Las mejores firmas madridistas del planeta

Hoy en día, pronunciar el nombre de Amancio puede sin duda hacer pensar a bastantes personas en el fundador de Inditex y dueño de miles de tiendas de ropa por todo el mundo. Cuando yo era niño -y ya ha llovido bastante desde entonces-, decir Amancio era pronunciar el nombre de pila del mejor jugador español del momento, y de uno de los mejores del mundo. Para mí, desde luego, Amancio sólo ha habido y habrá uno. Mi gran ídolo de la infancia.

Amancio Amaro Varela, como rezaban los cromos de la época. Con los dos apellidos, como era menester. Nacido el 16 de octubre de 1939. Un jugador mítico que tuvo el enorme mérito de sostener durante años buena parte del fabuloso legado del Real Madrid de las 5 Copas de Europa seguidas. Él llegó justo después de esa época de oro al club, en 1962, tras un fichaje en aquel momento faraónico, 10 millones de pesetas más cuatro jugadores cedidos -entre ellos Antonio Ruiz y el enorme guardameta Antonio Betancort-, a cambio de sus servicios en el equipo merengue, que ese mismo año acababa de perder -por primera vez- una final de Copa de Europa por 5-3 ante el Benfica de Eusebio en Amsterdam, y que empezaba a dar síntomas de decadencia en el continente, que no en la liga doméstica. Alfredo estaba ya en los 36 años, Del Sol acababa de fichar por la Juventus de Turín… Había que renovar sí o sí la primera plantilla.

Aquel verano de 1962, a Don Santiago Bernabéu se le puso entre ceja y ceja fichar al prodigio coruñés, de 22 años, y reciente ganador del Pichichi de 2ª División con el Deportivo, 27 goles aquel año y pilar fundamental de los herculinos para lograr el ascenso a Primera División. Dicen las crónicas de la época que Don Santiago fichó a Amancio en contra del criterio de la mayoría de su junta directiva. También que, dada la escasez de recursos en las arcas madridistas, tuvo que ser el directivo Muñoz Lusarreta, propietario de teatros y de cines por toda España, quien ayudase a financiar el carísimo fichaje, propio de un “crack” de la época, casi comparable con lo que pagó ese mismo año la Juventus al Madrid por Luis del Sol o el año anterior el Inter al FC Barcelona por el también coruñés Luis Suárez.

Fue la mejor decisión para todos. Para el Real Madrid, porque pudo contar con la fortuna de tener en sus filas al Brujo durante 14 temporadas, y también para Amancio, que jamás se arrepintió de haber venido al Madrid o de no haber escuchado cantos de sirenas desde Italia. Amancio sostuvo, junto con el gran capitán Paco Gento y el recio navarro Ignacio Zoco, al Madrid en la década de los sesenta, junto a una serie de jóvenes que se fueron incorporando a la plantilla (Pirri, Velázquez, De Felipe, Grosso…), consiguiendo entre otras la inmensa proeza de volver a reinar en Europa en 1966, con el equipo yé-yé -aunque Amancio siempre dice que él no era yé-yé, ni Gento tampoco-, además de dominar como nunca en la competición liguera española. De esta forma, llegó a conquistar 9 ligas en 14 temporadas, además de 3 Copas de España, amén de la ya reseñada y altamente meritoria Sexta Copa de Europa, en la que, además, fue artífice del gol del empate a 1 ante el Partizán de Belgrado -tras jugada embrujada-, preludio de la remontada que culminó Fernando Serena de zapatazo desde fuera del área y que resultó ser el 2-1 definitivo. Un historial impecable en una época en la que no existían ni Supercopas (de España o de Europa), ni Copas de la Liga, por ejemplo, que sin duda habrían “engordado” su palmarés.

