Las mejores firmas madridistas del planeta

Reflotamos este artículo en memoria de Mariano Jaquotot con motivo del aniversario de su fallecimiento.

Mariano Jaquotot fue un excelente directivo del Real Madrid que se ganó el corazón de todos los baloncestistas del club que tuvimos la fortuna de conocerlo. Hoy se cumplen 25 años de su fallecimiento, y con este motivo he charlado con diferentes personas, en busca de compartir las remembranzas invariablemente positivas que su recuerdo nos suscita, entre ellos mis excompañeros Juan Antonio Corbalán y Fernando Romay, además de José Manuel Jaquotot, hermano del dirigente a quien hoy homenajeamos.

Precoz empresario, madridista de infancia aunque de familia atlética, se vinculó desde muy joven con Ramón Mendoza, de quien llegaría a ser segundo y primer vicepresidente pero de cuya candidatura ya formó parte en la primera elección que Mendoza perdió contra Luis de Carlos. Recibió el encargo de llevar a buen puerto la sección de la canasta en momentos convulsos, pues su llegada coincidió con la recta final en el club de jugadores emblemáticos, como el propio Corbalán e Iturriaga. Fue vicepresidente entre 1988 y 1994, cuando un fulminante cáncer nos privó de su brillantez y humanidad.

Su primer encuentro con el equipo fue un tanto accidentado. El día planeado para su presentación a la plantilla, el Madrid perdió un partido contra el Ford de Cantú de forma inesperada. Cuando Mariano entró en el vestuario de la mano de Lolo Sainz se encontró con juramentos, zapatillas lanzadas con furia contra la pared y vendajes fuera de su piel aplastados contra el suelo. A aquel equipo no le gustaba perder y cada vez que sucedía lo exteriorizaba de forma furibunda. El acto se suspendió sobre la marcha con el dirigente sorprendido por una exhibición de frustración tan expresa. No obstante, y a pesar de ser un desconocedor del baloncesto, entendió que en aquel vestuario latía madridismo esencial, de manera que se integró de forma tan rápida como se forjó su compromiso para guiar a la sección al mejor puerto posible.

Su misión de construir un Madrid nuevo con una sección autónoma con él como director -más o menos lo que sucedió en tiempos de Raimundo Saporta- se vio obstruida por el fallecimiento de Fernando Martín. A pesar del dolor y de los problemas financieros del club, que alentaron las nefastas y enigmáticas voces en la directiva que pedían una disolución de la sección, Jaquotot se afanó en la tarea con constancia y brillantez. Como me recuerda Corbalán, es justo que se le atribuya el éxito de la Copa de Europa del 95, que desgraciadamente no llegó a ver debido a su prematuro fallecimiento, pues fueron sus decisiones las que marcaron el futuro del club en esos años. En el gran palmarés logrado por la sección durante su ejecutoria hay que contar también con 3 Ligas, 3 Copas, 1 Copa Korac y 2 Recopas.

Mariano Jaquotot murió muy joven, cuando su aún corta carrera madridista prometía un futuro extraordinario como directivo. Algunas de las figuras más señaladas de los años 90 (Corbalán, Romay, los hermanos Martín, Iturriaga y este humilde cronista) mantuvimos una relación de amistad o muy cercana a ella con quien fue nuestro superior jerárquico: un madridista profundo, trabajador, sincero, alegre, educado y justo, que siempre supo tratarnos de la forma más correcta para nosotros y más provechosa para el club. Con un poco más del tiempo que la vida no le otorgó habría cumplido muchos de los sueños que sólo alcanzó a proyectar: un Madrid hegemónico construido a su medida. Estuvo muy cerca de hacerlo, pero la desdicha se cruzó en su camino. Aún hoy, recordamos su figura con el enorme respeto que nos merece quien dio todo para que fuéramos mejores.

Su hermano José Manuel, fervoroso atlético que incluso formó parte de una candidatura que se enfrentó a la de Jesús Gil, recuerda la discrepancia deportiva de la infancia. "Mariano era el único madridista en una familia eminentemente atlética. Eso no implica, a pesar de que hablábamos de fútbol todo el tiempo, que discutiéramos jamás con ese motivo. Jamás lo hicimos. Ya de adultos, en el año 87, con ocasión de un derbi que merengues y colchoneros empatarían a uno, nos pidieron en El País que escribiéramos una especie de doble columna enfrentando nuestras preferencias deportivas. Fue lo más cercano a una lucha fratricida que nunca tuvimos".

"Hoy, al mirar de reojo a mis hijos, advierto que, afortunada y libremente, son seguidores de Real Madrid. (...) No hay peligro, han pasado treinta años y el esplendor sigue". Imposible no emocionarse hoy con el último párrafo de esta doble joya.

José Manuel confirma que Mariano no era ducho en baloncesto cuando tomó las riendas de la sección. "Pero enano (él me llamaba siempre enano al ser yo su hermano pequeño), es que ahí es donde voy a poder hacer algo". Tenía razón: a Mendoza no le interesaba el baloncesto, por lo que Mariano disfrutó de la autonomía que preveía, lo que le permitió hacer grandes cosas. "Enseguida se enganchó también al baloncesto, si bien nunca dejó de ser un futbolero empedernido". Llegó también a presidir la ACB.

José Manuel aporta un documento que viene a probar lo ya apuntado por Corbalán: la gratitud de la plantilla del equipo tras el logro de la Octava Copa de Europa de la sección (1995), que Mariano no puedo llegar a atestiguar por dejar este mundo pocos meses antes de su consecución. "Todos los jugadores de la plantilla, así como Obradovic, firmaron una foto de Mariano en señal de gratitud por su labor, crucial para el logro de ese título. Conservo la foto, por supuesto. Es el único recuerdo madridista que tiene cabida en casa de un colchonero irredento como yo", ríe el hermano.

"Mariano pasó por varias situaciones complicadas como vicepresidente del club", recuerda. "Una de ellas fue su viaje a una Yugoslavia en pleno conflicto bélico para cerrar el fichaje de Prosinecki. Mendoza le mandó a la guerra, literalmente, y lo cierto es que volvió con el objetivo cumplido, con independencia de cómo fuese después el rendimiento del centrocampista. Otro momento delicado fue cuando viajó a Estados Unidos para negociar el traspaso de Petrovic a la NBA, y sus tratos con David Stern".

Cuando falleció, no faltó quien señaló que nos hallábamos ante la pérdida del delfín de Mendoza. "No cabe duda de que le habría encantado presidir el club", refrenda José Manuel. "Supongo que los dos vicepresidentes de aquel momento (Sanz y Jaquotot) habrían tenido sus opciones. Mariano, desde luego, tenía argumentos a favor. Mariano y Lorenzo no podían ser más diferentes, pero creo que se llevaban bien. Con el tiempo, he tenido ocasión de tratar con Sanz que me ha manifestado su consideración por mi hermano. Lo cierto es que es prácticamente imposible encontrar a alguien que hable mal de él. La propia Peña El Ojo del Tigre le dedicó una canción. No es habitual que unos seguidores canten a un dirigente".

