Las mejores firmas madridistas del planeta

(N. del A.: Gracias a Pedro por la historia y a Alberto Cosín por los detalles).

 

Allá por el año 1977, Pedro Garcia de las Heras jugaba en los juveniles del Real Madrid. En aquel equipo de juveniles había jugadores que llegarían muy alto en el mundo del fútbol. En la primera foto vemos a Pedro, primero por la izquierda, agachado. En la segunda, correspondiente al mismo posado, vemos entre otros a Ochotorena y, a su izquierda, al mismísimo Rafa Benítez. 

Cuenta Pedro que un día les llevaron a entrenar al Bernabéu con los mayores. Miljanic había sido cesado y se había hecho cargo del equipo el apagafuegos Luis Molowny. 

Una de las decisiones del canario fue la de poner al primer equipo a entrenar con los juveniles. De manera que ahí se vio Pedro, en medio del Bernabéu, rodeado de la imponente piedra desnuda de la grada inabarcable y, lo que imponía aún más, de la presencia de todos aquellos ídolos homéricos. Stielike. Breitner. Santillana. Pirri. Jensen. Camacho. Y tantos otros.

A Pedro le temblaban las piernas en aquella mañana de febrero, y honestamente no podía atribuirlo al viento de aquella mañana desapacible que se filtraba por los vomitorios vacíos y desembocaba en el césped. 

Pedro era el delantero centro de los Juveniles, de manera que en aquel entrenamiento le marcó Benito. Por supuesto, lo que todos aquellos chavales sentían por D. Gregorio Benito era un temor reverencial. No se enfadaría el grandioso Goyo si ahora añadiéramos que en aquella mañana desapacible de nervios a flor de piel Pedro llegaría a sentir también algún temor físico. 

Cuenta Pedro que con un buen regate se fue hacia la portería contraria y enfiló a García Remón. Benito metió quinta y se fue a por él en carrera. Viendo lo que se venía, el bueno de Molowny empezó a gritarle desde la banda, tratando de advertirle: “Pedro, suéltala ya! Suéltala ya!”. Pero Pedro, deseoso de su momento de gloria ante todos aquellos tótems, hizo caso omiso de la recomendación del técnico y continuó avanzando. 

Y sucedió lo que tenía que suceder. Benito se lanzó a por aquel balón, o a por lo que hubiera por medio, con su elasticidad, fuerza y pundonor característicos. Pedro quedó revolcándose por el suelo, en medio de gritos de dolor y temiéndose lo peor. Por fortuna no había sido grave, pero el dolor era lacerante.

Para su sorpresa, cuando Pedro levantó la vista, vio a Benito acercarse con cara de lo que él interpretó como arrepentimiento. Benito, con el gesto más señorial, le tendió la mano, le ayudó a levantarse, le dio una palmada en la espalda y mientras se retiraba le espetó: “Sois una puta mierda, perdéis siempre contra el Barça”.

 

 

Mis buenos amigos de La Galerna me han sugerido que me atreviera a articular unas líneas sobre algo que, para mí, después de tantos años de vivir y disfrutar mi madridismo, siempre ha sido quizás la expresión más importante, profunda y verdadera de la historia del club de fútbol más grande que ha existido, existe y, estoy seguro, existirá en el mundo del fútbol: la final de la Copa del Rey que, el 4 de junio de 1980, se disputó en el estadio Santiago Bernabéu entre el Real Madrid C.F. y su equipo filial, el Castilla C.F.

Siempre estaré agradecido a mi respetado presidente, Luis de Carlos, por haberme dado la oportunidad de aportar mi humilde trabajo al Real Madrid al hacerme parte de su Junta Directiva en 1978, pero nunca olvidaré lo que significó aquella final para mí.

Desde entonces siempre he manifestado, porque así pienso que es, que fue la mayor exaltación de madridismo que se puede dar, incluyendo títulos nacionales y extranjeros, pues creo firmemente que nadie podrá repetir aquella efemérides y, además, estoy convencido que todos los grandes clubs del globo futbolístico darían cualquier cosa por protagonizar aquel partido, con sus segundos equipos enfrente; lo siento pues, como casi todo en el planeta fútbol, la pauta la marca el club del Bernabéu y el resto, solamente puede aprender, intentarlo y, principalmente, envidiar y admirar la estela inigualable e irrepetible que, en el océano del balón, va dejando la entidad blanca de la capital de España.

Hoy se cumplen 40 años de todo aquello; me parece mentira, pero puedo recordar la enorme ilusión de los castillistas, sus grandes actuaciones previas frente a equipos teóricamente superiores como el Hércules de Alicante, Sporting de Gijón, Atlético de Bilbao, y la gran Real Sociedad de los años 80.

También puedo recordar, y nunca olvidaré, cuando alguien en el vestuario del primer equipo antes del encuentro comentó: “Habrá que tratar bien a los chavales…”, y el gran Goyo Benito, que desgraciadamente ya no está entre nosotros, gritó: “Nada de eso, hay que darles caña y meterles todos los que podamos; deben darse cuenta de dónde están”; y el resultado lo conocemos todos.

Cómo no hablar de los Agustín, Gallego o Pineda, que llegaron al primer equipo, aunque cualquier otro componente de aquel heroico Castilla podría haber representado lo mismo.

Fue la gran fiesta del madridismo, fue la demostración, que hoy sigue vigente, de que no hay ninguna escuela como la nuestra, de que la formación y la transmisión de valores es el fondo permanente que, con los cambios propios de todo lo que funciona bien, sigue mostrando al universo futbolístico cual es el camino para que, lo que parece solamente un juego de competición deportiva, se convierta en una fábrica de sueños, esperanzas y deseos hechos realidad para muchos jóvenes integrantes de generaciones que, llevando o no nuestros colores, vayan proclamando a lo largo de su existencia lo que significa el Real Madrid. Dentro de lo que es el fútbol y salvando las distancias con las cosas más importantes de la vida, debo decir, para terminar, que siempre he pensado y sentido que el Real Madrid es una de ellas, y me siento orgulloso de haber formado parte de todo lo que representa, aunque haya sido mínimamente.

 

Fotografías Getty Images.

 

Pirri. Artículo, de mayo de 2019, reflotado con motivo del 75 aniversario de Pirri.

 

Cuando mencionamos el nombre de Pirri hablamos de entrega, de sacrificio, de un jugador que se dejó los huesos y el alma por el Real Madrid, de un hombre con ADN merengue. Hablamos de una persona que estuvo más de 30 años ligado al club. Toda una leyenda y una institución. Pirri es el Real Madrid.

Nacido en Ceuta el 7 de marzo de 1945 (aunque su padre lo inscribió en el registro el día 11),  ya en el colegio era inseparable del balón, donde, además, empezó a ser conocido como Pepirri. Con 15 años entró a formar parte del Atlético Ceuta y con 19, con ficha de aficionado, se marcha al Granada. En apenas un año llama la atención de varios clubes como el Español, que no lo firma porque no convence a Kubala. En el club blanco el hombre clave es Antonio Martínez Ruiz, un ojeador  que queda prendado de las virtudes del ceutí y convence a su padre para que cambie de residencia por razón de estudios y se marche a Madrid. Aun así, y para evitar problemas, el equipo madrileño paga 200.000 pesetas al Ceuta, que es quien cuenta con los derechos de Pirri.

En el verano de 1964 aterriza en la capital uno de los mejores centrocampistas que ha vestido la elástica merengue. Un centrocampista todo sacrificio, esfuerzo, voluntad, brega y nobleza. Pero también un medio polivalente, con calidad, poderío, agilidad, dinamismo, recorrido y con gran eficacia goleadora por su llegada desde segunda línea.

Su debut oficial no puede tener más significado: el Barcelona en el Bernabéu. Varias lesiones diezman al cuadro de Muñoz que tira del ceutí para un partido que se resuelve por goleada (4-1), y con Pirri dando un gran rendimiento. Los siguientes tres lustros será habitual y una constante ver al centrocampista como titular, mandando desde la medular o la defensa y portando el brazalete de capitán desde 1976 hasta 1980.

Su palmarés es una majestuosidad que crece cada temporada, quedándose el ceutí a cero únicamente durante los cursos de 1970-1971, 1972-1973 y 1976-1977. Un total de diez Ligas, cuatro Copas y la Copa de Europa de 1966 son el extraordinario bagaje de Pirri en su etapa madridista, en la que en un principio es conocido como Martínez por expreso deseo de Bernabéu (no le gustaba el mote de Pirri).

El olfato de goleador de Pirri fue junto con su espíritu indomable uno de los baluartes de su carrera. Sus números eran extraordinarios para un centrocampista y ayudaron a que el Real Madrid lograse una hegemonía en el panorama nacional. En su primera temporada ya firmó 10 entre todas las competiciones, pero hubo tres cursos en los que rondó los 15, concretamente 16 en la temporada 1970-1971 y 1975-1976 y 15 en 1971-1972. Su mejor choque en este aspecto fue en la séptima jornada de Liga del curso 1974-1975, en el que marcó un hat-trick al Celta de Vigo.

Compañeros y rivales se rindieron a su calidad futbolística y humana. Para Víctor Muñoz “fue mi ídolo”, mientras que Marcos Alonso indicó  que "fue un fuera de serie tanto en el Real Madrid como en la selección”. Arconada, portero legendario de la Real Sociedad y de la Selección, declaró “Pirri fue un gran jugador, que siempre se entregó y dio cuanto poseía. De ahí todos sus triunfos”.

En la carrera de Pirri también hay que destacar que las lesiones jamás le frenaron. Debido a su fogosidad y atrevimiento, sufrió numerosas lesiones, pero siempre se sobrepuso a ellas. Una rotura del radio en la final de la Recopa ante el Chelsea, o aquella mandíbula partida una final de Copa ante el Atleti, o aquel Clásico con 40 de fiebre y la clavícula rota en 1968, son las más conocidas, pero también sufrió una rotura de peroné, una fractura de un dedo del pie o un desgarro muscular. Por todo ello Santiago Bernabéu le premió con la Laureada del club en julio de 1968.

En 1980 dejó la casa blanca con 34 años, 561 partidos oficiales, 172 dianas (noveno en el ranking histórico) y con un doblete de Liga y Copa bajo el brazo. Su destino fue México y Puebla.

Un año más tarde regresó a la capital para un merecido homenaje del Real Madrid, con España como rival. Una selección española a la que entregó todo lo que tenía durante 41 partidos y en dos Mundiales, el primero en Inglaterra en 1966 y el segundo en Argentina doce años más tarde.

