Las mejores firmas madridistas del planeta

Mis buenos amigos de La Galerna me han sugerido que me atreviera a articular unas líneas sobre algo que, para mí, después de tantos años de vivir y disfrutar mi madridismo, siempre ha sido quizás la expresión más importante, profunda y verdadera de la historia del club de fútbol más grande que ha existido, existe y, estoy seguro, existirá en el mundo del fútbol: la final de la Copa del Rey que, el 4 de junio de 1980, se disputó en el estadio Santiago Bernabéu entre el Real Madrid C.F. y su equipo filial, el Castilla C.F.

Siempre estaré agradecido a mi respetado presidente, Luis de Carlos, por haberme dado la oportunidad de aportar mi humilde trabajo al Real Madrid al hacerme parte de su Junta Directiva en 1978, pero nunca olvidaré lo que significó aquella final para mí.

Desde entonces siempre he manifestado, porque así pienso que es, que fue la mayor exaltación de madridismo que se puede dar, incluyendo títulos nacionales y extranjeros, pues creo firmemente que nadie podrá repetir aquella efemérides y, además, estoy convencido que todos los grandes clubs del globo futbolístico darían cualquier cosa por protagonizar aquel partido, con sus segundos equipos enfrente; lo siento pues, como casi todo en el planeta fútbol, la pauta la marca el club del Bernabéu y el resto, solamente puede aprender, intentarlo y, principalmente, envidiar y admirar la estela inigualable e irrepetible que, en el océano del balón, va dejando la entidad blanca de la capital de España.

Hoy se cumplen 40 años de todo aquello; me parece mentira, pero puedo recordar la enorme ilusión de los castillistas, sus grandes actuaciones previas frente a equipos teóricamente superiores como el Hércules de Alicante, Sporting de Gijón, Atlético de Bilbao, y la gran Real Sociedad de los años 80.

También puedo recordar, y nunca olvidaré, cuando alguien en el vestuario del primer equipo antes del encuentro comentó: “Habrá que tratar bien a los chavales…”, y el gran Goyo Benito, que desgraciadamente ya no está entre nosotros, gritó: “Nada de eso, hay que darles caña y meterles todos los que podamos; deben darse cuenta de dónde están”; y el resultado lo conocemos todos.

Cómo no hablar de los Agustín, Gallego o Pineda, que llegaron al primer equipo, aunque cualquier otro componente de aquel heroico Castilla podría haber representado lo mismo.

Fue la gran fiesta del madridismo, fue la demostración, que hoy sigue vigente, de que no hay ninguna escuela como la nuestra, de que la formación y la transmisión de valores es el fondo permanente que, con los cambios propios de todo lo que funciona bien, sigue mostrando al universo futbolístico cual es el camino para que, lo que parece solamente un juego de competición deportiva, se convierta en una fábrica de sueños, esperanzas y deseos hechos realidad para muchos jóvenes integrantes de generaciones que, llevando o no nuestros colores, vayan proclamando a lo largo de su existencia lo que significa el Real Madrid. Dentro de lo que es el fútbol y salvando las distancias con las cosas más importantes de la vida, debo decir, para terminar, que siempre he pensado y sentido que el Real Madrid es una de ellas, y me siento orgulloso de haber formado parte de todo lo que representa, aunque haya sido mínimamente.

 

Fotografías Getty Images.

 

Hoy, 23 de agosto, cumple 66 años Santillana, toda una leyenda del Real Madrid C.F. Sus números hablan por si solos al ser el cuarto jugador que más partidos ha vestido la camiseta blanca (645), más temporadas estuvo en el primer equipo (17) y más goles (186) anotó en la tabla histórica de artilleros merengues.

Carlos Alonso González nació en Santillana del Mar (Cantabria) y de ahí su nombre futbolístico otorgado por su entrenador en juveniles Agustín Cuétara. Santillana era un delantero centro menudo (1,75m) cuya mejor virtud, sin embargo, fue el remate con la testa. Su poderoso salto gracias a su potente tren inferior, que le permitía llegar muy alto y mantenerse durante un segundo colgado en el aire, le permitió ser conocido como la mejor cabeza de Europa. Además, a su fuerza física, entrega, voluntad, raza, oportunismo y astucia se sumó con el paso de los años una gran mejora en el dominio del cuero con ambos pies.

El delantero comenzó a jugar en el pueblo de Barreda, cercano a Santillana del Mar, en las filas del Satélite. Antes había rechazado la proposición de las monjas Clarisas de Santillana para irse a Filipinas como misionero. Santillana quería ser futbolista y, en caso de no lograrlo, químico. Tras jugar también en el Barreda juvenil y probar con el Deportivo de la Coruña cuatro días y el F.C. Barcelona durante una semana (Salvador Artigas era el técnico y disputó un partido con el equipo suplente en Badalona), a los que rechazó por la morriña del hogar, el Racing le firmó en 1970. En un principio parecía que saldría cedido, pero al final se quedó en el cuadro cántabro. En la Segunda División cumplió con nota marcando 16 goles (fue ‘Pichichi’ compartido con Manolín Cuesta del Córdoba) en el equipo dirigido por Moruca y en el verano de 1971 le llegó la oportunidad de su vida.

santillana fue futbolista del barcelona durante una semana

En pleno estudio para el examen de Preu recibió la noticia por parte de su técnico en el Racing de que acababa de fichar por el Real Madrid. El equipo blanco iniciaba una operación renove y su gran objetivo era Ico Aguilar, pero Santiago Bernabéu, al ver también a Santillana en un choque contra el Hércules, le incluyó en el pack junto al arquero Corral. El desembolso por los tres racinguistas fue de 18 millones de pesetas. Las perspectivas para el curso 1971-1972 es que se quedase cedido en el Racing. Sin embargo, Miguel Muñoz le hizo un hueco en la plantilla y Santillana le correspondió con goles y tratando de mejorar su técnica cada día después del entreno. En su taquilla en el vestuario "tenía a la derecha a Amancio y a la izquierda, a Velázquez. ¡Casi nada! Yo estaba allí calladito y casi le hablaba a la gente de usted. Y el que más rompía el hielo era Zoco: ‘¿Qué pasa por el Sardinero?’, me decía siempre".

Debutó de forma oficial en la primera jornada liguera ante el Betis en casa y su primer gol no se hizo esperar al anotarlo siete días más tarde en El Plantío contra el Burgos, al que se ganó por 1-2 gracias a esa diana. Un total de 15 tantos entre todas las competiciones firmó en la temporada de su estreno, donde además inauguró su palmarés con la primera Liga de su carrera.

Su trayectoria iba in crescendo, siendo un fijo para Miguel Muñoz hasta que en 1973 estuvo cerca de decir adiós a los terrenos de juego. En un duelo ante el Español se dañó el riñón en un choque con el exmadridista Pedro de Felipe y en una resonancia le descubrieron que únicamente tenía el riñón derecho. Varios médicos le aconsejaron su retirada, pero el prestigioso urólogo Antonio Puigvert le dio el OK y estuvo listo para iniciar la siguiente temporada. Santillana llegó a declarar en esos meses que se encontraba "absolutamente destrozado. La lesión me ha partido por la mitad. Pero si es así, estoy dispuesto a abandonar el fútbol”.

Regresó para la campaña 1974-1975, en la que rindió a gran nivel con 23 tantos y fue clave para el doblete de Liga y Copa logrado por los pupilos de Miljanic. Además, en ese año 1975, en la Copa de Europa jugó probablemente su mejor duelo como madridista. En los octavos de final el Real Madrid recibía al Derby County tras perder 4-1 en la ida. En la vuelta, con un Bernabéu en llamas, marcó el tercero y el quinto merengue para culminar una remontada histórica. El quinto fue una diana preciosa y similar a la que marcó Pele en el Mundial de Suecia 1958. Santillana acomodó con el pecho un envío de Breitner, realizó un sombrero a un zaguero inglés y, al caer el cuero, lo empaló de volea lejos del arquero Boulton. El artillero, al final del partido, declaró que estaba "loco de alegría por los dos goles conseguidos. ¿El quinto? Bueno no creo que pase a la historia”.

El Real Madrid dominaba en España y así se plasmaba en los títulos, ya fuera con Miguel Muñoz en el banquillo primero o después con Miljanic, Luis Molowny y Boskov, declarando del yugoslavo de Begeč que "le impresionó mucho su método de entrenamiento y forma de concebir el fútbol". Con ‘El Mangas’ llegó el mejor rendimiento a lo largo de un curso liguero para Santillana en 1977-1978. Anotó 24 dianas ligueras con grandes dobletes ante el Sevilla, el Español, el Elche o la Real Sociedad en dos ocasiones para colaborar en la Liga número 18 del club tras aventajar al Barça en seis puntos.

La gran ocasión en la que Santillana pudo levantar la vieja Copa de Europa fue en el año 1981. El equipo venía de otro gran doblete en 1980 y el cántabro de marcar 29 tantos entre Liga, Copa de Europa y Copa (logró uno de los seis tantos del Real Madrid en la final frente al Castilla). Aquel curso el delantero consiguió tantos continentales ante el Limerick en la primera ronda, el Honved en la segunda y uno fundamental para eliminar al Inter en semifinales. Sin embargo, en la gran final, el inglés Thompson y el escocés Hansen le secaron y vio cómo se escapaba la ‘Orejona’ camino de Liverpool.

El inicio de la década de los 80 trajo consigo una gran sequía de títulos sólo parada por la Copa del año 1982 conquistada ante el Sporting y la aparición de una joven ‘Quinta’ procedente de la cantera y liderada por Butragueño, competencia directa para Santillana en la delantera junto con el glamuroso fichaje del mexicano Hugo Sánchez. Pero el cántabro, pese a la edad y la pujanza de los jóvenes, siguió siendo clave en una época con remontadas para la historia y dos Copas de la UEFA consecutivas. Se aclimató a las circunstancias y pensó: "Si yo quiero continuar aquí, en este equipo, durante dos o tres años más, lo que tengo que hacer es adaptarme a la situación".

