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Crónica de la cena de Navidad de La Galerna

Crónica de la cena de Navidad de La Galerna

Escrito por: Mario De Las Heras23 diciembre, 2015
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Ayer volví a casa de madrugada con un amigo. Se llama Ego, y, aunque esta mañana su figura se empieza a desvanecer, aún está sentado en el sofá con mi batín con escudo heráldico, las piernas cruzadas, leyendo La Galerna en papel y en tamaño sábana como si fuera el New York Times, y con una pipa entre los labios como la de José María Faerna, al que veo alejarse, alto y delgado como André Gidé sin su sombrero Stetson, cuando iba de camino a Shakespeare and Company.

A su lado camina Mr. Sambo, que tiene millones de películas en el caletre y yo las veía salir como si fuesen su aura, todo él envuelto por el cine y por el humo de la pipa de Número Uno haciendo ambos de la noche templada de Madrid una fría y hermosa noche londinense de Holmes y Watson.

Es curioso encontrarse con amigos a los que no has visto nunca y que sea como si llevaras años compartiendo vestuario. Manuel Matamoros me hablaba lenta y profundamente y yo sólo podía asentir y mirarle a los ojos donde transcurrían batallas decimonónicas en vivo. En esos ojos vi a Mourinho tocado con bicornio mirando a través de un catalejo rodeado de balas de cañón, y a Casillas apuntándole desde un promontorio con un arcabuz con la cara de un periodista pelirrojo.

Allí había fuego, gritos y ruido de sables cuyo sonido se filtraba en el interior de Manuel igual que si allí dentro, además de un corazón blanco latiendo con dolor, hubiese toda una maquinaria que convirtiera ese escándalo de mil campañas en palabras suaves, palabras tratadas de un marino al contar historias de alta mar.

Todo eso lo escuchábamos como chiquillos de puerto, descalzos y hambrientos, los galernautas asistentes alrededor de la estatua de Jesús Bengoechea (que es donde nosotros nos reunimos, igual que se reúne la gente en las Ventas bajo la estatua de Manolete), esculpida en honor de su empeño y generosidad. Allí se oyó hablar de temas elevados como el moño de Bale o la gomina de Míchel con la misma atención que si Paul Valéry recitase su poema Le Serpent; y todo ese partido transcurría como el juego del Madrid virtuoso, ligero y divertido del Ancelotti pre Mundialito.

Pero no era Modric quien lo canalizaba sino Hechi con su hacer dulce, la única mujer en el mundo capaz de templar (y comprender) a un equipo de tipos desatados, enfebrecidos y sin autoridad que los recomponga hablando del Real Madrid como si a la mañana siguiente fuera a destruirse, porque realmente parece (aunque no sucederá jamás) que cualquier mañana pueda destruirse. Todo ese fervor casi salvaje lo detuvo la aparición fantasmal del monaguillo del Padre Suances. Era como si Guillermo de Baskerville nos hubiese enviado a Axo montado en su burrito, al que luego se llevara (junto a Davide, al que yo sólo vi de lejos, como aquella vez en París García Márquez a Hemingway) por esas veredas heladas después de haberse descubierto el misterio de la abadía.

Yo estaba allí escuchando y observando (Jorge hablaba y al mismo tiempo hacía números y desarrollaba bellos teoremas mentales, puras y duras razones de peso madridistas) y sentía que todo aquello nos lo estaba narrando precisamente ese Axo adulto que cuenta la historia de El Nombre de la Rosa con la voz de Ramón Álvarez de Mon que siempre nos descifra las intrigas madridistas como el joven hombre sabio que es, y al que Andrés coreografiaba las intervenciones con un histrionismo de Hunter S. Thompson: el periodista gonzo que salía y volvía a entrar sin parar de moverse.

A su lado y sin embargo al opuesto, nuestro Falstaff engañaba a su propio personaje shakesperiano, humilde y suave como la noche de Scott Fitzgerald donde, no sé por qué, yo imaginaba a Nacho Faerna vestido con bañador años veinte y tumbado en una hamaca de rayas con un libro en las manos mientras contempla el atardecer de la Riviera francesa, que es casi desde donde Rafa nos contemplaba.

 

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Ha trabajado en Marca y colaborado en revistas como Jot Down o Leer, entre otras. Escribe columnas de actualidad en Frontera D. Sobre el Real Madrid ha publicado sus artículos en El Minuto 7, Madrid Sports, Meritocracia Blanca y ahora en La Galerna.