El desenlace del cáncer de Mariano fue por desgracia fulminante. "Él estaba siempre muy en forma. Quince días antes del diagnóstico, salió a correr con Corbalán y Del Corral (ya retirados) y les ganó un desafío. <<He ganado corriendo a dos leyendas del Madrid de baloncesto>>, comentaba orgulloso y bromeando, con el espíritu competitivo que le caracterizaba. Recuerdo perfectamente que estábamos viendo un Real Madrid-Real Sociedad y se quejó de que le dolía el abdomen. A partir de ahí no pudo hacerse nada. Fue cuestión de pocos meses", recuerda José Manuel emocionado.

Se truncó así la vida y la carrera de un directivo que tuvo tiempo de grandes logros, aunque impresiona pensar lo que habría podido conseguir si la fatalidad no se lo hubiera llevado tan increíblemente pronto.

Querido Mariano, siempre te recordaremos.

 

 

 

 

Montesquieu dijo: “Me preguntas si hay judíos en Francia. Debes saber que, en cualquier sitio donde haya dinero, hay judíos”. La frase ilustra uno de los tópicos más célebres del antisemitismo, el de la particular relación entre los judíos y el dinero. El hispanista francés Joseph Pérez explicó en su libro "Los judíos en España" que la creencia medieval de que los judíos ejercían preferentemente profesiones de tipo comercial o financiero es una generalización que no se ajusta a la realidad histórica. Y tampoco disponían del monopolio de la práctica de la usura, pese a ser este uno de los principales argumentos del antijudaismo. Sin embargo, en lo que respecta a don Raimundo Saporta, la realidad sí se ajusta al tópico. Fue un judío sefardita que sabía manejarse muy bien con el dinero. Y de hecho ese talento fue su puerta de acceso al Real Madrid.

La anécdota de que Raimundo Saporta fue recomendado por el general Querejeta, de cara a organizar un torneo de baloncesto en el marco de las Bodas de Oro del club, es conocida. Lo que no es tan conocido son los motivos que dio el general para recomendarle. La carta de presentación decía que la Federación no había tenido más que deudas hasta que allí había entrado a trabajar un jovencísimo Raimundo Saporta (19 años), pero que desde que lo había nombrado tesorero, el muchacho le había permitido ahorrar diez mil duros. Durante su primera conversación, Bernabéu desconfío de su juventud, pero cuando le preguntó que cuánto podría costar organizar el evento, Saporta le contestó: “Nada. Se puede ganar dinero”. Así nació el interés de Bernabéu por hacerle directivo.

El retrato que nos ha llegado de Bernabéu habla de un dirigente muy preocupado por el control de gastos. Los empleados contaban que cuando llegaba a las oficinas alguien daba la voz de alarma para que se apagasen las luces superfluas, porque si no les caía una reprimenda. Quizás esto fuera una característica suya o quizás una obsesión nacida de la época que le tocó vivir. Julián García Candau escribió que él creía que había empezado durante la gira por América del año 1927, donde hubo poca formalidad por parte del empresario que los contrató, y a la vuelta Bernabéu se sintió humillado por la actitud de la junta, que no le recibió cuando él traía unas cuentas de gastos e ingresos detalladísimas; pero ya fuera por lo uno o por lo otro, lo cierto es que el tema del dinero le preocupaba hasta el punto de interesarse hasta por el precio del carrete de hilo con el que se zurcían las medias y calcetines del equipo (sic).

Como el torneo de las Bodas de Oro, celebrado en el Frontón Fiesta Alegre, fue un éxito y, efectivamente, dejó dinero en el club, Saporta pasó a formar parte de la directiva. Primero como contador y ya un año después como tesorero. Al cabo de poco tiempo, Bernabéu depositó toda su confianza en él, según especuló Julián García Candau, que tuvo bastante trato con Saporta, seguramente debido a su acertado desempeño en el complicadísimo fichaje de Di Stéfano. Un exjugador del club de la época, Luís del Sol, en una entrevista concedida a diario AS, en mayo de 2017, confirma que cuando él jugaba en el equipo, el trato diario con los jugadores era cosa de Calderón y Raimundo Saporta. Es más, por sus palabras se puede deducir que toda la política económica del equipo venía diseñada por el tío Ray. Sus palabras fueron:  “Si no eres feliz, te vuelves. Han venido a por ti, pero es que si vienen a por todo el equipo lo vendo entero, porque nos hemos metido a construir la Ciudad Deportiva (de Chamartín) y estamos cortitos”.

La frase ilustra bien un par de aspectos. La posición de Saporta dentro del organigrama del club como una especie de "director ejecutivo", atribuyéndose incluso la decisión del traspaso de del Sol, pero a la vez una faceta humana de relación personal con el jugador: “Si no eres feliz, te vuelves”. La política del club respecto a sus jugadores era absolutamente paternalista. El club interfería en la esfera privada de una manera que hoy en día resultaría impensable e imposible. Aunque, sin lugar a dudas, animados por un cariño genuino. El propio” Juanma" López Iturriaga, exjugador de la sección de baloncesto, ha reconocido que pese a que a él no le convencían del todo sus métodos, el tío Ray sentía debilidad por los jugadores. El tema es que también tenía una visión muy clara de cómo debía funcionar el club y eso significaba aplicar una política en extremo intervencionista.

El periodista del ABC, Julio Carlos Díez, cuando falleció Raimundo Saporta, escribió: “Los jugadores, de su club o de cualquier otro, le consultaban todo, desde el regalo adecuado para sus novias a la inversión más rentable para resolver su futuro”. Saporta era el especialista en relaciones públicas. Hasta el punto de ser invitado incluso a las bodas de los jugadores barcelonistas, donde siempre regalaba un marco de fotos de plata. Y a nivel interno sucedía otro tanto. Mientras que el gerente Antonio Calderón era el hombre duro, el que se ocupaba de dar las bajas, Saporta era el hombre bueno. Clifford Luyk, el Di Stéfano de baloncesto, llegó a decir en una entrevista, a El Mundo Deportivo, en 1978, que “El Real Madrid ha sido mi mujer y Saporta mi padre”. Saporta se reunía una vez al mes para almorzar con los jugadores solteros. Les aconsejaba sobre cómo invertir el dinero, algo para lo que estaba muy cualificado pues era director adjunto en el Banco Exterior de España, pero también en temas más personales.

Otro exjugador del baloncesto madridista, Rafael Rullán, contó en una entrevista en la web Libertad Digital, que él a quien le pidió permiso para casarse no fue a su padre, sino a Raimundo Saporta.  Y que Saporta tenía que dar su permiso, porque en aquella época, hasta que el jugador no se casaba, el club controlaba los ahorros de los jugadores españoles que procedían de su sección juvenil. Desde una perspectiva actual esto puede parecer inconcebible, pero los jugadores de la época no suelen manifestarse por este tipo de relación desde el rencor. Al contrario. Incluso jugadores contestatarios como Iturriaga dicen guardarle "un profundo cariño". Otros, como Rullán o Luyk, directamente hablan de él como un padre. El periodista Rafael W. González Cabrera explicó una anécdota relativa a un jugador del equipo de fútbol, el que fuera el relevo de Di Stéfano en el equipo, Ramón Moreno Grosso, que radiografía a que se debe esa devoción.

