata de sardinas" ahí tiene un presidente

Decía que tengo un vecino que es presidente y que tiene unas ideas estupendas, revolucionarias, para hacer al Madrid mucho más grande de lo que es. Una de ellas es no gastar tanto dinero en jugadores extranjeros con la buena cantera que se tiene. No me digan que no es impresionante. Esto no lo había pensado nadie, por supuesto. Aunque, de todos modos, lo que caracteriza a la cantera de presidentes (y de entrenadores) es no estar nunca de acuerdo con ninguna, absolutamente ninguna, de las decisiones de Florentino (y de Zidane) en este caso.

Yo ya me he acostumbrado a los detalles para descubrir donde hay un entrenador y un presidente en ciernes. Si usted oye decir, por ejemplo, “lata de sardinas”, ahí hay un presidente como la copa de un pino. Si usted escucha “dos años seguidos en octavos”, ahí tiene al entrenador (y al presidente también, a veces se confunden) ideal. Aunque si algo no falla es el afán de cambiarlo todo ante el más mínimo, no ya mal resultado, sino ante la más mínima imperfección.

El perfeccionismo es la virtud por antonomasia de nuestra escuela de Florentinos rebosante de alumnos milimétricos en todos los aspectos de su vida. Hace tan sólo unos minutos he podido saber de un entrenador (y presidente) que dice que los defensores de Zidane se basan en el pasado (en lo que nos ha dado) y que no hay que conformarse. He aquí un visionario, un premíster, un prepresi, como los precog de Philip K. Dick. Porque en realidad de lo que hablamos no es de presidentes sino de precognoscientes. Los precognoscientes del Madrid.

 

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A Florentino le va la marcha. Sus modales exquisitos y su educación global no entran en conflicto con el hecho de que siempre ponga proa a la tormenta y no se amilane por difícil que parezca el objetivo.

Así ocurrió en las elecciones a la presidencia del Real Madrid del año 2000. Lorenzo Sanz le había practicado una reanimación cardiopulmonar al club que propició que ganase dos Copas de Europa tras casi cuatro décadas de ver las victorias por televisión. Tras este gran trabajo de Lorenzo, parecía imposible que alguien le derrotase. Pero apareció Florentino con la baza de Figo bajo el brazo. En realidad, ese era el reclamo, porque la cesta venía cargada de propuestas más importantes y necesarias. El señor Pérez (pidió permiso al portugués para utilizar su nombre durante las elecciones a cambio de tres millones de euros) comenzó la campaña y el resto es historia.

Algún tiempo después, Figo —o Frigo, como decía Don Manué Ruiz de Lopera— volvió al Camp Nou y recibió una lluvia sonora de rabia y frustración culé. El acomplejado tiende a no entender que un profesional decida dar un paso adelante en su carrera y fiche por un club más grande. Esto es lo que le ocurrió al aficionado azulgrana. Miles de personas decidieron pagar para apelotonarse en un recinto deportivo y enfadarse mucho. Muy útil e inteligente no parece. Algún seguidor blaugrana gritó tanto, que se le cayó la cabeza al campo junto a Figo cuando el diez blanco se disponía a sacar un córner. Para evitar problemas con la justicia, se dijo que fue un cochinillo, pero en realidad la cabeza era de un señor moreno de Hospitalet de Llobregat, si bien es cierto que era un poco gorrino. También llovieron cubatas por fascículos; una botella de JB por aquí, una lata de Coca-Cola por allá y el seny blaugrana congelado en cubitos de gritos de hielo. Todo en consonancia con una afición tan señorial y educada como la culé.

En ese ambiente tan plácido transcurría el choque cuando Florentino, consciente de lo que había supuesto su maniobra para el futuro del Madrid, decidió encenderse un cigarrillo sonriente —sonreía Florentino, no el cigarrillo— junto a Joan Gaspart, ajeno al bombardeo de napalm. Gaspart siempre fue el Sazatornil de las películas de Berlanga, un adulador ridículo y melifluo que pasa la vida perdiendo su dignidad a cambio de hacer un negocio rentable para su bolsillo. Con la diferencia de que Saza fue un tipo y un actor de dimensiones ciclópeas y Gaspart no pasó de ser el señor Burns de los Simpson.

Este momento del cigarrillo sostenido por la sonrisa de Florentino fue capturado en una fotografía que ahora se ha hecho viral. Por cierto, pueden observar que Gaspart lleva una mascarilla verde (es un efecto de lo viajado de la inédita fotografía) que parece de la Guardia Civil. No descarten que la madriditis le llevase a colocarse este elemento de protección con veinte años de antelación.

Si bien Gaspart responde al arquetipo de empresario catalán creado por Berlanga y Azcona, Florentino es Paul Newman en El Golpe. Acaba de birlarle la cartera (Figo) en el tren (las elecciones de 2000) a Lonnegan (Joan Gaspart) y se dispone a jugar una partida de póker en territorio enemigo (el clásico en el Camp Nou) rodeado por los adláteres del presidente culé. Igual que Paul Newman —Henry Gondorff en la película de George Roy Hill— sonríe y juguetea con un cigarro entre los dientes mientras despluma a Lonnegan y le saca de quicio llamándole Loneman, Lonnigan y demás variantes erróneas de su apellido, Florentino hace lo propio con un cigarrillo mientras disfruta de su victoria y del derrumbe azulgrana. Porque ese partido o batalla no se ganó, pero la guerra sí. Figo fue el primer as del póker de galácticos y Florentino disfrutaba aquel día en medio de la tormenta y la adversidad como si supiese que aquella mano ganada al Barça con Figo, iba a suponer el inicio de la segunda etapa más gloriosa del Real Madrid tras los años de Bernabéu, Di Stéfano, Gento, Puskas y compañía.

