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La personalidad de Raimundo Saporta

La personalidad de Raimundo Saporta

Escrito por: Athos Dumas2 febrero, 2019
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Hoy, 2 de febrero, se cumplen 22 años del fallecimiento de Raimundo Saporta, un personaje clave dentro de la historia del Real Madrid, mano derecha de Santiago Bernabéu durante muchos años (25 compartiendo Junta Directiva, de los cuales Saporta estuvo 15 como Vicepresidente del club).

Saporta es recordado sobre todo por su brillante faceta organizativa para colocar en la cumbre europea a la sección de baloncesto, pero es de justicia decir que su labor dentro del Real Madrid fue mucho más amplia.

Raimundo Saporta poseía un buen expediente académico, especializado en la rama de economía y contabilidad, y con un excelente don para los idiomas, algo verdaderamente inusual en los años 50 del pasado siglo. En aquellos tiempos la lengua predominante en Europa era todavía el francés, idioma materno de Saporta, y ello le facilitó ser parte primordial en las más importantes reuniones europeas que fueron la semilla, por ejemplo, para la creación de la Copa de Europa de clubs de fútbol en 1955, o la de la Copa de Europa de clubs de baloncesto en 1957. Bernabéu, que tenía un correcto dominio del francés y se defendía en inglés – además de poder saludar en más de 40 idiomas diferentes -, se sentía mucho más arropado en ese tipo de reuniones acudiendo junto a su fiel directivo, que era capaz de captar al 100% cualquier matiz de cualquier conversación técnica, política, diplomática o económica, tanto en francés como en inglés.

“el madrid no fue nunca el equipo del régimen, es una afirmación sin sentido. La prueba es que el Madrid entró en Europa 20 años antes que España.”

Aparte de estas aptitudes intelectuales y profesionales, Saporta tuvo que ejercer, en numerosas ocasiones, de biombo o de parapeto, en situaciones en donde había que aplicar la inteligencia emocional, entre los antagónicos temperamentos que tenían Bernabéu y el entorno del por entonces jefe del estado, el general Franco. Don Raimundo poseía un don de relaciones públicas que le permitía tener, como quien dice, amigos en todas partes.

Algunas anécdotas a este respecto son francamente impagables, y más teniendo en cuenta que, en los años 60, la dictadura existente en España no era un asunto para tomárselo a broma.

En febrero de 1973, en Tel-Aviv, antes de un partido Maccabi-Real Madrid de Copa de Europa, a Don Santiago se le ocurrió quitarse de su solapa la insignia de oro y brillantes del club e imponérsela nada menos que al general Moshe Dayan, héroe de la Guerra de los Seis Días años atrás. En aquel entonces, España no reconocía aún al estado de Israel y era un país claramente aliado con la causa pro-árabe. La anécdota se convirtió prácticamente en un incidente internacional, con protestas oficiales por parte de jefes de estado árabes, como el libio Gaddafi. Al regresar la expedición blanca a Madrid, Bernabéu fue citado en el Ministerio de Asuntos Exteriores por el ministro, López Bravo. Con su socarronería habitual, Bernabéu le dijo a Saporta que fuese él a aclarar lo que había pasado, ya que a estas alturas de su vida (tenía casi 78 años) no le apetecía dar explicaciones sobre un hecho que para él no tenía importancia: ”Le dices lo que quieras. Le dices que se la impuse porque se me ocurrió y quise. Y además, ese tío tiene un par de cojones”. Y ese mismo día se fue a su casa de Santa Pola, porque necesitaba ir a pescar y a relajarse frente el mar. Saporta disculpó a su presidente por su ya conocida impulsividad, alegando que no fue una acción premeditada y recordando que casi cada año el Madrid acudía a Marruecos, al trofeo Mohamed V, así como la buena reputación que tenía el club merengue en el mundo árabe.

Mucho antes, a principios de los años 60, Saporta tuvo que viajar a Moscú, como miembro ejecutivo de la FIBA, para entregar un trofeo en una final europea de baloncesto. Tras una odisea, ya que estaba prohibido viajar a la URSS de entonces, don Raimundo se las apañó para ir en avión a Berlín, pasar a la parte oriental de la ciudad y desde allí volar a la capital soviética en un Tupolev. Se alojó en un hotel cercano a la Plaza Roja y visitó el mausoleo de Lenin. Tras el partido pronunció un discurso – en francés – y regresó a Madrid. Nada más aterrizar, tenía un mensaje del médico personal de Franco, el doctor Vicente Gil, en el que se le instaba a acudir inmediatamente al Palacio de El Pardo. Como ya tenía previsto recibir alguna reprimenda por parte de Franco, a Saporta, con su habitual perspicacia, se le había ocurrido comprar un obsequio para la esposa del dictador, unas latas de caviar ruso. Y a Franco le regaló un libro de Dolores Ibárruri, la Pasionaria, titulado “El único camino”. “¡Vaya, de mi amiga!”, dijo Franco, que lo que quería saber, de primera mano, era “lo bueno y lo malo que había visto por allí”, para posteriormente quedar satisfecho al escuchar sobre la severidad y la rigidez del régimen soviético y la nula libertad que se respiraba por Moscú. Además, el vicepresidente del Madrid entregó a Franco un informe detallado sobre cuestiones que le interesaban sobremanera como educación, vivienda, servicio militar, salarios, impuestos o sistema bancario en la URSS.

