Las mejores firmas madridistas del planeta

Hoy cumple 50 años Fernando Ruiz Hierro, uno de los mejores jugadores que ha tenido el Real Madrid a lo largo de su historia y, además, el zaguero más goleador hasta la fecha de la entidad blanca con 127 dianas.

Nacido el 23 de marzo de 1968 en Vélez (Málaga), se podía desempeñar como centrocampista o como defensa central, puesto que ocupó la mayor parte de su carrera. En el mediocampo destacó como un fenomenal llegador al área contraria con una enorme eficacia de cara a puerta. Mientras que en la defensa brillaba por su salida limpia de balón, su zancada poderosa, su sentido táctico, su gran jerarquía y su extraordinario dominio del juego aéreo. Además, tenía un impresionante y duro golpeo de balón y era un especialista tanto en los lanzamientos de falta como de penalti. Su fuerte personalidad le hizo ser un líder en el terreno de juego, aunque a veces su visceralidad le llevó a ser expulsado en numerosas ocasiones.

Empezó a jugar en el Vélez infantil de su localidad natal y posteriormente también en el juvenil del Málaga hasta 1984. Sin embargo, poco después la secretaría técnica malacitana no le vio con nivel para el profesionalismo y tuvo que regresar al Vélez. Su carrera se tambaleó hasta que su hermano Manolo (también su otro hermano Antonio jugó al fútbol en el Málaga o Hércules) se lo llevó al Real Valladolid de Vicente Cantatore. Tras militar en el segundo equipo ascendió con los mayores para la temporada 1987-1988. Debutó en Primera en la jornada 6 contra el Espanyol y aquella campaña también se estrenó como goleador con un tanto en casa ante el Mallorca. Fijo ese año para el técnico argentino y también la temporada posterior, donde jugó la final de Copa ante el Madrid, pronto los equipos grandes se interesaron por sus servicios. En el verano de 1989 Jesús Gil lo tenía prácticamente cerrado para el Atlético de Madrid, pero unos flecos sin resolver con su representante los aprovechó Ramón Mendoza para llevárselo al club merengue por casi 200 millones (más otros 100 millones que tuvo que pagar en 1990 por ir el malagueño al Mundial). La opinión de Hierro contó mucho en la operación, puesto que prefería ir al equipo madridista (“el equipo que le hacía llorar con sus derrotas cuando era pequeño”) antes que al cuadro colchonero.

fernando hierro debutó en primera división con el real valladolid

El aterrizaje del andaluz coincidió con la llegada como técnico de John Benjamin Toshack y los fichajes también del argentino Ruggeri y Parra, procedente del Atlético de Madrid. Además regresó Lopetegui, que se había formado en el Castilla, pero jugó con la UD Las Palmas en Segunda División. El entrenador galés vio a Hierro con grandes características para la defensa y le ubicó como central en una defensa de cinco junto a Chendo, Sanchís, Ruggeri y Gordillo. Debutó en la primera jornada contra el Sporting de Gijón en el Bernabéu y disputó 37 choques ligueros ese curso, anotando siete dianas, la primera frente al Rayo Vallecano en Vallecas. Esa campaña 1989-1990 fue la de los 107 goles y un paseo militar en el campeonato doméstico que suponía la quinta Liga consecutiva de la ‘Quinta del Buitre’ y que apenas se celebró el día del alirón ante el Real Valladolid.

La temporada posterior las tornas cambiaron radicalmente y, salvo la Supercopa de España, no se obtuvo ningún trofeo de importancia. Tras ser destituido Toshack, entrenaron al equipo Di Stéfano, Grosso una jornada y finalmente Radomir Antic. El yugoslavo decidió cambiar la posición de Hierro y le adelantó a la media para aprovechar su potencia, su fuerza y su peligro en el área contraria gracias a su enorme llegada. Así se pudo ver a un Hierro excelso goleador en el curso 1991-1992. Fueron 23 los tantos del malagueño, distribuidos en 21 en Liga (a dos del Pichichi Manolo), con un póker en la jornada 31 contra el Espanyol (lució el dorsal 9 en la camiseta), y dos en la Copa de la UEFA frente al Sigma Olomuc y el Torino. También abrió la cuenta madridista en la última jornada contra el Tenerife en la tarde de infausto recuerdo donde se perdió la Liga tras una labor arbitral lamentable por parte de García de Loza.

En 1992-1993, a vueltas con la renovación por el club merengue, la historia se repite en Tenerife y se pierde la Liga. Se encuentra Floro en el banquillo, que aún confía en Hierro para el centro del campo con unos resultados magníficos. Afortunadamente concluye el año con dos alegrías al levantar el equipo la Copa del Rey contra el Zaragoza y lograr un acuerdo el malacitano con Ramón Mendoza para ampliar su contrato. En el camino muchos rumores de una marcha al Barça y una gran oferta del Torino que, según palabras del propio Hierro, “era mejor económicamente que la que tenía en el Madrid, pero me pudo el corazón”.

A mediados de la década de los 90, el conjunto blanco vuelve a resurgir tras una etapa de dominio del ‘Dream Team’ y, con Valdano al frente, recupera el título de Liga. Fue en el año 1995, con Hierro formando una zaga magnífica con Sanchís y con el debut de Raúl o el dúo estelar Amavisca-Zamorano rindiendo a un nivel sobresaliente. Dos años más tarde, después de una temporada 1995-1996 nefasta y con Lorenzo Sanz en la presidencia, se realiza una operación renove profunda en la plantilla que ilusiona a toda la afición. Fabio Capello toma los mandos del equipo y se firma a Roberto Carlos, Mijatovic, Suker, Illgner o Seedorf. Hierro se asienta ya como central, aunque en esa temporada tiene como socio a Alkorta. Los dos cumplen con nota y también son fundamentales para conseguir la Liga.

Y es en 1998 cuando Fernando Hierro ve colmado uno de sus sueños: conquistar la Copa de Europa. También es el inicio de seis años extraordinarios en cuanto a títulos que vuelven a situar al Real Madrid en el sitio que le corresponde del panorama futbolístico mundial. La ‘Séptima’, con Heynckes como patrón de la nave, llega en Ámsterdam contra la Juve y con un partido gigante de Fernando Hierro. El central hace pareja con Sanchís y se come a la gran estrella italiana Del Piero y al siempre astuto e incómodo Pippo Inzaghi. La temporada siguiente se levanta la Copa Intercontinental en Tokio contra el Vasco de Gama y en el año 2000 se alcanza la ‘Octava’ en París.

Hierro ha superado la treintena y sus problemas físicos comenzaron a mermarle progresivamente. Empieza a tener diferentes lesiones musculares O una pubalgia dolorosa que le impiden tener continuidad. Del Bosque reinventa la defensa esa temporada y coloca a tres centrales, pero ninguno de ellos es Hierro ni Sanchís. Sitúa a Helguera y a su lado Iván Campo y Karanka y con ellos el equipo es otro en la Copa de Europa. En la final de París se doblega al Valencia, pero el técnico salmantino, con el choque finiquitado, tiene un gran detalle con el malagueño y con Sanchís y los saca en los últimos minutos para que participen del éxito.

El último trienio del andaluz con la casaca blanca no puede ser más fascinante. En el verano del 2000 y con el fichaje de Figo se forma un cuadro potentísimo que vuelve a dominar en la Liga tras cuatro años de sequía. A Hierro le respetan las lesiones y, junto a Karanka, forma un binomio magnífico en el centro de la zaga para aventajar en siete puntos al Deportivo de la Coruña, que termina como segundo clasificado. Un año más tarde, y ya con Zidane en el plantel, el objetivo es otra Copa de Europa tras ser eliminado el año antes por el Bayern. Al lado de Hierro se encuentra esta vez Helguera formando una defensa dura, inexpugnable por alto y con enorme categoría para sacar el balón jugado. Camino de la novena hincan la rodilla el Bayern de Munich y el F.C. Barcelona y en Glasgow se derrota por 2-1 al Bayer Leverkusen en un final de infarto. El zaguero de Vélez es capitán del equipo tras la retirada de Sanchís y es el hombre encargado de levantar la ‘Novena’ orejona.

Su último curso es en 2002-2003 cuando cuenta con 34 años. Ese verano se firma a Ronaldo, que se hace dueño y señor de la Liga. Hierro sigue con Helguera como pareja y además de la competición doméstica se alzan la Supercopa de Europa y la Copa Intercontinental en una campaña con un juego brillante, de ataque y muy eficaz.

Sin embargo, y a pesar de los triunfos, el club decide no renovar su contrato ni el de Vicente del Bosque y abandona la entidad de Chamartín con mal sabor de boca. Para el recuerdo deja unas estadísticas colosales de 601 partidos, 127 tantos, tres Copas de Europa, cinco Ligas, dos Copas Intercontinentales o una Copa del Rey y una gran opinión entre compañeros y rivales. De él por ejemplo dijo Butragueño que “Hierro siempre ha demostrado que es un futbolista de talla mundial”, y contrincantes de la talla de Maradona que “Hierro es el mejor jugador de España sin discusión. Tiene calidad, fuerza y hasta gol”. O un adversario como Stoichkov apuntó que el malagueño “tiene calidad de sobra para ser uno de los grandes de España”.

Tras dejar la capital de España se marchó a Qatar para enrolarse en las filas del Al-Rayyan durante una temporada y posteriormente hizo las maletas con destino Inglaterra para jugar en el Bolton un año. En la Premier actuó en 29 encuentros y anotó un gol ante el Norwich antes de poner punto final a su carrera al finalizar el curso 2004-2005 con 36 años.

fernando hierro se retiró a los 36 años

Con la selección española también tuvo una larga y brillante carrera internacional. Disputó un total de 89 encuentros y logró 29 tantos. Su debut se produjo en 1989 con 21 años de edad en un amistoso frente a Polonia en Riazor en el que vencieron por la mínima. Luis Suárez le convocó para el Mundial de Italia, aunque no disfrutó de minutos, y a finales de 1990 consiguió su primer gol con España en la goleada a Albania por 9-0 en un duelo de clasificación para la Eurocopa de 1992.

Con Javier Clemente en la parcela técnica Hierro se hizo indiscutible en la selección, alternando encuentros como centrocampista y defensa. Tras no acudir al torneo europeo de Suecia en 1992 la selección española se centró en asistir al Mundial de USA 1994, donde tuvo como rival precisamente al campeón europeo dos años antes, una sorprendente Dinamarca. Hierro anotó dos tantos importantes en la calificación ante Albania e Irlanda del Norte, pero el decisivo lo hizo el 17 de noviembre de 1993. En el Ramón Sánchez Pizjuán se midieron las dos selecciones que se batían por un billete mundialista. Sin embargo, para España las cosas se complicaron tras ser expulsado Zubizarreta. El empate se mantuvo hasta que en un córner Hierro remató de cabeza y superó a Schmeichel para dar el pase al Mundial con extrema agonía.

En tierras estadounidenses Hierro hizo un buen papel y su mejor duelo lo completó en octavos ante Suiza, donde anotaría un bello gol tras una arrancada desde el centro del campo, superando con un autopase a cuatro defensas antes de marcar por bajo frente a Pascolo. La decepción llegaría en cuartos con la eliminación contra Italia. Dos años más tarde, en este caso en la Eurocopa de Inglaterra, también en esa ronda se quedaría la selección al caer por penaltis contra los anfitriones tras errar Nadal y el propio Hierro (disparó al larguero) en uno de sus peores momentos con la camiseta del equipo nacional.

El tercer Mundial del malagueño tuvo lugar en Francia 98, donde llegó en un gran estado de forma después de ser campeón de Europa con el Real Madrid, pero en el que, tras la liguilla, el combinado hispano hizo las maletas. Hierro anotó de falta el primer gol de España en el torneo ante Nigeria y minutos después asistió a Raúl para el 2-1, sin embargo España perdió aquel partido por 2-3 y no pudo enderezar el rumbo. Para el siguiente gran evento internacional ya estaba José Antonio Camacho como seleccionador. Fue la Eurocopa de Países Bajos y Bélgica en el año 2000, donde Hierro empezó como titular ante Noruega y Eslovenia en la fase de grupos, pero una lesión en los abductores le impidió jugar el mítico partido ante Yugoslavia y luego en la posterior eliminación en cuartos de final contra la Francia de Zidane.

El último Mundial y los últimos coletazos de Hierro con la selección se produjeron en el Mundial de Japón y Corea del Sur. Camacho le confió la zaga junto a Nadal y los dos rindieron a buen nivel. El de Vélez marcó, además, dos dianas en la fase de grupos desde los once metros contra Eslovenia y Paraguay y también anotó en la taquicárdica tanda de octavos frente a Eire. Sin embargo, y al igual que ocurrió en 1996, en cuartos y contra los anfitriones, el pase a semifinales se esfumó en los penaltis. Hierro se despidió aquel día del equipo nacional con tristeza por eliminación y rabia por un execrable arbitraje en el que se vio muy perjudicado el conjunto español.

