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Reivindicación de Santiago Bernabéu (3/3)

Reivindicación de Santiago Bernabéu (3/3)

Escrito por: Manuel Matamoros5 febrero, 2016
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Séptima entrega: Donde se contrastan dos formas de hacer las cosas: en serio y en broma

XIII. Un estudio de opinión sobre la remodelación del estadio

Como uno de los elementos del proceso de formación de la posición de la asociación, en febrero de 2014, Primavera Blanca encuestó a sus socios sobre el proyecto de remodelación del estadio Santiago Bernabéu, impulsado por la junta directiva del Madrid.

Las respuestas, es obvio, sólo representan a ese colectivo de madridistas. Tienen el sesgo de la población encuestada. Formada por los miembros —entonces poco más de 1.800, hoy más de 3.000— de este colectivo de madridistas de todos los países enfocado a defender la independencia del Madrid. Su leitmotiv es impedir la intromisión de los medios de comunicación en el proceso de formación de las decisiones del club. Combaten la creación de estados de opinión pública al servicio de intereses ajenos, y muchas veces antagónicos, a los propios del club. Constituyen, así, un segmento cohesionado por su posición crítica —incluso hostil— a determinados mensajes de los medios deportivos de masas. Por eso mismo no es homologable al conjunto del madridismo, pues, probablemente, esos mensajes suponen una referencia importante para la mayoría tanto de la masa social como de la afición madridista.

No pretendo deducir, en consecuencia, de los resultados de ese estudio ninguna conclusión de carácter general. Pero no conozco otro estudio de opinión, ni más amplio ni menos, en relación con un proyecto que por su inversión económica, su trascendencia simbólica y la importancia de los recursos que se espera obtener de su explotación tiene carácter estratégico. Si no se ignoran las advertencias que preceden, las respuestas que siguen tienen un doble valor de referencia: En primer término, la de un método sensato de formación del criterio de los colectivos de madridistas en temas complejos, por oposición a las formas simplistas, tributarias de los comportamientos mesiánicos; en segundo término, atendiendo ya a los propios resultados, la de la relativización de los elementos puramente alegóricos como consecuencia misma del método de planteamiento de las cuestiones en debate.

A efectos de valoración de las respuestas, conviene advertir que el 26% de ellas proviene de socios del Real Madrid, el 89% de ellos residentes en la Comunidad de Madrid. Ese porcentaje de residentes se reduce al 46% en el caso de los no socios. El 46% del total de las respuestas son de menores de 30 años; 41% tiene entre 31 y 45; 13% son mayores de 45 años. 23% tiene euroabono; 3% abono de Liga; 13% abono de grada de animación; 10% compra entradas para más de 5 partidos por temporada; 39% para cinco o menos; 12% no va al estadio. El estudio aborda más de cincuenta cuestiones. Solo me referiré a las que guardan mayor relación con este reportaje.

Respecto de las alternativas estratégicas, el 62% se manifiesta de acuerdo con el proyecto de la junta directiva. El 19% está a favor de la construcción de un estadio nuevo en Valdebebas. Este porcentaje se reduce al 14% en el subconjunto de los que, además, somos socios del Madrid, y asciende al 21% entre los no socios. Entre los socios del Madrid el 11% opina que la mejor estrategia es mantener el estadio como está, opinión que cae al 3% entre los no socios. El mismo porcentaje de socios y no socios (13%) declaran que les falta información para valorar las tres alternativas estratégicas planteadas.

Fueron preguntados por 14 aspectos relativos al proyecto de remodelación. Los mejor valorados fueron el nuevo diseño (90% bueno/muy bueno) y el aumento del nivel sonoro (83% bueno/muy bueno). El peor valorado, el eventual cambio de nombre del estadio (40% malo, 38% indiferente). La valoración general del proyecto de la junta directiva mereció la aprobación (bueno/muy bueno) del 78% de los socios y del 87% de los no socios. El 43% de los encuestados consideraba adecuada la relación coste/beneficio, aunque el 36% no tenía opinión al respecto.

Se propusieron diez aspectos, más uno libre, para que indicaran las facetas del proyecto que más les preocupaban. El cambio de nombre del estadio ocupa el quinto lugar en orden decreciente en el nivel de preocupación. Sólo el 11% se manifiesta preocupado por este aspecto (el 7% en el subconjunto de socios, en el que desciende hasta el séptimo lugar en el orden de las preocupaciones). Por debajo de la financiación (17%); los precios de las entradas (16%); los costes (16%); el aforo (13%), cuya ampliación en 7.500 localidades le parece insuficiente al 57%; y además, en el subconjunto de los socios, de los cambios de localidades (11%) y de las incomodidades por las obras (10%).

Lo sucinto de esta exposición parcial de los resultados, no impide distinguir a la legua entre la voluntad de aproximación racional a los problemas del Madrid y a sus estrategias de crecimiento, y la voluntad demagógica de los promotores del referéndum, dirigida a torpedear el cambio mediante el recurso a elementos exclusivamente emocionales. No por casualidad, se trata de los mismos que disfrazados de amarillo explotan el mal desempeño deportivo del equipo para intentar generar —de momento con menos éxito que ganas— la mayor inestabilidad societaria posible. Una conducta que descubre su estrategia populista de combate: Excitar la irracionalidad de las masas para torpedear —sin visos de plantear una alternativa verosímil— cualquier proyecto de la junta directiva. De esa misma estrategia participa el promover un referéndum sobre el nombre del estadio.

XIV. Desmontando el referéndum

Por otra parte, la peregrina iniciativa de exigir un referéndum sobre el cambio de denominación del estadio, que —que se sepa— no ha planteado formalmente la junta directiva, no resiste el mínimo análisis, lo que da buena cuenta de la falta de rigor de quienes la promueven.