Durante aquellos años, Amancio fue sin duda el jugador español más conocido a nivel internacional (sobre todo tras el declive de Luis Suárez en el Calcio), un interior derecho que comenzó jugando con el 8 y que acabó con el 7 cuando él nunca fue un extremo en estado puro. Interior de calidad, famoso por sus fintas, o como él mismo dice, por sus amagos (como la anécdota del Mundial de 1966 en Inglaterra en la que Del Sol decía que Amancio amagaba a su propia cama antes de irse a dormir), él siempre se consideró más cercano a un media punta con gol que a un extremo. De hecho, en su currículum hay, además de su Pichichi en el Deportivo de la Coruña, otros dos trofeos al máximo goleador en Primera División, ambos compartidos por el elegante ariete colchonero José Eulogio Gárate, y el segundo compartido también con Zapatones, Luis Aragonés.

Amancio, ya en los años 70, siguió liderando al Real Madrid hasta su retirada en 1976, años finales en los que su palmarés siguió aumentando mientras adaptaba su juego a su edad, hasta el punto en que en sus dos últimas temporadas alcanzó cerca de los 30 partidos jugados por temporada, cifra meritoria entre otras cosas porque sufrió en 1974 una larguísima lesión de 6 meses fruto de una terrorífica lesión provocada por un defensa del Granada CF apellidado Fernández. Como el propio Amancio dice, si le hubiesen hecho esa entrada 10 años antes, quizás su carrera habría quedado truncada para siempre.

amancio ganó la copa de europa en 1966

No hay que dejar de mencionar, por supuesto, la gran trayectoria de Amancio con la Selección Nacional, con la que ganó la Eurocopa de 1964, y en la que fue titular indiscutible en los dos partidos de la fase final, marcando el gol de la victoria en la semifinal ante Hungría -la Hungría post-Puskas pero con figuras de talla como Bene o Albert-, y aportando un enorme partido ante la poderosa Unión Soviética de Lev Yashin. Además, jugó también la fase final del Mundial de 1966 en Inglaterra y no fue convocado -aunque sí estuvo en la preselección- al Mundial de 1962 en Chile, posiblemente porque aún era un jugador de un equipo recién ascendido a la Primera División.

Precisamente, si de un jugador habla con admiración Amancio -aparte del gran Alfredo- es de su gran amigo Pancho Puskas, del que siempre dice que “al hablar de Pancho, me pongo de pie”, con gran respeto y amago -como en su forma de jugar- de lágrimas. “En su metro cuadrado, con la bola al pie, Pancho era lo más letal que ha habido nunca”. Lástima, digo yo, que haya tan pocas imágenes del gran Puskas, en especial de su época gloriosa en los 50 de la selección de Hungría y del mítico Honved de Budapest… Amancio Amaro, un mito del fútbol mundial (llegó a jugar en la selección FIFA junto a Yashin, Beckenbauer, Overath, Dzajic, Marzolini contra el Brasil de Pelé, Jairzinho, Rivelino y Tostao en 1968), un verdadero sabio y una persona extremadamente cordial con un finísimo sentido del humor y de la ironía elegante, y que a sus 78 años se conserva espléndidamente y con un cerebro privilegiado, tal y como jugaba en sus tiempos.

Muchísimas gracias, Amancio, por esos momentos que tuviste a bien de compartir conmigo, junto con otros amigos, y así poder cumplir la ilusión de un niño cuyo mejor regalo de cumpleaños fue una camiseta blanca inmaculada con el 7 a la espalda y que estrené en el segundo partido de homenaje que se le brindó a Paco Gento allá por 1972 ante el Os Belenenses lisboeta. Nota: Mil gracias, Manuel, “Churro”, por haber hecho realidad un sueño de hace mucho tiempo.

Pedro de Felipe no fue un dechado de virtudes técnicas pero suplió sus deficiencias con esfuerzo, pasión, entrega y amor a unos colores. Nacido en la capital de España el 18 de julio de 1944, fue un defensa central sobrio, eficiente, contundente, con un buen juego aéreo y gran sentido de la anticipación.

