Las mejores firmas madridistas del planeta

El jugador del Real Madrid por el que más dinero estarían dispuestos a pagar otros equipos es Casemiro. Pagarían por él hasta 72 millones de euros. El segundo jugador madridista con mayor valor de mercado es Varane (casi 70 millones) y el tercero Courtois (68). El jugador más caro de adquirir del mundo es Mbappé y sus 200. Neymar está en torno a 125, como Salah. Y por Haaland ahora mismo habría que apoquinar 100. ¿Saben que valor de mercado le dan a Ramos? 14, los mismos que Lucas Vázquez.

Por Modric pagarían tan sólo 12. Es la edad. Porque Cristiano hoy vale lo mismo que Varane. ¿Y Messi? Messi tiene un valor de 80, como De Ligt, el jugador más costoso de la Juventus, que tiene veintiún añitos. Por Hazard se dice que pagó 100 el Madrid y hoy vale 50. La mitad. Estaba curioseando estas cifras y me ha dado por jugar a manager como parecía que jugaba Brad Pitt en aquella película, Moneyball (Rompiendo las reglas), comprando y vendiendo por teléfono en cuestión de segundos jugadores de béisbol.

Me he preguntado qué necesita el Real Madrid para recuperar el esplendor de anteayer con un presupuesto ajustado. En Moneyball el entrenador Billy Beane realizaba los fichajes por estadísticas, eligiendo a jugadores que los ojeadores rechazaban de plano por las apreciaciones habituales. En Zidane hay algo de Billy Beane en cuanto a su capacidad de reconversión y renacimiento de jugadores. Recuerdo que Beane (hablo de memoria y con desconocimiento del béisbol) reclutaba a un bateador en paro, lesionado en un codo, para jugar de pitcher.

Eso lo vio Peter Brand, el joven economista que aconsejaba los fichajes, analizando al detalle las estadísticas personales de los jugadores. Me estaba preguntando cosas casi impreguntables, casi madridísticamente irreverentes. Con este sistema único, o con uno similar o adaptable, ¿valdría la pena, por ejemplo, fichar a Mbappé? Claro que hay otras variables a tener en cuenta. Y en el otro sentido, ¿valdría la pena, por ejemplo, vender a Varane?

Mbappé

 

El juego resulta casi perverso, casi inmoral para un madridista antiguo como yo, pero a la vez interesante. Digamos que Varane (70) y Asensio (35) suman un Haaland. O Varane, Hazard, Isco y Vinícius hacen a Mbappé. Si hoy vendes a Hazard y a Lucas Vázquez tienes a Cristiano de vuelta. Y si sumas a Marcelo podrías comprar a Messi. No debe de ser tan sencillo, o a lo mejor sí, pero seguro que muchos dirían que sí con los ojos cerrados a más de una de estas fantasías.

Y las llamo fantasías, pero, ¿tan alejadas están de la realidad? Desde luego, habría que pensarse mucho desprenderse de Varane. ¿Y de los demás? Sería apostar fuerte, lejos de la contención y la mesura acostumbradas o aparentes. Los últimos casos de James o de Bale invitan a la apuesta. O a planteársela. Semejante devaluación, todo un derrumbamiento, se convierte en un buen problema. Adelantarse a ello es una solución audaz, pero con mala cara. Sería tan feo como haber vendido a Redondo no por necesidad sino por un (supuesto) bien mayor.

Vender en lo alto como haría el PSG con Mbappé y el Dortmund con Haaland. ¿Cómo convencer a la gente de que es una buena idea desprenderte de Varane como hacían en Moneyball? Aquel equipo ganó desprendiéndose de casi todas sus estrellas y fichando eficiencia en base a unos cálculos estadísticos. Pero tuvieron que esperar a ganar para convencer. Y en el ínterin fue un calvario para Beane y los propietarios.

Yo no me refiero a tanto. El Madrid son los Yankees y no los Athletics de Billy Beane, aunque los Athletics de Billy Beane ganaran a los Yankees. Es más, yo hablo de la posibilidad de fichar a los más cotizados, por precio y edad, vendiendo en base a cálculos estadísticos (y monetarios, no faltaba más) que por supuesto pueden ir más allá en todas direcciones, dándole otra vuelta de tuerca a la tradicionalmente vanguardista visión empresarial de Chamartín.

¿Quién ocuparía el lugar de los jugadores vendidos? No lo sé. Yo no sé nada, sólo estoy jugando. Pero Odegaard y Valverde no parecen malos candidatos, incluso sólo para revalorizarse.

 

Fotografías Getty Images.

 

Una de las películas favoritas de mi infancia es Los Siete Magníficos, con actores míticos como Yul Brynner, Charles Bronson o Steve McQueen como protagonistas. En el film, cada cazarecompensas tiene una habilidad determinada que en grupo los hace temibles, aunque todos son individualmente letales.

Florentino Pérez debió empezar a diseñar en 2014 su propio grupo de siete magníficos cuando ese diciembre fichó a Marco Asensio. Fue hace tanto como seis años atrás cuando el presidente blanco empezó a diseñar una estrategia encaminada a cambiar para siempre la política de fichajes del club.

Asensio y Valverde.

En vez de fichar a jugadores consagrados, a cracks mundiales, pagando precios de cláusulas desorbitantes y sueldos imposibles de mantener, se ficharían a las mejores jóvenes promesas mundiales, con la esperanza de que alguno llegase al primer equipo y destacase.

Su estrategia, lejos de ser oculta, la hizo pública en unas declaraciones que años después han demostrado ser todo un ejemplo visionario. Un adelantado a su tiempo que supo entender que la presencia de jeques y grandes magnates, más el dinero inglés, haría casi imposible competir con esos clubes sin poner en cuestión el futuro económico del club.

Cristiano y Odegaard.

Y así emprendió una estrategia que le llevaría en enero de ese año a fichar al joven noruego de 15 años, Odegaard. Al año siguiente, en 2016, se fichó a Federico Valverde, cumplida la mayoría de edad. Y en los siguientes años se ficharon a los brasileños Vinícius Junior, Rodrygo, Reinier Jesus y al japonés Kubo.

