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Guardarredes ilustres: Bodo Illgner

Guardarredes ilustres: Bodo Illgner

Escrito por: Paul Tenorio18 noviembre, 2020
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20 de mayo de 1998, Ámsterdam, ya saben. Han transcurrido pocos minutos desde que comenzara la final de la Champions entre Real Madrid y Juventus y los italianos, que encima tienen a Zidane, han salido fuertes, dispuestos a imponer desde el principio su teórica superioridad. Deschamps, aún enemigo más de dos décadas después, engancha un balón a 25 metros del área largando un zurriagazo imponente que busca con muy mala uva la base del poste derecho de la portería que defiende Bodo Illgner. El alemán, que viste una llamativa camiseta roja como la capa de un superhéroe, impulsa hacia ese lado sus 191 centímetros y no sólo evita el gol, sino que bloca el cuero. Del Piero, por si acaso, rondaba el área pequeña para cazar ese posible rechace que un portero más inexperto, más pequeñito o más nervioso, podría haber concedido. Imagínense que esa final comienza con un 1-0 para la ‘Vecchia Signora’ a las primeras de cambio. Qué distinta podría haber sido la historia con otro guardián en la portería. Pero Bodo no le dio a la Juve ni la opción de sacar un córner. Balón para el Madrid.

Nos vamos a los últimos minutos de partido. Ya ha marcado Mijatovic, bendito sea por siempre. El Madrid acaricia la Séptima, la primera después de 32 años. Pero Davids entra en el área como un zorro en un gallinero. Peligro, no. Pánico. El holandés se lleva una serie de milagrosos rechaces hasta quedarse totalmente solo en el punto de penalti, mano a mano con Illgner. El madridismo de todo el mundo contiene la respiración durante un segundo interminable. No puede ser. La final se va a ir a la prórroga. Pero el meta teutón ha visto venir esa serie de catastróficas desdichas defensivas y se ha adelantado tres metros para cerrar lo máximo posible el ángulo de disparo al carismático centrocampista. Éste chuta centrado y a media altura, como si el bigardo que tiene delante no le dejara otra opción. Bodo, de nuevo, se la queda. Si se hubiera vencido, apostando por un costado como hacen los porteros en un penalti, que es lo que era ese lance, el partido se habría ido al tiempo extra y quién sabe por dónde habría continuado la leyenda del Madrid. Pero Illgner aguanta en pie. Confía. En uno de los instantes más decisivos de la historia del Madrid, es un hombre tranquilo. Es alemán. Y para. Balón para el Madrid.

Últimos minutos del partido, el Madrid acaricia la Séptima, pero Davids entra en el área y chuta. Illgner aguanta en pie. Confía y se la queda. En uno de los instantes más decisivos de la historia del Madrid, es un hombre tranquilo

Bodo Illgner siempre será el portero de La Séptima. Esa final, al menos en mi retina, ha dejado dos imágenes grabadas, en parte por capricho de la realización televisiva y en parte porque en todo equipo ganador hay al menos una estrella en cada portería. Una imagen es la de Mijatovic, corriendo desbocado hacia el banquillo señalando a alguien (tras el choque supimos que era a Fernando Sanz). La otra imagen es la de Illgner y sus dos brazos en alto, gritando el gol. O el “tor”, en alemán. Probablemente dijo “gol”, pues Illgner se mimetizó tan rápido con la cultura española que se fue a vivir a Alicante nada más retirarse. Como buen alemán que es.

Bodo Illgner Redondo Fernando Sanz Séptima

Los años 90 estuvieron dominados por los Oliver Kahn (1,88 m), Peter Schmeichel (1,91 m) o Edwin Van der Sar (1,97 m). Porteros grandes. A fin de cuentas, una portería mide 7,32 x 2,44 metros. Eso son prácticamente 18 metros cuadrados, una superficie más amplia que una cocina muy grande. Aunque siempre ha habido porteros de gran estatura, fue en esa década cuando se terminó de imponer ese arquetipo (el de, por ejemplo, Thibaut Courtois, con sus 199 centímetros), de cancerberos sobrados de envergadura para llegar a rincones imposibles y también para salir a cortar centros laterales, que tanto daño tradicionalmente han hecho al Madrid. Illgner representaba ese perfil. Y también encarnaba la clásica definición de portero sobrio. De esos que nunca te cuestan partidos. No cometía un error. Lo parable lo paraba, apostando casi siempre por el blocaje, cuya mayor virtud es no conceder segundas oportunidades al rival. Pero también hacía paradas de muchísimo mérito, de las que dan victorias. Iba a buscar centros al área casi hasta la misma corona, no iba nada mal con los pies para tratarse de aquella época, no tenía lagunas de concentración y siempre estaba bien posicionado. Además, era extraordinariamente intuitivo en el uno contra uno, algo que se le suele dar mejor a los porteros pequeños. Un guardameta, en definitiva, muy completo. Añadiría que muy de mi gusto, pero, en realidad, ¿a alguien no le convence este tipo de portero?