Su llegada al club se produce con apenas 16 años. Pedro es un chaval que vive cerca del estadio Metropolitano donde juega el Atleti pero por sus venas corre sangre blanca. Entra a formar parte del equipo aficionado y allí el técnico Pedro Eguíluz se queda prendado de sus condiciones, informando a la parcela técnica del club de que tiene en su plantel al posible sustituto de Santamaría para la primera plantilla.

Tras una cesión al Rayo Vallecano con el que juega en Segunda División, debuta con el Real Madrid a principios de la campaña 1964-1965, en un duelo liguero en el Santiago Bernabéu con victoria frente al Real Oviedo. Unos días después también disputa sus primeros minutos en la Copa de Europa contra los daneses del B1909, aunque su presencia esa temporada sólo se extiende en tres choques más de la competición doméstica que acaba conquistando el Madrid con cuatro puntos de ventaja sobre el Atlético de Madrid.

Al año siguiente el declive de Santamaría era evidente y Muñoz le dio la alternativa en la zaga titular. Un curso que fue histórico al cosechar la sexta Copa de Europa con un equipo repleto de jugadores españoles en la final y buenos momentos en las eliminatorias previas de Puskas y el central uruguayo. De Felipe jugó en el choque de ida de dieciseisavos ante el Feyenoord y en el de vuelta de octavos frente al Kilmanock escocés para no dejar el once en el resto del torneo.

Pedro De Felipe

En cuartos tocó remontar contra el Anderlecht en el Bernabéu al caer 1-0 en Bruselas, y en semis llegó el rival más duro, el Inter de Milán de Helenio Herrera. El primer partido acabó con una victoria mínima de los blancos gracias a un tanto de Pirri que hubo que defender en el Giuseppe Meazza. Allí emergió Pedro de Felipe junto a Pachín y Sanchís para detener a los Peiró, Mazzola, Jair, Luis Suárez y compañía. Con un empate a uno, el Madrid accedió a la final. En Heysel y con mucho emigrante hispano en la grada, el Partizan se adelantó por medio de Vasovic pero dos tantos en pocos minutos de Amancio y Serena dieron el título continental a los merengues.

En el trienio siguiente, que abarca desde la temporada 1966-1967 al curso 1968-1969, el Real Madrid fue imbatible en el Campeonato de Liga. De Felipe fue el cacique de la defensa en el primer y el tercer título formando pareja ya con Zoco mientras que en el segundo entorchado obtenido en 1968 apenas jugó seis partidos. La razón fue que en su primera convocatoria con la selección española, en el homenaje a Ricardo Zamora, se rompió el menisco contra un combinado mundial, lesión que le tuvo apartado de los terrenos de juego durante varios meses. Años después se quitó la espina al ser internacional en un duelo contra Turquía, pero su mejor recuerdo con el equipo nacional fue el triunfo en el Mundial de selecciones militares de 1965.

Con la llegada de la década de los 70 añadió a su palmarés el único trofeo que le restaba, la Copa. Sólo tuvo participación en el estreno de la competición frente al Castellón y desde el banquillo observó la victoria madridista en la final contra el Valencia por 3-1 en el Camp Nou. Había comenzado el curso como titular, pero la aparición fulgurante de Goyo Benito le iba a ir apartando del once paulatinamente.

En su última temporada (1971-1972) apenas disfrutó de continuidad, pero si ayudó en once encuentros de Liga a que el equipo superase al Valencia y el Barça en la lucha por el Campeonato Nacional. La relación que mantenía con Miguel Muñoz no era la misma desde hacía un año cuando criticó al técnico por su suplencia, y en el verano del 72 Bernabéu le concedió la carta de libertad. Acababa de esa forma una etapa en la entidad de Chamartín que duró ocho temporadas y en las que no marcó ningún tanto en 169 partidos oficiales.