En 1985 participó en el mítico 6-1 contra el Anderlecht de octavos y en el 3-0 ante el Inter de semifinales donde consiguió dos dianas, la primera mandando a la red un balón suelto en el área pequeña y la segunda con un testarazo esplendoroso que se metió tras pegar en el poste. Luego, además, fue clave en la ida de la final con un tanto en Hungría frente al Videoton. Mientras que en 1986 volvió a ser básico con otros dos goles al Borussia Mönchengladbach en la victoria por 4-0 (el segundo en el minuto 89 con la espinilla tras un despeje del guardameta Sude), dos más al Inter de Milán en la prórroga (disputó el encuentro lesionado tras llegar muy justo y sin entrenar previamente por una rotura de fibras), al que se derrotó por 5-1, y uno en la ida de la final frente al Colonia en el coliseo blanco. Aquella noche, Mario Corso, legendario extremo neroazurri y entrenador interista, declaró que "llegará el día que Santillana se tenga que jubilar. Entonces el Inter podrá estar más tranquilo y eliminar al Madrid”. Sin duda Santilla fue una bestia negra para la escuadra italiana como también lo reflejó la crónica de La Gazzetta dello Sport, que indicaba que "decidieron los zarpazos del viejo guerrero: Santillana. Si juega Valdano, hubiera estado en el banquillo”. Por su parte, el delantero cántabro dijo que "estaba convencido de marcar el cuarto gol. Les dije a mis compañeros que no se impacientaran, que faltaba mi gol”.

Mundo Deportivo

                                                                                                                                                           Mundo Deportivo

Los dos últimos años de Santillana como profesional se saldaron con otras dos Ligas para su palmarés en un periodo en el que su participación disminuyó considerablemente, aunque llegó a superar la docena de encuentros en la competición doméstica. En la temporada 1986-1987 firmó tres dianas entre Liga y Copa de Europa y un año más tarde alcanzó las cuatro, siendo la última en la jornada 38 frente al Valladolid el día de su despedida, que también sirvió como homenaje por parte del club y aficionados. Así colgó las botas uno de los mejores delanteros de la historia de la entidad en la que ganó nueve Ligas, cuatro Copas, dos Copas de la UEFA, una Supercopa de España y una Copa de la Liga.

Con la selección española jugó 56 partidos internacionales marcando un total de 15 dianas. Debutó de la mano de Kubala con apenas 22 años el 17 de abril de 1975. Ese día España se midió a la Rumania de Stefan Kovacs en la clasificación para la Eurocopa de 1976 con un resultado de empate a uno en Madrid. Su primera diana con el equipo nacional no se haría esperar y en la devolución de la visita a los rumanos en Bucarest anotaría el segundo tanto hispano de un duelo que finalizó en tablas.

El cántabro fue un asiduo de las convocatorias durante una década, tiempo en el que acudió a dos Mundiales y dos Eurocopas. Su primera experiencia con Kubala a los mandos de la selección fue en Argentina 1978. En el debut ante Austria fue suplente de Rubén Cano, pero el técnico hispano-húngaro le dio la alternativa contra Brasil, con quien se empata a cero con el famoso fallo de Cardeñosa, después de que el delantero superara a Leao por alto y le habilitase de cabeza. Santillana también jugó en la victoria inútil ante Suecia que mandó a España de vuelta a su país.

Dos años después entró en la lista para la Eurocopa de Italia, en la que de nuevo partió como suplente, esta vez de Quini y Satrustegui. El papel de España en las dos primeras jornadas fue muy discreto y Kubala tiró de él para el último partido frente a Inglaterra con la selección casi eliminada. También se cayó contra los ‘pross’ en Nápoles y se confirmó el temprano adiós.

santillana debutó con la selección el 17 de abril de 1975

Su segundo y último Mundial fue en casa en 1982 en otro sonoro fracaso del cuadro hispano. La ilusión estaba en cada casa del país y en cada rincón de los estadios donde actuaba la selección para verla triunfando de una vez por todas con la ayuda de la hinchada. Sin embargo, en el primer día hubo un golpe de realidad con un empate ante Honduras. Santillana no disputó ningún choque de la primera fase ante los centroamericanos, Irlanda del Norte y Yugoslavia y el seleccionador Santamaría no contó con el delantero hasta la segunda ronda. España se enfrentó en el Bernabéu a germanos e ingleses y tras perder ante los primeros y empatar con los segundos se confirmó el desastre nacional.

En 1983, camino de la Eurocopa de Francia del año siguiente, Santillana vivió su punto álgido con España en una actuación colosal. La selección dirigida por Miguel Muñoz necesitaba 11 goles de diferencia ante Malta para la clasificación dejando en la cuneta a los Países Bajos. En Sevilla, en el Benito Villamarín, la pasión y la entrega de los jugadores obraron el milagro con el delantero cántabro en pleno éxtasis goleador. En la primera mitad hizo un hat-trick y en la segunda redondeó su partido con un cuarto tanto que ayudó a que España acabase venciendo por 12-1.

En el torneo en tierras galas fue al primero al que asistió contando desde el minuto uno para el seleccionador. Titular en los cinco encuentros del campeonato, Santillana anotó en la liguilla contra Portugal para forzar un empate ante los lusos y también en la fundamental tanda de penaltis de semifinales frente a Dinamarca. En la final ante Francia se zafó con los zagueros Bossis y Le Roux, pero no pudo batir a Bats. España, tras fallo de Arconada a disparo de Platini, y con un gol en el 90’ de Bellone, hincó la rodilla por 2-0 y no logró alzar el título continental.

Un año más tarde disputó su último partido oficial con España en un choque de clasificación para el Mundial de México. La selección se vio las caras con Islandia en Reykjavik, donde venció por 1-2 con el delantero cántabro formando pareja de ataque con Hipólito Rincón.

En su vida posterior al fútbol ha continuado jugando con los veteranos en multitud de ciudades y pueblos de todo el país y parte del extranjero a la vez que ejercía como representante de ventas de una conocida marca deportiva.

El 27 de mayo de 1981 caía el Real Madrid ante el Liverpool FC por 0-1 en la final de la Copa de Europa. La primera final de la máxima competición a la que llegaban los merengues tras la consecución de la 6ª Copa de Europa de los yeyés en Bruselas en 1966.

Pongámonos en contexto. En 1981 se cumplían tres años del fallecimiento del gran arquitecto del Real Madrid moderno, Don Santiago Bernabéu. Don Luis de Carlos, un hombre discreto y caballeroso proveniente de la última junta directiva de Bernabéu, presidía el club de manera continuista, sin grandes alardes mediáticos y con una minuciosa contención de los gastos, ya que la economía del club no era nada boyante a finales de los 70. Desde 1979, el entrenador elegido fue Vujadin Boskov, que sustituyó a Luis Molowny, el entrañable Mangas, hombre apagafuegos del club y a quien, bien es sabido, no le gustaba nada entrenar al primer equipo.

La temporada 1979-1980, Boskov había logrado el hito de conquistar un doblete Liga-Copa del Rey, con lo cual su crédito como entrenador estaba íntegro. La liga 80-81 fue un mano a mano con la Real Sociedad de los Zamora, Arconada, Satrústegui y López Ufarte que finalmente se perdió en la última jornada, tras empatar a puntos -con el goal average a favor de los donostiarras (3-1 en el viejo Atocha y 1-0 en el Bernabéu)- y tras un gol in extremis de Zamora en El Molinón cuando los merengues casi estaban celebrando el título en el estadio de Zorrilla, el 26 de abril de 1981.

Para esa fecha, el Real Madrid ya estaba clasificado para la final de París, tras haber eliminado cuatro días antes al rocoso e incómodo Internazionale de Milán (2-0 en el Bernabéu, con goles de Santillana y de Juanito, 1-0 en San Siro, gol del central Bini), tras una auténtica batalla campal en Italia, con lanzamiento de multitud de objetos sobre los nuestros, con un vergonzoso comportamiento de los tifosi que posteriormente acarrearía el cierre de San Siro para varios partidos.

el 27 de mayo de 1981, el real madrid cayó 0-1 ante el liverpool en la final de la copa de europa

El recorrido europeo del Madrid pasó por eliminar al Limerick irlandés (7-2 en el global), Honved húngaro (el mítico equipo de Puskás, por 3-0) y el Spartak de Moscú (2-0). Recordemos que en aquella época tan solo jugaban la Copa de Europa los campeones de las diferentes ligas, además del campeón vigente, con lo cual los cruces podían ser mortíferos desde la primera eliminatoria.

Desde el fin de la Liga, 26 de abril, hasta el 27 de mayo, día de la final en París, hubo un largo periodo de escasa actividad en el que los nuestros estuvieron casi desconectados de la alta competición, con una serie de partidos de eliminatorias de Copa del Rey ante Recreativo de Huelva y Sporting de Gijón (que acabó eliminando al Madrid en cuartos de final). El Real Madrid se iba a jugar literalmente la temporada ante el Liverpool FC para poder participar en la siguiente edición de la Copa de Europa. Pero a los ingleses les pasaba exactamente lo mismo, ya que aquella temporada la liga inglesa había sido conquistada por el Aston Villa, y el Liverpool había sido quinto tan solo.

El Madrid debía superar el mazazo de haber perdido la liga en el último minuto y hacer frente a uno de los mejores equipos de aquella época, el Liverpool FC de Bob Paisley, el entrenador más laureado de la historia de su club, y que muy recientemente había conquistado 2 Copas de Europa de forma consecutiva (76-77 y 77-78), con unos jugadores altamente experimentados en lides europeas de altísimo nivel.

Frente a ellos, un equipo muy joven (los más veteranos: Goyo Benito y los dos porteros internacionales Miguel Ángel y García Remón estaban por entonces lesionados), capitaneado por Santillana (28 años), y que llegaba a París con una pléyade de canteranos y, por mor de la legislación del momento, tan solo dos extranjeros: Uli Stielike y Laurie Cunningham.

Estos dos últimos llegaban tocados a la final, el inglés arrastrando molestias toda la temporada (tan solo había disputado 11 partidos) y el tanque alemán con una reciente rotura muscular 10 días antes que aún no había cicatrizado convenientemente. Además, otra de las figuras del equipo, Juanito, sufría de grandes molestias en una de sus rodillas.

