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Galaxia Zidane

Galaxia Zidane

Escrito por: Athos Dumas31 mayo, 2017
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En 2002 nos encontrábamos en plena época Galáctica. Tras la proclamación de Florentino Pérez como presidente en 2000, llegó Luis Figo, hecho que durante varios meses (o años) aturdió profundamente al FC Barcelona. La Liga 2000-2001 fue ganada por las tropas de Del Bosque con comodidad por delante de Dépor y Mallorca. El Barcelona quedó a 17 puntos de distancia. En el verano de 2001, Florentino dio una gran alegría al madridismo con la contratación de Zinedine Zidane. Hoy en día, en la distancia de los 16 años que han pasado, nunca le podremos agradecer suficientemente al presidente lo que iba a suponer este fichaje –y esto sigue…-  para la historia del Real Madrid.

Pese a esta gran llegada al club, la Liga 2001-2002 no fue brillante para los nuestros. Hubo bastantes altibajos que supusieron acabar en un discreto tercer puesto tras el Valencia y el Deportivo de la Coruña. Además, el 6 de marzo, día del Centenario de nuestro club, el propio Deportivo había asaltado el Bernabéu en la final de la Copa del Rey por 1-2.

Una vez más, la historia se repetía como en los años de la Séptima y de la Octava: el Madrid se lo jugaría todo a una sola carta en la Copa de Europa. La continuidad de Del Bosque dependía de conquistar este gran trofeo. Tras haber superado dos liguillas previas (cuyos obstáculos más “duros” habían sido la Roma y el Panathinaikos), el Madrid eliminó brillantemente al Bayern de Múnich en cuartos, con goles de Helguera y Guti a Oliver Kahn (recuerdo un gran titular de AS de esos que hoy en día ya no hacen: “Ya suena la Novena”).

Las semifinales ante el Barcelona fueron inolvidables, en especial la ida en el Camp Nou en día de Sant Jordi, con un recital de los blancos y sendas vaselinas de McManaman y de Zidane al guardameta Bonano que sentenciaron la eliminatoria. La vuelta fue un mero trámite recordado por un tremendo golazo de Raúl desde fuera del área directo a la escuadra. También se recuerda ese día (1 de mayo) por la explosión de un coche bomba -sin víctimas afortunadamente- cerca de la Torre Europa en las horas previas al partido.

Todo a una carta. La final iba a ser ante el Bayer Leverkusen, que se había deshecho (por diferencia de goles) del Manchester United. Y en una ciudad de gran recuerdo para los merengues, Glasgow, sede del “Mejor Partido del Siglo XX”, que fue el de la conquista de la Quinta Copa de Europa (7-3, con 4 goles de Pancho Puskas y 3 de Alfredo Di Stéfano) ante el Eintracht de Francfort; pero, a su vez, Glasgow representaba un desplazamiento complicado y largo. Nuevamente, había pocas entradas para los socios.

Una vez más, se hizo el milagro y las conseguimos. A diferencia de las anteriores ocasiones, organizamos el viaje como un incentivo para nuestros mejores clientes. Gracias a contactos por asuntos de sponsors, reunimos ocho entradas para la final. Y, tras darle muchas vueltas, mi entonces jefe (Alberto) y yo, hicimos una cuidada selección de clientes que debían cumplir los requisitos –obligatorios– de ser: madridistas, buena gente y con ganas de fiesta.

Viaje organizado muy profesionalmente, con agencia de viajes y todo lujo de detalles. La ida iba a ser Madrid-Edimburgo, con escala en Londres. Edimburgo, capital de Escocia, una de las ciudades más bellas de Europa. La elegimos por su atractivo histórico y turístico, mucho más seductora que su vecina Glasgow, la ciudad más poblada e industrial de Escocia. Y también por su proximidad, apenas 50 millas (menos de 80 kms) de distancia entre ambas.