Ya retirado del fútbol, Grosso se deshacía en elogios al recordar a Raimundo Saporta, ya que decía deberle todo lo que poseía. Cuando había ganado la sexta Copa de Europa, siendo además titular, Grosso se quiso comprar un SEAT 600, que en aquella época costaba 60.000 pesetas, pero al ir al banco se encontró con la cuenta bloqueada. Preguntó al director de la sucursal y este le dijo que debía hablar con el señor Saporta. Así lo hizo y el tío Ray le mandó para casa diciéndole que se dejase de tonterías. Un año después Grosso intentó comprarse un piso y volvió a encontrarse la cuenta bloqueada. Unas semanas después el director del banco le llamó para decirle que el dinero (1.600.000 pesetas) ya estaba disponible. Durante esas semanas de demora Saporta investigó la solvencia de la inmobiliaria, lo relativo al verdadero valor del piso en el mercado y consiguió una rebaja en el precio.

Esta política paternalista del club, implementada por Saporta, ayudó a controlar la tendencia de los jugadores, sobre todo la de los más jóvenes, a gastar el dinero sin pensar que sus carreras son de corta duración. Los que seguían las directrices de Saporta acababan su etapa profesional teniendo un buen dinero guardado. Aunque el club también rescató en alguna ocasión a jugadores que habían invertido en algún negocio ruinoso. Según Julián García Candau, si en algo se parecían la práctica profesional del toreo y la del fútbol era que en ambos casos acababan surgiendo amigos del alma de debajo de las piedras. Y estos no suelen ser los más indicados para ayudarle a uno a aumentar su patrimonio. Ahí tenemos la anécdota de cómo perdió todo su dinero el Rei Pelé por primera vez (1968), a manos de un amiguísimo suyo llamado Pepe y apodado el Gordo, quien casualmente era natural de Pontevedra.

En cambio, la honestidad de Saporta la garantizaba su particularísima relación con el club. Según José Tovar, amigo íntimo de Bernabéu, Saporta jamás cobró del Real Madrid. Él nunca actuó por adicción al dinero, sino hacia las personas. Cuando Martín Semprún le preguntó a Saporta que por qué no había sucedido a Bernabéu, este le contestó que él más que madridista había sido bernabeuista. Así que al morirse don Santiago ya no tenía razones para quedarse. Quizás fuese esa fidelidad y desinterés para lo que Bernabéu llamaba "la causa", lo que le dotaba de esa autoridad moral ante los jugadores. Esa que le permitía hacerles firmar los contratos sin que leyeran lo que estaban aceptando. Pero las entrevistas que los exjugadores de la entidad han ido ofreciendo a lo largo de los años más bien apuntan a que ellos percibían que su interés era personal y genuino. Saporta se preocupaba por ellos porque los quería. Se puede ver este ese carácter protector hacia sus muchachos en muchísimas anécdotas, pero pocas veces quedó tan claro como cuando Jordi Bonareu le pidió romper su contrato, por una inesperada enfermedad de su padre, y Saporta le contestó:

— Sé que estoy perdiendo la Liga y la Copa en este momento, pero la persona está por delante del jugador.

Hoy, 2 de febrero, se cumplen 22 años del fallecimiento de Raimundo Saporta, un personaje clave dentro de la historia del Real Madrid, mano derecha de Santiago Bernabéu durante muchos años (25 compartiendo Junta Directiva, de los cuales Saporta estuvo 15 como Vicepresidente del club).

Saporta es recordado sobre todo por su brillante faceta organizativa para colocar en la cumbre europea a la sección de baloncesto, pero es de justicia decir que su labor dentro del Real Madrid fue mucho más amplia.

Raimundo Saporta poseía un buen expediente académico, especializado en la rama de economía y contabilidad, y con un excelente don para los idiomas, algo verdaderamente inusual en los años 50 del pasado siglo. En aquellos tiempos la lengua predominante en Europa era todavía el francés, idioma materno de Saporta, y ello le facilitó ser parte primordial en las más importantes reuniones europeas que fueron la semilla, por ejemplo, para la creación de la Copa de Europa de clubs de fútbol en 1955, o la de la Copa de Europa de clubs de baloncesto en 1957. Bernabéu, que tenía un correcto dominio del francés y se defendía en inglés – además de poder saludar en más de 40 idiomas diferentes -, se sentía mucho más arropado en ese tipo de reuniones acudiendo junto a su fiel directivo, que era capaz de captar al 100% cualquier matiz de cualquier conversación técnica, política, diplomática o económica, tanto en francés como en inglés.

“el madrid no fue nunca el equipo del régimen, es una afirmación sin sentido. La prueba es que el Madrid entró en Europa 20 años antes que España.”

Aparte de estas aptitudes intelectuales y profesionales, Saporta tuvo que ejercer, en numerosas ocasiones, de biombo o de parapeto, en situaciones en donde había que aplicar la inteligencia emocional, entre los antagónicos temperamentos que tenían Bernabéu y el entorno del por entonces jefe del estado, el general Franco. Don Raimundo poseía un don de relaciones públicas que le permitía tener, como quien dice, amigos en todas partes.

Algunas anécdotas a este respecto son francamente impagables, y más teniendo en cuenta que, en los años 60, la dictadura existente en España no era un asunto para tomárselo a broma.

En febrero de 1973, en Tel-Aviv, antes de un partido Maccabi-Real Madrid de Copa de Europa, a Don Santiago se le ocurrió quitarse de su solapa la insignia de oro y brillantes del club e imponérsela nada menos que al general Moshe Dayan, héroe de la Guerra de los Seis Días años atrás. En aquel entonces, España no reconocía aún al estado de Israel y era un país claramente aliado con la causa pro-árabe. La anécdota se convirtió prácticamente en un incidente internacional, con protestas oficiales por parte de jefes de estado árabes, como el libio Gaddafi. Al regresar la expedición blanca a Madrid, Bernabéu fue citado en el Ministerio de Asuntos Exteriores por el ministro, López Bravo. Con su socarronería habitual, Bernabéu le dijo a Saporta que fuese él a aclarar lo que había pasado, ya que a estas alturas de su vida (tenía casi 78 años) no le apetecía dar explicaciones sobre un hecho que para él no tenía importancia: ”Le dices lo que quieras. Le dices que se la impuse porque se me ocurrió y quise. Y además, ese tío tiene un par de cojones”. Y ese mismo día se fue a su casa de Santa Pola, porque necesitaba ir a pescar y a relajarse frente el mar. Saporta disculpó a su presidente por su ya conocida impulsividad, alegando que no fue una acción premeditada y recordando que casi cada año el Madrid acudía a Marruecos, al trofeo Mohamed V, así como la buena reputación que tenía el club merengue en el mundo árabe.

