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Huele a jara

Huele a jara

Escrito por: Mario De Las Heras28 agosto, 2016
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El único bar del pueblo cuando hay partido del Madrid es como el café de La Colmena en invierno. Están todos allí y uno puede verlos identificarse a lo largo del encuentro, desde la misma doña Rosa hasta don Trinidad García Sobrino. Ayer estaba puesta la estufa y había congestión no de poetas sino de entrenadores. Hacía mucho tiempo que no veía un partido en el único bar del pueblo, pero tuve la sensación de que el número de entrenadores había crecido.

Entrenadores de todas las clases. Una colmena de entrenadores a los que su propia sabiduría les hacía sentirse tan orgullosos del efecto que producían sus palabras, que no cesaban de dar hermosas, casi líricas lecciones desde la barra, esa banda tan agradecida. Buenos entrenadores y doña Rosa (y un servidor), claro está, encantada. Lo malo eran las estrecheces, no precisamente de la posguerra, sino las estrecheces literales unidas a la potencia de la estufa. Uno podía salir a la calle, al campo, para respirar, y luego volver a entrar, pero entonces ya otro pobre habría ocupado su humilde cubículo para no dejarlo jamás.

No había más remedio que estar allí calentándose sin necesidad, algo que no nos hacía falta a la parroquia pero sí al Madrid. Yo veía que no se podían estirar, cosa que en cambio yo hacía a la perfección con un entrenador empujando mi abdomen con su cadera y con otro metiendo mis riñones con sus rodillas. En el Bernabéu pasaba algo similar. Un Celta de caderas y rodillas. El Madrid encontrando los huecos para beber de su caña y coger alguna aceituna. Un ejercicio de virtuosismo. Prueben a beber de pie y coger algún aperitivo mientras le estilizan a uno y la temperatura pasa de los cuarenta grados.

Pero el Madrid resistió. Allí estábamos todos a una. La parroquia y el Madrid. Pero la parroquia silenciosa y el Madrid, que fue la única que saltó con el gol de Morata. Luego los que saltaron con el gol de Orellana fueron los entrenadores. A los entrenadores se les descubre pronto porque siempre están en contra de algo, algo que con frecuencia suele ser el Madrid. O como ayer Asensio, que de repente a esos expertos no les gusta. Lo que Asensio quiso hacer en el remate previo al primer gol fue una pincelada, una benzemada de las que hace a menudo Morata, que sin embargo sí gusta, mucho, a la pléyade de entrenadores o Leoncios Maestre, Ibrahímes o Marios de la Vega encantados de invitar a cenar y de invitar a puritos a hambrientos bachilleres.

colmena

Zidane dispone de un repertorio como no habíamos visto en años en Chamartín. O sí, aunque él sí lo utiliza. Qué variedad la suya. Qué buen gusto. Yo he visto felicidad en los rostros de esos jugadores blancos, una muy parecida a la de las chapetas de la parentela. Yo he visto esas chapetas en los futbolistas del Madrid hasta cuando salen del campo sustituidos. Cómo estarán echando humo los del Nou Periodismo para meterle mano a esto. Se están volviendo todos locos, acuérdense de las pestañas.

Me gusta la profusión de colores de la paleta de Zizú, todos difuminados. Luego, cuando los necesita, los pone en toda su intensidad como a Modric, como a Casemiro cuya tonalidad es como la del camarero que le arrea en las piernas a Martín Marco por no pagar el café. ¡Por mangante!, dice doña Rosa. La colmena o la selva donde Bale se pasa los partidos de liana en liana. Bale está en el aire, como el amor, y los defensas no miran al suelo sino a los cielos con pavor porque es de donde viene.

Algunos niños se escurrían entre los cuerpos pegados del bar. Tenían las caras de James y de Lucas Quinto. Pequeños rostros bronceados del verano que gritan gol con toda la alegría de la sierra y de los pinos. Esos niños van saltando entre los árboles y se oyen sus risas lejanas en la tarde que huele a jara. Lucas Quinto y James huelen a jara, como Varane, y Zidane les llama para cenar con el ocaso y ellos aparecen, risueños, y la noche estrellada permite que la brisa levante las cortinas del bar mientras el aire fresco nos viste a todos de niñez.

Cuando Kroos marcó el gol de la victoria, una bola de billar colándose en su agujero, ya éramos todos muy niños y los entrenadores muy viejos; y al salir del bar, un tropel de recreo entre farolas amarillas, allí a lo lejos, en la plaza antigua, un cartel luminoso, pequeño, nos decía: "Felices Fiestas".

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

3 comentarios en: Huele a jara

  1. En esta España ya nadie o casi nadie da ejemplo de leer buena literatura. Los artículos deportivos y políticos son el paradigma de lo que digo.
    Gracias D. Mario y La Galerna por dar presencia constante y alimentar la cultura a través de sus artículos.
    ENHORABUENA Y SIEMPRE HALA MADRID!!!

  2. He disfrutado mucho con la cromática y aromática crónica que ha escrito, incluso me vino el olor a jara, que por cierto está ligado a mi lugar de nacimiento.
    Gracias por escribir tan bonito.

    ¡¡ Hala Madrid !!

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