Al marcharse a tierras mexicanas el ceutí declaró: "Mi corazón es madridista”. También declaró que después de su retirada le gustaría “poder trabajar en el club como médico”. Dicho y hecho. En 1982 volvió a las filas merengues como galeno, puesto en el que se mantuvo hasta 1996 cuando se convirtió durante cuatro temporadas en secretario técnico. En septiembre de 2000, y tras 32 años perteneciendo al Real Madrid, se marchó del club de su vida.

¡Felicidades, Pirri!

 

 

A Franco, ese extremo derecha que tantos éxitos le dio al Real Madrid, se le podía reconocer de dos formas: por su bigotico y su traje de militar, cuando estaba de faena, y por las dos insignias de oro y brillantes del F. C. Barcelona que decoraban su ropa cuando iba de paisano.

Si veías a alguien con esas dos insignias podías decir sin temor a la duda: ¡Mira, ahí va Paco!

Ya es hora de que el madridismo reconozca las afrentas sufridas por nuestros amigos culés durante el franquismo, esos beneficios que nuestro equipo recibió en detrimento de los azulgranas. Una reivindicación que realizan cada pocos meses desde hace 70 años, una constancia en la queja (que viene desde su nacimiento), sólo digna de la paciencia china, capaz de realizar esa muralla que ningún español hubiera extendido más allá de un tabique.

Francisco Franco Bahamonde, ese madridista de pro, no tardó, impaciente él, en ponerse manos a la obra para beneficiar al club de sus amores y orgullo de nuestra patria. 14 añitos de nada. Ha de notar el lector madridista la urgencia casi enfermiza, la impaciencia nerviosa de Franco por rellenar las vitrinas de su adorado estadio de Chamartín. Apresuradamente, a los 14 años de iniciarse el Régimen, nos regaló la primera Liga. Él solito, demostrando la incompetencia de esos jugadores que no lo lograban por más que él insistiera…

Quejámonos los madridistas, una tendencia de herencia culé a extirpar, porque a diferencia de aquellos siempre es en sentido autodestructivo, de que llevamos una Liga en 7 años, pero con la proverbial ayuda del Generalísimo nos pasamos más de 14 gloriosas temporadas de patriotismo sentido y orgulloso sin olerla. La época más larga sin que el Real Madrid conquistara una Liga. Sí, amigos, ¡14 años de gobierno franquista sin ganar la Liga! (1933/1939-1953). Justo en la época más dura del régimen, en la que se estaban sentando las bases.

No hubo manera de ganar, incluso en la temporada 44/45 nos quedamos a un punto, pero tuvimos la mala suerte de que en el momento decisivo el general Franco estaba inaugurando un pantano… Lo único que tengo que reprochar a los culés y todos estos equipos antimadridistas, es que sabiendo que éramos el equipo del régimen ellos no reconocieran ni reconozcan nuestra generosidad, ¡porque es evidente que nos merecíamos tal reconocimiento!

No queda ahí el altruismo y la hidalguía madridista con sus rivales. En ese tiempo, el ultrajado Barcelona conquistó cinco títulos, el sometidísimo Athletic Aviación conquistó cuatro (2 con esa denominación y otros dos con la de Atlético de Madrid), y el vilipendiando Athletic de Bilbao ganó otro. Además, Athletic de Bilbao y Barcelona fueron los clubes que más Copas del Generalísimo lograron, 9 cada uno. La afrenta infame es evidente, pero ahí estuvimos nosotros demostrando nuestra bonhomía y dadivosidad.

Copa Generalísimo (Foto Blog Im-Pulso)                                                                                                                        Foto: Blog Im-Pulso

Y no se crean que no ganábamos porque Franco no hiciera de todo, no ganábamos porque los madridistas somos así, generosos y altruistas, y aún con el apoyo del Generalísimo decidimos no ganar. Sin un mal gesto, ni una queja.

Nosotros, que seguramente también éramos el equipo de la República, al menos ganamos dos titulillos antes de la llegada de Franco…

Di Stéfano, Kubala, el Pacto de Lima y otras aventuras.

¿Y qué ocurrió en 1953 para que empezáramos a ganar todo? No deben achacar ni por un momento, estimados lectores, que la causa del éxito fuera que don Santiago Bernabéu lograra hacer el mejor equipo del mundo: Marquitos, Rial, Miguel Muñoz, Gento, Di Stéfano, Zárraga, Atienza… Kopa, Mateos, Joseíto… Santamaría, Didi, Puskas… La culpa de esta transformación la tuvo Franco. ¡Menudas carreras por esa banda derecha!

En la pequeña lista de jugadores habrán observado que he incluido el nombre de Di Stéfano, la leyenda madridista más incontestable. En su rocambolesco fichaje el mundo culé vio la posibilidad de rezongar con la idea de la manipulación franquista, la ufana y maquiavélica mano del Generalísimo más descarado. Y para ello crearon una historia de mentiras, medias verdades y mitologías.

Buena nota tomaron en Barcelona cuando Bernabéu se fijó en Di Stéfano y dijo que ese jugador debía estar en Chamartín.

Di Stéfano no jugó en el Barcelona porque se negaron a pagar 27 mil pesetas a Millonarios. No hablaré de la tacañería catalana por tópico, pero ahí queda eso.

- Una huelga en la liga argentina mermó la relación de Di Stéfano con River Plate, su equipo, ya que se pasó 2 años sin jugar (de 1947 a 1949), por lo que finalmente terminó marchándose a Colombia. La liga colombiana estaba escindida y con múltiples problemas federativos y burocráticos, se creó una Asociación colombiana paralela a la Federación del país que empezó a fichar jugadores sudamericanos. Uno de ellos fue Di Stéfano, que recaló en Millonarios. En un principio la FIFA no reconoció a los equipos de esta nueva asociación, pero finalmente ambas partes llegaron a un acuerdo en el conocido “Pacto de Lima”. Un jaleo, vamos.

En este pacto, la FIFA reconocía la propiedad de los jugadores que habían fichado hasta el 15 de octubre de 1954, ampliable al 31 de diciembre. Una vez cumplido el plazo los jugadores volverían a sus equipos de origen. Es decir, Di Stéfano pasó a ser propiedad de Millonarios hasta el 31 de diciembre, momento en el que volvería a River Plate.

En 1952, Di Stéfano se declara en rebeldía y decide no volver a Colombia (a Millonarios), planteándose dejar el fútbol incluso. Esta situación, con denuncias de por medio, impedía cualquier operación con el jugador.

En ese momento interviene el Barcelona. Samitier inicia negociaciones con River Plate, aunque en esos momentos no tenía los derechos del jugador. Llegan a un acuerdo: 4 millones por el jugador a partir del 1 de enero de 1955. Todo sin contar con Millonarios, dueño del jugador en ese momento. El presidente Enrique Martí en persona gestionó el cabo suelto de Millonarios, entrevistándose con el presidente del equipo colombiano, Alfonso Seniors, que pidió 27 mil pesetas para ceder sus derechos sobre el jugador, algo a lo que el dirigente catalán se negó. Nos salió pelín agarrado por culpa de Franco, claramente. Nótese que el espíritu de Franco lo va sobrevolado todo.

El Real Madrid entra en acción. Saporta es enviado a Bogotá con las 27 mil pesetas para la cesión de los derechos de Di Stéfano, operación que se ejecutó sin problemas. El siguiente paso era ir a Buenos Aires y convencer a River Plate, pero el equipo argentino ya había recibido la mitad del pago por parte del Barcelona (2 millones de pesetas), con lo que no se pudo llevar a cabo la operación, aunque sí logró Saporta la neutralidad de River. Di Stéfano se sintió utilizado por el club azulgrana, que estaba dispuesto a dejarle un año sin jugar si hacía falta. Saporta se reunió con Di Stéfano e incluso adelantó un pago por sus servicios, lo que estimuló al jugador. Así el Real Madrid tenía los derechos del jugador hasta el 31 de diciembre de 1954, mientras que el Barcelona había pagado la mitad por los derechos del jugador a partir de esa fecha. Esa era la situación. La FIFA dejó claro que los derechos federativos correspondían a Millonarios hasta el 31 de diciembre de 1954 y que el Real Madrid era el único que había llegado a un acuerdo, por lo que exigió a la Federación española que ambos clubes llegaran a un pacto.

La histeria azulgrana se puso en funcionamiento. Ofrecieron a la Juventus sus derechos sobre Di Stéfano; pidieron la anulación del trato a River de malos modos, a lo que los argentinos se negaron; el jugador estaba indignado con esa actitud…

La FIFA nombró mediador a Armando Muñoz Calero, que fue el ideólogo de una salomónica decisión. Di Stéfano jugaría en el Madrid en las temporadas 53-54 y 55-56, mientras que en el Barcelona lo haría las temporadas 54-55 y 56-57. Luego deberían ponerse de acuerdo sobre el futuro de Di Stéfano.

Los dos equipos aceptaron en primera instancia, pero tras la dimisión de Martí por firmar el acuerdo salomónico en el caso Di Stéfano, la junta gestora que se hizo cargo del club catalán decidió renunciar a sus derechos sobre Di Stéfano previo pago de los gastos que la gestión del asunto ocasionó al Barcelona (los millones abonados a River), a lo que el Madrid accedió gustoso.

La única intervención gubernamental se produjo cuando se aplicó una excepcionalidad a la ley que había entrado en vigor el 24 de agosto de 1953, por la cual se prohibía el fichaje de extranjeros desde aquella fecha. Esta excepcionalidad de la Delegación Nacional de Deportes consistió en que se permitió contratar a los jugadores cuya operación se estuviera negociando antes de la entrada en vigor de aquella ley. Esto permitió el fichaje de Di Stéfano… como el de muchos otros, ya que su ámbito era general y lógico. Es más, esa medida beneficiaba tanto al Real Madrid como al Barcelona.

El Real Madrid se limitó a cumplir los trámites y comportarse conforme a la ley, dirigiéndose en primer lugar al equipo que poseía en ese momento los derechos sobre Di Stéfano. Fue clave que el rendimiento de Di Stéfano en pretemporada con el Real Madrid fuera decepcionante. Los azulgranas no sólo despreciaron a Di Stéfano, sino que se sentían superiores al poder contar con Kubala, que lideraba al equipo en aquellos años, y logrando títulos. Además veían al argentino conflictivo y caro, lo que no convertía su contratación en algo prioritario.

Ladislao Kubala (Foto futbolprimera.es)

Tras los éxitos madridistas con Di Stéfano las mentiras azulgranas se multiplicaron. Hablan de teléfonos pinchados, de que pagaron al dueño de los derechos del jugador, cosa que es falsa como se ha explicado, ya que los derechos eran de Millonarios en ese momento... Hablan de cesión a Millonarios, cuando en realidad era un traspaso. Hablan de Di Stéfano como jugador del Barcelona, cuando en aquella fecha no lo era en absoluto… Hablan de la imposibilidad de contar con el jugador por argucias estatales, cuando la realidad es que los derechos del jugador correspondían en esa fecha al Real Madrid…

La pataleta culé (por supuesto con toda razón, ¡válgame Dios!), que les dura 70 años después, viene de los posteriores éxitos logrados por el Real Madrid con Di Stéfano al frente. Un hecho difícil de olvidar y que, por supuesto, no previeron en su momento. Así, que sublimando el bendito arte de la fabulación, crearon estas edificantes, embriagadoras y evocadoras historias para regocijo de todos nuestros compatriotas.