Mucho antes, a principios de los años 60, Saporta tuvo que viajar a Moscú, como miembro ejecutivo de la FIBA, para entregar un trofeo en una final europea de baloncesto. Tras una odisea, ya que estaba prohibido viajar a la URSS de entonces, don Raimundo se las apañó para ir en avión a Berlín, pasar a la parte oriental de la ciudad y desde allí volar a la capital soviética en un Tupolev. Se alojó en un hotel cercano a la Plaza Roja y visitó el mausoleo de Lenin. Tras el partido pronunció un discurso – en francés – y regresó a Madrid. Nada más aterrizar, tenía un mensaje del médico personal de Franco, el doctor Vicente Gil, en el que se le instaba a acudir inmediatamente al Palacio de El Pardo. Como ya tenía previsto recibir alguna reprimenda por parte de Franco, a Saporta, con su habitual perspicacia, se le había ocurrido comprar un obsequio para la esposa del dictador, unas latas de caviar ruso. Y a Franco le regaló un libro de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, titulado “El único camino”. “¡Vaya, de mi amiga!”, dijo Franco, que lo que quería saber, de primera mano, era “lo bueno y lo malo que había visto por allí”, para posteriormente quedar satisfecho al escuchar sobre la severidad y la rigidez del régimen soviético y la nula libertad que se respiraba por Moscú. Además, el vicepresidente del Madrid entregó a Franco un informe detallado sobre cuestiones que le interesaban sobremanera como educación, vivienda, servicio militar, salarios, impuestos o sistema bancario en la URSS.

Por mediación de las notables dotes diplomáticas de don Raimundo, el Real Madrid, tras varios años de ser eliminados de la Copa de Europa de baloncesto, al no poder ir a jugar a territorio soviético (o a países integrantes del “Pacto de Varsovia”), consiguió convencer al entorno del dictador para jugar, por fin, un partido en Moscú, y no en terreno neutral. La condición que le puso al equipo el entonces ministro de Exteriores, Fernando Castiella, fue que “antes de decidir si se puede viajar o no, quiero saber si existen posibilidades de ganar, porque si no las hay…”. Saporta estaba junto al entrenador Pedro Ferrándiz en esa reunión y le pasó la patata caliente al técnico alicantino, el cual no tuvo más remedio que afirmar que por supuesto que el Madrid podía competir dignamente y quizás hasta ganar en tierras rusas. Finalmente, se levantó el veto, y el Madrid pudo jugar la final de 1963 (entonces a doble partido) en Moscú, ante el TSKA (hoy en día CSKA), compitiendo hasta forzar un tercer partido, que finalmente acabó perdiendo, también en Moscú. Esa derrota se vengaría posteriormente en la final a doble partido ante el TSKA en la edición de 1965, con la vuelta en Madrid, en donde los blancos remontaron los 7 puntos del partido de ida, ganando por 14 (76-62), ante 3.000 espectadores que abarrotaban las gradas del Frontón Fiesta Alegre madrileño. La anécdota curiosa es que en los días previos al partido de vuelta, don Raimundo estuvo agasajando a la expedición rusa, invitándoles a ver una novillada en Las Ventas y un Real Madrid – Athletic de Bilbao en el estadio Bernabéu.

Cuando, ya en periodo democrático, le preguntaban a Saporta por la célebre falacia “el Madrid fue el equipo del Régimen”, él siempre daba la siguiente respuesta: “No lo fue, es una afirmación sin sentido. La prueba es que el Madrid entró en Europa 20 años antes que España.”

Es más. Desde siempre hubo contactos directos entre el Real Madrid y la Familia Real en el exilio. Por ejemplo, Saporta también tuvo que dar explicaciones a miembros del gobierno franquista cuando, con motivo del primer partido que disputó el club de Copa de Europa, en Ginebra, ante el Servette suizo, el 8 de septiembre de 1955, la Junta Directiva del Real Madrid, junto al cuerpo técnico y los jugadores, hicieron una visita a Don Juan de Borbón, a su madre la Reina Victoria Eugenia y a su familia, incluyendo al futuro Juan Carlos I. Tanto la visita como las fotografías fueron completamente silenciadas y censuradas por la prensa de la época.

Una faceta poco conocida de don Raimundo también fue la de “pacificador”, por ejemplo en algunos momentos tensos que surgieron entre el Real Madrid y el FC Barcelona. Tras la célebre “final de las botellas” de la Copa del Generalísimo de 1968 (con la victoria del Barcelona en el Bernabéu tras el parcialísimo arbitraje de Rigo), Saporta se encargó  personalmente de normalizar las relaciones con el presidente Narcís de Carreras, que se había sentido molesto por las duras declaraciones de Bernabéu sobre la victoria azulgrana. Un hecho insólito (e impensable hoy en día) es que cada vez que un jugador del FC Barcelona contraía matrimonio, el vicepresidente blanco le hacía llegar un obsequio de parte del club.

También intervino como negociador en numerosos fichajes, no sólo de baloncesto (Luyk, Brabender, Burgess, Hightower, Aiken), sino también de jugadores de fútbol, entre los que hay que destacar los de Rial, Kopa, Puskás, Didí y Luis del Sol, aparte de su intervención en el fichaje más famoso y comentado de la historia del fútbol, que fue el de Alfredo Di Stéfano.

Sin duda, fue un adelantado a su tiempo: un gran organizador, un excelente relaciones públicas (que tuvo como amigos tanto a ministros del franquismo, como a exiliados de la República, como el arquitecto Félix Candela, autor del proyecto fallido del nuevo estadio del Madrid, en 1972, rechazado por el entonces alcalde de Madrid, Arias Navarro), un destacado negociador y un diplomático de primer orden.

 

 

 

A dos días del Mundial se reabrió la vieja querella entre el Madrid y la Selección española de fútbol a cuenta del fichaje de Lopetegui. A fin de cuentas, el origen es una incompatibilidad de cohabitar que en el fondo resulta irresoluble: ambas instituciones compiten por la proyección universal del país o, como decía Mercutio Montesco en Twitter, la Marca España. La Selección nunca fue adversario en este terreno para el Real hasta el año 2008. El ciclo victorioso de España en el fútbol de naciones coincidió con una de las épocas más oscuras del Madrid, deportiva e institucionalmente hablando, y con la eclosión del fenómeno político-futbolístico del xaviniesta-procesismo, poco estudiado todavía; la conjunción de acontecimientos trastornó un status quo que siempre había favorecido al Madrid, dueño desde 1956 del orgullo simbólico de lo español allende los Pirineos por ausencia de contendientes.

Con el asunto Lopetegui se volvió a dudar en público de la lealtad de los madridistas al equipo nacional. Se cuestionó directamente desde la presidencia de la Federación. En vísperas de una Copa del Mundo en la que la Selección, cuyos mejores futbolistas son casi todos del Madrid, parecía tener vivas opciones de campeonar, Florentino Pérez se apareció ante el español del común como el villano ideal. Lo hicieron aparecer, hay que decir: el control del relato está en manos de unos pocos periodistas que, desde siempre, tienen un sentido patrimonial de la Selección que probablemente les consuele del que no pueden proyectar sobre el Madrid. Pero el Madrid no es el enemigo de la Selección. Nunca lo fue. Lo del club con la Selección se acerca más a un padrinazgo representativo que a un enfrentamiento desconfiado. La historia empieza en 1904.