La Séptima ha dejado dos imágenes grabadas: Una es la de Mijatovic corriendo desbocado hacia el banquillo señalando a Fernando Sanz. La otra imagen es la de Illgner y sus dos brazos en alto, gritando el gol

A Capello, desde luego, le encantaba. Illgner fue una exigencia suya. El italiano quería un arquero bueno y alto para apuntalar un ambicioso proyecto que incluía nada menos que a Mijatovic, Suker, Roberto Carlos, Seedorf o Panucci. Buyo estaba ya en la recta final de su carrera y al italiano no le llenaba la altura del histórico y bravo meta gallego una vez los años habían pasado factura a su potencia de salto, que era lo que compensaba, y de qué manera, su talla. Aunque Buyo no mereciera tras diez temporadas como titular indiscutible no disputar un solo minuto en la que sería su última campaña en activo, Capello no tenía en la diplomacia la mayor de sus virtudes. Tampoco confiaba Fabio en un jovencísimo Cañizares, que de haber tenido confianza y oportunidades en el Madrid habría sido su portero durante muchos años y tenido su espacio en esta fantástica serie que se está publicando en La Galerna.

Así que Illgner fue el portero del Madrid en esa temporada 96-97 desde nada más aterrizar. Anunciado su fichaje un 2 de septiembre, sin apenas entrenarse con sus compañeros ya estaba debutando contra el Hércules seis días después. Por supuesto, dejando la puerta a cero. En aquella campaña, el equipo blanco se alzó con el campeonato, siendo Bodo trofeo Zamora y nombrado mejor portero de la Liga, distinción que ya había ganado cuatro veces en la Bundesliga con el Colonia. Sin embargo, esta Liga fue su primer título con un club. Con la “Maanschaft” sí había ganado uno. Lo más grande que se puede ganar. La Copa del Mundo.

Bodo Illgner

Porque, con Illgner, el Madrid había fichado a un campeón del mundo. Palabras mayores. Especialmente en aquellos tiempos, cuando a los españoles ni se nos pasaba por la cabeza no ya conquistar un Mundial, sino ni siquiera estar en la pelea. Ni el Madrid podía presumir entonces de haber fichado o tenido en sus filas a muchos campeones del mundo, aunque la lista hoy sea interminable. De aquella, se reducía al uruguayo Britos (campeón en 1950 y jugador blanco entre el 53 y 55), el brasileño Didi (campeón en el 58 y del Madrid en la 59-60), Gunter Netzer (campeón con Alemania en el 74, el primero en conseguirlo mientras jugaba para el Madrid), su compañero Paul Breitner, que fichó por el club madridista justo ese verano, y los argentinos campeones en el 86 Valdano (como jugador madridista) y Ruggeri (que disputó en Chamartín la 89-90). Illgner traía consigo ese caché.

Llegó con 29 años, la edad perfecta para un portero, y estuvo cinco temporadas en el Madrid. En ellas consiguió la mencionada Liga y otra más, una Supercopa de España, dos Champions (fue suplente de Iker Casillas en la final de la Octava) y una Copa Intercontinental, aquella que decidió Raúl con su famoso aguanís ante la atenta mirada de Illgner desde la portería contraria. Nadie le cuestionó una sola actuación hasta que comenzó su rosario de lesiones, que se cebaron especialmente con su hombro derecho.

Llegó con 29 años, la edad perfecta para un portero, y estuvo cinco temporadas en el Madrid. En ellas consiguió una Liga y otra más, una Supercopa de España, dos Champions y una Copa Intercontinental

En su primer año lo jugó todo, con Cañizares de suplente y la dolorosa situación de Buyo, fuera de casi todas las convocatorias, logrando la primera y a su vez penúltima Liga de su carrera. En la segunda, arrancó el calvario en el hombro, que le hizo comenzar lesionado por detrás de Santi Cañizares (el de Puertollano fue el guardameta de la Supercopa conquistada ante el Barça). Pero Illgner se terminó ganando el puesto en el último tercio de la temporada para finalmente ser el elegido por Heynckes en aquella final de Champions. En la 98-99, la de la Copa Intercontinental, vuelve a ser indiscutible tanto para Hiddink como para Toshack. Pero en la 99-00, su cuarta campaña en el Madrid, explotan sus dolencias físicas y el hombro le dice “hasta aquí hemos llegado”, además de sumarse también una lesión en la rodilla. En esa temporada, dirigida primero por Toshack y después por Del Bosque, sólo disputaría cinco partidos, los últimos como madridista. Llegaba el momento de Iker Casillas. Se escribían las primeras páginas de una gloriosa carrera de sobra conocida por todos.