En su etapa posterior al césped fue nombrado Director Deportivo de la Real Federación Española de Fútbol en 2007, puesto en el que se mantuvo hasta 2011, viviendo de este modo la conquista de la Eurocopa de 2008 y el Mundial de Sudáfrica 2010. Luego firmó como Mánager General del Málaga CF, en el que permaneció casi un año.

A continuación su vida tomó el camino de los banquillos, primero en el Real Madrid y después en el Real Oviedo. En el conjunto blanco fue entrenador adjunto de Carlo Ancelotti para el curso 2014-2015, donde conquistaron la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. Sin embargo, la destitución del italiano le hizo abandonar la entidad merengue en el verano de 2015. Un año después, el cuadro ovetense anunció su fichaje por una campaña como técnico jefe. Hierro situó al Real Oviedo en octava posición del Campeonato de Segunda División, pero no fue suficiente para que la directiva carbayona hiciese efectiva la cláusula para prolongar su contrato un curso más.

En la actualidad, y desde noviembre de 2017, vuelve a ocupar el cargo de Director Deportivo de la Real Federación Española de Fútbol.

Hoy 22 de diciembre cumple 58 años el teutón Bernd Schuster. Como jugador del Madrid conquistó dos Ligas y una Copa. Como técnico, años después, otro trofeo liguero.

Nacido en Augsburgo en 1959, fue en esta ciudad donde comenzó a dar patadas a un balón, primero en el HV Hammerschmiede y luego en el FC Augsburgo. En la Navidad de 1978 el mítico Hennes Weisweiler le descubrió en un choque amistoso en Israel y le firmó para el Colonia que era el rey del fútbol alemán tras conquistar el doblete de Liga y DFB Pokal. Sus actuaciones comenzaron a sonar en media Europa y tras una fenomenal participación en la Euro de 1980 ficha por el Barcelona tras desembolsar los culés 140 millones por su traspaso.

En la Ciudad Condal encandila con su juego pero da muchos quebraderos de cabeza por su personalidad y fuerte carácter. Sus malas relaciones con Núñez o la escapada del estadio Ramón Sánchez Pizjuán en mitad de la final de la Copa de Europa ante el Steaua de Bucarest pasan factura, y esto lo aprovecha Ramón Mendoza para traérselo al Real Madrid libre en 1988. El mandatario blanco declaró en su momento que “fue un fichaje con morbo y que además daría un pequeño o gran susto a su gran rival”. Por su parte el teutón nada más firmar comentó que en el Real Madrid había vuelto a recobrar la ilusión por el fútbol y que llegaba "motivado y con ganas de hacer las cosas bien para ganar títulos”.

Schuster, apodado el ‘Ángel rubio’, era un mediocentro extraordinario, un centrocampista completísimo. El Presidente de Honor del Real Madrid Paco Gento, que da nombre a esta publicación, nos dijo en cierta ocasión que era el mejor centrocampista que había visto en su vida. Técnicamente prodigioso, con un gran dominio y control del cuero, era un pasador excelente y un organizador magnífico. Además poseía una visión de juego al alcance de muy pocos, temple, fuerza y un liderazgo sobre el césped que aceptaba con gran naturalidad. Otra de sus especialidades fue el balón parado y los lanzamientos de falta, en los que era un maestro.

Paco Gento nos dijo en cierta ocasión que era el mejor centrocampista que había visto en su vida.

Por entonces los merengues, con la Quinta al poder, llevaban tres Ligas consecutivas, aunque aún escocía la eliminación en la Copa de Europa ante el PSV meses antes. Jankovic se había ido al Anderlecht y Schuster llegó para sustituirle. Al alemán le costó unos meses adaptarse a su nuevo club y compañeros pero en cuanto lo hizo enamoró a la parroquia del Bernabéu. Debutó con gol incluido en la primera jornada de Liga frente a Osasuna pero su mayor alegría en ese comienzo de campaña fue levantar la Supercopa de España en la vuelta en el Camp Nou.

El inicio del equipo fue dubitativo y Schuster fue expulsado ante el Zaragoza después de una tángana con dos rivales y despreciar al árbitro. Pero a la vuelta de su sanción destapó el tarro de las esencias con su mejor encuentro hasta la fecha, un duelo ante el Celta en casa que ganó el Madrid 4-1.

A partir de la jornada 15, los blancos atraparon el liderato y ya no lo soltarían el resto del Campeonato pese las tiranteces entre Beenhakker y buena parte del vestuario. El centrocampista alemán marcaría uno de los goles de la Liga contra el Murcia después de driblar a varios rivales y definir con suavidad, pero apenas unos días después se produjo el terrible varapalo en la Copa de Europa ante el Milan donde se perdió por 5-0. El alirón liguero tuvo lugar en la jornada 36 en la que se derrotó al Español, con Michel de protagonista al enfadarse con el público y abandonar el campo. El final de curso trajo otro premio en forma de Copa del Rey, al imponerse en la final al Real Valladolid en el Calderón con una diana de Gordillo.

La salida de Beenhakker estaba cantada desde mitad de la campaña anterior y por él se firmó al galés John Benjamin Toshack que entrenaba a la Real Sociedad. El británico, terco en sus ideas, colocó a Schuster de líbero para jugar un 1-3-5-2 y a Chendo como pivote defensivo, algo que no funcionó y corrigió con celeridad situando a ambos jugadores en sus lugares naturales. La Liga fue un paseo para los blancos que además rompieron el récord histórico de goles a favor en un año con 107. Schuster dirigió con calidad al equipo y fue protagonista de muchas asistencias y buenas actuaciones en todo el curso, destacando sobre todo una ante el Atlético de Madrid.

Corría la jornada 18 cuando los colchoneros visitaron el Bernabéu en una tarde en la que reinó el germano. Dos asistencias suyas a Martín Vázquez situaron el 2-0 en el marcador y, pese a que el Atleti acortó distancias, en el 74 puso en pie el estadio después de regatear en un azulejo a Tomás y Ferreira y batir con un zurriagazo a Elduayen.

Toshack, durante toda la campaña, vertió críticas furibundas a buena parte de los jugadores, que no llevaron nada bien sus palabras. Tampoco ayudó la temprana eliminación europea de nuevo contra el Milan. Sin embargo el Real Madrid acabó levantando la quinta Liga consecutiva después de aventajar en nueve puntos al Valencia, que ocupó el segundo lugar. Tras concluir el torneo doméstico el club preparó una gira por América en la que concretó varios amistosos, pero Schuster adujo dolores de espalda para no ir y regresar a su país de vacaciones. La junta directiva hizo caso omiso al alemán y viajó forzado. A la vuelta se tomó la decisión de rescindirle el contrato por mal comportamiento y se le pagó 250 millones de pesetas como indemnización. De esta forma concluyó su periplo madridista. En octubre de 1990 cambió de acera y fichó por el Atlético de Madrid.

En el conjunto rojiblanco estuvo tres temporadas y posteriormente regresó al a Bundesliga para enrolarse en el Bayer Leverkusen. Su última temporada como profesional la pasó en México en los Pumas, donde tras nueve partidos se retiró del fútbol en el curso 1996/1997.

Con la ‘Mannschaft’ únicamente fue internacional en 21 ocasiones al dejar el equipo nacional muy pronto por decisión propia. Debutó el 22 de mayo de 1979 en un amistoso ante Eire en Dublín que acabó con triunfo de Alemania Occidental por 1-3. Un año después entró en la lista de Jupp Derwall para la Eurocopa de 1980 en la que se destapó como estrella pese a contar con apenas 20 años. Sus fenomenales actuaciones ante Países Bajos o Bélgica en la final resultaron fundamentales para que los teutones levantasen el título en el Olímpico de Roma.

Una lesión le apartó del Mundial de España y después tras ser convocado para un choque ante Albania rechazó ir para asistir al nacimiento de su hijo. Varios compañeros como Stielike se lo reprocharon, y aunque luego jugó dos amistosos contra Bulgaria y Bélgica a comienzos de 1984, una nueva disputa con el Barça y la Federación le hicieron desistir de volver a enfundarse otra vez la camiseta del combinado germano.

Nada más colgar las botas inició su trayectoria como entrenador en el Fortuna Colonia, a la vez que se sacaba la licencia. En 1998 firmó por el gran equipo de la ciudad que baña el Rin y un año más tarde llegó a España para dirigir al Xerez al que está a punto de ascender a Primera División. Sin embargo no lo logra, y hace las maletas para marcharse a Ucrania y concretamente al Shakhtar Donetsk. Su aventura no llega a buen puerto y regresa a la Liga española para sentarse en el banquillo del Levante. Su primera vuelta asombra a muchos, pero en la segunda las cosas se tuercen y es destituido pese a que el equipo no se encuentra en puestos de peligro.

En 2005 Ángel Torres confía en él para su Getafe y el cuadro azulón realiza una temporada fantástica con un noveno lugar en la tabla. Al siguiente curso repite puesto en la clasificación liguera y además obtiene el subcampeonato de Copa al caer en la final ante el Sevilla. Pero es en semis donde logran la gran machada de remontar un 5-2 al Barça con el mítico 4-0 cosechado en el Alfonso Pérez. Todos estos méritos calan hondo en Ramón Calderón, que lo ficha tras pagar su cláusula para el Real Madrid en su segundo año como mandatario blanco.

Esa campaña 2007/2008 el cuadro merengue, que es vigente campeón de Liga, se refuerza además con Dudek, Heinze, Metzelder, Drenthe, Sneijder, Robben, Saviola, Roberto Soldado y el retorno de Baptista desde el Arsenal. Con un once base formado por Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Cannavaro, Marcelo; Diarra, Guti, Sneijder;  Robinho, Raúl y Van Nistelrooy, rápidamente se destaca en la clasificación y derrota en el debut al Atlético de Madrid en casa, al Valencia y el Villarreal con sendas goleadas a domicilio, al Barça en el Camp Nou con un solitario tanto de Baptista o al Sevilla por 3-1 en el Santiago Bernabéu.

A falta de cuatro jornadas para la conclusión los capitalinos visitan Pamplona y caen por 1-0 en el minuto 83 jugando además con 10 hombres. Sin embargo, en dos zarpazos de Robben y de Higuaín, remonta el duelo en un suspiro y canta el alirón bajo la lluvia. Días más tarde el Barça se presenta en el coliseo de Chamartín y le realiza un pasillo a los futbolistas blancos antes del pitido inicial del colegiado.

En lo que concierne al encuentro los merengues dan un soberano repaso a los blaugranas que encajan un 4-1 con una soberbia actuación de Robben, Guti o Raúl. En las otras dos competiciones el rendimiento no es el esperado y en la Champions se cae ante la Roma en octavos de final, mientras que en Copa se pierde frente al RCD Mallorca en la misma ronda.

La Champions fue el gran objetivo para la temporada 2008-2009, pero desde el comienzo del curso, pese a alzar la Supercopa de España, el rendimiento fue muy pobre. Eliminados en Copa ante el Real Unión, el 9 de diciembre el Sevilla se llevó el triunfo en Liga en el Bernabéu por 3-4 y Schuster en rueda de prensa declaró que era "imposible" que el Real Madrid ganara en el Camp Nou la jornada posterior. Tras estas manifestaciones el teutón fue fulminantemente despedido.

Sus siguientes banquillos, tras frustrarse una vuelta al Xerez, son el del Besiktas turco, en el que entrena a Guti pero donde dimite después de unos malos resultados, y el Málaga post-Pellegrini en el curso 2013-2014. En el equipo de la Costa del Sol, despojado de estrellas como Isco o Joaquín, obtiene la permanencia, pero la directiva ejecuta una cláusula para que no continúe pese a haber firmado un contrato de 5 años.

Desde entonces no ha vuelto a entrenar y ha ejercido como comentarista deportivo en Onda Cero.

 

El primer parentesco entre un tío y un sobrino en el cuadro blanco se produjo en los años 40 y los 50. Chus Alonso fue un interior nacido en Cuba que volvió con sus padres a España -Asturias concretamente- para desarrollar su trayectoria futbolística. Jugador de enorme recorrido, dinamismo y físico privilegiado, firmó por el Madrid antes de la Guerra Civil, aunque fue después cuando se hizo insustituible. Permaneció hasta 1948, tiempo en el que actuó en 160 partidos y anotó 68 goles. En su palmarés figuran las Copas de 1946 y 1947, aunque no disputó ninguna de las dos finales. Justo diez años después de su marcha fichó por el Real Madrid su sobrino Chus Herrera. Futbolista malogrado, que falleció por un cáncer a los 24 años, era un extremo diestro fabuloso. Hábil, rápido, fogoso y con un gran ‘dribbling’ se hizo con la titularidad en la banda tras la marcha de Kopa y en tres temporadas pudo alzar una Copa de Europa, una Liga y una Copa Intercontinental, donde anotó una diana en el encuentro de vuelta ante Peñarol.