- De lo que no oirán hablar a un culé es del caso Kubala y las asombrosas ayudas que el gobierno franquista le proporcionó al Barcelona para que se hiciera con sus servicios, negadas al Real Madrid. Como mucho algún radical verá ciertos dejes franquistas y “fascistoides” en el hecho de que la asombrosa rapidez con la que proporcionaron su ayuda y realizaron las operaciones burocráticas, saltándose procedimientos y plazos, no fuera aun más rápida y contraria a la ley, pero poco más. Un fichaje, este sí, ad hoc a favor de los azulgranas. El régimen silbó la melodía de “El puente sobre el río Kwai” mientras se saltaba la legalidad vigente por una causa mayor, y los madridistas, primeros en interesarse por el húngaro, protestaban…

Armando Muñoz Calero fue vital para la llegada de Kubala. Él fue también el que propuso la medida salomónica sobre Di Stéfano (fue Presidente de la Federación Española de Fútbol y Vicepresidente del Atlético de Madrid)… ¿Por qué ayudaron a esta contratación? Pues porque con el fichaje de este “mediocre” jugador mermaban el potencial de los culés, está claro, con lo que nos beneficiaban a nosotros, el equipo del régimen. O más bien por pura propaganda. El régimen usó este hecho como propaganda anticomunista, lo que supondría un beneficio para ellos. ¡Si hasta le hicieron una película de propaganda al régimen, “Los ases buscan la paz” (Arturo Ruiz Castillo, 1954)!

- Ante estas afrentas e injusticias que el egregio e insigne Caudillo de España y Generalísimo de los ejércitos produjo en los culés, estos entraron en grave crisis. Sin perder ocasión y ante la oportunidad de terminar con el club culé, el Caudillo de esta nuestra España no dudó un segundo en recalificar los terrenos de Les Corts hasta en tres ocasiones en 15 años, reduciendo plazos y burocracias, terminando con la deuda del club culé, que ascendía a 230 millones de pesetas de la época, y posibilitando la creación de Palau Blaugrana y el Palacio de Hielo. La primera recalificación fue en 1951, la segunda en 1962 y la última en 1966. Con esto, el régimen impidió la ruina y desaparición del Fútbol Club Barcelona.

Como es de recibo, en el Boletín Oficial del Estado número 228, fechado el 23 de septiembre de 1965, aparece el Decreto 2735/1965, de 14 de agosto, con las firmas de Martínez y Sánchez Arjona (Ministro de la Vivienda) y Francisco Franco.

Tanto a José María de Porcioles, alcalde de Barcelona, como a Torcuato Fernández Miranda y Hevia y el mismísimo Francisco Franco les hicieron Socis d'honor blaugranas.

Nosotros, el equipo del régimen, no tuvimos tanta suerte y nunca logramos este tipo de ayudas, negadas sistemáticamente. Así podemos decir orgullosos que el estadio de Chamartín fue construido y ampliado con el esfuerzo de los socios y simpatizantes del club. Sin más apoyo. Esto Franco lo hizo por nuestro bien, para que supiéramos lo difícil que es lograr las cosas y no convertirnos en un club mimado. Y es que Franco se levantaba todas las mañanas con la intención de ayudarnos y perjudicar a los culés, pero le salían estas genialidades tácticas…

- Todos estos desmanes del régimen contra los culés fueron censurados por el club catalán de forma contundente. La denodada lucha antifranquista del Barcelona se escenificó con la entrega de dos medallas de oro del club al Generalísimo. Estos luchadores de la libertad y la democracia hincaban con saña las insignias en el pecho del Caudillo, haciendo gala de su descontento. Es notorio que Franco recibía estas condecoraciones con desdén y a regañadientes, frunciendo su dictatorial gesto, incómodo con toda la pompa ofertada, ya que a él le gustaría recibirlas de su equipo, o sea el del régimen, ya saben, el Madrid…

La primera fue otorgada en 1971, en agradecimiento a lo que supuso la financiación del Palau Blaugrana y el Palau de Gel. La segunda en 1974, cuando el equipo azulgrana visitó el Pardo en la celebración del 75º aniversario del club catalán. Vamos, por salvarles la existencia.

- Los árbitros siempre fueron el principal mecanismo de manipulación del franquismo y donde los culés centraron sus quejas especialmente. Todos ustedes habrán oído hablar de Guruceta, ese maquiavélico árbitro que dedicó su profesión a beneficiar al Real Madrid y perjudicar al Barcelona. El régimen franquista, para ayudarnos en todo lo posible, dio satisfacción al veto pedido por los culés al colegiado, al fin de que no los arbitrara más. Fueron muchos los ultrajes cometidos por este colegiado contra el Barcelona, al que arbitró la friolera de 1 partido de Liga en Riazor, partido que concluyó con empate. La causa de la desazón azulgrana fue un penalti injusto pitado a favor del Real Madrid en la Copa del Generalísimo, ya saben, esa que ganaban tanto los culés en aquella época. La recusación a Guruceta duró hasta 1985. También fue recusado Ortiz de Mendíbil por conceder un gol en el tiempo de descuento al Real Madrid en otro enfrentamiento contra los culés.

Guruceta (Foto AS)

Extrañamente los culés no se quejaron del reconocido árbitro antimadridista Antonio Rigo (no lo digo yo, lo dijo él), que llegó a arbitrar hasta en 13 ocasiones a los azulgrana en una temporada sin que perdieran un solo partido, con arbitrajes demenciales que llevaron al Real Madrid, junto a otros ocho clubes, a recusarle. Lo de las recusaciones era algo habitual en aquella época. La famosa “Final de las Botellas” fue la sublimación de la manipulación del relato de los árbitros para ayudar al Madrid y perjudicar al Barcelona. Una final con un desastroso arbitraje que perjudicó a los madridistas y que ya venía precedido de las quejas atléticas en semifinales, donde los culés también fueron beneficiados en los dos partidos arbitrados por… Antonio Rigo. Franco no impidió su designación porque estaba viendo una de sus series favoritas, “Juego de Tronos”.

- Debe recordarse que el Caudillo de nuestra gran España también lo era de Europa, y bien que nos beneficiamos los madridistas, que conquistamos cinco Copas de Europa consecutivas y luego otra más en 1966. Todo el mundo sabe que la influencia franquista en Europa era absoluta, especialmente en asuntos futbolísticos, clave estratégica en la época… Extrañamente a partir de 1966 no ganamos ninguna más, en otra generosa demostración del dictador, magnánimo con los rivales, ante los que no quería escenificar un abuso tan grande. Nadie en su sano juicio podía imaginar que el equipo creado por Bernabéu y que se paseaba por Europa lo hiciera también por España, otro signo inequívoco del madridismo del régimen. Es mucho más lógico y sensato achacar todos esos éxitos, europeos y nacionales, a la mano bienhechora del Caudillo. Lástima que la designación de los árbitros Ellis y Leafe (anularon hasta 4 goles) en nuestra primera eliminación europea le pillara a Franco ejercitando la noble actividad de la caza… Y es que seis seguidas eran muchas, pero pelillos a la mar.

- Conocidas son las trifulcas de Bernabéu con miembros del régimen. Un Santiago Bernabéu que no se mezclaba en políticas y que su única obsesión era defender al Real Madrid ante UEFAS, FIFAS o políticos. El caso del “palco de invierno” con Millán Astray, fundador de la Legión española, es conocido. Astray andaba por el Bernabéu como Pedro por su casa. Solía propasarse con las muchachas, lo que le llevó a besar a la mujer de un diplomático, con el consiguiente escándalo y pelea. Por este hecho Bernabéu cerró ese palco, por lo que cuando Astray intentó volver al siguiente partido le fue impedida la entrada. Al no recibir explicación retó a un duelo a pistola a Bernabéu, que tuvo que recurrir a su amigo personal Muñoz Grandes para que Astray entrara en razón.

Cuando Moshé Dayán, general israelí y reconocido madridista, fue condecorado con la insignia de oro que portaba el propio Santiago Bernabéu durante un partido entre el Madrid y el Maccabi, se montó un escándalo tremendo, ya que Israel no era un estado reconocido por el régimen franquista, lo que acarreó bastante problemas al presidente, ya que muchos miembros del régimen lo tomaron como un desafío.

A estas cosas, siendo como éramos el equipo del régimen, Franco no les daba importancia. Pequeñas travesura de Santiago, él tiene estas cosas, nada que no se resuelva con unas cañas, aseveraría, jovial y risueño, el Generalísimo.

Lo que sí ocurrió es que el régimen, una vez vinieron los éxitos madridistas, se benefició mucho de esa marca a la cual podían vender al extranjero. Nada nuevo bajo el sol, lo hacen todos los políticos de todo régimen, pero no fue hasta que esos éxitos vinieron cuando la política se interesó por el fútbol.

Resulta increíble que todo un Real Madrid haya sido incapaz de forjar un discurso para tirar por tierra todas estas zarandajas, algo que podría hacer fácilmente, propiciando que esas mentiras repetidas miles de veces se convirtieran para muchos en verdades. Tendrá que ser desde estas páginas desde donde demos la tabarra a tal misión.

Se antoja muy complicado que los equipos “perjudicados” por el régimen logren explicar estos extraños sucesos paranormales…

Pueden ver documentación y las fuentes originales por internet, son documentos que rulan por ahí.

ALGUNAS FUENTES: 'A puerta';  Prouespeculacio;  El Confidencial Digital.

 

Hoy, 23 de agosto, cumple 66 años Santillana, toda una leyenda del Real Madrid C.F. Sus números hablan por si solos al ser el cuarto jugador que más partidos ha vestido la camiseta blanca (645), más temporadas estuvo en el primer equipo (17) y más goles (186) anotó en la tabla histórica de artilleros merengues.

Carlos Alonso González nació en Santillana del Mar (Cantabria) y de ahí su nombre futbolístico otorgado por su entrenador en juveniles Agustín Cuétara. Santillana era un delantero centro menudo (1,75m) cuya mejor virtud, sin embargo, fue el remate con la testa. Su poderoso salto gracias a su potente tren inferior, que le permitía llegar muy alto y mantenerse durante un segundo colgado en el aire, le permitió ser conocido como la mejor cabeza de Europa. Además, a su fuerza física, entrega, voluntad, raza, oportunismo y astucia se sumó con el paso de los años una gran mejora en el dominio del cuero con ambos pies.