Siete jugadores llamados a marcar el futuro blanco, con edades comprendidas entre los 24 y los 18 y que tienen en común el carisma, la calidad y la juventud. Son fruto de una estrategia que ha incluido otros fichajes como los de Ceballos, Brahim o Lunin, además de algunos otros fallidos como Sergio Díaz.

Vinícius Jr. y Rodrygo.

Los siete magníficos de Florentino Pérez están llamados a marcar una nueva etapa en el Real Madrid si sus carreras siguen progresando adecuadamente. Por sus características y particularidades, el club ha seguido con cada uno de ellos distintas estrategias, dirigidas siempre a proteger a jugadores que son muy jóvenes y que con demasiada presión podrían perderse. En algunos casos mediante cesiones largas enfocadas a ganar minutos y confianza como ha sido el caso de Odegaard, y en otros con cesiones más cortas como con Asensio o Valverde; un perfil bajo, como con los brasileños Rodrygo y Vinícius, que aunque juegan con el primer equipo se han mantenido como jugadores complementarios más que como titulares indiscutibles. En última instancia, hay carreras por definir como las de Kubo o Reinier, los más jóvenes de los siete.

Reinier Jesús.

Tengo pocas dudas de que todos ellos tienen nivel Champions, y muchos ya nivel Real Madrid. Incluso que varios pueden marcar una época en el club a medida que maduren y formen parte de un proyecto. Pero ya hoy, su coste de adquisición, un total de 128 millones por todos ellos, es incluso menor que Dembelé, que le costó al Barcelona 138 millones, mientras que su valor conjunto de mercado es de 280 millones de euros.

En cambio, el valor de Dembelé, fichado precisamente en plena burbuja futbolística, casi como estrella mundial y con 20 años, ha descendido hoy drásticamente a 56 millones.

Andriy Lunin.

Florentino pareció no conformarse con crear la clásica quinta, y decidió echar el resto y buscar el más difícil todavía con siete. Quien sabe si habrá que añadir un octavo y un noveno magnífico, aunque ya no sería lo mismo. Porque en el fondo mi anhelo es ver a los siete en el nuevo Bernabéu con un gorro de vaquero y cada uno con su arma (futbolística) predilecta. Eso sí sería marketing del bueno.

 

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Los tiempos de bonanza se han ido y el Real Madrid no iba a ser la excepción

Ya saben que suelo utilizar a modo de introducción alguna canción, novela o película; una muleta que a mí me vale para arrancar y a ustedes para ponerse en situación. Por el contenido de mi artículo de hoy podría recurrir a muchos ejemplos, pero hay momentos que requieren ser directos, tajantes; como un puñetazo en la mandíbula que les provoque un fuera de combate, un k.o. que por unos instantes apague sus neuronas y poco a poco asuman el impacto hasta recuperar la consciencia. Hoy vengo a decirles que se acabó la fiesta. Que es cierto que ya se acabó hace tiempo, pero al parecer había un sector del madridismo que no se había dado cuenta. Si todos los veranos limpiábamos el periódico de arena leyendo en el chiringuito de turno las noticias sobre los fichajes, las presentaciones multitudinarias y los millones que los clubes se estaban gastando, este año, en el que no hubo primavera y apenas verano, esas noticias también se borraron de las portadas.

Presentación de Beckham en el Real Madrid.

Este año el Real Madrid no fichará a nadie, y da igual que del empate en Anoeta del domingo ya se esté haciendo un drama: no va a venir nadie al rescate. Más calmados ahora después de asumir este mensaje, tenemos que empezar a ser conscientes de que se van a empatar muchos partidos y se van a perder otros tantos. Que aquellas ligas de cien puntos y cien goles no van a volver porque fueron algo excepcional. Que ganar Copas de Europa una detrás de otra no pasará más. Estamos en economía de supervivencia y eso tenía que llegar al fútbol igual que ha llegado a sus hogares. El país se encuentra hundido y van a pasar muchos años hasta salir de esta, y por extensión, eso se transmitirá también a nuestro club. Se acabaron los patrocinios multimillonarios, y aquí no va a llegar ningún jeque a inyectar cientos de millones de euros. Aquí no. Si lo piensan, de los inversores que han aterrizado en el fútbol español, y me remonto al año 2003 con Dimitry Piterman, ninguno ha estabilizado un club y mucho menos lo ha lanzado al cielo competitivo.

Una realidad fría que nos va a devolver a los años 70, 80, 90, donde las ligas y las copas se ganaban con el sudor de la frente

Unos detrás de otros prometieron mucho y al final acabaron destrozando todo lo que tocaron. En España no hemos sido tan afortunados como en Inglaterra o en París, donde los jeques han transformado a pequeñas chalupas en portaviones capaces de conquistar competiciones a las que nunca se habían asomado. Y allí donde no han llegado los jeques, la conversión de los clubes en sociedades anónimas y la permisividad de las ampliaciones de capital han equilibrado las fuerzas. Pero, aunque se intente transmitir lo contrario, en el Real Madrid los jeques no dejan sacos de millones en las puertas del Bernabéu ni somos una sociedad anónima.

El Real Madrid campeón de Liga en 1987.

Seguimos siendo un club deportivo, y eso a nivel económico es una desventaja competitiva. Y no, no entiendan por esta última frase que yo estoy a favor de vender nuestra alma a un jeque, a un grupo inversor o añadir a nuestro nombre las siglas S.A.D., no. Sólo transmito una realidad, la de las cifras. Una realidad fría que nos va a devolver a los años 70, 80, 90, donde las ligas y las copas se ganaban con el sudor de la frente, sacando puntos de debajo de las piedras y dejándose por el camino otros tantos. Ligas en las que meter 60 goles ya era todo un logro, en las que el máximo goleador no se acercaba a los 30 tantos, en las que conseguir entre 70 y 80 puntos aseguraba el campeonato. Los tiempos de bonanza se han ido en la economía, en la vida, y el fútbol no iba a ser la excepción. Pero recuerden quién es el vigente campeón y sean conscientes de que, pese a haber empatado el pasado domingo en Anoeta, esta liga todavía no se ha perdido.