La década de los 50 fue muy prolífica en cuanto a familiares, y hubo tres dinastías en el cuadro blanco: los Alonso, los Atienza y los Gento. Juanito Alonso aterrizó en la capital en 1949 tras militar en el Racing de Ferrol. Guardameta fabuloso, sobrio, seguro, valiente y ágil, hizo una carrera extraordinaria de once años defendiendo el marco blanco. En ese tiempo llegó a casi 300 partidos pese a que compitió durante varias campañas con el fenomenal arquero argentino Rogelio Domínguez. En su estancia obtuvo cuatro Ligas, cuatro Copas de Europa y dos Copas Latinas, al tiempo que coincidió con su hermano durante tres cursos. Gabriel Alonso fue un defensa lateral que firmó el Real Madrid procedente del Celta en 1951. Jugador polivalente que también se desenvolvía en la banda siniestra, tenía potencia, agilidad, fogosidad, un buen sentido de la colocación y gran espíritu de lucha. Logró un Campeonato de Liga y la curiosidad entre hermanos es que Gabriel tenía los apellidos de su madre, que le tuvo como soltera mientras que Juan disponía Adelarpe como primer apellido, el de su progenitor.

Adolfo Atienza era un extremo ambidiestro, fino y escurridizo que llegó al conjunto de Chamartín en 1953. Antes había destacado en el Celta o el Berbés, pero en Madrid gozó de pocas oportunidades. Apenas 25 encuentros oficiales, aunque con un buen bagaje goleador: ocho tantos hasta su marcha en 1955. Su hermano Ángel, sin embargo, sí se consolidó en una de las etapas más gloriosas del club. Jugó un año junto a Adolfo al firmar en 1954, y se mantuvo hasta 1960. Su posición original era la de volante, pero Villalonga le bajó al lateral, donde hizo una carrera magnífica. Rápido, fuerte, con un buen dominio del cuero y complicado de superar en el uno contra uno, formó en el once de la primera final de la Copa de Europa ante el Stade de Reims y luego alzó otros tres títulos continentales, además de tres Ligas y una Copa Latina. Tras su retirada fue un afamado pintor y escultor.

Por último, la saga de los Gento la formaron tres hermanos, Paco, Julio y Antonio. El primero en entrar a formar parte de la institución capitalina fue Francisco en 1953. Con 19 años, fichado del Racing de Santander, haría historia en la entidad y en el fútbol mundial. Un extremo izquierdo legendario gracias a su velocidad, verticalidad, desborde, técnica y precisos centros desde la banda. Casi dos décadas como jugador en las que aglutinó un palmarés maravilloso de doce Ligas, seis Copas de Europa, dos Copas o una Intercontinental y más de 600 encuentros oficiales. A continuación, Julio, que se formó en el Plus Ultra, ascendió a la primera plantilla en 1957. Sin embargo, el extremo diestro tenía muy complicado hacerse con un puesto, dada la competitividad existente, y únicamente jugó amistosos y los típicos partidos de los jueves entre suplentes. Tras cinco años en Madrid decidió irse y se enroló en las filas del Deportivo de la Coruña. Mientras, el tercer hermano, Antonio, era un interior diestro que, en los albores de los 60, sí pudo debutar de forma oficial y completar tres partidos de Liga contra el Zaragoza, el Betis y el Atlético de Madrid en el curso 1961-1962. Meses más tardes tomaría el mismo camino que Julio, aunque con destino al Levante de la división de plata. Una de las pocas ocasiones en que los tres disputaron un partido con el Real Madrid tuvo lugar el 28 de enero de 1959 en un amistoso contra el Zurich suizo al que derrotaron por 5-2. Celebrado en el Santiago Bernabéu, los tres, además, consiguieron al menos una diana, siendo las otras dos anotadas por Enrique Mateos.

Paco Gento ganó doce Ligas, seis Copas de Europa y una Intercontinental

Contemporáneo de los Gento fue el defensa Marquitos Alonso Imaz. Un defensa también cántabro y noble, valiente, luchador, fuerte, poderoso en todo su juego y que se dejaba hasta la última gota de sudor en cada partido. Actuaba como defensa por la derecha aunque su versatilidad le permitía desempeñarse en el centro de la zaga. Procedente del Racing estuvo ocho campañas en el Real Madrid (1954-1962). Otro de los héroes del gran equipo madridista que levantó cinco Copas de Europa. El santanderino además en sus 228 partidos amplió el palmarés con cinco Ligas, una Copa, una Copa Latina y una Intercontinental. Su nieto Marcos Alonso Mendoza continuó la saga casi medio siglo más tarde. Formado en las categorías inferiores del cuadro merengue, pasó varios años en el Castilla hasta que en 2010 le llegó la oportunidad de debutar en la tierra de la familia, Santander. Pellegrini en un choque de Liga le sacó en el minuto 88 por Higuaín en un duelo que los visitantes se llevaron por 0-2 en El Sardinero.

La gran siguiente generación de futbolistas blancos fue conocida como los ‘ye-yé’. En ese plantel se encontraban Manuel Sanchís cuyo hijo del mismo nombre forjaría otra dinastía en los 80 y 90 y Ramón Grosso, cuya familia lleva el ADN del Real Madrid en las venas al haber formado parte del club su yerno, el hermano de este y un nieto. Manuel Sanchís Martínez era un lateral infatigable, fibroso, de enorme recorrido, eficiente en la marca y muy rápido. Titular en los años 60 cuajó una gran carrera con más de 200 encuentros en el Real Madrid y la sexta Copa de Europa, cuatro Ligas y una Copa como trofeos de más prestigio. Su hijo Manuel Sanchís Hontiyuelo debutó en 1983 con gol ante el Murcia tras formar parte del equipo juvenil y del Castilla. Defensa central su trayectoria fue más larga que la de su padre al acumular 18 campañas consecutivas. Zaguero con gran intuición, sentido de la anticipación, buenos conceptos tácticos, muy seguro en el corte y notable físico logró un récord de 708 partidos oficiales que solo ha sido batido por Raúl y Casillas. En esas casi dos décadas sumó dos Copas de Europa al final de su carrera, además de ocho Ligas, dos Copas, dos Copas de la UEFA o una Copa Intercontinental.

Sanchís padre e hijo

Grosso fue un falso delantero que también merodeaba por la zona interior del terreno de juego en una época donde empezaban a desaparecer los cinco atacantes. Versátil, dinámico, muy peligroso en sus llegadas al área y gran bregador retornó al Real Madrid tras una cesión en el Atlético. Estuvo desde 1964 a 1976 disputando 365 partidos y adornando su palmarés con una Copa de Europa, siete Ligas y tres Copas. Su yerno es Paco Llorente que se casó con una de sus hijas y que también es sobrino de Francisco, Julio y Antonio Gento al ser su madre hermana de los tres jugadores de los años 50 y 60. Paco era un extremo muy veloz, eléctrico y con buen desborde que comenzó a ser valorado por los blancos tras pertenecer al Atlético de Madrid. Mendoza lo recuperó y acabó disputando siete temporadas con los merengues. Inolvidable por su partido en Oporto le costó afianzarse aunque dispone de un estupendo palmarés con tres Ligas, dos Copas y dos Supercopas de España. Su hermano Julio era un lateral polivalente, fuerte y corpulento que terminó haciendo carrera en el Tenerife. Dos cursos entre 1988 y 1990 con el club de Concha Espina y apenas 31 partidos le ayudaron a tomar esa decisión. En ese periodo tuvo la oportunidad de coincidir con su hermano en el terreno de juego en 19 duelos, diez de la campaña 88-89 y nueve de la 89-90. El último integrante de una familia muy deportiva es Marcos Llorente. Mediocentro actualmente cedido en el Alavés es una de las joyas de la cantera del Real Madrid. Inteligente, técnico, resistente, astuto, con una gran calidad en sus botas y muy sacrificado ya debutó con el conjunto blanco en Liga en la temporada 2015-2016 con dos actuaciones ante el Levante y Las Palmas, y también en la Copa en el famoso partido contra el Cádiz. Se espera que regrese a la disciplina madridista próximamente y tenga una carrera larga y exitosa al igual que buena parte de la saga con la que comparte apellido.

En los 60 también perteneció al Real Madrid el defensa Isidro Sánchez. Un medio jerezano que cuando llegó a la capital se retrasó unos metros para jugar como lateral diestro donde destacaba por su firmeza en defensa, su buen trato de balón y su estilo defensivo. En cuatro temporadas desde 1961 a 1965 obtuvo cuatro Ligas, participó en más de 100 encuentros y anotó un gol contra el B1913 danés en Copa de Europa. Casado con Carmen Flores, hermana de la ‘Faraona’ Lola Flores, tuvo como primogénito a Quique Sánchez Flores que se formó en los infantiles del cuadro blanco y que firmaría ya como profesional en 1994. También un lateral diestro rápido, profundo y con calidad su papel se resumió en dos campañas como merengue donde conquistó la Liga en el curso de su estreno.

Después de la conquista de la sexta Copa de Europa uno de los fichajes blancos se incorporó desde Argentina. Del Sportivo Italiano se fichó a Miguel Pérez, un extremo veloz, técnico y con clase que poco después se nacionalizó español. Estuvo en dos etapas en el conjunto blanco, una campaña en 1966-1967 y luego cuatro años tras volver de una cesión en el Mónaco. No fue un fijo en ese periodo pero si tuvo bastantes oportunidades sobre todo en la Liga donde jugó 53 partidos y marcó 10 dianas. Entre sus entorchados destacan dos Ligas y una Copa hasta que hizo las maletas para irse al Zaragoza. Tras retirarse se estableció en Madrid y por eso uno de sus hijos Alex comenzó a jugar en ‘La Fábrica’. Centrocampista zurdo con buena punta de velocidad y toque en su pierna izquierda vio su sueño cumplido de debutar con el primer equipo en enero de 2003. El Real Madrid visitaba al Terrassa en la competición del KO y Alex Pérez jugó un minuto tras entrar por Tote. Dos años más tarde y en el mismo torneo gozó de más tiempo en el choque frente al Leganés donde el conjunto blanco se impuso por 1-2 y el medio disfrutó de 52 minutos al salir de titular.

En la década de los 90 una saga de hermanos delanteros se crió en la cantera blanca y pudo debutar en la primera plantilla: los Pérez Muñoz. El mayor Alfonso subió con los mayores en 1990 para una trayectoria de cinco temporadas. Delantero con una técnica fantástica, olfato de gol, excelente dominio de las dos piernas y enorme clase su progresión se cortó tras una grave lesión de ligamento ante el F.C. Barcelona. Después de ese contratiempo no consiguió hacerse con un hueco en el once habitual y en 1995 tras una Liga, una Copa y dos Supercopas abandonó la entidad con 22 dianas en su haber. Su hermano pequeño Iván debutó con el Real Madrid un año más tarde de marcharse Alfonso. También delantero intuitivo, buen rematador y astuto dentro del área se estrenó en 1996 en la jornada 37 de Liga frente al Espanyol. Semanas después jugaría con gol incluido ante el Mérida y en la última jornada del Campeonato liguero contra el Zaragoza.

La última familia en incorporarse a este selecto club han sido los Zidane. Zinedine actual técnico del club fue un fichaje galáctico de Florentino Pérez en 2002. Fino, elegante, con una técnica sublime, poseedor de una gran visión de juego y un dominio extraordinario de ambos pies, fue el hombre que dio al Real Madrid la novena Copa de Europa con una volea de ciencia ficción en la final ante el Bayer Leverkusen. Después también lograría una Liga, una Supercopa de Europa, una Intercontinental o una Supercopa de España y enamoraría al Santiago Bernabéu con su estilo de juego hasta su retirada del balompié en el año 2006. Su hijo Enzo, un centrocampista ofensivo habilidoso y con notable calidad entró muy pequeño en la cantera del equipo madrileño y tras varios amistosos le llegó la oportunidad del debut de la mano de su padre en la Copa del Rey. El 30 de noviembre de 2016 saltó al césped por Isco y logró uno de los tantos en la goleada por 6-1 a la Cultural Leonesa.

Hermanos Callejón

Otras tres sagas a mencionar aunque de menor repercusión al participar solo en amistosos alguno de sus miembros son: los González López, los González y los Callejón. José Manuel González López fue un defensa izquierdo de la cantera que únicamente disputó un partido de Liga. Se produjo ante la Real Sociedad en San Sebastián en la campaña 1951-1952. Su hijo del mismo nombre que triunfó en el Real Zaragoza no pudo hacerlo en el conjunto blanco al compartir posición en la defensa con Santamaría o de Felipe a mediados de los 60. Por ello se tuvo que conformar con disputar duelos de carácter amistoso. Curiosamente el primero es abuelo de Lucas Alcaraz, actual entrenador del Granada, y el segundo es su tío.