En la eliminatoria anterior, el guardameta Agustín, con 21 años tan solo, había suplido a la perfección al titular Mariano García Remón en ambos partidos contra el Inter, convirtiéndose en la pesadilla, entre otros, del ariete de la squadra Azzurra, Alessandro Altobelli. La defensa la iban a formar cuatro canteranos como García Cortés, Sabido, García Navajas y José Antonio Camacho, con una media de apenas 23 años de edad. Tan solo Camacho contaba con experiencia internacional tanto en el club como en la selección española.

Aparentemente, el Madrid iba al matadero en aquel partido, con una media Ángel-Del Bosque-Stielike algo mermada físicamente. La delantera, al menos por nombres, Juanito-Santillana-Cunningham, era a priori la mejor línea, aunque ya se ha dicho que dos de ellos iban a jugar infiltrados.

Frente a ellos, los Reds de Paisley, una verdadera selección inglesa (Clemence, Neal, Lee, Mc Dermott…) aderezada con los mejores escoceses del momento (Hansen, Souness y el gran Kenny Dalglish).

Fue la primera final a la que asistí fuera de España. Por edad no pude –ni recuerdo nada– ir a la de 1966 en Bruselas, pero sí que estuve aquella triste tarde-noche en el Parque de los Príncipes de París, escenario mítico para cualquier madridista, por haber sido sede de nuestra primera gran gesta internacional en 1956 ante el Stade de Reims de Raymond Kopa. Me hubiese gustado ir con mi querido padre, el inculcador de mi madridismo, pero una inoportuna lumbalgia lo dejó fuera de juego, impidiéndole viajar. Así pues, junto a mis dos hermanos mayores, emprendimos un viaje complicado a París por tren, con el mítico “Puerta del Sol”, que tardaba unas 13 horas desde la estación de Chamartín a la de Austerlitz en París (con cambio de vías incluido en la estación de Hendaya).

Aquella final fue en miércoles (no como hoy en día que son en sábado), con lo cual mis hermanos tuvieron que pedir permiso en sus respectivos trabajos, y yo escaquearme unos días del colegio, ya que hubo que salir de Madrid el martes por la tarde y coger el tren de regreso a Madrid el jueves por la noche para llegar a casa el viernes. Actualmente, esto casi nadie lo haría, pero los viajes en avión en 1981 eran considerablemente más caros que los de tren.

Aunque ha pasado mucho tiempo, yo iba muy ilusionado a la final, casi satisfecho simplemente porque mi equipo había sido capaz de llegar hasta allí tras dolorosas eliminaciones en años anteriores como ante el Bayern en 1976 y, sobre todo, el año anterior, 1980, en la que, pese a haber batido en la ida de semifinales al Hamburgo de Keegan, Kaltz, Magath y Hrubesch por 2-0 (con el famoso marcaje de Pérez García al astro inglés, ex del Liverpool por cierto), fuimos literalmente barridos en el viejo Volksparkstadion por 5-1 en una de aquellas noches aciagas por tierras alemanas. Hubiese sido importante alcanzar aquella final, ya que se jugó en el Santiago Bernabéu (y que finalmente fue conquistada por el Nottingham Forest de Brian Clough ante el Hamburgo por 1-0).

Hoy en día, tras haber asistido a seis victorias in situ (de la Séptima a la Duodécima), para mí el espíritu de viajar con el equipo conlleva el viajar para ganar, no concibo otro objetivo. En 1981, cuando prácticamente (tras la conquista de las seis primeras Copas de Europa), me sentía como un Paco Martínez Soria de la vida en “La ciudad no es para mí”, solo por ir a París ya era una enorme satisfacción el viajar con el equipo. Amaneciendo ya en la estación del sur de París, Austerlitz (nombre que conmemora una de las más afamadas victorias bélicas de Bonaparte), y sin la boina de Don Paco, recuerdo aquel día como un regalo que me dio la vida, paseando por las riberas del Sena, husmeando en librerías de viejas novelas ya olvidadas del gran Alejandro Dumas (“Los 45”, “El tulipán negro”, “El doctor misterioso”, “La hija del marqués”), en un día primaveral donde todas las terrazas el Barrio Latino estaban tomadas desde primera hora por ruidosísimos ingleses, y donde se hacía difícil toparse con seguidores madridistas: éramos muchos menos que ellos, menos bulliciosos y algo intimidados.

Yo creo que ninguno de los madridistas asimilábamos que habíamos llegado a la final, era algo nuevo para la mayoría, e íbamos como para ver qué pasaba. Me temo que a los chicos de Boskov les pasaba algo similar. Ya era todo un éxito, una hazaña descomunal haber llegado hasta allí. Sinceramente, en ningún momento nos creímos, ni los aficionados, ni los equipos, que íbamos a conquistar el trofeo. No recuerdo ni siquiera ningún cántico del estilo “La Séptima Copa la vamos a ganar”, sintonía que no paró de sonar 17 años después por las calles y canales de Amsterdam antes del partido.

Situados en uno de los fondos del Parque de los Príncipes, contemplamos una de las finales menos emocionantes quizás de la historia, prácticamente sin ocasiones por ambos bandos, con una inmensa goleada en los graderíos de ingleses sobre españoles (sin exagerar, la proporción debió de ser fácilmente de 5 a 1), que no paraban de cantar. Se me metió en los oídos el “You’ll never walk alone” –era la primera vez que lo oía– y, desde entonces, confieso que tengo mucha manía a ese himno, y por añadidura, al Liverpool FC, un equipo que aquella noche no fue superior –ni inferior–, pero que me hizo llorar como nunca aquella noche del 27 de mayo de 1981 en la que los nuestros se dejaron la piel pero apenas dispusieron de un par de ocasiones del gran Santillana y una enorme de Camacho, una vaselina solo ante el enorme portero Ray Clemence, que se marchó por muy poco por encima del travesaño.

Ya poco importa si el gol de Alan Kennedy en el minuto 82 fue culpa del saque de banda de García Cortés o del meta Agustín, ya que el balón pasó entre sus piernas. Una final no se puede resumir por una sola jugada. Uno por uno, los integrantes del cuadro inglés parecían superiores y los nuestros bastante hicieron con aguantar con dignidad el empate a cero, pese a notables carencias defensivas y de construcción de jugadas elaboradas, amén de la merma física de tres de nuestros mejores puntales.

Pienso que la historia no valoró lo suficiente los méritos de la labor de Boskov, que, con escasos mimbres, logró alcanzar aquella final con el mal llamado “Madrid de los Garcías”, hazaña que no logró por ejemplo la Quinta del Buitre, con mucha mayor calidad en sus filas. Boskov alineó de inicio aquél día a seis jugadores de la Fábrica (Agustín, García Cortés, Sabido, García Navajas, Camacho y Del Bosque), además de a Paco Pineda, que entró en los últimos minutos por García Cortés. Poco se habló de esto en su momento y nada se destacó.

37 años después –casi día por día–, el gran equipo de Zinédine Zidane, el equipo de Ramos/Marcelo/Modric/Cristiano, el ganador de tres de las últimas cuatro Copas de Europa, un grupo que ya es parte de la más lustrosa historia del fútbol mundial, tiene la ocasión de sumar una brillante muesca más a su palmarés y de añadir al Liverpool FC como otro de los clubs a los que ha derrotado en la mejor competición de clubs del mundo. Nuestros Santillana & Compañía, nuestros Juanito Gómez y Laurie Cunningham (y Don Luis de Carlos y Vujadin Boskov), allá donde estén, sonreirán al ver que su obra histórica quedará completada. A por ellos pues. Borremos a los de Anfield de nuestras oscuras pesadillas del pasado.

Hoy, 16 de mayo, cumple 61 años Antonio Maceda, un formidable defensa que llegó para apuntalar la zaga en la época de la ‘Quinta del Buitre’, pero al que una grave lesión le hizo colgar las botas en uno de sus mejores momentos como profesional.

Nacido en Puerto de Sagunto (Valencia), se desempeñaba como central o líbero. Futbolista espigado, era un zaguero muy completo, seguro, con un gran físico, eficiente al cruce y hábil en la anticipación, dominante en el juego aéreo y muy inteligente y sabio para sacar el balón desde atrás con limpieza.

El valenciano jugó en el CD Acero hasta que con 18 años lo firmó el Sporting. En el club gijonés pasaría una década alternando épocas de alegría con otras de tristeza. Primero vivió la cara amarga con un descenso a Segunda en el curso de su estreno, pero pronto la situación daría un giro brusco al comenzar el Sporting a pelear las Ligas a los grandes. Así, en 1979 lucharon mano a mano con el Real Madrid hasta obtener un subcampeonato liguero y en 1981 y 1982 también les ocurrió en la Copa tras caer en la final contra el Barça y el Real Madrid respectivamente.

En su momento de madurez le llegó la ocasión de fichar por el Real Madrid. En el verano de 1985, Ramón Mendoza desembolsó 60 millones (más el 15% para el jugador por su porcentaje) por su fichaje y se unió a Gordillo y Hugo Sánchez en la llamada ‘Quinta de los Machos’ por el delantero mexicano. Aterrizaba en un cuadro blanco en el que la ‘Quinta’ avisaba de lo que estaba por venir y reforzaba el puesto de central en la defensa de la que sería el líder nada más fichar.

Debutó de forma oficial en la jornada dos de la Liga contra el Valencia en el Bernabéu, en un choque espectacular de los merengues, que vencieron por 5-0. Molowny le dio galones y compartió el puesto de central junto a Sanchís. Anotó el primero de sus cinco tantos ligueros ante el Hércules y en la Copa de la UEFA también fue un bastión viviendo las remontadas frente al Gladbach en octavos o el Inter de Milán en semifinales.