6 comentarios en: Crónica de la cena de Navidad de La Galerna

  1. He alcanzado la cima. Soy un personaje de Mario de las Heras así que ya puedo retirarme a un convento. Preguntaré al padre Suances (o en su defecto al joven Axo) qué orden se ajusta mejor a mis características.

    Aunque también fuma en pipa de vez en cuando, ayer Número Dos no estuvo físicamente con nosotros. Que Mario le asigne su nombre a Número Uno no es, por tanto, ningún error, sino una reparación. Allá donde hay un Faerna, estamos todos representados.

    ¡Hala Madrid! y larga vida a La Galerna...

  2. Me pregunto qué crónica no podría escribir. Leyéndole estuve en la cena, boquiabierto, entre magníficas plumas que escriben y transmiten con señorío Madridismo real.
    Entiendo que falten 'las notas' porque tienen un 'Destaca' todos sus jugadores.
    Vamos Galerna-Real hasta el final! HALA MADRID!

  3. No puedo más que felicitar a Mario por su crónica, entrañable como todas las suyas, intimista y rica en matices y referencias. Un texto de colección, sin duda. Un poco en la línea de Jorgeneo: todo un honor aparecer en una crónica de Don Mario. Haber compartido con todos esas horas tan gratas, reencontrarme con unos y conocer en persona a otros, las conversaciones cruzadas, las risas, las sorpresas de sabernos más cercanos, fue sin duda muy especial para mí. Mi deseo es que estos momentos se repitan y puedan unirse aquellos que no pudieron estar presentes.

    Aprovecho para felicitar la Navidad a todos. Si este 2015 ha brillado para mí, entre otras cosas, ha sido gracias a Jesús y a La Galerna. Desde el mismo momento en que me explicó de qué iba el proyecto, el espíritu y estilo, y el grupo de colaboradores que estarían, supe que sería un triunfo, la web madridista que necesitábamos y esperábamos. Y cuando me invitó a colaborar en ella me sentí privilegiada. La propuesta me llegó en medio de ciertas batallas personales y laborales, y la sola idea de participar en La Galerna me ayudó a recuperar la sonrisa y la ilusión.

    Poco a poco ese grupo de colaboradores fue creciendo. A muchos no los conocía, ni siquiera los había leído por Twitter o en sus blogs. Otros eran referentes en el madridismo y tener la ocasión de charlar con ellos e incluso conocerlos en persona, era otro motivo de alegría. Además, los galernautas que a diario comentan en la web o en Twitter son extraordinarios, desde el primer momento apoyaron a la web y aportan cada día sus ideas, sus opiniones, también comparten sus decepciones y hacen sus propuestas. De este modo, se ha creado una comunidad y se han establecido unos lazos entre colaboradores y comentaristas, donde prima el amor por el Real Madrid (fútbol y basket) y por otros temas como el cine, la literatura, con respeto a la pluralidad de ideas (esa marca fundacional de Jesús y esta santa web).

    Que el 2016 nos traiga a todos lo mejor para nosotros y nuestras familias, y por sobre todas las cosas: que el club de nuestros amores sepa salir adelante con la gloria que lo ha hecho grande, el mejor de la historia aquí y allende los mares. Hala Madrid y nada más.

  4. Confío en que Número Tres cumpliera el mandado que llevaba de presentar mis disculpas a Jesús y a toda la parroquia por no haber comparecido en tan señalada ocasión. Por alguna razón, en mi caso la convocatoria "didn't get through the indians", como simpáticamente dicen los ingleses aficionados al western, y para cuando me enteré la cosa no tenía fácil arreglo. He perdido la ocasión de que Mario me inmortalice en dos frases certeras, pero he ganado una pequeña prórroga antes del fatídico momento en que el clan del oso galernario corroborará sin género de dudas que no sé hablar de fútbol aunque ponga cara de enterao. Por último, expreso mi admiración por la reincidencia de los editores de La Galerna en su muy contrastado buen gusto gráfico al haber sorteado la obviedad de una foto de grupo, no digamos ya un ominoso selfie adocenado, con todo el personal posando a guisa de plantilla, una fila en pie y otra rodilla en tierra, enarbolando groseras jarras de cerveza. Sois grandes.

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