Hotel espectacular en Edimburgo, situado en la elegante King Street, a los pies del magnífico Edinburgh Castle (“The Castle” para todo el mundo). Minibús de lujo a disposición 24/24. Cena de categoría en “The Table”, uno de los tops de allí. Sobremesa y primer contacto in situ con los whiskies locales. Breve paseo nocturno contemplando las magníficas vistas desde el Castle. Vimos poco ambiente futbolístico, quizás la mayoría de los nuestros y de los alemanes estaban en Glasgow.

El día siguiente era el día de la final. Miércoles 15 de mayo, San Isidro. Ya de mañana empezamos a ver muchas camisetas blancas por la ciudad. Camisetas blancas impolutas, sin publicidad, aquellas que diseñó el club para conmemorar los 100 años del Real Madrid. En una tienda cerca del Castle, a uno de nosotros se le ocurrió comprar gorras escocesas con el dibujo del clan Wallace, el clan del mítico héroe escocés William Wallace, protagonista de la famosa película “Braveheart” de Mel Gibson. Los ocho nos ataviamos con ellas, compramos también pinturas “de guerra”. Y en un pub del viejo barrio alto de Edimburgo, nos pintamos todos las caras y desde ese momento nos convertimos en “Los Wallace”. Ocho guerreros madridistas de noble linaje: Sir Albert, Sir Francis, Sir Julian, Sir Ferdinand, Sir Martin, Sir Edward, Sir Louis y yo. Confieso que entre pinta y pinta de ale me escapé unos instantes del pub para acercarme a ver –por fuera– la casa natal de uno de mis escritores favoritos, Robert Louis Stevenson (en el número ocho de Howard Place), para al menos llevarme ese recuerdo fotográfico. Edimburgo es la cuna de genios como Walter Scott, Conan Doyle, Graham Bell. También de Sean Connery. Es una ciudad fascinante.

“Los Wallace” ya estaban formalmente constituidos. Debíamos conmemorar nuestro nuevo clan con una victoria de la que ninguno dudábamos. Uno por uno el Real Madrid era muy superior al Leverkusen, pese a la gran temporada (segundo en Bundesliga tras el Borussia Dortmund y finalista en la Copa ante el Schalke 04) realizada y a contar con el mejor Ballack de siempre. Además de Lucio, Neuville y Basturk. Pocas individualidades y gran bloque. Nosotros teníamos a Zidane y a Figo, además de a la mayoría de los héroes de la Octava: Raúl, Morientes, Roberto Carlos, Salgado, Helguera. Íbamos a ganar, seguro.

Teníamos a Zidane y a Figo, además de a la mayoría de los héroes de la Octava

Era cerca del mediodía cuando teníamos que coger el minibús rumbo a Glasgow. Ya era hora de captar el ambiente de verdad de la finalísima. Mi mujer, siempre detallista, nos había reservado unos días antes una mesa en la “National Piping Centre” de Glasgow, es decir, nada menos que ¡el Centro Nacional de Gaiteros! Mis compañeros antes de llegar allí me miraban con desconfianza, ¿dónde demonios nos llevará este tío a comer? ¿A una escuela para tocar la gaita?

Fue todo un éxito. La amabilidad de los camareros – o mejor dicho de las camareras - , el ambiente que había allí. La comida fue francamente divertida, pese a que la Scottish cuisine, como decía David Balfour, no es la más exquisita. Recuerdo que había más españoles por allí, un grupo que venía de Chinchón y también gentes de Asturias, nos hicimos fotos  con la Cruz de la Victoria asturiana y con un pendón de Castilla. Lo mejor sin duda es que toda la comida fue amenizada por los alumnos tocando la gaita, “Flower of Scotland”, “Scotland the Brave”, “Amazing Grace”, y, sobre todo, la sobremesa fue antológica con una espléndida degustación de al menos 14 tipos distintos de whiskies. Nunca fui aficionado al whisky, pero reconozco que aquello me pareció gloria un 15 de mayo de 2002.