El primer derecho de los socios es que se respeten los estatutos sociales. Aunque para la demagogia y el populismo no valgan los argumentos formales, nadie puede pretender incinerar los derechos de los socios en su pira ultramontana. Ya se lean del derecho o del revés, en parte alguna los estatutos reservan al referéndum la adopción de acuerdos sociales, salvo el de fusión, transformación o disolución del club. Cualquiera al que el asunto le interesara de verdad, y no como un mero instrumento de agitación y propaganda dirigido a torpedear proyectos estratégicos de la directiva, habría comenzado por hacer las cosas bien.

Con respeto al ordenamiento jurídico, que es garantía de los derechos de todos, habría promovido —y conseguiría que aprobara la Asamblea— la modificación estatutaria imprescindible para que las decisiones de los órganos de representación y gobierno del club pudieran ser condicionadas mediante referéndum, en las circunstancias, con los requisitos y las garantías que los estatutos establecieran, a partir de ese acuerdo. Mientras sus promotores no empiecen la casa por los cimientos, con la reivindicación del referéndum imposible no sólo estarán revelando la demagogia de fondo de sus planteamientos, sino, sobre todo, dando pistas de la enorme frivolidad y temeridad, del infantilismo en suma, con que abordan las cuestiones que plantean.

La denominación del estadio se estableció por acuerdo de la Asamblea de socios compromisarios de 1955. Jurídicamente corresponde a ese mismo órgano de representación social la eventual modificación de su propio acuerdo. Políticamente hablando, también: La Asamblea de socios compromisarios es el foro adecuado para un debate riguroso —es decir, antagónico por naturaleza al que condiciona el marco que determinan los 140 caracteres de un tuit— sobre las ventajas e inconvenientes de cualquier eventual cambio.

Hay aspectos sustanciales de la cuestión que sólo pueden ser debatidos en profundidad y en su consecuencia decididos en esa clase de foros. Así, el que los promotores del referéndum eluden a propósito —porque su pretensión en realidad no es otra que dejar sin resolver la cuestión del estadio—en su campaña demagógica: Los costes que los socios están dispuestos a soportar sobre su cuota o el precio de su abono para resolver las necesidades objetivas de crecimiento del club renunciando a una determinada fuente de ingresos. También el de las posibles medidas de restauración en el ámbito de lo simbólico de la utilización de esa fuente de ingresos. Así pues, revelada la inviabilidad de su pretensión, no caeré en la trampa de los ultramontanos dedicando a su insólita reivindicación el espacio y la atención que merecen las cuestiones de fondo que ellos cuidadosamente eluden.

remodelación bernabéu

Octava entrega: Donde se discute qué hacer con la cuestión del estadio

XV. Los derechos de denominación

Aparco la reflexión sobre las alternativas estratégicas en la cuestión del estadio, porque para cualquiera de ellas tiene utilidad la posibilidad de incorporar una denominación comercial. Comenzaré, por lo tanto, por el planteamiento de esta cuestión, anticipando mi aproximación emocional, para que no quede oculta bajo la presentación de sus elementos objetivos.

Si inadvertidamente solicito a un taxista que me lleve «a Chamartín», ya puedo estar atento para que no me deje en la estación. Alguna vez —enfrascado en mis asuntos— me ha ocurrido tener que corregir al taxista a mitad del itinerario. El caso es que rebautizamos el estadio el mismo año de mi nacimiento, pero todavía en la época en que comencé a ir regularmente al fútbol, once o doce años después, usábamos el nombre que habíamos escuchado durante toda la infancia. El nombre que seguían usando la mayoría de los madridistas con los que coincidíamos en el gallinero. Y aún después de haber dicho y oído durante tantos años «el Bernabéu», a veces me viene a las mientes ese «Chamartín» de mi patria, que es la infancia, como dijo Rilke. Un hipotético «Zanussi Arena» se seguirá llamando «Bernabéu» por todos los madridistas tantas décadas así como esté situado entre Padre Damián y la Castellana.

Si la junta directiva propusiera un día denominar a nuestro estadio «Zanussi Arena» para atender la cuenta de resultados ordinaria del club, sin obtener una verdadera ventaja cualitativa de ese cambio, más allá de un mejor equilibrio de explotación, que, incluso, se tradujera directamente en la rebaja de las cuotas sociales o el precio de los abonos, no encontraría ningún incentivo personal para apoyar una propuesta que, sin embargo, habría apoyado si el estadio se siguiera llamando Chamartín. Reconozco su valor a ciertos elementos simbólicos. Aunque dudo mucho que nadie pida a un taxista ir al Aeropuerto Adolfo Suárez —ya no digo al estadio Power 8— me parece acertado que en beneficio de su resultado de explotación clubes cuyos estadios se llamaban antes El Sadar, o Son Moix, o Cornellá-El Prat usen los derechos de denominación. Pero nunca sabremos, porque no es la hipótesis de actuación de esta junta directiva, si la masa social habría participado de mi misma oposición al cambio de denominación frente a un veinte por ciento de descuento en el precio del abono.

Un buen día apareció sobre la camiseta blanca del Madrid la marca de unos electrodomésticos italianos. «Un gran club puede aceptar unir su imagen sólo a la imagen de una gran empresa», nos decía el boletín de socios de septiembre de 1982, para convencernos de la bondad de algo que «puede causar extrañeza, hasta perplejidad en el aficionado, pues es algo desconocido para él». Lo de extrañeza me pareció un eufemismo. Muchos «zorrocotrocos» de entonces teníamos un considerable cabreo. Treinta años después, madridistas de mi veteranía me mencionan «la mítica camiseta de ZANUSSI». Han leído bien: «de Zanussi», no «del Madrid de Camacho, Juanito y Santillana», por ejemplo. Acertó, pues, el pronóstico del citado boletín de socios que aventuró que, eso que yo llamaba «manchar la camiseta» —¿puede haber algo más ofensivo para un hincha?—, «al final será acogido en la mayoría de los casos con simpatía». No tiene más remedio que reconocerlo hasta un tipo como yo, que por voluntad de representación de la primacía esencial del equipo, no «mancha» con el nombre de un jugador sus camisetas blancas ya «manchadas» de serie con el «Fly Emirates», «Bwin», «Teka» o «Parmalat» de turno, y reserva un universo distinto de su consideración para la blanca con cierre de cordones de la temporada del centenario.