 

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Se avecina un año de austeridad y supervivencia para los blancos

Si el Atlético de Madrid anunció el que iba a ser su año (luego fueron dos) en Segunda con aquello de “Un añito en el infierno”, el Madrid podría hacer lo mismo con esta extraña temporada que el domingo comenzó en Anoeta: un añito en la trinchera. Esa impresión me dio el primer partido del Madrid en esta segunda liga del coronavirus. Si el Madrid tuvo que italianizarse para ganar la primera, para hacerse con esta segunda tendrá que convertirse en la roca pelada del Aspromonte, pues gol tiene el mismo, sólo que un año más viejo. Sobre todo, lo que no tiene es dinero para fichar más o mejor gol. Esa es la cuestión de fondo. Esta campaña, prolongación de la temporada pandémica anterior, debe considerarse, para los madridistas, la continuación de una lucha, o el manierismo del estilo agonista.

El Real Madrid celebra la Liga 2020.

El Madrid no tiene dinero y el que tenía antes de la pandemia se lo gastó en Hazard. La cuestión del belga gravita sobre el presente y sobre el futuro inmediato del Madrid, y gravita no se sabe muy bien aún si como la amenaza de un asteroide o como la poesía de la Luna. Hazard es un tipo que tuvo que ser fichado, seguramente, hace dos o tres años. A veces no sale bien eso de esperar un año a que un jugador quede libre o salga más barato. Con Ronaldinho Florentino quiso “atarlo” (un día habría que escribir una tesis sobre la mutación semiótica de algunos verbos en el periodismo deportivo) dejándolo un año más en el PSG mientras dedicaba el verano de 2003 a lucir a Beckham, y Laporta aprovechó el momento. Al fin y al cabo Hazard tampoco es que saliera de balde: más de cien millones por un tipo al que le quedaba un año de contrato está muy bien despachado.

Es posible que la idea fuese la de un Madrid en proceso de solidificación zidanesca guiado de forma estelar por Hazard, la única superestrella mundial asequible para la economía del club

Es posible que la idea fuese la de un Madrid en proceso de solidificación zidanesca guiado de forma estelar por Hazard, la única superestrella mundial asequible para la economía del club en el panorama post-Cristiano Ronaldo. Que las jóvenes promesas (es tan bello y tan lleno de sentido el modo como en Italia llaman estos jugadores, tipo Vinícius, Rodrygo, Odegaard, Kubo, son el equipo Primavera) cogieran vuelo y hechuras al amparo del fuoriclasse, del heredero del 7, de la figura. La figura llegó gordo al sueño de su vida y cuando empezaba a macerarse le rompieron el tobillo.

Todo lo que ha sucedido a partir de ahí pone bocabajo el reloj de arena del “momento histórico” de Hazard en el Madrid. Su maltrecho tobillo corre el riesgo de cronificarse en el dolor. Ese padecimiento obliga a un cambio psicológico en el jugador, a una transformación espiritual casi total: Hazard, que fue siempre más epicúreo que estoico, se encuentra con que tiene que convertirse en un espartano a lo Cristiano Ronaldo o Sergio Ramos para que su tobillo consiga soportar la presión física de brillar en el Madrid. Los antecedentes no invitan al optimismo y la sombra de Kaká se proyecta sobre el futuro del belga cubriéndolo de sospecha.

Zidane y Hazard.

Son muchos los condicionantes. Más aún en tiempos de COVID. La pandemia ha dejado temblando las arcas de todos los clubes del mundo (de todos los que se preocupan por lo que entra y lo que sale de sus cajas, me refiero). Zidane salvó la temporada anterior desarrollando con inteligencia un plan que maximizara virtudes y minimizara defectos de un equipo en construcción compuesto por tela nueva cosida a jirones con retales de abrigos fastuosos que se empiezan a apolillar. Hazard debía ser el pegamento que uniese todo eso, la estrella menor (todo parece menor cuando se compara con Los Jerarcas) que condujese cual San Cristóbal al Madrid que quedó tras Kiev hasta una nueva orilla. Pero Hazard se perdió la temporada, por así decirlo, y Zidane tuvo que adaptarse a un escenario tan cambiante que le ofreció la posibilidad de ganar la Liga gracias al torneo en miniatura al que nos abocó el confinamiento, aquellos once partidos que para todos fueron algo así como una amenaza menos para él, que vio en ello una gran oportunidad. Zidane, el mejor entrenador del mundo que nunca sale en ninguno de los ránkings de mejores entrenadores del mundo.

Zidane improvisó un bloque de hormigón muy parecido al de aquella Francia a la que él llevó hasta la final del Mundial de 2006, seis gladiadores tras un mago trescuartista y tres cuchillos por delante

Se suponía que el gol también lo iba a poner Asensio, pero Asensio se partió la rodilla en agosto y entonces se tuvo que quedar Bale, tan sólo de cuerpo presente: el no-muerto más caro de la historia del fútbol mundial. Sin las a priori alas titulares, Zidane improvisó un bloque de hormigón muy parecido al de aquella Francia a la que él llevó hasta la final del Mundial de 2006, seis gladiadores tras un mago trescuartista y tres cuchillos por delante. Algo muy italiano pero sobre todo, también, muy viejo. Muy clásico, muy contrastado. Si no marcamos, mejor no recibamos, y ya iremos viendo. Una filosofía muy fiable, como se terminó de ver. Una filosofía, diría, de vida, tan acorde al personaje, a su bagaje personal y familiar, a su identidad. La incisión por las alas alternó momentos de Vinícius, Rodrigo y hasta Lucas Vázquez. La percusión corrió a cargo del mejor Benzema de siempre y de dos jugadores-nación, Ramos y Casemiro, jefes, padres de familia y garantes de la ley y del orden.

Sergio Ramos, Casemiro y Zidane.

