No es fácil llegar al mejor club del mundo el último día de verano y sin haber hecho pretemporada. Ni siquiera venir habiendo sido el mejor jugador de la Premier le dota a un jugador de las herramientas necesarias para evitar un tiempo de aclimatación. La puesta en forma, el conocimiento del equipo, del idioma, de las costumbres, etc. son sin duda obstáculos por los que hay que pasar, piedras puñeteras que se interponen en el camino. Si además la prensa, a la que no conoces, te identifica con un presidente al que se quiere derrocar, te encuentras con que tienes una hernia que tú mismo desconocías, o que incluso no sabes jugar al juego que te ha acreditado como el mejor jugador de la Premier.
Con todo esto se encontró Gareth Bale a su llegada al Madrid. Pese a debutar con un gol en Villarreal, todas las circunstancias le eran esquivas. El precio de su traspaso y la dificultad competitiva que suponía para los minutos de Jesé e Isco hicieron que fuese un fichaje cuestionado por la prensa desde el comienzo. Sin embargo, esa primera temporada de Bale, la que debería ser la más complicada de su estancia en el Madrid, se saldó con un rendimiento espectacular que, además, se maximizó en los momentos más decisivos. Pase lo que pase, sus goles en Valencia y Lisboa ya forman parte del recuerdo de todo madridista de nuestra época. En una sola temporada, Bale había superado enormes dificultades y se había hecho eterno; no es poca cosa, aunque sí lo sea para sus detractores.
La segunda temporada prometía ser todavía mejor, pues muchas de las dificultades con las que había contado al inicio no se repetirían. Esta vez ya sí que podría Bale hacer pretemporada, y su conocimiento del equipo estaba completado. El comienzo fue, por tanto, el esperado: una brillante Supercopa de Europa daba paso a un buen comienzo de Liga a nivel personal. La racha sólo se vio cortada por una inoportuna lesión que coincidió con un gran tramo de juego y de resultados del equipo. Este hecho no fue desperdiciado por la prensa detractora, que aprovechó la ocasión para identificar la salida de Bale con el buen momento del Madrid. Sin embargo, se suele obviar que de la famosa racha de veintidós victorias Bale se perdió sólo cinco o seis. Por supuesto, la vuelta de Bale no perjudicó al equipo. De hecho, el galés volvió a ser decisivo en la conquista del Mundial de Clubes. Sin embargo, las lesiones de Modric y James hicieron caer al Madrid de una forma abrupta tras las navidades. Parte del público (probablemente muy condicionado por la prensa) empezó a identificar el mal momento del Madrid con la presencia de Bale, y comenzaron los silbidos. Poco importaba que de la BBC el galés estuviese siendo el menos malo. Había necesidad de una cabeza de turco y el guiri era la víctima perfecta. Poco a poco, todas las circunstancias fueron haciendo mella en Bale y su rendimiento fue cayendo en picado hasta agotar una decepciónate temporada del equipo.
Con el relevo en el banquillo, llegó Benítez con varias misiones encomendadas, siendo una de las más importantes la de recuperar a Bale. Principalmente había tres frentes que atacar: el anímico, el mediático y el táctico.
El primer gesto de Benítez con respecto a Bale fue rendirle visita durante la concentración pre-partido con su selección de Gales. En un mundo tan dado a escudriñar hasta la naúsea los gestos, el técnico madrileño mandaba un mensaje a Gareth y uno de mayor difusión a los medios: “Este tío es básico en mi proyecto”.
Estoy convencido de que Rafa hizo un análisis táctico de Bale para encontrar las razones de su mediocre segunda temporada. Jugando en la derecha, la tendencia natural de Bale era la de driblar hacia el centro para chutar a portería. Ese movimiento le había hecho dominar la Premier, pero el equipo no le ayudaba nada. Haré un pequeño inciso para que se me entienda.
En la temporada anterior y tras un comienzo brutal, Ronaldo empezó a acusar a partir de enero una fatiga física desconocida antes para él. Sus recorridos de cincuenta metros con el balón ya le penalizaban demasiado y empezó a convertirse en un jugador más de área. Con el objetivo de habilitarle esa zona de remate, Benzema acostumbraba a trazar una diagonal hacia atrás limpiando a su defensor. Este simple movimiento que tanto favorecía a Ronaldo, destrozaba a Bale, que cuando emprendía su movimiento hacia el centro se encontraba con el atasco producido por el barrido de Benzema y su defensor. Esto provocó que el galés se encerrase cada vez más en la banda derecha, dejándole expuesto a la certeza de que centrar con la derecha, sin superioridad, no es su mejor gesto técnico.
Como decía, Benítez tenía que resolver este problema, y para ello decidió confiar en la inteligencia de Gareth (aunque para algunos gurús no entienda el juego). Dejándole partir del centro con libertad de movimientos Bale, tras un periodo de aprendizaje, sabría leer en qué punto del campo su presencia sería más dañina para el rival. De esta forma, hemos podido comprobar cómo desde el principio de la temporada ha ido apareciendo por los tres carriles del ataque indistintamente. El galés se ha revelado como un fantástico conductor de contraataques, pero en otras ocasiones es el propio Gareth el que hace un desmarque al espacio para ser habilitado por sus compañeros. Los más reticentes a su presencia por el medio (por no ser el clásico mediapunta), empezarán a entender que el propio Benítez no pretende que lo sea. De hecho, si con balón está acertado, sin balón está siendo todo un alivio para los mediapuntas puros del equipo. Sus constantes diagonales sin balón de dentro hacia fuera provocan un barrido por el centro que es aprovechado por los James, Isco y Benzema. Por tanto, Bale es devastador con o sin balón, pero el hecho de acumular más posesiones favorece a su conexión con el partido, que ya no puede ser puesta en duda.
Ahora el guiri ya sólo necesita que los partidos de casa no se conviertan en un concierto de pitos hacia él. Su nivel aconseja que de parte de la afición sólo reciba apoyo. La presión mediática sobre él sólo descenderá si mantiene el nivelazo actual, pero el efecto despresurizador de un apoyo incondicional de la afición haría completamente estéril el mensaje de sus interesados detractores. Bale es demasiado bueno como para no triunfar en el Real Madrid, no le hagamos el caldo gordo a una prensa que siempre protegerá más al jugador nacional con independencia de que su nivel le haga o no merecedor de tal privilegio.