Lo pone en la web de la FIFA: La Fédération Internationale de Football Association se fundó el 21 de mayo de 1904 en el edificio trasero de la sede de la Union Française des Sports Athlétiques de la Rue Saint Honoré n° 229.

Los apoderados de las siguientes asociaciones firmaron el acta fundacional:

Representando a Francia se encontraban Robert Guérin y André Espir; a Bélgica: Louis Muhlinghaus y Max Kahn; a Dinamarca: Ludvig Sylow; a los Países Bajos: Carl Anton Wilhelm Hirschmann; a Suiza: Victor E. Schneider; por el Madrid Football Club: André Espir; a Suecia: Ludvig Sylow.

Este hombre, Espir, apoderó a España a través del Madrid: la Federación Española de Fútbol aún tardaría en aparecer cinco años más, y la Selección, dieciséis. El promotor español de la idea de la confederación internacional fue uno de los fundadores del Madrid, Carlos Padrós. El fútbol español le debe mucho a Padrós. Su hermano mayor, Juan, fue el primer presidente del club. Él, el tercero, nunca pudo jugar al fútbol por una parálisis que sufrió de niño. Lo compensó con un talento organizativo fuera de lo común que, además del mejor club de fútbol del mundo, dejó como legado la Copa de España o la misma Federación.

Carlos Padrós vestido de corto

Lo de la Copa del Rey es una historia curiosa. Empezó siendo un torneo impulsado por Padrós dos meses después de constituirse la primera Junta Directiva del Madrid Football-Club en la trastienda de la boutique familiar de telas (se llamaba “Al capricho”) que su padre tenía en la calle Alcalá. En esta primera copa nacional del extraño deporte que practicaban hombres en calzoncillos junto a la Plaza de Toros De Goya, hoy WiZink Center, se celebraba la mayoría de edad de Alfonso XIII. Padrós invitó al New de Madrid, al Vizcaya (una selección bilbaína formada por los futbolistas del Athletic y del Bilbao), al Barcelona y al Español de Barcelona. Se jugaron un trofeo donado por la Casa Real en los terrenos que hoy ocupan los Nuevos Ministerios. Lo ganaron los vizcaínos. Al año siguiente se consagraría la tradición.

Carlos Padrós había nacido en Sarriá. Sus padres eran catalanísimos, naturalmente. Su padre, Timoteo, un comerciante del textil, de Barcelona; su madre, Paula Rubió, era de Villafranca del Penedés. Se casaron en Santa María del Mar. Trasladaron el negocio familiar desde Barcelona hasta Madrid cuando Carlos tenía seis años. El Madrid nació, literalmente, en una mercería de catalanes, entre las calles Alcalá y Cedaceros. Padrós, educado en la Institución Libre de Enseñanza, supo desde pronto el valor del deporte y la actividad al aire libre y el influjo decisivo que podían tener en la vida moderna. Escribió esto en 1903: “Se juega al aire libre, en pleno campo, aprovechando lo que a torrentes nos prodiga la naturaleza para fortalecer nuestra salud: aire y luz... se lucha con noble emulación por la victoria.. la inteligencia es un factor que ha de acompañar a la agilidad y fuerza muscular, reúne, en una palabra, cuanto se precisa para que este sport resulte útil y agradable”.

Los Padrós, junto con una camarilla de antiguos estudiantes de la Institución y ex-jugadores del primer equipo que hubo en Madrid, el Sky, formalizaron legalmente el Madrid Football Club en 1902. En realidad el equipo llevaba existiendo desde 1900. En la tienda de los Padrós redactaron el primer Estatuto de esta naturaleza que hubo en España: ya desde los primeros pasos, el Madrid adquiría su dimensión de pionero. Además del color de la camiseta, blanca con una banda cruzada en morado, y de los pantalones, azules, en los estatutos se definía al Madrid con un timbre muy innovador, casi internacionalista: “Sociedad civil particular denominada Madrid Football-Club con objeto de fomentar bases progresivas la afición al juego llamado Fottball Asociation”.

los padrós formalizaron legalmente el madrid football club en 1902

El Madrid llevaba en Padrós el embrión de la proyección global. Ese mismo año de 1902 el hombre fundó la Unión Madrileña de Clubes, un antecedente de las federaciones regionales y de la nacional; en 1904, ya presidente del club, intervino en la creación de la FIFA ante la ausencia de un organismo español homologable con las federaciones europeas que concurrieron en la Rue Saint Honoré de París para montar la primera confederación internacional. En 1906 visitaba Madrid el Presidente de la República francesa, Émile Loubet, ocasión que aprovechó Padrós para organizar el primer partido internacional del Madrid, frente al Gallia Club Paris, campeón de Francia e histórico club que desapareció con la Segunda Guerra Mundial.

La publicación Arte y Sport publicaba en noviembre de 1904 un artículo del periodista Manuel Heredia en el que se destacaba que “la Sociedad del Madrid Foot-Ball Club, una de las primeras de esta villa, realiza notables esfuerzos por implantar este varonil "sport" en nuestro país. Para ello, cuenta con la inestimable ayuda de su presidente, D. Carlos Padrós, organizador de importantes concursos, a los que acuden los mejores equipos de España. Es la más antigua de la Corte y la que viene sosteniendo el foot-ball con un entusiasmo digno de alabar. Grandes han sido los sacrificios hechos por este Club para conseguir implantarlo en España, donde unas veces parece querer extenderse y otras desaparecer, lo cual demuestra nuestra decadencia de ánimo y entusiasmo en todas aquellas cosas que pueden ser útiles, como es el foot-ball para la decadente juventud, sport varonil que se juega al aire libre y á costa de un insignificante sacrificio. El Madrid, y siendo presidente el Sr. Padrós, ha sido la primera Sociedad de España que organizó un concurso de esta índole, al que acudieron todos los mejores equipos que tenemos en las diferentes regiones, disputándose reñidamente la copa ofrecida por el Excmo. Ayuntamiento de esta Corte, siendo alcalde el Sr. Aguilera, con motivo de la coronación de S.M. el Rey D. Alfonso XIII”.

Padrós dejó en 1908 la presidencia del club que cofundó. Desde entonces sería el primer presidente de honor del Madrid. En 1909 organiza la reunión fundacional de la Federación Española de Fútbol. Más tarde ayudaría a que el propio Madrid y otros clubes disidentes se mantuviesen en el organismo, al que, con su intercesión, Alfonso XIII concedió el título de Real. Presidía la Federación su inseparable hermano Juan, figura también central del nacimiento del fútbol como actividad organizada en España. Desvinculado más tarde del fútbol, terminó como diputado liberal en Cortes y redactando un proyecto de ley que fomentaba la sindicación de agricultores, jornaleros y patrones.