Por entonces tenía 28 años y aún le quedaba fútbol en sus piernas. Firmó por el Español donde fue clave por su experiencia en la defensa perica. Tuvo como socios en la zaga a Ochoa, Ortiz Aquino, ‘Pepito’ Ramos o Verdugo y completó seis años a buen nivel hasta que colgó las botas en 1978.

En su vida posterior al balompié, ejerció como secretario técnico del Espanyol o secretario general del Almería, y en los últimos tiempos fue muy conocido además por ser el representante de Vicente Del Bosque.

Pedro de Felipe ha muerto a los 71 años, rubricando una negra racha de fallecimientos de leyendas del Madrid yeyé.  Betancort, Zoco y Velázquez le han precedido reciente y tristemente.

 

 

 

 

 

Unos meses después de la pérdida primero del arquero Betancort y posteriormente de Zoco, se ha marchado otro héroe de la sexta Copa de Europa del Real Madrid, Manolo Velázquez. Un artista del balón, uno de los jugadores con más clase de la historia del club merengue, un número diez que deleitó muchas tardes a los presentes en el estadio Santiago Bernabéu.

Nacido en el castizo barrio de Chamartín, tuvo como ídolos a Rial y Law, y su relación con el balompié comenzó en dos conjuntos modestos, el Ibarrondo y el Ipona. Con 15 años entró a formar parte del club de su vida, el Real Madrid, del que era socio desde pequeño. Pasó por los juveniles y por el equipo aficionado hasta que en 1962 se marchó cedido al Rayo Vallecano, que por entonces estaba en Tercera División. Un año más tarde hizo las maletas con destino al CD Málaga. Sus dos temporadas en el club blanquiazul fueron magníficas, ayudando a los malacitanos a conseguir el ascenso a Primera División en 1965, tras una promoción ante el Levante donde anotó un gol en la ida. En el equipo andaluz estuvo a las órdenes de Domingo Balmanya y tuvo como compañeros al mítico Abdallah Ben Barek, Chuzo, Pepillo o Benítez.

Delantera ye-yé

Su gran rendimiento le llevó de vuelta a un Madrid campeón de Liga ya sin Di Stéfano y en el que leyendas como Santamaría o Puskas habían pasado de los 35 años. Muñoz le colocó como interior izquierda para dotar al equipo de mayor inteligencia y clarividencia en el juego. Su finura, elegancia, exquisita técnica y talento encandilaron a aficionados y compañeros, que le bautizaron como el “cerebro”. Aún así en ocasiones y cuando no tenía su mejor día desesperaba a los asistentes al coliseo blanco que le dedicaban sonoras pitadas.

Su debut en Liga tardó en llegar y no se produjo hasta la jornada 15. Fue en Mallorca y aquel día logró dos goles en una clara victoria por 2-5. Por su parte, el estreno en la Copa de Europa fue ya en 1966, en la ida de los cuartos de final, donde el Madrid cayó en Bruselas frente al Anderlecht por la mínima. A partir de ese momento el técnico sentó a Puskas para dar galones a Velázquez en un frente de ataque en el que formó con Serena, Amancio, Grosso y Gento. Su gran entendimiento con el cántabro, al que servía balones en largo con el exterior de su pie izquierdo, fue una de las claves para remontar al Anderlecht en el Bernabéu y luego eliminar al Inter en semifinales. En la gran final contra el Partizán realizó una fabulosa labor en la media con Pirri y llevó la batuta de los merengues, que remontaron el gol inicial yugoslavo y se alzaron con el máximo trofeo continental por sexta vez.

Manuel Velázquez Villaverde

Insustituible en las siguientes temporadas dio clases magistrales de su fútbol en un trienio en el que el Madrid conquistó tres campeonatos de Liga consecutivos. En el curso 1967-1968, Velázquez tuvo su campaña más eficaz de cara a puerta, logrando diez tantos ligueros, tres de ellos en un recordado hat-trick frente a la Real Sociedad. Sin embargo, en Europa no consiguió repetir la gesta de Heysel y el Madrid cayó eliminado por grandes clubes como el Inter, el Manchester United o el Rapid de Viena.