Mientras que en los González el gran protagonista de la familia ha sido Michel. Dueño de la banda diestra durante 12 años fue un futbolista sobresaliente, con desborde, calidad técnica, elegancia y un guante en su diestra que le permitía poner centros muy precisos a los delanteros. Su palmarés es envidiable con seis Ligas, dos Copas de la UEFA, dos Copas o una Copa de la Liga en su estancia en el cuadro de Chamartín. Su legado lo continuó su hijo Adrián, actual futbolista del Eibar. Centrocampista ofensivo zurdo, con buena llegada al área contraria, dinámico y visión se formó en la cantera merengue desde muy joven pero su papel se limitó a amistosos, uno en el II Memorial Jesús Gil, un partido por la paz en Tel Aviv, un choque contra el Stoke City en la pretemporada de 2007 y la final del Trofeo Teresa Herrera del mismo año.

Por último en los Callejón si sobresale un nombre es el de José. Su hermano Juanmi también creció en la cantera blanca pero jamás pudo enfundarse la casaca del primer equipo. Por su parte el inteligente, hábil, rápido y goleador extremo diestro regresó al conjunto blanco tras una cesión en el Espanyol para pasar dos temporadas en las que marcó 20 dianas en 77 partidos. Utilizado como revulsivo en muchos partidos con José Mourinho estuvo en la plantilla que alzó la Liga en 2012 y la Supercopa de España.

 

“Jaqui es una gran persona, tiene un gran corazón y creo que no quiere hacer daño a nadie”, deslizó al otro lado del teléfono.

"¿Qué hombre no quiere a Jaqui?", apostilló rotundo ante aquel circo.

Perpleja, Jaqui acertaba entre sollozos a dar las gracias a su vengador enmascarado, al tiempo las lágrimas se deslizaban por su rostro de jamelga. A su alrededor, una legión de tronistas que haría palidecer al propio Aragorn, hijo de Arathorn, heredero de Isildur, enmudecía para quietud de  la Real Academia de la Lengua.

Jaqui nunca tuvo nada con Pipi, aclaró el héroe y hubo gran regocijo.

Su etapa en el Real Madrid parecía haber concluido cuando la farándula devolvía a Royston Ricky a escena. El muchacho, temeroso de la música de viento del Bernabéu como de la ira de Dios, se mostraba sin embargo presto a rescatar a una dama en apuros de la jauría de Mujeres y Hombres y Viceversa. Me sobresalté en el sofá; primero sorprendido por la hartura del sopor de aquel noviembre de 2010 que me condujo a tu pantalla amiga; aturdido después por el telefonazo de mi admirado Drenthe, ídolo pagano, tótem estrafalario, guardián de las esencias del futbolista estrambótico que de cuando en cuando, de generación en generación, acaba por robarte el corazón.

Fue amor a primera vista. Deambulaba por un lluvioso Dublín en el verano de 2007 buscando un pub donde poder ver la Supercopa de España que enfrentaba al Real Madrid con el Sevilla, cuando finalmente irrumpí en la taberna adecuada. No había sorbido un mísero trago de mi pinta cuando Royston Ricky lanzó un obús a la escuadra de los andaluces que hizo que aquella llovizna irlandesa mereciera la pena. Que después Kanouté y Renato liquidaran al Madrid decadente de Schuster con un bochornoso 3-5 en el Bernabéu fue lo de menos, aunque podría decirse que fue un presagio funesto.

Entonces no tuvo importancia. Aquel homie con rastas e ínfulas de MC me cautivó mientras el In da Club de 50cent resonaba en mi cabeza por una extraña conexión neuronal desconocida.

You can find me in da club, bottle full of bub

El Madrid lo había encontrado en Rotterdam, no sabemos si full of bub, después de ser proclamado Golden Boy de la Eurocopa-sub 21. 14 kilos costó la broma.

Menos de un mes después de su fichaje confirmábamos la adquisición de una estrella. Al menos Drenthe actuó siempre como si lo fuera. Convendrán en que ser una rockstar siendo Georgie Best  no tiene el mismo mérito.

El caso es que poco después de su prometedor debut, Royston Ricky se estrelló contra un coche patrulla en la calle Alcalá a las 4:30h de la madrugada. Iba a bordo de su Audi Q7 acompañado de tres Jaquis de temporada.

Sea como fuere, después de su primer Accidrenthe, el Bernabéu le tomó la matrícula. Aún tuvo un segundo momento de gloria cuando decidió un derbi en el Calderón en tiempo de descuento. Esta vez Royston Ricky no deRAPó en el área como acostumbraba y el colchonero Heitinga, otro que sabe de qué va esto de los fichajes estelares, le hizo un penalti como la Catedral de Burgos. Pudo consagrarse, incluso, si en un Clásico en Barcelona, al que el Madrid acudió con más parches en la alineación que en las chupas de los jevis de La Gran Vía, Royston Ricky hubiera resuelto un mano a mano con Víctor Valdés en el que tuvo tiempo para componer California Love, Stan o The Fresh Prince of Bel Air.

Fue el principio del fin. Royston no supo nunca elegir sus botas. Siempre resbalando sobre el verde para desesperación del Bernabéu, ese fue su pecado. Quizás la mejor opción entonces hubieran sido unos Phirelli. El caso es que le pitaron los oídos y se plantó ante Juande (¿se imaginan a Notorious Big ante José Luis y su guitarra?). Si me pitan, no juego, dijo. Y no jugó.

En la siguiente temporada llegó a Alicante y allí el muchacho se consagró como Hércules e hizo del accidrenthe de la calle Alcalá un Esperanza Aguirre aparcando en el carril bus para sacar dinero del cajero. En tierras herculinas, Royston Ricky se saltó seis semáforos a 160 kilómetros hora en pleno centro de Alicante e hizo de Karim Benzema, Sor Citroen. El muchacho argumentó que su amigo, cocido en el asiento del copiloto, estaba en coma y lo que le diagnosticaron fue melopea.

Del Hércules se fue porque no cobraba y del Everton se fue por negarse a jugar en Navidad. The God Father, oigan. Y a partir de aquí un periplo que lo condujo al Alania Vladikavkaz ruso, al Reading y Sheffield Wednesday ingleses, al Kayseri Erciyesspor turco y al Baniyas catarí que te vi.

Lo más destacable de esta etapa es el vídeo que salió a la luz cuando Royston Ricky vivía en Vladikavkaz. Allí se le ve descojonado, conduciendo un Ferrari, sin cinturón de seguridad y cantando, birra en mano, mientras se pica con otro cochazo en una urbanización pija. Dicen que el documento data de su etapa en Madrid.

A pesar de toda esta amalgama de equipos exóticos a sus espaldas, Drenthe siempre fue, es y será madridista. Así celebró la Undécima con los colegas, entre cachimbas y cervecitas. No será una estrella, no, pero no me negarán ustedes que es un figura.

Drenthe anuncia a los 29 su retirada del fútbol para centrarse en su carrera como cantante de rap. Royston Ricky se convierte en Roya2Faces y nos presenta Paranoia que aunque lo parezca por el título no es un repaso de su trayectoria.

Cuando la noticia de su adiós saltó a los medios, difundí rápidamente la noticia como el evento de alcance planetario que resulta en esencia. “Drenthe deja el fútbol para centrarse en el rap” dije en un grupo futbolero de whatsapp y un culé respondió con ironía:

El fútbol no será lo mismo
El rap tampoco, repliqué al instante.

El Real Madrid acumulaba dos campañas de sequía total de títulos hasta que en la temporada 1984-1985 volvió a colocar dos nuevos entorchados en la sala de trofeos de la entidad. Ese curso tomó las riendas del banquillo Amancio aunque no terminaría todo el año futbolístico siendo sustituido por el ‘apagafuegos’ Molowny. Además se incorporaría al equipo Jorge Valdano que integraría una formidable delantera junto a Butragueño y Santillana.

El ariete cántabro era el veterano y junto a él estaban una joven promesa de la cantera que llevaba diez meses en la primera plantilla y un futbolista argentino fichado del Real Zaragoza. El ‘Buitre’ empezaba ya a dar muestras de su fantasía, astucia, desborde en espacios reducidos, olfato de gol, sangre fría, inteligencia y una pausa en el área rival que desesperaba a los zagueros. Por su parte el sudamericano fue un jugador hábil, escurridizo, magnífico en la definición y con espacios y eficiente de cara al marco contrario.

En el Campeonato de Liga las cosas no funcionaron y el conjunto blanco centró sus esfuerzos en la competición continental, la Copa de la UEFA. El trío se estrenó en la vuelta de los dieciseisavos de final contra el Rijeka yugoslavo. En la ida se había caído por 3-1 y tocaba remontar. Butragueño no fue titular pero los goles llegaron cuando saltó al césped. Juanito marcó el primero y en dos minutos Santillana y luego Valdano culminaron el 3-0 con el que se accedió a octavos. Allí el Anderlecht doblegó con contundencia a los merengues en Bruselas y en la vuelta de nuevo debía realizarse una gesta. Y se logró. Los tres delanteros titulares en esta ocasión jugaron a un nivel excelso y colaboraron con cinco de los seis goles del Real Madrid. Butragueño hizo un ‘hat-trick’ y Valdano un doblete en el día que nació el miedo escénico del Bernabéu.

Por distintas circunstancias no volvieron a coincidir hasta la final pero en el partido de ida contra el Videoton húngaro resultaron decisivos otra vez. Santillana y Valdano anotaron una vez cada uno y con otro gol de Míchel sentenciaron el título europeo aquel año pese a caer en la vuelta en el coliseo merengue por la mínima. Para redondear la campaña se levantó la Copa de la Liga aunque en esta competición Molowny optó por dar minutos a algunos jugadores menos habituales y el tridente no concurrió a la vez en el terreno de juego.

Aquel verano de 1985 acababa de acceder a la presidencia Ramón Mendoza y entre sus fichajes hubo un mexicano del Atlético de Madrid de nombre Hugo Sánchez. El azteca junto a Butragueño formaría uno de los mejores dúos atacantes de la historia del fútbol español. En el siguiente lustro el Real Madrid conquistaría cinco Ligas, una Copa de la UEFA, una Copa del Rey y tres Supercopas de España y en buena parte se debió a estos dos prolíficos anotadores.

El azteca firmado del viejo rival de la ciudad tras un traspaso puente con la UNAM fue un ariete formidable. Un artillero rematador como pocos en la historia del balompié mundial. El área era su parcela natural y si el balón le llegaba la efectividad para introducir el balón en la portería era altísima. Era un futbolista zurdo y también descollaba en los tiros libres. Su compenetración con Butragueño fue extraordinaria y se entendían a las mil maravillas casi sin mirarse. Consiguieron más de 200 goles en esos años aunque la espina clavada que se les quedó para siempre fue no poder obtener la tan ansiada Copa de Europa.

La Liga regresó a Chamartín después de cinco temporadas y se logró arrollando a sus rivales. Hugo y Butragueño marcaron 32 de los 83 tantos del equipo y además el mexicano fue el ‘Pichichi’ de la competición. Dejaron grandes partidos para la hemeroteca como ante el Athletic con un doblete del azteca, el Sevilla con los dos tantos del canterano, un 5-1 a Las Palmas con ambos interviniendo en cuatro dianas o el 3-1 al Barcelona en casa que sentenció prácticamente la Liga. Pero su gran papel no se redujo al Campeonato Nacional sino que en la UEFA volvieron a deleitar con brillantes encuentros. Frente al AEK de Atenas ayudaron a pasar en la vuelta con dos goles pero fue el choque contra el Inter de Milán donde dieron lo mejor de si mismos. Después de perder 3-1 en el Giuseppe Meazza hacía falta otra remontada heroica y con un 5-1 en Madrid doblete de Hugo incluido se obtuvo. Días más tarde la final quedó encarrilada en el Bernabéu al ganar al Colonia por el mismo resultado que contra los ‘nerazzurri’ y excelente labor de los atacantes.

En los dos cursos posteriores con el neerlandés Beenhaker al mando de las operaciones llegaron otras dos Ligas. La dupla resultó incontenible para los rivales y Hugo aumentó su palmarés individual con otros dos premios de mejor artillero del torneo. Seis dianas al Betis en el Villamarín, tres al Mallorca, tres al Logroñés, cuatro al Cádiz en el Carranza, tres al Sevilla, tres al Sabadell u otros tres al Atleti en el Manzanares tuvieron como denominador común a los dos delanteros marcando y causando grandes dolores de cabeza a los defensas contrarios.

En la temporada 88-89 al título de Liga se añadieron esta vez el de la Copa del Rey y la Supercopa de España para obtener tres trofeos en el mismo curso desde 1957. La Supercopa se ganó al Barça por un global de 3-2 y con Hugo mojando en la ida en casa y Butragueño anotando un tanto clave en el Camp Nou. En la Liga se empezó al ralentí pero cuando se puso la velocidad de crucero el equipo fue inabordable. La gran pareja hispano-mexicana se lució en campos como Sarriá, La Condomina o La Romareda además de en el Bernabéu y los blancos aventajaron en cinco puntos al F.C. Barcelona. Por su parte en el torneo del KO fueron básicos a partir de las semis contra el Atlético de Madrid. En el Vicente Calderón se venció por 0-2 con una diana del ‘Buitre’ y en la vuelta otra diana del siete otorgó el pase a la final. Allí el Valladolid fue la víctima aunque el héroe esa tarde fue Gordillo al anotar después de una combinación entre el madrileño y el mexicano.