Antes que los clubes españoles, habían abierto esa línea de negocio los alemanes, ingleses o italianos con los que, con enormes dificultades, pretendíamos seguir compitiendo en Europa en condiciones de neta inferioridad. Seguramente las cantidades que se ingresaban entonces por el concepto de sponsorización de las camisetas serían nimias, no me voy a entretener en buscarlo. La sponsorización y el merchandising —ya me había disgustado la aparición de las tres bandas y el logo de Adidas unos años antes— explican hoy un tercio del presupuesto de ingresos del club. Alrededor del triple que los ingresos por abonos y cuotas sociales.

La explotación comercial de los derechos de denominación de un recinto tiene su origen en los albores del siglo pasado. Pero mientras en los Estados Unidos de América dio lugar a una auténtica industria, su aprovechamiento no llegó a Europa hasta casi cien años después. El asunto es que ya está aquí tan instalada como a finales de los setenta se instaló la sponsorización de la camiseta. Y en la lucha por la hegemonía el Madrid está en competencia directa con alguno de los clubes que mejor la ha utilizado para financiar su crecimiento.

Prácticamente todos los clubes de la Bundesliga tienen arrendada a largo plazo la denominación de su estadio por cantidades medias anuales que van del medio al dos por ciento del presupuesto anual del Madrid. El Bayern de Munich, sin embargo, ha cubierto la mayor parte de los costes de construcción del estadio más moderno y funcional de Europa —compartido con el municipio— mediante un arrendamiento a la aseguradora Allianz de los derechos de denominación durante treinta años. Más rendimientos anuales, y con un contrato a mucho más corto plazo, obtiene el Manchester City de Etihad, pero en este caso la transparencia mercantil es menor, por la vinculación del patrocinador a los propietarios del club, y porque también sponsoriza la camiseta.

Como he dicho en otra entrega, no tiene el club la posibilidad de detener el cambio de las condiciones objetivas en que se desenvuelve la competencia. Ese cambio es la transformación del mercado, por modificación de las circunstancias socioeconómicas, o por la propia acción de los competidores. Lo que hay que exigirle al club no es que las detenga, por lo tanto. Es la capacidad de adaptarse a ellas, o mejor aún, de aprovecharlas para crear sus propias ventajas. De la buena utilización de esa capacidad depende el soporte de su capacidad competitiva en el futuro.

La generación de las nuevas fuentes de ingresos comenzó modestamente con los contradictorios orígenes del fútbol televisado, que describimos más adelante, y por la publicidad sobre las camisetas —nunca se valorará bastante, por cierto, el rescate del contrato con Dorna que llevó a cabo la directiva de Lorenzo Sanz y Juan Onieva, incluso si pudiera haber sido más barato, lo que no me consta—. La evolución de esos ingresos ha dejado meridianamente claro que «la virginidad», entendida como oposición a admitir las formas impuestas por la acelerada mercantilización del fútbol iniciada hace cien años, habría significado de nuevo la desaparición del club.

El reto de un presente de disputa de la hegemonía mundial en un mundo globalizado es la proyección mundial del Madrid. Un territorio explorado pero aún por colonizar, para lo que la Liga española constituye un problema en sí mismo. Aunque parezca un asunto colateral, hay que señalar que la deficiente explotación de los derechos de televisión, cuya ineficiencia se verá agravada por las nuevas normas de reparto de derechos, nos sitúa en peor posición de ingresos que el último clasificado de la Premier. Nuestra competencia, mientras tanto, es con «el dueño» de la Bundesliga. Otra rémora son las plantillas —no sólo la actual— demostradamente incapaces de sostener ciclos prolongados de éxitos deportivos. Todo lo que no es óptimo resta capacidad de proyección a corto, y más aún, a medio plazo. Pero esa es otra historia de la que hablaremos otro día. Frente a semejante desafío, lo que sí resulta patente es la incapacidad profunda —constitucional, yo diría— de esos personajes de sainete orientados al casticismo, el localismo y el nacionalismo no ya para enfrentar, sino para entender siquiera, la dialéctica actual y las dinámicas a que necesariamente conduce.

Madrid Zanussi

XVI. Las alternativas estratégicas en la cuestión del estadio

El estadio, en todo caso, continúa siendo la espina dorsal que vertebra el desarrollo del club. No es cuestión de que lo enseñe nuestra historia. Es teorema que demuestra el desarrollo actual de las mejores ligas del fútbol europeo. En su función de albergue de la afición y de campo de batalla del equipo, el nuestro ya ha dado de sí prácticamente todo lo que podía dar. No así en la faceta de su explotación comercial, desde luego. Por lo tanto, debo anticipar que si —como ha hecho el Bayern de Munich— para subvenir al máximo los costes de arrancar al Madrid un corsé que dificulta su crecimiento se utilizara la denominación comercial del estadio, nunca me opondría a esa aplicación de la mejor explotación comercial posible de nuestro patrimonio.

En relación con la cuestión del estadio, la única estrategia que me parece radicalmente errónea es la de no afrontarla. La estrategia de dejar las cosas como están, que se opone al imprescindible crecimiento del club. Cualquiera de las otras, con sus puntos fuertes y sus puntos débiles, abre un escenario de crecimiento del club imprescindible para afrontar un futuro que, a tenor de las pautas de crecimiento de la industria del fútbol espectáculo, en el ámbito competitivo vendrá marcado, antes o después, por la disputa de una Liga Europea.

