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Canción de Navidad

Canción de Navidad

Escrito por: Juan Miguel Araya22 diciembre, 2020
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Por su calidad, hemos decidido publicar este cuento participante en nuestro I Certamen de Cuentos Madridistas de Navidad. Recordamos que el ganador se dará a conocer el día 24 a las 5 de la tarde.

 

—A ver si lo he entendido bien. ¿Pretende usted pagarme para que cometa su propio asesinato en el día de Navidad?

Los copos de nieve caían sin cesar sobre el cobertizo, de manera insultante, formando una capa blanca inapelable. Allí estaban ellos dos, un coleccionista de fracasos y un sicario cobarde que temblaba con la sola visión de un tenedor. Era la historia de todas las navidades.

—La nieve blanca, los villancicos blancos, el vino blanco, los piñones blancos... ¡Hasta el turrón es blanco ahora!

El sicario se quedó mirando al vacío con la boca tan abierta como una rosquilla, contemplando la maravillosa obra de la creación, aunque sin entenderla, como el paleto que llega a la gran ciudad con la gallina debajo del brazo y se tiene que quitar la boina en señal de admiración. Llegados a este punto, debemos aclarar que incluso los sicarios pueden sumergirse, de vez en cuando, en sus propias inquietudes morales, y estas pueden tener un profundo calado filosófico.

—¿Tengo que matarle o esa era la lista de la compra?

—¡Tente, malandrín! No tienen bastante con teñir de blanco toda Europa, no, ahora también me persiguen en mi propia casa, mira...

El avaro Scrooge señalaba el cielo. El sicario miraba el dedo.

—Escucha, presta atención: ese copo de nieve de ahí es Raúl abandonando nuestra cantera; ese otro de ahí es Sergio Ramos saltando como un león en Lisboa; por ahí veo venir a Cristiano Ronaldo con el torso desnudo, y aun así, de un blanco resplandeciente; ahí está Zidane, ese mago malvado, haciendo hechicerías para derrotar al Cholo y malograr su estrategia en el campo de batalla.

—Cada año está usted peor, señor Scrooge.

—Por eso quiero que me mates, necesito ofrecerme como chivo expiatorio y de ese modo revertir la situación. Solo así mi Atleti ganará la Champions. Es muy sencillo: al teñir de rojo la nieve se formarán los colores rojo y blanco, y el cielo entenderá que se está cometiendo una injusticia aquí abajo. El fútbol nos debe tanto...

—¿No ha pensado en el sufrimiento que va a causar a su esposa e hijos?

—Eso es lo mejor de todo... Verás, en la familia de mi mujer, todos son madridistas. Por eso, intenté inculcar a mis hijos mi amor hacia el Atleti, equipándolos con el uniforme prácticamente desde que nacieron. Pero mis malvados cuñados, esos pérfidos merengones, pronto comenzaron a influir con sus malas artes. El mayor retiró de su habitación los pósters de Juanma López y del Mono Burgos, y en su lugar tiene ahora a Modric, incluso se está dejando la melena rubia. El pequeño dice ahora que quiere ser ingeniero de caminos, he perdido el control sobre mis hijos. No me queda otra salida, el dolor es insoportable.

—Es posible que ese dolor sean gases, producidos por un exceso de...

—¡Calla! Mientras estamos aquí de cháchara no han dejado de llegar más enemigos. La afrenta es cada vez mayor, ¿cómo se atreven a venir aquí, a mi casa?

—Son sus cuñados, que vienen a comer a casa, como cada Navidad.

—¡Haga su trabajo de una vez! No podría soportar otra Navidad llena de chistes y cánticos vikingos. Por favor, se lo ruego, apiádese de este pobre colchonero.

Al sicario le temblaba la mano, como cada año. Con extrema dificultad sacó la pistola, una magnum 44 que el propio Scrooge le había hecho llegar, de su época en el Frente Atlético. Un solo disparo bastaría para que sus propios huesos se convirtieran en metralla secundaria esparcida por todas las tripas y rebanasen los órganos que encontrasen a su paso. Y eso era mucha presión, parecida a la que sintió Juanfran al tirar su penalti en Milán. O a la que siente el Cholo cuando ve aparecer la calva mágica de Zidane. Finalmente, como todos los años, Scrooge se arrepintió en el último momento, cuando se sabía encañonado.

—Pue-pue-pue puede que este sea nuestro año. S-s-s-sí, sí señor, este año tenemos bu-bu-buen equipo. El Cholo ha evolucionado... Eso es, el fútbol al final se cobra sus deudas. ¿Cómo voy a morir yo en el año de la Champions? Jamás me lo perdonaría, ni siquiera en el más allá.

—¿Anulamos entonces el encargo?

—Ya veo Neptuno teñido de rojo y blanco. Por Aragonés, por el Niño Torres, por Abel Resino, por Solozábal... Efectivamente, anulamos el encargo. Ya te puedes ir.

—¿Y qué hay de sus cuñados madridistas?

—Déjalos que rían... Además, mi cuñado Paco trae todos los años jamón ibérico de calidad. Y Manolo viene de Huelva cargado de gambas blancas. En el fondo siempre lo pasamos bien.

—Pensé que usted los odiaba, que eran sus enemigos.

—Tú no lo puedes entender...

 

8 comentarios en: Canción de Navidad

  1. "El pequeño dice ahora que quiere ser ingeniero de caminos (...)" XD
    Pero que bueno esta estooo...
    Que va, no creo que llegue vivo al final
    Gracias La Galerna. Gracias y... Gracias.
    Un abrazo grande, inmenso, del tamaño del mar.

    1. Sí, si... Lo de "El pequeño dice ahora que quiere ser ingeniero de caminos..." es de los mejorcitos golpes que se han leído en la Galerna. JAJAJAJAJA.

      Saludos.

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