El último año victorioso de la ‘Quinta’ se produjo en la temporada 89-90. Había un nuevo inquilino en la parcela técnica, el galés Toshack, que llevó al plantel blanco a una Liga de récord con 107 goles marcados, 38 de ellos (todos al primer toque) de Hugo Sánchez que se volvió a llevar el Trofeo ‘Pichichi’. El azteca maravilló en choques como ante el Valencia, el Zaragoza, el Tenerife, el Barça, el Cádiz o Logroñés y Castellón (firmando sendos hat-trick) bien secundado por el siete que se unió a su fiesta goleadora. Los capitalinos sumaron 63 puntos y sacaron nueve a su más inmediato perseguidor el Valencia. El triunfo liguero permitió disputar la Supercopa de la campaña siguiente en lo que sería la despedida en forma de trofeo para el fenomenal dúo ofensivo madridista. Se dio un auténtico repaso al F.C. Barcelona al doblegarle en su feudo y avasallarle en el Bernabéu por 4-1 con dos goles de Hugo, uno del ‘Buitre’ y otro mítico de Aragón desde 40 metros.

A mediados de los 90 y tras cuatro años de ausencia la Liga regresó a Chamartín. Valdano que había dejado a los blancos sin dos Ligas en Tenerife le devolvió una como técnico merengue. Nadie pensaría en la pretemporada blanca que dos hombres vitales para esa conquista fueron los delanteros Ivan Zamorano y Raúl González. El primero no contaba para el entrenador argentino y el segundo empezó la campaña en el Real Madrid C. El chileno firmado del Sevilla en 1992 tenía en su remate de cabeza, su poderoso salto, su olfato de gol, su fuerza física y su gran coraje sus virtudes más destacables. Mientras que el segundo que se convertiría en leyenda de la entidad fue un futbolista excelso, no era sobresaliente en muchas cosas pero era un notable en todas. Listísimo, oportunista, ambicioso, indetectable dentro del área, un depredador del gol que sabía lo que había que hacer en cada parte del terreno de juego. Obstinado siempre en mejorar, fue un competidor nato.

La pareja no coincidiría sobre el césped hasta el debut de Raúl en aquella tarde célebre en La Romareda donde hizo todo bien menos marcar. Una semana más tarde sí lo logró en el derbi contra el Atleti en un choque en el que también anotó Zamorano en dos oportunidades para el definitivo 4-2. A partir de entonces el frente de ataque fue incuestionable para Valdano que vio cómo sus chicos le dieron la razón con triunfos ante el Valencia en Mestalla, el Real Oviedo o el Valladolid con un doblete del chileno. Comenzaba el año 1995 y el día 7 de enero visitaba el Bernabéu el campeón de Liga, el F.C. Barcelona. 90 minutos después quedó claro que había un cambio de ciclo en el fútbol español tras un legendario 5-0 con triplete de Zamorano y buena actuación de Raúl. Ese triunfo dio alas al equipo que puso la directa hacia el título. El de San Cristóbal de Los Ángeles se doctoró con goles contra el Celta, Sevilla o Zaragoza y el ariete sudamericano que fue ‘Pichichi’ con 28 dianas aseguró el alirón contra el Depor con un gol de volea ante Liaño a cinco minutos de la conclusión del duelo.

La conquista de la 7ª Copa de Europa permanecerá siempre en la memoria de los aficionados blancos por todo lo que supuso, mientras que muchos llevaban décadas esperando volver a contemplar al Madrid reinar en Europa, para otros significó ver por primera vez al equipo de sus amores levantando la ‘Orejona’. Y ese curso de 1997-1998 con el técnico Jupp Heynckes en el banco tuvo a tres hombres en la línea del ataque: Raúl que jugó tirado a la izquierda para dejar hueco al montenegrino Pedja Mijatovic y al ariete Fernando Morientes.

Mijatovic -traído con mucho ruido del Valencia por la cláusula de 1.426 millones de pesetas- fue un futbolista de gran calidad técnica, visión, velocidad, remate, buen dominio de las dos piernas y magnifico lanzador de faltas. Por su parte, el cacereño firmado del Zaragoza era un nueve de rachas, un delantero cuya mejor arma era el juego aéreo pero que también dominaba los dos pies, era un notable rematador, se movía con inteligencia, realizaba buenos desmarques y poseía lucha y fuerza.

En la Liga pronto el conjunto capitalino quedó descolgado pese a notables actuaciones de los delanteros en varios duelos como ante el Sporting con dianas de Raúl y Morientes, el Tenerife con otro tanto del extremeño y uno del balcánico, el Compostela en San Lázaro con doblete del nueve y un gol del número ocho o el Real Valladolid y el Real Mallorca en casa. La Copa tampoco trajo aspectos positivos después de una dura eliminación frente al Alavés y fue en la Champions League donde se centró toda la atención.

El trío apareció en el debut de la competición con una brillante victoria contra el Rosenborg y regresó en la vuelta de los cuartos de final. Esperaba un Bayer Leverkusen que se marchó del Bernabéu con tres tantos a la espalda, el segundo de ellos obra del ‘Moro’. El entrenador teutón volvió a confiar en ellos para la recordada ida de semis frente al Dortmund y no le decepcionaron. Los atacantes realizaron un estupendo partido y el Madrid ganó por 2-0 abriendo el camino del triunfo Morientes. Su gran confirmación para figurar entre las mejores vanguardias merengues llegó el 20 de mayo de 1998 en Amsterdam. El trío integró una alineación histórica y uno de ellos, Pedja Mijatovic, con su famoso gol batiendo a Peruzzi dio al club madrileño la más ansiada de sus Copas de Europa.

La salida de Mijatovic a la Fiore en 1999 reubicó de nuevo a Raúl a la posición de segundo punta para constituir un fenomenal tándem con Morientes que duraría tres campañas y llenaría aún más las vitrinas de la sala de trofeos. Dos Champions, una Liga y una Supercopa de España fueron el premio para una pareja que además también se hizo elemental en la selección española por lo bien que se entendían.

En otra campaña movida en el seno merengue, con cambio de entrenador incluido, la desconexión de Liga hizo que se apostara todo de nuevo a la competición fetiche de la entidad de Chamartín. Llegó Anelka, un delantero francés para competir con Morientes, pero su nula adaptación hizo que el cacereño continuase en su puesto o en todo caso y cuando entró Del Bosque como técnico jugasen los tres en determinados encuentros. La pareja Raúl-Morientes despegó tras un choque contra el Oporto en la liguilla de Champions en la que los locales vencieron por 3-1 con un tanto del ‘Moro’. A continuación también desarbolaron al Olympiakos y en la segunda fase le tocó el turno al Dinamo en Kiev con dos goles fundamentales suyos y al Rosenborg en el Bernabéu. El sorteo deparó a los merengues el formidable Manchester United en cuartos pero en Old Trafford en un partido memorable el Madrid venció por 2-3 en un encuentro antológico de Raúl que contó con su socio a su lado. En semifinales el técnico salmantino ya introdujo la variante de Anelka al lado de los dos españoles que se vengaron del Bayern Munich en la ida con un 2-0 magnífico que abrió el camino a la final. En ese duelo por el título el adversario fue un gran Valencia que no pudo detener el poderío atacante blanco que se llevó el choque y el título en París por 3-0, con goles de Morientes, McManaman y otro del eterno siete madridista.

Al año siguiente la consecución de la Liga fue muy importante tras cuatro años sin conseguirlo. Morientes tuvo problema con las lesiones y Guti sorprendió por su capacidad para adaptarse con éxito a la posición de nueve. Aun así, Raúl que acabó como ‘Pichichi’ con 24 goles y el ‘Moro’ coincidieron en muchos partidos y resultaron elementales su compenetración y su simbiosis en el césped para superar entre otros al Celta, el Oviedo, la Real con un doblete de Morientes y un gol de Raúl, el Real Zaragoza o el Numancia en casa y el Villarreal, el Espanyol, el Alavés o el Osasuna en un partido básico para el título lejos de la capital.

Su último curso exitoso fue el de 2001-2002 en el que cayó la 9ª Copa de Europa y la Supercopa de España para el Real Madrid. En la Supercopa se aliaron a la perfección para imponerse al Zaragoza con un encuentro de vuelta sensacional de Raúl que firmó un ‘hat-trick’ ante su público. Mientras que en la Champions su alianza se hizo esperar hasta la segunda liguilla de la competición. En esa fase cumplieron con nota ante el Sparta de Praga en la capital checa con dos goles de Morientes o en la victoria en Madrid contra el Panathinaikos. En cuartos salieron de inicio en otro duelo célebre ante el Bayern al que se remontó en el templo merengue y posteriormente formaron en la final en Glasgow contra otro equipo teutón, el Bayer Leverkusen. Raúl y su pillería dieron la ventaja a los blancos y Lucio empató poco después. Justo antes del descanso Zidane anotó un gol de época y aunque Morientes tuvo varias oportunidades no logró superar a Butt. Aún así y con sufrimiento se ganó por 2-1 y otra ‘Orejona’ reservó su plaza en la sala de trofeos.

En verano Florentino Pérez fichó el último día de mercado a Ronaldo Nazario que venía de ganar el Mundial con Brasil. El aterrizaje del brasileño desplazó a Morientes del once y Raúl encontró a un nuevo colega en el ataque. Ambos convivieron cuatro años y medio juntos pero la mejor etapa duró un curso y medio en el que ampliaron su palmarés con una Liga, una Intercontinental y una Supercopa de España.

Las lesiones hicieron mella en Ronaldo pero aún tenía una arrancada imparable. A eso había que sumar su calidad técnica, su remate con la derecha y la izquierda, su habilidad innata, su fría y eficaz definición y un majestuoso uno contra uno ante los porteros rivales. Raúl entendió perfectamente el estilo de juego del carioca y con sus asistencias y pases al hueco le dio la oportunidad de marcar numerosos tantos. Concretamente en la Liga 2002-2003 sumaron entre los dos 39 dianas de las 86 que alcanzó el plantel. Sus primeros grandes triunfos fueron ante el Sevilla y una semana después en Mallorca con doblete de los dos. Luego el Valencia en un partido fantástico en el Bernabéu, el Celta en Balaídos, el Real Betis o el Alavés con un triplete de Ronnie fueron sus siguientes víctimas. En la recta final del Campeonato brillaron también contra el Depor o el Valencia en Mestalla con dos dianas del brasileño hasta que llegó el derbi. En el Calderón aplastaron a los colchoneros por 0-4 con sendos dobletes y el Madrid alcanzó la cima de la clasificación. Una semana después se cantó el alirón con otros dos goles de Ronaldo y uno de Roberto Carlos y se logró la 29ª Liga.

Además se obtuvo la Intercontinental contra el Olimpia donde uno de los goles lo anotó Ronaldo y a comienzos de la campaña 2003-2004 en la que el carioca fue mejor artillero del Campeonato Nacional con 24 dianas, se doblegó al Mallorca en la Supercopa merced a una gran actuación de la pareja que fueron los autores de dos de los tres goles del equipo. En sus siguientes años en los que concurrieron de forma habitual en las alineaciones no se alzó ningún título más pero si dejaron actuaciones excelentes y muy recordadas como ante el Valladolid al que Raúl le hizo tres tantos en un 7-2, un derbi frente al Atleti en el que marcaron ambos (Ronaldo a los 20 segundos), la victoria en el Camp Nou tras 20 años sin conseguirse, otro partido ante los colchoneros que finalizó 0-3 en el Manzanares, un 4-2 en el Bernabéu contra el Barça con los dos anotando o choques europeos en los que el Olympique de Marsella, la Roma o la Juventus hincaron la rodilla en Madrid.

Raúl finalizó su famosa lista de camaradas en el ataque blanco con el neerlandés Ruud Van Nistelrooy. Después de la ‘era galáctica’ el antiguo artillero del Manchester United se enroló en las filas madridistas tras abonar el club de Concha Espina 15m€ por su traspaso. Castigado por una grave lesión de rodilla Van Nistelrooy aún guardaba características fantásticas como su esplendorosa capacidad de rematar, su instinto de ‘killer’, su inteligencia, su colocación y su manejo exquisito de ambas piernas.

