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Road to Cardiff (I): vía Moldavia

Road to Cardiff (I): vía Moldavia

Escrito por: Jesús Bengoechea6 septiembre, 2016
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No es ningún secreto para quienes me conocen un poco que desde hace un año vivo en Cardiff, aunque mis apariciones en RMTV, las ganas de ver a mi madre (que tiene 95, pero no nos contentamos con hablar a través de Facebook) y la encomienda por parte de mis hijos de proveer con periódicas remesas de galletas Campurrianas me hagan viajar a Madrid con frecuencia. Toda vez que la final de la Champions de esta temporada tendrá lugar el 3 de junio en la capital galesa, y considerando asimismo que en este medio desacomplejadamente madridista damos por hecho la presencia del Real Madrid en la misma, me he propuesto poner en marcha un serial llamado "Road to Cardiff" para que vayáis conociendo un poco esta ciudad antes de dar con vuestros huesos aquí y con algún rival en el infierno del minuto 93. Porque eso es lo primero que conviene dejar claro sobre Cardiff, algo que no es exclusivo del lugar pero os gustará saber: en Cardiff (de hecho, en todo Gales) si dejas correr un cronómetro hasta el minuto 93 el cronómetro llega, y de qué manera.

Volví de unas largas vacaciones en España con el tiempo justo de soltar la maleta, soltar también cuatro niños y correr hacia el estadio del Cardiff City para intentar junto a un amigo hacerme con un par de tickets para el Gales-Moldavia, que comenzaba en cuestión de minutos. De ahí lo de (literalmente) soltar maleta y niños, registrándose en ese último colectivo algún ligero coscorrón al quedar súbitamente sometidos a las leyes de la gravedad desde la aparente certidumbre de los brazos paternos. Un descuido, propiciado por el ansia, que sin duda sabréis ver con indulgencia.

Hacía tiempo que deseaba ver a Gales (y sobre todo, por qué engañarnos) a Gareth jugando con su país y en su casa, máxime desde la brillantísima Eurocopa que se marcaron los dragones. Una de las cosas que más me conmueven de Gareth Bale es que estoy convencido de que él está a su vez convencido de que sus compañeros de selección son buenísimos jugadores. Tal noción tiene doble mérito en alguien que, para empezar, no tiene un pelo de tonto en el quiqui, y que entrena además a diario con señores que responden a nombres como Toni Kroos, Cristiano Ronaldo, Luka Modric o Raphael Varane, y que por tanto tiene el contraste servido como un pinta de ale sobre la barra. Hay que amar mucho a Gales para afrontar cualquier competición con el mismo deseo de hacerlo campeón que la que le impulsa hacia el mismo objetivo cuando juega con su club. Es muy difícil optar entre el carisma de Luka Modric -con su voz grave y su corta estatura y su sonrisa perenne- y la distinción del irrepetible Joe Ledley -con su barba amish y su estilo dandy y sus pajaritas hípster-, pero resulta en cambio sencillísimo discernir quién lleva con más solvencia técnica la manija del medio campo ante defensas cerradas. Gareth parece jugar igual de sobrado de confianza con ambos.

Joe-Ledley

La cosa es biyectiva, claro, porque Bale ama a su país sin tomar nota sobre la categoría de quienes juegan con su mismo escudo, pero también Gales ama a Bale sin importarle tanto (o eso me dice la gente) la suerte que corran Cristiano, Keylor o Karim. Urge un trade-off que quizá al comienzo sería forzado pero acabaría cayendo por su propio peso emocional: ame el galés medio más al Real Madrid vía amor a Isco, Marcelo y Asensio, y reciba a cambio ( o viceversa) la devoción del último pipero de la grada de Padre Damián por las evoluciones de Taylor, Allen y Robson-Kanu. Firmemos eso ya vía online, y reguémoslo todos juntos el próximo 3 de junio, con abundante cerveza.

Ya que hablamos de piperos, os contaré que no falta en el Cardiff City Stadium quien empieza a desfilar en el minuto 81 a fin de evitar el atasco en la ruta hacia Fairwater, y se pierde así el gol de penalti de Garethcito (¿lo veis?. hay mucho en común), si bien en el modo de animar, en todo lo que ocurre hasta ese minuto 81 y desde antes incluso del comienzo del partido, el contraste con el ambiente del Bernabéu no puede ser más feroz. Allí viste de rojo hasta el más pintado (pintado con un dragón en la cara, claro), todos cantan desde que se aproximan al estadio y se arrancan en ovaciones entregadas a la menor nimiedad, verbigracia un despeje de Williams a la grada cuando muy bien podría haber controlado el balón. Y se desgañitan durante el transcurso de todo el choque, armados de una trompeta y treinta mil gargantas que perpetran versiones de Can´t take my eyes off you de Frankie Valli o de la banda sonora de Ghostbusters.

El partido tuvo toda la historia que quiso darle Gareth. Nadie más en el mundo puede poner el centro que acabó en la cabeza de Sam Vokes en el primer gol. Lo curioso, como trato de explicar, es que Gareth ha de saber eso (que nadie más en el mundo puede hacerlo), pero ama tan ciegamente a los suyos que quizá no sepa (o no quiera tomar nota de ello) que nadie más en su selección puede hacerlo. Eso sí, Gareth pudo ser el que rematara su propio centro, en lugar del voluntarioso Vokes.

Al poco, ya tras el segundo gol de Joe Allen, el madridista estuvo a punto de marcar con un tiro lejano que repelió a córner el portero moldavo. Un rato después puso el turbo para quedarse solo delante de él y sentenciar el partido. Moldavia está muy bien como escenario para las aventuras de Tintín pero no se juega muy bien al fútbol por allí. Tampoco se juega muy bien al fútbol en Gales, pero esto, como lo de Ledley o Modric, es cuestión de carisma. Hablamos aquí, acaso, del más memorable mal equipo de fútbol de la historia, y no me refiero aquí ni a los moldavos ni al Atlético de Madrid.

Los piperos galeses ya iban camino de Fairwater cuando yo registré el segundo gol de Gareth con mi móvil. Es lo que tienen los penaltis: que avisan del gol como yo os aviso ahora, adelantándome a tantas y tantas peticiones, de que sitio para todos, lo que se dice para todos, no voy a tener en mi casa el 3 de junio.

Hala Cymru y nada más.

 

 

Fundador y editor de La Galerna (@lagalerna_). Autor de Alada y Riente (Ed. Armaenia), La Forja de la Gloria (con Antonio Escohotado, Ed. Espasa) y Madridismo y Sintaxis (Ed. Roca). @jesusbengoechea

Un comentario en: Road to Cardiff (I): vía Moldavia

  1. Buen y divertido articulo, Gareth no va a parar hasta verse en esa final 😉 -- También estoy por las Islas, espero que puedas continuar estas series hasta el mismo día 3 de junio, seria el mejor síntoma.

    Sospecho que la gente esta reacia a responder por aquí (como también estoy algo) por la cosa de no gaf...lo.

    Crucemos los dedos. (YN)

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