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Coronavirus y madridismo

Coronavirus y madridismo

Escrito por: John Falstaff19 marzo, 2020
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Esto del coronavirus está muy mal, empezando por su nombre, que yo no sé si se lo ha puesto un tipo rebosante de ardor monárquico, a lo Ansón, o un republicano coñón con más retranca que vergüenza, a lo Umbral. Al final, en la vida todo se reduce a ser de Ansón, o sea formal, aburrido y, como buen señor de derechas, mujeriego, o ser de Umbral, o sea incorrecto, socarrón y, como buen señor de izquierdas, mujeriego. Ah, las mujeres. Uno se pone a escribir de virus y le salen al paso las mujeres antes de haber negociado siquiera el primer punto y aparte. Benditas sean.

Pero yo, a lo Umbral, había venido a hablar del virus (aunque no de mi virus), y decía que eso de coronavirus es un nombre horrendo y fernando, digo, nefando. Un virus que se precie no puede llamarse así; hombre, ya puestos le podían haber llamado corinnavirus, que ése sí que es un virus peligroso para la Corona. Uno tropieza con un bacilo de Koch en los esputos con que le riega el prójimo y se imagina al tal Koch, con su bata blanca y su pelo gris y sus gafas de cerca, pasando gotitas de un tubo de ensayo a otro con amor de madre. De manera que no puede sino sentir un cierto orgullo de científico por ser portador de tan laborioso descubrimiento, como si diera continuidad y sentido a los trabajos del venerable Koch. Pero si lo que le cae encima con las babas de su vecino es un coronavirus, uno no puede evitar sentirse un poco como el protagonista de una historia sórdida y de serie B, escrita por guionistas ayunos de talento y faltos de ambición, y producida con tan escasos medios como exigua gracia. Carne de videoclub, de cuando los videoclubs existían. Llevar en la sangre algo llamado coronavirus nunca podrá ser motivo de orgullo y satisfacción, ni ocasión para enaltecer la propia dignidad mayestática. Coronavirus, en suma, es una palabra contrahecha, una yuxtaposición a la que se le saltan los pespuntes y se le descoyuntan las cuadernas. Una cosa feísima, de una fealdad apabullante. Tan fea como el propio virus.

Todo el mundo habla y escribe estos días a todas horas del coronavirus, que se ha colado en nuestras casas sin que nadie lo haya invitado y además se dedica a poner los zapatos sobre la mesa y a orinar en el jarrón chino del salón, que yo creo que es una de esas cosas que sólo existen en los tebeos de mortadelo y filemón. Tenemos el coronavirus hasta en la sopa, por desgracia de forma literal. De hecho, lo malo del coronavirus no es sólo su condición potencialmente letal ni tener un nombre más feo que una frase cometida por D'Alessandro, sino además ser un coñazo de tomo y lomo, un coñazo como sólo un culé es capaz de serlo. El coronavirus es tan cargante, tiene tanto afán de notoriedad, está tan encantado de haberse conocido que yo lo habría bautizado como el Lennonvirus, que además suena mucho mejor (el nombre, no el músico).

Lo que nos trae a la cuestión mollar que motiva estas líneas en que usted, confinado y aburridísimo lector, ha dado en posar sus ojos en mala hora. Y es que, de entre todo lo que se habla y escribe del coronavirus, hay una grave cuestión que ha quedado incomprensiblemente desatendida hasta ahora, y que no es otra que el papel que le cabe al madridismo en la lucha contra el coronavirus. No caeré en la tentación fácil de afirmar que se trata de un virus culé (si bien, como ha quedado demostrado, su condición de mosca cojonera parece indicar que tal afirmación no estaría del todo desencaminada), ni tampoco sostendré que se trata de un virus colchonero, por más que nos tenga a todos en casa vistiendo chándal como si fuéramos Luis Aragonés. Lo que sí me parece seguro aseverar es que no se trata de un virus madridista: un madridista jamás es invasivo, ni agresivo, ni produce preocupación -sino más bien alegría- a la gente de bien, se desenvuelve con señorío y vive buscando la gloria propia y no la desgracia ajena. Además, tampoco es tan feo.

Pero si era importante dejar sentado lo anterior (de pie se cansa), lo verdaderamente fundamental es concienciarnos de la importancia del madridismo en la lucha contra el coronavirus. Porque si algo es necesario en la lucha contra esta pandemia son las virtudes que siempre han adornado al madridismo: la fe inquebrantable en la victoria, la disciplina, el esfuerzo, la solidaridad, el no darse por vencido, el vigor, el ánimo, la frente alta (y el chocolate espeso), el valor, el optimismo, la determinación. Los madridistas sabemos bien que el madridismo no es sólo la afición por un equipo de fútbol, sino una actitud ante la vida, y nunca esa actitud es tan necesaria como cuando la vida nos plantea desafíos de la envergadura del presente. Queridos galernautas, madridistas todos: desde este humilde articulastro os animo a hacer acopio de vuestro madridismo para derrotar a este puto virus, y a no perder el sentido del humor ni la alegría en la batalla. Exterminemos este virus malnacido que tiene maldita la gracia. Luego ya si eso le cambiamos el nombre.

 

En el prosaico mundo real me llaman Eduardo Ruiz, pero comprenderán ustedes que con ese nombre no se va a ninguna parte, así que sigan llamándome Falstaff si tienen a bien. Por lo demás, soy un hombre recto, cabal y circunspecto. O sea, un coñazo. Y ahora, si me disculpan, tengo otras cosas que hacer.

Un comentario en: Coronavirus y madridismo

  1. Pues fíjate, que creo que el virus ha venido a darnos una lección. Como puede ser que una cosa tan minúscula pueda hacer parar a macropotencias y causar tanto caos a nivel de salud y económico, pero al mismo tiempo esa parada hace que valoremos lo que teníamos y no le hacíamos caso, a como se limpia la atmósfera, y sobre todo,
    a que la vida se sigue abriendo paso, incluso sin nuestro bendito fútbol
    Fuerza y ánimo
    ¡¡HALA MADRID!!

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