Pero todo se empezó a torcer en febrero, en la jornada 26 ante el Sevilla. Maceda se lesiona, aunque dos jornadas más tarde juega contra el Barça en un choque decisivo por la Liga que se resuelve por 3-1 para el Madrid con un tanto fundamental suyo. Tras el gran duelo se opera del menisco el 11 de marzo de 1986 y un mes más tarde ya se vuelve a vestir de corto contra el Celta. Todo parece ir bien y continúa actuando tanto en Liga como en la Copa de la UEFA, donde únicamente se ausenta en la ida de la final para retornar en la vuelta cuando se pierde por 2-0 ante el Colonia en el Olympiastadion pero se alza el trofeo europeo.

Tras sus problemas en el Mundial de México se realiza una artroscopia en una operación que tiene éxito, pero con el paso del tiempo la recuperación completa no termina de llegar. Se pasa en blanco la temporada 1986-1987 y de nuevo toma la decisión de operarse. Parece que ve la luz del túnel en los últimos meses del curso 1987-1988 (casi dos años después de lesionarse) cuando juega unos minutos de la jornada 33 ante el Celta y de la 36 frente al Murcia en una Liga que conquista el Madrid de Beenhakker.

Así termina la temporada después de jugar un amistoso entero contra el Almansa en un partido conmemorativo por el décimo aniversario de la muerte de Santiago Bernabéu, y llega a la pretemporada de la 1988-1989 al ser renovado por un año por el Real Madrid. Viaja a la concentración en los Países Bajos y participa media parte en las goleadas frente al Velvwese Selektie y el Agovv Apeldoorn y en el empate a dos ante el Heracles 74. Fueron sus últimas apariciones como blanco al no volver a tener ningún minuto el resto del año por seguir con molestias en la rodilla. El Real Madrid logra la 4ª Liga consecutiva y la Copa del Rey y Maceda decide colgar las botas con 31 años. Solicita una pensión por invalidez que le será concedida, por la cual obtendrá 150.000 pesetas al mes el resto de su vida.

maceda colgó las botas a los 31 años

Con la selección española disputó un total de treinta y seis partidos y anotó ocho dianas, un bagaje sensacional para un central. Su debut no pudo ser más especial ni tener más calado al ser en un amistoso contra Inglaterra en Wembley. La fecha fue el 25 de marzo de 1981 y el cuadro español conquistó por primera vez el coliseo londinense al vencer por 1-2. Maceda actuó los 90 minutos y tuvo como acompañante en el centro de la defensa a Tendillo.

Unos meses más tarde acudió al Mundial de España, aunque como suplente, y únicamente participó en el choque intrascendente de la segunda ronda frente a Inglaterra. Su ascenso a la titularidad se produjo con Miguel Muñoz en el cargo, que le asignó un rol muy importante. Decisivo en la fase de clasificación para la Eurocopa de 1984, participó en el histórico 12-1 contra Malta. Luego, en el torneo en tierras francesas, rindió a un excepcional nivel y un gol suyo de cabeza en el minuto noventa contra Alemania dio el pase a semifinales. Y en ese duelo ante Dinamarca volvió a marcar para igualar el tanteo, que no se movería hasta la tanda de penaltis en la que triunfó España. Sin embargo no se pudo redondear el éxito al caer en la final contra Francia en un estadio Parque de los Príncipes a reventar.

El central valenciano dos años después llegó como titular al Mundial de México 1986, aunque ya renqueante de su rodilla. Un encontronazo con su compañero Calderé en un entreno hizo que le tuvieran que extraer líquido y que fuese duda para el debut ante Brasil. Finalmente forzó para el estreno y la rodilla llegó a su límite. Concluyó el choque en el que España perdió por 1-0, pero nunca más volvería a disputar 90 minutos completos en un partido oficial en su carrera.

En la década de los 90 y varios años después de dejar el fútbol volvió a los campos como técnico. Dirigió primero al Badajoz un curso en 2ª División en 1996-1997 y luego firmó por el Sporting para entrenar al filial. Sin embargo, el mal inicio del primer equipo hizo que la directiva confiase en él para una reacción a partir de la jornada 5 de Primera División. Sustituyó a Miguel Ángel Montes pero tampoco pudo encauzar la situación al sumar apenas dos puntos en dos empates en un total de 11 choques ligueros.

La temporada siguiente, la de 1998-1999, aterrizó en Santiago para coger las riendas del Compostela, pero su aventura en el cuadro gallego, que militaba en la categoría de plata, se terminó tras nueve encuentros. Su último trabajo fue de nuevo en el Sporting en el curso 2002-2003 en Segunda, donde finalizó la campaña tras reemplazar a Pepe Acebal.

Después, su vida ha estado ligada a los medios de comunicación trabajando como comentarista y analista deportivo en La Sexta, Gol Televisión, Al Jazeera Sports o Castilla-La Mancha TV y como presidente de la empresa StarDreams, una compañía dedicada al asesoramiento a ejecutivos y directivos para un mejor desempeño laboral.

Los wésterns y el fútbol de barrio. Con ellos se me pasó buena parte de la infancia. Las películas del oeste que disfrutábamos en la Sesión de tarde de los sábados después de comer y el fútbol que jugábamos en el parque y los descampados cercanos. Cada partido de barrio era un duelo al sol, un derbi jugado a cara de perro. Sin concesiones, con la misma mirada torva y amenazadora de un vaquero en duelo a vida o muerte.

Tengo la sensación de que ambos desaparecieron hace mucho tiempo. El fútbol de barrio (también a nivel profesional), el único sincero posible, daba sus últimos coletazos a finales de los ochenta y principios de los noventa, al mismo tiempo que el wéstern nos regalaba sus últimas grandes obras: El jinete pálido (1985), Silverado (1985), Sin perdón (1992). Quizás no desaparecieran, quizás solo mutaron, pero se transformaron en otra cosa, en otro tipo de espectáculo, puede que más perfecto en el sentido clásico del término, pero no necesariamente mejor. Desde luego no más veraz.

Carlos Alonso González debutó en el mismo año que algunos aterrizábamos en este mundo. Crecí con sus disparos a puerta a la par que con los tiros de John Wayne, con sus cabezazos imposibles y con los puñetazos del saloon. Cada vez que alguien me preguntaba por mi jugador favorito, yo lo tenía claro, siempre contestaba: “Santillana”.

Reconozco en su figura al héroe de wéstern clásico, a ese hombre honesto y entregado a la causa, certero como pocos, un tipo cuyo nombre de guerra venía definido por su lugar de origen, Santillana del Mar, como ese James Cagney que fuera El chico de Oklahoma, o como el joven Colorado de Río Bravo, como The Sundance Kid, el Virginiano o el hombre de Laramie. El delantero cántabro era el tipo de compañero que siempre querrías tener a tu lado, en una cancha de fútbol o en un duelo en O.K. Corral.

Tenía algo del fatalismo de los genuinos cowboys, como cuando con 20 años descubrió que solo tenía un riñón y que su futuro en el fútbol profesional peligraba. Sintió el miedo, como reconoció en una magnífica entrevista en este mismo medio hace un par de años, y quizás conocerlo le hizo más fuerte, le ayudó a no sentirlo cuando saltaba frente a defensas y porteros que le superaban en tamaño y altura, pero a los que vencía con una capacidad de salto prodigiosa. Poseía una habilidad especial, no solo para elevarse, sino sobre todo para suspenderse en el aire un segundo más que sus rivales.

Ganó 9 Ligas, 4 Copas del Rey, 2 Copas de la Uefa, una Copa de la Liga, jugó con la selección 56 veces, y fue importante en todos esos equipos, en todas esas épocas. 352 goles en su carrera, 17 años en el Real Madrid y una trayectoria ejemplar en todos los sentidos.

El fútbol de ahora es demasiado pulcro, aseado, jugado en campos que parecen alfombras (el céspet del Jardiner), con modas importadas y ademanes impostados. Un deporte abarrotado de jugadores peinados (y algunos maquillados) como si fueran actores, tipos curtidos y mazados en gimnasios que sin embargo se desploman aparatosamente a la mínima caricia.

santillana ganó 9 ligas, 4 copas del reY, 2 copas de la uefa y 1 copa de la liga

El wéstern actual tiene algo de esa misma impostura. Atiende a nuevos patrones alejados de la tradición (Cowboys vs Aliens, Wild wild west) o a la moda multiétnica imperante (Los siete magníficos liderados por Denzel Washington, Los odiosos ocho, Django desencadenado), y con ello se deja parte de su autenticidad. La pierde por completo cuando vemos esos abdominales de gimnasio de los actores, totalmente anacrónicos para el siglo XIX.

Santillana representa para mí la pureza del juego, la esencia del fútbol de barrio que ya no existe. Un delantero centro no muy alto, 1,75 metros, en absoluto corpulento ni veloz, sin una técnica destacable, pero peligroso como pocos. De mirada viva y gatillo fácil. Un 9 al uso, un ariete, el camino más directo hacia el gol. Nada de delanteros modernos, “falsos nueves” que abren huecos, se dejan caer a banda, combinan o “tiran” paredes.

Puede que los hubiera mejores, como el mexicano Hugo Sánchez, pero en mi opinión este siempre fue como sus paisanos Anthony Quinn, más eficaz en su papel de malvado, o como Ricardo Montalbán, que llegó a participar de modo notable en el bando de los indios (El gran combate, título apropiado para aquel derbi de Buyo, Futre y Orejuela).

Guardo muchos recuerdos de Santillana y en casi todos imagino a un jugador con la camiseta blanca manchada de barro y las medias sucias de revolcarse en el fango en su afán por rebañar un balón de gol. Es el héroe de wéstern que llega de un largo viaje, baja del caballo repleto de polvo y arena, pisa sin inmutarse todos los charcos y otea el terreno con su mirada sabia y profunda. El rival sabe que no lo tendrá fácil.

El otro aspecto destacable que emparenta al fútbol de aquella época con el wéstern es la épica, y en ese territorio Santillana fue sin duda el mejor. El que mantuvo a España con sus tres golazos en la primera parte ante Malta, y el que completó junto a otro pistolero de barrio, el Poli Rincón, la épica docena que nos llevó a la Eurocopa de 1984. En aquella final contra Francia, suyo fue el magnífico cabezazo que un defensa sacó posiblemente del interior de la portería, mucho antes del patinazo de Arconada. Probablemente aquello fuera El día de los tramposos y derrotar a la Francia de Platini en el Parque de los Príncipes se antojaba una Misión de audaces equiparable a ganar con diez en el Camp Nou en los tiempos de Messi y el Villarato.

