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Carvajal, la antorcha y el vínculo

Carvajal, la antorcha y el vínculo

Escrito por: Antonio Valderrama11 agosto, 2016
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Lleva sólo tres temporadas en el Madrid grande, y ya ha dejado una ristra de recuerdos difíciles de olvidar, de esos que rememora la parroquia en los bares y en las terrazas. La eliminatoria contra el Bayern, en especial su marcaje grecorromano a Ribery, cuando Scarface terminó desquiciado intentando patearle; la final de Mestalla y el drenaje a Neymar; la de Lisboa, el 1-2 en el Camp Nou con Zidane, el día del Wolfsburgo en Madrid, la semifinal contra el City. Carvajal, con 24 años, ya ha ganado dos Copas de Europa con el Real siendo titular en las dos finales. Lleva camino de convertirse en uno de esos jugadores franquicia, como Marcelo, de los que pasan toda la vida en un club y se retiran con una preciosa colección de chatarra, platería, oro y réplicas de trofeos. Será un veterano cuando tenga 26 o 27 años. Y un patriarca.

carvajal

Llegó como un refuerzo de infantería, en la transición de Mourinho a Ancelotti. Era una época extraña. Interpretaciones extravagantes de lo madridista en Internet, una cierta teología de la liberación destilada en las cloacas de Twitter, arrojaban sombras confusas sobre la figura de los canteranos, de repente sospechosos merced también al uso que desde medios como el diario AS se hacía de ellos como ariete contra el entrenador recién ido. Carvajal aterrizó sobre un avispero y sus primeras actuaciones no fueron buenas: su espalda era un vergel para extremos contrarios rápidos, no tenía demasiada cintura y adolecía de nerviosismo.

Todo fue cambiando con el tiempo, gracias a su tesón y, naturalmente, a su talento: rápido, muy fuerte, potente, tenaz en la brega, valiente en el quite y el tackle, fue poniendo mejores centros en cada partido y de su bota derecha surgió lentamente un Amazonas cuyo caudal ofensivo ampliaba el maná perenne brotado del carril izquierdo, de Marcelo. De pronto, un día, resultó que el Madrid tenía dos laterales capaces de ir y venir constantemente, de pisar el área contraria con ese poso de grandeza de los carrileros que intimidan de verdad, y sus habilidades se ensamblaron como complementarias: Carvajal aparecía y Marcelo estaba.

Todas esas virtudes las trabajó en la Bundesliga, hacia donde se marchó justo después de subir al Castilla a Segunda. Fue un puntal de aquel equipo, entrenado por Toril, que pasó eliminando al Cádiz, y en el que estaban también Nacho, Lucas Vázquez, Morata y Jesé. En el Bayer Leverkusen, uno de los equipos fetiche de la subcultura futbolera contemporánea, jugó todos los partidos de titular, dio ocho asistencias y metió un gol. El Bild lo alineó en su once ideal de la temporada 2012-2013, junto a Lahm, Hummels, Dante, Götze, Ribery, Müller o Lewandowski. Por dos millones regresó al Madrid, cuya banda derecha estuvo cubierta, aquella temporada, por Arbeloa y Essien.

Su metro setentaytrés y su cuerpo de estibador dan una falsa impresión de pesadez, de lentitud. En realidad es un minotauro, que multiplica su virtud de martillo pilón gracias a esa cualidad estructural del Madrid de la estampida: puede comerse la banda él solo cuando sube como una marea grande que arrambla con todo, y también se desdobla con inteligencia cuando ha de compartir el espacio con Bale o Ronaldo, cada uno de ellos un Leviatán que desequilibra el espacio-tiempo a su alrededor. En ese caos resultante, Carvajal es uno de los mejores aprovechando la pelota dividida, anticipándose al pase del adversario, adivinando la salida por dentro o por fuera de sus compañeros.