No comparto la posición del presidente Florentino Pérez y su junta directiva —y sospecho que de la mayoría de los socios del Madrid, y me consta, como hemos visto, que de una amplísima mayoría absoluta de los socios de Primavera Blanca— sobre el frustrado proyecto de remodelación del estadio Santiago Bernabéu. Mi visión se encuadra con la de esa minoría partidaria de la construcción de un nuevo Estadio. Las dos posiciones tienen sus fundamentos estratégicos, que me limitaré a exponer brevemente. En favor de la que promueve la junta directiva, reconozco además que tiene sus números echados. Desconozco si existe una proyección económica de su alternativa.

Remodelar el Bernabéu se basa en la explotación de una ventaja diferencial del Madrid frente a la mayoría de los grandes clubes europeos —hoy la competencia es por la hegemonía mundial, no como en tiempos de la profesionalización— al tener su estadio situado en el centro neurálgico de una de las grandes metrópolis europeas. Esta circunstancia permite llevar al óptimo la explotación comercial diaria de la superficie —de hecho se hace hoy, lejos del óptimo, con los restaurantes y el Tour del Bernabéu—, y por lo tanto obtener una partida de ingresos inasequible para los clubes en competencia. Al mismo tiempo asegura una regularidad de los ingresos por taquilla probablemente muy superior a la de un estadio periférico.

Construir un nuevo estadio en Valdebebas posibilita crear sinergias con un «circuito temático Real Madrid» del que ha apuntado intenciones de desarrollo la junta directiva. En ese escenario, su cercanía a un aeropuerto intercontinental permite convertir los partidos del primer equipo en un polo de atracción para estancias de día completo dentro del ámbito temático de los públicos foráneos —incluso de países alejados— cuyo gasto medio multiplicaría varias veces el precio de la entrada.

Un estadio de nueva factura facilita la satisfacción de las diferentes expectativas de los diversos segmentos de público potencial, con estándares actuales de comodidad y servicios diferenciados, lo que no es posible resolver de forma óptima con la remodelación del Bernabéu. También permite aumentar el aforo hasta el óptimo para aprovechar íntegramente la demanda en los grandes partidos —algo imposible en el actual— y atender la amplia demanda existente de ampliación del abono, aumentando en este último caso los ingresos fijos y regulares, y el volumen del anticipo de tesorería vinculado a esta modalidad de entradas. Como consecuencia de ambas medidas, ofrece la posibilidad de establecer sin tensiones sociales añadidas un nuevo estatuto del abono que termine con la detracción de ingresos potenciales que significa la reventa organizada, cada vez más amplia y agresiva en tiempos de Internet. El incremento del abono en localidades populares, con el diseño de amplias gradas orientado a la animación, permitirá, en fin, superar la más grave deficiencia de nuestro viejo estadio, además de incrementar notablemente la calidad del espectáculo, del que forman parte sustancial las masas de hinchas activos —aunque la pésima realización televisiva de la liga española parezca no entenderlo—, mediante imágenes de alta definición.

La integral de todos esos aspectos debe traducirse en un incremento considerable de los ingresos de explotación del estadio, aunque, ciertamente, no diferencial sobre el que podrían aspirar a alcanzar otros grandes rivales europeos.

Ni una ni otra alternativa son producto del respeto a una falseada tradición, ni apelan a supuestos principios inmutables, ni se apoyan en «valores» fantásticos. Ambas persiguen la maximización de ingresos del Madrid, pero se subordinan a prioridades distintas. La primera, más racionalista, a explotar una ventaja diferencial con los clubes en competencia, ya expuesta. La segunda, más visionaria, a neutralizar una desventaja diferencial: La falta de temperatura emocional del Estadio Bernabéu. Un problema real para el rendimiento deportivo del Madrid, aunque la prensa por conveniencia, los rivales por oportunismo, y los directivos y jugadores por corrección política, prefieran no identificarlo como tal.

El hecho de que —con muy superior responsabilidad del Ayuntamiento de Madrid que del club— la jurisdicción haya anulado las actuaciones urbanísticas que soportaban la operación de remodelación planteada, dando al traste con el proyecto de remodelación proyectado; el cambio de la composición política del Ayuntamiento; y el procedimiento de investigación formal de ayudas de Estado abierto por la Comisión Europea en relación con los convenios de permuta otorgados en 1998 y 2011 con el Ayuntamiento de Madrid —que condiciona las posibilidades de un eventual saneamiento futuro de las actuaciones urbanísticas—, han abierto un nuevo escenario en el que merecería la pena debatir las distintas alternativas estratégicas de solución de la cuestión del estadio. No parece, sin embargo, que esa vaya a ser la dirección que adopte la junta directiva. Su alternativa al colapso jurídico del proyecto se orienta a replantear la operación de remodelación, pero exclusivamente sobre los terrenos hoy disponibles.

Al hilo de estos avatares jurídicos, no se puede obviar que causa sonrojo el hecho de que sujetos que se tildan de madridistas coincidan con los intereses de los «sospechosos» de animar la denuncia secreta ante la Comisión Europea de la que trae causa el procedimiento de investigación formal. Más vergüenza aún produce el contenido de sus mensajes en las redes sociales, alegrándose de que se frustren expectativas de crecimiento patrimonial del club, mediante la legítima utilización de un patrimonio acumulado —con esa legítima expectativa, como vimos al evocar la presidencia de Parages— por las generaciones de socios que nos antecedieron. La generación actual, del mismo modo, está acumulando un patrimonio —la Ciudad Real Madrid de Valdebebas— que harán bien en utilizar en el futuro las generaciones que nos sucedan, para conseguir mantener al Real Madrid, cuyas banderas ya no veremos, en la hegemonía del fútbol mundial. Ese era, precisamente, el pensamiento de Santiago Bernabéu, que de esta forma traicionan groseramente sus supuestos albaceas.