Claro que, si hablamos de épica, en aquellos tiempos se llenaron páginas y minutos de radio con las históricas e histéricas remontadas del Madrid en las Copas de la UEFA de los años 85 y 86. Mucho se apeló desde aquella célebre frase de “noventa minuti en el Bernabéu son molto longo” al “espíritu de Juanito”, pero para mí el verdadero héroe, el gran artífice que nunca faltó en esas remontadas, fue Santillana. Los cabezazos contra el Inter de Milán llevaban nuestra fuerza, el gol a trompicones contra el Borussia, desde el suelo y en el último minuto, lo metimos entre todos. Nunca el aliento del público ha empujado un balón al fondo de las mallas como en aquella ocasión.

Hasta en eso fue un héroe de wéstern, en la generosidad que tuvo para permitir que otro compañero usurpara los honores que por sus méritos le correspondían. Santillana fue John Wayne y Juanito hizo las veces de James Stewart, El hombre que mató a Liberty Valance aunque no lo hiciera, porque como sentencia la película en su versión original, en el Oeste se antepone la leyenda al hecho.

Hoy, 8 de febrero, cumple 59 años Ricardo Gallego, un genuino estilista que vivió las grandes remontadas blancas y apadrinó a la “Quinta del Buitre”.

Nacido en Madrid, se impregnó de madridismo desde bien pequeño al ir al campo de forma asidua con su padre, que era socio. En sus primeros años observando fútbol se fijó en el número 10 del equipo al que trataba de imitar siempre al día siguiente en el colegio: Manuel Velázquez. Gallego, apodado ‘El Soso’ por García Hernández desde su época en el Castilla, fue un jugador inteligente, de gran elegancia, fabulosa técnica con el esférico, magnífica visión de juego, facilidad para llegar al ataque y una asombrosa y mágica pausa. Se podía desempeñar tanto en el centro del campo para dotar al equipo de un juego cerebral, como de líbero, para ordenar, mandar y sacar el balón jugado desde la zaga.

Entró a formar parte del Real Madrid en los infantiles cuando pasó una de las duras pruebas que se realizaban a los chicos en la Ciudad Deportiva. Cada temporada fue ascendiendo de categoría hasta que aterrizó en el Castilla de Juan Santisteban y Juanjo García Santos. En esa época coincidió con algunos futuros compañeros en la primera plantilla como Agustín, García Cortés, Pérez García o Pineda. Un filial célebre por llegar a la final de la Copa del Rey tras deshacerse de ‘primeras’ como el Hércules, el Athletic, la Real Sociedad o el Sporting tras una mágica remontada en el Santiago Bernabéu al imponerse por 4-1 (2-0 en la ida) con un tanto del medio madrileño. En la final se vieron las caras con los mayores, que les derrotaron en la final más blanca de la historia por 6-1.

en la copa del rey 1979/1980, el real madrid derrotó al castilla (6-1) en la gran final

La temporada siguiente, Gallego promocionó a la primera plantilla del club como sucesor de Pirri, y de la mano de Boskov fue directamente al once titular. Jugó prácticamente todo como defensa hasta el mes de marzo, cuando se lesionó del tobillo tras chocar con la valla publicitaria. Por ese motivo se perdió la final de la Copa de Europa contra el Liverpool, aunque viajó a París para apoyar al equipo. Sin embargo, en un entreno previo decidió tocar balón después de quitarse la escayola días antes y el técnico yugoslavo le castigó sin acudir al Parque de los Príncipes.

Su primer entorchado como jugador blanco llegó en la 81-82 cuando el Real Madrid levantó la Copa. Sin embargo, y pese a que se esperaba su actuación, Molowny le dejó fuera del once que se impuso al Sporting en el José Zorrilla de Valladolid por 2-1. Un año después fue el curso de los subcampeonatos, donde el Real Madrid de Di Stéfano no conquistó ningún título, siendo uno de los más dolorosos la Recopa en la que, con Gallego esta vez sí en el césped, se perdió frente al Aberdeen entrenado por Sir Alex Ferguson.

La sequía se prolongó hasta la campaña 84-85 en la que se cosechó la primera Copa de la UEFA y la Copa de la Liga. Gallego ya era uno de los referentes del equipo junto a Miguel Ángel, Camacho o Stielike, que se compenetró a la perfección con la ‘Quinta’, en la que ya destacaban Sanchís, Michel y Butragueño. Fue una Copa de la UEFA histórica por dos remontadas, en octavos ante el Anderlecht y en semifinales contra el Inter de Milán. Ante los belgas se perdió en la ida por 3-0 y en la vuelta se arrolló a los malviblancos por 6-1 para júbilo de los aficionados presentes en el coliseo blanco. En palabras de Gallego fue “su remontada favorita”. Apenas cuatro meses más tarde la historia se repitió contra el cuadro nerazzurri de los Bergomi, Brady, Rummenigge o Altobelli. En el Giuseppe Meazza se cayó por 2-0 y en la vuelta los merengues dieron una exhibición para ganar por 3-0 y acceder a la final, donde se venció al Videoton húngaro. Mientras que el otro trofeo del curso fue la Copa de la Liga, un torneo que no caló demasiado entre los aficionados, pero que se consiguió al derrotar por un global de 4-3 en la final al Atlético de Madrid.

En el año venidero se revalidó el torneo europeo y además Gallego logró su primera Liga. En la Copa de la UEFA tocó un duro escollo en octavos: los alemanes del Borussia Mönchengladbach. En la ida la debacle fue tremenda con un 5-1 para los teutones en el Rheinstadion. Todo parecía decidido menos para una serie de jugadores que ya habían hecho una machada parecida poco antes. En la vuelta el Bernabéu ardió y se consiguió el 4-0 con un último tanto dramático de Santillana. Ese duelo fue probablemente el mejor que disputó Gallego en su etapa madridista, en un choque en el que jugó con inteligencia, se desfondó en la presión y apareció con peligro en el área rival. Más tarde, en semifinales, el Inter volvió a observar incrédulo una remontada merengue con un 5-1 en Madrid tras el 3-1 de Milan. En la final se doblegó al Colonia con un parcial de 5-3 aunque en el choque de ida no actuó Gallego por preferir Molowny a Martín Vázquez para la media. Por su parte, la Liga fue un auténtico paseo desde que se tomó el mando de la clasificación en la jornada 7. Poco a poco se fue distanciando a todos los rivales hasta dejar al F.C. Barcelona, segundo clasificado, a 12 puntos, y al Athletic Club, entrenado por Clemente, a 13.

Sus últimas tres campañas fueron un continuo levantar de títulos ligueros en pleno auge de la ‘Quinta’. Alternando la posición de líbero, sobre todo el año de Schuster, con él de mediocampista, amplió su palmarés con tres Ligas consecutivas y una Copa con el neerlandés Beenhaker en la parcela técnica. Su gran espina, como la de aquella generación de jugadores, fue la Copa de Europa. Gallego estuvo presente en el drama de las semifinales contra el PSV en 1988 jugando 20 minutos en la ida y siendo titular en la vuelta, y también el descalabro del curso posterior en Milán donde el cuadro de Sacchi apabulló a los merengues por 5-0. Su último partido oficial como blanco fue la final de Copa del año 1989, que se alcanzó al vencer al Valladolid y donde el jugador madrileño ejerció de capitán y fue el encargado de recoger el trofeo de manos de S.M. el Rey.

Con 29 años, y en plena pretemporada del curso 89-90, abandonó el club para marcharse al Calcio italiano y firmar con el Udinese, que lo ofreció un gran contrato. En el cuadro friulani estuvo únicamente una temporada, donde coincidió con los argentinos Balbo y Sensini o el italiano Branca. Finalizada la aventura, en la que tuvo problemas para cobrar, regresó a España, a las filas del Rayo Vallecano. Su último gran logro lo consiguió en el curso 91-92 al ascender a Primera con el conjunto madrileño en una plantilla en la que figuraban Wilfred, Cota, García Cortés, Miguel, Pedro Riesco o Argenta. Tras esa gesta decidió colgar las botas con 32 años.

gallego dejó el real madrid a los 29 años y se retiró a los 32

En la selección española tuvo un largo periodo internacional que duró seis años, en los que disputó un total de 42 encuentros y anotó dos goles. Debutó en febrero de 1982 en un amistoso contra Escocia en Valencia. El cuadro español venció por 3-0 y el centrocampista salió en el minuto 54 sustituyendo a Victor Muñoz para cerrar el choque con la tercera diana hispana. A partir de entonces contó con la confianza del seleccionador Santamaría que le incluyó en la convocatoria para el Mundial en verano. En el torneo, por problemas de rodilla, sólo contó con minutos en el duelo ante Irlanda del Norte en otro partido donde la selección decepcionó al caer por la mínima.

Después del Mundial se afianzó en el once respaldado por Miguel Muñoz. Titular en toda la fase de clasificación para la Eurocopa del 84, llegó a la competición en Francia con muchos galones en el equipo. Jugó los cinco partidos en un torneo donde España compitió a gran nivel, pero perdió frente a la anfitriona en Paris en la final por 2-0. Dos años más tarde siguió siendo fijo en los esquemas de Muñoz en el Mundial de México. No estuvo presente en el debut ante Brasil por no entrar en la convocatoria, pero luego sí fue de la partida en los otros dos partidos de la liguilla ante Irlanda del Norte y Argelia que concluyeron con victoria. También cuajó una enorme actuación, como líbero, el día de la goleada frente a Dinamarca, y salió en el once de cuartos frente a Bélgica. Sin embargo, la maldición de cuartos estaba en plena efervescencia y una infausta tanda penaltis apartó a la selección de las semifinales.

Su trayectoria con el equipo nacional se prolongó hasta 1988 y la Eurocopa de Alemania. Allí, el cuadro hispano no pasó de la primera fase, en la que Gallego participó en los choques contra Dinamarca, a la que se derrotó por 2-3, e Italia, donde se cayó por la mínima con un gol de Vialli.