No podemos asegurarlo, pero fuentes de confianza, aseguran que, una vez concluida esa temporada, con la Liga a buen recaudo, Florentino Pérez se despojó del cigarrillo y del papel de Paul Newman para introducirse en el del Coronel John "Hannibal" Smith y sacarse un habano de la boca mientras decía: «me encanta que los planes salgan bien».

 

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Hace dos décadas todo empezó con Figo bajo el brazo. Lo revolucionario en Florentino Pérez siempre ha sido decir lo que se quiere hacer y luego hacerlo.

Se cumplen en estos días veinte años de que Florentino Pérez alcanzara por primera vez la presidencia del Real Madrid, haciendo verdad eso de que ya hace veinte años de todo, porque Florentino pertenece al paisaje emocional, al escenario de nuestras vidas. Como si llevara ahí todo el tiempo, desde que se desprecintó el mundo. Me acuerdo de dónde estaba el día que se hizo oficial lo de Figo, escuchando la radio, en el campo, una corriente eléctrica me sacudió de la cabeza a los pies. Aquel tipo con pinta de oficinista, verbo discreto, elegante, el polo opuesto de la carnalidad italoamericana del boss Sanz, escondía un carisma monstruoso dentro de su traje sencillo, sin brillo, corriente, modélico. Decía la letra de la famosa habanera que si las cosas que uno quiere, se pudieran alcanzar, tú me quisieras lo mismo, que 20 años atrás. Sin embargo, veinte años después, el amor es el mismo: un amor puro, sincero y honesto, por el hombre y por la idea, un amor que se renueva con el mismo vigor con que el florentinismo, fijado como sistema de comprensión y de explicación del madridismo, se rejuvenece a sí mismo. Que es la condición de lo clásico, como dice Garci.

Florentino celebró la efeméride siendo fiel a sí mismo, celebrando un título (lleva 46 entre el fútbol y el baloncesto) y ejerciendo de verdadero revolucionario. Anunció, sobre el mismo césped del Alfredo Di Stéfano, que este año no iba a haber grandes fichajes. “La situación es mala”, dijo para resumir con un hondo respeto por la mayoría de edad intelectual de los aficionados, el calciomercato que nos espera. El calciomercato 2020, el calciomercato del coronavirus, de la reducción masiva del gasto, de la austeridad, de la frugalidad, usando el término de moda. Una declaración sencilla, sin grandilocuencia, con esa castellanidad lacónica que en la tradición del Madrid convive sin paradoja ni contradicción con el alma barroca andaluza de las noches de éxtasis sensorial en el Bernabéu o con la música ligera y exuberante de los brasileños que engrandecieron el blanco. No habrá grandes fichajes, aseveró el presidente, lo que casi vino a confirmar que no habrá fichaje alguno, ni grande ni pequeño. Y ahí reside la grandeza revolucionaria de la última florentinada.

Florentino suele hablarle al socio, así como al hincha, como a un adulto, es decir, sin esconder la verdad ni tampoco edulcorarla

Lo revolucionario, en Florentino, siempre ha sido decir lo que se quiere hacer y luego hacerlo, concordando generalmente ambas cosas, cosa que en política (y los presidentes de los clubes de fútbol son políticos, políticos casi siempre de pueblo, como mucho de provincia, exceptuando a los directivos del Barcelona, que son regionales; los del Madrid no cuentan porque tienen rango de ministros) es tan raro como encontrarse de pronto con un cruyffista humilde. Florentino se le apareció a una generación de madridistas muy jóvenes y deslumbrados por dos Copas de Europa que todavía no tenían el valor emocional que adquirirían con la madurez, diciendo la verdad: tengo fichado a Figo, tómenme por loco, les digo la verdad y si me votan, aquí estará al día siguiente. Por eso el florentinismo se parece tanto a la vieja idea que el Madrid ha tenido de sí mismo toda la vida: probidad y audacia. Florentino suele hablarle al socio, así como al hincha, como a un adulto, es decir, sin esconder la verdad ni tampoco edulcorarla. No hay que irse muy lejos para compararlo con otros dirigentes de clubes con los que el Madrid compite entre iguales, basta con mirar las portadas, durante los meses de confinamiento, de los diarios deportivos que se editan en Barcelona. O acercarse a la rumorología que rodea al equipo al que el Madrid tendrá que remontarle dos goles el siete de agosto, en la Copa de Europa: lo último, que leí ayer, es que el City tiene pensado gastarse este verano, este coronaverano, otros trescientos millones de libras. No obstante Florentino, si no se ha anticipado cada vez al pulso del tiempo, al menos lo ha sabido ver en todo momento, acompañándolo. Cuando llegó, el mundo pedía gasto, keynesianismo, inyección de líquido y de emoción, recapitalización a mansalva de ilusión; era el año 2000, la felicidad se regalaba por las esquinas, el país iba como un tiro, la Humanidad afrontaba el primer siglo de un nuevo milenio sin amenaza de apocalipsis alguno, la gente quería bailar y eso fue lo que trajo aquel, por entonces, aparente hombre gris. A Figo debajo del brazo en un golpe de efecto que terminó recolocando al Madrid en el centro de la Tierra justo tras recuperar la gloria europea. A la cabeza del siglo XXI.

