Las mejores firmas madridistas del planeta

Era una noche con un nuevo récord para el hombre récord. 735 partidos dirigidos por Pablo Laso, batiendo el fabuloso registro de hace 30 años del mítico Lolo Sainz. Para “conmemorarlo”, antes del partido se confirmaba la baja de Usman Garuba, lesionado ante el Estudiantes. El equipo salía con menos “postes” que nunca, y el gran capitán Felipe Reyes entraba entre los 12 elegidos para enfrentarse a un durísimo Valencia Basket.

Por si faltaba emoción, a los treinta segundos, Edy Tavares cometía su primera personal y Pablo Laso no dudaba en sentarlo, y en sacar a Felipe en su lugar. Un Reyes que llevaba semanas sin jugar, una decisión valiente para proteger también a Alex Tyus al principio del encuentro.

El primer cuarto resultó perfecto para los blancos. Un vendaval liderado por un Carlos Alocén, a quien han crecido todos los dientes en las últimas tres semanas, con una dirección frenética que culminaban con acierto un fabuloso Gaby Deck (10 puntos), Thompkins y Carroll. 29-17 en el marcador.

El segundo cuarto empezó más espeso, ya con las rotaciones, y en particular por la parsimonia en ataque de Nico Laprovittola, recién superada su baja por el Covid-19. Causeur, Abalde y Thompkins, más unos triples finales de Llull y Rudy sirvieron para mantener una cómoda diferencia al descanso, 49-34. A destacar que el Valencia dispuso de 16 tiros libres (de los que convirtió 15), gracias al continuo martilleo de Hierrezuelo sobre los pivots blancos. Esos tiros mantuvieron semivivos a los valencianos, que tan solo fueron capaces de anotar un triple.

El tercer cuarto, ya con Tavares en pista (tan solo 1 minuto jugando en la primera parte, tras cometer 2 personales), pareció que se finiquitaba con una ventaja de 21 puntos para los merengues (59-38). Todo cambió con una falta de Alocén sobre Prepelic que propició que el ex madridista marcase sus tres tiros libres. Aquello fue el inicio de un inesperado y espectacular parcial de 0-15 para los naranjeros, poniéndose a tan solo 6 puntos de distancia. Tan solo Deck era capaz de mantener el tipo en defensa, en un discreto partido del gigante Tavares, y en ataque, llevando 23 puntos anotados a falta de 8 minutos. Era momento de ponerse de nuevo el mono de trabajo: Lapro-Causeur-Rudy-Deck y Tavares en pista.

Intercambio de canastas y por fin el Madrid dispone de tiros libres después de entrar el Valencia en bonus, con Trey Thompkins infalible, ya por encima de los 20 puntos anotados. Varias acciones individuales, culminadas con un triple de Llull, pusieron de nuevo una diferencia de 16, 80-64, que se antojaba decisiva a poco de más de tres minutos para el final. El Madrid siempre jugó con muchas más ganas de pelear, de ganar, de sufrir y de sudar. Los últimos minutos fueron para que los de Ponsandreu maquillasen el resultado con triples de Hermansson, pero el resultado jamas peligró.

Enorme partido en definitiva de Deck y de Thompkins, ambos anotando 23 puntos, mucho sacrificio y mucho amor propio, las señas de identidad que han llevado a lo más alto a este Real Madrid y a su líder indiscutible, Pablo Laso, a ser leyenda en el banquillo blanco, con esos 735 partidos, y que llevan a semifinales en esta edición de la Copa ACB.

El partido tuvo un hermoso colofón con un mensaje grabado de Lolo Sainz felicitando a quien ha sido capaz de superar su enorme récord: Laso encajó con mucha emoción las bellas palabras del gran Lolo, gloria como jugador y como entrenador del Real Madrid.

El sábado, duelo en semifinales ante el Tenerife de Vidorreta, que se impuso con claridad en su eliminatoria al San Pablo Burgos.

 

Fotografías: Getty Images.

Reflotamos este artículo en memoria de Mariano Jaquotot con motivo del aniversario de su fallecimiento.

Mariano Jaquotot fue un excelente directivo del Real Madrid que se ganó el corazón de todos los baloncestistas del club que tuvimos la fortuna de conocerlo. Hoy se cumplen 25 años de su fallecimiento, y con este motivo he charlado con diferentes personas, en busca de compartir las remembranzas invariablemente positivas que su recuerdo nos suscita, entre ellos mis excompañeros Juan Antonio Corbalán y Fernando Romay, además de José Manuel Jaquotot, hermano del dirigente a quien hoy homenajeamos.

Precoz empresario, madridista de infancia aunque de familia atlética, se vinculó desde muy joven con Ramón Mendoza, de quien llegaría a ser segundo y primer vicepresidente pero de cuya candidatura ya formó parte en la primera elección que Mendoza perdió contra Luis de Carlos. Recibió el encargo de llevar a buen puerto la sección de la canasta en momentos convulsos, pues su llegada coincidió con la recta final en el club de jugadores emblemáticos, como el propio Corbalán e Iturriaga. Fue vicepresidente entre 1988 y 1994, cuando un fulminante cáncer nos privó de su brillantez y humanidad.

Su primer encuentro con el equipo fue un tanto accidentado. El día planeado para su presentación a la plantilla, el Madrid perdió un partido contra el Ford de Cantú de forma inesperada. Cuando Mariano entró en el vestuario de la mano de Lolo Sainz se encontró con juramentos, zapatillas lanzadas con furia contra la pared y vendajes fuera de su piel aplastados contra el suelo. A aquel equipo no le gustaba perder y cada vez que sucedía lo exteriorizaba de forma furibunda. El acto se suspendió sobre la marcha con el dirigente sorprendido por una exhibición de frustración tan expresa. No obstante, y a pesar de ser un desconocedor del baloncesto, entendió que en aquel vestuario latía madridismo esencial, de manera que se integró de forma tan rápida como se forjó su compromiso para guiar a la sección al mejor puerto posible.