El delantero comenzó a jugar en el pueblo de Barreda, cercano a Santillana del Mar, en las filas del Satélite. Antes había rechazado la proposición de las monjas Clarisas de Santillana para irse a Filipinas como misionero. Santillana quería ser futbolista y, en caso de no lograrlo, químico. Tras jugar también en el Barreda juvenil y probar con el Deportivo de la Coruña cuatro días y el F.C. Barcelona durante una semana (Salvador Artigas era el técnico y disputó un partido con el equipo suplente en Badalona), a los que rechazó por la morriña del hogar, el Racing le firmó en 1970. En un principio parecía que saldría cedido, pero al final se quedó en el cuadro cántabro. En la Segunda División cumplió con nota marcando 16 goles (fue ‘Pichichi’ compartido con Manolín Cuesta del Córdoba) en el equipo dirigido por Moruca y en el verano de 1971 le llegó la oportunidad de su vida.

santillana fue futbolista del barcelona durante una semana

En pleno estudio para el examen de Preu recibió la noticia por parte de su técnico en el Racing de que acababa de fichar por el Real Madrid. El equipo blanco iniciaba una operación renove y su gran objetivo era Ico Aguilar, pero Santiago Bernabéu, al ver también a Santillana en un choque contra el Hércules, le incluyó en el pack junto al arquero Corral. El desembolso por los tres racinguistas fue de 18 millones de pesetas. Las perspectivas para el curso 1971-1972 es que se quedase cedido en el Racing. Sin embargo, Miguel Muñoz le hizo un hueco en la plantilla y Santillana le correspondió con goles y tratando de mejorar su técnica cada día después del entreno. En su taquilla en el vestuario "tenía a la derecha a Amancio y a la izquierda, a Velázquez. ¡Casi nada! Yo estaba allí calladito y casi le hablaba a la gente de usted. Y el que más rompía el hielo era Zoco: ‘¿Qué pasa por el Sardinero?’, me decía siempre".

Debutó de forma oficial en la primera jornada liguera ante el Betis en casa y su primer gol no se hizo esperar al anotarlo siete días más tarde en El Plantío contra el Burgos, al que se ganó por 1-2 gracias a esa diana. Un total de 15 tantos entre todas las competiciones firmó en la temporada de su estreno, donde además inauguró su palmarés con la primera Liga de su carrera.

Su trayectoria iba in crescendo, siendo un fijo para Miguel Muñoz hasta que en 1973 estuvo cerca de decir adiós a los terrenos de juego. En un duelo ante el Español se dañó el riñón en un choque con el exmadridista Pedro de Felipe y en una resonancia le descubrieron que únicamente tenía el riñón derecho. Varios médicos le aconsejaron su retirada, pero el prestigioso urólogo Antonio Puigvert le dio el OK y estuvo listo para iniciar la siguiente temporada. Santillana llegó a declarar en esos meses que se encontraba "absolutamente destrozado. La lesión me ha partido por la mitad. Pero si es así, estoy dispuesto a abandonar el fútbol”.

Regresó para la campaña 1974-1975, en la que rindió a gran nivel con 23 tantos y fue clave para el doblete de Liga y Copa logrado por los pupilos de Miljanic. Además, en ese año 1975, en la Copa de Europa jugó probablemente su mejor duelo como madridista. En los octavos de final el Real Madrid recibía al Derby County tras perder 4-1 en la ida. En la vuelta, con un Bernabéu en llamas, marcó el tercero y el quinto merengue para culminar una remontada histórica. El quinto fue una diana preciosa y similar a la que marcó Pele en el Mundial de Suecia 1958. Santillana acomodó con el pecho un envío de Breitner, realizó un sombrero a un zaguero inglés y, al caer el cuero, lo empaló de volea lejos del arquero Boulton. El artillero, al final del partido, declaró que estaba "loco de alegría por los dos goles conseguidos. ¿El quinto? Bueno no creo que pase a la historia”.

El Real Madrid dominaba en España y así se plasmaba en los títulos, ya fuera con Miguel Muñoz en el banquillo primero o después con Miljanic, Luis Molowny y Boskov, declarando del yugoslavo de Begeč que "le impresionó mucho su método de entrenamiento y forma de concebir el fútbol". Con ‘El Mangas’ llegó el mejor rendimiento a lo largo de un curso liguero para Santillana en 1977-1978. Anotó 24 dianas ligueras con grandes dobletes ante el Sevilla, el Español, el Elche o la Real Sociedad en dos ocasiones para colaborar en la Liga número 18 del club tras aventajar al Barça en seis puntos.

La gran ocasión en la que Santillana pudo levantar la vieja Copa de Europa fue en el año 1981. El equipo venía de otro gran doblete en 1980 y el cántabro de marcar 29 tantos entre Liga, Copa de Europa y Copa (logró uno de los seis tantos del Real Madrid en la final frente al Castilla). Aquel curso el delantero consiguió tantos continentales ante el Limerick en la primera ronda, el Honved en la segunda y uno fundamental para eliminar al Inter en semifinales. Sin embargo, en la gran final, el inglés Thompson y el escocés Hansen le secaron y vio cómo se escapaba la ‘Orejona’ camino de Liverpool.

El inicio de la década de los 80 trajo consigo una gran sequía de títulos sólo parada por la Copa del año 1982 conquistada ante el Sporting y la aparición de una joven ‘Quinta’ procedente de la cantera y liderada por Butragueño, competencia directa para Santillana en la delantera junto con el glamuroso fichaje del mexicano Hugo Sánchez. Pero el cántabro, pese a la edad y la pujanza de los jóvenes, siguió siendo clave en una época con remontadas para la historia y dos Copas de la UEFA consecutivas. Se aclimató a las circunstancias y pensó: "Si yo quiero continuar aquí, en este equipo, durante dos o tres años más, lo que tengo que hacer es adaptarme a la situación".

En 1985 participó en el mítico 6-1 contra el Anderlecht de octavos y en el 3-0 ante el Inter de semifinales donde consiguió dos dianas, la primera mandando a la red un balón suelto en el área pequeña y la segunda con un testarazo esplendoroso que se metió tras pegar en el poste. Luego, además, fue clave en la ida de la final con un tanto en Hungría frente al Videoton. Mientras que en 1986 volvió a ser básico con otros dos goles al Borussia Mönchengladbach en la victoria por 4-0 (el segundo en el minuto 89 con la espinilla tras un despeje del guardameta Sude), dos más al Inter de Milán en la prórroga (disputó el encuentro lesionado tras llegar muy justo y sin entrenar previamente por una rotura de fibras), al que se derrotó por 5-1, y uno en la ida de la final frente al Colonia en el coliseo blanco. Aquella noche, Mario Corso, legendario extremo neroazurri y entrenador interista, declaró que "llegará el día que Santillana se tenga que jubilar. Entonces el Inter podrá estar más tranquilo y eliminar al Madrid”. Sin duda Santilla fue una bestia negra para la escuadra italiana como también lo reflejó la crónica de La Gazzetta dello Sport, que indicaba que "decidieron los zarpazos del viejo guerrero: Santillana. Si juega Valdano, hubiera estado en el banquillo”. Por su parte, el delantero cántabro dijo que "estaba convencido de marcar el cuarto gol. Les dije a mis compañeros que no se impacientaran, que faltaba mi gol”.

Mundo Deportivo

                                                                                                                                                           Mundo Deportivo

Los dos últimos años de Santillana como profesional se saldaron con otras dos Ligas para su palmarés en un periodo en el que su participación disminuyó considerablemente, aunque llegó a superar la docena de encuentros en la competición doméstica. En la temporada 1986-1987 firmó tres dianas entre Liga y Copa de Europa y un año más tarde alcanzó las cuatro, siendo la última en la jornada 38 frente al Valladolid el día de su despedida, que también sirvió como homenaje por parte del club y aficionados. Así colgó las botas uno de los mejores delanteros de la historia de la entidad en la que ganó nueve Ligas, cuatro Copas, dos Copas de la UEFA, una Supercopa de España y una Copa de la Liga.

Con la selección española jugó 56 partidos internacionales marcando un total de 15 dianas. Debutó de la mano de Kubala con apenas 22 años el 17 de abril de 1975. Ese día España se midió a la Rumania de Stefan Kovacs en la clasificación para la Eurocopa de 1976 con un resultado de empate a uno en Madrid. Su primera diana con el equipo nacional no se haría esperar y en la devolución de la visita a los rumanos en Bucarest anotaría el segundo tanto hispano de un duelo que finalizó en tablas.

El cántabro fue un asiduo de las convocatorias durante una década, tiempo en el que acudió a dos Mundiales y dos Eurocopas. Su primera experiencia con Kubala a los mandos de la selección fue en Argentina 1978. En el debut ante Austria fue suplente de Rubén Cano, pero el técnico hispano-húngaro le dio la alternativa contra Brasil, con quien se empata a cero con el famoso fallo de Cardeñosa, después de que el delantero superara a Leao por alto y le habilitase de cabeza. Santillana también jugó en la victoria inútil ante Suecia que mandó a España de vuelta a su país.

Dos años después entró en la lista para la Eurocopa de Italia, en la que de nuevo partió como suplente, esta vez de Quini y Satrustegui. El papel de España en las dos primeras jornadas fue muy discreto y Kubala tiró de él para el último partido frente a Inglaterra con la selección casi eliminada. También se cayó contra los ‘pross’ en Nápoles y se confirmó el temprano adiós.

santillana debutó con la selección el 17 de abril de 1975

Su segundo y último Mundial fue en casa en 1982 en otro sonoro fracaso del cuadro hispano. La ilusión estaba en cada casa del país y en cada rincón de los estadios donde actuaba la selección para verla triunfando de una vez por todas con la ayuda de la hinchada. Sin embargo, en el primer día hubo un golpe de realidad con un empate ante Honduras. Santillana no disputó ningún choque de la primera fase ante los centroamericanos, Irlanda del Norte y Yugoslavia y el seleccionador Santamaría no contó con el delantero hasta la segunda ronda. España se enfrentó en el Bernabéu a germanos e ingleses y tras perder ante los primeros y empatar con los segundos se confirmó el desastre nacional.

En 1983, camino de la Eurocopa de Francia del año siguiente, Santillana vivió su punto álgido con España en una actuación colosal. La selección dirigida por Miguel Muñoz necesitaba 11 goles de diferencia ante Malta para la clasificación dejando en la cuneta a los Países Bajos. En Sevilla, en el Benito Villamarín, la pasión y la entrega de los jugadores obraron el milagro con el delantero cántabro en pleno éxtasis goleador. En la primera mitad hizo un hat-trick y en la segunda redondeó su partido con un cuarto tanto que ayudó a que España acabase venciendo por 12-1.