Veinte años después el mundo es muy otro, un enorme páramo de color ceniza, en constante repliegue, donde no llueve café como en la canción de Juan Luis Guerra, sino incertidumbre. La pandemia del COVID ha mutilado gravemente la economía de todos los clubes del deporte profesional, aunque el Barcelona del ERTE y el petroCity parezcan vivir en una dimensión alternativa de la realidad. Pero una cosa es esa, la conciencia más o menos general de que el parón de tres meses de 2020 congelará una industria, la del fútbol, que llevaba un lustro inflada, llena de gases artificiales y de dinero extraño, y otra, como siempre pasa en España, es verbalizarlo. No es baladí esta cuestión, aunque lo parezca. No es lo mismo soñar con gastarse sesenta mil millones de pesetas en la estrella del archienemigo, pagadas a tocateja en un clausulazo, que decirlo; no es lo mismo que todo el mundo sepa que en otoño se volverá a acabar el mundo, que ser el primero en salir y afirmarlo. Al principio fue el Verbo, y es verdad, quizá la mayor verdad bíblica de todas, la más potente: las cosas empiezan a existir cuando alguien las nombra.

Y Florentino no es “alguien”. Si siempre se ha dicho que el palco del Bernabéu es más importante que el Consejo de Ministros, Florentino Pérez ha elevado la categoría de presidente del Madrid a la de jefe de un Gobierno. El primer ministro Pérez podría reivindicar la condición de nación del Real Madrid, al fin y al cabo, hombres peores, como decía Arcadi Espada, dependientes del Corte Inglés venidos a más, han hecho eso teniendo mucho menos de donde tirar. En estos veinte años, sus méritos son bien conocidos y loados: ubicar al Madrid en la vanguardia del mundo nuevo, recuperar ese sentido tan imbricado en la propia identidad del club, de ser pionero, de ir por delante; ganar muchas Copas de Europa, como dejó enseñado Bernabéu, estar en el mundo al modo en que el Real Madrid tiene que estarlo, que eso no lo enseñó Bernabéu, sino que lo aprendió de los padres fundadores, interpretándolo luego estupendamente.

Si Florentino siempre ha querido emular a Bernabéu, han de reconocérsele algunas cosas: es el hombre más importante de la Historia del club, tras el gran patriarca, y ha hecho suya esa filosofía bernabeuística de estudiar el mundo para anticiparse a él en beneficio de la institución. La visión. Por ejemplo, en el verano de 2003, con la decisión de hacer aquel primer y exuberante grand tour por el lejanísimo Oriente, Florentino estaba abriéndole los ojos al fútbol español ante la emergencia de China, hoy no ya potencia mundial, sino muy probablemente la primera potencia mundial. Con el nuevo estadio, por ejemplo, esa visión ha resultado incluso más certera, por el devenir abrupto e inesperado de los acontecimientos. Yo, partidario toda la vida de abandonar el Bernabéu y sustituirlo por un Wembley en Valdebebas, no dejo de reconocer lo que de inteligente tiene permanecer en el corazón de la ciudad, al contrario de la inercia contemporánea que marca la deriva hacia nuevos espacios suburbanos de los grandes clubes. En un mundo post-pandemia, sin duda asfixiado bajo el plomo de los malos augurios, el paro masivo y la falta de alegría en el gasto, conservar un hueco privilegiado junto a las grandes arterias de Madrid, mantener esa cosa casi familiar y pequeñoburguesa del Bernabéu encajado en un barrio normal, a mano de todo, mantiene al Madrid cerca: muchas veces el desplazamiento a la periferia viene aparejado con cierto desapego, cierta turistificación (aunque en parte, esto es inevitable en el mundo actual). Pero como ya no van a venir turistas a España, ni se podrá volar; como el Horizonte Greta hará del fútbol un espectáculo incorpóreo o en el mejor de los casos, de humanidad reducida, mantenerse apegado a Madrid puede repoblar las gradas con la savia que siga fluyendo de la propia ciudad y sus alrededores. Bromas aparte, la Europa del mañana parece condenada a convertirse en un museo para chinos e ingenieros californianos con dinero. Que Florentino no se desprenda del estadio más místico (con ese) del fútbol mundial, sino que decida, para culminar su legado, reinterpretarlo, que diría un crítico de cine, adaptarlo al mundo que viene, ponerle su skybar para que se pueda disfrutar del cielo y de la tierra, del atardecer ígneo de Madrid y de la estampida de búfalo de Vinícius por la banda izquierda, no deja de ser el último gesto del Gran Renovador de la historia del club. Una nueva versión de su julio del año 2000, quitarle el polvo a la leyenda del Madrid, bruñirla como una espada, hendir el mundo con ella.

 

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Leemos y escuchamos casi a diario a esa especie de resistencia un tanto humorística, un poco como ver aparecer al Frente Popular Antizidane y luego al Frente Antiflorentinaico Popular, por ejemplo. Yo los vi una vez in situ, en el Bernabéu, y fue absolutamente montyphytoniano. El Madrid acababa de eliminar al Manchester City en las semifinales de la Copa de Europa, disponiéndose a jugar la final (que acabó ganando), y entre el público se destacaron dos voces disidentes (exactamente dos) que clamaban por la dimisión de Florentino Pérez. Yo inmediatamente pensé, estupefacto, que el Frente Judaico Popular o el Frente Popular de Judea eran la versión seria de aquel dúo singular de musculados de rostro enrojecido por el sol que vociferaba esa consigna madridista tan antigua y fuera de lugar (además de legítima) en aquel y aún en este tiempo.