Su misión de construir un Madrid nuevo con una sección autónoma con él como director -más o menos lo que sucedió en tiempos de Raimundo Saporta- se vio obstruida por el fallecimiento de Fernando Martín. A pesar del dolor y de los problemas financieros del club, que alentaron las nefastas y enigmáticas voces en la directiva que pedían una disolución de la sección, Jaquotot se afanó en la tarea con constancia y brillantez. Como me recuerda Corbalán, es justo que se le atribuya el éxito de la Copa de Europa del 95, que desgraciadamente no llegó a ver debido a su prematuro fallecimiento, pues fueron sus decisiones las que marcaron el futuro del club en esos años. En el gran palmarés logrado por la sección durante su ejecutoria hay que contar también con 3 Ligas, 3 Copas, 1 Copa Korac y 2 Recopas.

Mariano Jaquotot murió muy joven, cuando su aún corta carrera madridista prometía un futuro extraordinario como directivo. Algunas de las figuras más señaladas de los años 90 (Corbalán, Romay, los hermanos Martín, Iturriaga y este humilde cronista) mantuvimos una relación de amistad o muy cercana a ella con quien fue nuestro superior jerárquico: un madridista profundo, trabajador, sincero, alegre, educado y justo, que siempre supo tratarnos de la forma más correcta para nosotros y más provechosa para el club. Con un poco más del tiempo que la vida no le otorgó habría cumplido muchos de los sueños que sólo alcanzó a proyectar: un Madrid hegemónico construido a su medida. Estuvo muy cerca de hacerlo, pero la desdicha se cruzó en su camino. Aún hoy, recordamos su figura con el enorme respeto que nos merece quien dio todo para que fuéramos mejores.

Su hermano José Manuel, fervoroso atlético que incluso formó parte de una candidatura que se enfrentó a la de Jesús Gil, recuerda la discrepancia deportiva de la infancia. "Mariano era el único madridista en una familia eminentemente atlética. Eso no implica, a pesar de que hablábamos de fútbol todo el tiempo, que discutiéramos jamás con ese motivo. Jamás lo hicimos. Ya de adultos, en el año 87, con ocasión de un derbi que merengues y colchoneros empatarían a uno, nos pidieron en El País que escribiéramos una especie de doble columna enfrentando nuestras preferencias deportivas. Fue lo más cercano a una lucha fratricida que nunca tuvimos".

"Hoy, al mirar de reojo a mis hijos, advierto que, afortunada y libremente, son seguidores de Real Madrid. (...) No hay peligro, han pasado treinta años y el esplendor sigue". Imposible no emocionarse hoy con el último párrafo de esta doble joya.

José Manuel confirma que Mariano no era ducho en baloncesto cuando tomó las riendas de la sección. "Pero enano (él me llamaba siempre enano al ser yo su hermano pequeño), es que ahí es donde voy a poder hacer algo". Tenía razón: a Mendoza no le interesaba el baloncesto, por lo que Mariano disfrutó de la autonomía que preveía, lo que le permitió hacer grandes cosas. "Enseguida se enganchó también al baloncesto, si bien nunca dejó de ser un futbolero empedernido". Llegó también a presidir la ACB.

José Manuel aporta un documento que viene a probar lo ya apuntado por Corbalán: la gratitud de la plantilla del equipo tras el logro de la Octava Copa de Europa de la sección (1995), que Mariano no puedo llegar a atestiguar por dejar este mundo pocos meses antes de su consecución. "Todos los jugadores de la plantilla, así como Obradovic, firmaron una foto de Mariano en señal de gratitud por su labor, crucial para el logro de ese título. Conservo la foto, por supuesto. Es el único recuerdo madridista que tiene cabida en casa de un colchonero irredento como yo", ríe el hermano.

"Mariano pasó por varias situaciones complicadas como vicepresidente del club", recuerda. "Una de ellas fue su viaje a una Yugoslavia en pleno conflicto bélico para cerrar el fichaje de Prosinecki. Mendoza le mandó a la guerra, literalmente, y lo cierto es que volvió con el objetivo cumplido, con independencia de cómo fuese después el rendimiento del centrocampista. Otro momento delicado fue cuando viajó a Estados Unidos para negociar el traspaso de Petrovic a la NBA, y sus tratos con David Stern".

Cuando falleció, no faltó quien señaló que nos hallábamos ante la pérdida del delfín de Mendoza. "No cabe duda de que le habría encantado presidir el club", refrenda José Manuel. "Supongo que los dos vicepresidentes de aquel momento (Sanz y Jaquotot) habrían tenido sus opciones. Mariano, desde luego, tenía argumentos a favor. Mariano y Lorenzo no podían ser más diferentes, pero creo que se llevaban bien. Con el tiempo, he tenido ocasión de tratar con Sanz que me ha manifestado su consideración por mi hermano. Lo cierto es que es prácticamente imposible encontrar a alguien que hable mal de él. La propia Peña El Ojo del Tigre le dedicó una canción. No es habitual que unos seguidores canten a un dirigente".

El desenlace del cáncer de Mariano fue por desgracia fulminante. "Él estaba siempre muy en forma. Quince días antes del diagnóstico, salió a correr con Corbalán y Del Corral (ya retirados) y les ganó un desafío. <<He ganado corriendo a dos leyendas del Madrid de baloncesto>>, comentaba orgulloso y bromeando, con el espíritu competitivo que le caracterizaba. Recuerdo perfectamente que estábamos viendo un Real Madrid-Real Sociedad y se quejó de que le dolía el abdomen. A partir de ahí no pudo hacerse nada. Fue cuestión de pocos meses", recuerda José Manuel emocionado.

Se truncó así la vida y la carrera de un directivo que tuvo tiempo de grandes logros, aunque impresiona pensar lo que habría podido conseguir si la fatalidad no se lo hubiera llevado tan increíblemente pronto.

Querido Mariano, siempre te recordaremos.