Novena y última entrega: Donde sabemos que no sabemos qué habría hecho hoy Santiago Bernabéu, aunque sepamos qué quiso hacer

XVII. ¿Qué habría hecho Santiago Bernabéu?

No podemos responder con un mínimo rigor a la pregunta de qué habría decidido hacer Santiago Bernabéu en 2015 al respecto del estadio que siempre denominó Chamartín. Sabemos, eso sí, con absoluta certeza, cómo trató la cuestión del estadio hace setenta años y también treinta años después. Sabemos con qué planteamientos afrontó los problemas del club de hace cuarenta años. Pero ni la sociedad, ni el fútbol profesional, ni los problemas del Real Madrid —afortunadamente— son hoy los de entonces. Precisamente por respeto a la figura de Santiago Bernabéu, las soluciones que en su momento planteó no se pueden trasladar de forma mimética al presente.

Cuando yo era un chaval —aparte del marcador simultáneo dardo, el significado de cuyas claves de tres letras publicaba el Marca— los únicos letreros publicitarios que había en un estadio impoluto eran los de la Philips. Con los años, supe que esa publicidad exclusiva era el precio que había pagado el Madrid por aquella iluminación artificial que en unos tiempos verdaderamente oscuros transformaba nuestro estadio en un escenario sobrenatural. Pero era, sobre todo, un instrumento decisivo para facilitar la retransmisión televisiva de los partidos, que la tesorería y los recursos de apalancamiento al alcance del Madrid no alcanzaban para adquirir.

Las retransmisiones televisivas en los primeros años sesenta fueron el origen —bien modesto— de una partida de ingresos, a la que más arriba me he referido ya, que en la actualidad financia casi otro tercio del presupuesto de gastos del Madrid. La experiencia se inició con muchas contradicciones y enormes problemas. En su núcleo, la disputa por otro bocado —además de las quinielas— que el Estado pretendía dar a los recursos económicos que era capaz de generar el fútbol, de cuya futura potencia estaba seguro el Madrid, aunque no se pudiera ni sospechar su importancia actual.

La existencia de un solo canal oficial, que era además el principal instrumento de propaganda de una dictadura, otorgaba a TVE una enorme capacidad de presión política sobre el Madrid. Tanta, que en una ocasión en que el Madrid se opuso a la entrada de los equipos, el director general de seguridad —Arias Navarro, al que volveremos a citar— ordenó la detención del gerente Antonio Calderón. La consecuencia de semejante desequilibrio era que los precios que pagaba TVE ni siquiera alcanzaban a indemnizar justamente al Madrid por el aforo no vendido en los partidos televisados, dañándole particularmente la taquilla de los de la Copa de Europa —a esa altura de la década de los sesenta, a excepción del Atlético que disputó junto al Madrid la edición de 1967, el Madrid era el único equipo español que disputaba partidos de la máxima competición—.

En aquellas fechas, y lo sería cada vez más grave hasta la época de la muerte de Bernabéu, el problema estratégico determinante para el crecimiento del Madrid era el deterioro de los ingresos por taquilla. La televisión no sólo no ayudaba, sino que hacía publicidad negativa. Perjudicaba la imagen del estadio, que cada día enseñaba más cemento, introduciendo la evolución del negocio en una espiral de deterioro, al desanimar a más y más gente para acudir a pasar frío a un escenario que se percibía cada vez más gélido, incómodo y envejecido.

El aumento de la renta disponible a consecuencia del desarrollo abrió a los españoles alternativas de ocio. El seiscientos, las vacaciones, la segunda residencia, eran usos alternativos del dinero antes dedicado al fútbol. Por aquella época mi padre dejó de ir los domingos al estadio. Conservó el carnet de socio, que era al mismo tiempo la entrada de general que no usaba, pero dejó su abono de primer anfiteatro. Por aquella época también, el Madrid tuvo que abrir de nuevo la inscripción de socios que, ante la pujanza de una demanda que a mediados de la década siguiente se había extinguido, había cerrado a finales de los cincuenta. E inmediatamente se puso a proyectar medidas que permitieran resolver, con el ofrecimiento de nuevos estándares de calidad, el problema de atraer la demanda. Por aquella época, el Atlético inauguró el Manzanares, con sesenta mil plazas de asiento.

El hecho de que el saneamiento económico del club haya neutralizado los problemas que amenazaban seriamente su viabilidad al fallecimiento de nuestro mítico presidente —y no hicieron más que agravarse de forma continua durante las dos décadas posteriores— no asegura que los problemas no se vuelvan a reproducir. La burbuja del fútbol actual constituye una amenaza de caer de nuevo en una espiral de endeudamiento, cuando, de una u otra forma, los ingresos están sujetos a la elasticidad de los resultados deportivos y a la viabilidad de los negocios televisivos orientados al fútbol.

Dije más arriba que no podemos responder con un mínimo rigor a la pregunta de qué habría decidido hacer Santiago Bernabéu en 2015. Sin embargo, su singular biografía, a la que hemos hecho amplias y suficientes referencias en las entregas anteriores; la forma de afrontar los problemas de contracción de la demanda y de creación de nuevas fuentes de ingreso, más arriba apuntada; y el modo de abordar la cuestión del estadio, nos dan indicios precisos para afirmar con total seguridad qué no habría hecho:

No habría hecho dejar de mirar al frente. No habría hecho enmascarar en la sacralización del mítico pasado el no abordar los cambios necesarios para resolver los problemas del presente, negando al Madrid el futuro. No habría hecho dejar las cosas como estaban. No habría hecho, desde luego, no hacer nada. Hasta el final de su vida intentó resolver los problemas, devolviendo al Madrid la posibilidad de recuperar su hegemonía europea. Enfrentándose al poder para resolver el secuestro de los recursos que generaba el fútbol. Utilizando el patrimonio activo del club —que su dirección destacadamente había contribuido a crear— para resolver sus desequilibrios estructurales, con proyectos de crecimiento y futuro, no poniendo parches. Proyectando, incluso, dinamitar el estadio que llevaba su nombre.