Demostrada de sobra su flexibilidad intelectual, Zidane contaba este verano de pandemia con que el Madrid no iba a fichar a nadie y que el gran desembolso vendrá, se supone, el verano que viene, un desembolso estelar que inaugure el nuevo Bernabéu. El planteamiento del Madrid ante la Real Sociedad y lo que se vio en la primera parte abunda en la impresión de que esta temporada el Madrid intentará ampliar la hegemonía doméstica y crecer en Europa exprimiendo la única nueva variante: como Odegaard es, propiamente dicho, un fichaje, entre él y lo que siga recuperando del Asensio resurrecto el Madrid se hará profundo y adquirirá matices, complejidad entre líneas que sume a la rocosidad posicional y al dominio del área propia. Hazard, pues, al menos hasta que se sepa cómo responde verdaderamente ese tobillo, queda relegado al papel de accesorio, un lujo que cuando aparezca (aún no hay fecha) podrá magnificar al equipo, elevarlo hasta un nivel competitivo próximo al de los semifinalistas de la Copa de Europa. O no. En todo caso, hay que sobrevivir en España. Europa sigue siendo un sueño (y recordando las palabras de Ancelotti antes de la final de Lisboa, casi mejor: convertida en obsesión, la 14 puede derivar rápidamente en pesadilla y paralizar otra vez toda la estructura deportiva y administrativa del Madrid, que ya está en movimiento hacia el futuro).

En este tercer acto que se va a desarrollar bajo una atmósfera de austeridad setentera y de angustia mundial, la prioridad es sobrevivir, como los soldados en la Primera Guerra Mundial: en la trinchera

El madridismo se encuentra pues ante la necesidad de hacer un “ejercicio” como se dice ahora, de paciencia, virtud desconocida en una afición de vehemencia veterotestamentaria. La visita a Anoeta, campo difícil, hogar de uno de los mejores equipos de la anterior Liga (finalista en Copa que eliminó al Madrid cascándole cuatro goles en el Bernabéu, no lo olvidemos) se saldó con moderado éxito, habida cuenta de las circunstancias: era un buen partido y el equipo confirmó en líneas generales todas las impresiones, buenas y malas, con que acabó (en todo lo alto) la pasada Liga. Pero no hay que olvidar una cosa. Esta temporada 2020-2021 no es sino una continuación de la estrambótica Liga 2019-2020, campeonato de dos actos muy bien diferenciados. Por lo tanto, en este tercer acto que se va a desarrollar bajo una atmósfera de austeridad setentera y de angustia mundial, la prioridad es sobrevivir, como los soldados en la Primera Guerra Mundial: en la trinchera. Si el Madrid suelta lastre salarial y prescinde de gestos innecesarios, institucionalmente hablando (como las primas, e incluso se habla de otra bajada general de sueldos), ese ánimo es del que está imbuido el tercer Madrid de Zidane, una continuación del segundo, un equipo de trincheras que enseñará al madridista a disfrutar de los dones que Dios ha puesto en sus manos, como decía Epicuro. Y sobre todo, a dar gracias porque siempre se puede estar peor, mucho peor.

 

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Es difícil fichar a los franceses en un mercado, no tanto a Camavinga y Haaland

Mbappé, Camavinga y Haaland son los tres nombres que más sonarán en el mercado de fichajes del Real Madrid salvo que la pandemía vuelva a plantear un escenario de inversión cero. Hablamos de tres piezas muy codiciadas por la mayoría de equipos grandes, pero que por una particularidad u otra van a poder salir al mercado veraniego con posibilidades de cambiar de equipo. Mbappé, Camavinga y Haaland, tres jugadores con los que cualquier equipo estaría en disposición de dar un salto cualitativo en sus posibilidades de reinar en Europa. Veamos la situación de cada uno en relación con el Real Madrid:

Mbappé es el sueño en forma de jugador de gran parte del madridismo desde que irrumpiera con el Mónaco hace tres temporadas. Ese verano el francés estuvo muy cerca de recalar en la nave madridista. Circulan muchas versiones del porqué no se fraguó, pero la versión de Vasilyev, dirigente del Mónaco, es que Mbappé optó por un salto intermedio y más casero con la idea de recalar posteriormente en el Real Madrid. El entorno del francés ha dejado muchas declaraciones sobre sus preferencias, pero todo pende de que el joven delantero decida seguir rechazando los cheques en blanco en forma de oferta de renovación que le pone el jeque encima de la mesa.
Kylian termina su vigente contrato en 2022 y por tanto en el mercado veraniego siguiente sólo tendrá un año más de contrato. De mantenerse firme podría pagar el mismo precio que Rabiot, que perdió un año de fútbol, pero se trata de jugadores tan diferentes en importancia y valor que costaría ver al crack en la grada. Su precio podría rondar los 180, 200 millones, un dinero que el Madrid antes de la pandemia tenía perfectamente provisionado a la espera de poder destinarlo a la compra de su futuro icono para la próxima década.

De Camavinga ya hemos hablado largo y tendido. Se trata de una oportunidad de mercado única. No muy diferente a lo que representaba Mbappe hace tres temporadas. El debut de Camavinga con la selección francesa ha dejado la sensación de que es un jugador especial cuya contratación hay que atacar dado que termina contrato, igual que su compatriota, en 2022. No cabe duda de que a Casemiro y Kroos les quedan unos cuantos años de buen fútbol, pero dejar escapar a Camavinga podría suponer perderle para mucho tiempo. Su coste podría ser de unos 60, 70 millones.

Si los goles por partido de Mbappé (más de 0,90) arrojan un dato descomunal, qué habría que decir de Haaland, que supera el gol por partido

Haaland es la última gran irrupción de un atacante en Europa. Si se puede decir que los goles por partido de Mbappé (más de 0,90) arrojan un dato descomunal, qué habría que decir de Haaland, que supera el gol por partido. El noruego se trata de un delantero con un cuerpo del siglo XXI, pero con ciertos hábitos del delantero tradicional de área que tanto echan en falta algunos equipos. Pese a que su faceta más destacada es el gol, el desempeño del noruego no se queda ahí: es un jugador que sabe recibir y descargar, cuya velocidad le permite ganar el espacio y darle metros a su equipo. Paradójicamente lo que más le cuesta es el remate de cabeza a pesar de ser todo un tallo, pero cabe esperar una mejora en ese aspecto. Si le ven en la frontal con el balón en la izquierda no duden que reventará el balón. Así llegan muchos de sus goles. El contrato de Haaland se prolonga más allá de 2022, pero se dice que existe una cláusula que le liberaría por 75 millones. Habría que añadirle la comisión de Raiola, claro.

Erling Haaland.