Con la llegada de los años 70, Velázquez estrenó su palmarés copero con un título ante el Valencia, lo que llevó al cuadro blanco a disputar la Recopa, donde caería en la final tras un replay frente al Chelsea. Precisamente antes de ese duelo, Velázquez tuvo una discusión con el presidente Bernabéu. Por defender a su compañero y amigo De Felipe, que no fue convocado para el primer partido, contestó al mandatario blanco en una de sus habituales “santiaguinas”. El interior no era un jugador rebelde, pero tenía un fuerte carácter y gran personalidad y siempre decía lo que pensaba. Bernabéu, al que no le sentó bien el desplante, amenazó con ofrecer la carta de libertad a Velázquez y De Felipe tras la final, pero todo se tranquilizó y continuaron en el club.

En 1973 y tras la incorporación del teutón Netzer se barruntaba el final de la trayectoria de Velázquez en la casa blanca. A los problemas con la directiva se sumó alguna lesión que le impidió tener continuidad. Comenzó a llevar el dorsal 6 en lugar del 10, que fue para Netzer, y aunque competían por el puesto también jugaron mucho juntos. Esa temporada se alcanzó la Copa, competición que no jugaban extranjeros y donde Velázquez cumplió con nota. Además, en la final se vengaron del Barcelona, que había vencido en duelo liguero por 0-5 en el Bernabéu.

Sus dos últimas Ligas como blanco fueron en 1975 (hubo doblete con la Copa) y 1976, con Miljanic en el banquillo, entrenador con el que nunca llegó a entenderse del todo. Del Bosque, Breitner y Netzer formaron el centro del campo madridista y Velázquez era habitual suplente, disputando 17 y 22 partidos respectivamente. En el verano del 76 Netzer se marchó del club y el madrileño volvió a enfundarse la camiseta número 10 el curso posterior. Pero ya había superado la treintena y en su posición apretaban el argentino Guerini y Vitoria.

Manuel Velázquez Villaverde

El club decidió no renovarle en junio y le hizo un homenaje en agosto de 1977, pese a que existieron algunas tiranteces entre jugador y directiva. El día 24 se despidió de la parroquia blanca con un Bernabéu lleno en un choque ante el Eintracht Braunschweig, donde su hijo mayor hizo el saque de honor. Tras 12 temporadas y más de 400 partidos oficiales se marchó a Estados Unidos para jugar una temporada en el Toronto Metos-Croatia de la NASL, teniendo que colgar las botas en 1978 tras una grave lesión de rodilla.

Con la selección española tuvo enorme competencia en su puesto con hombres como Luis Suárez o Claramunt y apenas jugó diez encuentros. Su antiguo entrenador en el Málaga, Balmanya, le dio la alternativa en 1967 en un duelo de clasificación para la Euro’ 68 contra Turquía. Con el gerundense también participó en dos choques frente a Suecia e Inglaterra y posteriormente, con el triunvirato Muñoz, Artigas, Molowny, se vistió de corto en cuatro partidos. El último de ellos supuso uno de los días más negros del equipo nacional al perder con un cuadro aficionado como el de Finlandia por 2-0. Semanas más tarde, Kubala se hizo cargo de la selección y contó con él para el encuentro ante Finlandia en casa. En esa contienda Velázquez marcó y España aplastó a los finlandeses por 6-0. Pero el interior desapareció de las convocatorias. Sólo volvió ya en 1975 para un duelo ante Rumania en el Bernabéu en el que empataron a uno con una diana suya.

El pasado día 15 de enero falleció en Fuengirola un exquisito del balón, un jugador en el que primaba la calidad por encima de la fuerza y un madridista de pro.