XVIII. Jugamos en el Bernabéu, a pesar de Bernabéu

Cierro el juego de paradojas iniciado con la previsible consecuencia de haber triunfado la oposición a la profesionalización del Madrid, rememorando una esclarecedora historia.

El 8 de septiembre 1973, la Asamblea de socios compromisarios aclamó la propuesta de Santiago Bernabéu de construir un nuevo estadio en Fuencarral. Cubierto, con capacidad de albergar 120.000 espectadores, de ellos 60.000 sentados. Un proyecto a la vanguardia de la arquitectura deportiva mundial, obra del arquitecto español Félix Candela —exiliado en Méjico, lo que quizá influyó en la hostilidad contra el proyecto de los sectores más ultramontanos del Régimen—. Pensado para convertir al Madrid en el club más moderno del mundo, todavía cuarenta años después conmueve su elegante racionalidad, sencillez, funcionalidad y equilibrio. Y estremece que no se convirtiera en realidad.

Los recursos financieros para su ejecución se obtendrían de la utilización de los terrenos del estadio Santiago Bernabéu. Sobre ellos, una operación urbanística singular, diseñada por el urbanista y promotor canadiense William Zeckendorf, autor del complejo de Naciones Unidas en Nueva York, daría lugar a la construcción de la edificación más alta de Madrid —la Torre de Plata— junto con un parque que ocuparía casi el noventa por ciento de la superficie y otras utilizaciones subterráneas del suelo, posiblemente inspiradas en la ciudad de Montreal, cuya ordenación urbanística había dirigido.

No me extenderé más en la descripción de un proyecto que frustró la cerrada oposición del Régimen, y particularmente de Arias Navarro —el director general de seguridad que ordenó la detención del gerente del Madrid por oponerse a la entrada de los equipos de TVE en el Bernabéu—, en aquel entonces alcalde de Madrid. Arias comparó la operación, literalmente, con un asesinato, al declarar, como si los planes urbanísticos no se pudieran modificar, que «no puede admitirse la construcción en zona deportiva, no por ningún criterio, sino porque está prohibido en la Ley, como está prohibido el asesinato». Aún descontando la tosquedad de su carácter, hacer pública semejante comparación daba idea de hasta qué punto la negativa estaba decidida.

En la oposición al proyecto, la propaganda del régimen franquista jugó duro para neutralizar la influencia social del Madrid. «Arriba», el periódico del Movimiento, comenzó la ofensiva mintiendo sobre el origen de la propiedad del suelo del estadio para indisponer a la opinión pública. Según el órgano falangista, los terrenos del Bernabéu fueron expropiados tras la Guerra Civil. La realidad era que el viejo Chamartín fue incautado para convertirlo en un campo de prisioneros, y que el Madrid, además de esos terrenos adquiridos en 1923, había comprado en junio de 1944 el restante suelo necesario para edificar el estadio.

La campaña se reforzó desde Barcelona usando, sin embargo, las páginas de ABC, puesto que el partido se jugaba en Madrid. Un sujeto que ascendería hasta el Consejo del Poder Judicial a propuesta de Jordi Pujol, y cuya ejecutoria delictiva como juez le llevaría a ser condenado y expulsado de la carrera años después, Luis Pascual Estevill, escribió un panfleto, usando un lenguaje sardónico, para respaldar las exageraciones de Arias Navarro y las mentiras de Arriba: «El Real Madrid es un gran club (…). Todos los españoles sabemos eso. Bien que nos lo repiten insistentemente en todos los tonos y con todas las fanfarrias posibles de acompañamiento. Aún más, el Real Madrid es el club de la imaginación, de la inventiva, de la prospectiva y de la anticipación del futuro. Debe de ser verdad. Porque acaba de sorprender a España con una innovación en el terreno del Derecho que debe traer de cabeza a todos los penalistas (…) El Real Madrid pretende (…) obtener beneficios propios a costa de perjudicar a los demás (…) El Real Madrid tenía un campo viejo, el campo de Chamartín (…) le añadieron veintisiete mil metros cuadrados que les expropiaron (…) ¿Cuánto va a costar este estadio fabuloso? Mil millones de pesetas o algo así. Como si dijéramos la renta total de la provincia de Soria durante dos meses».

Santiago Bernabéu, cuya gestión, por encima de todas sus notas, se caracterizó por una verdadera obsesión por la honestidad, tuvo que soportar que este delincuente en ciernes sugiriera que la auténtica motivación de la operación era la apropiación por los directivos del Madrid de una parte de las plusvalías urbanísticas de la venta de los terrenos del estadio. No quiso querellarse, convencido de que lo mejor para el Madrid era no encanallar la situación con los medios. Particularmente con los no oficiales, como el ABC, que eran el único territorio en el que el Madrid podría defender ante la opinión pública la racionalidad urbanística del proyecto. La densificación posterior del entorno Cuzco-Lima, sin ninguna de las soluciones para la distribución del tráfico viario que atraviesa la Castellana que contemplaba el proyecto de Zackendoorf, vendría a darle la razón en este aspecto. Claro que después de muerto.

Las gestiones de Raimundo Saporta en El Pardo, que se cierran con un: «Dígale a Saporta que no presente el proyecto, porque le van a llamar especulador»; y en La Zarzuela, que concluyen con un: «Qué puedo hacer yo, si no tengo ningún poder»; sólo consiguieron demostrar que la suerte estaba echada. Santiago Bernabéu se vio forzado a admitir la derrota frente al mismo régimen que había recalificado Les Corts ocho años antes para limpiar de deudas al declinante FC Barcelona.