Hombre cosmopolita, abierto, inquieto, recto, también algo soberbio e intransigente según las fuentes, fue, como el Madrid, un hijo de la burguesía liberal, urbana e independiente. Ese carácter supieron transmitírselo los Padrós al club que fundaron como si fuese una cosa genética. El Madrid ha sabido conservarlos a lo largo de siglo y pico largo a pesar de algunas noches oscuras. Como la Historia parece empezar en los 90, Madrid y Selección española son ahora presentados como entes opuestos e irreconciliables, como si el bien de uno fuese el mal inevitable del otro. El Madrid sólo mira por su interés y no le importa nada “el equipo de todos los españoles”, que sólo es de todos cuando interesa, como pasa siempre con estas cosas. Todos los empeñados en contraponer a la cegadora luz del patriotismo deportivo interesado el viscoso interés egoísta del Real deberían conocer que la historia del equipo nacional, incluso de la Federación, está unida a la de la institución deportiva más importante del país a través de personajes extraordinarios como Carlos y Juan Padrós.

 

Figura muy importante dentro de la historia del Real Madrid y también del fútbol español. Vivió cien años y en su larga vida fue jugador, árbitro, secretario técnico, crítico deportivo, entrenador, directivo y seleccionador nacional.

Hombre de carácter afable, astuto, ingenioso y algo excéntrico, Pablo Hernández Coronado nació en Madrid el 11 de septiembre de 1897. Comenzó a jugar al fútbol en el colegio Cardenal Cisneros, donde empezó a destacar como un guardameta sobrio y de gran colocación. Su primer equipo fue el Stadium y tras un año en la Real Sociedad Gimnástica Española firmó por el Madrid FC en 1919.

Tuvo una dura competencia en el puesto con Cándido Martínez y en total defendió el marco merengue en 15 partidos oficiales durante tres campañas. La mayoría fueron en el Campeonato Regional, aunque también llegó a jugar dos de la Copa del Rey del año 1920, concretamente en la eliminatoria ante el Athletic Club en la que los vascos se hicieron con la victoria. Nunca llegó a debutar con la Selección española pese a que estuvo en la preselección para los Juegos Olímpicos de Amberes.

Hernández Coronado Real Madrid 1920

Se retiró muy joven, a los 24 años y se introdujo en el mundo del arbitraje. Uno de los duelos más famosos que dirigió se celebró en Valencia, donde mandó a la caseta a cinco futbolistas con el consiguiente enfado de la parroquia local. A mediados de los años 20 fue nombrado secretario del Colegio Nacional de árbitros y poco después comenzó a presidir la Federación Centro (actual Federación de Fútbol de Madrid). Sin embargo, una huelga del colectivo arbitral junto al aumento de clubes que demandaban una competición organizada le hizo renunciar a su cargo en 1925.

Regresó al Real Madrid en 1928 de la mano de Luis Usera para ser secretario técnico, cargo que inventó él mismo. El profesionalismo estaba en auge y el mandatario blanco confió en Hernández Coronado para el tema de los fichajes, salarios y cualquier tipo de negociación. Sus primeras contrataciones coincidieron con la creación de la Liga, llegando a la entidad merengue Monchín Triana, Gaspar Rubio o Jaime Lazcano. En la década posterior el Real Madrid invirtió gran cantidad de dinero para intentar conquistar numerosos títulos y fabulosos futbolistas como Zamora, Quincoces, Ciriaco,  Lecue, Hilario, Luis Regueiro o Pepe Samitier firmaron gracias a sus gestiones.

En la Guerra Civil el antiguo guardameta tuvo un papel fundamental en el futuro de la institución madridista. El Frente Popular incautó el club nombrando un comité integrado por Juan José Vallejo de la Federación Obrera acompañado por Leandro Sechi y el señor Verts. Hernández Coronado se quedó como asesor junto al funcionario Carlos Alonso y evitó que fuesen los sindicatos anarquistas quienes controlasen la entidad guardando todos los documentos y bienes de la sociedad merengue.

En el aspecto deportivo Hernández Coronado y el técnico blanco Paco Bru inscribieron al equipo en un Campeonato Superregional valenciano. Pero con el calendario ya aprobado el Madrid anuló su participación por las dificultades que conllevaba el desplazamiento. La siguiente idea fue realizar una gira por el extranjero que les llevaría a la URSS, Bélgica o Francia. Sin embargo, pocos días después de anunciarse, se confirmó su suspensión.

Por último se pidió la inclusión del conjunto merengue en el Campeonato de Cataluña de 1936. El sindicato de jugadores y todos los clubes estaban de acuerdo menos el F.C. Barcelona, cuyo presidente, Rosendo Calvet, se opuso. Hubo negociaciones e incluso se garantizó que si el Madrid conquistaba el trofeo se comprometía a no ser declarado campeón de Cataluña, pero no lograron convencer al dirigente blaugrana.

Tras el conflicto bélico el Real Madrid pasó penurias económicas y eso se notó en los fichajes. Hernández Coronado aprobó el fichaje del arquero Marzá, el defensa Olivares, los medios Tellado y Huete o el delantero ‘Pitus’ Prat, pero el rendimiento no era el esperado. Por ello tuvo que bajar de los despachos al banquillo tras la dimisión de Juan Armet “Kinké”. Solo entrenó en un choque de Liga ante el Valencia a finales de 1942, que además se resolvió con derrota blanca por la mínima, 0-1. Unos meses más tarde Santiago Bernabéu llegó a la presidencia y prescindió de sus servicios como secretario técnico, aunque un tiempo después regresaría al club.

Hernández Coronado Junta Directiva Real Madrid

A finales de los 40 la influencia de Hernández Coronado en el equipo fue mayúscula cuando el técnico era el inglés Mr. Keeping. El madrileño ideó una fórmula donde había una alineación para los partidos de casa (Juan Alonso, Navarro, Clemente, Mariscal, Narro, Miguel Muñoz, Macala, Olmedo, Barinaga, Montalvo y Cabrera) y otra muy distinta para los choques lejos de Chamartín (García Martín, Clemente, García, Mariscal, Montalvo, Soto, Juanco, Toni, Marcet, Belmar y Arsuaga). Pero la prueba no funcionó y fue suprimida tras caer en Riazor por un resultado de 3-0. Hernández Coronado también introdujo los dorsales en las camisetas en el fútbol español, teniendo lugar el estreno en un derbi del año 1948 entre Real Madrid y Atlético. En cuanto a fichajes de relumbrón, los últimos que realizó antes de su salida definitiva del club blanco en 1953 fueron los de Pahiño, Miguel Muñoz, Joaquín Navarro o el francés Louis Hon. Para su baja voluntaria aludió que llevaba un cuarto de siglo trabajando en la secretaria técnica y que siempre le echaban la culpa a él de las cosas que pasaban.

Por otro lado, su trayectoria en la Selección española se dividió en tres etapas diferentes. La primera llegó bajo el mandato de Jesús Rivero en 1946, cuando fue designado como seleccionador con Moncho Encinas como entrenador. La segunda tuvo lugar en 1955 tras la dimisión de Ramón Melcón. Se hicieron cargo de la situación conjuntamente varios miembros de la directiva, como el presidente Juan Touzón, Emilio Jiménez, José Luis Valle y el propio Hernández Coronado, mientras que el puesto de técnico lo ostentó Luis Miró. Y la última etapa tuvo lugar poco antes del Mundial de Chile de 1962, después de la marcha de Pedro Escartín, que había logrado la clasificación frente a Marruecos. El presidente de la Federación Española de Fútbol, Benito Pico, eligió como sustituto a Hernández Coronado en una selección que causó controversia. La propuesta del exsecretario técnico merengue para el banquillo también resultó polémica al elegir para el cargo a Helenio Herrera.