 

 

 

 

El Real Madrid de baloncesto no cumplió con las expectativas y ni siquiera logró pasar de la fase de grupos de la Fase Final de la ACB tras perder ante el San Pablo Burgos y el Morabanc Andorra, equipos que cuentan con plantillas claramente inferiores pero que compitieron mucho mejor en Valencia.

El torneo del Madrid fue, simple y llanamente, para olvidar. Y aunque se tratara de un formato novedoso y que no otorgara ningún beneficio a los equipos mejor clasificados (a diferencia del factor pista habitual de los playoffs), creo que no se deben obviar un par de aspectos:

Primero, en él se decidía el campeón de la ACB. Podemos poner todos los asteriscos y las pegas que queramos, pero el título de la ACB figurará en el palmarés del Baskonia (¡enhorabuena!), tal y como sucedería cualquier otro año.

Segundo, todos los equipos llegaban en las mismas condiciones adversas. De hecho, hubo varios equipos que llegaron con más bajas e imprevistos que el Real Madrid y, aun así, lucharon más y mejor.

Real Madrid eliminado de ACB

No hablaría de fracaso rotundo, porque las circunstancias han sido muy excepcionales, pero que el Madrid no se haya clasificado entre los dos primeros del grupo es una clara decepción. A un partido se puede perder ante cualquier rival en la élite. Todos habríamos entendido que el Madrid perdiese en semifinales ante un equipo como el Burgos o como el Andorra (no digamos ante un Barcelona, un Baskonia, un Unicaja, un Valencia…). Pero, siendo sinceros, caer en la fase de grupos no entraba en los planes de nadie.

Dicho todo esto, toca contextualizar. Hablamos de un equipo mítico, plagado de jugadores extraordinarios y dirigido por uno de los mejores entrenadores de la historia de la Sección. Un equipo que lo ha ganado todo y que nos ha enganchado al baloncesto como nunca desde hace casi una década. Y tampoco hace falta remontarse a un pasado remoto. Hace poco más de 3 meses el equipo había ganado la Copa del Rey con una brillantez impresionante y ocupaba la segunda posición en las Ligas Regulares de la Euroliga y la ACB. Cuando se suspendió la temporada, el Madrid acumulaba 12 partidos sin perder en todas las competiciones.

¿Qué quiero decir? Que el Real Madrid no es en realidad el equipo que hemos visto en Valencia. El conjunto madridista sigue siendo uno de los mejores equipos de Europa y no necesita ninguna revolución. Sí necesita (más bien, necesitaba, pasara lo que pasara en este torneo), varios retoques.

Real Madrid campeón de Supercopa

No voy a hablar de todo lo que falló en Valencia porque sinceramente no lo sé. ¿Falta de preparación? ¿De mentalidad? ¿Problemas físicos? Nunca lo sabremos. Lo que sí me gustaría analizar son los aspectos negativos que se han visto en Valencia y que ya se habían podido apreciar anteriormente, desde septiembre a marzo o incluso en temporadas anteriores. El Madrid estaba haciendo una muy buena temporada, pero no era en absoluto un equipo perfecto. ¿Qué falló tanto en Valencia como durante la competición “precovid-19”?

1) El Madrid cuenta con una plantilla excesivamente envejecida. Ya lo sabíamos, pero ha quedado más patente que nunca en esta Fase Final. Felipe Reyes (40 años), Jaycee Carroll (37), Rudy Fernández (35), Sergio Llull (cumplirá 33 en noviembre, desgraciadamente aún guardamos en la retina su grave lesión de rodilla y cada vez son más recurrentes sus problemas físicos). Cuatro jugadores legendarios (tres de ellos, cupos, por cierto) que han formado la columna vertebral del Madrid de Laso desde 2012 y que aún hoy siguen desempeñando un papel relevante, con la excepción de Felipe.

Es necesario introducir en el equipo piernas jóvenes, energía, savia nueva que asegure la continuidad del proyecto para cuando los antiguos referentes ya no estén. Suena fácil, pero no lo es. Carlos Alocén es un muy buen comienzo, pero no es suficiente. ¿Alberto Abalde? Si fuera el Madrid trataría de fichar al exterior del Valencia Basket. 24 años (con el potencial que conlleva y mejorando año a año), piernas excepcionales (tanto para defender como para romper a sus defensores), capacidad para anotar y para ayudar en la creación, y encima cupo. Poco más se puede pedir. Eso sí, habría que pasar por caja (tiene cláusula).

Jaycee Carroll y Rudy Fernández

2) Existe una excesiva dependencia de Facundo Campazzo y Edy Tavares en ambos lados de la pista.

Campazzo es el jugador que hace que funcione el ataque del Madrid. Él es quien genera el 90% de las ventajas en ataque, gracias a su endiablada velocidad, fabuloso bote de balón y excepcional lectura y visión de juego. Además, cada día lanza mejor. Cuando no está bien, el Madrid sufre. Basta con ver su mal partido ante el Burgos (llegó tocado) o su mala racha en octubre en la que el Madrid perdió varios partidos consecutivos. Tras el encuentro ante el Burgos fue el mejor jugador del equipo con claridad, pero no estuvo bien arropado por muchos de sus compañeros.

Los otros generadores exteriores del equipo (o bases, como os guste llamarlos), Sergio Llull y Nico Laprovittola, no poseen la brillantez ni la explosividad y velocidad del Facu, y tampoco su confianza. Sergio o Nico pueden hacer un gran partido de vez en cuando si están acertados en el tiro (ambos estuvieron estupendos en el primer partido ante el Gran Canaria, por ejemplo, especialmente Llull), pero no son jugadores consistentes ni capaces de generar ventajas para sus compañeros con regularidad.

Defensa de Tavares

Tavares es un sistema defensivo por sí mismo. Eso ya lo sabemos. Modifica tiros como nadie, lee perfectamente la defensa y se mueve bien para lo enorme que es. Es imposible que el 5 suplente pueda replicar lo que aporta el caboverdiano, pero tampoco es de recibo que el Madrid, cuando está en cancha Jordan Mickey y no Edy Tavares, parezca otro equipo mucho más vulnerable. Se sufre en el rebote y en el poste, se defiende peor el bloqueo y continuación… Mickey es un jugador joven, con potencial y con talento en ataque (tiene muy buena mano), pero, aparte de las debilidades citadas, tiene un problema: es extracomunitario.