Por mediación de las notables dotes diplomáticas de don Raimundo, el Real Madrid, tras varios años de ser eliminados de la Copa de Europa de baloncesto, al no poder ir a jugar a territorio soviético (o a países integrantes del “Pacto de Varsovia”), consiguió convencer al entorno del dictador para jugar, por fin, un partido en Moscú, y no en terreno neutral. La condición que le puso al equipo el entonces ministro de Exteriores, Fernando Castiella, fue que “antes de decidir si se puede viajar o no, quiero saber si existen posibilidades de ganar, porque si no las hay…”. Saporta estaba junto al entrenador Pedro Ferrándiz en esa reunión y le pasó la patata caliente al técnico alicantino, el cual no tuvo más remedio que afirmar que por supuesto que el Madrid podía competir dignamente y quizás hasta ganar en tierras rusas. Finalmente, se levantó el veto, y el Madrid pudo jugar la final de 1963 (entonces a doble partido) en Moscú, ante el TSKA (hoy en día CSKA), compitiendo hasta forzar un tercer partido, que finalmente acabó perdiendo, también en Moscú. Esa derrota se vengaría posteriormente en la final a doble partido ante el TSKA en la edición de 1965, con la vuelta en Madrid, en donde los blancos remontaron los 7 puntos del partido de ida, ganando por 14 (76-62), ante 3.000 espectadores que abarrotaban las gradas del Frontón Fiesta Alegre madrileño. La anécdota curiosa es que en los días previos al partido de vuelta, don Raimundo estuvo agasajando a la expedición rusa, invitándoles a ver una novillada en Las Ventas y un Real Madrid – Athletic de Bilbao en el estadio Bernabéu.

Cuando, ya en periodo democrático, le preguntaban a Saporta por la célebre falacia “el Madrid fue el equipo del Régimen”, él siempre daba la siguiente respuesta: “No lo fue, es una afirmación sin sentido. La prueba es que el Madrid entró en Europa 20 años antes que España.”

Es más. Desde siempre hubo contactos directos entre el Real Madrid y la Familia Real en el exilio. Por ejemplo, Saporta también tuvo que dar explicaciones a miembros del gobierno franquista cuando, con motivo del primer partido que disputó el club de Copa de Europa, en Ginebra, ante el Servette suizo, el 8 de septiembre de 1955, la Junta Directiva del Real Madrid, junto al cuerpo técnico y los jugadores, hicieron una visita a Don Juan de Borbón, a su madre la Reina Victoria Eugenia y a su familia, incluyendo al futuro Juan Carlos I. Tanto la visita como las fotografías fueron completamente silenciadas y censuradas por la prensa de la época.

Una faceta poco conocida de don Raimundo también fue la de “pacificador”, por ejemplo en algunos momentos tensos que surgieron entre el Real Madrid y el FC Barcelona. Tras la célebre “final de las botellas” de la Copa del Generalísimo de 1968 (con la victoria del Barcelona en el Bernabéu tras el parcialísimo arbitraje de Rigo), Saporta se encargó  personalmente de normalizar las relaciones con el presidente Narcís de Carreras, que se había sentido molesto por las duras declaraciones de Bernabéu sobre la victoria azulgrana. Un hecho insólito (e impensable hoy en día) es que cada vez que un jugador del FC Barcelona contraía matrimonio, el vicepresidente blanco le hacía llegar un obsequio de parte del club.

También intervino como negociador en numerosos fichajes, no sólo de baloncesto (Luyk, Brabender, Burgess, Hightower, Aiken), sino también de jugadores de fútbol, entre los que hay que destacar los de Rial, Kopa, Puskás, Didí y Luis del Sol, aparte de su intervención en el fichaje más famoso y comentado de la historia del fútbol, que fue el de Alfredo Di Stéfano.

Sin duda, fue un adelantado a su tiempo: un gran organizador, un excelente relaciones públicas (que tuvo como amigos tanto a ministros del franquismo, como a exiliados de la República, como el arquitecto Félix Candela, autor del proyecto fallido del nuevo estadio del Madrid, en 1972, rechazado por el entonces alcalde de Madrid, Arias Navarro), un destacado negociador y un diplomático de primer orden.

 

 

 

3 comentarios en: La personalidad de Raimundo Saporta

  1. Esta pieza es otro ejemplo del buen hacerr periodístico de Ateos Duma, José Luis Llorente y David Mata en el merecidísimo homenaje de La Galerna al señor Saporta (qepd)

  2. Me sumo a las palabras de Jorge Muñoa.

    "como el arquitecto Félix Candela, autor del proyecto fallido del nuevo estadio del Madrid, en 1972, rechazado por el entonces alcalde de Madrid, Arias Navarro)"

    Desconocía esto. ¡Vaya! ¿Y no intervino Franco, como en la recalificación de Les Corts en Barcelona...?

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