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Courtois o la fiabilidad del portero

Courtois o la fiabilidad del portero

Escrito por: Antonio Valderrama11 febrero, 2020
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Como a propósito para escribir este artículo, acaban de nombrar a Courtois MVP de la Liga en el mes de enero. Creo que es la primera vez que lo gana estando en el Madrid, y no recuerdo cuándo fue la última vez que un portero del Real fue declarado jugador del mes en la Liga. La Liga, que llevaba dos años siendo un dolor, un suplicio, es ahora una zona de confort, un diván mullido en el que recuperarse de golpes como el de la Copa del otro día. El estado de gracia de su portero lo refleja. En enero, Courtois participó en los cuatro partidos de Liga del equipo, y en los dos de la Supercopa. En esos seis partidos, recibió dos goles, uno en cada competición. El Madrid los ganó todos y en la Supercopa Courtois destacó de forma especial en la final salvando con un par de paradas al equipo en la prórroga, sin contar la excelente atajada en los penaltis que resultó decisiva. Resumiendo, el Madrid empezó el mes de enero dos puntos por detrás del Barcelona en la Liga y lo ha terminado tres puntos por delante.

Lo de Courtois tiene un sabor diferente por su propia trayectoria durante el año y medio que lleva como madridista. Lo de Courtois es sintomático, revela un trabajo complejo y sólido que se está desarrollando desde hace meses en el equipo, una dirección técnica de la que hablé aquí la semana pasada. Y es revelador precisamente por lo novedoso de semejante solidaridad colectiva, centrada en dar prioridad a la tarea de no recibir goles. ¡La revolución conservadora de Zidane! Courtois llegó como el fichaje más potente de un verano extraño, frío y agitado, un verano repleto de traumáticas despedidas y llegó, además, para sustituir al portero de las tres Copas de Europa seguidas. Y Keylor Navas era un tipo especial, un tipo al que encomendaron, sin mucha fe desde la institución (ahí está el affaire del fax en el no-fichaje de De Gea) la desagradable tarea de sustituir a una leyenda madridista, Iker Casillas. Para conseguirlo tuvo que poner él toda la fe que la dirigencia no le tenía, una cantidad de fe tan enorme y disparatada que si pudiera medirse ocuparía el ancho y el largo de la sala de trofeos del Bernabéu que el Madrid amplió con él bajo los palos inmediatamente después de aquella astracanada con la que se cerró el calciomercato de 2015.

A Keylor lo llamaba yo El Portero de Dios porque a veces parecía teledirigido por lo sobrenatural y porque su confianza en el misterio, en lo incognoscible, era tanta que corregía sus carencias con demostraciones felinas de gran audacia. Keylor afrontaba situaciones de estrés máximo con la solvencia del que está seguro de salir bien parado, es decir, con la seguridad suicida del que cree en Dios. Era incluso como si disfrutase jugando de este modo. En la última media hora del Madrid-Bayern por la final de Kiev, hace dos primaveras, en medio de la agonía, yo creí ver a un fulano en éxtasis, vestido de verde, rodeado de hombres de blanco que rodaban por el césped: los alemanes de rojo no paraban de bombardear su portería, todos sus compañeros estaban aculados en tablas bajo sus tres palos, y él pedía más, crecido en la adversidad. Es una cosa muy torera que también tenía Casillas, el ¡dejadme solo! que le sale a esta clase de gente en la hora de la verdad. Por eso son los porteros más celebrados y también los más discutidos. Keylor consiguió lo que nadie desde Sepp Maier, entre otras cosas, por quintaesenciar ese perfil clásico del portero del Madrid moderno: un habitante del precipicio, un llanero solitario. Si ser defensa en el Madrid es jugarse la camisa a los dados con el demonio, ser portero es jugar con el ángel negro a la ruleta rusa. La fortaleza mental que requiere un trabajo de riesgo como este sólo parece estar al alcance de ese tipo eterno de portero que mantiene una distancia con el mundo, del tipo del que se hacen canciones. Y del tipo capaz de soportar la chanza universal que le sigue a una metedura gorda de pata. La presión del público, el olor a tinta de las portadas del Marca, los vídeos del programa de Pedrerol.