Poco antes del Mundial las cosas empezaron a torcerse con la lesión de Di Stéfano y con las grandes críticas suscitadas al llevar a varios veteranos. El torneo se inició con una derrota ante Checoslovaquia que no ayudó a templar los ánimos. En la segunda jornada un triunfo frente a México en el último minuto con gol de Peiró dio esperanzas para acceder a la siguiente fase. Había que vencer a Brasil y en cuartos Di Stéfano podría debutar en la competición. Sin embargo, un arbitraje paupérrimo y los goles de Amarildo mandaron a la selección de vuelta a casa.

Otra de las facetas a la que dedicó Hernández Coronado parte de su vida fue la de crítico deportivo, trabajando en distintos medios como el diario ‘Luz’ en los años 30 o el periódico ‘Informaciones’. Además, en 1955 publicó un magnífico libro de título Las cosas del fútbol. En él analiza con sarcasmo e ironía los entresijos del balompié y relata los cambios que se estaban produciendo en el deporte rey en aquella época.

Hernández Coronado también fue inspector de Hacienda, tesorero de la Federación Española de Fútbol, secretario de la Federación de Ajedrez y Director del Patronato de Apuestas Mutuas Deportivo Benéficas.

Sus últimos años de existencia los pasó en su Madrid natal hasta que falleció un 11 de noviembre de 1997.

Hernández Coronado libro

Cuando repaso la Historia del Madrid, sea con ánimo investigador, o por mero esparcimiento, procuro detenerme casi siempre en el trienio comprendido desde 1936 a 1939. Hay muy poca información acerca de los avatares por los que hubo de atravesar el club a lo largo de la Guerra Civil. Es complicado, presumo, reconstruir fidedignamente la trayectoria de una entidad deportiva en mitad de un enfrentamiento tan colosal como fue aquel, hace ya 80 años. Sobre todo, la levedad del foot-ball y su condición de sport marginal, puro entretenimiento de segunda clase en aquel tiempo comparado con los toros, el cine o el teatro, enrevesa la búsqueda de información contrastada acerca de cómo sobrevivió el Madrid Club de Fútbol a la lucha fratricida que rompió España y quiénes fueron los protagonistas de aquella epopeya agónica que durante mucho tiempo tuvo al club al borde de la desaparición. No obstante, buceando, algo se encuentra.

La primera noticia que tuve del coronel Antonio Ortega fue una entrada en el blog de culto por antonomasia del madridismo del siglo XXI, Madridistas ateos. En un pequeño post titulado “El equipo del gobierno”, leí: “-antonio ortega, militante comunista, coronel del ejército popular republicano. tras la guerra fue detenido y ajusticiado.” Todavía, las vivencias del Madrid durante la guerra eran para mí un pasaje desconocido. Por circunstancias posteriores, me vi buceando en Internet, empeñado en hilar un relato sólido y coherente del devenir madridista durante aquellos años. Partiendo siempre, naturalmente, de datos inconexos y fragmentados, aparecidos aquí o allí, en ésta o en aquella otra página, blog o noticia desperdigada. La historiografía tradicional de la que hice acopio desde la infancia y que habitaba la profundidad abisal de mi biblioteca desde hace casi veinte años, apenas mencionaba nada de esos años. La reciente Historia del Real Madrid contada por ABC simplemente salta desde el año 36 al ambiguo período definido como “Entre 1939 y 1956”; la trilogía editada por Marca llamada Museo Blanco: la Historia gráfica del mejor club del mundo, abrevia con un sucinto “Temporada 1938-1939: tras la tempestad, de nuevo el fútbol. La Guerra Civil había suspendido durante casi tres años las competiciones. El 14 de mayo de 1939 se inicia el único torneo que se disputa en España, ya que la Liga no se reanuda hasta la campaña siguiente.” La Historia Gráfica del Real Madrid, de AS, publicada en 1997, tiene el honor de ser mi primer tesoro documental madridista. En ella sólo se dice que “La guerra frena un gran Madrid: la guerra civil destroza un gran Real Madrid, que durante la República había ganado dos Ligas consecutivas. Se ficha a Lecue y al húngaro Kellemen.” ¿Quién era, entonces, aquel Antonio Ortega?

Antonio Ortega con las Milicias Antifascistas Vascas

Antonio Ortega con las Milicias Antifascistas Vascas

El Madrid ha tenido desde 1902, según la web oficial del club, 16 presidentes. Sólo Adolfo Meléndez y Florentino Pérez repitieron mandato. Sin embargo, en la web no se hace referencia alguna ni a Juan José Vallejo, el representante del comité de la Federación Deportiva Obrera que incautó el Madrid en verano de 1936 relevando a Rafael Sánchez Guerra, ni a su inmediato sucesor, Antonio Ortega. El hecho es que en un momento indeterminado del año 1937, el coronel del Ejército Popular Antonio Ortega Gutiérrez, natural de Burgos, nacido en 1897, accedió a la presidencia del Madrid Club de Fútbol. En aquel momento, como he escrito ya en esta página, el Madrid Club de Fútbol sólo poseía nominalmente las modernísimas instalaciones del Estadio de Chamartín, de facto campo de entrenamiento y cuartel del Batallón Deportivo. Pablo Hernández Coronado, el secretarísimo, hombre fuerte del club y al que la institución debe probablemente la supervivencia en este período, y Carlos Alonso, son quienes sostienen la entidad. Ortega, teniente de carabineros al estallar la sublevación contra la República, gobierna San Sebastián en los primeros compases del enfrentamiento y llega a Madrid justo antes de que comience la histórica defensa de la capital: destaca ante Miaja y rápidamente asciende a la par que el partido en el que milita, el Comunista, ocupa la totalidad de los estamentos de poder del gobierno republicano. En este contexto, designado Director General de Seguridad (sucediendo a Wenceslao Carrillo) , el coronel Ortega es un oficial maduro de 40 años excelentemente posicionado dentro de la élite comunista que arropó la llegada al Gobierno del Presidente Negrín.

