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El Madrid agonista

El Madrid agonista

Escrito por: Antonio Valderrama4 febrero, 2020
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Cuando fui el otro día a buscar la tabla de los ganadores del Trofeo Zamora, tragué saliva. Para encontrar a un portero del Madrid tuve que retroceder hasta la temporada 2007-2008: el año en que el Madrid ganó la Liga con Schuster, Casillas recibió 32 goles en 36 partidos. Fue el único Zamora de Casillas, que se pasó 16 temporadas como portero titular del primer equipo, unos 510 partidos de la Liga. Pero es que para encontrar a otro Zamora madridista hay que ir hasta 1992 en que lo ganó Paco Buyo, alguien que puede considerarse especial en la historia del club: en el Madrid a color sólo él tiene dos Zamoras. El mismo Courtois consiguió un doblete entre 2012 y 2014, con el Atlético.

La estadística nos dice que el Madrid gana las Ligas asaltando trincheras a pecho descubierto: es el que más acumula pero no precisamente por ser el menos goleado. La tradición nos lo explica: defender, en el Madrid, era una cosa completamente distinta a lo que en el resto de sitios se entendía por defender. Defender no era ni un método, ni una técnica, ni tan siquiera una disciplina: en el Madrid, defender era un arte, vinculado notablemente con la habilidad de los futbolistas de no naufragar psicológicamente en las inmensas aguas abiertas por las que tenían que navegar en cada partido ante la inquisitiva mirada además del Dios del Bernabéu, que es el del Antiguo Testamento. Por eso, reputados expertos internacionales como Walter Samuel, que en la Roma era El Muro, llegaban a Madrid y flipaban, primero, para después querer pegarse un tiro.

Ahora resulta que al Madrid no le meten goles. Si yo llego a imaginarme que algún día diría esto, me habría reído de mi propia inocencia. Pues, sí, Zidane ha conseguido que al Madrid no le metan goles, que incluso parezca inverosímil recordar la defensa frágil y el portero dubitativo que encajaban con terrible facilidad al principio de la temporada.

No es que el Madrid no encaje goles, es que es el equipo menos goleado de las cinco ligas grandes. En su crónica del derby recién pasado, Hughes decía que era como si Zidane tuviera un abuelo en Perugia. El Madrid de Zidane es algo más que sólido. Es, en efecto, italiano, el ideal agonista del campeón de acero. Enric González definió en una de sus Historias del Calcio la escuela itálica del agonismo como la de la “lucha, resistencia y presión”. En el Madrid de Zidane, en su organización defensiva desde la catarsis diarreica de Courtois el día del Brujas, es manifiesta esa predisposición física y mental del agonismo. Es más, diría que es una predisposición espiritual, es un pathos: se habla tanto de “los valores”, se ha moralizado tanto el fútbol que a veces me pregunto si no hemos olvidado todos que el valor principal en un juego es el ansia carnívora de victoria (por lo general, en el momento siguiente a la conclusión de una final, los derrotados suelen recordarlo de pronto). El equipo de Zidane defiende como un único cuerpo pleno de vida y energía, mostrando una lucha, una resistencia y una presión todocampista casi dionisíaca. Sin embargo Enric González le añadió un matiz negativo, oponiéndola al fútbol “vibrante y vivo” que no debía ser, por tanto, agonista.

Viendo a Valverde el otro día, pasado el minuto 80, robar el balón en la esquina del área propia, echársela larga, zancar como un guepardo hasta ganarle el tackle a Savic y poner en pie la tribuna del Bernabéu como si Dios le diese un calambrazo, ¿se puede decir que Zidane ha logrado desarrollar una teoría del agonismo positivo? ¿Está reinventando la escuela clásica del fútbol italiano, en el lugar históricamente menos italiano del balompié mundial?

Si se mira al Madrid de Zidane como un todo desde que se hace cargo del equipo, en enero de 2016, hasta hoy, se distinguen varias etapas y en todas ellas, una constante: adaptación. La ley de hierro del Madrid de Zidane es la evolución, o sea, encontrar respuestas sencillas a las dificultades de cada momento, en función de los recursos disponibles. En los días del cruyffismo setienista, de la alharaca dogmática y de la pizarra emborronada de D´Alessandro en La Masía (al pronto, confundí su foto con la típica de Einstein elaborando una de sus teorías con infinitas ecuaciones matemáticas en una pizarra), lo que hace Zidane es genuinamente extraordinario: una refutación de la mentira moderna, una exaltación del “management” clásico. ¿Que el Madrid sin Ronaldo no mete goles? Pues vamos a hacer dos cosas. En primer lugar, chicos, se trata de que no nos metan a nosotros. En segundo lugar, bueno, vamos a ayudar, entre todos, a meter aunque sea uno por partido. El “gol cooperativo”, también de Hughes, como hallazgo mientras Benzema se ausentaba por lesión y los jóvenes van cogiendo calor anotador. Recuerda un poco a lo que le pedía Di Stéfano a los porteros: no pares las que van dentro pero tampoco metas las que van fuera.

Y sería gracioso si no hubiera pruebas gráficas de cómo Zidane, el otro día en Valladolid, manejaba con un joystick a Nacho. Le dice, “sube al primer palo”, y Nacho llega, encuentra el primer palo y gira el cuello como lo podría hacer el mejor Santillana.