Me recordaron un poco a las Femen en la tribuna del Congreso. Estos podían ser los machomen en la tribuna del Bernabéu. Esta clase de disidencia principalmente ridícula, en ocasiones tiene una mayor repercusión que alcanza cierto protagonismo no más allá de la curiosidad de estos valientes luchadores futboleros por la libertad. Su motivación es principalmente no entender ni compartir ciertas decisiones o posturas de Florentino Pérez, incomprensión que en muchas ocasiones se extiende hasta Zidane. A propósito del posible traspaso de Achraf Hakimi al Inter de Milán, del que se habla en estos días, han saltado los Frentes (y también el aficionado de a pie) como resortes, no faltaría más. La sola idea de desprenderse de un jugador del potencial y de la posición del canterano marroquí que ha explotado en Dortmund, provoca cortocircuitos en el madridismo más allá de disidentes o madridistas sin ánimo de protagonismos.

Cristiano Ronaldo, el mejor jugador de la historia del club con permiso de Alfredo Di Stéfano, le planteó un reto messiánico a Florentino Pérez y salió, además de fuera del Madrid, escaldado.

Es difícil de comprender a simple vista que se haya planteado esa posibilidad. Mientras el montyphyton inflado berrea, el madridista de perfil bajo guarda la calma. No sería la primera vez que Florentino Pérez nos sorprende a los comunes con decisiones aparentemente irracionales. Y eso es, principalmente, porque Florentino Pérez no es un hombre común, ni ocupa un puesto común. Cristiano Ronaldo, el mejor jugador de la historia del club con permiso de Alfredo Di Stéfano, le planteó un reto messiánico a Florentino Pérez y salió, además de fuera del Madrid, escaldado. ¿Querían el estrafalario revolucionario y el madridista normal que Florentino, por ejemplo, accediera a las pretensiones del mito portugués? Podría haber sido una opción, pero el presidente no transigió anteponiendo, probablemente, el sistema y el futuro del club a la permanencia de su máximo goleador histórico.

Florentino Pérez y la venta de Achraf

Nos contaba ayer aquí, Ignacio Bernabéu de Yeste, sobrino nieto de don Santiago, que su tío abuelo nunca les daba entradas para ir al campo porque decía que el dinero no era suyo y por tanto no podía disponer de él. Lo decía como muestra de cómo gestionaba el club Santiago Bernabéu. Es posible que el pequeño Ignacio no llegara a entender por qué su tío abuelo, el mismísimo presidente del Real Madrid, no les daba nunca entradas para ver al equipo en Chamartín, ni siquiera a él que hacía las veces de un hijo. Quizá sólo lo comprendió con los años, que es también quizá con lo que comprenda el madridismo (frentes histriónicos y generalidad) las a veces incomprensibles decisiones de Florentino Pérez. Las contradicciones en un mundo moderno que no entiende de prudencias, ni siquiera en el desconocimiento de las situaciones, confundidas además por las maliciosas tergiversaciones de la prensa antimadridista y otros espurios mangoneos que pueden hasta nacer de dos bermellonas cabezas sostenidas por robustos cuellos que gritan “Florentino dimisión” el día del pase a una nueva final de la Copa de Europa.

 

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En esta época convulsa que vivimos, en la que no faltan los motivos de preocupación propios o ajenos, no me gustaría añadir uno más al inventario de los madridistas, pero temo que las siguientes líneas sí puedan infundir cierto temor entre aquellos que aman (amamos) al Real Madrid. Valga este prefacio como advertencia para quien quiera ahorrarse nuevas cavilaciones y prefiera dejar de leer en este punto.

El tiempo, en su inexorable avanzar, no perdona a nadie. Por supuesto, esta máxima se aplica también al fútbol. Asistir al crepúsculo de nuestros ídolos es un proceso tan doloroso como inevitable. Todos los jugadores o entrenadores que nos hicieron o nos hacen felices se irán algún día. Sólo nos queda aferrarnos a que la entidad, el escudo y la mística al que alimentaron durante su carrera permanezcan inalterables. Todos pasan, el Madrid prevalece. Como parte de este proceso eterno, tarde o temprano aparecerá un sustituto para Cristiano Ronaldo, para Sergio Ramos o para Luka Modric, como en su momento se encontraron reemplazos para Di Stefano, Butragueño o Raúl. Caben pocas dudas de que el club dispone de todos los recursos para seguir atrayendo a los mejores talentos del mundo. Mi desazón al pensar en el futuro apunta en otra dirección, más arriba en la escala jerárquica del Madrid. Porque la sucesión más compleja tras una de las eras doradas de la entidad es, en mi opinión, la de Florentino Pérez.

Son ya 17 años de presidencia, en dos etapas diferentes, en los que el club ha dejado atrás las sombras de deuda y ruina que amenazaban su propia pervivencia. El Madrid sigue siendo una marca deportiva reconocida a nivel mundial, pero ahora también es un ejemplo de gestión económica. Se han acometido grandes inversiones deportivas para agrandar la leyenda blanca, y también se ha afrontado una transformación a nivel social o estructural, siempre teniendo como límite y objetivo a alcanzar una salud financiera que garantice no sólo la longevidad de la entidad, sino también su condición de referente. El Real Madrid no fue ideado sólo para existir, necesita seguir siendo el mejor. Y esa exigencia sólo se puede satisfacer con unos cimientos sólidos y profundos.