Con ellos se ganaron dos Ligas, una que parecía imposible con Capello al frente y un año después con el teutón Schuster a la cabeza del vestuario blanco. La primera gran noche de estos dos delanteros gigantescos fue en el Bernabéu contra el F.C. Barcelona, un día en el que el Real Madrid impuso su ley en casa por 2-0 con sendos goles del español y el neerlandés. Poco después el ‘orange’ le hizo cuatro a Osasuna y un gol del eterno siete les dio el triunfo contra el Valencia en Mestalla. La diferencia con el Barça fue menguando y en ello fue protagonista Van Nistelrooy con sobresalientes actuaciones ante los che o el Sevilla en el Bernabéu y el Athletic y el Real Zaragoza en San Mamés y La Romareda respectivamente. En el mítico alirón contra el Mallorca fueron los titulares del once aunque una inoportuna lesión dejó al de Oss fuera de concurso a la media hora. Eso sí, acabó siendo el ‘Pichichi’ esa campaña con 25 goles.

En el curso venidero Schuster basó su sistema de ataque en esta gran pareja que sumó 34 dianas entre los dos. El Villarreal fue el primer equipo de la temporada en ser vacunado con un 0-5 en El Madrigal donde mojaron ambos. El Depor en el estadio de La Castellana o el Valencia también sucumbieron a su poder anotador en apenas dos semanas donde Van Nistelrooy firmó tres goles y Raúl dos. Fuera de casa fueron especialmente efectivos en los triunfos contra el Athletic, el Levante o el Atlético de Madrid antes de que una sinovitis le obligase a pasar por el quirófano y le apartase dos meses de los terrenos de juego. Volvió con la Liga en el bolsillo aunque pudo finalizar el año futbolístico marcando en Zaragoza y un doblete frente al Levante en el Bernabéu.

La última fabulosa delantera se formó en 2013 y aún sigue dando noches de gloria a los aficionados blancos. Está formada por Cristiano Ronaldo, máximo goleador histórico, Karim Benzema y el galés Gareth Bale. El tridente conocido como la BBC es uno de los ejes ofensivos más demoledores que existen y en sus ya cuatro campañas juntos han dejado numerosas víctimas a su paso y más de 325 tantos. Dos Copas de Europa contra el Atlético de Madrid, una Copa del Rey, dos Mundialitos y dos Supercopas de Europa son los títulos que han logrado en ese tiempo donde además han asaltado feudos como el Camp Nou, el Vicente Calderón, el Allianz Arena, el Ali Sami Yen, el Arena AufSchalke o el Arena de Lviv además de fantásticas victorias en Chamartín ante el Sevilla, el Athletic Club, el Liverpool, el Borussia Dortmund o Wolfsburgo y goleadas de otra época frente al Granada (anotaron ocho de los nueve goles), el Depor en Riazor o el Rayo Vallecano (firmaron nueve de los diez tantos).

Este miércoles estará el Real Madrid en Varsovia para disputar la cuarta jornada de la fase de grupos de la Liga de Campeones. La curiosidad de esta visita es que el choque será a puerta cerrada al estar el Legia sancionado por la UEFA. La razón son los incidentes que se produjeron en su debut en la edición de este año contra el Borussia Dortmund. Será la tercera ocasión en que los blancos se vean en esta situación, aunque también hay que precisar que al Castilla le ocurrió en su única participación europea en 1980.

El filial blanco participó en la Recopa y le tocó en dieciseisavos del final el West Ham inglés. En la ida los mirlos se impusieron por 3-1 en el Santiago Bernabéu con goles de Paco, Balín y Cidón. Restaba coger un avión con destino Londres para defender la renta en Upton Park. Sin embargo los hammers no contarían con la ayuda de su público al obligarle la UEFA a jugar en su estadio sin hinchas en dos partidos (en un principio la sanción fue desterrarles a un terreno de juego a 300km de distancia de Londres). El motivo que en la ida en Madrid los hooligans promovieron diversos desórdenes, uno de ellos al orinar desde el primer anfiteatro a los socios merengues. La Comisión de Disciplina de la UEFA fue implacable y tomó una decisión sin precedentes hasta la fecha.

En lo que respecta al partido los nervios atenazaron a los castillistas pese a los poco más de 200 asistentes en el campo y al descanso ya sucumbían por 3-0. Una diana de Bernal forzó la prórroga pero en el tiempo extra de nuevo vivieron momentos como los de la primera mitad. Paco se hizo daño y aunque fue sustituido por Ramírez el Castilla notó su ausencia. Cross en el 102 puso el 4-1 y con los chavales volcados buscando el tanto de nuevo el poderoso ariete en el último minuto firmó el quinto y definitivo gol de la eliminatoria.

La primera ocasión en que el primer equipo se vio abocado a disputar un duelo con las gradas vacías fue en el coliseo merengue en la Copa de Europa del año 1987 y ante el Nápoles de Maradona. El curso anterior en la misma competición, los excesos de los Ultrasur en un encuentro ante el Bayern desencadenaron en una sanción por parte de la UEFA de dos partidos a puerta cerrada y la inhabilitación de Juanito hasta 1992 por agresión a Matthaus.

Era la ida de la primera ronda y el mejor jugador del planeta llegaba acompañado de los Ferrara, De Napoli, Baiano o Giordano. Pero Chendo en un marcaje para la historia secó al “Pelusa” y tuvo la osadía de tirarle un caño sublime. El arquero italiano Garella fue el mejor de su equipo pero no pudo detener el penalti lanzado por Míchel en el minuto 18. En la segunda parte Tendillo firmó el 2-0 y el Real Madrid salió con la eliminatoria encarrilada. Los jugadores allí presentes sierre dicen que “aquel día se escuchaban hasta los suspiros”, únicamente superados por los gritos de Camacho desde el banquillo animando a sus compañeros.

real-napoli-1987-photo-3

La segunda vez que el Madrid jugó sin público fue frente a otro rival italiano pero esta vez lejos del Bernabéu. En 2004 en un partido entre la Roma y el Dinamo de Kiev el colegiado sueco Anders Frisk fue alcanzado por un objeto lanzado desde la grada que le hizo sangrar abundantemente por la cabeza. La UEFA fue implacable y sancionó a los capitalinos con la perdida del choque frente a los ucranianos y le cerró el campo sin público durante dos partidos. Restaba la última jornada del grupo inicial de la Liga de Campeones donde los merengues debían visitar el estadio Olímpico con la clasificación en juego, mientras que los giallorossi ya estaban eliminados. García Remón alineó a todas las estrellas y a los nueve minutos de juego Ronaldo Nazario hizo el 0-1. El ambiente gélido y las pocas ganas de batalla por parte de los locales impidieron ver un bonito encuentro, pero eso no fue óbice para que los blancos se llevaran el triunfo con claridad. En la segunda mitad Figo hizo dos dianas, una de penalti, y el Real Madrid obtuvo la clasificación como segundo de grupo. La gran anécdota del choque se produjo en la celebración del primer tanto del luso, al juntarse los llamados “Galácticos” y quedar esa unión inmortalizada en una mítica foto.

Hoy, la situación ocurrida en Londres, Madrid y Roma se repetirá en el estadio del Ejército Polaco de Varsovia.

La primera edición del torneo tuvo lugar en 1979, un año después de la muerte de Bernabéu. Un socio compromisario hizo la sugerencia y Luis de Carlos, presidente por entonces, comprendió que era la mejor forma de hacer un homenaje al mítico dirigente. Se organizó un cuadrangular y para ello invitaron a tres de los mejores equipos de Europa: el Milan, el Bayern y el Ajax. En semis el Madrid cayó por 1-2 ante los teutones mientras que los de Ámsterdam vencieron por penaltis a los transalpinos. El triunfo final fue para los muniqueses al ganar en la final al Ajax con goles de Niedermayer y Breitner. Se les entregó un trofeo que medía metro y medio y pesaba 100 kilos, lo que hizo que fueran varios los jugadores necesarios para poder levantar el título.

100 kilos Trofeo Bernabeu

Al año siguiente se repitió la historia y el Bayern volvió a ganar el torneo. En semifinales se impuso al Dinamo de Kiev aunque estuvo cerca de abandonar el trofeo al ser expulsado Rummenigge por el colegiado Pes Pérez. Sin embargo continuaron y en la final doblegaron a los blancos, que habían derrotado al Benfica. El pesado entorchado había sido modificado por un trofeo en forma de ensaladera que sería el habitual a partir de entonces.

La primera victoria merengue se hizo esperar hasta 1981. Los hombres de Vujadin Boskov se impusieron en semifinales al Dinamo de Tblisi por 4-2 y en la gran final los penaltis le dieron el triunfo contra los neerlandeses del AZ que se habían deshecho del Bayern Munich. En las siguientes ediciones el Real Madrid confirmó su supremacía con tres títulos ante conjuntos alemanes. En plena efervescencia de la Quinta del Buitre hincaron la rodilla el Hamburgo, ganador de la edición de 1982, el Colonia y el Bayern en 1985, que llegó con sus rutilantes estrellas Pfaff, Lerby, Matthäus o Dieter Hoeness.

A finales de los 80 el Milan, que fue bestia negra en Europa de los madridistas, también lo fue en el torneo veraniego. Antes el Dinamo de Kiev, ganador de la Recopa, se hizo con la edición de 1986, siendo en 1988 y 1990 cuando el cuadro rossoneri de los Maldini, Rijkaard, Gullit, Baresi o Van Basten ganó a los blancos por 0-3 y 1-3 respectivamente. Entre medias, y ya por entonces celebrándose el trofeo a partido único, el Madrid alzó los entorchados de 1987 y 1989 al derrotar a los dos equipos de Liverpool, primero al Everton y luego a los reds tras goles de Hugo Sánchez y Butragueño.

Milan Trofeo Bernabeu

La llegada de los 90 trajo consigo la victoria de otros dos grandes europeos en el trofeo Bernabéu. Después de un cómodo triunfo merengue contra el Colo Colo, el Ajax de Frank de Boer, Overmars, Bergkamp, Litmanen o Blind y el Inter de Milán dejaron a los anfitriones con la miel en los labios al vencerle por 3-1 y en los penaltis respectivamente. Fue a partir de entonces cuando se abrió un periodo de tiranía blanca en su torneo. Desde 1994 hasta el año 2000 la parroquia del Bernabéu sólo vio a su equipo llevarse el trofeo. Entre sus víctimas un Palmeiras con un plantel extraordinario en el que destacaban Cesar Sampaio, Edmundo, Roberto Carlos, Rivaldo o Zinho, el Ajax recién proclamado rey del continente, el Peñarol uruguayo o el Milan de Shevchenko.

En 2001 se produjo uno de los goles más recordados de la historia del torneo. El Madrid se vio las caras con un Inter en el que jugaban Seedorf, Blanc o Vieri, pero el gran protagonista fue un joven brasileño. El electrónico marcaba un 1-1 cuando a poco del final el zurdo Adriano de falta batió a Casillas con un zambombazo sublime que dio la victoria a los nerazzurri. La edición siguiente volvió a tener cuatro equipos al ser parte de los festejos del centenario de la entidad. En semis el equipo de Del Bosque despachó al Liverpool por 2-0, mientras que en el otro choque el Bayern ganó por la mínima al Milan. La final tuvo color muniqués con dianas de Ballack y Salihamidzic, que se llevaron un nuevo trofeo (al ser un caso excepcional se entregó una réplica del estadio Bernabéu que pesaba 30 kilos) a sus vitrinas.

El club blanco recuperó el cetro de su trofeo en 2004 ante River en una magnífica noche de Portillo para volver a perderlo en 2005 en una de las mayores sorpresas del torneo. Los mexicanos de Pumas entrenados por Hugo Sánchez ganaron por la mínima ante un cuadro merengue en el que se alinearon hombres como Beckham, Zidane, Owen, Figo o Morientes.

Desde entonces la historia del trofeo Bernabéu tiene color merengue. Desfilaron de forma consecutiva una selección de la MLS, el Anderlecht, el Partizan (se disputó en diciembre por el fallecimiento de Antonio Puerta en verano), el Sporting Clube de Portugal, el Rosenborg, el Peñarol o el Galatasaray, sin que ninguno lograse llevarse la victoria. En 2012 el homenaje en el torneo tuvo un nombre propio, Don Alfredo di Stéfano. Se invitó al Millonarios de Bogotá, equipo en el que jugó el argentino a principios de los 50 para honrar toda su trayectoria futbolística. Y la fiesta terminó en festival de goles con un total de ocho para el Madrid, que consiguió así la mayor goleada de la historia del torneo.

Trofeo Bernabeu Di Stéfano

Una edición más tarde le tocó en este caso a Raúl González. Por entonces militaba en el Al Sadd y los cataríes viajaron a Madrid para jugar ante los pupilos de Carlo Ancelotti. El legendario dorsal número 7 jugó la primera mitad con los blancos, logrando un gol, y en la segunda con su club de entonces. El choque finalizó 5-0, marcando también Jesé en dos ocasiones, Isco y Benzema. En 2014 lo apretado del calendario y la falta de fechas hicieron que por primera vez no hubiese torneo para disgusto de muchos aficionados, pero el año pasado retornó para ver al Real Madrid doblegar a los turcos del Galatasaray.