Las cuentas y el dilema parecen claros, la situación económica podría no dar para fichar a Mbappé y Camavinga en el mismo y definitivo mercado, pero en ese escenario sí sería más realista que pudiera haber hueco para Camavinga y Haaland. El coste de oportunidad sería renunciar en el próximo mercado a Mbappé y parecería poco realista que el francés no optase por otro camino toda vez que parece haberle comunicado al PSG que quiere irse el año que viene.

Mbappé parece el as de copas del mundo futbolístico para los próximos años, algo a lo que quizás no pueda aspirar Haaland pese a su increíble potencial

Quizá la entrada de Haaland, por ser un jugador sin un par de similares condiciones en el Real Madrid, podría tener mejor encaje con la pléyade de atacantes madridistas, pero el techo futbolístico y como icono comercial de Mbappé parece mucho más alto. Kylian bien podría aparecer por todo el frente del ataque, pero seguramente será un jugador que cada vez centre más su posición. Mbappé parece el as de copas del mundo futbolístico para los próximos años. Sería todo un referente, algo a lo que quizás no pueda aspirar Haaland pese al increíble potencial que ya está demostrando. Muchos madridistas se lamentan de la ausencia de movimientos de entrada en el Real Madrid, probablemente todo responda al plan de intentar fichar a Mbappé y Camavinga en el mismo verano.

 

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El talentoso colombiano, como muchos otros, no ha logrado asentarse en Chamartín

Ayer debutó James Rodríguez en el Everton con victoria en casa del Tottenham de Mourinho y los periódicos se deshacen con el juego del colombiano. Claro que no es lo mismo James en el Everton que James en el Madrid, pensarán algunos. Yo digo que James es el mismo en el Mónaco, en el Madrid, en el Bayern de Múnich y en el Everton. Donde no es el mismo es con Colombia, que es donde todos le echamos el ojo en aquel Mundial.

Su talento de fogonazos es materia prima de highlight. ¿Quién no pensaría viendo al joven James preMadrid que esa zurda hermosa y violenta y esos movimientos de patio de colegio no eran un tesoro? A James le van a esperar siempre. Siempre va a haber alguien gustoso de recibirle como el Everton. James tiene el talento y el impulso, pero no la constancia.

James Rodríguez en la Copa del Mundo 2014.

Llegó a Madrid y deslumbró y luego se aburrió. Aburrido se fue a Múnich para animarse y volvió a deslumbrar hasta que se volvió a aburrir. Regresó a los Madriles ventilado y con ganas, pero pronto se le agotaron. Acaba de llegar a Liverpool y ya ha deslumbrado, otra vez. Es la rueda. Y volverá a aburrirse.

A James se le da bien deslumbrar. No tanto alumbrar. Ese talento funciona para dejar a todo el mundo ciego hasta que vuelve a ver. En Madrid eso lo sabemos. En Madrid ya podemos ver, aunque seguimos adorando sus delicias con cierta lástima de no ser recurrentes. No se puede ser sublime siempre, como decía Baudelaire, aunque queramos.

James Rodríguez ficha por el Real Madrid.

Casi lo mejor de todo esto, lo más divertido, es que no nos van a faltar los que no faltan nunca en casos como estos, por especial que sea James Rodríguez. Si James Rodríguez empieza a triunfar en el Everton nos acompañarán esos huéspedes que siguen a las ballenas y que suelen venir a decir siempre que la culpa de que James Rodríguez no haya triunfado en Madrid es del Madrid, por supuesto.

Son los huéspedes que creen que todos los jugadores buenos (o todos los jugadores que les gustan) son buenos para el Madrid. Cuánto nos hubiera gustado a muchos ver a James, y a tantos otros, triunfar en Chamartín, pero ni siquiera los mejores y más audaces pilotos de pruebas del desierto de Mojave pudieron ser astronautas.

James Rodríguez celebra un gol.

Triunfar en el Madrid es como ser elegido para salir al espacio en el proyecto Mercury. No veo yo a James orbitando durante días sin nada más que hacer. Por eso no se ha quedado, como no se quedaron otros. No pasaron las pruebas, esa es la realidad, por mucho que quisiéramos que las pasaran.

Quizá fuera ese el miedo de Totti, no pasar el corte del Madrid, para quedar amarrado en Roma, por ejemplo. O incluso el del bético Joaquín. Ir al Madrid es correr el riesgo de saber, y de que todo el mundo sepa, que no se sirve para el Madrid. No todo el mundo es capaz de aceptar una realidad tan cruda, quizá como le pasó a Robben.

James Rodríguez con el Bayern.

No es lo mismo valer para el Bayern y valer para el Madrid, como no es lo mismo valer para el Everton y valer para el Madrid. No todo buen jugador vale para el Madrid, y es un hecho histórico que ya debiera estar normalizado en el madridismo si el madridismo, o al menos una parte, no se empeñara en señalar a su equipo para no ser diferente a los que tanto les gustaría (y no pueden) ser diferentes.

Todo jugador fichado por el Madrid que salga prematuramente del Madrid va a jugar bien en cualquier equipo porque el Madrid sólo ficha a los mejores (salvo las excepciones y el folclore que tan bien retrata aquí Carlos Mayoral), que pueden no valer para el Madrid y sí para todos los demás.

Ancelotti y James.

Esto no lo entienden algunos jugadores y tampoco un buen número de aficionados y enterados. Ese tipo de aficionados y enterados son esos mismos que llegaron a decir que Cazorla y un tal De las Cuevas, con todos mis respetos hacia ellos, eran mejores que Modric. Es posible que lo fueran. Pero no en el Real Madrid.

 

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El centrocampista sevillano tendrá su momento en el Real Madrid

Se abre la posibilidad de que Dani Ceballos vuelva al Madrid. Se ha dicho mucho que no gusta a Zidane, o que no gusta especialmente; que su fichaje fue una cosa estratégica, de club, para que no fuera al Barcelona o a la Juve en el verano del 17, que su relación personal, se sugiere, es fría. Del mismo modo ahora que se especula con su regreso, acompañando a Odegaard, se subraya que es cosa del club, no del entrenador, al que sigue sin gustarle. Lo cierto es que en la temporada y pico que lo ha tenido bajo su mando, Ceballos no jugó mucho, pero eso, ya se ha visto con otros jóvenes talentos, no significa demasiado con Zidane. Sin embargo, como conviene siempre en estos casos, al irme a la hemeroteca en busca de las palabras de los protagonistas, de las palabras desnudas, sin carne, me encuentro con esto de Ceballos en abril de este año: “Mi relación con él es sana. Siempre me decía que yo era como él, que yo era un jugador de gasoil que necesitaba jugar muchos partidos para siempre tener un ritmo de partido alto. Siempre ha dicho que mi futuro está en el Real Madrid y que tenga paciencia, porque posiblemente tenga una oportunidad”.