El ambicioso plan del presidente Pérez, un émulo moderno del que aplicó el legendario Santiago Bernabéu, buscaba traer a este siglo al club, solidificar su organización y adelantarse a las necesidades que vendrán. Ejemplo de esta capacidad de previsión es la política deportiva del equipo de fútbol en los últimos años, con una apuesta decidida por las promesas, y que ahora apunta a ser el camino a seguir por buena parte de los grandes clubes del mundo. En el proyecto del presidente Pérez para blindar el futuro de la entidad, la ciudad deportiva fue el primer paso, y la renovación integral del Bernabéu será la culminación. Es con la palabra culminación cuando los temores de la sucesión presidencial me asaltan. No son pocos los rumores que señalan que Florentino siente que sus metas como regidor de los destinos del Madrid se habrán cumplido el mismo día que se inaugure el nuevo estadio, y que será entonces cuando abandone la presidencia. Si fuera así, dos hitos históricos para el club se sucederán en un periodo de tiempo muy pequeño. Que dejen huella en la entidad es inevitable.

La herencia legada al futuro presidente, llegue cuando llegue el relevo, es envidiable. No hay deuda, la organización deportiva es sobresaliente, no hay organizaciones radicales cobijadas en el club, las nuevas infraestructuras son (o serán, en el caso del Bernabéu) magníficas y se demuestra una y otra vez cómo estar a la altura cuando la sociedad lo necesita. Se dan todos los condicionantes para que aquel que se ponga al frente de la directiva tenga relativamente fácil mantener un lugar referencial como entidad deportiva. Pero llegados a ese punto es inevitable recordar lo ocurrido en 2006, cuando el deterioro del proyecto galáctico atropelló al presidente que, agotado y a lo Michael Jordan, se tomó un descanso antes de regresar habiendo depurado y mejorado el modelo en lo económico y lo deportivo. Las consiguientes elecciones y los tres años entre los mandatos de Pérez supusieron un periodo de deterioro institucional y el retorno a viejos usos y costumbres que volvían a presagiar un futuro lúgubre para el 13 veces campeón de Europa. Construir es una labor compleja y que requiere tiempo. En cambio, destruir es bastante más sencillo. Se puede hacer hasta inconscientemente. En los años venideros es muy posible que el club se exponga a que candidatos con intereses diferentes al bien del Madrid intenten acceder al sillón presidencial. Ha ocurrido y seguirá ocurriendo. Ostentar ese cargo te pone al frente de una entidad con presupuestos anuales cercanos a los mil millones de euros, además de convertirte en un referente social. Dos factores que disparan la atracción de cualquier arribista.

Como optimista irredento (condición que creo consecuencia directa de mi madridismo), confío en que el propio presidente y los socios sepamos encontrar a un nuevo líder, un garante para mantener la excelencia en el club. La permuta presidencial será compleja, pero estoy convencido de que existe alguien que cumpla con los requisitos estatutarios y esté dispuesto a esforzarse por mantener al Real Madrid en lo más alto.

En todo caso, la clonación en humanos no está todavía desarrollada, ¿verdad? Es para un amigo.

 

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En tiempos tan tortuosos como los que corren, el instrumento que más y mejor cuantifica la magnitud de un club no estriba tanto en la cantidad de títulos que atesora en sus vitrinas, sino en su capacidad para realizar esfuerzos en pro de la solidaridad, del altruismo desinteresado y del bien común. Y aquí el Real Madrid, como reza la tradición histórica, sigue situándose en la cima de la excelencia por razones más que obvias.

En medio de una crisis sanitaria que ha asolado familias enteras y que ha supuesto un duro revés para la sociedad española, el papel del equipo blanco ha sido, una vez más, encomiable; liderado por su presidente, Florentino Pérez, que ha vuelto a poner de manifiesto un talante y un don envidiable a la hora de liderar el club y administrar eficientemente sus recursos. Estos actos, por muy inadvertidos que pasen en los medios de comunicación, elevan la magnificencia de una entidad y generan una brecha insondable con otras gestiones deportivas, más preocupadas por otros asuntos, como los relativos a sufragar ERTES, sanear cuentas y planificar plantillas que se resquebrajan. No en balde, la entidad donó en marzo una cuantiosa cantidad económica para la compra de material sanitario a la Comunidad de Madrid, una aportación paralela a la que impulsaron con posterioridad muchos otros futbolistas del primer equipo. Poco después, junto al Consejo Superior de Deportes, se acordó que el Santiago Bernabéu fuese utilizado como centro de aprovisionamiento sanitario con el objeto de permitir a las autoridades sanitarias canalizar toda la logística necesaria, concertándose semanas más tarde la celebración de un torneo benéfico junto a otros gigantes continentales para recaudar fondos en la lucha contra el COVID-19. También La Galerna, en estrecha colaboración con leyendas del calibre de Roberto Carlos, Fernando Hierro o Iker Casillas, emprendió una subasta solidaria para aunar esfuerzos en la lucha contra el coronavirus que lidera la Fundación Real Madrid. En definitiva, son estos gestos filantrópicos los que elevan el orgullo de millones de personas, seguidores y simpatizantes de un club que, una vez más, ha demostrado ser una institución global que traspasa las cotas de lo meramente deportivo.

Es de valorar el buen hacer de un hombre que siempre ha situado al club en la cúspide de la gentileza y distinción. Un tipo alejado siempre de los focos mediáticos y de las reuniones grandilocuentes, pero amigo del trabajo y de la discreción, que sigue ganando enteros y que sale muy aventajado con respecto a otros muchos dirigentes que suelen recurrir a soflamas propagandísticas y promesas desechables.