Según las últimas informaciones de los siempre fiables Ricardo González y Carlos Sánchez Blas, el futuro de Laprovittola y Mickey como jugadores del Madrid está muy en el aire.

La previsible llegada de Ante Zizic (pívot croata de 23 años alrededor del 2'10 de altura), que está atado según Chema de Lucas (siempre acierta) y el prestigioso periodista estadounidense Keith Smith, acabaría posiblemente con los problemas del Madrid en el rebote y en la defensa al poste.

Si alguien quiere conocer qué jugador es hoy en día Zizic, iré completando en las próximas semanas este hilo con varios vídeos y comentarios:

(pinchar en imagen para ir al hilo)

 

3) Falta potencial anotador en el juego exterior. Sergio Rodríguez, Sergio Llull, Luka Doncic, Rudy Fernández, Facu Campazzo... No somos conscientes del talento ofensivo y de los generadores de juego que ha tenido el Madrid en los últimos años. Todos, además, potenciados por un Pablo Laso experto en dar confianza y galones a los exteriores ofensivos y talentosos. Por unas cosas o por otras, hoy es solo Campazzo, y no es su principal virtud, el único capaz de anotar 15 puntos generándose canastas con el bote en cada partido importante. El Chacho y Luka se marcharon, Rudy se ha ido reciclando en un especialista (cada vez se le ve menos buscando anotar por su cuenta y más lanzando tras recibir) y Llull, que lógicamente ha perdido explosividad y confianza tras la lesión, está cada vez más irregular.

Facundo Campazzo atacando

El juego interior del Madrid no me preocupa, y menos con la posible incorporación de Zizic. Sin embargo, el papel de los interiores, tan importante en defensa al ser los “guardaespaldas” de sus compañeros, mengua considerablemente en ataque. El Madrid de Laso (y en general, cualquier equipo de baloncesto) da las riendas del ataque a los exteriores, que generan ventajas a través del bloqueo directo y, en menor medida, del 1 contra 1. El juego en el poste está en peligro de extinción al mostrarse más ineficiente que el resto de acciones ofensivas, aunque no me extrañaría que Zizic, si se confirma su fichaje, tuviera protagonismo de espaldas al aro. En todo caso, el rol de los interiores suele quedar reducido a ser meros finalizadores, ya sea lanzando desde el triple, especialmente desde las esquinas (caso de Randolph o Thompkins), o acabando cerca del aro.

Lo que el Madrid realmente necesita es más pólvora por fuera. Un jugador que rompa con el bote a sus pares y anote y saque faltas; que coja el balón a falta de menos de 10 segundos para que termine la posesión y sepas que, sea como sea, va a conseguir sacar petróleo. El equipo lo pide a gritos desde la marcha de Doncic. Alocén no es ese tipo de jugador (es más un jugador que no absorbe mucho balón, excelente pasador y que brilla en transición; el jugador opuesto a Laprovittola, para entendernos), pero Abalde, si el Madrid se lanzara a su fichaje, sí podría ayudar en esa tarea. No obstante, podría quedarse corto (no digamos si Campazzo termina marchándose a la NBA…).

Abalde contra Real Madrid

Otro periodista fiable, este extranjero (Nikos Varlas), comunicó que Jeff Taylor también podría estar en la cuerda floja. Sorprende a primera vista porque es un jugador que tiene contrato y que siempre ha contado con la confianza de Pablo. Pero si se piensa, tiene cierto sentido. Su perfil claramente defensivo (gran defensor del jugador que bota el balón) no es tan necesario en el Madrid actual como lo fue en el Madrid de los Sergios y Doncic, extraordinarios generadores de juego y flojos defensores del atacante que lleva el balón. Si sigue Facu, llega Alocén y el Madrid puede fichar a Abalde o un jugador similar, ese papel de perro de presa que representa Jeff Taylor no parece tan imprescindible.

Como vemos, parece que el verano va a ser bastante más movido de lo que pensábamos. Los rumores apuntan a jugadores no imprescindibles, por lo que su baja no supondría ningún cambio de ciclo. Al revés, implicaría continuidad pero tratando de dar ese paso adelante que puede dar el Madrid si pule ciertos defectos. Otra cosa sería si Facundo Campazzo acaba saliendo rumbo a la NBA (esperemos que no). Pero de eso ya habrá tiempo de hablar. De momento, a aprender de los errores pero sin perder la cabeza.

 

 

La eliminación del Madrid nos ha dejado descolocados. Uno ha visto multitud de sorpresas en el mundo del deporte, aunque pocas veces la incredulidad se adueñó de mi pensamiento con tanta fuerza. Han pasado ya unos días y sigo sin creer que el equipo de Pablo Laso, el mejor equipo europeo de los últimos diez años, reduzca su actuación en la Fase Final de la Liga a un fiasco.

Lo más llamativo es que en el partido decisivo contra el Morabanc Andorra ni siquiera lanzaran su estampida desesperada de última hora. Nunca antes este equipo se había ido de una derrota decisiva sin arrojar toda su voluntad, sin lanzarle el aliento al cogote del rival en algún momento. Sus ráfagas desesperadas dieron muchos triunfos y más sustos. Pero en esta ocasión la mente de los jugadores vagaba por lugares desconocidos.

Quizás algún día sabremos por dónde si ellos lo quieren explicar. Seguro que no rondaba la trascendencia de un campeonato de Liga para el Real Madrid y sus seguidores. Sus ojos fríos, sus bocas cerradas y cierta inactividad gestual revelaban que algo no iba bien. Y no supieron revertir sus emociones para la reacción.