Bodo Illgner Baggio

En el libro sobre Iker Casillas “La humildad del campeón”, Bodo dice esto sobre el icónico guardameta  madridista: “Ves a muchos jóvenes que aparecen, pero poco después no sabes dónde están. Con Iker todo fue diferente. Tenía algo que era especial. Aprendía todo muy rápido, pero tenía algo. Tenía una confianza y una seguridad tremendas en todo lo que hacía. Tenía ángel. Era El Elegido”. Bodo se dio un año más para intentarlo, pero la edad, el hombro y la meteórica ascensión de Casillas eran una valla imposible de superar. Iker compartió portería con César en la 00-01, en la que Illgner estuvo inédito pero se anotó el último título liguero en su palmarés así como su segunda Liga de Campeones.  Llegó el momento para el germano no ya de buscar otro club, sino de, con 34 años, colgar los guantes. Porque ya se sabe que, después del Madrid, no hay nada.

Llegó el momento para el germano no ya de buscar otro club, sino de, con 34 años, colgar los guantes. Porque ya se sabe que, después del Madrid, no hay nada

En 2011, Illgner se sacó en España el título de Director Deportivo. Esa es la única puerta que abriría, como ha dicho alguna vez, para regresar al mundo del fútbol. Al menos a su vertiente competitiva, porque ha sido comentarista en varias cadenas de televisión. Hoy vive muy bien entre España, Alemania y Miami con sus tres hijos y su mujer, Bianca, que también fue su agente durante su etapa como profesional. Durísima negociadora, como dice la gente en el club que tuvo que tratar con ella. En “Alles “ (Todo), libro que escribieron los “Beckham alemanes”, como se les llegó a bautizar después, la pareja no dejaba títere con cabeza, revelando con seudónimos todo tipo de correrías nocturnas de muchos compañeros de la selección alemana y algunos episodios un tanto escandalosos. En el tiempo libre de Bodo, que dedica a practicar múltiples deportes, había mucho espacio para Twitter. Activo en esta red social hasta hace casi un año, la mayor parte de sus publicaciones han sido para animar al Madrid y dedicarle palabras cariñosas. Como casi todos los extranjeros que han vestido la camiseta blanca, no sólo pasó por el Madrid sino que el Madrid también lo hizo por él. Y es que siempre será el portero de La Séptima. ¿Se lo había dicho?

Illgner Roberto Carlos Séptima

Fotografías Getty Images.

 

"Guardarredes ilustres", todos los días en La Galerna.

 

Índice de "Guardarredes ilustres":

Capítulo 1. Ricardo Zamora

Capítulo 2. Keylor Navas

Capítulo 3. Antonio Betancort

Capítulo 4. Miguel Ángel

Capítulo 5. Juanito Alonso

Capítulo 6. Iker Casillas

Capítulo 7. García Remón

Capítulo 8. Diego López

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Unas líneas sobre mí, literalmente: Todos los periodistas deportivos tenemos bufanda, sólo que algunos al cuello y otros en los ojos. Periodista, portero de fútbol y casi guitarrista. Prefiero preguntarme los porqués que los qués. A caballo entre Real Madrid TV, El Chiringuito de Neox y La Razón. @paul_tenorio @elfutboscopio Madrid-Avilés-Las Vegas.

5 comentarios en: Guardarredes ilustres: Bodo Illgner

  1. Porterazo. Le tenia y le tengo mucho cariño y admiración. Recuerdo perfectamente las acciones que comenta Tenorio. Con la Juve , y al principio del partido en la 12a., hubo una parada similar de Keylor Navas a la de Bodo a tiro del malvado Deschamps. Siempre en nuestro corazón, Bodo Illgner.

  2. Curiosamente la primera vez que Bodo Illgner pisó el Santiago Bernabéu (si no es que viniera de 'turista' incluso antes, vete tú a saber) fue en 1986, para el partido de ida de la final de la Copa de la UEFA, con el Colonia, el 5-1 que dio medio título. Ocupando el banquillo alemán, claro está, pues en la portería estaba el peculiar, por decirlo de alguna manera, de Harald 'Toni' Schumacher.

  3. Un porterazo, me encantaba. Coincido con el autor en que reúne las virtudes que quiero en el portero de mi equipo. Nada de despejes a córner y saltos espectaculares a tiros que van por el centro (estilo Keylor, Asenjo, Valdés),sino sobriedad y blocaje. Grande, Bodo.

  4. "La Catedral de Colonia" mejoró claramente lo que teníamos en la portería por aquellos años, Buyo estaba acabado y Cañizares no tenia la confianza del "pater".

    Bodo Illgner triunfó con nosotros y siempre será recordado como el portero de la séptima.

    Justísima reseña .

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