En el torneo en tierras galas fue al primero al que asistió contando desde el minuto uno para el seleccionador. Titular en los cinco encuentros del campeonato, Santillana anotó en la liguilla contra Portugal para forzar un empate ante los lusos y también en la fundamental tanda de penaltis de semifinales frente a Dinamarca. En la final ante Francia se zafó con los zagueros Bossis y Le Roux, pero no pudo batir a Bats. España, tras fallo de Arconada a disparo de Platini, y con un gol en el 90’ de Bellone, hincó la rodilla por 2-0 y no logró alzar el título continental.

Un año más tarde disputó su último partido oficial con España en un choque de clasificación para el Mundial de México. La selección se vio las caras con Islandia en Reykjavik, donde venció por 1-2 con el delantero cántabro formando pareja de ataque con Hipólito Rincón.

En su vida posterior al fútbol ha continuado jugando con los veteranos en multitud de ciudades y pueblos de todo el país y parte del extranjero a la vez que ejercía como representante de ventas de una conocida marca deportiva.

 

Hoy, 5 de diciembre de 2017, nos ha dejado a los 68 años Henning Jensen, futbolista danés que militó tres campañas en el Real Madrid en las que disputó más de 100 partidos oficiales y levantó dos títulos de Liga.

Nacido el 17 de agosto en la localidad danesa de Norresundby, fue allí donde se hizo futbolista en el club más importante de la ciudad. Jugó siete temporadas hasta que apareció en el horizonte el Borussia Mönchengladbach que lo incorporó a sus filas en 1972 con apenas 22 años. En el cuadro alemán dirigido por el gran Hennes Weisweiler coincide con una fenomenal generación de jugadores como Vogts, Stielike, Bonhof, Wimmer o su compatriota Simonsen, y levanta en cuatro cursos dos trofeos de Bundesliga, una DFB-Pokal y la Copa de la UEFA del año 1975.

En el verano siguiente Gunter Netzer abandonó la disciplina del Real Madrid, y el club blanco eligió a Jensen para que lo sustituyera como segundo extranjero del plantel. El danés estaba en negociaciones con el Ajax pero el cuadro madridista se adelantó (Agustín Domínguez paró en Alemania de camino al sorteo de la Copa de Europa) y se hizo con sus servicios, según los rumores de la época por 50 millones de pesetas. Jensen declaró “sentirse muy orgulloso de fichar por el Real Madrid, un equipo al que admiró en su adolescencia” cuando consiguió una Copa de Europa tras otra.

Mediapunta polivalente y versátil, también podía jugar como interior o de extremo por la izquierda pese a ser diestro. El danés destacaba por su velocidad y por tener un juego vistoso, repleto de clase y elegancia en sus movimientos aunque siempre acusó cierta irregularidad.

En su primera campaña Miljanic lo situó en el extremo zurdo, jugando en el ataque junto a Roberto Martínez y Santillana. Titular toda la temporada hizo su debut con la casaca blanca en la primera jornada de Liga donde el Madrid se impuso al Salamanca por la mínima. Su primer gol se hizo esperar y no llegó hasta la jornada 7 en la que batió al arquero zaragocista Irazusta en La Romareda. Lograría otros cinco en el Campeonato Nacional, destacando el doblete frente al Racing en el Bernabéu. Sin embargo, el equipo no pudo revalidar el título y finalizó en una modestísima novena posición. La Copa de Europa también trajo sinsabores al ser eliminados muy pronto por el Brujas, y en la Copa el batacazo fue aún mayor al perder ante el Hércules en la tercera ronda.

Jensen cuajó su mejor rendimiento como merengue en el curso 1977-1978. Miljanic fue destituido en la primera jornada de Liga y tomó los mandos Luis Molowny. El canario empezó situando a Henning como extremo hasta que una lesión de Vicente del Bosque obligó a colocar a Stielike en la posición del salmantino y al danés al lado del teutón en el mediocampo. La fórmula salió a la perfección y el Real Madrid recuperó el cetro liguero tras superar al Barça por seis puntos de diferencia. Jensen anotó siete dianas y tres de ellas las obtuvo contra el Barcelona en sus dos mejores partidos en su trayectoria blanca. En la primera vuelta los pupilos de Molowny se impusieron en la Ciudad Condal por 2-3 (el medio danés batió de preciosa vaselina a Artola) con la pareja Juanito y Jensen bailando a los culés. En la jornada 29 los catalanes visitaron el Bernabéu sin Cruyff y se marcharon con una clara derrota por 4-0. Un inicio sensacional del Madrid con dos goles de Jensen en los primeros diez minutos desarboló a su rival y dejó visto para sentencia el trofeo doméstico.

Su última temporada tuvo lugar en 1978/1979. Molowny continuaba a los mandos de la nave blanca y se volvió a alzar un nuevo título de Liga. Jensen acusó su irregularidad y aunque actuó en más de 30 partidos a lo largo del curso, mantuvo una dura pugna por el puesto de extremo con el cántabro Aguilar. En el torneo doméstico bajó su cifra anotadora a tres dianas, aunque dos de ellas fueron importantes para cosechar sendas victorias contra el Barcelona y el Sporting en el coliseo merengue. Pero sin duda su tanto más significativo fue el que obtuvo ante los luxemburgueses del Niederkorn en Copa de Europa y que sumaba el 300 de la historia blanca en la competición. Poco recorrido tuvieron los blancos en el torneo al caer de manera sorprendente frente al Grasshopers en octavos. Mientras que en el torneo del KO Jensen únicamente se perdió dos duelos y uno de ellos fue la final ante el Valencia en el Vicente Calderón, donde un doblete de Kempes decidió el entorchado para los che.

En el verano de 1979 y tras un bagaje de 101 partidos oficiales y 18 dianas, Jensen ponía fin a su etapa blanca para marcharse al Ajax. En el cuadro de Ámsterdam estaría dos años antes de regresar a su país para vestir la camiseta del Aarhus y retirarse en la institución donde empezó, el Norresundby BK.

Con la selección danesa fue internacional en 21 ocasiones, aunque no llegó a disputar ningún torneo importancia en un periodo en el que Dinamarca no era aún un conjunto de nivel superior. Se estrenó con apenas 22 años en un amistoso ante Suecia que acabó con derrota por 2-0 y su primer gol lo anotó también en un amistoso contra Hungría el 13 de octubre de 1973 en Copenhague. Su calidad le permitió ganarse el puesto con asiduidad y era corriente verle en choques de calificación para la Eurocopa o el Mundial. Los mejores recuerdos de su paso por el combinado danés se produjeron en un doble enfrentamiento con Chipre de clasificación para el Mundial de Argentina. Dinamarca venció 1-5 a domicilio y 5-0 en casa con un doblete del centrocampista. En 1980, y tras caer en la búsqueda de un billete para el Mundial de España, dijo adiós contra Italia en un choque en que la “azzurra” ganó por 2-0 en Roma.

Después de colgar las botas se apartó del balompié y entre otras labores se dedicó a importar vino español en su país con el nombre Real Jensen Vine.

Siempre recordó con cariño y felicidad su etapa en el club blanco, a la que calificó como la mejor época de su vida. DEP

Hoy día 14 de septiembre cumple años el germano Günter Netzer, el primer jugador que fue campeón del mundo cuando militaba en el Real Madrid (anteriormente ya habían pertenecido a la disciplina blanca el charrúa Britos y el brasileño Didí).

En el año 1973 se abrieron las fronteras para los jugadores extranjeros en la Liga española después de varios años de cierre. Mientras el Barça fichaba a Cruyff, el Real Madrid contrató al alemán Netzer, jugador que había cautivado a Santiago Bernabéu en la Eurocopa de 1972 y que fue segundo en la votación para el Balón de Oro ese año.

Nacido el 14 de septiembre de 1944 en Mönchengladbach (Alemania), cuando la II Guerra Mundial tocaba a su fin, Netzer jugaba de centrocampista. En el mediocampo destacaba por su elegancia, su visión extraordinaria, su magnífico toque de balón y pase y, además, por un disparo muy potente y preciso.

El otro extranjero que llegó a la casa blanca fue el argentino Mas en una temporada 73-74 muy dura en el club de Chamartín. El teutón debutó errando un penalti frente al Castellón en un curso donde llegó a disputar 25 partidos. El Campeonato doméstico fue a parar a manos de un Barça liderado por Cruyff que además venció a los merengues en el Bernabéu por 0-5. El equipo dirigido por Luis Molowny acabó levantando la Copa precisamente contra los catalanes, pero Netzer, al ser foráneo, no disputó ningún minuto en todo el torneo. Su primer año fue decepcionante y comenzó a tener en la parroquia blanca a muchos reticentes de su juego. Le acusaban de ser muy lento, frío e irregular.

La firma de su compatriota Breitner en el verano de 1974 le ayudó a mejorar su nivel en las dos siguientes temporadas que vistió la camiseta blanca. El centro del campo poderoso y preciso que formaban los dos germanos fue clave para recuperar el título de Liga tras una campaña en la que aventajaron en doce puntos al Real Zaragoza. Miljanic sacó un mejor rendimiento de Netzer, que se fue a los 31 partidos ligueros y los 7 tantos. Varios de ellos resultaron claves en el devenir del equipo en la Liga, como fue el segundo gol que dio el triunfo en Mestalla en la primera jornada, el tanto que le marcó al Málaga de penalti en la jornada 16 o el doblete frente al Español en Sarriá en la que, probablemente, fue su mejor actuación en su estancia en la capital. Para completar un curso magnífico se volvió a levantar la Copa, aunque seguía la prohibición a que los extranjeros disputasen la competición del KO.

Su último año en Madrid fue en la temporada 1975-1976. Continuaba el debate de si debía jugar Velázquez o él, pero en muchas ocasiones lo hicieron juntos y el teutón rindió bien, aunque no con la brillantez del curso anterior. El club revalidó la Liga por delante del F.C. Barcelona, pero no pudo alzar la anhelada séptima Copa de Europa tras caer con el Bayern de Munich en semifinales. Netzer llegó a los 29 duelos ligueros anotando contra el Granada y el Elche y además marcó una diana en la Copa de Europa frente al Dinamo de Bucarest en la primera ronda. Al término de la campaña dejó la institución blanca después de 100 partidos y 13 goles y con la sensación para numerosos aficionados de que su trayectoria en el equipo pudo ser mucho más exitosa.

Netzer dejó el Madrid tras 100 partidos

Aterrizó en Suiza para firmar con el Grasshopper de Zurich, en el que estuvo dos temporadas antes de colgar las botas de manera definitiva en 1978 con casi 34 años de edad.