En su vida posterior a los terrenos de juego ha seguido ligado al balompié como asesor de la Secretaría Técnica del Rayo Vallecano, trabajando junto a José Antonio Camacho en la selección china o siendo el Director Adjunto de la cantera del Real Madrid desde 2006 a 2009. Actualmente, es un asiduo comentarista en la cadena Onda Cero y está ligado a la Fundación del Real Madrid.

Hoy, 1 de febrero, cumple 57 años Miguel Tendillo, defensa que vino para sustituir a Antonio Maceda y compartir vestuario y triunfos con la ‘Quinta del Buitre’.

Nacido en la localidad de Moncada (Valencia) en 1961, fue un central con un gran sentido táctico, ágil, fuerte, seguro, con enorme calidad y elegancia a la hora de sacar el balón jugado y muy bueno en el juego aéreo. Además, su estilo era frío y no desataba pasiones entre la afición madridista, aunque fue un zaguero magnífico para la ‘Quinta’.

La carrera de Tendillo empezó de manera meteórica en el Valencia, con el que debuta en Primera División a los 18 años en un choque contra el Burgos. Su gran desempeño hace que se quede en el primer equipo de manera definitiva en una campaña donde los ché logran la Copa del Rey y la temporada siguiente la Recopa. Su progresión es sensacional y con apenas 21 años ya es considerado uno de los mejores centrales del fútbol español y uno de los defensas con mayor futuro en todo el panorama europeo.

con 21 años, miguel tendillo ya era considerado uno de los mejores centrales del fútbol español

Debuta y se hace un fijo también en la selección y en la temporada 82-83 se convierte en salvador de un Valencia que se jugaba la categoría en Primera. En el otro lado, el Real Madrid buscaba conquistar el título doméstico tras tres cursos de sequía. En el minuto 39 de la primera parte, el central de Moncada aprovecha la peinada de Botubot para batir a Agustín, certificar la permanencia de los valencianistas y dejar en bandeja la Liga al Athletic para desesperación de la hinchada merengue.

Un lustro más tarde, ni Tendillo pudo evitar el descenso del Valencia a Segunda División, por lo que decidió dejar el club valenciano. Se sentía incomprendido y quería probar la aventura en otro equipo, pero las ofertas, que años atrás eran de entidades muy importantes, en esta ocasión no llegaron. Firmó por el Real Murcia, donde completó un curso extraordinario y se reivindicó en todo el balompié español.

En el verano de 1987, el Real Madrid buscaba un defensa que supliese las continuas ausencias de Maceda por lesión y se fijó en el hombre que le quitó la Liga en 1983. Pagó 78 millones de pesetas al equipo pimentonero y se puso a las órdenes de Leo Beenhakker. El cuadro blanco dominaba en España con dos Ligas logradas de forma consecutiva y deseaba también extender esa hegemonía a Europa.

Tendillo aterrizó en plena madurez y “con muchas esperanzas y ganas de hacer todo lo posible para colaborar en los éxitos de este club”. El entrenador neerlandés le dio el status de titularísimo en una zaga que compartió con Chendo, Sanchís y Camacho aquel año. Jugó 51 partidos oficiales y fue el futbolista con más minutos de una Liga que se conquistó por delante de la Real Sociedad. Además, anotó cinco dianas, cuatro en Liga y una en la Copa de Europa en el choque mítico frente al Nápoles a puerta cerrada en el Bernabéu. Sin embargo, fue el curso de la gran decepción continental tras caer frente al PSV en semifinales.

La cuarta Liga de la ‘Quinta’ también se obtuvo con una gran participación de Tendillo, que en la temporada 1988-1989 rotó en el puesto con un Gallego que retrasó su posición desde el mediocampo. La Liga fue un paseo frente al F.C. Barcelona y también se cosechó el doblete al levantar la Copa contra el Real Valladolid con el defensa valenciano disputando los últimos 20 minutos al entrar sustituyendo a Martín Vázquez. En la Copa de Europa apareció el ogro del Milan, que borró del torneo a los merengues con Tendillo librando una batalla épica con Van Basten en la ida en el Bernabéu.

En el verano de 1989, Ramón Mendoza eligió a John Benjamin Toshack como técnico blanco en una decisión que no benefició al zaguero valenciano. El galés lo incluyó en su lista negra y apenas contó con oportunidades ese curso. En total actuó en 14 encuentros, once de ellos de Liga y sólo cuatro como titular, aunque cuando Toshack tiró de él, rindió a un buen nivel. Fue el título famoso de los 107 goles y el quinto consecutivo y último de la ‘Quinta del Buitre’.

En la temporada posterior en el club blanco hubo de todo menos estabilidad. Cuatro fueron los inquilinos de un banquillo para un año muy difícil en el que sólo se alzó la Supercopa de España. Toshack le dio algo más de cancha en los primeros meses de competición y Tendillo incluso marcó frente al Real Zaragoza en Liga y el Tirol Innsbruck en Copa de Europa. Sin embargo, el fichaje de Di Stéfano le relegó a la suplencia durante más de dos meses para recuperar la titularidad en el Clásico ante el Barcelona en el Camp Nou. Desde esa jornada 19 acumuló minutos y titularidades con Don Alfredo, también con Grosso en el choque con el Real Oviedo y posteriormente con Radomir Antic a partir del mes de marzo. El equipo no consiguió seguir el alto ritmo impuesto por el Barça de Cruyff y terminó en tercera posición a once puntos de los culés.

el fichaje de di stéfano relegó a tendillo a la suplencia durante más de dos meses

Su última campaña completa como blanco fue la 1991-1992. Tras el fichaje de Ricardo Rocha no actuó en la Liga y su presencia se limitó a partidos amistosos, cuatro de Copa -incluida la final perdida ante el Atlético de Madrid- y dos duelos de la Copa de la UEFA saliendo desde el banquillo frente al Slovan de Bratislava y el Utrecht. Inició el curso 1992-1993, donde jugaría frente a la Politehnica de Timisoara en la Copa de la UEFA, y con la temporada avanzada se enroló en las filas del Burgos para colgar las botas unos meses más tarde a los 31 años.

Con la selección española disputó un total de 27 choques marcando una diana contra Suiza. Su estreno tuvo lugar en mayo de 1980 en un amistoso contra Dinamarca en la capital danesa aún con Kubala al frente del equipo. En verano el seleccionador le convocó para la Eurocopa de Italia y, aunque fue titular en dos encuentros, se tuvo que desempeñar como lateral, ya que Migueli era el central indiscutible. Fue con la entrada de Santamaría en el cargo cuando empezó a ocupar su posición natural. Así llegó como titular al Mundial de 1982 en el que la selección fracasó pero Tendillo rindió a buen nivel y disputó los cinco choques haciendo pareja con Alexanco. Sin embargo, el hispano-uruguayo dejó el cargo y tomó las riendas Miguel Muñoz, que no confió en él en los seis años siguientes. Sus dos últimos encuentros los jugó en 1988, en dos amistosos en los que no se logró la victoria ante Francia en Burdeos y Escocia en Madrid.

En su vida posterior al balompié estuvo casi una década alejado del fútbol, aunque después ha jugado con los veteranos del Real Madrid, organizó un torneo con su nombre en su localidad natal y ha trabajado en el Valencia como Coordinador en su Escuela. Además, tiene un hijo que milita en el Atlético Levante y que se desempeña también como central.

Hoy 22 de diciembre cumple 58 años el teutón Bernd Schuster. Como jugador del Madrid conquistó dos Ligas y una Copa. Como técnico, años después, otro trofeo liguero.

Nacido en Augsburgo en 1959, fue en esta ciudad donde comenzó a dar patadas a un balón, primero en el HV Hammerschmiede y luego en el FC Augsburgo. En la Navidad de 1978 el mítico Hennes Weisweiler le descubrió en un choque amistoso en Israel y le firmó para el Colonia que era el rey del fútbol alemán tras conquistar el doblete de Liga y DFB Pokal. Sus actuaciones comenzaron a sonar en media Europa y tras una fenomenal participación en la Euro de 1980 ficha por el Barcelona tras desembolsar los culés 140 millones por su traspaso.

En la Ciudad Condal encandila con su juego pero da muchos quebraderos de cabeza por su personalidad y fuerte carácter. Sus malas relaciones con Núñez o la escapada del estadio Ramón Sánchez Pizjuán en mitad de la final de la Copa de Europa ante el Steaua de Bucarest pasan factura, y esto lo aprovecha Ramón Mendoza para traérselo al Real Madrid libre en 1988. El mandatario blanco declaró en su momento que “fue un fichaje con morbo y que además daría un pequeño o gran susto a su gran rival”. Por su parte el teutón nada más firmar comentó que en el Real Madrid había vuelto a recobrar la ilusión por el fútbol y que llegaba "motivado y con ganas de hacer las cosas bien para ganar títulos”.

Schuster, apodado el ‘Ángel rubio’, era un mediocentro extraordinario, un centrocampista completísimo. El Presidente de Honor del Real Madrid Paco Gento, que da nombre a esta publicación, nos dijo en cierta ocasión que era el mejor centrocampista que había visto en su vida. Técnicamente prodigioso, con un gran dominio y control del cuero, era un pasador excelente y un organizador magnífico. Además poseía una visión de juego al alcance de muy pocos, temple, fuerza y un liderazgo sobre el césped que aceptaba con gran naturalidad. Otra de sus especialidades fue el balón parado y los lanzamientos de falta, en los que era un maestro.

Paco Gento nos dijo en cierta ocasión que era el mejor centrocampista que había visto en su vida.

Por entonces los merengues, con la Quinta al poder, llevaban tres Ligas consecutivas, aunque aún escocía la eliminación en la Copa de Europa ante el PSV meses antes. Jankovic se había ido al Anderlecht y Schuster llegó para sustituirle. Al alemán le costó unos meses adaptarse a su nuevo club y compañeros pero en cuanto lo hizo enamoró a la parroquia del Bernabéu. Debutó con gol incluido en la primera jornada de Liga frente a Osasuna pero su mayor alegría en ese comienzo de campaña fue levantar la Supercopa de España en la vuelta en el Camp Nou.