El día que el Madrid pagó los dos millones de euros que hacían falta para que volviera, Carvajal declaró que era uno de los más felices de su vida. Madridista de cuna, parecía predestinado a llegar, esa meta bíblica de todos los hijos de la Fábrica, cuando el Club lo escogió para que fuera junto a Di Stéfano a colocar la primera piedra de la nueva ciudad deportiva. Esa imagen, recordada ahora por los medios audiovisuales del Madrid con la satisfacción que dan las profecías autocumplidas, es en verdad un símbolo: el gran padre de la patria, don Alfredo, ungiendo a uno de los muchachos llamados a mantener viva la llama. Se emociona cuando recuerda esa representación viva de la transmisión de la legitimidad, del poder histórico en un Club que vive, como todos los imperios, contándose a sí mismo cómo conquistó el mundo. Y qué madridista no se emocionaría, en verdad.

carvajal di stefano

Carvajal fue el muchacho privilegiado y es, ya, uno de los hombres sobre los que recae el vínculo que liga al Real de ayer con el Real de mañana: su manera de jugar, corajuda y taurina, rememora las figuras en blanco y negro que madridistas de su generación, la mía, coleccionaban semanalmente con el Marca o el AS, figuras del Madrid de los 70 y 80, de esos jugadores pasionales: Carvajal es como si uno de aquellos del Madrid de los García tuviese pies y gemelos de futbolista del siglo XXI. Su gol en el Lerkendal Stadion para ganarle la Supercopa de Europa al Sevilla, en el campo del Rosenborg, aquel tapete medio verde y medio blanco, duro por el hielo, donde Raúl clasificó in extremis al Madrid para la ronda de eliminatorias de la Copa de Europa que terminaría ganando en París metiéndole la pezuña a una pelota naranja que botaba como si fuera una bomba a la que le han quitado la anilla, es el reverso de sus lágrimas de Milán. Allí una lesión le hizo claudicar pero ganó la Copa que los García no pudieron ganar en el 81. Carvajal, un chico de Leganés, es el heredero de un patrimonio que, a diferencia del de otras leyendas del fútbol viejo, muta en cada generación para seguir ganando igual que siempre, para dejarlo todo como estaba.

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Madridista de infantería. Practico el anarcomadridismo en mis horas de esparcimiento. Soy el central al que siempre mandan a rematar melones en los descuentos. En Twitter podrán encontrarme como @fantantonio

Un comentario en: Carvajal, la antorcha y el vínculo

  1. Fantan, cuando hace un par de días en una conversación de Twitter -en el que recordaste las lágrimas de Carvajal en Milán-, te sugerí que escribieras sobre eso, estaba completamente segura de que tu texto sería todo un homenaje a nuestro lateral. ¡Qué bueno eres escribiendo, tío! Ojalá Dani tenga la ocasión de leerte, de imprimir y guardar tu texto, para leerlo antes de cada partido.

    Hay un detalle que me gustaría agregar: los medios antimadridistas usaron a Carvajal en su día para atizar a Arbeloa, intentando hacer ver que era un jugador acabado, sin talento y que debería colgar las botas (era parte del precio que debía pagar por defender a Mou). Ni Arbeloa ni Carvajal entraron al trapo; antes bien, el Espartano se convirtió en su maestro, en su apoyo, en su amigo, sin dejar de luchar por jugar con la camiseta blanca, pero respetando las decisiones de los entrenadores. El sello de esta relación sana entre dos compañeros y 'rivales' del mismo puesto quedó reflejado el día de la despedida de Arbeloa, con esas palabras de Dani llenas de emoción y cariño: un gracias por todo lo que le había enseñado, en medio de un abrazo que aún hoy pone la piel de gallina al recordarlo...

    No soy mucho de hablar de "lo valores del madridismo", tan manidos y manipulables según lo que se quiera hacer ver, pero sin duda Dani Carvajal representa al canterano madridista que lleva el escudo con orgullo, lucha y se entrega en cada partido, es humilde y agradecido a la par que aguerrido sobre el césped. Estoy segura de que el día que le toque llevar el brazalete de capitán lo hará de lujo, para gloria del club de nuestros amores.

    Hala Madrid.

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