Ignacio Zoco es una de las grandes leyendas del Real Madrid. Un hombre que defendió con tesón el escudo blanco y que estuvo ligado a la entidad de Chamartín durante media vida. Navarro de nacimiento (31 de julio de 1939), creció en la posguerra en la pequeña localidad de Garde. Futbolista espigado, con grandes cualidades físicas y muy sólido en su juego, destacaba por su trabajo defensivo, poderío aéreo, brega y carácter. Su primer equipo fue el Esperanza de San Francisco Javier y a continuación jugó dos temporadas en el Oberena en Tercera División. El gran rendimiento mostrado en el conjunto blanquiverde llamó la atención del C.A. Osasuna que en 1959 lo contrató.

En el cuadro rojillo debutó en Primera División de la mano de Ignacio Eizaguirre ante el Real Oviedo en el curso 59-60. Esa campaña actuó en 13 partidos más, aunque los pamploneses acabaron descendiendo. Un año más tarde el Osasuna regresaría a la máxima categoría tras liderar con claridad la división de plata, siendo Zoco uno de los grandes baluartes para conseguirlo. Su última temporada como rojillo fue en 1961-1962 compartiendo centro del campo con Fusté y teniendo como compañeros a otros exmadridistas como Miche y Serena. El Osasuna se salvó por los pelos y Zoco demostró estar listo para dar un salto en su carrera.

El F.C. Barcelona le tentó a él y a Félix Ruiz, magnífico interior, pero quien se hizo con los dos jugadores finalmente fue el Real Madrid. Raimundo Saporta llamó a ambos por teléfono y semanas más tarde el gerente Antonio Calderón se presentó en la sede de Osasuna, les sacó del cine y les mostró los contratos redactados. En la capital y antes de conocer a su futura esposa Zoco compartió vivienda con Glaría, un futbolista del Atleti, también navarro y que ocupaba su misma demarcación.

Ignacio Zoco

Con la zamarra blanca debutó con gol en un amistoso ante el Black Stars en Accra en agosto de 1962, aunque su primera temporada en el equipo blanco fue de adaptación. Disputó 13 partidos de Liga y pudo colaborar en el título logrado por los hombres de Miguel Muñoz. Ya en su segundo curso fue cuando se hizo con la titularidad y guardó las espaldas al galo Muller en el mediocampo. El Real Madrid revalidó el título de Liga pero el final de campaña fue amargo al perder la final de Copa de Europa frente al Inter.

Otro entorchado liguero llegó en 1965 previo paso a la gran conquista de la Sexta Copa de Europa para las vitrinas madridistas en 1966. Esa temporada se inició la sociedad legendaria formada por Pirri y Zoco acompañada de otros nueve futbolistas blancos en el once inicial y jugadores como Puskas, Santamaría o Aguero en la recámara. Se elimina consecutivamente en la competición continental a Feyenoord, Kilmarnock, Anderlecht e Inter de Milán y en la final en Bruselas se derrota al Partizan de Belgrado con los célebres tantos de Amancio y Serena.

En el siguiente trienio sigue siendo parte fundamental de los triunfos de la institución capitalina, sobre todo en Liga cuyo dominio recuperan tras quedar en segunda posición en el curso 1965-1966 por detrás del Atleti. A partir de 1967 Zoco retrasó su posición y empezó a ser habitual verle en la zona central de la defensa. En primer lugar tuvo como pareja a Zunzunegui, luego a De Felipe y por último ya en los 70 su socio fue Gregorio Benito.

Ignacio Zoco

Hasta su retirada pasaron cuatro años en los que siguió ampliando su palmarés con dos Copas y una séptima Liga en la temporada 1971-1972, justo un año después de caer en la final de la Recopa pese a un gol suyo salvador en el primer choque. La decisión de colgar las botas la tomó una tarde invernal de 1974 en la que el F.C. Barcelona de Cruyff, Sotil o Asensi les apabulló en casa por 0-5. Bernabéu instó a Zoco a que se lo pensara pero el navarro no cambió su decisión. Su despedida, eso si, tuvo un final feliz. Merengues y culés se encontraron en la final de Copa y el Real Madrid se vengó con una goleada por 4-0. Zoco entró por Grosso a poco del final y fue el encargado de recoger el trofeo y alzarlo al cielo madrileño. Unos meses más tarde el club le rindió un merecido homenaje con un partido contra el Panathinaikos, donde el espigado jugador fue condecorado con la Medalla de Caballero de la Orden de Isabel La Católica.