El inicio del equipo fue dubitativo y Schuster fue expulsado ante el Zaragoza después de una tángana con dos rivales y despreciar al árbitro. Pero a la vuelta de su sanción destapó el tarro de las esencias con su mejor encuentro hasta la fecha, un duelo ante el Celta en casa que ganó el Madrid 4-1.

A partir de la jornada 15, los blancos atraparon el liderato y ya no lo soltarían el resto del Campeonato pese las tiranteces entre Beenhakker y buena parte del vestuario. El centrocampista alemán marcaría uno de los goles de la Liga contra el Murcia después de driblar a varios rivales y definir con suavidad, pero apenas unos días después se produjo el terrible varapalo en la Copa de Europa ante el Milan donde se perdió por 5-0. El alirón liguero tuvo lugar en la jornada 36 en la que se derrotó al Español, con Michel de protagonista al enfadarse con el público y abandonar el campo. El final de curso trajo otro premio en forma de Copa del Rey, al imponerse en la final al Real Valladolid en el Calderón con una diana de Gordillo.

La salida de Beenhakker estaba cantada desde mitad de la campaña anterior y por él se firmó al galés John Benjamin Toshack que entrenaba a la Real Sociedad. El británico, terco en sus ideas, colocó a Schuster de líbero para jugar un 1-3-5-2 y a Chendo como pivote defensivo, algo que no funcionó y corrigió con celeridad situando a ambos jugadores en sus lugares naturales. La Liga fue un paseo para los blancos que además rompieron el récord histórico de goles a favor en un año con 107. Schuster dirigió con calidad al equipo y fue protagonista de muchas asistencias y buenas actuaciones en todo el curso, destacando sobre todo una ante el Atlético de Madrid.

Corría la jornada 18 cuando los colchoneros visitaron el Bernabéu en una tarde en la que reinó el germano. Dos asistencias suyas a Martín Vázquez situaron el 2-0 en el marcador y, pese a que el Atleti acortó distancias, en el 74 puso en pie el estadio después de regatear en un azulejo a Tomás y Ferreira y batir con un zurriagazo a Elduayen.

Toshack, durante toda la campaña, vertió críticas furibundas a buena parte de los jugadores, que no llevaron nada bien sus palabras. Tampoco ayudó la temprana eliminación europea de nuevo contra el Milan. Sin embargo el Real Madrid acabó levantando la quinta Liga consecutiva después de aventajar en nueve puntos al Valencia, que ocupó el segundo lugar. Tras concluir el torneo doméstico el club preparó una gira por América en la que concretó varios amistosos, pero Schuster adujo dolores de espalda para no ir y regresar a su país de vacaciones. La junta directiva hizo caso omiso al alemán y viajó forzado. A la vuelta se tomó la decisión de rescindirle el contrato por mal comportamiento y se le pagó 250 millones de pesetas como indemnización. De esta forma concluyó su periplo madridista. En octubre de 1990 cambió de acera y fichó por el Atlético de Madrid.

En el conjunto rojiblanco estuvo tres temporadas y posteriormente regresó al a Bundesliga para enrolarse en el Bayer Leverkusen. Su última temporada como profesional la pasó en México en los Pumas, donde tras nueve partidos se retiró del fútbol en el curso 1996/1997.

Con la ‘Mannschaft’ únicamente fue internacional en 21 ocasiones al dejar el equipo nacional muy pronto por decisión propia. Debutó el 22 de mayo de 1979 en un amistoso ante Eire en Dublín que acabó con triunfo de Alemania Occidental por 1-3. Un año después entró en la lista de Jupp Derwall para la Eurocopa de 1980 en la que se destapó como estrella pese a contar con apenas 20 años. Sus fenomenales actuaciones ante Países Bajos o Bélgica en la final resultaron fundamentales para que los teutones levantasen el título en el Olímpico de Roma.

Una lesión le apartó del Mundial de España y después tras ser convocado para un choque ante Albania rechazó ir para asistir al nacimiento de su hijo. Varios compañeros como Stielike se lo reprocharon, y aunque luego jugó dos amistosos contra Bulgaria y Bélgica a comienzos de 1984, una nueva disputa con el Barça y la Federación le hicieron desistir de volver a enfundarse otra vez la camiseta del combinado germano.

Nada más colgar las botas inició su trayectoria como entrenador en el Fortuna Colonia, a la vez que se sacaba la licencia. En 1998 firmó por el gran equipo de la ciudad que baña el Rin y un año más tarde llegó a España para dirigir al Xerez al que está a punto de ascender a Primera División. Sin embargo no lo logra, y hace las maletas para marcharse a Ucrania y concretamente al Shakhtar Donetsk. Su aventura no llega a buen puerto y regresa a la Liga española para sentarse en el banquillo del Levante. Su primera vuelta asombra a muchos, pero en la segunda las cosas se tuercen y es destituido pese a que el equipo no se encuentra en puestos de peligro.

En 2005 Ángel Torres confía en él para su Getafe y el cuadro azulón realiza una temporada fantástica con un noveno lugar en la tabla. Al siguiente curso repite puesto en la clasificación liguera y además obtiene el subcampeonato de Copa al caer en la final ante el Sevilla. Pero es en semis donde logran la gran machada de remontar un 5-2 al Barça con el mítico 4-0 cosechado en el Alfonso Pérez. Todos estos méritos calan hondo en Ramón Calderón, que lo ficha tras pagar su cláusula para el Real Madrid en su segundo año como mandatario blanco.

Esa campaña 2007/2008 el cuadro merengue, que es vigente campeón de Liga, se refuerza además con Dudek, Heinze, Metzelder, Drenthe, Sneijder, Robben, Saviola, Roberto Soldado y el retorno de Baptista desde el Arsenal. Con un once base formado por Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Cannavaro, Marcelo; Diarra, Guti, Sneijder;  Robinho, Raúl y Van Nistelrooy, rápidamente se destaca en la clasificación y derrota en el debut al Atlético de Madrid en casa, al Valencia y el Villarreal con sendas goleadas a domicilio, al Barça en el Camp Nou con un solitario tanto de Baptista o al Sevilla por 3-1 en el Santiago Bernabéu.

A falta de cuatro jornadas para la conclusión los capitalinos visitan Pamplona y caen por 1-0 en el minuto 83 jugando además con 10 hombres. Sin embargo, en dos zarpazos de Robben y de Higuaín, remonta el duelo en un suspiro y canta el alirón bajo la lluvia. Días más tarde el Barça se presenta en el coliseo de Chamartín y le realiza un pasillo a los futbolistas blancos antes del pitido inicial del colegiado.

En lo que concierne al encuentro los merengues dan un soberano repaso a los blaugranas que encajan un 4-1 con una soberbia actuación de Robben, Guti o Raúl. En las otras dos competiciones el rendimiento no es el esperado y en la Champions se cae ante la Roma en octavos de final, mientras que en Copa se pierde frente al RCD Mallorca en la misma ronda.

La Champions fue el gran objetivo para la temporada 2008-2009, pero desde el comienzo del curso, pese a alzar la Supercopa de España, el rendimiento fue muy pobre. Eliminados en Copa ante el Real Unión, el 9 de diciembre el Sevilla se llevó el triunfo en Liga en el Bernabéu por 3-4 y Schuster en rueda de prensa declaró que era "imposible" que el Real Madrid ganara en el Camp Nou la jornada posterior. Tras estas manifestaciones el teutón fue fulminantemente despedido.

Sus siguientes banquillos, tras frustrarse una vuelta al Xerez, son el del Besiktas turco, en el que entrena a Guti pero donde dimite después de unos malos resultados, y el Málaga post-Pellegrini en el curso 2013-2014. En el equipo de la Costa del Sol, despojado de estrellas como Isco o Joaquín, obtiene la permanencia, pero la directiva ejecuta una cláusula para que no continúe pese a haber firmado un contrato de 5 años.

Desde entonces no ha vuelto a entrenar y ha ejercido como comentarista deportivo en Onda Cero.

Hoy cumple años Chendo, el gran Miguel Porlán Noguera, uno de los mejores laterales derechos de la historia del Real Madrid. 56 años, de los cuales lleva nada más y nada menos que 42 (CUARENTA Y DOS) seguidos en el Club. Vino con 14 años desde su Totana (provincia de Murcia) natal a los juveniles del Madrid, y desde entonces no ha trabajado en ningún otro club ni en otra empresa.

4 años en los juveniles, 2 temporadas en el Castilla (entre otros partidos jugó la mítica eliminatoria de Recopa contra el West Ham londinense en 1980) y 16 temporadas en el primer equipo del Real Madrid.

Con esas 16 temporadas (1982-1998), Chendo se sitúa como 5º jugador con trayectoria más larga, tras las 18 de Paco Gento, el guardameta Miguel Ángel y Manolo Sanchís, y las 17 de Santillana. 16 también jugaron leyendas como Pirri, Raúl y Casillas. Casi 500 partidos (en concreto 497) con la camiseta del primer equipo (amén de unos 40 con el Castilla) e infinidad de títulos (18) entre los cuales las 5 ligas consecutivas en la era Mendoza (86-90) y otras dos más (95 y 97), 2 Copas del Rey, 2 Copas de la UEFA, Supercopas…Y una Copa de Europa también, que no se nos olvide que Chendo formaba parte de la plantilla que ganó la Séptima en Amsterdam, aunque por aquél entonces Jupp Heynckes no lo utilizó en demasía, prefiriendo alinear a Christian Panucci e incluso en ocasiones a Jaime Sánchez, que no era propiamente un especialista en el lateral. Pero Chendo no se quejó, pese a que el alemán no se portó nada bien aquella temporada con él, y pese a que era el primer capitán oficial de la plantilla desde que recogió el testigo en 1990 del meta Agustín (8 años de capitán también en su ilustre palmarés).

