Las mejores firmas madridistas del planeta

Este  Julio de 2020 nos está tocando vivir un  periodo extraño y novedoso, en el que asistimos al solapamiento del desenlace de una liga con los primeros movimientos de la summeriana. La semana pasada se terminó de concretar uno especialmente llamativo por el buen hacer del protagonista durante sus dos años de cesión al Borussia Dormund, combinado con la falta de efectivos del Real Madrid en esa posición: la venta de Achraf Hakimi al Inter de Milán.

En primer lugar, he de reconocer que a mí me hubiera gustado la vuelta del joven lateral marroquí y creo que hubiera sido beneficiosa para el equipo, pero no es el tema que nos ocupa. Lo que quiero mostrar es mi conformidad con la postura adoptada por el club, no sé si por decisión propia o por voluntad de Zinedine Zidane: Dani Carvajal es indiscutible.

Decía Henry Hill, el personaje principal de la obra maestra Goodfellas (1990, Martin Scorsese) magistralmente interpretado por Ray Liotta: “Entre nosotros nos solíamos llamar buenos muchachos. Era como decir, es un tío legal, es Uno de los nuestros”. No se me ocurre una mejor manera de transmitir lo que Dani Carvajal supone para el madridismo.

Es innegable que el de Leganés no ha dado su mejor nivel las dos últimas temporadas, con actuaciones en las que se ha visto especialmente superado, como fue su duelo particular con Sterling en la ida de los octavos de final de Champions en el Bernabéu. Sin embargo, el joven que puso la primera piedra de la que hoy es la ciudad Real Madrid, se ha ganado el derecho a que confiemos en él. Porque ha podido estar mejor o peor, pero jamás se ha dejado un gramo de esfuerzo defendiendo este escudo desde el flanco derecho. Porque fue el pionero en salir a demostrar fuera su valía para volver y con sólo 22 años quitarle el puesto a un lateral asentado como Álvaro Arbeloa para ganar la ansiada Décima. Porque el club fichó a un lateral supuestamente titularísimo como Danilo, tras una importante inversión y también le ganó la partida por más de dos cuerpos de distancia. Porque quizá sea el jugador del equipo que mejor se sabe desenvolver en el “otro fútbol”. Porque forma parte de una estirpe de jugadores de carácter y raza, marca Real Madrid, de los que echamos mucho de menos cuando no están.

Quizá me he centrado demasiado en otros aspectos fuera de lo futbolístico, pero ahí también creo que su mejor versión es recuperable. De hecho, se han visto brotes verdes en sus dos últimos partidos contra Getafe y Athletic. A nivel defensivo, creo que es uno de los laterales con más oficio. Será necesario trabajar para minimizar al máximo los errores y recuperar sensaciones en la faceta ofensiva, en la que ha estado alborotado y errático. 28 años me parece una edad demasiado prematura para negarle la posibilidad de recuperar su mejor versión a un futbolista que, cuando lo hizo, fue de los mejores en su demarcación.

Exponía tras su mal partido contra el Mallorca, la conveniencia de una mayor competencia en el lateral derecho. Puede que así sea, pero quien venga debería tomar ejemplo del propio Dani y ver cómo con su trabajo y dedicación quedó para la historia en el lateral derecho titular de un equipo de leyenda.

Un jugador, una canción

Dani Carvajal- You Give Love A Bad Name

Nunca me ha importado lo que se pueda opinar de lo que escribo, pero esta vez aún menos. Sólo puedo agradecer el tiempo invertido en su lectura independientemente de que deje más o menos frío al lector, le remueva un odio africano o le resulte una experiencia disfrutable, así como cualquier estado intermedio a todos los anteriores. Es esa indiferencia la que me lleva a sostener que el lateral derecho del Real Madrid lleva, desde la primera vez que fui al Santiago Bernabeú en 1986, ocupada por el mismo jugador.

De acuerdo que ha habido intervalos más o menos breves en los que su ocupante resultaba conspicuo, para bien las menos de las veces, y para mal la mayoría de ellas. Carvajal es el Chendo de los 80 sin la rodillera blanca. Carvajal es también el Míchel Salgado de las carreras de Orzowei y es el espartano sacrificio de Arbeloa. El paso del primero al segundo tuvo la transición de Panucci, que a su vez palió las deficiencias del protofichaje random madridista contemporáneo, Carlos Secretário.

Salgado agarró el dorsal 2 nada más llegar, pues el italiano acababa de salir del club y de 1999 a 2009 fue el amo y señor del carril diestro. En caso de sanción, lesión o descanso, fue suplido por Óscar Miñambres primero y el mencionado Arbeloa como canterano pujante después, pero nadie logró toserle. Del intento que se hizo con el charrúa Carlos Diogo prefiero no acordarme. Más adelante se incorporó un brasileño, Cicinho, que portaba el dorsal 11 y que parecía abocado a arrebatarle el puesto, objetivo en el que finalmente fracasó.

Sergio Ramos, fichado como central pero también lateral ocasional, se hizo con el puesto puntualmente, pero, al salir Salgado, Arbeloa retornó a su casa para apuntalar el costado derecho y ser el titular. Tampoco quiero acordarme de experimentos que se revelaron risibles, léanse Altintop o Essien.