En honor a la verdad, ser el máximo dirigente de un club no es tarea fácil. Florentino llegó a la Directiva en su segunda etapa consiguiendo rescatar a un equipo que sufría una de las mayores crisis de identidad de su historia tras la calamitosa temporada 2008/09, fichando a grandes estrellas para, pocos años después, situar al club en la más alta cima continental; reduciendo gran parte de la deuda neta y saneando todas las cuentas. Esfuerzos que suponen el reconocimiento de gran parte del madridismo, el cual valora también el gran ahínco que ha ejercido para impulsar la Fundación Real Madrid: una entidad humanitaria y social, sin ánimo de lucro, que busca, entre otros fines promover unos valores que han vuelto a quedar patentes durante la pandemia y que conforman el caldo de cultivo idóneo para triunfar en la máxima élite: respeto, solidaridad, pluralidad, autonomía, superación, cultura del esfuerzo y ética deportiva.

La excelente visión de futuro que ha tenido la dirección deportiva en estos últimos años también es un importante aval. Cumpliendo la férrea premisa de que ningún jugador está por encima del club, Pérez ha sabido liderar una política de contención ideal para batallar contra clubes-Estado que no dudan en reventar el mercado a base de muchos millones y pocos escrúpulos, todo ello obviando el terrible efecto inflacionista que experimenta un cada vez mayor número de futbolistas, antaño considerados de segundo orden. Reclutar a jóvenes talentos que aúnan presente y futuro es la mejor estrategia para contrarrestar proyectos comandados por adinerados magnates que buscan reflotar plantillas a base de talonario pero que pecan, irreparablemente, del mismo denominador común; el cortoplacismo, una característica inconciliable dada la exigencia extrema, pero justa, del club de Chamartín. Muchos otros que ocuparon su cargo no pudieron -o no supieron- comprender la magnitud que reviste un puesto de tales características. Hasta alguno de ellos osó en minusvalorar el proyecto del nuevo Santiago Bernabéu, el cual será uno de los emblemas de la capital y elevará los cánones de seguridad, confortabilidad y modernidad con respecto al anterior. Hablar por no callar, o eso dicen. Ahí dónde se sitúe el Real Madrid se alojará la crítica.

Dice el proverbio que es más importante ser un hombre de valor que un hombre de éxito. Ateniéndonos a los hechos, Florentino Pérez encarna ambas virtudes.

 

—Creo que ha llegado el momento de dar un golpe en la mesa y fichar a Messi. Es ahora o nunca. Piénselo, Presi, en Madrid, el Bernabéu lleno, chamartinizando a Messi vestido de blanco, y en Barcelona las urgencias a rebosar y suicidios colectivos debajo del monumento a Colón.

—Bueno, bueno…

Estaba dudando, lo sentía, después de quince minutos de negativas, la voz de Florentino ya no sonaba tan tajante. Cruzó las palmas sobre su pecho y empezó a acariciar con su dedo corazón el anillo de oro de su mano izquierda como si fuese el Doctor No. Cerró los ojos y ladeó la cabeza lentamente hacia un costado, como si alguien invisible, con mucha delicadeza, le tirara sutilmente de la sien. Permaneció así, en esa extraña postura, unos segundos, pensativo, y, de repente, se levantó, como si le quemase el sillón, y se acercó al mueble bar.

—¿Quieres algo?

Ahí noté que bajó la guardia. Su mirada brilló el tiempo justo para descubrirme la pequeña brecha que buscaba. Volví a atacar.

—Que fiche a Messi, ya se lo he dicho. Un golpe así acaba con esos zarrapastrosos, los aniquila. Y usted lo sabe, Presi, lo sabe, no me mienta, se lo noto en la mirada.

—Me estás liando.

—Y más que le voy a liar. Sueñe un poco, joder, déjese llevar. ¿Qué ha sido de aquel presidente que les levantó a Figo y les dejó tiritando un lustro? Aquello sería una broma comparado con esto, en lugar de cochinillos nos tirarían bombonas de butano. Veamos, Messi puede irse del Barcelona sin pagar un duro. El fichaje nos saldría barato y ade…

—No te olvides de que exigirá una prima de fichaje.

—Sí, sí, lo sé, pero aun así sería un chollo. El año que viene, Messi, y en un par más, Mbappé. ¿Qué le parece?

Cerré los puños y esperé su contestación. Tenía que decirlo, tenía que decirlo, lo iba a decir…

—Vale, te prometo pensarlo.

Estuve a punto de gritar de alegría, pero me cohibí. Cualquiera que conociese un poco a Florentino Pérez (y yo me jactaba de ser uno de sus mejores amigos) sabía que un “prometo pensarlo” suyo era un “como estos” acompañado del sonido de un fajo de billetes resonando en una mesa de negociación.

—¿Quiere que haga yo las primeras gestiones, que tantee un poco el terreno?

—Hombre, pues no me vendría mal, pero con discreción, ya sabes, sin levantar polvareda. Y que conste que no te prometo nada.

—Necesitaré algún teléfono.

—Sí, claro, acompáñame al despacho, allí tengo la agenda.

Florentino, desde el fracaso de su Twitter (algo por lo que todavía me sentía culpable), usaba un sencillo Nokia, nada de smartphone.

La agenda era de piel, muy pequeña, como una libreta de apuntes. Me sentí como Carlton al ver a su primo Will sacar la "chorbagenda". Cuando Florentino la abrió y empezó a pasar las paginas vi de refilón varios nombres que despertaron en mí un sinfín de posibilidades. Intenté cerrar los ojos y descarté las malas ideas que pasaban por mi cabeza.

—Apunta: Jorge Messi... 555756777. Dile que le llamas de mi parte, te atenderá gustosamente. No es la primera vez que hablamos de estos temas. ¿Necesitas algún teléfono más?

—No, gracias, con este me apaño. Ahora sí, tomemos algo, prometo no fallarle. Le voy a poner a Messi a punto de caramelo. ¿Tiene Martini?