Ceballos y Zidane.

Antes de la final de la FA Cup que el Arsenal acabó ganándole al Chelsea, Ceballos, jugador importante para Arteta, tuiteó la famosa frase de Di Stéfano, la de que las finales no se juegan, sino que se ganan. Ese tuit simboliza un poco todo lo que es Ceballos, un jugador que huele siempre al viejo nuevo Madrid. Ceballos, más allá de su virtuosismo técnico y de su naturaleza keniata, en lo que se parece mucho a Modric -todo el rato subiendo y bajando, yendo aquí y allí, bajando a defender, sacando la bola, llegando en segunda línea, ese todocampismo del que se hablaba antes y del que ya no se habla, no sé muy bien por qué-, siempre ha mostrado esa entrega personal que es puro chamartinismo, un orgullo de clase, un reconocimiento intuitivo de los códigos ancestrales que es una cosa muy de jugador español premoderno, pre2000.

Ceballos es un jugador que huele siempre al viejo nuevo Madrid

Reconozco que me alegra mucho la idea de que en este panorama de austeridad tan setentera que se adivina a corto y a medio plazo, el Madrid recupere a este tipo de perfiles. Producto nacional, que se decía antes. Ceballos es un tipo de jugador para dominar la Liga, para recuperar, mejor dicho, ese dominio generacional sobre lo doméstico que perdió al final del siglo XX, justo con la renovada eclosión europea. Si el horizonte al que debe aspirar el Madrid como club es, financieramente, limitado, con Ceballos y Odegaard (sin contar con los plenamente incorporados al grupo de Zidane, Vinícius, Rodrygo, la espera de los goles de Jovic, Asensio, de nuevo, en la lucha por la vida…) se encuentra ante dos futbolistas con proyección y ya iniciados en el fútbol de élite, sin coste alguno para las arcas y perfectamente adaptados al nuevo fútbol. Dos muchachos con experiencia internacional, que han hecho la Erasmus y que parecen listos para graduarse, hacer el máster y entrar en la rueda del mercado laboral.

Dani Ceballos.

Se abre la posibilidad, por tanto, de un Madrid de vuelo corto, que recupere el hábito de ganar en España mientras macera la ilusión por Europa y que crece a la sombra de los grandes equipos que han tomado su relevo en el continente, hasta que Vinícius, por ejemplo, sea capaz de decidir unos octavos de final de la Copa de Europa. Un Madrid alicorto sostenido por muchachos y por el remanente de gasolina que quede en el depósito de varios jugadores que, a lo tonto, no es que estén ya en el Hall of Fame de la del club, es que están de titulares en el once histórico.

Ceballos siempre ha tenido algo perfectamente distinguible en la escuela sevillana

El 4 de 5 ha distorsionado tanto la realidad (como pasa siempre con los grandes fenómenos, con lo verdaderamente grande) que se olvida que el grupo de jerarcas que lo hizo posible aprendió a perder durante tres años seguidos, con Mourinho, completando un ciclo de doloroso aprendizaje que como institución envolvía al Madrid desde el final de los galácticos. Al final de un imperio siempre le suceden pequeños Estaditos fragmentados, de ambiciones cotidianas, no quiero decir vulgares. El Madrid de Cristiano, Modric y Sergio Ramos fue el mayor imperio de todos los que han podido disfrutar los madridistas que no vieron a Di Stéfano. Con Ceballos pasa un poco lo que decía Mourinho que pasaba con Granero, que era el mejor centrocampista del mundo haciendo muy bien no se sabe qué. La indefinición mata a los jugadores y a menudo, mata la vida. Ceballos, al menos en sus dos temporadas en el Madrid, habitó ese limbo. Era Modric, Kroos, Casemiro y Valverde, a la vez. Estaba en tantos sitios a la vez que al final no parecía llegar a ninguno, ocupaba los espacios de los compañeros, seguramente porque sus piernas se movían a una velocidad doble, en particular el año de Lopetegui.

Dani Ceballos.

Esa sensación de ir desacompasado con respecto a los demás desubicaba su juego, ruidoso, pero poco efectivo. Sucede en los equipos moribundos, o nonatos, como eran aquel último Madrid imperial de Zidane y el desastroso Madrid lopeteguiano, continuado después por Solari (en unos meses que se podrían calificar de necrofilia), precisan de jugadores que sean estructuras en sí mismos: ocurre lo mismo con los equipos que están en ese punto crítico del crecimiento, la transición desde la nada a algo, un momento delicado y quebradizo. El segundo Madrid de Zidane se ha sostenido durante meses sobre los hombros de jerarcas que encarnan sistemas, como Ramos, Casemiro o Valverde, ese joven Fidípides capaz de ser pulmón, lanza y bloque de hormigón. En estos, perdón, contextos (qué concepto, ahora me siento como el calvo de Futbolitis) un jugador como Ceballos, que se está encontrando, se pierde a menudo en esos seísmos. Para eso, se supone, el Madrid lo cedió al Arsenal.

El nervio hace de Ceballos un jugador de verdad y no una réplica

Ceballos siempre ha tenido algo. Un quejío, como Reyes, algo perfectamente distinguible en la escuela sevillana. Un arrebato, un gesto, que es barroco y también vértigo, pausa y calambre. También tiene esa cosa tan taurina, que es muy de Ramos, por ejemplo, de querer hacerlo todo solo, de querer ganar el partido a lo bravo. Esto también es muy Bernabéu, por eso estoy convencido de que, como le dijo Zidane, Ceballos tendrá su momento en el Madrid. Su oportunidad.