Con la selección española fue internacional en 25 ocasiones, buena cifra puesto que era una época en la que había menos partidos que en la actualidad. Se estrenó ante Gales en Cardiff en la fase de clasificación para el Mundial de Chile 1962 y también jugó en la vuelta en el Bernabéu y frente a Marruecos en la siguiente eliminatoria. España logró el billete pero Zoco no entró en la lista definitiva. El dúo Hernández Coronado y Helenio Herrera no confiaron en el navarro, a diferencia del anterior seleccionador Pedro Escartín, que además en su famoso informe que salió a la luz meses antes del Mundial le dedicaba magníficas críticas.

A mediados de 1963 regresó al combinado nacional, ya con Villalonga en el cargo, y se hizo un fijo en el equipo. Su gran compenetración con Fusté en el medio fue clave para que España superase a Irlanda del Norte en cuartos de la Eurocopa de 1964 y llegase a la fase final celebrada en casa. En Madrid primero se deshicieron de Hungría tras una dura prórroga y a continuación en la final se levantó el título después de derrotar a la URSS con el famoso gol de Marcelino. Zoco entraba de esta forma en la historia al ser uno de los protagonistas del primer gran trofeo de la selección.

Ignacio Zoco

Su carrera internacional continuó un lustro más en el que tuvo la oportunidad de disputar un Mundial, el de Inglaterra de 1966. Titular en los tres choques de la fase de grupos ante Argentina, Suiza y Alemania Occidental, los hispanos acumularon dos derrotas y un triunfo ante los centroeuropeos y tuvieron que despedirse del torneo en la primera fase. Tras dos años de ausencia Domingo Balmanya le reclutó para la eliminatoria de cuartos de final de la Euro 1968 contra los ingleses que acabó en eliminación y su último partido lo jugó en 1969. En Lieja la selección se vio las caras con Bélgica, en un duelo a vida o muerte para el Mundial de 1970 que finalizó con derrota y con una tangana entre jugadores españoles y la policía belga.

Tras colgar las botas fue delegado de deportes de la Comunidad foral de Navarra hasta que en 1982 retornó al Real Madrid. Luis de Carlos le nombró directivo del Castilla y a partir de 1996 fue delegado del primer equipo durante dos años y medio. Su última labor en el club blanco y que ha desempeñado hasta la fecha fue la de presidente de la Asociación de Veteranos, puesto al que accedió tras el fallecimiento de Alfredo Di Stéfano.

Estaba casado con la cantautora María Ostiz, con la que tenía tres hijos. Uno de ellos, Jorge, fue futbolista y militó entre otros equipos en el Getafe, Motril, Manchego o Badajoz.

De él dijo Bernabéu tras su partido homenaje que “había sido un ejemplo de honradez, entusiasmo, lealtad y entrega incondicional a los colores del Real Madrid”.

El canterano Fernando Serena inscribió su nombre con letras de oro en la historia merengue un 11 de mayo de 1966. El Real Madrid empataba a uno con el Partizan de Belgrado en la final de la Copa de Europa y a poco más de catorce minutos para el final un formidable chut suyo dio el título a los blancos. Un tanto muy meritorio, teniendo en cuenta que entre sus mejores virtudes no estaba el olfato de gol.

Madrileño de nacimiento, ingresó en las categorías inferiores del Real Madrid en infantiles jugando siempre cerca de la cal. Extremo derecho hábil, de buena punta de velocidad y elegancia en el regate, tenía una enorme facilidad para poner centros precisos con rosca con su pierna diestra.