En la ‘Mannschaft’ fue internacional en 37 ocasiones con seis tantos en su haber. Fue un niño prodigio y con 21 años recién cumplidos debutó en una selección de Alemania Federal que ya contaba con Beckenbauer, además de Weber, Tilkowski o Hottges. Se quedó cerca de ir al Mundial de Inglaterra 1966, en el que fue preseleccionado, pero Overath le arrebató el puesto a última hora. Tras ese torneo ya se hizo con las riendas del combinado teutón en el mediocampo y no lo soltaría hasta siete años más tarde. Su mejor momento tuvo lugar en la Eurocopa de 1972 donde Alemania Federal se impuso en cuartos a Inglaterra con una exhibición suya en Wembley y posteriormente a Bélgica en semis y a la URSS en la gran final celebrada en Bruselas. Dos años después aún entró en la lista de Helmut Schön para el Mundial de Alemania, pero solo disputó el choque frente a la RDA. Su país levantó la copa contra los Países Bajos, aunque el poder de los jugadores del Bayern se impuso ante los futbolistas con pasado o presente en el Gladbach como el propio Netzer, Jupp Heynckes o Herbert Wimmer.

En su vida posterior al fútbol abrió una tienda de deportes, una agencia de publicidad y una discoteca, fue manager del Hamburgo en los años 80, en una gran etapa del club hanseático y ha trabajado en la ARD alemana como comentarista de los partidos del equipo nacional alemán.

Ah, but I was so much older then, I'm younger than that now”. Bob Dylan, My back pages.

Que yo recuerde, en los años 70 los partidos de Primera División se jugaban siempre los domingos por la tarde, no más tarde de las 16:30. En alguna temporada ponían un único partido por televisión (TVE1)  que solía jugarse a las 20:30.

En mi casa, los domingos eran un día muy estresante. Familia numerosa de nueve hermanos y hermanas, por las mañanas íbamos a misa en San Luis de los Franceses y luego a comer en casa de mi abuela Manuela o en el domicilio familiar. Cuando había partido del Madrid en el Santiago Bernabéu, además del guirigay que se organizaba durante la comida con tantos comensales, teníamos que apañárnoslas para, por supuesto, no perdernos el capítulo semanal de “El Virginiano” (o años más tarde de “La casa de la pradera” ) y, acto seguido, los hermanos futboleros salíamos corriendo hacia la plaza de Manuel Becerra para coger el autocar que nos llevaba al estadio. “¡Al fúrbol! ¡Al fúrbol!”, se desgañitaba el conductor que aparcaba su viejo autocar delante de la parroquia de Nuestra Señora de Covadonga para atraer a los hinchas y aficionados y, posteriormente,  apelotonarnos en él como sardinas en lata de escabeche. Si tenías suerte, hasta a veces podías ir sentado. Recuerdo bien el olor a bocadillos de chorizo y el de la tinta de los ejemplares de Marca que hojeábamos los seguidores. Cuando el Marca era el Marca…

Aquellos domingos por la tarde eran gloriosos. Toda la semana yo estaba esperando ese momento. Desde la Plaza de Lima, donde nos “soltaba” el autocar, corriendo con la lengua fuera hacia el Fondo Norte, donde nos ubicábamos donde podíamos, preferentemente tras la portería, y por supuesto de pie. Si ese día había atasco de tráfico, a rezar para poder ver algo. Ni tornos ni historias. Mucha gente se colaba por entonces, y no sólo los niños. Recuerdo los porteros del estadio, con sus gorras pasadas de moda y normalmente malhumorados ante las avalanchas de espectadores ante cada puerta.

En las tardes de invierno, pasaba antes y durante el partido un vendedor con copas de plástico microscópicas y las rellenaba por 4 pesetas con el brandy 501. “¡Su calorcillo! ¡Hay copas de coñá!”. En aquel entonces no había marcador electrónico en el Santiago Bernabéu. Si no llevabas radio al estadio (y en aquella época las radios portátiles pesaban de a kilo), era prácticamente imposible saber lo que estaba ocurriendo en otros campos. Tenías que haber sido previsor y llevar encima una chuleta con el “Marcador simúltaneo Dardo” de esa jornada y adivinar por ejemplo que si la clave Reloj Radiant ponía 0-1,  eso significaba que la UD Las Palmas acababa de anotar un tanto en la Nova Creu Alta de Sabadell. Vamos, que para ir al fútbol había que ser un experto en Código Morse.

Los espectadores podían consumir durante el partido varias toneladas de pipas, además de los consabidos bocadillos caseros de calamares y salchichón. Equipos hoy en día casi olvidados en divisiones inferiores, como el Pontevedra, el Burgos o el Salamanca , venían a ponernos en dificultades con sus planteamientos defensivos.

Muchas veces, ya empezado el partido, mi amigo Pablo y yo saltábamos a la tribuna para ver el partido cómodamente sentados. Y en el descanso, recorríamos el trayecto hacia el Fondo Sur para poder ver el segundo tiempo desde allí y poder ver de cerca los goles de Santillana o de Roberto Martínez, Pipi. A poder ser, también en la tribuna. Aunque bien es cierto que el Fondo Sur solía estar bastante más lleno que el Norte y, sobre todo, en las segundas partes atacando esa portería nuestro equipo.

En aquellos años, el Real Madrid solía seguir dominando la competición doméstica. El bloque del equipo lo seguía formando la vieja guardia ganadora de la VI Copa de Europa, con Pirri, Grosso, Amancio, Zoco y Manolo Velázquez, el jugador más talentoso de la época, intermitente y genial como pocos. Muchas veces cuando el partido estaba aburrido (o ya decidido en el resultado), yo me entretenía contemplando la forma de jugar de Velázquez, cómo templaba, miraba a su alrededor y lanzaba un pase majestuoso a 35 metros. Cuando llegó Günter Netzer en 1973 me ocurrió algo parecido. Era el talento ante todo lo que yo iba a ver, además de ver a los nuestros ganar.  También recuerdo que cuando aquellos genios fallaban un pase o no se marcaban una carrera “tribunera” , eran castigados con la clásica sinfonía de viento tan propia del Bernabéu. Los silbidos actuales a Benzema, Keylor o Danilo no son nada novedosos…

Se me quedó grabado en la memoria un gran disgusto cuando mi padre no me dejó ir a ver el Madrid-Barcelona de la temporada 73-74, ya que se jugaba por la noche y al día siguiente había que madrugar para ir al cole como cada lunes. Fue la nefasta noche del 0-5, que por suerte no tuve que ver in situ. Pero al final de aquella temporada, mi padre me compensó ampliamente al llevarme a la final de Copa –al estadio del Manzanares– para contemplar uno de aquellos partidos imborrables como fue el 4-0 (Santillana, Rubiñán, Aguilar y Pirri) del Madrid al Barça, esta vez sin jugadores extranjeros por ambas partes (era el reglamento de la época en la Copa, ni jugaron Netzer, ni Pinino Mas por el Madrid, ni tampoco Cruyff ni el Cholo Sotil por parte azulgrana). El mítico Ramón Moreno Grosso fue sustituido casi al final del partido para que el gran capitán Ignacio Zoco recibiese la copa de campeón en su último partido en el Madrid.

En febrero de 1974, el Barcelona ganó 0-5 en el Santiago Bernabéu

Siempre recordaré aquellas tardes de domingo, con frío, con lluvia o con un sol abrasador (en los días calurosos se vendían viseras de cartón en los puestos callejeros por 50 céntimos de peseta, junto con aquellos caramelos Saci y las bolsas de pipas), con un ambiente muy familiar y siempre festivo, tan diferente de hoy en día.

Al terminar el partido, otra situación clásica: la tercera parte del aforo ya estaba vacío, esa mala costumbre de nuestro público de no aguantar hasta el pitido final, fuese el resultado que fuese. Y en ese instante, nueva carrera para buscar pr Concha Espina el autocar que nos llevaría a “¡Manuel Becerra! ¡Manuel Becerra y Ventas!”, de nuevo con apiñamiento  humano, de nuevo trayecto de pie con los debidos tropezones debido a los frenazos y acelerones consabidos. Y escuchando por la radio del autocar a Vicente Marco y a Joaquín Prat en el Carrusel Deportivo de Radio Madrid, amenizado con los comentarios de Juan de Toro hablando de “Anís Castellana, su presencia siempre agrada”, y con las conexiones con los estadios de Altabix, Pasarón o El Arcángel.

Y llegar a la plaza de Manuel Becerra, a eso de las 7 de la tarde, normalmente con la satisfacción por la victoria de nuestro equipo, y ver a unos chavales vender por 1 peseta en la boca del metro una hoja, del tamaño de medio folio, llamada “Goleada”, en la que a esa hora ya estaban impresos los resultados de la jornada de Primera y Segunda División, a falta del partido nocturno y televisado (por la única cadena y lógicamente en blanco y negro) , con lo cual ya podíamos consultar como iba nuestra quiniela semanal hasta ese momento.

Y volver a vivir el partido, ya en casa. El pundonor de Pirri, los paradones de García Remón, las fintas del brujo Amancio, la sobriedad defensiva de Benito, la velocidad de Aguilar…

Y empezar a pensar en el partido de la siguiente semana, aquella bendita rutina.

Hoy, 5 de septiembre cumple 66 años Paul Breitner, uno de los nueve futbolistas alemanes que han militado en el Real Madrid.

En el verano de 1974, se cumplía un año desde que se abrían las fronteras en el fútbol español a los jugadores extranjeros. En los meses de junio y julio se celebró el Mundial de Alemania en el que la ‘Mannschaft’ levantó el título tras derrotar a los Países Bajos. Don Santiago Bernabéu quería un fichaje importante para ese curso y preguntó a jugadores y técnicos cuál había sido el jugador que más les había gustado además de Cruyff. El elegido fue Paul Breitner.

Nacido el 5 de septiembre de 1951 en Kolbermoor (Alemania Occidental), el teutón podía desempeñarse tanto de lateral izquierdo como en el centro del campo. Destacaba por su potencia, su despliegue y llegada, su gran capacidad para recuperar el balón, su aptitud para abarcar mucho campo y su golpeo de balón, siendo un especialista desde el punto de penalti. Fuera del césped, además, siempre ha sido un hombre de inquietudes, algo conflictivo y contradictorio, un habitual lector de obras de izquierdas y un estudioso de la pedagogía. Entre sus apodos se encuentran ‘El Abisinio’, ‘El Kaiser rojo’ o ‘El Maoísta’ por su devoción al libro rojo de Mao (circunstancia que al enterarse Bernabéu dijo que “intentaría reconducir”)

Procedente del Bayern, que había levantado la Copa de Europa poco antes frente al Atlético de Madrid, fue presentado el 16 de agosto. El técnico Miljan Miljanic decidió apartarle de la banda para jugar en el medio junto a su compatriota Netzer, y fue una sabia decisión del yugoslavo, puesto que el cuadro blanco conquistó dos años seguidos la Liga derritiendo el efecto que Cruyff había insuflado al Barça.