Mi querido amigo Fernando Romay, a quien pronto leeréis en esta página, apuntaba en nuestra conversación que la extraña situación ha perjudicado al Real Madrid, un equipo acostumbrado a ponerse en forma según avanza la temporada. Lo mismo podría ocurrirle a Tavares por sus características específicas. Y en el mismo sentido, aunque con diferentes matices, la idea de que es un equipo poco dado a entrenamientos y que se pone en forma jugando partidos ha rondado las tertulias familiares.

Entre unas y otras causas el juego vibrante, arrollador y preciosista en ocasiones no se ha asomado por Valencia. El Madrid de Laso en sus diferentes versiones -pues del año de su llegada sólo resisten Llull, Carroll y Felipe Reyes- se mostró invulnerable a rachas, fulgurante para batir récords y hasta ganador como se podía, tirando del proverbial coraje madridista. Y a uno le duele que un equipo que estaba en el camino de conseguir una nueva Euroliga cierre su temporada con la amargura de una actuación fuera de su categoría.

Aunque quizás esto llame la atención de sus dirigentes para paliar alguna de sus mínimas carencias, como la dependencia de Tavares y la tendencia al descontrol. No es fácil, porque el Madrid ya tiene grandes jugadores y algunos posibles tienen un precio desorbitado. Eso sí, le quedan muchos meses para hacer actos de contrición y de reflexión y para prepararse con la mayor intensidad para comenzar la temporada que viene en la mejor condición. Ya que la liga se fue, que así sea.

Vuelve el Real Madrid. Objetivo: Regresar a casa sanos y salvos y con el título de la ACB bajo el brazo.

El miércoles 17 de junio se reanuda la ACB en Valencia con un formato muy atractivo para los espectadores pero, a la vez, un tanto peligroso para la salud de los jugadores. La fase final de la ACB constará de dos grupos conformados por 6 equipos (Real Madrid, Gran Canaria, Burgos, Valencia, Andorra y Zaragoza, por un lado; Barcelona, Baskonia, Unicaja, Tenerife, Bilbao Basket y Joventut, por otro). Los dos primeros clasificados de cada grupo se cruzarán en semifinales. El campeón y el subcampeón jugarán la friolera de 7 partidos en menos de dos semanas. Y lo harán tras más de tres meses sin jugar.

Me parece prácticamente imposible predecir el rendimiento de los equipos dada la situación excepcional que se está viviendo. Estos llegan a una competición novedosa y con una gran acumulación de partidos, tras meses sin competir y con bajas sensibles en muchos casos, especialmente destacable la de Malcolm Delaney (flamante fichaje del Olimpia Milán), jugador que venía siendo importante para el Barcelona.

A primera vista diría que el grupo del Madrid es algo menos potente que el otro, pero tampoco puedo aventurarme a decir mucho más. Sí parece coherente pensar que los equipos más envejecidos y con una rotación más corta lo van a pasar peor que los conjuntos que cuentan con jugadores jóvenes y una rotación más larga. Y, por supuesto, que los equipos estables y ya asentados, con un sistema de juego y una plantilla continuistas (caso del Real Madrid), tendrán una ventaja nada desdeñable.

En este formato se antoja más decisiva que nunca la forma de rotar a los jugadores. Ahí el Madrid también lleva las de ganar, al contar con una rotación profundísima. Un exceso de minutos con tan poco descanso entre partidos y con un rodaje tan reducido puede resultar muy perjudicial para el físico de los jugadores.

Según las últimas informaciones, los equipos podrán hacer cambios en la plantilla antes de cada partido. Por tanto, Pablo Laso podrá ir planificando las convocatorias según el rival y el estado del equipo.

El objetivo del Madrid debe ser encarrilar la clasificación para la semifinal lo antes posible y así tratar de jugar alguno de los últimos partidos del grupo con los jugadores menos habituales. Cuanta menor sea la carga de minutos para los jugadores importantes, menor será la probabilidad de sufrir problemas físicos.

Es de esperar que el equipo viaje a Valencia con el máximo número de jugadores posible. A propósito de esto, si el Madrid logra encauzar pronto el pase a semis y cuenta con él, podría ser un buen momento para ver debutar a la joya de la cantera de 16 años, Juan Núñez, que está entrenando con el primer equipo desde hace semanas.

Ya sabemos que en ACB solo pueden jugar dos extracomunitarios. No me extrañaría que Pablo fuese rotando a los extras (Gabriel Deck, Trey Thompkins y Jordan Mickey) en los partidos del grupo. Sin embargo, de cara a los partidos decisivos, y dando por hecho que Gabriel Deck será de la partida, ¿quién será el jugador elegido por Laso? ¿Thompkins o Mickey? Para mí la respuesta sería clara (Thompkins) si Usman Garuba, que se incorporó a los entrenamientos tres semanas después que sus compañeros (tuvo que guardar cuarentena por haber estado en contacto con un positivo), estuviera disponible para ayudar en el puesto de 5. Trey, recién renovado por dos temporadas, es más determinante que Mickey y cuenta con la confianza de Pablo Laso tras tantos años respondiendo en los momentos decisivos de la temporada. Si Garuba no estuviera preparado, no debería descartarse la opción Mickey, ya que cualquier percance con Tavares (que se cargue de faltas, algún problema físico, etc.) podría ser un problemón para el Madrid.

Finalmente, un asunto que debería captar la atención de los madridistas es el papel de Carlos Alocén en el torneo. De acuerdo con la información de los periodistas más fiables en clave Real Madrid (Carlos Sánchez Blas y Ricardo Rodríguez), parece que el conjunto blanco cuenta con el jugador maño la próxima temporada. El Zaragoza llega con bajas importantes y podría ser una buena oportunidad para que Alocén brille en un escenario en el que la expectación y la exigencia van a ir de la mano. En la Copa de Málaga estuvo muy apagado, así que en Valencia tendrá la oportunidad de resarcirse. El base de 19 años jugará ante su futuro equipo el viernes 26 de junio.

Esperemos que después del enfrentamiento ante el Zaragoza de Alocén, los de Laso estén a dos partidos de ganar la tercera Liga ACB consecutiva, la sexta en los últimos 8 años.