La sencillez es la verdadera base de la genialidad. El genio simplifica una realidad confusa y llena de aristas. La traduce en algo coherente, entendible. El Madrid, en agosto, era un jeroglífico. Ahora, Zidane lo ha transformado en un cimiento que parece inamovible, y sobre el que aún falta construir lo que Hazard y quizá Asensio traigan en la mochila. Como madridista millennial a mí se me prometieron, en dos ocasiones, Madrides indestructibles, Madrides de piedra ostionera, que es la que se usaba en Cádiz para levantar edificios y monumentos con vocación eterna y que se sacaba directamente del mar, que como todo el mundo sabe, ha estado ahí siempre, y lo seguirá estando. La primera vez fue con Capello, la segunda con Mourinho. Ambos llegaron precedidos de un halo legendario: dos caudillos, dos comandantes. Pues bien, Zidane ha conseguido urdir un equipo que defiende mejor que el de aquellos dos; un equipo solidario, feroz e hipercompetitivo, sujeto por dos mastines con dos patas en cada área del campo (Valverde y Casemiro) y, cuando hace falta, capaz de narcotizar al rival robándole la posibilidad de acceder al balón sumando a Isco, Modric y Kroos. Un equipo que responde a lo que una vez, cuando yo escuchaba la radio, Javier Ares decía envidiar de los campeones ingleses o italianos: lleno de tiarrones altos, anchos como armarios empotrados, fuertes y con el colmillo retorcido. Un equipo al que los adversarios, cuando les toca enfrentarlo, se lo imaginan con el mismo entusiasmo con el que se figurarían pasar una tarde en el dentista. Un equipo, en fin, en el que hasta Mbappé tendría que pelearle cada día el puesto a Lucas Vázquez.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

6 comentarios en: El Madrid agonista

  1. Mi admirado y vilipendiado D.ALVARO ARBELOA, decía el otro dia de Z.Z., que solo le falta una cosa para que se le reconozcan sus muchos méritos como entrenador y es..... "que deje de entrenar al REAL MADRID", uno hay mas y nada más HALAMADRID

  2. Buenos días, lo decía el sábado en una de mis consideraciones intempestivas D. Antonio, ¿ Como es posible que a esta colección de vagos, Zidane los haya convertido en una versión moderna de los valores espartanos?. Los ha cambiado en un equipo donde priman los valores colectivos como el orden, el trabajo y la disciplina. No se si ganaremos algo más esta temporada, yo creo que no, además de la Super Copa, porque en la Euro Liga, nos falta dinamita arriba y en la liga española ya se encargaran los esbirros del Barcelona, de ajusticiarnos poco a poco, pero lo que si tengo claro es que vamos a competir y luchar hasta la última gota de sudor, a mí con eso me vale y me sobra.
    Saludos blancos, castellanos y comuneros

    1. Bastante de acuerdo, comunero.
      No obstante, yo creo que si salvamos el escollo del Manchester City, Vinicius sigue creciendo a este ritmo, Hazard se recupera y coge velocidad de crucero para cuando llegue la fase decisiva de la temporada, y Jovic comienza a demostrar un poco de aquello por lo que se le fichó, vamos a tener un equipo rocoso y muy peligroso arriba.
      Pero repito lo que era el título de un artículo de principios de temporada: Apoyo, sí. Máxima exigencia (con sentido común), también. Prudencia, toda.

    2. Yo también pienso que nos va a falta un poco arriba para ganar los títulos grandes pero da gusto ver a este equipo competir. Comencé la temporada completamente desconectado, teniendo claro lo que Iba a pasar y, aunque aún es pronto, lo cierto es que el equipo pelea hasta el final. El FCB parece dispuesto a auto destruirse así que creo que en la liga vamos a tener una oportunidad. Se está poniendo todo a nuestro favor y sería una pena desperdiciarlo.

  3. Muy buen artículo, Zidane ha hecho del Madrid un camaleón no de 11 patas sino de 25, todas ellas como jugadores de la plantilla inmiscuidos en ganar, ganar y ganar, un camaleón que cambia dependiendo del rival o situación. Que nadie quite mérito a ZZ, es su Madrid, y su Madrid da un tufazo a.....no se a que pero a algo bueno si.

  4. Pues sí. Los mejores entrenadores, además de saber motivar manteniendo la tensión cpmpetitiva, tienen que preparar de manera adecuada la condición física , son los que se adaptan a las características de sus jugadores y logran sacar de estos su mejor rendimiento. Se basarán en unas tácticas, unos conceptos, dándole mayor o menor importancia al juego a balón parado, buscarán el control del partido teniendo mayor o menor posesión de balón que el rival, serán más o menos plásticos a la hora de jugar el balón. Pero, en definitiva lo que resalta en los mejores entrenadores es la habilidad para conseguir que sus futbolistas ofrezcan en la práctica el máximo de su potencial. Y eso solo se puede ver así con los resultados. Con los títulos obtenidos. Es la única manera.

    Zidane ya demostró lo que es como entrenador y tiene que seguir demostrándolo. Es la ley del fútbol.

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