Recuerdo su mejor partido con el Madrid, un derbi en casa que terminó 0-0 y que Ceballos agitó en media parte provocando cientos de pequeños incendios, por fuera, por dentro, de extremo a veces, de mediapunta; tiene el disparo lejano de los centrocampistas clásicos, el chut, y sobre todo tiene la determinación de chutar, lo que lo aleja del todo de la escuela catalana y de ese amagar en bucle, sin retorno, al que conduce la horizontalidad como categoría moral. Ese nervio hace de Ceballos un jugador de verdad y no una réplica, un clon, un xaviniesta, quizá por ello es el preferido de Luis Enrique y gente como Simeone ha mostrado siempre predilección por su juego. Si en la Premier ha ganado primer toque y ha aprendido a orientar su verticalidad innata, limando su querencia natural a la conducción extrema, a imantar la pelota, el Madrid tendrá a su disposición a un jugador muy interesante.

Ceballos celebra un gol.

En busca del centrocampista del mañana, el Barcelona se gastó 90 millones en De Jong (otro morador del país del limbo, pero más caro) y el City colecciona figuras de porcelana china, de la dinastía Ming. La Juve rebusca entre los retales de la Premier y el PSG va tirando con Ander Herrera, Verrati y gente así, que en el Bernabéu levantarían los espectros de Gravesen y Pablo García. ¿Qué tiene el Madrid? Valverde, Odegaard y Ceballos, quienes seguramente no podrán emular jamás la Santísima Trinidad Modric-Casemiro-Kroos que ha tiranizado Europa en el último lustro, pero, ay, el madridista de infantería debe comprender que hay cosas que sólo ocurren una vez en la vida. La complejidad, digamos, global, del momento presente le ha brindado la posibilidad de recoger el fruto de la política de incorporaciones que lleva orientando la dirección deportiva del club desde hace años: que la transición de un equipo legendario hacia “la nueva normalidad” sea menos dolorosa, no un derrumbe, como pareció al principio, cuando Cristiano pegó el portazo.

 

Fotografías Getty Images.

 

El jugador brasileño del PSG es un producto de mercado

Podríamos decir que Neymar es una fiesta que nos sigue, como decía Hemingway de París, precisamente. Pero no lo vamos a decir. Al menos lo de que sea una fiesta. Que nos sigue es indudable, aunque en realidad no es que nos siga, sino que hacen que le tengamos que seguir. Aunque no queramos. Nos hablan tanto de Neymar que acabamos pensando en él en exceso. Lo cogemos, lo ponemos de un lado, lo ponemos del otro a ver si está más guapo. Decimos: “Pues será este su lado bueno”, pero no lo encontramos.

Y mientras tanto que si Neymar al Madrid. Cada vez que hace algún partido destacable, Neymar es objetivo del Madrid. A mí esto me huele a chamusquina. ¿Qué pasa, que nos lo quieren endilgar? Vaya por delante lo del “partido destacable”. ¿Fue lo de ayer una demostración palmaria de que Ney es un jugador singular, un elegido? Sigan intentándolo. Yo no sé cuántos años llevan intentando convencernos de esto. ¿Diez? Y tiene 29. Como decía ayer Manuel Matamoros: “Aún puede tener hijos”, pero oigan, dejen al personal abandonar toda esperanza, no en lo de los hijos sino en lo otro.

Déjennos seguir adelante. Permitan al Barcelona sufrir en soledad su deseo enfermizo por él. Hagamos posible que lleven su patético duelo sin rumores desasosegantes. Que el peso de sus asuntos en los tribunales sea lo menos grave posible. ¿Recuerdan de Neymar algún taconazo en Old Trafford? ¿Alguna chilena en una final de la Copa de Europa? ¿Algún gol como aquel cabezazo de Anelka? ¿Recuerdan algo de Neymar? Yo no consigo recordar nada más allá de jugadas y actuaciones que prometían que ese algo al que me refiero llegaría.

Florentino Pérez.

Me recuerdo esperándole sin demasiadas ganas, obligado por la insistencia de los medios y de los entendidos. Pero a estas horas aún no ha llegado y yo ya me he ido. Ya no me importa que sigan con la matraca, aunque creo que oír hablar de Neymar casi me incomoda. Nunca me pareció un jugador para el Real Madrid, pero hubo algún momento en que llegué a pensar que estaba equivocado. Ese es el quid. La maquinaria publicitaria de Neymar ha funcionado muy bien. Y continúa funcionando.

Nos ha mantenido enganchados a la posibilidad del nacimiento definitivo del futbolista anunciado. Pero es como si nos hubieran tomado el pelo. Neymar es un buen futbolista y nada más y nada menos. Es como aquel caballo de Pat Stamper, el personaje de Faulkner, que deslumbró a Ab Snopes. Luego llovió y el magnífico ejemplar resultó estar teñido e inflado. Todos somos Ab Snopes obsesionados por un buen caballo. No perdamos la cabeza por un caballo bonito. Florentino Pérez y el Real Madrid no la perdieron en su momento (no así otros), y ese momento pasó.

Neymar Sr. y Neymar Jr.

Neymar nunca ha querido, además, jugar en el Madrid. Para jugar en el Madrid lo primero es que el Madrid te quiera y lo segundo es que tú quieras al Madrid. Yo me temo que Neymar no sabe lo que es querer al Madrid y nunca lo sabrá. Tampoco quiere al Barcelona. Ni al PSG. A todos les ha hecho feos mientras permanece incomprensiblemente expuesto en el escaparate como un objeto de lujo. Neymar no quiere a nadie más que a sí mismo en la representación de su lucrativa comedia.

Sólo le ha importado el dinero y su cotización personal en una ya larga experiencia carente de emoción y de emociones, esas sustancias del fútbol, de la vida, del amor y del Real Madrid que decidió obviar desde el principio para permanecer en la superficie, donde quedará para los restos, muy lejos de aquello en lo que siguen insistiendo, cada vez con menor fuerza y convencimiento, que llegará.

 

Fotografías Getty Images.

 

Sustitutos de Modric y Casemiro

La realidad es la forma en que las cosas son, no como a uno le gustaría que fueran. La realidad tras el Covid es que todos los planes marcados que implicaban una alta inversión se deben revisar o posponer. Si alguien creía que la pérdida de 200 millones en la temporada 19/20 y de otros 200 millones en la 20/21 no iba a golpear al Real Madrid, debe ir aceptando que éste no será un verano de campanillas, a pesar de una nueva eliminación en los octavos de Champions.