Fernando Serena Real Madrid

A principios de los 60 jugó en el Plus Ultra en Segunda (filial blanco por entonces,) y poco después se marchó cedido al Osasuna para foguearse en la Primera División. Con los navarros destacó en las temporadas 61-62 y 62-63 al lado de hombres como Zoco y Fusté. Marcó seis y tres goles en la competición doméstica aunque no pudo evitar el descenso de categoría de los rojillos en 1963.

Los dirigentes blancos aprobaron su regreso y tras el verano del 63 fue a todos los efectos futbolista de la primera plantilla dirigida por Miguel Muñoz. Por aquella época Amancio y Félix Ruiz le apartaban del once inicial, y apenas disputó una docena de encuentros entre Liga y Copa. Lo más positivo es que formó parte de un plantel campeón liguero por cuarta vez consecutiva tras superar al F.C. Barcelona en la tabla por cuatro puntos.

Su participación el curso posterior creció al aprovechar las ausencias por lesión de Félix Ruiz. Amancio pasó a la posición del navarro y Serena entró en la alineación base del cuadro blanco en la banda derecha. Firmó seis dianas en Liga, con un recordado doblete frente al Betis, y amplió su palmarés con otro título liguero, el quinto de una etapa hegemónica blanca en el torneo nacional.

Su gran año llegó en la temporada 65-66. En la competición doméstica se repartió los partidos y los minutos con Ruiz y saltó al terreno de juego en 12 ocasiones, logrando un total de dos dianas ante Mallorca y Real Zaragoza. En la Copa de Europa sí disfrutó de más continuidad y, tras jugar ante el Feyenoord en la vuelta de dieciseisavos y el Anderlecht en la ida de cuartos, fue fijo en las semifinales contra el Inter y en la finalísima frente al Partizan. Después de derrotar a los nerazzurri los merengues levantaron el trofeo continental en Bruselas gracias a Serena. El partido iba 1-1 hasta que el madrileño controló un envío de Pachín y soltó un latigazo con la derecha que sobrepasó al arquero plavi Soskic.

Fernando Serena Real Madrid

Sin embargo ese tanto no le sirvió para consolidarse en las alineaciones blancas y, aunque permaneció dos campañas más en las que el Real Madrid alzó la Liga, lo hizo ayudando mayoritariamente desde el banquillo. En la temporada 66-67 jugó once duelos de Liga y fue titular en la Copa Intercontinental que el equipo merengue no pudo llevar a sus vitrinas tras perder por un global de 4-0 frente a Peñarol. Un año más tarde su papel fue menor aún y únicamente tuvo minutos en seis partidos del torneo de la regularidad. Además su despedida no fue la más alegre al disputar su último partido en la final de Copa del año 68, choque que se llevó el Barcelona tras el célebre autogol de Zunzunegui y un arbitraje horrible de Rigo.

Tras su salida de la entidad blanca fichó por el Elche, con el que disputó un par de temporadas en la élite del balompié español, para posteriormente terminar su carrera en el Sant Andreu. Con el cuadro barcelonés fue un fijo durante seis campañas en Segunda División marcando un total de 18 dianas. Pese a que en un par de cursos estuvieron cerca de ascender, en su último año ayudó al Sant Andreu a mantenerse tras doblegar en la eliminatoria por la permanencia al Huesca. Era 1976, momento en el que Serena colgaba las botas con 35 años.

La gran competencia en aquella época en el flanco derecho le impidió ser un habitual de la selección española. Únicamente José Villalonga contó con él para un partido amistoso y por entonces militaba en el Osasuna. Suplente de inicio, salió en la segunda mitad sustituyendo a Collar en un duelo frente a Francia en el Camp Nou que concluyó sin goles.

Posteriormente fijó su residencia en Pamplona y, aunque trabajó en una empresa farmacéutica, no se alejó del balompié al formar parte activa de la Asociación de Veteranos del Club Atlético Osasuna.

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