El palmarés del trofeo es claramente dominado por el Real Madrid con 25 títulos, mientras que en segundo lugar está el Bayern con tres entorchados y en la tercera posición empatan los equipos de Milán con dos títulos cada uno. También los merengues son los máximos realizadores al sumar 112 goles, ocho de ellos marcados por Butragueño, que aún hoy en día es el mejor artillero del célebre torneo madridista.

Recuerdo que esa noche nos iban a machacar. Venía el Madrid de perder con cierta crueldad en Múnich. A Roberto Carlos se le escurrió el balón a los siete segundos de partido, y el resto está descrito en un informe forense. Todos nosotros nos estrenábamos en el Allianz, ese campo tan nuevo y tan estupendo que se acababa de hacer el Bayern. La frustración fue la misma, la tradicional, la acostumbrada, aunque en el Olímpico parecía que el horror se proyectaba desde el campo hacia afuera, por la lejanía de las gradas. Y por la pista. En el Olímpico de Múnich parecía haber una escapatoria. Siempre las pistas de atletismo hacen de cordón, dan cierta profilaxis, alejan el miedo, lo enfrían. Aquella noche en Múnich el Madrid perdió 2-1 y a Ramos le anularon un gol legal desde fuera del área, que nos clasificaba. Se había roto la nariz y jugaba con el pelo suelto, la blanca manchada de sangre. Las imágenes que retengo del partido son imprecisas, una nube de ácido claroscuro: regresaba del oftalmólogo y unas gotas que me hacían estornudar amarillo me habían dilatado las pupilas. Tres días después nos recibía el Camp Nou.

Recuerdo que decían que nos iban a machacar. Aquel Barça no era como este Barça. Pero también era un Barça campeón. El Madrid no estaba a 10, sino a 7 puntos, pero la sensación era la misma: finis mundi. Como ahora, sólo había una esperanza, un título en juego. No obstante, la Liga era para aquel Madrid, como la Copa de Europa para este Madrid, un flotador lanzado en mitad de la tormenta en la dirección en que unas manos se agitan desesperadamente sobre las olas. Una quimera. Una utopía. Una locura. Un sueño demente. Una mala broma.

Capello alineó a once hombres sin esperanza, de quienes nadie esperaba nada. Enfrente, una nación de plástico, el agitprop, Rijkaard con el flow, Messi con menos de 20 años y un tsunami a punto de romper contra el Real, rompeolas de España. Calderón con las sacas, BenQ quebrada, Beckham apartado del equipo, Ronaldo facturado a Milán en enero, dos niños bonaerenses soltados sin paracaídas sobre Madrid en llamas y Capello tratado como un Patton gagá. Recuerdo que decían que nos iban a machacar, y en efecto, cualquiera que no fuese un adolescente enfermo de optimismo (se cura con la edad) podía advertir la catástrofe.

Real Madrid Barça 2007

Pero al Madrid no lo machacaron aquel día. En aquel tiempo las heridas del Madrid me dolían de verdad, con un dolor físico. Fueron años terribles, en los que cada ofensa hecha a la institución se me figuraba un desafío a mi nombre, a mi familia y a mi honor. Tenía yo una concepción absurda de las cosas: lo que es salir de un colegio franciscano, entrar en un instituto público, coquetear con Marx, leer a Reverte y descubrir Fans del Madrid. En esa transición dramática me encontré atrapado en plena Década. Aquella semana atravesé todas las fases de la ciclotimia nerviosa: depresión, miedo, exaltación, ira y orgullo furioso.

¡Pero qué partido de Guti! Los dos enfrentamientos contra el Barcelona de aquel año justifican toda su carrera. Especialmente aquella noche. Hizo del Camp Nou su after, hizo de su zurda una bomba atómica. Hay algo que pervive todavía en la psique barcelonista, a pesar de todos sus triunfos contemporáneos: la certeza de que el Madrid es pura resiliencia, y de que al fondo del pasillo, de la oscuridad, saldrá una mano blanca que le retorcerá el cuello al niño Dios culé. Aquella fue una de esas noches. El fantasma se hizo carne y sobre Disneylandia cayó el silencio como una manta de plomo, como una tiniebla.

Van Nistelrooy y Diarra, Djilla, emergieron del océano: dos gigantes, dos San Cristóbal, dos colosos goyescos. Sostuvieron en una mano al pueblo madridista hasta depositarlo en la orilla correcta; con la otra fulminaron un escenario que estaba preparado para albergar la representación de una tragedia, la madridista. Reventaron el espectáculo. Y Ramos, naturalmente, marcando el 2-3 de cabeza, con la coronilla, saltando sobre Puyol, ganándole el balón, tomando la pluma y escribiendo el primer acto de la Nueva Historia del Madrid Contada Por Un Héroe a Cabezazos. Cuando marcó Ramos yo salté del sofá y miré a mi padre: estaba durmiendo. Comprendí en ese momento que desde entonces estaría solo, que el futuro estaba en las manos de mi generación, una generación de delfines huérfanos, de Luises XVII, que siempre tendría París en contra pidiendo nuestras cabezas coronadas. Messi sería guillotina y bandeja, sobre la cual el Barcelona serviría a la Historia el despojo de la primera quinta de madridistas educados en la soledad y la derrota. Pero no aquella noche.

Aquella noche descubrí que hay momentos estelares en que un fulano de blanco se sube al Empire State y desvía el meteorito. Es una figura literaria que se repite. Casillas en Glasgow. Raúl en Tokio. Ronaldo en Manchester. Cristiano y Bale en Mestalla. Ramos en Lisboa.

Aquella noche Messi tuvo que ponerse la capa. Empató a 3 y pareció el final. Suspiró Rijkaard y rezongó Capello. Resurrección fallida. Al contrario. Había empezado la conquista de la mejor Liga que recuerdan mis ojos. Una Liga salvaje.

 

Ha pasado un tiempo, pero la sección 'Hijos de la Década' no podía caer en el olvido. No, todavía no. Me permito la bufonada de regresar con uno de los, quizá, más célebres hijos del destino madridista de la primera década del siglo XXI: Thomas Gravesen, nuestro querido mastín danés.

Thomas Gravesen, oriundo de la ciudad danesa de Velje, en Jutlandia, llegó al Madrid a comienzos del 2005 como envuelto en una ola espumosa: euforia, socarronería general y expectación. Tenía 29 años; venía avalado por cinco buenas campañas en la Premier y una actuación de cierta relevancia con Dinamarca en la Eurocopa del verano anterior, en Portugal. Sobre todo, Gravesen era su cara: un cráneo limpio de pelo, unas orejas despegadas, unos maxilares afilados, las cuencas de los ojos hundidas y dos bolas blancas dentro de ellas que parecían ventanucos al Mäelstrom. Daba, ciertamente, algo de miedo, a pesar de su hablar pausado y de su sonrisa perenne. O precisamente por ello.

Gravesen Real Madrid

Todo lo que sé de Dinamarca lo aprendí con Borgen. Porque Gravesen es otro mundo gutural, arcaico, primitivo, hecho de violencia sorda y tejido con los dientes crujidos de las víctimas de todos sus tatarabuelos vikingos puestos en fila. Uno detrás de otro. En los ojos de Gravesen había, cosida a las pupilas, toda la sangre de Groenlandia, de Inglaterra, de Asturias y hasta de Canadá, que derramaron sus ancestros conquistadores y salvajes. Debutó una noche fría de enero de 2005, en un partido que terminó 3-1 contra el Zaragoza. Fue la noche en que Figo destrozó la rodilla y la carrera de César Jiménez, aquel buen hombre. El Bernabéu recibió al danés como Las Ventas saludaría a un bombero torero. Corría estrafalariamente, moviendo las manitas hacia atrás, como una chiquilla. Y sonreía. No paraba nunca de sonreír.

Jugó 35 partidos con el Madrid. Metió un gol. Un buen gol. Un gol que firmaría hoy Toni Kroos. Al Deportivo. Pelota rebotada en la frontal, llega Gravesen, todo el mundo al suelo. Y en vez de sacar el mortero de artillería, dispara con la Glock de porcelana. Plac. Con rosca al palo corto, suave, desmintiendo la apariencia, como si un vikingo saltase del drakkar y al tú agacharte esperando el hachazo, va y te pincha el corazón con un estilete de esgrimidor. Finamente. Lo trajo Vanderlei Luxemburgo, quien había debutado en el partido de siete minutos el día de Reyes, frente a la Real, cuando Ronaldo le hizo la cola de ídem a Labaka y Zidane protagonizó el que sería su tercer regalo de Epifanía, pues aún quedaba un cuarto para el que tendríamos que esperar once años más. En lo que restó de temporada, fue titular.

Gravesen Real Madrid

Gravesen era mediapunta, o lo que por entonces estaba de moda decir: centrocampista llegador, medio adelantado del 4-3-3, pulmones inagotables y acaparador de la segunda línea. Nada más aterrizar en Madrid se le pidió que renunciase a su naturaleza impulsiva: vas a ser stopper, le dijeron, y a Tommy, como se le llamaba en la prensa amarilla deportiva (Cuatro y aquel excelso programa, ya saben, cómo se llamaba) se le cayeron los palos del sombrajo. Tuvo que embridar, durante año y medio, su fuego innato. Su violencia genética, corrosiva, que en el verde se materializaba en entradas duras, tackles constantes, actitud pendenciera y una irrefrenable tendencia a estar en todas partes. A estar bien, me refiero. A que se notara su presencia. En un derby derribó a Torres, y mientras el 9 rojiblanco se quejaba en el suelo, Gravesen se acercó a darle la mano, para levantarlo. Al ir a cogérsela Torres, Tommy se la retiró, burlón, y se marchó descojonándose. Anidaba en Gravesen un espíritu infantil, con todo lo que los niños tienen de cabrones: ese hacer daño gratuita e impunemente, pero sin maldad, que es como la maldad se plasma de verdad en su estado más puro, que es el de la inocencia.

Formó parte del once en la eliminatoria contra la Juve, la del despeje de Raúl Bravo a la frontal, en la prórroga, hacia los pies de Zalayeta. Esos despejes producen en mi cabeza asociaciones de ideas confusas: se me figuran a que debe ser como acostarse en invierno y dejar el gas abierto. La muerte dulce. Gravesen asistió a la penúltima recorrida memorable de Ronaldo Nazario, aquella noche en Delle Alpi, que terminó en el poste de Buffon. Fue titular también en el 4-2 al Barcelona de Ronaldinho, el éxtasis famélico con que acabó esa Liga. Al año siguiente le dio tiempo no más que a fomar parte de la inenarrable medular con que el Real saltó al césped del Gerland de Lyon, de donde saldría con tres agujeros en el pecho y una fama negra perdurable: Gravesen-Pablo García, con Baptista, Robinho y Raúl por delante. Titadine y Goma 2 Eco. Pero mustia.

Gravesen pelea Robinho

Durante la 2005-2006, apenas jugó. Quedó relegado. Aquel año se marchó Florentino, y el Madrid terminó despidiendo a Zidane, eliminado en Highbury Road, entrenado por el actual seleccionador de Omán, y con un interregno donde Matusalén era el presidente. Volvió de vacaciones, y el mastín danés se encontró con Capello en la caseta y con Ramón Calderón en la tribuna de honor: no se tienen noticias de que se cruzara por Valdebebas con Vlade Divac. Gravesen le dio una hostia a Robinho durante la concentración estival en Suiza y Capello lo largó a Glasgow. En el Celtic recuperó la verticalidad de box-to-box, y un fútbol sin duda más apropiado para su condición de corsario de la pelota que el que España podía ofrecerle.

Pero del Celtic también tuvo que irse, de nuevo al Everton. Allí fue incapaz de reverdecer sus laureles de gloria y volvió a Escocia. Con 32 años, sin equipo, dejó en marina seca su bajel pirata, enterró el hacha y desapareció. Se separó de la modelo danesa a la que llevaba a la feria, sin ser abril ni nada, y no concedió más entrevistas a la prensa de su país. Sin embargo, la vida posterior al fútbol de Gravesen parece tan dadaísta como su propia carrera: tan bien parece haber invertido la viruta ganada, que su fortuna alcanza, según la prensa de Dinamarca, los 100 millones de euros. Vive medio año en Velje, donde tiene un apartamento de 250 metros cuadrados, y otro medio en Las Vegas con una agente inmobiliaria checa. El futbolista danés más famoso después de Laudrup, inventor de driblings que harían llorar a Darwin y aún recordado en los mentideros del madridismo con una mezcla de fascinación y miedo, se dedica a gastar dinero. Como los buenos. Sin tener idea, ni falta que le hace, de eso que se ha dado en llamar La Década, de la que es tan símbolo como pueda serlo Fernando Martín Agromán, o Nanín, el Errejón antes de Errejón.