Quince minutos más tarde nos despedimos con un abrazo y mi promesa de llamarle en un par de días. No había caminado ni cincuenta metros, cuando me paré, me di la vuelta y corrí de nuevo hacia la casa de Florentino. Llamé al timbre.

—El móvil, Presi, qué cabeza, me lo he dejado en su despacho… No, no, no se preocupe, ya voy yo mismo a por él…

No me pregunten qué me llevo a soltar aquella mentira. Tenía mi móvil en el bolsillo. Fue un impulso. Fui corriendo al despacho, abrí el cajón en el que había visto a Florentino guardar la agenda, la cogí y la guardé en mi pantalón.

Esa misma noche, mientras cenaba en mi casa, con la agenda a mi lado, ya me había arrepentido. Entre bocado y bocado la miraba y remiraba. Era un imán que me llamaba como las sirenas a los marineros. Me resistía a abrirla ya que sabía que era algo personal del Presi. Mi idea era regresar a su casa y, con cualquier excusa, volverla a dejar en su sitio, ya se me ocurriría algo. Aguanté toda la comida, estaba en el postre, cortando una cuñita de queso, cuando la curiosidad me venció. Vale, la iba a devolver, ya lo había decidido, pero… ¿y si la abría un poquito? Venga, va, solo un poquito, la A, solo los nombres que empezasen por A, ni uno más…

A…

B…

C…

...

...

Z.

¡MADRE DE DIOS! Aquello era un filón. Allí estaba los nombres más importantes de jugadores, presidentes, políticos, financieros, reyes…

No podía desperdiciar la oportunidad de volver a ayudar al Real Madrid.

Y si…

Y si…

Decidido. Iba a fichar a Messi. Eso sí, el fútbol tendría que esperar un poquito. Había cosas mucho más acuciantes y no podía desaprovechar la ocasión.

—Sí, sí, Majestad, como lo oye, amigo íntimo de Florentino, de toda la vida de Dios, ¿le llamo Majestad o Felipe a secas? Yo lo que usted prefiera, solo tiene que decirlo, en fin, a lo que iba, ¿no podría usted hacerme conde? O duque, no sé, cualquier título de esos, marqués también me va bien, lo que le venga mejor, no tengo preferencias. Marqués de Gwynne, sí, yo creo que es lo que mejor suena, ¿puede ser marqués?… No, no. No se preocupe, puede usted estar tranquilo, su teléfono me lo ha dado Florentino, es más, él fue el que me animó a llamarle para pedirle el título nobiliario: “Es indio, del Atleti —me dijo—, pero majísimo, majísimo, y muy campechano, como el padre, llámale tranquilamente, eso te lo resuelve en un periquete”... Que no, Felipe, no seas pesado. Te repito que no hace falta que hables con Florentino. Tú fíate de mí. Ya te vuelvo a llamar yo en unos días. Tú vete preparando los papeles del marquesado. ¿Quieres que te llame en el minuto 93 o te da palo?... Joder, Felipe, cómo te pones, era una bromita...

Me colgó. Estos indios tienen muy poco sentido del humor. En fin, al meollo. Tenía mucho trabajo que hacer. Afortunadamente, Florentino era un hombre muy ordenado, meticuloso. Al lado del teléfono del padre de Messi, en la letra M de la agenda, escrito impecablemente con pluma, estaba el del jugador, el de Leo. ¿Para qué iba a hablar con el padre cuando podía hablar directamente con el hijo?

—¿Dígame?

Allí estaba, aquella voz, aquel acento argentino, eran inconfundibles. Tenía que medir muy bien mis palabras, poner un buen cebo, lanzar el anzuelo con delicadeza, con profesionalidad.

—Hola, buenos días, mi nombre es Fred Gwynne. Soy, además de marqués en ciernes, el nuevo D.D.T del Real Madrid. Espero que no le incomode mi llamada.

—¿D.D.T?

—Sí, es un puesto de nueva creación, Director Deportivo y Tesorero. Todo en uno. Ficho y pago a la vez, digamos que soy el Satisfyer del organigrama del Madrid, mis llamadas son recibidas con júbilo, dan gustito. Me ha dado su número personal Florentino Pérez y me ha encargado que le llame para hacerle cierta proposición que, dado el reconocido prestigio y la solvencia del presidente del Real Madrid, estoy convencido de que no podrá rechazar. ¿Podríamos quedar en algún sitio discreto mañana mismo?

—¿De qué tipo de proposición estamos hablando?

—Una proposición económica y deportiva, un nuevo reto, un cambio de colores del que nunca se arrepentirá. Algo que solo el mejor equipo de la historia puede ofrecerle. Imagino que ya se imaginará de lo que estoy hablando.

—No.

¿No? ¿Había dicho no? O no se enteraba o me estaba tomando el pelo.

—Veamos, yo soy el tesorero y director deportivo del Real Madrid, usted se puede ir gratis este verano, le llamo de parte de Florentino Pérez… ¿Se lo tengo que explicar más clarito? Aaalguien quiere fichar a aaaaalguien —dije bordando la voz de Gila.

—¿Quiere ficharme el Real Madrid?

—Sí, Leo, sí. Y yo quiero darte todos los detalles, pero no por teléfono. ¿Te parece bien que quedemos en un Telepizza de Badalona?

—¿En un Telepizza?

—Sí, es el sitio más discreto del mundo, nadie se imagina que Messi pueda estar en una pizzería cerrando su traspaso por el Real Madrid. Lo importante es que venga usted un poco camuflado, para disimular, ya sabe, unas gafas negras, un sombrero, alguna barba postiza de rabino, unas alzas para los zapatos…

—¿Es necesario? ¿No sería mejor quedar en un sitio más discreto?