El plan del Real Madrid es claro desde hace años. Un plan que es compatible con atacar fichajes como el de Mbappé, Hazard o Pogba, pero que tiene como nota común el fichaje de futbolistas aún por explotar o en edad muy temprana. Evidentemente, éste no va a ser el mercado en el que el Madrid hará un nuevo intento por fichar una gran estrella, uno de esos futbolistas que directamente te sube el peldaño que el Madrid perdió en Europa tras la salida de Cristiano. No nos engañemos, la Liga conquistada ha sabido a gloria porque en este periodo de transición es un título muy meritorio.

Dani Ceballos conduce el balón.

La realidad es tozuda e invita a olvidar los fichajes PC Fútbol, pero el buen trabajo realizado en anteriores mercados por parte del Madrid le permite tener a su disposición a dos centrocampistas que podrían solucionarle la papeleta para bastantes años: Ødegaard y Ceballos.

Hay que recordar que el Madrid el año que viene, siempre que su planes de venta con James sean fructíferos, dispondrá sólo de cinco futbolistas en la medular: Casemiro, Kroos, Modric, Valverde e Isco. Casemiro no tiene un sustituto que pueda desempeñar su rol y Modric contará pronto con 35 años. Sería temerario pretender en una temporada, si cabe más comprimida (Eurocopa al final de temporada), competir con sólo cinco medios cuando en algunos partidos el plan de Zidane ha sido alinearlos a todos ellos.

Ødegaard y Ceballos, jugadores para una transición dulce

Ødegaard, hasta su lesión, demostró ser uno de los centrocampistas de la Liga. Su talento ya es por todos conocido. Hacer depender su llegada de la salida o no de un jugador de 35 años no hablaría bien de las prioridades que se debe marcar toda planificación. El sitio del noruego es claro con o sin el croata, y no habría mejor maestro para Martin que un Modric concienciado de la importancia de su papel dentro y fuera del campo.

Ceballos ha terminado de encontrar su sitio tras la llegada de Arteta. Su final de temporada ha sido de un nivel altísimo. El andaluz tiene calidad y motor suficiente para actuar en las diferentes alturas del centro del campo. Un jugador joven, pero ya con experiencia e igual que Ødegaard gratis.

Incluso la llegada de Pirlo a la Juve podría afectar al futuro de Isco. No hay que olvidar que el transalpino declaró hace un año que la Juve sólo necesitaba a Isco para ganar la Champions. No parece imposible que le llegue al Madrid una oferta irrechazable en los tiempos que corren. En esa hipótesis todavía tendría más sentido reclutar a Ødegaard y Ceballos, que parecen jugadores perfectos para realizar una transición muy dulce junto a los Vinícius, Rodrygo, Valverde y compañía, que cada día que pase serán mejores jugadores.

 

Fotografías Getty Images.

El desequilibrio que necesita el medio campo del Real Madrid

Cuando se habla de los cedidos que tiene el Real Madrid en las principales ligas, los ojos se detienen en Odegaard -uno de los mejores futbolistas del campeonato español hasta que llegó el confinamiento-, Kubo -irrupción más que interesante en el Mallorca-, Achraf -traspasado al Inter tras una buena temporada en Dortmund- o, incluso, Reguilón -de más a menos en un gran Sevilla-. Sin embargo, Dani Ceballos aparece en pocas tertulias, como si su papel en el Arsenal hubiera sido residual o se tratase de un jugador de dudoso nivel cuya aventura en el Real Madrid haya llegado a su fin antes casi de empezar.

Lo cierto es que, a día de hoy, y asumiendo que Odegaard seguirá un año más en San Sebastián, el perfil más sugerente para reforzar al campeón de Liga es el de Dani Ceballos. No tiene el Real Madrid un jugador capaz de generar tanto desequilibrio en el centro del campo. Aquí no hablo de nivel o importancia, ya que, para mí, Casemiro y Kroos están a años luz de la inmensa mayoría de centrocampistas del mundo. Busco detenerme en un perfil concreto. Ceballos es, salvando las distancias, un reflejo de Modric. Con Luka entrando en su cuesta abajo y Odegaard terminando de curtirse en Anoeta, a Zidane le falta un jugador capaz de superar líneas y agitar la medular blanca. Ceballos encaja en ese perfil.

Ceballos y Arteta

En el Arsenal, pese a la lesión que lo frenó a mitad de temporada, ha participado en más de treinta partidos. De menos a mucho más, la llegada de Arteta supuso un antes y un después en la temporada de Ceballos. El técnico español le dio alas al futbolista utrerano en detrimento de otros como Özil, relegado a un evidente segundo plano.

El nivel de Ceballos tras el confinamiento ha sido altísimo, asumiendo galones en el centro del campo y convirtiéndose en el socio perfecto de Aubameyang, la gran estrella del Arsenal y pieza clave en el proyecto de Arteta. El broche de oro lo puso en la final de la FA Cup que los ‘Gunners’ ganaron al Chelsea. Disputó el partido completo y fue de los mejores, especialmente en una segunda mitad en la que destapó el tarro de las esencias. Todo ello envuelto en un 4-3-3 en el que ha demostrado que puede destacar y marcar diferencias. Esquema, dicho sea de paso, muy utilizado por Zidane cuando no tira de los famosos cuatro centrocampistas.

Así las cosas, el Erasmus de Ceballos en Londres ha resultado ser más que gratificante. Muchos pensaban que le quedaría grande la Premier League, pero se ha adaptado al ritmo del fútbol inglés y ha sobrevivido en un Arsenal que apuntaba al naufragio más estrepitoso antes de acabar 2019. El problema de Dani es que Zidane no parece contar con él. Lo tuvo en el Real Madrid y apenas le dio bola. Un servidor sigue creyendo que es un error no apostar por un futbolista tan especial como el ex del Betis, aunque cualquiera le lleva ahora la contraria al míster tras otra Liga en la que ha sacado el máximo rendimiento a su plantilla. Sin embargo, el contexto actual invita a mirar en casa y no buscar fuera. Ceballos está preparado.

 

Fotografías Getty Images.

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