Hasta Carvajal, aunque con matices, el puesto de lateral titular ha estado ocupado por jugadores que ofrecían prestaciones semejantes, como procedentes del mismo encaste.  No percibo mucha diferencia entre Chendo y Salgado con Carvajal. Arbeloa era menos explosivo y quizá menos ofensivo que éstos, pero era, y sigue siendo, un verdadero corredor de fondo. Las bandas de la defensa del Madrid siempre han sido territorio de tipos de físicos prodigiosos y tendentes a la subida por banda más basada en la potencia que en la técnica, si bien el gol del referido Arbeloa al Atlético de Madrid o el de Carvajal al Sevilla en la Supercopa de Europa resulten pruebas irrefutables de que ninguno de ellos es un tuercebotas con el balón en los pies.

Por lo peregrino y estúpido de mi teoría, voy a relacionar a Carvajal, trasunto de Salgado, que a su vez es trasunto de Chendo, con un tema de la época en la que comencé a ir al Bernabéu con mi padre, precisamente en el año 1986.

Pese a estar últimamente despachando discos lamentables y sin garra (lo que se echa de menos a Richie Sambora), Bon Jovi es una de las grandes bandas de la historia del rock. Quizá no son los inventores de nada, pero podríamos fácilmente asegurar que son unos grandes divulgadores. Son capaces de hacer temas rockeros que gustarían a tu padre y casi a tu abuelo, todo ello sin caer en ningún momento en las garras del AOR, estilo este que empiezo a valorar al acercarme peligrosamente a la cuarentena.

Bon Jovi saben hacer rock, y mejor todavía saben hacer buenas canciones cuyo único destino posible es ser coreadas por decenas de miles de personas en los estadios de todo el mundo. Esa facilidad para despachar éxitos cargados de esa “cantabilidad”, espero que me disculpen el palabro, es meritoria en extremo, es más, la envidio con toda mi alma.

Todo es más sencillo teniendo como cantante un tipo con las prestaciones vocales de John Bongiovi, que crea melodías con gancho como quien da de comer a las palomas, y encima es bello como un dios. Añadamos a la fórmula una sección rítmica comandada por Tico Torres, fantástico batería de potente pegada, la solidez de Alec John Such y, sobre todo ahora, del mercenario y no por ello menos musicazo Hugh McDonald. Los teclados de David Bryan sirven tanto para crear colchones sonoros como riffs inolvidables en torno a los cuales giran varios de sus éxitos, y, sobre todo, tienen como guitarrista a un tipo que podía ser una estrella en solitario como es Richie Sambora, que domina la inmensa mayoría de registros de rock, blues y acústico y encima canta como los ángeles y sabe complementar a la perfección las líneas vocales del cantante creando fantásticas armonías.

No todo fue miel sobre hojuelas, no en vano el tema que nos ocupa, contenido en ese compendio de temones que es el Slippery When Wet, vino provocado por una desavenencia entre Jon Bon Jovi y Richie Sambora sobre una chica que salía con uno de ellos pero lo dejó por el otro. La letra ya estaba clara. La base para la melodía y la estructura la trajo el genial, colosal, ciclópeo, enorme… cualquier adjetivo que se os ocurra se va a quedar corto, Desmond Child. Da igual dónde mires, has escuchado canciones suyas y además ha colaborado con prácticamente todos los grandes.

La historia cuenta que Mr. Child había probado con la progresión de acordes en un tema que escribió para Bonnie Tyler, pero no terminó de funcionar, por lo que volvió a intentarlo con estos chicos melenudos de New Jersey. Parece que esta vez sí. El riff inicial de guitarra está doblado una octava más aguda para ganar cuerpo, pero el verdadero carácter del tema es en la manera en la que Sambora puntualiza cada fin de verso de Jon a base de armónicos forzados. El estribillo parece hecho a medida para ser berreado en cualquier estadio y, raro es esto, es de los pocos temas de Bon Jovi que no admite bien un arreglo acústico. Comprobado. No obstante, ha envejecido muy bien desde el 86, exactamente igual que la banda derecha del Bernabéu.

 

Un jugador, una canción

1-Sergio Ramos – Dazed and confused

2-Karim Benzema – Aint’t that a kick in the head?

3-Luka Modric –  Dark Side of the Moon

4-Lucas Vázquez Neon

5-Raphaël Varane -Suck my kiss

6-Rodrygo Goes – Shout it out loud

7-Toni Kroos Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band

8-Gareth Bale - Master Of Puppets

9-Nacho - Overkill

10-Isco - Dance of Eternity 

11-Valverde -The Trooper

12-Thibaut Courtois - Layla

13- Ferland Mendy- Graceland

14- Carlos Casemiro - Regret

15- Marcelo Vieira - The Spirit Of Radio

16- James Rodríguez- Days

17- Eden Hazard- Life On Mars

18- Mariano Díaz- On The Outside

19- Luka Jovic- Du Hast

 

 

 

 

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