Su debut oficial se produjo el 7 de septiembre de 1974 en la primera jornada liguera contra el Valencia, donde se ganó por 1-2. Una semana más tarde se estrenó en el Santiago Bernabéu y lo hizo con un tanto en el triunfo ante el Hércules. Su rendimiento resultó fabuloso y actuó en 29 partidos de la competición doméstica que alzó el cuadro blanco tras aventajar en 12 puntos al Real Zaragoza y en 13 al F.C. Barcelona. Además, también se levantó la Copa al ganar en la final por penaltis al Atleti, pero Breitner, por su condición de extranjero, no participó en el torneo.

En su segunda temporada como merengue, algunas lesiones le impidieron tener más regularidad, pero descolló en la faceta goleadora con seis dianas. En Liga volvió a ser indiscutible para Miljanic y uno de esos tantos es muy comentado aún hoy en día contra el Sevilla en la ciudad hispalense. El germano disparó y el arquero Paco, pese a su estirada, no pudo detener el cuero que se coló en el marco. Sin embargo, el balón entró por fuera al tener un roto la red del estadio Sánchez Pizjuán. El dominio del Real Madrid en la Liga no fue tan apabullante como la campaña precedente, pero revalidó el trofeo.

Breitner marcó seis goles en su segunda temporada en el Real Madrid

Ese curso, además, se disputó la vieja Copa de Europa, en la que se alcanzaron las semifinales. Breitner jugó siete de los ocho partidos del equipo y tuvo fenomenales actuaciones. En la primera fase, el Dinamo de Bucarest no opuso resistencia, pero en la segunda el club merengue patinó en la ida contra el Derby County por 4-1. La vuelta, dos semanas después, entró en la historia de la institución con una remontada memorable. Y Breitner completó probablemente su mejor choque con la zamarra blanca. El centro del campo fue suyo y se convirtió en el motor de los de Miljanic. El Madrid venció por 5-1 y el medio teutón colaboró con una asistencia en el gol de Santillana que cerró el marcador en la prórroga. A continuación se eliminó al Borussia Mönchengladbach por el valor de los goles en campo contrario para plantarse en semis frente al Bayern. Breitner se perdió por lesión la ida ante su exequipo y no pudo evitar la derrota en la vuelta en Munich por 2-0.

La última campaña del jugador con el pelo afro se produjo entre 1976 y 1977. El papel en general fue muy pobre y se concluyó la Liga fuera de los puestos europeos en novena posición. Además, en la Copa de Europa el Brujas eliminó a la entidad de Chamartín en la segunda ronda y en la Copa fue un sorprendente Hércules el que echó de la competición a los merengues en la tercera ronda. Por ello, desde la junta directiva se decidió no renovar el contrato de Breitner, que finalizaba al término del curso. Con todo ello dejó un bagaje en la Casa Blanca de 100 partidos oficiales y 10 tantos en su haber.

Volvió a su país a las filas del Eintracht Braunschweig para jugar una temporada, antes de regresar al Bayern Munich, con el que cosechó dos Bundesligas más para su palmarés hasta su retirada de los terrenos de juego en 1983 con apenas 31 años. En palabras suyas “porque 13 años de profesión ya eran suficientes” y “estaba harto de que críos de ocho o nueve años le llamasen cerdo desde las gradas”.

En la selección teutona también fue parte primordial de los éxitos de su país en la década de los 70. Fijo para Helmut Schön, alcanzó las 48 internacionalidades en las que marcó un total de 11 goles. Además, fue campeón de la Eurocopa en 1972 ante la URSS y dos años después del mundo contra los Países Bajos con un tanto suyo de penalti que empataba en ese momento la gran final.

Tras retirarse ha sido presidente del Bayern Munich, fue relaciones públicas de la marca Adidas y ha colaborado en diversos medios como comentarista.

La llegada casi a la par de Francisco Gento y Alfredo Di Stéfano en el año 1953 cambió la historia del Real Madrid. En ese momento el club blanco era el quinto en número total de Ligas con dos (conseguidas en la República), por detrás del F.C. Barcelona, el Athletic Club, el Atlético de Madrid y el Valencia. Ahí arrancó el periodo más esplendoroso de la entidad de Chamartín.

La primera delantera que conformaron el porteño y el cántabro tuvo como socios a Joseíto, Roque Olsen y Molowny en la temporada 1953-1954. Joseíto era un extremo diestro versátil que también podía ejercer de interior y que tenía en su técnica y su magnífico olfato de gol dos características fundamentales. Por su parte, el argentino Olsen figuraba como interior derecho, donde descollaba fuerza, potencia, trabajo y enorme eficacia de cara a puerta, mientras que Molowny continuaba jugando agarrado a sus mangas y destilando finura y elegancia desde el perfil izquierdo. La ‘Saeta Rubia’ ocupaba el puesto de delantero, aunque aparecía por cualquier parte del campo para robar el cuero, construir la jugada, regatear, conducir el balón y marcar. La banda siniestra tendría en Gento su dueño durante casi dos décadas, ala por la cual el guarnicense brillaba por su increíble velocidad, su regate en seco, su gran disparo y sus precisos envíos.

Aquel curso el Real Madrid volvió a levantar el título liguero tras 21 años de sequía y el estreno de la vanguardia coincidió con el debut de Di Stéfano en la competición doméstica ante el Racing. Era la jornada tres y los blancos se impusieron a los santanderinos con un doblete de Olsen y una diana de Molowny y otra de Di Stéfano. Desde ese momento la delantera también fue de la partida en los triunfos por 0-4 ante el Oviedo, con goles a pares de Molowny y Joseíto, un 2-1 en casa contra el Deportivo de la Coruña o la victoria frente al Real Jaén.

Joseíto, Olsen, Di Stéfano, Molowny y Gento

El siguiente frente de ataque importante fue el único que repitió presencia en una final de la Copa de Europa, concretamente en el segundo y el cuarto título del equipo capitalino en los años 1957 y 1959. En liza continuaban Gento y Di Stéfano con Kopa, Mateos y Rial a su lado. Al francés le echó el ojo Bernabéu tras la primera Copa de Europa conquistada ante el Stade de Reims y se lo trajo a Madrid. El galo se tuvo que amoldar a la posición de extremo diestro pero lo hizo a la perfección dada su virtud para el regate y el desborde, su dinamismo, su astucia y su clase. En la zona interior Mateos conocido como ‘Fifirichi’ era un futbolista rápido, luchador, excepcional rematador, pícaro y muy listo. Por último Rial fue una petición expresa de su compatriota Di Stéfano. Firmado desde el Nacional charrúa tuvo una especial conexión con Gento desde el principio. El de Pergamino poseía un fenomenal dominio del esférico con las dos piernas, una gran calidad técnica, mucha inteligencia, gran visión de juego y un duro chut.

José Villalonga optó por este quinteto principalmente para el torneo europeo. En la Liga aparecieron solo en el alirón de la penúltima jornada. A mediados de abril viajaron a Zaragoza para imponerse en La Romareda a los maños en una tarde fabulosa de Enriquito Mateos que decidió el triunfo con dos goles. Mientras que el estreno en la Copa de Europa fue en la ronda de semifinales. Enfrente un sensacional Manchester United de Sir Matt Busby que hincó la rodilla ante los merengues. En la ida se ganó por 3-1 con tantos de Rial, Don Alfredo y Mateos y en la vuelta en un encuentro memorable se empató a dos después de una lección de fútbol madridista. La final se celebró en el Santiago Bernabéu y aunque costó derribar el muro defensivo de la Fiorentina, primero Di Stéfano y luego Gento dejaron el trofeo en casa.

En el curso siguiente de 1957-1958 se revalidó el entorchado liguero y la delantera colaboró con algunos triunfos de mérito. Cabe destacar por ejemplo las victorias ante el Osasuna, el Granada en Los Cármenes con un doblete de Rial, la Real Sociedad, el RCD Español o el Real Valladolid con un ‘hat-trick’ de la ‘Saeta Rubia’ en el Bernabéu.

El año de la tercera Copa de Europa sus apariciones juntos disminuyeron aunque resultaron clave. En la Liga se les pudo ver en un apabullante 6-1 a la Real Sociedad recién entrada la primavera y en la Copa de Europa se estrenaron en cuartos de final. Ante el Wiener SC austriaco igualaron a cero en el Prater pero en la vuelta masacraron a su rival por un extraordinario 7-1 con Di Stéfano como gran héroe del choque. En semifinales se vieron con el Atleti de Madrid aunque estuvieron presentes en la derrota del partido de vuelta. Tras ganar el desempate en Zaragoza repitieron once en la final al estar Puskas lesionado. De nuevo con el Stade de Reims como adversario Mateos hizo el primero y erró un penal después y Di Stéfano ejecutó la sentencia en la segunda mitad.

En 1958 el Real Madrid había incorporado a Puskas completando el conjunto merengue una línea ofensiva de ensueño integrada por Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento. Sin embargo no tuvo tanta perdurabilidad como parece y los cinco únicamente coincidieron en nueve partidos oficiales de la campaña 1958-1959, al marcharse a final de dicha campaña el “Pequeño Napoleón” francés.

Eso si, en las oportunidades que concurrieron sobre el césped dejaron una huella imborrable a los hinchas madridistas. Primero con Carniglia y luego con Miguel Muñoz en el banquillo los blancos quedaron por detrás del F.C. Barcelona en Liga y conquistaron la 4º Copa de Europa de forma consecutiva ante el Stade de Reims. Durante el año la delantera gozó de algunos momentos mágicos como el doble 8-0 a Osasuna y el Sevilla en Liga en casa (Di Stéfano consiguió un triplete en ambos choques), la victoria a domicilio contra el Betis o el 2-0 en el Santiago Bernabéu frente al Besiktas en octavos de la máxima competición continental.

El fichaje de Puskas obligó a Rial a pasarse al interior diestro donde no pudo sacar lucimiento a todas sus grandes virtudes. El magiar por su parte pese a aterrizar pasado de kilos y entrado en años deleitó gracias al guante de su zurda, a una poderosa arrancada en la corta distancia, a su calidad en el pase, a una magnífica visión de juego y por su alianza sublime con el gol.