Salimos bastante tambaleantes del Piping Centre, más eufóricos todavía y con confianza en la victoria. El partido estaba chupado. Coser y cantar. Al estar bastante céntricos, nos encaminamos hacia la plaza más célebre de Glasgow, George Square. En 2002 aún no se estilaban las Fan Zones, así que había mezcla de aficiones. Los de Renania-Westfalia no paraban de corear sus “Leverkusen Aé, Leverkusen Aé” –pronúnciese Leferkusen– según nos los cruzábamos. Nosotros seguíamos con nuestras gorras escocesas, pintarrajeadas las caras, y con nuestras bufandas-amuleto.

Aún hubo momentos de cánticos y bailes regionales. Alguna otra pinta de cerveza –templada– cayó. Hay menos de 3 millas de distancia entre George Square y Hampden Park, el paseo se hizo necesario para despejar los whiskies. Empezaba a chispear –quizás nunca había dejado de chispear– y la temperatura era agradablemente fresca.

Medidas de seguridad imponentes, al menos triple control de seguridad. El gran y entrañable Sir Francis –tristemente ya no está entre nosotros, qué gran madridista era- , con su petaca en su anorak recientemente rellenada en la Escuela de Gaitas, pretendía pasar con ella al recinto. Nos cachearon a todos de arriba abajo con la profesionalidad de los bobbies. Al atravesar las puertas de Hampden Park, tras los controles, ¡Sir Francis enseñó orgulloso a los siete Wallace restantes su petaca metálica! Ni se la habían encontrado ni por lo tanto requisado! Harry Houdini no lo habría hecho mejor.

Antes del partido, nuevo concierto de gaiteros. Recordé aquellas fotos de la Quinta, con Marquitos Alonso bajando la escalinata del avión en Barajas y tocando una gaita escocesa allá por 1960. Llovía sin cesar, suave y persistentemente.

Tras pedir unos vasos con Coca-Cola, algunos de los Wallace hicieron buen uso de la petaca de Sir Francis. Al poco de empezar el partido, tras unos minutos de tanteo, Roberto Carlos sacó de banda a lo Floro, y Raúl cazó con su zurda –en semifallo– un remate suave y por bajo que se tragó el meta Butt, tras un gesto que me recordó a mis peores días de lumbago. Minuto ocho y ya 1-0. Aquello iba a ser un paseo.

Pero no fue así. Poco después, en un saque de falta desde la izquierda, el central brasileño Lucio nos empataba de un cabezazo ante el que César Sánchez –que había arrebatado la titularidad a Iker a mitad de temporada– no pudo reaccionar. Siguieron las ocasiones por ambas partes, con poco peligro y un mayor dominio del Madrid, hasta que en el minuto 44 un balón de Roberto Carlos que envió a la estratosfera cayó del cielo y Zidane… El mejor gol de la historia de las finales de la Copa de Europa. El golpeo más perfecto. Recuerdo el artículo que escribió Javier Marias sobre ese gol en El País, una de las mejores columnas futbolísticas que he leído en toda mi vida y que recomiendo de forma entusiasta.

Pitó el suizo Urs Meier el descanso. Aquello estaba hecho. Nada hacía pensar lo contrario durante una anodina segunda parte, en la que Morientes falló un par de ocasiones y Figo, que al parecer jugó muy tocado  - lesión en el tobillo precisamente desde la final de Copa – fue sustituido por McManaman. El Madrid dejaba correr el reloj. Se lesionó César en una extraña salida e Iker tomó su puesto faltando 20 minutos. ¿Cómo respondería Casillas? Parecía haber perdido la confianza de Del Bosque en los últimos meses y había un cierto run-run entre los madridistas con el cambio. Del Bosque agotó los cambios en el 73 cuando Makelélé, exhausto, dejó su puesto a Conceiçao.

Hacia el minuto 80 empezó un verdadero asedio a nuestra portería por parte de los rojinegros del Bayer. Berbatov, que había sustituido al lesionado Brdaric al final de la primera mitad, se convirtió en una pesadilla para Hierro y Helguera; Neuville en el exterior empezaba a hacer mucho daño a Salgado. El técnico Klaus Toppmöller sacó más madera arriba con el delantero Kirsten.