—Nooooooo, ese es un error de principiante, de tesoreros sin pedigrí. ¿No te has fijado que destapan todas las negociaciones? Los restaurantes de postín y despachos están quemados para negociar. No queremos salir en ninguna portada, queremos ser discretos y anunciar tu fichaje en cuanto termine la temporada. Los nuevos pisos francos son las pizzerías o los McDonald’s. No hay nada más seguro. ¿Quién se va a imaginar a Messi fichando por el Madrid delante de una Bacon Crispy Gourmet? Hazme caso, tú disfrázate un poco y listo. Nadie nos va a pillar. Anda que no he hecho yo fichajes en los Telepizzas. No digas absolutamente a nadie adónde vas, ni a tu familia. Invéntate cualquier excusa para salir. Te espero mañana en el de la Plaça de l’alcalde Xifré, en Badalona, a las nueve de la noche, ¿de acuerdo?

Le costó, le costó decir que sí, pero al final mis sólidos argumentos le convencieron. Al día siguiente, justo después de comer, cogí un AVE para Barcelona. A las ocho y media le esperaba impaciente en el Telepizza badalonés. Para entretener la espera me comí un par de pizzas barbacoa. Acababa de pedir la tercera cuando Messi entró por la puerta. Se había calzado una peluca larga, negra, con rizos, que contrastaba vivamente con su barba pelirroja, y unas gafas de culo de vaso de las que se usan en carnaval. El resultado era una mezcla de Rompetechos y Camarón de la Isla que, a Dios gracias, cumplía perfectamente con el objetivo de pasar desapercibido.

—¿Quieres comer algo? —le pregunté.

—Es que mi nutricionista me tiene prohibida la pizza. Y eso que es italiano. ¿Hay choripán?

—No, lo siento, pero hay una pizza vegana cojonuda, tiene doble ración de tomate. Ahora mismo te la traigo.

En lugar de doble de tomate pedí que le pusieran medio kilo de queso y triple de beicon. Tampoco era cuestión de cuidar la línea de un jugador del Barcelona. Ya habría tiempo…

—Aquí la tienes, sanísima. Todo light.

—¿Esto no es beicon?

—Noooo, es tofu, imita el sabor y la forma del beicon. Come, come, tiene un sabor logradísimo. Y puedes repetir las veces que quieras, invito yo —dije acercando un poco más la pizza familiar a sus manos—. En fin, que nos estamos despistando, a lo que íbamos, como te anticipé por teléfono, nuestra intención es que juegues para el Real Madrid la temporada que viene. Si aceptas tendrás la misma ficha que el jugador mejor pagado de la plantilla y una suculenta prima de fichaje que rondaría los cien.

—¿Cien millones?

—No, cien mil, cien mil euros. Y cama y comida. A cambio te ofrecemos jugar en el mejor equipo de la historia, el mejor del siglo XX y el que será, sin ninguna duda, el mejor del XXI. Eso nadie, absolutamente nadie más, te lo puede ofrecer. La pelota está en tu tejado.

—Hombre, yo esperaba algo más de prima de fichaje.

—La mejor prima de fichaje es jugar en el Madrid. Yo no lo dudaría. Si te decides a dar el paso, en un par de días firmaremos un precontrato, algo protocolario, simplemente para garantizar que ninguna de las dos partes se echa para atrás. ¿Qué te parece? ¿Hay o no hay trato?

—Tengo que pensarlo y hablarlo con mi mujer. Es una oferta que tenemos que estudiar. Voy un momento al baño —dijo, levantándose.

Y ahí acabó toda la negociación. El queso de la pizza, ya frío, se había solidificado atrapando un largo mechón de la peluca de Messi. Al levantarse se consumó el desastre. Aunque Leo intentó disimular volviendo a colocarse la peluca rápidamente, ya fue inútil. Los que estaban sentados en la mesa de al lado fueron los primeros en levantar la liebre. En dos minutos teníamos a todo el Telepizza y a otras doscientas personas que aparecieron de la nada, intentando tocarlo, besarlo, abrazarlo, pidiendo autógrafos, sacando vídeos, fotos, arrancándole la ropa, mechones de pelo…

Aproveché el revuelo para escabullirme entre las piernas de una enorme muchedumbre y dejé a Leo Messi rodeado de aquella marabunta que estaba a punto de engullirlo. Dios se apiade de su alma.

Antes de llegar a la estación para volver a casa todas esas imágenes circulaban por internet y Leo Messi y su peluca eran tendencia mundial.

Eso sucedió hace un par de días. Desde entonces, las tertulias de medio mundo hablan ininterrumpidamente del tema durante horas y horas. Hay especulaciones de todo tipo. He intentado hablar con Messi varias veces, pero no me coge el teléfono. Igual los videos en los que se le ve corriendo en pelotas para salvar su vida han tenido algo que ver en ello. Espero que no sea rencoroso y acepte mi generosa oferta.

Ahora estoy en mi casa, sentado en el sofá. Me he puesto un gin-tonic y tengo la agenda justo al lado de la copa. Dudo entre devolvérsela a Florentino o usarla de nuevo. Con un poco de suerte no la echa de menos en unos días. He visto un tal Al-Khelaïfi que igual quiere negoci… Esperen un momento… Me está llamando Floren por teléfono…

...

—¿Que tienes una queja oficial de la Casa Real?

...

—¿Yooooo?, qué disgusto, Floren, qué disgusto. No sé cómo puedes pensar eso.

 

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