Kopa Rial Di Stéfano Puskas Gento

Con el inicio de los años 60 el equipo merengue completó su epopeya europea con un quinto título continental memorable. La baja de Kopa y el declive de Rial obligaron a la entidad a acudir al mercado y Bernabéu firmó a un brasileño y a un soriano. El sudamericano fue Darcy Silveira conocido como ‘Canario’, un extremo derecho potente, sacrificado, de mucho carácter y con un buen desborde. Mientras que el de Arcos de Jalón de nombre Luis del Sol y llegado del Betis se desempeñaba como interior siendo la calidad, su poderoso físico, el sentido táctico, la inteligencia, la resistencia y una enorme brega sus principales cualidades.

Los dos se unieron a la ‘Santisima Trinidad’ blanca que formaban Di Stéfano, Puskas y Gento y conquistaron la Copa de Europa de aquel año y las Ligas de 1961 y 1962. Del Sol llegó como refuerzo en el mes de abril casi recién terminada la Liga como refuerzo para la Copa del Generalísimo y la Copa de Europa, lo que unido a la condición de extranjero de ‘Canario’ (no podía jugar el torneo del KO), hizo que a los cinco no se les viese por primera vez sobre el césped hasta la vuelta de la semifinales de la competición continental. Pero aquel partido fue mítico por todo lo que supuso. Enfrente estaba el Barcelona al que ya se había ganado en casa y al que de nuevo se doblegó de forma extraordinaria en el Camp Nou. En un choque fabuloso de los hombres de Miguel Muñoz bailaron a los culés y les derrotaron por 1-3 con doblete de Puskas y un gol de Gento.

Tres semanas más tarde la vanguardia fue la titular en la histórica final contra el Eintracht de Frankfurt. Un duelo que está reconocido como el mejor que se ha visto en la lucha por el cetro europeo. La línea ofensiva blanca resultó imparable para la zaga germana que encajó siete tantos pero que pudieron ser varios más. Puskas hizo un póker de dianas y Di Stéfano logró un triplete pero la actuación también de Canario y Gento por las bandas y de Luis del Sol asistiendo, robando y distribuyendo fue realmente magistral.

En la campaña siguiente fueron una de las claves para conseguir una Liga que se resistía desde 1958. En la jornada 11 se cobraron en el Real Oviedo su primera gran víctima al endosarle un 7-0 en el Bernabéu con tres tantos de Del Sol y dos de Puskas y Gento. Una semana más tarde se exhibieron ante el Barça en su estadio al que vencieron por 3-5 con un papel determinante de Gento y a continuación también vencieron al Real Valladolid, al Real Betis por 0-5, a la Real Sociedad por 0-4, al Valencia, al Elche por ocho dianas (cuatro de Puskas) al Athletic Club o al Sevilla entre otros. Mientras que en los dos grandes partidos del año en el coliseo merengue tomaron buena cuenta de Atleti y Barcelona. A los colchoneros se les ganó con un Puskas en su habitual eficacia goleadora y los culés se les derrotó con nitidez pese al 3-2 final con dos tantos encajados en los últimos instantes. Por su parte en la Copa de Europa disputaron el fatídico encuentro de vuelta en el Camp Nou contra el conjunto blaugrana donde el colegiado inglés Mister Leafe no permitió a los madridistas que continuasen en el camino de su 6º entorchado consecutivo.

Un año después el cuadro blanco revalidó el título aunque la inclusión de Tejada por Canario impidió que el gran quinteto se viese con frecuencia en las alineaciones de Muñoz. Ese curso de 1961-1962 dejaron para las estadísticas un único triunfo importante contra el Real Oviedo en casa por 4-1 con goles de Gento (2), Di Stéfano y Puskas.

El proceso de renovación del conjunto madrileño tras su época dorada dio a mediados de la década de los 60 con una generación que también conocería el éxito nacional e internacional. Estaba compuesta por jugadores españoles y varios canteranos y les bautizaron como los ‘ye-yé’. Gento fue el nexo de unión entre las dos épocas y al cántabro le acompañaron en la delantera durante unos años fantásticos Serena, Amancio, Grosso y Velázquez.

Serena, Amancio Grosso, Velázquez, Gento

Serena fue un extremo diestro hábil, veloz, fino en el regate y buen toque de balón para poner centros con rosca. Criado en el club desde infantiles aprovechó las numerosas lesiones del fenomenal interior Félix Ruiz para hacerse un hueco en el once. Cuando jugaba él Amancio partía desde dentro para llegar a posiciones de delantero. El gallego fue un jugador majestuoso, un futbolista desequilibrante, imprevisible, muy habilidoso y buen rematador y magnífico de cara a gol. En la punta estaba Grosso que heredó el dorsal de Di Stéfano aunque no era un ariete al uso puesto que retrasaba su posición para abrir huecos en la zona del nueve. El capitalino destacaba por su astucia, su dinamismo, su llegada a gol desde atrás y su enorme esfuerzo y sacrificio. En la zona izquierda acompañando a Gento se ubicó Velázquez, un interior con gran clarividencia, elegancia, inteligencia y con una calidad y precisión en el pase maravillosa.

Miguel Muñoz les dio la alternativa en la jornada liguera número 15 cuando visitaban el Luis Sitjar. Velázquez entró en el once y la vanguardia arrasó a los baleares por 2-5 con un doblete del interior y dianas de Amancio, Serena y Grosso. Su buen hacer les permitió continuar en la cresta de ola y demostraron su calidad y eficiencia derrotando al Real Betis, el Pontevedra, el Valencia, el Atlético de Madrid en el Bernabéu por 3-1 o el Real Zaragoza. Por su parte en la Copa de Europa aparecieron en las semis contra el Inter de Helenio Herrera. En la ida en Chamartín un tanto de Pirri dio alas para la vuelta donde se igualó a uno con un gol de Amancio. En la final de lo que supondría la 6ª Copa de Europa para las vitrinas merengues el frente ofensivo se encargó de remontar al Partizan de Belgrado con un tanto repleto de calidad y habilidad del gallego y con un trallazo desde la lejanía de Serena.

Después de un curso donde el Atlético cortó la racha de victorias ligueras merengues el Real Madrid encadenó otros dos Campeonatos domésticos en 1967 y 1968. El eje ofensivo de la 6ª Copa de Europa siguió causando estragos en las defensas contrarias y obtuvieron triunfos destacables ante el Elche, Córdoba, y Sabadell en casa o el Sevilla lejos de la capital.

Con la llegada de los 70 varios componentes del plantel ‘ye-yé’ dejaron paso a los fichajes y además se produjo la retirada de Paco Gento tras 18 temporadas en el club. Procedentes del Racing de Santander llegaron dos sensacionales atacantes, Ico Aguilar por casi 16 millones de pesetas y Carlos Alonso ‘Santillana’. El primero fue la incorporación estrella y se trataba de un extremo veloz, técnico, refinado, habilidoso, con una gran precisión en su bota pero algo frío y miedoso. Mientras que el segundo actuaba como nueve siendo sus mejores habilidades la potencia en el salto y el remate de cabeza, el oportunismo, la garra y la astucia dentro del área. Los dos junto a Amancio que seguía a un nivel altísimo formaron un tridente atacante con grandes resultados entre 1971 y 1975.

Aguilar Amancio y Santillana

La retirada de Gento supuso un trauma en la banda izquierda blanca que no dio con un sustituto de garantías pese a pasar por allí zurdos como los argentinos Anzarda y Guerini o el murciano Macanás. Por ello Muñoz decidió cambiar de costado en numerosas ocasiones a Aguilar que era diestro y jugaba como ala por esa banda. En su primer año conquistaron la Liga tras aventajar al Valencia en dos puntos y después de brillantes partidos de los tres en la segunda vuelta como ante la Real Sociedad, el Español y la UD Las Palmas en casa o lejos de la capital frente al Sabadell y el conjunto che en un choque clave gracias a un tanto fundamental del extremo cántabro.

Después de un mal año en la temporada 1972-1973 y una Copa en 1974 accedió al cargo Miljanic para cosechar un gran doblete en la campaña 1974-1975. El trío formado por el gallego y los dos cántabros siguió contando para el yugoslavo logrando entre otros triunfos para el Campeonato liguero ante el Betis en el Bernabéu y en el Villamarín, el Elche con un doblete de Santillana o el RCD Español. Además en la final de Copa contra el Atlético de Madrid volvieron a reunirse en el césped en los últimos minutos de la prórroga tras entrar Aguilar al campo por Roberto Martínez. El resultado de 0-0 no se movió y en los penaltis Amancio y el ‘wing’ santanderino con el definitivo tanto ante Reina dieron el entorchado al equipo merengue en la tanda por 4-3.

La siguiente gran tripleta que surgió en 1979 y duraría hasta 1982 estuvo formada por Juanito, Santillana y Cunningham. El malagueño se volcaba a la derecha para desplegar su enorme talento, velocidad, habilidad, picardía, intuición, personalidad ganadora, carácter arrollador y eficacia goleadora. Por su parte el extremo zurdo británico fue un futbolista técnicamente sublime, muy elegante en su juego, rápido, elástico, con gran dominio del balón y un disparo poderoso y preciso.

Cunningham Santillana y Juanito

Un nuevo inquilino se sentó en el banquillo de la entidad capitalina para la temporada 1979-1980, Vujadin Boskov. Junto a él firmó el inglés tras abonar 123 millones de pesetas (según el presidente Luis de Carlos) por su traspaso al West Bromwich Albion. Esa campaña fue la mejor de la delantera que se hizo con otro doblete nacional. En el torneo liguero dominaron con su talento y eficacia anotadora quedando como víctimas un Valencia que encajó dos goles de Cunningham y uno de Santillana en el Bernabéu, el F.C. Barcelona que sucumbió por 3-2, el Hércules que se llevó cinco en una gran noche del ariete cántabro, el CD Málaga que recibió cuatro tantos en su feudo, la UD Las Palmas que vio como Juanito le firmaba un ‘hat-trick’, el conjunto culé en el Camp Nou que vivió un partido antológico de Cunningham que desquició a Zubiría o el Athletic Club que presenció el alirón merengue después de un 3-1 en el mes de mayo.

En la Copa no se les pudo ver hasta las semifinales pero fue en un duelo decisivo contra el viejo rival capitalino. El encuentro llegó a la prórroga y en la tanda de penaltis el Real Madrid venció a los rojiblancos errando el inglés pero acertando sus dos socios de ataque. Quince días después en la mítica final contra el Castilla el trío de ataque cuajó un excepcional papel con Juanito marcando en dos ocasiones y Santillana en una.

Un año más tarde su decepción fue tremenda en la final de la Copa de Europa contra el Liverpool donde formaron el eje ofensivo pero no consiguieron batir al guardameta red Ray Clemence. Su última gran actuación fue en la final de la Copa del Rey de 1982 en la que el conjunto madridista se impuso en Valladolid por 2-1 al Sporting de Gijón de los Maceda, Jiménez, Joaquín o Ferrero.

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