 

Fotografías Getty Images.

 

Supe antes lo que era la Copa Korac que una raíz cuadrada. Me sabía mejor los nombres completos de la plantilla del Real Madrid de baloncesto que los de los primos segundos del pueblo. Mis padres me dijeron que me quedé despierto hasta muy tarde viendo cómo España ganaba a Yugoslavia para clasificarse a la final de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, aunque si soy sincero, yo no me acuerdo de eso. El día de Navidad nos íbamos al Palacio porque había partido.

En casa se hablaba de Corbalán, Fernando Martín o Romay como si fueran amigos de toda la vida. A veces, simplemente por el nombre, como un viejo colega: “¡Vaya triplazo, Chechu!”. En 1989 le pedí un autógrafo a Anthony Frederick, un norteamericano de paso fugaz. Levanté la mano para que me la chocara y se quedó en el aire. No me importó. Por supuesto, le llamé “Anthony”. Poco me faltó para llamarle “Toñejo” y que me soltara un bofetón.

Había uno de esos jugadores que era diferente. Sonreía, pero también atizaba codazos si era menester. Corría la cancha a toda velocidad y los chavales le imitábamos en el recreo del colegio. Gritábamos “¡Palomero!” Y esperábamos que el que había cogido el rebote nos mandara el balón para anotar sin oposición. El Rey de los Palomeros tenía nombre rimbombante, imposible olvidarse: Juan Manuel López Iturriaga. Podría haber sido baloncestista o árbitro de fútbol. Iturriaga luego se convirtió en estrella de la televisión, pero yo confieso que veía sus programas únicamente porque le había dado a lo de las canastas. Era como una especie de apoyo espiritual que nadie más sabía. En casa veíamos las bromas de Inocente, Inocente, bien, pero yo estaba ahí por otra cosa. “Yo sé que eras alero del Real Madrid”, que lo sepas, Iturriaga.

 

Mensaje de Iturriaga

Puja por la camiseta de Iturriaga

 

Desde que conozco a Pablo Laso es una persona dedicada. Que conste que en mi forma de ponderar es el máximo elogio que pueda dedicar a alguien. Alguien que dedica su vida a una causa noble, el baloncesto, y, en su día, a la defensa de los derechos de los jugadores. Por ser poco conocido y porque viene a cuento de lo que cuento, desvelo que fue un vocal implicadísimo, como el que más, de los que integraron las Junta Directiva de las ABP mientras este humilde escribidor estuvo en la entidad. Una persona apasionada.

Con el paso del tiempo a través de la búsqueda del conocimiento ha alcanzado la calma de la sabiduría. Y como todos los sabios sigue siendo consciente de que falta mucho por conocer. Pablo se ha convertido en un entrenador extraordinario, brillante, con la virtud de tener siempre los pies en el suelo. Empieza a acercarse a todo lo perfecto que puede ser un ser humano.

¡Por supuesto!, de forma generosa no dudó un instante en colaborar con La Galerna y hacernos un regalo extraordinario: va a abrir las puertas de un entrenamiento, del santuario para poder ver de cerca a los héroes. Lo que hacen y cómo se tratan, cómo entrenan, se miran y se hablan cuando no hay espectadores. Una oportunidad vedada al resto del mundo: ni siquiera un ex jugador como yo me atrevo a pedirles que me lo permitan, porque es un recinto en el que sólo pueden y tienen que estar los miembros del equipo. Por un día, serás un privilegiado, alguien único en el mundo del madridismo.

 

Pujar por asistencia a entrenamiento del Real Madrid de baloncesto y dos entradas para el partido

Genes madridistas –cómo nos hubiera gustado conocer al Pepe Laso base, con camiseta blanca- pero formación baloncestística puramente vitoriana, Pablo Laso tuvo una brillante carrera como jugador, aunque probablemente nos llegó un poco tarde al Real Madrid, pese a lo cual jugó admirablemente bien aquí. Muchos pensaron, cuando regresó ya vestido de chaqueta y para dirigir al equipo desde el banquillo, que ahí sí que se le había pasado el momento, sin haber dirigido nunca a ninguno de los conjuntos punteros, salvo su paso bastante fugaz por el Valencia. Y allí es donde unos cuantos se equivocaron profundamente.

Hace nueve años nadie parecía capaz de sacar adelante al Madrid, y mira que varios de los entrenadores de aquella larga época con muy escasos títulos eran de primera fila: Sergio Scariolo es el actual campeón del mundo, caramba. Fallaba el respaldo organizativo desde el club, sin duda, desde la prematura desaparición de Mariano Jaquotot, pero no bastaba eso para explicar lo que se asemejaba a una especie de maldición. Para que una celebridad como Messina huyese, así por las buenas, en plena temporada…

Con todo ello en contra llegó Laso, se puso a trabajar y le dio magistralmente la vuelta a esos dos decenios de pesadilla que habíamos atravesado. Desde luego, la profesionalización y el apoyo desde los despachos contribuyeron mucho. Pero hacían falta esa presencia tranquila, esas ideas claras sobre un baloncesto en el que el ataque y la defensa son igual de importantes, y esa capacidad para comunicarse con sus jugadores –de caracteres no siempre fáciles- para que el Madrid volviese a ser el Madrid.

Casi nada se le puede reprochar a Laso en este etapa con alegrías cada año; si acaso, por eso que tenemos los veteranos de amor a la cantera, que algún jugador nacido en la casa como Willy Hernangómez no cuajase aquí y acabase marchándose a hacer las Américas. Pero el  mantenimiento del más alto nivel a través de las competiciones, de los obstáculos –incluidas las lesiones graves y las retiradas de figuras clave- y de las trabas lícitas y no tanto puestas desde fuera ha sido la obra maestra de Pablo Laso, lo que le coloca a la altura de Pedro Ferrándiz y de Lolo Sainz en la historia del mejor club de la historia del baloncesto europeo. Y para quien vio su primer partido de este deporte en una final europea de… 1962, es el ya inesperado y feliz retorno de sensaciones olvidadas.