De hecho, este es uno de los rasgos característicos de Chendo en toda su carrera, el darlo siempre todo como gran profesional que es, y levantar muy poco la voz (al menos en público) en todas las circunstancias. Eficacia sin estridencias, habiendo “secado” literalmente a primeras figuras como Stoichkov, Overmars o Futre. En letras de oro están sellados los dos marcajes que hizo al mejor Maradona (en 1987) en una eliminatoria contra el Napoli en Copa de Europa.

Cuando se habla de la Quinta del Buitre pocas veces se menciona que su 6º componente fue claramente Miguel Porlán. Lo que ocurre es que cuando Julio César Iglesias escribió su célebre artículo en El País, Chendo ya formaba parte de la primera plantilla desde año y pico antes. Y que los 5 de la Quinta eran jugadores quizás más creativos en su forma de jugar. De ahí la injusticia que entraña el no mencionar a Miguel como uno de los indiscutibles artífices de esa época dorada que supuso aquel equipo que mezclaba el fútbol total y el jogo bonito mucho antes de que algunos inventasen el mal llamado (y muy sobrevalorado) tiquitaca. Y Chendo siempre estuvo allí, de titular indiscutible, un auténtico valladar en defensa que formaba junto a Míchel González un ala derecha absolutamente prodigiosa.

No hay que olvidar tampoco los 26 entorchados de Chendo con la Selección Española y su activa participación en los Mundiales de 1986 y de 1990, bajo los mandos de Miguel Muñoz y de Luis Suárez, en momentos donde debía de competir con el colchonero Tomás Reñones o el culé López Rekarte.

Tras su retirada como jugador en 1998, tras levantar la Copa de Europa más deseada por el madridismo, Chendo se incorporó a las tareas de Delegado del Primer Equipo del Real Madrid. 19 años seguidos lleva.

La temporada actual es su vigésima consecutiva. Ha trabajado en ese puesto bajo los mandatos de Lorenzo Sanz, Florentino Pérez (en sus dos etapas) y Ramón Calderón. Ha compartido banquillo con Hiddink, Toshack, Del Bosque, Queiroz, Camacho, García Remón, Luxemburgo, López Caro, Capello, Schuster, Juande Ramos, Pellegrini, Mourinho, Ancelotti, Benítez y Zidane.

16 técnicos del primer equipo han pasado en esos 19 años y en el banquillo, en cada partido de cualquiera de las competiciones, el único que ha permanecido siempre ha sido Miguel Porlán, contra viento y marea, haciendo siempre gala de su profesionalidad y de su madridismo. “El incombustible” le apodan. En el famoso caso Cheryshev, tras el partido de Copa del Rey en el Ramón de Carranza de Cádiz, algunos iluminados de poca monta quisieron buscar en Chendo el chivo expiatorio adecuado para hacerle cargar con todos los males del universo. Chendo, como en los tiempos de Heynckes, permaneció siempre en silencio. No entró en provocaciones. Sabía que no había cometido ningún error. Meses después, tras la consecución de la Undécima en Milán, el Real Madrid le renovó por otros 4 años más en su cargo (hasta 2020), mostrando fehacientemente que siempre ha confiado en su impoluto trabajo y demostrando plena confianza en él.

No recuerdo muchos casos como el de Chendo, 42 años seguidos en el Madrid, siempre en el frente  aunque en un discreto segundo plano como Delegado de Equipo. Quizás esté siguiendo el ejemplo de otro ilustre murciano (en este caso adoptado en Mazarrón), el gran Agustín Herrerín, casi 50 años al servicio del Club y Delegado de Campo en los últimos 20. Y, por si fuese poca la relación, miembro ilustre de la peña “La Décima” de … Totana! Qué tendrá esa buena tierra murciana, qué carácter debe imprimir, qué reaños hace crecer en sus nativos y en sus visitantes para haber dado al Madrid leyendas como Camacho, Herrerín o nuestro querido Chendo.

¡¡¡Muchas Felicidades, Capitán!!!!

Hoy 12 de octubre cumple años Miguel Porlan ‘Chendo’, jugador del Real Madrid durante 15 temporadas y actual delegado del primer equipo.

Nacido en Totana (Murcia) el 12 de octubre de 1961, se desempeñaba como lateral diestro. No era un prodigio técnico pero sí un especialista defensivo gracias a su valentía, su persistencia, su eficiencia en la marca, su potencia y su labor industrial dentro del terreno de juego. Además doblaba bien por banda aunque en muchas oportunidades decidía no subir para mantener su posición en la zaga. Sus compañeros le conocían como ‘El Quistes’ por su mal remate con la testa.

Empezó a jugar en su localidad natal y con ficha falsa en el Totana juvenil al no cumplir aún con la edad. Fue allí donde se fijó el Real Madrid en sus cualidades y le firmó para el Juvenil B. En la cantera merengue fue creciendo siempre con el visto bueno de Miguel Malbo, el gran artífice de que muchos jugadores llegasen al primer equipo. Con el inicio de la década de los 80 subió al Castilla y en 1982 debutó con los mayores en una jornada de huelga de los profesionales auspiciada por la AFE. El equipo dirigido por Molowny se enfrentó en Castalia al Castellón, donde vencieron por 1-2, saltando Chendo al césped en el minuto 88 sustituyendo a Michel.

Su salto definitivo a la primera plantilla se produjo en la 83-84, aunque en el curso anterior Di Stéfano ya echó mano de su presencia frente al Valencia, con cuarenta y tres minutos disputados, y contra el Atlético en el Calderón, donde actuó dos minutos. En su primera campaña se hizo con el puesto de lateral titular en un año en el que también debutaron, procedentes de la cantera Butragueño, Martín Vázquez o Pardeza. Sin embargo, y tras una dura pugna con el Athletic en Liga, se quedó en segunda posición.

su salto definitivo a la primera plantilla se produjo en la 83-84

Desde ese momento Chendo no abandonaría su condición de indiscutible durante ocho largas y exitosas temporadas. Pasaron por el banquillo Amancio, Molowny, Leo Beenhaker, John Benjamin Toshack, Di Stéfano de nuevo o Antic, y todos le dieron los galones en el lateral. En 1985, además, comenzaría una etapa fabulosa en cuanto a títulos con el primero de ellos, la Copa de la UEFA. Se venció en la final por un global de 1-3 al Videoton magiar y Chendo jugó ambos partidos. Ese curso también se levantó al final de la campaña la Copa de la Liga ante el Atleti.

Un año más tarde se revalidó la UEFA contra el Colonia alemán y se cosechó la primera de las cinco Ligas que conquistó ‘La Quinta del Buitre’ con la ayuda de los Buyo, Gordillo, Hugo Sánchez y también Chendo. En la temporada 1988-1989, además, se logró el doblete al ganar la Copa contra el Real Valladolid, pero en la Copa de Europa el ogro del Milan de Sacchi apeó a los blancos en semifinales. Fue precisamente en esta competición donde Chendo hizo su mejor partido con la zamarra merengue. Es muy recordada su actuación contra el Nápoles de Maradona secando al 10 en una tarde con las gradas vacías del Santiago Bernabéu en septiembre de 1987.

Con el fin de la época dorada de ‘La Quinta’, el Real Madrid tuvo un inicio duro en los 90. Las dos Ligas perdidas en Tenerife pesaron mucho y solo se alzó una Copa del Rey en 1993 ante el Real Zaragoza. Aquel duelo sí lo disputó Chendo como titular pese a que Benito Floro durante toda la campaña prefirió a Nando en el lateral diestro. Un par de temporadas después, con Valdano al timón del barco madridista, se firmó a Quique Sánchez Flores, que dejó en el banquillo en muchos encuentros al de Totana. Esa temporada de 1994-1995 se reconquistó la Liga por delante del Depor tras varios años de hegemonía blaugrana con Cruyff como gran artífice.

La llegada de Fabio Capello en 1996 y el fracaso de Secretario permitieron a Chendo jugar buena parte de la primera vuelta de una Liga que se ganó ante el Barça de Ronaldo. En el mercado de enero se firmó a Panucci y Chendo fue relegado a un segundo plano, pero su profesionalidad y buen hacer fue siempre reconocido por el técnico italiano. El murciano contaba entonces con 35 años y aún disputaría otra temporada como blanco, la de 1997-1998, en la que alzó el único trofeo que le faltaba, la Copa de Europa. Jupp Heynckes apenas contó con él en siete encuentros, el choque de la Supercopa en el Camp Nou contra el F.C. Barcelona, cuatro duelos de Liga, uno de Copa ante el Alavés y uno de la fase de grupos de la Champions contra el Rosenborg noruego. Pero ello le posibilitó retirarse tras 497 partidos, tres tantos en su haber y un palmarés privilegiado con siete Ligas, dos Copas, una Copa de Europa, dos Copas de la UEFA, cinco Supercopas de España y una Copa de la Liga.

Con la selección española fue internacional en 26 ocasiones, casi todas ellas mientras Miguel Muñoz era el seleccionador. Debutó en enero de 1986 contra la URSS en Las Palmas y pocos meses después entró en la convocatoria para el Mundial de México. El rojiblanco Tomás era el dueño de la banda, pero Chendo disputó el partido clave en cuartos contra Bélgica debido a las bajas. El cuadro hispano empató a poco del final, pero en la tanda de penaltis un fallo de Eloy mandó a casa a los pupilos de Muñoz.

chendo fue internacional en 26 ocasiones

Después del Mundial ya fue clave en la fase de clasificación para la Euro de 1988 actuando en cinco choques contra Albania, Rumania o Austria. Sin embargo, una lesión le apartó de la convocatoria para el torneo pese a que Miguel Muñoz le esperó hasta el final. A continuación entró Luis Suárez como director del conjunto español y continuó contando con Chendo. De esta forma el lateral llegó como titular al Mundial de Italia, en el que jugó los tres partidos de la liguilla ante Uruguay, Corea del Sur y Bélgica y el horrible encuentro contra Yugoslavia que fue el epílogo de España. Ese duelo ante los ‘plavi’ en Verona fue el último del de Totana en la selección, puesto que Vicente Miera y Javier Clemente prefirieron a otros jugadores en su posición.

Tras colgar las botas reemplazó a Ignacio Zoco como delegado del primer equipo, puesto en el que aún permanece en activo.

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