Amén de una declarada simpatía por los colores madridistas, la elección de un destacado militar afín al Partido Comunista como presidente de uno de los clubes punteros de aquel sport en auge como era el fútbol, respondía a la estrategia definida por este partido de ocupar todas las posiciones sociales de relevancia dentro de la España republicana en el segundo año de la Guerra Civil. Sin embargo, desde uno y otro bando se alzaban voces, más o menos relevantes, que desdeñaban aquel divertimento pequeñoburgués del “balompié”: Jacinto Miquelarena escribía en Marca (en la España sublevada), en 1938, nada menos que “el fútbol era entonces una orgía de las más pequeñas pasiones regionales y de las más viles. Lo dije claramente. Casi todo el mundo era separatista -y grosero- frente a un match para el Campeonato de España. El bizcaitarrismo se daba tan bien en las gradas de San Mamés como en la tribuna de Chamartín. En la mayoría de los casos, el madridista era un bizcaitarra de Madrid; es decir, un localista, un retrasado mental”, al tiempo que subrayaba en el mismo artículo el que quizá fuera un factor de cierta importancia a la hora de conducir los pasos de un coronel del Ejército Popular, bragado, duro y con cierta fama siniesta, a la dirección del Madrid: “Yo advertí que el fútbol estaba haciendo política. Fabricaba incomprensiones, fabricaba odios y recelos y derivaba el camino de la juventud a fuerza de arrebatar su generosidad y de canalizarla hacia el clan, hacia la secta, hacia la órbita infinitamente pequeña del club.”

Antonio Ortega y La Pasionaria

Ortega junto a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, durante la Guerra Civil. (Cordon Press)

Es probable que a Antonio Ortega no le gustase el fútbol. En una entrevista al magacín Blanco y Negro, reconocía en 1938 que “no veía mucho futuro al balompié” pero pretendía que “el club merengue tuviera un estadio acorde a su señorío”. Este es el documento periodístico más valioso que he podido encontrar rastreando en la ciénaga global de Internet: firmado por “Derby”, el encabezamiento demuestra que si bien en 1937 los periodistas ya dejábanse llevar por el titular fácil -ese que hace gotear el colmillito, siempre al acecho de la menor de las simplezas-, todavía conservaban ese prurito cultureta tan inencontrable en nuestros días: “Ortega, un presidente manu militari”. En unas pocas preguntas, se nos desvela parte del espíritu de aquel hombre que, poco conocido hoy, fue uno de los culpables de la desaparición, tortura y asesinato de Andrés Nin, el célebre líder del POUM: escisión del PC que, para ponerles un poco en perspectiva, mantuvo por aquellas fechas una micro-guerra civil en Barcelona y al que desde Madrid se ordenó descabezar, aplastar y limpiar, bajo supervisión del legendario Alexander Orlov.

Antonio Ortega Gutiérrez fue, como pueden ver, un personaje interesante, cuanto menos. Por las mismas fechas en que andaba de lleno metido en el fregado de lo de Nin, declaraba a Blanco y Negro que “la nueva práctica del deporte, aplicada a la guerra, ha evitado en primer lugar, el preciosismo y la exhibición, y ha conseguido que los soldados, libres de antaños prejuicios, fortalezcan sus músculos, alimenten sus pulmones y posean una resistencia esencial hoy en cualquier clase de combate.” Palabras en las que, hilando por lo fino, se podría encontrar incluso el más remoto precedente del vertiginoso fútbol moderno, hipermusculoso y carente de ornamentación huera de fuerza. Leyendo la transcripción del diálogo con Ortega, uno observa la profunda concentración del militar en el entrenamiento y perfeccionamiento de los ciudadanos-soldados que defendían Madrid y la República: infiero que su papel como presidente del Madrid era tan testimonial como el rol marginal a que el Club, privado el año anterior de toda participación en Superregionales catalanes y valencianos, se veía abocado por la situación bélica. “El Madrid, y yo estimaré mucho que así sea, debe conseguir el mejor campo deportivo de España, el más importante estadio”, decía Ortega, anticipándose a lo que conseguiría décadas después Santiago Bernabéu: probando, si me permiten la observación acientífica, la naturaleza aventajada del ingenio de muchos de los hombres que han dirigido este club a lo largo de los tiempos. “Madrid, que ha ganado su capitalidad, debe tener todo aquello que poseen otras ciudades que han sido más frívolas con relación a la guerra. Todos, entonces, debemos ayudar al gran club, sin olvidarnos de otros de la misma región. Estos vendrán después, pero colaborando todos para la gran obra del mejor terreno deportivo de España, habremos hecho desaparecer antagonismos viejos.”. ¡Casi me pongo a canturrear eso de Madrid, Madrid, de lejos y de cerca, nos traes hasta aquí!

Exhibiciones militares en Chamartín

Exhibiciones militares en Chamartín

Ortega difería, eso sí, en la adivinanza del futuro: advertía que vendría un fútbol en el que “no se comerciará con las fichas ni con los «ases» y la juventud. En las mañanas de descanso practicará libremente su deporte; al aire libre, en maillot, fortaleciendo su organismo y acumulando reservas físicas para las nuevas jornadas de trabajo”. Visión ésta, absolutamente equivocada, influida por la aversión al mercantilismo tan propia del comunismo del que el coronel Ortega era feligrés. No en vano, ya en 1936, la profesionalización general del balompié era una tendencia irresistible que continuaría, en la década de los 40, hasta establecerse en los límites industriales del negocio actual.

Bajo la presidencia efímera de Ortega, apenas se jugaron partidos de exhibición. El trabajo constante de Hernández Coronado permitía organizar eventos deportivos, “Olimpiadas Militares”, amistosos para la beneficencia y un sinfín de actividades que sin duda tenían como objeto destacar la utilidad del Madrid como institución deportiva y social en la atmósfera perturbada de una ciudad en guerra. Es curiosa la anécdota de la Copa Trofeo, impulsada por Hernández Coronado como una competición que enfrentaba a las distintas brigadas del Ejército del Centro y cuya organización corría a cargo del Madrid. “El premio que se otorgará a los vencedores del Trofeo Ejército del Centro no será, para salirnos de lo corriente, ninguna copa. Es criterio sustentado por nuestro actual presidente, el coronel Ortega, en quien el Madrid y la afición deportiva ha encontrado un ilustre defensor”, decía el secretario del club, y es posible percibir la huella austera de este coronel controvertido que dirigió los destinos del mejor club del siglo XX en la noche más oscura de la entidad, cuando los laureles de las victorias y del reconocimiento internacional quedaban tan lejos como la Luna y eran, seguramente, tan insospechados como lo es hoy la posibilidad de viajar hasta Plutón. La gestión de Ortega, por utilizar un neologismo, se apoyó en un uso instrumental del Club y sus instalaciones para las necesidades de la guerra, que todo lo atrapaba con su hedor de muerte. Estableció tres tipos de cuotas para quienes se acercaran a la institución: una para socios, otra para combatientes y otra para quienes no fueran ni una cosa ni la otra. Con esto y con la explotación de la piscina de Chamartín, orgullo gimnástico del club a falta de actividad balompédica, el Madrid renqueaba sobreviviendo a los bombardeos de Franco y al resbaladizo ambiente de intrigas en que hormigueaba la capital republicana.

Antonio Ortega Gutiérrez fue ejecutado por garrote vil el 15 de julio de 1939, en el castillo de Santa Bárbara de Alicante. Había permanecido fiel a Negrín hasta el final de la República, y una vez tomada Madrid por las tropas del General Franco, su sentencia de muerte fue tomada de manera sumarísima. A pesar del ostracismo oficial que parece pender sobre él, a modo de póstuma sentencia dictada desde el Real Madrid, creo conveniente anotar estas consideraciones sobre su figura en un artículo como éste. Me van a permitir la licencia.

 

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