Confieso que allá por el principio de los años 2000 mi fe por la sección de baloncesto del Real Madrid pasó una etapa próxima al agnosticismo, por no decir que casi caigo en apostasía.

La sección iba completamente a la deriva, casi sin pabellón propio (peregrinaciones por media Comunidad de Madrid, la Caja Mágica, Vista Alegre, Madrid Arena, incluso el pabellón de Torrejón de Ardoz), con un desfile de entrenadores y de jugadores mediocres. Sinceramente, pensé que el club acabaría dando el cerrojazo a una sección que, hasta el año 2000, cuando los del fútbol conquistaron la Octava en Saint-Denis, llevaba más Copas de Europa que la sección de balompié.

Desde la conquista de la Octava de baloncesto, en 1995, en Zaragoza, con exhibición de Sabonis, Arlaukas y Antúnez ante el Olympiakos, los éxitos de una sección gloriosa fueron casi esporádicos durante 16 años: apenas 3 ligas —dos de ellas inolvidables, ciertamente, la de 2000 con Sasha Djordjevic liderando la toma del Palau y la de 2005 con la remontada de ocho puntos en menos de un minuto en Vitoria, con el celebrado triple de Herreros— y exactamente cero Copas del Rey, dato increíble si tenemos en cuenta que el Madrid era —y sigue siendo— no solo el rey de Ligas sino también el rey de Copas. En el plano internacional, magro bagaje, la Recopa de 1997 y la Eurocup de 2007, bajo la dirección de Joan Plaza, que también conquistó la liga de aquella temporada con un jovencísimo Llull, más las aportaciones de Bullock, Felipe Reyes, Mumbrú, Raúl López o el belga Axel Hervelle.

En la segunda época de Florentino, cuando los aficionados temblábamos por la continuidad de nuestro baloncesto, llegó el acertadísimo fichaje de Juan Carlos Sánchez Lázaro para dirigir la sección, lo que supuso la consolidación de “los Albertos”, Herreros —subdirector desde 2005— y Angulo —director de la cantera desde 2009—, como piezas fundamentales en el organigrama del balón naranja.

La sección podía respirar tranquila, contando además con la sabiduría de Clifford Luyk en la asesoría técnica y con la presidencia de honor encarnada por el gran Emiliano Rodríguez. Ya solo faltaba apretar la tecla adecuada para dirigir al primer equipo.

La apuesta era arriesgada, puesto que Pablo Laso, el entrenador elegido, provenía del Gipuzkoa Basket, tras haberlo ascendido desde la Liga LEB, en primer lugar, y haber mantenido a los donostiarras más que dignamente en la ACB. Además, había tenido su bautismo en ACB en 2004 con el Valencia Basket y luego dirigió al Cantabria.

Qué les voy a contar de lo que supuso y sigue suponiendo la llegada de Laso. Tras el período antes comentado de travesía del desierto, con apenas títulos nacionales e internacionales, en 9 temporadas —y aún falta lo que queda de la actual— el Real Madrid ha reconquistado su cetro natural, con 5 Ligas en 8 años —recuerden que en los 17 años anteriores había conquistado solo 3—, 6 Copas del Rey —de las cuales 4 consecutivas, más las dos expoliadas en Canarias y en el propio Wizink, cuando la última de la era pre-Laso había sido en 1993—, 2 Euroligas (en Madrid y en Belgrado) más dos finales más otras dos Final Four, 5 Supercopas de España e incluso una Intercontinental en 2015 en tierras brasileñas ante los locales del Bauru. Por cierto, que hay que destacar que la temporada 2014-2015 es la más laureada de toda la historia de la sección de baloncesto, ya que se conquistaron todos los títulos en liza: Supercopa de España, Copa del Rey, Euroliga, Liga ACB y Copa Intercontinental.

Laso ha aportado al club sobre todo “las ganas de vivir”, una forma de jugar, como dice Vicente Ramos, que recuerda la de cuarenta años atrás, cuando en el viejo Pabellón de Castellana todos íbamos a disfrutar no solo de un deporte, sino de un espectáculo único en Europa y entretenidísimo: Brabender, Luyk, Rullán, Corbalán, Walter, Cabrera, Joe Llorente...

Este servidor se divierte muchísimo más yendo al Wizink que al Bernabéu, y eso es gracias a Laso, fundamentalmente. Porque Pablo sabe activar al equipo en cada partido, y aunque no siempre gane, el público sabe que siempre y en cada momento cada componente del equipo va a darlo absolutamente todo por el bien común del grupo.

La columna cerebral de los primeros años de Laso sigue aún dando guerra: Llull, Reyes, Rudy, Carroll. Hemos visto auténticos fenómenos físicos en este tiempo, con Gustavo Ayón, Slaughter o Edy Tavares. Líderes dentro y fuera de la cancha, como el Chapu Nocioni. Jugadores únicos e irrepetibles como Luka Doncic —gracias, Albertos, menuda cantera que habéis formado, con los Radoncic, Yusta, Garuba, Nakic, Spagnolo, y todos los que vienen empujando en juniors, con Juan Nuñez, Tisma y Kostadinov a la cabeza— , quizás el mejor jugador que haya vestido jamás nuestra camiseta, y eso es mucho decir. Bases fabulosos como el Chacho o como el que es hoy en día el mejor de Europa, Facu Campazzo. Talentos únicos como Randolph, Causeur o Trey Thompkins. Jugadores de equipo como Maciulis, Causeur, Rivers, Bourousis y Jeffery Taylor.

Laso me metió en su bolsillo desde el primer momento. Particularmente, llevaba casi quince años sin asistir en directo a un partido del primer equipo, hasta que regresé allá por 2013. Tuve la oportunidad de ver de cerca al presidente Florentino Pérez y ya me pareció en su momento que gozaba mucho viendo el espectáculo sobre la cancha. He vuelto muchas más veces al Wizink. A Florentino se le nota radiante al final de casi todos los partidos, los disfruta verdaderamente como cualquier aficionado de a pie. Por supuesto que los 19 títulos en 8 temporadas ayudan mucho. Pero es que hoy en día no hay un entretenimiento mejor no solo en Madrid, no solo en España, sino en toda Europa para contemplar en directo, y no hablo sólo de baloncesto...