Convencido de que «tenemos un proyecto respetable» y de que la mediocridad, que él representaba en «la envidia», le obligaba a abandonarlo, Bernabéu enterró con el proyecto del nuevo estadio sus expectativas de recobrar la hegemonía europea. Su compromiso personal con la idea era tal que la indignación le llevó a declarar, en contra de sus profundas convicciones: «La otra vez hice la guerra en un bando, pero si hubiera otra veríamos en qué bando estaba». A la desesperada, buscaba titulares en los periódicos. Sus declaraciones, es obvio, no fueron publicadas. A Julián García Candau, que relata dicho episodio, le confesó: «Ayer le dije al alcalde, que estuvo muy cariñoso conmigo: a ver si le ponéis a este estadio una bomba y que no queden ni rastros de él».

A pesar de todo, ya dije que no se podía aventurar cuál sería la posición de Santiago Bernabéu en relación con la cuestión del estadio ahora que muchos de los problemas que trató de resolver con la desaparición del actual han sido resueltos: Regularmente, el de su calidad, con las sucesivas ampliaciones; satisfactoriamente, el del excesivo endeudamiento del club, con la enajenación de la Ciudad Deportiva que llevó a cabo la junta de Florentino Pérez. Sin embargo, la necesidad de expansión sigue estando ahí.

Paradójicamente, si hoy seguimos jugando en el Bernabéu es a pesar de Santiago Bernabéu. Al impedir sus planes de transformación, el régimen de Franco nos castigó a seguir allí. Si Florentino Pérez es capaz de explotar esta situación como ventaja, a través de su proyecto de remodelación, aún estaríamos ante una última paradoja: el castigo sería un premio. Pero sea o no sea así, esta historia nos aporta la certeza moral de que el nombre de un estadio, del que Santiago Bernabéu deseó «que no queden ni rastros de él», nunca habría sido el dique contra el que se rompieran los sueños del mejor presidente del Madrid.

 

Reivindicación de Santiago Bernabéu 1

Reivindicación de Santiago Bernabéu 2

 

Bibliografía

- «Archivo histórico del Real Madrid CF», en Leyenda Blanca.
- Bahamonde, Ángel, El Real Madrid en la historia de España, Taurus, Madrid, 2002
- Expósito, Juan, Organización del fútbol mundial, Wanceulen, Sevilla, 2006
- Fernández, Carlos, El fútbol durante la guerra civil y el franquismo, San Martin, Madrid, 1990
- García Candau, Julián, Bernabéu, el Presidente, Espasa-Calpe, Madrid, 2002
- Real Madrid, «Boletín informativo», nº 388, 1982
- Real Madrid, Cien Años de Leyenda, Fundación Real Madrid – Everest, Madrid, 2002
- Simón Sanjurjo, J.Antonio, «La mercantilización del fútbol español en los años veinte» en Esporte e Sociedade, año 6, nº 18, setembro 2011

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Abogado. Colaborador de ZoomNews y tertuliano en diversos medios de comunicación. Madridista.

8 comentarios en: Reivindicación de Santiago Bernabéu (3/3)

  1. Después de leer de pe a pa estos estupendos artículos, llego a la conclusión de que el Madrid fue, es y será grande pero cuando fuimos de verdad los números uno, fue cuando dos líderes estratosféricos , como fueron D. Santiago y D. Alfredo juntaron sus caminos. Uno en los despachos y otro en los terrenos de juego. Me temo que semejante conjunción es irrepetible. Fuimos, somos y seremos grandes, pero ya no somos los indiscutibles, ni siquiera en España. Florentino es un gran gestor, el mejor sin duda, pero no es un líder. Buscar un líder en la plantilla actual, es un chiste malo y en las de la ultima década, idem. Puede que ese sea el mayor mal que nos asola en los últimos años, que es cuando empezamos a perder la hegemonía nacional. Ese y una idea clara de lo que somos y lo que queremos ser.
    El Barceroba nos discute, e incluso nos ha arrebatado la hegemonía nacional y europea por que tienen claro lo que son y lo que quieren seguir siendo, el ejercito desarmado de Cataluña. Ha contado y cuenta con lideres claros en el campo (Pujol, Pique, Messi) y también en los despachos,( Laporta) por muy despreciable que me pareciera el personaje. En resumen, se buscan líderes, ideas y arrestos para aplicarlas.

    1. Buenos días extraordinario y clarificador comentario el de usted, por puntualizar algo le diría que
      a sus frase ( se buscan lideres, ideas y arrestos para aplicarlas) le falta e infantería , para seguir
      a ese líder y bajar al infierno a buscar al mismísimo Satanas, de tal manera que la frase
      debería quedar así, --Se buscan lideres, ideas, arrestos e infantería para aplicarlas--
      Saludos blancos, castellanos y comuneros

  2. Buenos días D. Manuel ha leído con gran interés y disfrute su trilogía, y no termino yo de ver al
    madridismo embarcarse en una nueva empresa, que seria al mismo tiempo aventura y reto,
    puedo esta equivocado, es más mi estado natural es el error, pero observo en la masa social que
    asiste habitualmente al Bernabéu un conservadurismo que la hace poco propicia, a asumir riesgos
    y procurar cambios, se sienten felices con su status, su asiento en el Bernabéu es como una
    prolongación de su posición en la sociedad.
    A mí la idea de un nuevo campo en principio no me desagrada, pero presenta notables problemas
    cuya resolución que desgraciadamente no dependen de nosotros. 1) las comunicaciones, si ahora
    mismo es un problema entrar y salir de Valdevebas, cuando juega el Castilla, imagínese 100.000
    personas y las infraestructuras y permisos para solucionar ese problema dependen de las
    distintas administraciones españolas y no las veo yo muy por la labor de ayudarnos, no hace falta
    que le recuerde las últimas resoluciones del Ayuntamiento de Madrid.
    2) ¿ Qué hacemos con el Bernabéu?. En este caso también dependemos de la buena voluntad
    ( es un decir) de las administraciones españolas, si en el 1973, carnicerito de Malaga, le dio
    calabazas a D. Santiago, ahora las risas se oirían hasta en Canaletas, a no ser que nos lo
    recalificaran, para expropiárnoslo de forma encubierta, me explico, yo te dejo construir
    pero por darte el permiso el 75% del suelo, pasa a ser público.
    Continuara.
    Saludos, blancos, castellanos y comuneros

  3. Otro excelente capítulo del señor Matamoros. Didáctico y entretenido. PLAS, PLAS, PLAS.

    La verdad es que tanto remodelar el Bernabéu como irse a Valdebebas y hacer allí un estadio para 200 ó 300 mil me ponen como el Minotauro, pero es algo que se escapa a mis conocimientos, sinceramente no sé cuál es la mejor solución.