Sin embargo, Courtois es todo lo contrario a eso. Courtois es un portero de sistema. Courtois es eso que usaban antes los publicistas para vender coches alemanes: fiabilidad. Y la fiabilidad es anodina. En el Madrid también gustan los porteros-milagro porque el madridista medio suele ser un enganchado al éxtasis y a la agonía, al vivir el fútbol como un límite, una frontera entre lo sublime y lo grotesco. Y los porteros-sistema no tienen poesía. Es una cuestión cultural. De la misma manera que el Madrid contemporáneo no está habituado a ganar Ligas, del mismo modo que la batalla generacional contra Messi lo ha inclinado hacia la Copa de Europa y hacia su mística maximalista de ganar o morir, el madridista está acostumbrado al portero que corta camino y renuncia a lo confortable del día a día, al que se lo juega todo a una carta. El portero-milagro encarna esa idea y se hace preferible a veces porque es capaz de sobrevivir en el caos, de destacar en medio de la debacle del equipo, a diferencia del portero-sistema, quien depende del rendimiento de la organización casi en exclusiva.

En El viaje del héroe, Joseph Campbell distingue varias etapas del periplo arquetípico del protagonista de los relatos épicos: primero siente la llamada a la aventura, que en el caso de Courtois fue, por supuesto, abandonar la aburrida comodidad londinense que tenía en el Chelsea, tirar a la basura su condición de mito atlético y fichar por el Madrid, el equipo con el que soñaba cuando era niño. A mitad de ese periplo, el héroe se asoma al abismo. Ahí es cuando muere y resurge, transformado, listo para enfrentarse con su destino. Y vencer, claro. La primera temporada de Courtois en el Madrid fue un largo descenso al inframundo. Los primeros meses de la segunda parecían confirmar la tragedia de su fichaje: no parecía portero para el Madrid, y quizá hasta él mismo creyó que su sueño no iba a poder ser y es probable que su cuerpo lo somatizara. Todo lo que se le chutaba iba para dentro; la primera ocasión que los rivales lograban hacerle al Madrid de Zidane era gol, y Courtois, un gigante pálido precedido por la fama de valor seguro, dinero a plazo fijo con guantes de portero, parecía un holograma transparente que irradiaba inseguridad a sus compañeros. En su primera temporada de blanco, sencillamente no había organización; en la segunda, la organización era débil, por lo que Courtois parecía un portero demediado, no apto para la élite. Tras medio partido contra el Brujas en el Bernabéu que el clásico youtubero hispanoamericano definió para la posteridad con el adjetivo “trambólico”, lo creí sentenciado. El Bernabéu había empezado a pitarle. El emperador no iba a tardar en bajar el pulgar.

Nada de eso, por suerte, porque Areola demostró ser un portero de fuegos artificiales, bonito, espectacular y que a veces, como los petardos, te explota en la mano; también porque con el regreso de Courtois el Madrid empezó a compactarse, a hacerse bloque, piedra dura. Courtois es el símbolo de ese virtuosismo novedoso, de esa italianidad. Si lo que había marcado al equipo hasta entonces, durante un año largo, era la confusión de los jugadores en relación con el cráter gigante que Cristiano Ronaldo había dejado en el frente de ataque con su marcha, Zidane decidió reducir el espacio entre las líneas y adensarlas, espesarlas aprovechando el montón de centrocampistas distintos y estupendos que tenía en su plantilla. Juntar al equipo con su portero. Con el Madrid hormigonado salió a relucir el Courtois de los dos Zamoras seguidos en el Atlético, el portero que es cimiento. He observado que sus compañeros, en particular los laterales, tienen ya como recurso de seguridad el pase atrás, a veces bombeado y peligroso, hacia Courtois. Esa confianza también es una prueba de algodón, una señal definitiva. El termómetro de la seguridad colectiva de un equipo así es la autoestima que su portero es capaz de proyectar hacia los demás.

 

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

2 comentarios en: Courtois o la fiabilidad del portero

  1. Curioso texto del que hace unos meses opinó de Courtois:

    “el peor portero que he visto en mi vida”

    Todos pueden cambiar de opinión, pero insultar a nuestros jugadores es algo que yo no paso.

    Saludos y Hala Madrid y Nada Más

  2. Me ha gustado el artículo de Valderrama. En cuanto a forma y fondo. Courtois se lo ha currado y, sobre todo, se lo ha de seguir currando. Reconozco que yo lo veía muy mal , como casi todos los madridistas, me tenía mucho Mas que moscatel. Me desesperaba. El otro desesperante “era” Isco. Y así lo hice saber en algunos comentarios escritos en La Galerna. El cambio ofrecido ha sido extraordinario, vuelve a ser el portero que yo conocía ; el del Atleti y el del Chelsea. Ojalá continúe en la misma dinámica. Veremos .

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