Una final que aparentaba ser cómoda se convirtió en una tortura china. El Madrid era incapaz de sacar jugada la pelota. La aportación de los refrescos McManaman y Conceiçao fue casi testimonial aparte de la buena voluntad que pusieron. Los laterales no lograban avanzar metros. Solari y Zidane estaban agotados y sin más posibilidades de sustituciones. A Raúl y a Morientes ya no les llegaba ni un solo balón.

El Madrid fue sitiado sin piedad. Y apareció “San Iker” sacando balones imposibles a todos los delanteros teutones. Incluso pudo rechazar un cabezazo envenenado del portero Butt tras uno de los innumerables saques de esquina. Urs Meier había dado 7 minutos de prolongación –sobre todo por la lesión de César– y aquello se nos hizo interminable. Los Wallace y los 20.000 madridistas allí presentes sufrimos más que nunca. Todo era a base de coraje y de pundonor por parte del Leverkusen. Sinceramente – lo diré con la boca pequeña - , merecieron el empate. Pero gracias al cielo, y ya en pleno diluvio universal, el empate nunca llegó. Habría sido fatal. El Madrid, pienso yo, lo creo firmemente, no habría aguantado una prórroga aquella noche de San Isidro que fue más patrón que nunca de los madrileños. Físicamente fuimos muy inferiores.

¡Pero ganamos! Vaya que si ganamos. La Novena. ¿De Beethoven? Habíamos eliminado a 2 equipos tan alemanes como Ludwig Van. Todos soplamos aire contenido. Qué dolor de pecho, qué últimos minutos de asedio sin fin. Lágrimas de Iker abrazado a César. Zidane, al que habíamos arrebatado la Copa en el Amsterdam Arena 4 años antes, podía lucir el trofeo, además de su elección como “Man of the match”.

Hubo caos al salir de Hampden y una tromba de agua increíble. Buscábamos a nuestro chófer McFarland y a su minibús. Rumbo a Edimburgo con un atasco monumental entre la salida del estadio y la tormenta. No hubo cena ya que al llegar al hotel –aquello no es España– la cocina estaba cerrada. Pero daba igual. El susto ya se estaba pasando. Traíamos la Copa de nuevo a Madrid.

Del día después recuerdo que encontramos una tienda gigantesca de “clanes de Escocia”, donde tenían bufandas, chales, faldas, todo tipo de prendas de los principales clanes históricos de Escocia: los Stewart, los Taylor, los McCain. Y por supuesto los Wallace. Y todos nos compramos la corbata Wallace y hasta una mini botella de whisky con los colores Wallace. Aún tengo todas aquellas prendas: la gorra, la corbata… Los 8 Wallace que estuvimos en la Novena luchamos como “nuestro” antepasado Braveheart y nunca nos rendimos. Pese a todo. Sufriendo en el alambre. Como el Madrid.

4 comentarios en: Galaxia Zidane

  1. Usted me trae grandes recuerdos leyendo los reportajes de las finales. Por mi parte voy a vivir la séptima in situ, ganamos 5 y perdimos una. Ojala el sábado seamos el primer equipo en defender la champions y así poder incrementar nuestra leyenda. Deseo a todos los madridistas suerte para el sábado!!! Solo un matiz. Se pronuncia Leverkusen y no Leferkusen. La v solo se convierte en una f si es la primera letra de una palabra.
    Un Saludo

  2. Sigo diciendo,que el Real Madrid,no solo va a ganar,2 Champion seguidas,va a ganar,como en la Copa de Europa,5 seguidas,es nuestra tradicion.
    HALA MADRID.-A por la 12a.-Saludos desde mi GRAN CANARIA.-

  3. El marqués del Bosc sentó a Casillas -que entonces sí era un buen portero- porque se lo mandaron Raúl y Hierro según el propio Topor ("me limpiaron"). Cualquier parecido con la gestión de Zidane es mera coincidencia. Normal que años después se volvieran a enfrentar en la selección. Qué par.

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