    También es cierto que si el Ayuntamiento de La Gente (sic) no está por la labor es mejor correr por nuestra vida e irnos a Valadebebas, aunque allí también hay que pedir licencia y nos pueden estar esperando. Difícil decisión; en este tema LQDFloper que de esto del Urbanismo Concertado -algo usual y perfectamente legal- sabe más que yo y que casi todos.

    Siguiendo con el Urbanismo Concertado y respecto al procedimiento de investigación en relación con los convenios de permuta otorgados en 1998 y 2011 con el Ayuntamiento de Madrid, yo estaría relativamente tranquilo. Opino que la única duda en cuanto a su legalidad es saber si la Valoración Urbanística realizada para monetarizar los aprovechamientos objeto de Convenio está bien argumentada o es una chapuza. Un profesor me dijo que una valoración urbanística es una opinión tan válida como otra cualquiera, lo importante es tenerla mejor o peor argumentada. Tampoco hay que olvidar que debieron ser los técnicos municipales los encargados de aceptar o no en su momento las citadas valoraciones en el proceso de concertación urbanística.

    Por último echo en falta saber quiénes son los madridistas que hay detrás del movimiento ambar ese que tanto quiere al club. Creo que el artículo debería citarlos expresamente.

  4. Chapeau, Sr. Matamoros, muchas gracias por contarnos lo que nadie quiere/sabe/espera que sepamos los madridistas contemporáneos. La visión de conjunto tras su brillante exposición no hace sino refirmarme en mi idea de lo que es, de lo que somos, el Real Madrid, y de hacia donde debemos ir. Pero de todas maneras, soy optimista, creo que lo consigueremos, es cuestión de tiempo.
    Hala Madrid y nada más!

  5. Estoy muy de acuerdo con el análisis. El futuro está fuera del Bernabeu ya que es un estadio sin margen de crecimiento para las necesidades del club a medio/largo plazo donde la competencia va a ser feroz. No solo desde la Premier sino desde un FCB que cada vez genera más ingresos y cuya reforma del Camp Nou si es viable ya que posee un solar inmenso alrededor del estadio para expandirlo. Algunos datos de nuestra reforma vs la cule. 650 plazas de parking vs 3.000, 105.000 espectadores vs 80.000. 6500 m2 en La Esquina vs 104.000m2. El gran deficit del Barcelona en el Estadio se debe a que no disponen casi de palcos y sus abonos y entradas cuestan la mitad que en el Bernabeu. Tambien en socios sacan mas dinero que nosotros ya que disponen de unos 130.000. Temo que cualquier reforma del Bernabeu (más aun la degradada que estudia un agotado Florentino) no va a hacer otra cosa que debilitarnos frente al creciente impulso ganador del FCB (a pesar de multas, sanciones y juicios). El único modo de estar por delante en los proximos 50 años es disponer de un Estadio nuevo. El mejor del mundo. Analizando seriamente ambas reformas y más aún teniendo en cuenta las limitaciones que impone el Ayuntamiento no hay color. La del FCB es muy superior. Entiendo que cada uno puede tener su opinión pero la realidad con argumentos economicos, legales y arquitectonicos es esa. Entiendo tambien que en el Madrid hay una CASTA ligada a los abonos del Bernabeu que hará muy dificil cualquier traslado. Lamentablemente el madridismo actual esta muy lejos del pensamiento visionario que caracterizo siempre a DON SANTIAGO BERNABEU. Ni siquiera Florentino se acerca con todo lo bueno (y malo) que ha hecho en el Real Madrid. Creo que en 10-20 el Madrid no será el mejor equipo del mundo ni el que genere más ingresos si nos conformamos con una reforma del Bernabeu. Podria dar muchos más argumentos. Uno muy importante que he dado siempre y que el autor tambien ha comentado es la universalizacion del club. Disponer de un HOTEL en el estadio a cinco minutos de la T4 que con futura pasarela que unira Valdebebas y la Terminal ... encima con IFEMA justo al lado.... Con el estadio en Valdebebas el Parque Tematico tan nombrado por Florentino cobraria mas relevancia que nunca. Ciudad Real Madrid como un destino global, de fin de semana para turistas extranjeros: alojamiento, ocio, comercios y PARTIDO. El Real Madrid no puede tener un campo donde la gente llegue cinco minutos antes del partido y se vaya en el descuento por la sencilla razón que es una GRAN caja de cerillas, inhabitable. No explotable más allá de los restaurantes y el Tour del Bernabeu. El cambio necesario es hacia el sistema de explotación de EEUU ... donde la gente pasa el dia en el campo y alrededores con la excusa del partido. Recuerod que no hace mucho desde el club se dio una conferencia hablando de eso precisamente para justificar la reforma del estadio. Por supuesto antes que Valdebebas y dado que el Ayuntamiento quiere reducir la edificabilidad de vivienda en Operacion Chamrtin Norte ... buscaria la posibilidad de encajar en esa zona el estadio junto a las Torres CTBA (en breve cinco). Simbolo de la modernizadad y potencial economico del Real Madrid. Y desde luego para el hoy denostado Florentino no encuentro mejor herencia. Y sino Valdebebas con Metro est tambien muy bien y el terreno es nuestro. En 10-15 años será una parte más de la ciudad. Cuando construimos el Bernabeu sobre el viejo Chamartin tambien estabamos "en las afueras". Don Santiago Bernabeu hace 40 años ya señalo el camino.

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