Cuelga las botas el 7 blanco, dignísimo compendio de todos los 7’s que han defendido ese carismático dorsal con la camiseta del Real Madrid. Raúl tiene el espíritu de Juanito, la obsesión por el gol de Cristiano, la inteligencia de Kopa, el regate de Amancio o la templanza de Butragueño. Hasta Di Stéfano, otra leyenda del club, llegó a lucir en varios partidos la magia del 7.

Ni en 7 folios de Word (tamaño de letra 7) explicaría por qué un jugador aparentemente enclenque, lento y limitado técnicamente, pudo dominar el fútbol europeo y hacer historia con el Real Madrid. Con las 7 vidas del Gato y la protección de los Dioses Romanos de los 7 días de la semana, sus goles hablan por él muchísimo mejor. Y los tiene de todos los colores, como los 7 del arco iris, las 7 notas musicales, las 7 Maravillas del mundo o las 7 Bellas Artes.

7 de sus goles nos pueden decir exactamente cómo jugaba y quién fue, es y será siempre Raúl González Blanco.

1.MENTALIDAD. Raúl debutó en La Romareda hace 21 años. Exhibió una gran personalidad, pero no marcó y falló cinco ocasiones claras de gol, imperdonables cuatro de ellas. El Madrid perdió 3-2. Aquel chaval de la colonia Marconi de Villaverde venía de saltar al Castilla con Rafa Benítez tras hacer 16 goles en sus 8 partidos de Tercera División, pero Valdano se lo arrebató rápido para el primer equipo.

Un chico de 17 años podría, incluso debería, haberse venido un poco abajo tras un inicio tan desalentador. Pero el argentino, más de acción que de dicción por entonces, tenía muy clara su apuesta por ese figurilla que deslumbraba en categorías inferiores con talento, desparpajo y gol. Le dio confianza y Raúl salió ante el Atleti una semana después, como titular en el Bernabéu. Forzó el penalti del 1-0, dio la asistencia del 2-0 y marcó el 3-1 en un derbi que finalizó 4-2.

Raúl llega al espacio, en carrera y libre de marca. Recibe de Laudrup y define de primeras a la escuadra, a unos 15 metros, con un zurdazo de tiralíneas. La pone donde le da la gana. Ni rastro de ansiedad por los fallos debut. El Bernabéu coreó su nombre por primera vez. A partir de entonces, lo haría prácticamente en cada partido.

Esa mentalidad ganadora le ha acompañado durante toda su andadura, así como el afán de superación. Le impidieron venirse abajo en momentos complicados, que los tuvo y de gran dramatismo. Le posibilitaron ser más de lo que la genética le había deparado cuando vino al mundo, y le permitieron marcar goles decisivos al máximo nivel también con el Schalke 04, ya muy lejos de sus mejores años. Que le pregunten al Bayern o al Valencia.

Otros aspectos del carácter ganador de Raúl son su capacidad para superar la presión en los momentos importantes y su renuncia permanente a la rendición. Imaginad qué hubiera sido de madridistas como Guti, Özil, Robinho o Sneijder con la mentalidad de Raúl.

2.INTELIGENCIA. Raúl tiene inteligencia para jugar al fútbol. Es un concepto tan abstracto como detectable. Visión lateral, dominio del espacio, oportunismo para el desmarque, anticipación a los movimientos e intenciones de marcadores y porteros, velocidad de pensamiento y ejecución… y toma de decisiones correctas, que es la gran diferencia entre los profesionales y los muchos buenos futbolistas técnica y físicamente que hay en el fútbol amateur.

Todo esto está en el ‘aguanís’. En la prórroga y tras 38 años sin oportunidad para el Madrid de levantar una segunda Intercontinental, había que ganar al Vasco da Gama la final. Y la tanda de penaltis se acercaba hasta que Raúl puso el 1-2 en uno de sus goles más memorables. Con una frialdad sobrenatural, ejecutó a los brasileños y ganó aquella final, la que puso la guinda a la Séptima.

Cuando la tiene Seedorf en medio campo, Raúl ya sabe lo que está tramando el holandés. Le conoce, así que inicia el desmarque en carrera y le gana la espalda al lateral derecho carioca. Seedorf le pone una diagonal en largo milimétrica al espacio. El balón está volando y Raúl vuelve a tener la jugada programada en esa cabeza privilegiada para procesar fútbol. Controla de primeras un poco hacia afuera, invitando a los rivales y al portero a cerrarle los espacios. Y en tres toques más, el último con la derecha, dos defensas y el portero están en el suelo, engañados, estafados, timados. Y el balón, en la red. Nadie sabe cómo ha pasado salvo Raúl, que lo sabe y lo ejecuta antes de que suceda.

3.PICARDÍA.  Un gol del que se habla poquísimo y que es uno de mis preferidos es el 1-0 ante el Leverkusen en la final de la Novena. La inmortal volea de Zidane, lógicamente, es el cartel de aquella conquista, pero el 1-0 define muy bien lo que fue Raúl, siempre rindiendo a la sombra de grandísimos jugadores como el propio Zidane, Ronaldo, Figo, Van Nistelrooy… Un Raúl que era todo picardía.

Minuto 8 de la final de Glasgow. Saca de banda Roberto Carlos a la altura de la divisoria. Raúl, a 40 metros de la portería, echa a correr, como una sombra, medio segundo antes de que le vea el central Zivkovic. El bosnio ya es cadáver. El lateral brasileño saca en largo y le deja ante el portero Butt. El madridista no golpea bien, pero igual que se duerme Zivkovic en un momento imperdonable, también al portero alemán le puede la presión. El que les da las buenas noches es Raúl, que aparece como un Ninja de la nada para marcar territorio con una bomba de cloroformo.

Manolo Lama, en su retransmisión para la SER, ya canta: “Gol del que no hace nada”. Incluso en 2002, habiendo ganado tres Champions entre otros muchos títulos, había quien no ponderaba correctamente el asombroso e innegable talento de Raúl.

4.DOMINIO DEL ÁREA. Toda esa inteligencia y picardía para competir las manifestaba especialmente en el área rival, donde más difícil es jugar al fútbol. Donde el tiempo y el espacio tienden a reducirse a cero. Por eso fue un goleador y no centrocampista, aunque pasara largos ratos rondando el círculo central deseando entrar en juego. Ese sexto sentido en el área, ese don, justificaba los sueldos que siempre cobró y su pertenencia a la superélite.

Se ve muy bien en su famoso gol al Atleti en el Calderón, donde desorienta y deja fuera de combate a Juanma López. Recibe sin ventaja, entre dos rivales, fuera del vértice derecho del área. Entra en la misma cargado por López, más fuerte que él, pero manteniendo el balón en su poder. Entonces ya sabemos todos los que pasa. Parada y continuación con las dos piernas y hasta luego, Juanma, que realizó un tackling desesperado como último recurso, sin éxito. A partir de ahí, Raúl apenas vuelva a mirar el balón. Con la cabeza levantada, ve dónde está la portería, ve que Molina ha salido a achicar, que Santi llega a línea de gol a tapar, y la pone rasa por el único hueco que existía. En ese momento, había siete jugadores del Atlético en el área y dos del Madrid, Víctor y Raúl, que hacía el 1-2. Antes marcó el 1-1 y después asistiría a Seedorf  y a Víctor para el 1-4. Casi nada el partido que se marcó. A todo esto, el Madrid con 10 jugadores por expulsión de Mijatovic. Una de sus noches más gloriosas.

5.ESPÍRITU DE EQUIPO.

Nunca tuvo problemas para compaginar las capitanías del Real Madrid y de España: dio el 101% con los dos conjuntos durante toda su carrera. Su labor de guía para los nuevos y su implicación tanto en el vestuario como en el terreno de juego estuvieron marcadas por un fuerte sentido del deber y del concepto de equipo. Desgraciadamente, los éxitos de la Selección española, el mejor momento de esa irrepetible generación liderada por los Xavi, Ramos, Puyol, Casillas, Xabi Alonso, Villa o Iniesta, coincidieron con el declive de Raúl. Se le achaca no haber ganado con España, como si la larga lista de enormes futbolistas que ha dado este país se hubieran hinchado a levantar trofeos con la elástica nacional. Pero siempre tiraba del carro. Y no era una frase hecha. Tiraba, aunque hayamos tenido carros peores.

Lo hizo por ejemplo en el Mundial 2006, su último gran torneo con la Selección. España está perdiendo ante Túnez en el 71’ de la segunda parte. Es el segundo encuentro de la fase de grupos y los de Luis se están complicando terriblemente la vida. Nada está saliendo bien. El partido es desesperante. Hasta que Fernando Torres chuta desde la frontal, el portero rechaza y el defensa llega bastante antes que Raúl al balón. Nada que rascar ahí, pero el 7 (y después de ver tres veces la repetición, aún no me explico cómo) llega antes para meter la punta de la bota derecha, poner el 1-1 y comenzar una remontada que culminó, por partida doble, el Niño. Decir que España no ganó hasta que se fue él es tan cierto como tendencioso. Simplemente, nació diez años antes de tiempo. No tuvo esa suerte.

Su espíritu de equipo se veía en cada una de sus acciones en el campo. También en esas famosas carreras en defensa, que algunos tildan como “para la galería”. Raúl sabía que prácticamente nunca iba a apoderarse directamente de esos balones, pero obligaba al rival a jugar sin tiempo para pensar y mandaba un mensaje al equipo: si hacemos los 11 lo mismo, la redonda va a ser nuestra. Sus compañeros y la grada recibían permanentes mensajes de Raúl, y ninguno de ellos, jamás, era un reproche.

6.DEFINICIÓN. Sin ser un superdotado técnicamente en el manejo del balón, sí lo era en el disparo. Tiene cientos de ejemplos, como ese gol en El Molinón de vaselina al segundo palo de Ablanedo, de primeras con el exterior de su incisiva zurda, recibiendo (desmarcado como siempre) de Seedorf. Estéticamente es uno de los más bonitos que tiene, aunque puede presumir de muchos igual de preciosos pese a no ser la estética la mayor de sus virtudes.

Raúl hizo del oportunismo su excelencia. Siempre encontraba el toque de balón perfecto para poner el balón en la jaula. Le acusan de empujarla muchas veces, pero para llegar al área chica en situación de empujarla hay que desmarcarse muy bien. Como hizo en Old Trafford tras el genial autopase de tacón de Redondo, entre otros cientos de ejemplos. Liberarse de un marcador también es definir en el área.

7.MADRIDISMO. Su sentido de pertenencia al Madrid siempre le dio un extra tanto a la hora de jugar como de negociar con el club. También le ayudó, pese a su carácter introvertido y algo huraño, a obtener la bendición de la prensa y la adoración del Bernabéu, que le apoyaron y respetaron mayoritariamente en su declive, así como en esos años grises tanto en lo colectivo como en lo personal.

Un gol que ilustra bien su madridismo es el último que marcó con la camiseta del Madrid. No el de La Romareda (fantástica cuadratura del círculo Raulista y donde, premonitoriamente, es felicitado por Cristiano Ronaldo), sino el del trofeo Bernabéu 2013, aquel en el que jugó un tiempo con el Al-Sadd y otro con su Madrid.

Pone el 1-0 para los blancos en el minuto 22, recibiendo de nuevo a la espalda de su par un buen balón de Di María. Control con la zurda y adentro. Todo el público había asistido al templo merengue con la esperanza de ver marcar a Raúl para el Madrid por encima de todas las cosas. Y así ocurrió. Como casi siempre. El Bernabéu le abrazó una última vez como al hijo pródigo mientras Raúl se señalaba el dorsal con los pulgares. Pareció durante unos segundos que nunca se había ido. Probablemente, porque nunca se había ido.

Díganme uno mejor

Y el gol de París, solo ante Cañizares. Y aquel en el que mandó callar al Camp Nou. Y el que le dio la Liga al Madrid frente al Atleti en el Bernabéu. Y frente a Nigeria en Francia 98. Y tantos y tantos y tantos otros goles con el Madrid, con España y con las otras tres camisetas que ha honrado. Llegando o estando. Con la zurda, la diestra, la cabeza o el alma. En jugada personal o rematando una acción colectiva. Ante todos los rivales y en todas las situaciones. Goles con el cuchillo entre los dientes, un repertorio inagotable de cucharas y la mayoría de ellos, de cinco tenedores.

Le faltaba velocidad, mucha. Carecía de fuerza. No puede decirse que fuera un privilegiado técnicamente. Pero era mucho más que todo eso. Hay una imagen que resume su carrera, su esencia, su vida: es el 7 ganando y marcando al Barcelona con un ojo morado. No estará entre los mejores jugadores de la historia por rendimiento, seguramente que no. Pero, si valoramos únicamente el mérito de haber llegado, con sus condiciones, a donde ha llegado Raúl… díganme no 7, sino uno. Díganme uno mejor.

spotify linkedin facebook pinterest youtube rss twitter instagram facebook-blank rss-blank linkedin-blank pinterest youtube twitter instagram