Definitivamente, el lasismo es una de las mejores filosofías del siglo XXI, confieso humildemente que soy uno de sus más devotos adeptos. Ya son nueve años sentando cátedra en un banquillo que quema desde el primer minuto a los mejores y allí sigue, tras las huellas de los 13 años —en varias etapas— de Pedro Ferrándiz y los 14 años seguidos de Lolo Sainz como entrenadores del primer equipo.

Además, juego con ventaja. Coincidí con Pablo el año pasado en un evento benéfico —también con el gran Alberto Herreros— y puedo afirmar que, además de ser el mejor entrenador de Europa (como poco), es una persona de diez, muy accesible, cordial y encantadora. Así que aquí me tiene, como primer pretoriano del lasismo ilustrado, y esperando que este estado idílico dure muchos años más.

Por fin llegó el día, aunque tardó en que llegara la hora. Los minutos antes de los partidos decisivos transcurren con lentitud, llevan la contraria a los protagonistas que pretenden que la solución sea inmediata. Se entremezclan las sensaciones de seguridad con las de angustia y tratas de distraer la mente en cualquier asunto que te lleve a otra parte.

Pero finalmente llegó, y pronto nos dimos cuenta de que las previsiones eran ciertas. El palacio berlinés se fue llenando de amarillo, de banderas, camisetas, bufandas y gorras del Maccabi. Un reducido grupo de madridistas resaltaban entre el color macabeo, aunque su ayuda fue inestimable, pues sólo oímos sus voces y sólo vimos su blanco durante la mayor parte del encuentro. Tan concentrados estuvimos —y tan acostumbrados la mayoría a jugar en ambientes adversos— que sólo durante unos minutos el pulso nos tembló.

Pero no adelantemos acontecimientos. El partido comenzó a ritmo de vértigo y nuestro plan funcionó a las mil maravillas. Las defensas alternativas, hasta cuatro variantes que intercambiamos de forma automática como un reloj suizo, y el ritmo rápido que pretendíamos imponer desarboló por completo a los israelíes. A la bestia —en sentido cariñoso, por supuesto— Williams no le gustaba correr, de forma que cada ocasión se transformaba en un contraataque. Durante la primera mitad nuestro pívot titular, Randy Meister, mucho más rápido, le ganó el duelo con claridad.

Antes de los partidos, Randy Meister y este humilde escribidor se golpeaban el pecho en el vestuario, justo con la fuerza suficiente para no rompernos el esternón

Quizás valdría la pena reseñar en un par de líneas que Randy era un tipo estupendo, fuerte y saltarín, cuya encomienda eran las tareas sucias del equipo, los rebotes y la intimidación. Antes de los partidos, para salir con el cuerpo caliente y el espíritu encendido, este humilde escribidor le golpeaba el pecho en el vestuario, y viceversa, justo con la fuerza suficiente para no rompernos el esternón. No recuerdo cómo nació este curioso y primitivo ritual que cumplíamos cada partido con la carcajada como final, aunque yo me llevara el dolo pectoral unos cuantos minutos. En fin, sucesos de los vestuarios que fuera de ellos son difíciles de entender. Hasta para los protagonistas.

No sólo Randy Meister, también Rafa Rullán completó un partido sublime. Tardó en entrar en juego, pero aquella temporada fue un hombre vital en nuestro equipo. Fino como el coral, Rafa tenía una variedad de movimientos en el poste bajo y medio como nunca he visto, y con el paso de los años desarrolló un tiro a media distancia y a la media vuelta infalibles. Tras unos lanzamientos fallados, nadie puede detenerlo. Fue nuestro máximo anotador aquel día como tantas veces ocurriera en aquella temporada.

También nuestros aleros, Brabender y Walter Szczerbiak tenían una papeleta complicada, pues sus oponentes eran casi igual de buenos que ellos. Berkovich y Silver fueron la base de la selección israelí que en el verano del 79 se proclamó subcampeona de Europa de selecciones nacionales. El primero más pequeño y anotador y el segundo más reboteador, se consumaron como una de las mejores parejas de exteriores del continente y durante varios años mantuvieron al Maccabi entre los mejores.

Jack Zimmerman, la estrella del baloncesto universitario y recién llegado a la plantilla del Maccabi, le preguntó a Corbalán con un servidor como testigo: “¿Estos partidos son siempre así?”. “Casi siempre”, sentenció nuestro base

Por otro lado, la rivalidad entre los dos equipos se extendía ya a tantos años y escenarios que ofrecía encuentros soberbios, de enorme calidad y electricidad, enmarcados siempre por el respeto y la admiración mutuas. Un año después de la final, en el homenaje a Marc Ostarcevic, —máximo anotador de la liga francesa— el enfrentamiento trajo dos prórrogas, más de cien puntos cada equipo, un par de refriegas colectivas y un ritmo infernal. Al término del encuentro, esperando el comienzo de la ceremonia de clausura en el pasillo de los vestuarios, la estrella del baloncesto universitario y recién llegado a la plantilla del Maccabi, Jack Zimmerman, le preguntó a Corbalán con un servidor como testigo: “¿Estos partidos son siempre así?”. “Casi siempre”, sentenció nuestro base.

Y la final del 80 no fue una excepción. Un partido duro y vibrante en el que los dos equipos dieron lo mejor de sí. Ganamos porque nuestro plan de partido fue superlativo y porque, cuando entraron en juego los suplentes, los nuestros estuvieron más certeros. Si he de ser sincero, nuestra plantilla era más completa y nuestros titulares más expertos. Así que, aunque emocionante, no nos quedó más remedio que ganar la Copa de Europa. Pero eso, ya lo contaré otro día. Pronto, pero otro día.

 

Recuerdo de la Séptima de baloncesto (I)

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